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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Holaa :D

L@s amo mucho y les agradezco su infaltable compañía. En el siguiente cap les tengo un regalito :3 

Sigan leyendo ♥

Epílogo

Diez años después


Le acomodó la corbata, haciendo una expresión de concentración. Sus cejas castañas se fruncieron mientras entrecerraba los ojos de un tono chocolate. Lyod le pellizcó la mejilla y le dedicó un beso casto en los labios.

—Oye, no me distraigas. El nudo va a quedarte mal.

Misha hizo un mohín de molestia. A pesar de haber crecido tanto en los últimos años continuaba teniendo ese rostro sutil de facciones infantiles. Cada vez que lo veía usando un traje tan elegante a Lyod le venían muchas ganas de reírse. Y el rubio lo sabía. Por ello cuando notó que soltaba una risilla le dio un golpe suave en el pecho.

—No te burles. Con lo que le costó a Mary conseguir uno de mi talla.

—Te quedaría mejor un moño justo aquí—deslizó su dedo por la curvatura del cuello de Misha.

—Pero sólo vino con una corbata rayada. Mira, está sobre la cama—puso un dedo sobre sus labios—Ahora que lo pienso… te iría mejor aquella, la de franjas azules... a ver, quítatela.

Un fogonazo de calor le subió al rostro al ver que Lyod deslizaba suavemente la corbata a través de la solapa de su chaqueta negra abierta, dejando al descubierto el inicio de su pecho, que la camisa dejaba entrever. Metió su mano bajo los botones blancos y le acarició el vientre. Los ojos verduzcos del moreno se entrecerraron en una expresión
cautivante.
Misha bajó despacio sus dedos hasta tomarlo por el cinturón de cuero. Lo atrajo hacia sí mientras se mordía los labios. Se inclinó sobre la cama para tomar una de las corbatas. La enredó alrededor del cuello de Lyod, haciendo un nudo brusco.

—Creo que lo estás haciendo mal—rio el hombre—Va sobre…

Sus palabras fueron acalladas cuando Misha tiró del retazo de tela, presionándolo con fuerza en su mano. Buscó de forma hambrienta los labios del otro, sintiendo el sabor dulce de su lengua enredándose con la suya.

—Mi-misha…—intentó alejarse tomándolo por los hombros—Van a llegar en cualquier momento—rosó su nariz contra la del rubio, inhalando el aroma que escaba de su boca— Podemos seguir en la noche.

Misha aproximó sus cuerpos aún más, acercando el lóbulo de Lyod para morderlo despacio. Sintió la respiración agitada del moreno junto al oído. Comenzó a sugestionar su poca cordura lamiendo la piel que le cubría la nuez de adán.

El sonido de varios pasitos que correteaban por el pasillo fue tan repentino que no tuvieron tiempo de separarse. La puerta del apartamento se abrió de par en par, y las voces estridentes de las muchachitas se oyeron hasta el último piso.

Sussy se cubrió el rostro con ambas manos, ocultando un fuerte rubor, mientras su hermana parpadeaba varias veces, presa de una sorpresa momentánea. A los dos minutos de entrar al cuarto comenzaron a chillar y sacaron la cámara que llevaban en su bolsa de mano.

— ¡Salgan ahora!... Q-quita esa cosa… ¡Sussy!

Trató de arrebatarles la cámara, pero a cada flash sus ojos se cegaban.

—No seas malo, hay que tomar fotos desde ahora.

— ¡Misha, Misha, haz que pose!—exclamó Cindy, dando saltitos que hacían fluir los volados de su vestido lila, que combinaba muy bien con su larga cabellera castaña.

—Les digo que no fasti…

La mano intrépida de Misha jaló de su corbata, acercando su boca a pocos centímetros de la de Lyod. Los chillidos de las chicas subieron de tono hasta lastimar los tímpanos de la pareja. La algarabía se detuvo apenas emergió la figura de Mary por el umbral, con su largo vestido negro incrustado de brillos platinados. Su rostro surcado por las arrugas continuaba poseyendo esa calma infinita.

Misha corrió a estrecharla en sus brazos. La mujer debió ponerse en puntas de pie para darle un beso en la mejilla. Ese muchacho había crecido más de lo que imaginaba. Caminó hacia su hijo y le tomó una mano con fuerza, pintando su rostro con esa sonrisa maternal.

—Esa corbata no va así, hijo.

Lyod torció el gesto y le echó una mirada furibunda a su novio.

—No es culpa mía.

De forma sutil le enredó la corbata sobra las solapas de su chaqueta negra y la abotonó.

—Mira mi vestido, Misha, mira, mira—se regodeó Sussy, dando una vuelta que hizo abrir la copa acampanada de su vestido rosado.

—Ah, pero si tienes una mancha justo ahí—se acercó para picarle con un dedo la curvatura de su cintura.

La muchacha desató en risas ya que era muy sensible a las cosquillas. Cindy tiró del codo de su cuñado y comenzó a acomodarle el traje, de un tono ocre. La camisa estaba abierta desde la mitad del vientre y las solapas de la chaqueta se hallaban puestas de forma desigual.

—No puedes ir a una boda de esta forma. Sussan, pásame algunos broches. Los azules de mamá. Y alguna pajarita.

Su hermana se apresuró a alcanzar los utensilios. Le abotonó las gemas azules en las mangas y le acomodó el moño rojo alrededor del cuello, abotonándole la camisa cuidadosamente.

Las chicas sacaron un par de fotos más y salieron al corredor entre gritos y risas. Antes de abandonar el apartamento Misha ordenó algunas cosas y preparó las llaves. Lyod le invitó a su madre a sentarse en el living mientras terminaban de cerrar las ventanas.

—No imaginas lo que costó conseguir algo de ropa para tus hermanos—la mujer soltó un suspiro— Karl quería vestirlos igual, y ellos estaban como locos por tratar de diferenciarse lo más posible. Laurent va a querer imitarte hasta en la corbata, así que ten cuidado cuando bajes.

Lyod soltó una risilla. Observó la figura de Misha detrás del resquicio de la puerta, poniendo en orden las últimas cosas. Habían mejorado mucho en ese tiempo el aspecto del apartamento. Desde que Misha consiguió recibirse de Licenciado en Física lograron comprar otro auto y varios muebles que precisaban. Incluso Fernando tenía un nuevo cojín donde dormitar.

Karl había expandido el almacén. Los cuatrillizos habían conseguido varias becas en distintas universidades. Cindy ya era auxiliar de enfermería, y Sussy continuaba su carrera de secretaria administrativa. Laurent y Benjamín combinaron en armar una empresa de indumentaria junto a un grupo de estudiantes de Kansas.

Hacía muchos años que no visitaba la granja. Apenas tenía noticias de sus tíos. Sabía que Joseph había fallecido hacía relativamente poco tiempo y Jess estaba a cargo de sus hermanos pequeños, ya que su madre estaba muy anciana. La boda significaba una gran alegría y alivio para los Owen luego de aquella tragedia.

Se rascó la barbilla, circunspecto.

— ¿Estás pensando en Jess?

El hombre soltó un suspiro.

—Mamá—ante sus palabras la mujer ladeó la cabeza— ¿Crees que él esté bien con dar este paso?

—Es una chica adorable. Se conocen desde pequeños—esbozó una sonrisa— Tú siempre te ponías celoso cuando los veías juntos.

— ¿En serio?—mantuvo la vista fija en algún punto indeterminado— Sólo me pregunto si…

Misha llegó hacia el living, cargando un bolso al hombro. Hizo tintinear las llaves entre sus dedos.

— ¿Vamos?

En la esquina de boulevard, bajo el poste de luz, los aguardaban Karl y los cuatrillizos. La camioneta roja hizo sonar un rugido al verlos acercarse.

El resto del viaje Lyod continuó con su tez seria. Misha se sentó en el asiento de copiloto y jugueteaba con los cuatrillizos, que no paraban de sacar fotos y reír. Miró su rostro de perfil un momento.

Sabía exactamente lo que estaba preocupándole. Ambos venían platicando el asunto hace tiempo. Aquella boda era una falacia, una que al menos despertó la alegría en la familia. Pero ¿aquello valía la pena cuando el propio novio estaba en desacuerdo con su correspondencia en los sentimientos hacia la novia?







Se contempló una vez más al espejo. La frente impoluta adornada por un par de bucles, los hombros pequeños y desnudos, el escote discreto, la franja de gasa rosada sobre la seda blanca. Soltó un suspiro y se deshizo el peinado. Su madre tomó asiento junto a ella para tomarle la mano.

— ¿Qué pasa que desde ayer tienes esa cara, cariño?

La muchacha miró sus ojos un momento y volvió a esconder la vista tras el velo.

— ¿Crees que vaya a dejarme plantada?

—Oh, no pienses así. Jess es un buen muchacho.

En el brillo de sus pupilas se notaba la angustia que llevaba muy dentro. La madre se inclinó a acariciarle el cabello. Ella sólo podía consentirla. El corazón iba a sentir lo que quisiera sentir.

—Mamá. Yo sé que él no me ama.

—El amor se da con los años. Cuando llegue el primer hijo verás cómo evolucionan las cosas—se puso de pie para guardar las alhajas en la cajuela— Mañana temprano tu padre te llevará en el auto al salón de belleza. Yo me retrasaré porque quiero preparar a la dama de honor.

—Lucy es muy estricta, recuerda llevar el vestido rojo y el maquillaje.

—Sí, sí. La conozco. Esa niña con ínfulas de actriz—hizo un gesto dramático y soltó una risilla.

Edith se quitó los tacones de punta aguja. Los dedos de los pies los tenía rojos e hinchados. Sólo quedaban quince horas para que la ceremonia comenzara.

—Jess va a estar muy guapo con el traje que tu padre le eligió.

Ante el comentario de su madre esbozó una sonrisa tímida que murió al instante.

—Mamá. Si algo pasa… promete que vas a quedarte conmigo.

La mujer la estrechó por los hombros.

—Claro que sí, mi niña.








Le palmeó el morro al animal y lo bajó del catre. Apenas podía apoyar la pata pero aun así movió la cola en señal de agradecimiento. Su pequeña dueño lo tomó en brazos, mientras el padre se acercaba al veterinario.

— ¿Va a mejorar?

—Tiene que hacer reposo y debe curarle las heridas cada 48 horas—firmó un papel y se lo entregó—Si empeora puede traerlo de nuevo.

La campanilla que colgaba de la puerta tintineó cuando los clientes se marcharon. El local era pequeño, constaba de un escritorio a la diestra y un pasillo estrecho que conducía a la sala donde atendía a los animales. Luego de dedicarse durante un tiempo a curar los animales alrededor de la granja de sus padres se decidió a ir hacia la ciudad. Aún visitaba su hogar en Kansas y atendía varias yeguas y cabras, más que nada las asistía en el parto.

La vida en la ciudad era más complicada de lo que creía. Al menos conseguía viajar con más frecuencia a ver a su madre desde que consiguió un Ford antiguo a bajo precio. En el apartamento que rentaba convivía con su hermana Lucy, que ya estaba siguiendo su carrera de modelaje.

Su estancia en la ciudad de Kansas era temporaria. Ese apartamento se lo dejaría a su madre y sus hermanos y pondrían en venta la granja, que tras la muerte de su padre ya no prosperaba. Cuando se mudara a Florida con Edith iba a poder mejorar la situación de todos. Los padres de ella tenían varias residencias y desde que el hijo mayor se convirtió en estrella del polo a caballo la familia había ingresado a la zona alta en cuanto a sus ingresos económicos.

Sabía que sus decisiones eran deshonestas. Edith también estaba al tanto. Ellos eran amigos de la infancia, incluso durante un tiempo creyó sentir algo por aquella niña de trenzas castañas. Pero la realidad repercutía en cada pared de su corazón. Él no la amaba. Y no podría amarla nunca. A ella ni a nadie que no fuera…

Se acarició las sienes y tomó asiento. Se acercaba la hora de cerrar. Cuando vio su reflejo en la vidriera de la veterinaria se percató de que debería cortarse el cabello antes de la boda. Había vuelto a crecerle. Edith siempre lo obligaba a llevar la melena corta, sin patillas, para que se le viera el rostro.

Lo único que no había cambiado de aquel muchacho bajito y de piel lechosa eran sus ojos azules. La genética había estado a su favor y a la edad de veinte años creció los diez centímetros que tanto esperaba. Jamás consiguió tener las espaldas tan anchas como su padre, pero lo compensaba con su barbilla firme y las cejas rectas.

Se acercaba la noche. Debería volver al apartamento a controlar que Lucy cenara adecuadamente. Cerró el local y se guardó las llaves al bolsillo. Esa noche la luna llena era inmensa, de un tono anaranjado. Bañaba las callecitas empedradas de la ciudad.

“¿Acaso él estará viendo también la misma luna?”








El viento de la noche aullaba junto a su oído. Se inclinó por el balcón para aspirar los últimos momentos. Su cabello negro bailaba al son de la brisa. Al sentir los pasos trémulos de su hermana acercándose por el lobby se volteó a sonreírle. A veces no podía dar crédito a sus ojos al ver a Lucy con su figura de curvas pronunciadas y el rostro sutilmente maquillado. No era la misma niña que le pedía dulces y llevaba el cabello en una coleta alta.

—Jess, ¿pasa algo?

—No… sólo estaba aspirando un poco de aire fresco.

—No me refiero a eso—sus labios delineados de rojo se torcieron en una mueca— Apenas llevan seis meses de pareja con Edith y ya van a casarse. ¿Por qué tan apresurados? Aún eres joven, Jessy.

El muchacho se alzó de hombros. Sus ojos se tornaron de un tono opaco.

—Desde niños nos conocemos.

— ¿Y qué hay del amor?

Jess soltó una carcajada ronca.

—Déjame decirte una cosa, Lucy—le acarició la nuca, mientras recitaba unas palabras lentas y profundas— Hay muy pocas posibilidades de que te cases con quien realmente amas. Siempre habrá una persona que pasó por tu vida y dejó una marca que nadie podrá cubrir… sin embargo, la vida sigue. La soledad no es una buena opción.

La pequeña se acobijó bajo su brazo. La seguridad que emanaba de Jess le recordaba mucho a su padre.

—No importa la decisión que tomes yo siempre te voy a apoyar.

La luz platinada que escapaba de la luna cayó sobre sus cabezas.

—Gracias.








Le acomodó los mechones de cabello a Sussy, que estaba sentada a su lado. Las banquetas blancas adornadas con rosas rococó ya se hallaban desplegadas para la recepción de los invitados. Varios rostros desconocidos estaban arribando a la iglesia. Tomaban asiento bajo el techo abovedado de la catedral, minuciosamente adornada para la boda.

La capilla de Mississippi fue contratada por el padre de Edith para llevar a cabo la ceremonia. El cura preparaba su sermón en el extremo de la iglesia, al final de la alfombra bermejo. La estatua de la virgen que pendía del techo a su diestra contemplaba el lugar con sus ojos fijos en la nada.

—Ahí vienen.

Cindy se retrepó a su banca para llamar con un movimiento de las manos a sus hermanos, que estaban cruzando la entrada circular. Junto a Mary, su esposo estaba platicando con Diana. Cuando se percataron de la llegada de sus hijos y Misha, ambos se quedaron en silencio. Karl les sonrió a los muchachos y los animó a sentarse. Diana se puso de pie y se marchó.

Desde que la familia se había enterado del romance de Lyod y Misha, hubo un gran revuelo. Karl tardó mucho en lograr comprender a su hijo y hacer frente a sus prejuicios, gracias a la ayuda de su esposa, pero el resto de la familia no lo aceptó. La madre de Jess jamás volvió a dirigirle la palabra a Lyod, con suerte hablaba con su cuñado y con Mary. Incluso tuvieron una discusión muy agitada cuando Luke intentó echar de su casa a Misha la navidad de hacía dos años atrás.

La última vez que Lyod pudo reencontrarse con Jess ya estaba egresado de la universidad. Apenas se saludaron como si el pasado no fuera más que una mota de polvo. Ese día era especial para su primo. No quería arruinarlo por problemas íntimos entre ellos y sus familiares. Le hizo un gesto a su madre para que no reaccionara mal ante el gesto de Diana y se sentó a su lado.

— ¿Cuándo llegan los novios?

—Escuché que dentro de un rato vendrá Edith con sus padres.

—Yo iré a buscar a Jess en media hora—añadió Karl. La corbata amarilla a rayas negras le quedaba muy graciosa.

Sintió la mano de Misha rosando suavemente sus dedos.

— ¿Quieres ir a hablar con él antes de la boda, amor?

Sus ojos se encontraron un momento. Lyod asentó en silencio.

—Apresúrate y tráelo bien guapo—lo animó Sussy con una sonrisa de oreja a oreja.






Soltó un bufido de resignación y lanzó la pajarita a un lado. No importara cuántas veces se acomodara el moño jamás lograba ajustarlo bien a la curvatura de su cuello. Se desabrochó un botón de la chaqueta. Comenzaba a sentirse asfixiado.

¿Qué pasaría si decidía no presentarse? Iba a defraudar a su madre. Iba a apuñalar la confianza que tenía con la familia de Edith. Tras los problemas que tuvo con la justicia legal por los atentados contra el sistema imperante, el que lo ayudó a salir del pozo y redimir todas las causas en su contra fue el padre de Edith. El que se hizo cargo de haber dado refugio a un soviético y que lo salvó de ir a un reformatorio durante varios años. Él le debía mucho a esa familia. Mucho más a Edith, quien siempre lo acompañó cuando estuvo en un pozo depresivo sin poder soportar la pérdida de…

Se levantó y dio varias vueltas en el cuarto. Habían pasado diez años. Exactamente una década en la que él jamás quiso contactarse, en la que no dio ningún indicio de vida, en la que no le importó corromper todas las promesas que alguna vez dijo cumplir.

Si sabía eso perfectamente, ¿por qué seguía aferrándose a esa ilusa esperanza de volver a verlo?

El sonido de un par de nudillos golpeando la puerta lo despertaron de sus pensamientos. Cuando al atender vio el rostro de Lyod parpadeó varias veces, con una sorpresa difícil de disimular.

—Creí que vendría Karl.

— ¿Puedo pasar?

Jess le abrió paso. Lo invitó a tomar asiento en el sofá.

— ¿Lucy no está?

—Pasó a buscarla mi suegra hace unas horas—su figura se perdió en la cocina— Tengo un poco de café si quieres…

—Jess—el rostro del muchacho se coló por la puerta. Lyod lo llamó con un movimiento de la mano— Ven acá.

Con pasos cortos y trémulos fue hacia su primo. No importaba la edad que tuviera ni lo alto que pudiera llegar a ser siempre se sentía pequeño frente a él. Lyod jaló de la manga de su chaqueta y lo sentó a su lado, rodeándole los hombros con su brazo. Despedía un fuerte perfume.

—Ya no tengo ocho años…

— ¿Ah, sí? Porque sigues igual de bajito.

— ¡Eso no es verdad!

Se revolvió en el asiento intentando librarse de su agarre. El moreno soltó una carcajada. Los sonidos de la ciudad se colaban por el balcón hasta llegar a ellos. Jess permaneció inmóvil, mirando los zapatos lustrados que llevaba.

— ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

—Eso no importa. Tengo que hacerlo de todas formas.

—No le debes nada a nadie. La única persona que tiene que ser feliz eres tú.

Jess giró el rostro, presionando la mandíbula.

—Para ti es fácil decirlo. Siempre huyes de los problemas.

— ¿Sólo yo?

Sus ojos se encontraron por un momento.

—Misha no recibió ninguna noticia de ellos desde hace años.

— ¿Por qué eso debería importarme?—repuso Jess, alzándose de hombros.

—Porque incluso ahora tú lo estás esperando.

Un silencio sepulcral se apoderó de la sala. La tensión era casi tangible en la atmósfera densa que los rodeaba. Jess se levantó de un salto, mirando el reloj de pared. Se acomodó el traje de solapa negro.

—Ya es hora de ir a la catedral—lo observó desde el hombro— ¿Tú me vas a llevar?

Lyod hizo una burda reverencia.

—Soy el hada madrina con su carruaje de calabaza.

—No seas idiota—espetó el menor, tajante. Aun así se permitió una fugaz sonrisa— Yo no uso zapatitos de cristal.

—Claro que sí. Hasta tienes una peluca rubia en el clóset.

Jess soltó una risilla y le golpeó un hombro antes de salir al corredor.

—El que se va a casar soy yo, así que eres tú el que anda escondiendo pelucas en el clóset.

Un par de ancianas que salían del ascensor los miraron sin disimulo. Lyod se apoyó sobre el cuerpo de su primo, desalineándole la costura recta de su traje.

—Bisexual reprimido.

— ¡Cállate!

Antes de que las puertas corredizas se cerraran Lyod les guiñó un ojo a ambas. Oyeron sus murmullos desde el otro lado del elevador. Se miraron y rieron.







Sus pasos eran lentos pero seguros. La cola blancuzca de su vestido era acarreada por un par de niñas vestidas como pequeñas hadas de ensueño. Tomada del brazo de su padre, la novia caminó hasta el altar. La madre, que los aguardaba junto al cura, dejó escapar varias lágrimas.

Todos sus miedos, sus cavilaciones, sus dudas, todo eso se esfumó al ver a Jess de pie junto a sus tíos. Sus ojos azules eran muy brillantes. Sintió que iba a desmayarse si continuaba mirándolo de frente.

La tonada nupcial y el murmullo de los presentes se difuminaron en ese instante. El párroco comenzó a recitar. Las palabras eran un torbellino, no las oía.

Ese era su día. Su momento. Su instante único e irrepetible.

—Jess Owen, ¿acepta por esposa a Edith para amarla y respetarla, tanto en la salud como en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Su corazón se contrajo en una bola dentro de su pecho.

—Sí, acepto.

—Edith Stone, ¿acepta por esposo a Jess para amarlo y respetarlo, tanto en la salud como en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

—Sí… sí, lo acepto—una sonrisa boba se escapó de sus labios. Su madre le sonrió para darle ánimos.

El cura alzó los brazos.

—Entonces yo los declaro marido y mujer. Si alguien está en contra, que hable ahora o calle para siempre.

— ¡Yo me opongo!

Fue como si una flecha se estrellara justo en medio de ellos. Las rodillas le temblaron. Sin embargo, lo que corrompió por completo sus esperanzas no fue aquel tono de voz familiar, sino el rostro de Jess. Sus ojos habían vuelto a tener ese brillo cándido, y no la veía a ella, como jamás lo hizo… lo miraba a él.








Ba-dump… Ba-dump…. Ba-dump…

Podía sentir la sangre golpeando con fuerza contra su pecho. El revoltijo de emociones encontradas que nacía en la boca de su estómago. Como un fuego que lentamente reabría las antiguas heridas.

En la entrada de la iglesia, con el cabello rubio cubriéndole la frente, una barba incipiente de tono ceniciento que le nacía alrededor de los labios finos, sus espaldas anchas cubiertas por un camperón verde, sus jeans rasgados…. Sus ojos, negros como el abismo, que lo devoraban todo a su paso.

— ¡S-sasha…!

Estaba desgarrando la capa de orgullo que había construido en todos esos años. Dejaba atrás toda su fortaleza, toda intención de olvido. No era él quien haría algo como eso. No era él quien estaba corriendo a sus brazos, que el hombre extendía para recibirlo, y se lanzaba al calor de su cuerpo como un náufrago perdido en medio del océano.

No era él. Era alguien que había sido hace mucho tiempo. Y que Sasha había renacido de las cenizas.

Notas finales:

Oh, este cap me inspiró mucho gracias a un video de Nuzelia ♥ Misha y Lyod de gala para una boda era tan sadksajfksajdksajdas ♥ Me costó mucho imaginarme a Jess adulto, para mí es como un eterno niñito :3 En cambio Sasha, desde el inicio lo imaginaba con más barba y algo mayor... recuerden que en este año tiene alrededor de 38 años :O Sí, es mayor jaja ♥ La idea de hacer a las hermanas de Lyod como un par de fujoshis se me hizo muy divertida Jajaja

Si alguien se ha perdido con las fechas o no comprende, puede decirme.

Sé que no tiene nada que ver con la obra, pero estoy viendo justo ahora Hybrid Child y tengo cargando el OVA de Love Stage ♥ Se los recomiendo, son historias hermosas... aunque la mayoría ya deben conocerlas :D

Sigan, sigan...


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