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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

~Esperen por el lemon jeje :3 Ojala les guste la historia... y el torso desnudo de Sasha ñ.ñ ¡Pero no lo miren mucho, es mio!

Disfrutenlo... y que les regalen un gatito hoy :3

A 8 días del flechazo…

El agua le caía por el torso desnudo, recorriendo cada curva que dibujaban los músculos de sus brazos. Tenía la piel brillante de tan pálida y las gotas como perlas lo hacían parecer un Adonis bañándose en el mismísimo Eufrates. Los músculos de su abdomen se asemejaban a serpientes nudosas, serpenteando en su cuerpo húmedo.

Incluso su cuello parecía inclinarse para dejar que el agua pudiera alcanzar de forma casi lujuriosa cada mínima parte de su ser, resbalándose hasta su entrepierna. Sus manos se frotaban, y el jabón alcanzaba escasamente a cubrir su condición de hombre.


Era casi majestuoso, como un gran felino mostrando su orgullo. Eso mismo pasó por la mente de Jess al ver a Sasha duchándose en el baño de su recámara.

 

 



A duras penas, la tía Mary logró quitarlo de la cama. Jess era de tener el sueño muy pesado. Se arrastró nuevamente hasta la ducha, pero esta vez ya no había agua fría. Salió con el batón blanco, rojo como un tomate. Y como siempre, a la salida los cuatrillizos lo recibieron con una sarta de bromas.


—Come rápido y sube a la camioneta, Karl te llevará a la casa del profesor.


Jess no hizo justamente una cara de buenos amigos, mas no tenía otra opción que resignarse y obedecer. Esta vez decidió vestirse un poco mejor. Se puso una de sus camisas blancas y el último jeans azul que le habían comprado, aunque estaba algo raído.


Subió al coche camino a la mansión, y su tío lo dejó en la entrada, sin ingresar a los vastos campos de césped pulcramente cortados y florecillas ya marchitas por el invierno.


— ¿Por qué no entras?


—Ahora puedes ir solo, no eres un niño. Tengo que continuar atendiendo a los clientes—cerró la puerta y le guiño un ojo— Mucha suerte, Jessy.


Caminar ahora solo por aquel jardín le pareció muy deprimente. Se sentía atrapado en un filme donde las personas sonríen y viven sus fiestas en aquellas casas lujosas y hermosas. Pero él no era más que un mero espectador en todo ello. Golpeó la puerta y aguardó, pero no salió la mujer con delantal a atenderlo. Llamó con las manos y luego la abrió, ya que cedía. El chirrido sobre sus goznes lo puso nervioso.


“Mierda, ¿qué tal si alguien me ve como un desconocido?”


—Hola… ¿hay alguien aquí?


Un silencio sepulcral le respondió. Comenzó a caminar con timidez por el vestíbulo, y un sonido captó su atención en el piso de arriba.


— ¡Hola!


Como nadie respondía, subió por las escaleras. No le pareció mal, ya que era muy improbable que hubiera alguien en la planta baja. Las puertas el pasillo superior estaban cerradas, excepto una, y presuntamente de ella había llegado el sonido. Se asomó con cautela, algo temeroso.


—Buenos días, señor Ivanov… ¿señor?


Aparentemente, el cuarto estaba vacío. Pendía del techo una pequeña araña de vidrio, la cual iluminaba el cuarto, y sobre la cama descansaban un par de libros desordenados. Se acercó con curiosidad, y reconoció algunos tomos que había usado en la primaria. Se quedó perdido mirando “Platero y yo”, un cuento que realmente le había gustado. A decir verdad, él único que se había determinado a leer.


Estaba ensimismado en las imágenes coloridas, y el sonido que provenía del armario le alteró. Como Jess no conocía aquellas casas tipo mansión con un baño privado para cada cuarto, creyó que esa puerta en la pared lateral no era más que un mero armario.


“¿Quién se puede meter allí… una rata?”


La sola idea le daba escalofríos. Con suma cautela, la dejó sobre sus goznes, sin hacer siquiera el más mínimo ruido. Al ver que había un baño, su sorpresa no pudo ser mayor, al menos eso creyó. Entró con los ojos como platos, mirando azorado cada cerámica adornadas con flores en las paredes.

Era algo pequeño pero dulce a la vez, por esos tonos rosados y celestes. La cortina estaba adornada de pececillos nadando en aguas claras, algunos jugueteando, pero Jess les hizo caso omiso, porque la persona que justamente se estaba bañando, no se había tomado la molestia de cerrarla.


Su primer impulso fue gritar, pero… sólo, pero… nunca había visto un hombre desnudo. Se había mirado él mismo, pero su cuerpo no era más que el de un párvulo delgado y desprovisto de fuerza alguna. La imagen de un hombre, con un cuerpo tan grande y sus líneas remarcadas de esa forma, no creía que fuera más que una mera fantasía que tenían esas ancianas de mente sucia.


Lo único que pudo hacer es retroceder un paso, tan sólo un paso, y fue suficiente para alertar a Sasha de su presencia. Se quedaron mirándose fijamente por unos diez segundos, luego Sasha cerró las cortinas.


— ¿Aún sigues ahí?


— ¡C-claro que sí!


Dejó asomar el rostro, dubitativo.


— ¿Eres real?


Jess realmente sintió temor. Estaba en el baño de un hombre, el cual estaba desnudo, y parecía sufrir alucinaciones… finalmente salió el grito que guardaba en su garganta y huyó despavorido del cuarto. Cuando se disponía salir, Sasha lo asió por el brazo y cerró la puerta del cuarto. Tenía el ceño fruncido y su rostro ovalado parecía el de una pantera.


—Shhh—puso una mano sobre su boca— ¿Qué crees que haces? ¡Vas a despertar a mi hermana!


El muchacho tenía los ojos fuera de sus órbitas. Casi tiritaba del temor. Las manos de ese hombre eran tan húmedas y fuertes que lo estremecieron hasta la espina dorsal. En su posición, con su menudo peso y las diferencias de altura, Jess temió lo peor. Para su alivio, Sasha lo sentó en la cama y se alejó de él. Ahora tenía una bata y algunas gotas seguían resbalándose de su cabello, de un rubio oscuro.


—Creí que llegarías más tarde. Mi padre está teniendo una reunión y como no está, las criadas aprovechan a irse a pasear al pueblo—chasqueó la lengua y se dirigió a sacar algo de ropa de un cajón— Espérame aquí dentro, si mi padre llega y te ve dando vueltas por la casa te echará de una patada. Y si te encuentras con mi hermana será peor.


“¿Padre? ¿Hermana?...” Imaginò por un momento una manda de felinos tratando de atacarlo “¡Mierda, tengo que huir!”


—Quédate aquí y no te muevas—añadió con fiereza, casi leyendo su mente.


Cerró la puerta de un portazo. El muchacho comenzó a sobarse las manos, inseguro. Quería irse pero tenía mucho miedo de lo que podría hallar del otro lado de la puerta. Por ser curioso primero vio a un hombre desnudo, no quería imaginarse lo que podría ver luego.


Poniéndose a pensar en ello, recordó que el cuerpo de Sasha no parecía tener vello. Él era un joven de tener escaso en el cuerpo, casi indivisible, pero en un hombre como Sasha se esperaba algo mucho más abundante. Llegó a verle una fina capa platinada en sus fornidos brazos, y parecían tan suaves… Nuevamente se culpó por pensar semejante cosa y con el rubor en sus mejillas, se cubrió el rostro.


El hombre salió con una camisa gris, unos pantalones negros y una corbata atada a medias alrededor del cuello. Se la dejó descansar sobre el hombro y lo llamó con un movimiento de la mano.


—Ve detrás de mí, y si alguien te habla, no lo mires a los ojos.


“Mierda, mierda, mierda… Estoy perdido”


Con la eminente amenaza de ser devorado por una manada de felinos, Jess fue diligentemente detrás de él, haciendo el menor fragor posible. Bajaron la escalera sin problemas y atravesaron el vestíbulo. Nada a la vista. Parecían un par de niños jugando a las escondidas por la mansión.


—Ahora vamos despacio hasta la biblioteca—musitó junto a su oído.


Jess corrió la cara. No podía tenerla a tan pocos centímetros de Sasha. Esos labios finos y oblicuos parecían esconder unos filosos colmillos de bestia.

 

 

 



La sien le latía con fiereza. Dejó los lentes a un lado y se recostó boca arriba, acariciándose la frente. No podría terminar su lectura por hoy. Había estado sólo dos horas leyendo, pero ya comenzaba a fastidiarle. Dentro de poco vendría ya su alumno y él con esa maldita migraña. Decidió darse un baño para despejarse.


El agua tibia corriendo por la bañera parecía nublar sus ideas. Casi inconscientemente, como arrastrado de nuevo por ese sueño, lo recordó:

 


La luz del sol se colaba tímidamente por la ventana de la biblioteca, posándose sobre los cabellos negros de la niña, resplandeciendo su pequeño rostro y esos ojos azules cálidos como el mar. Había terminado su clase de filosofía y sólo quería despejarse un poco escuchando la risa fresca y jovial de ella.
—No me mires así, pareces ido—le recriminaba, sonrojada.
—No es cierto—murmuraba él, aun perdido en su mirada.
La muchacha le acariciaba los cabellos y luego seguía su lectura, jamás quieta, siempre moviendo los labios o tarareando una canción. Era tan molesto. Tan dulcemente molesto, tenerla así de cerca sólo para él.
— ¿Sabes, Emily? —Alexandr interrumpió sus jugueteos y la tomó de la mano, cabizbajo, rojo de pudor— Aun te sigo extrañando.
— ¡Oh, no digas esas cosas! —soltó una risilla y le besó su mejilla descubierta.
Esos besos eran tan cálidos, tan inocentes, puros como ese corazón.
—Emily… Emily, yo…
— ¡Eh, no es justo! —una voz que le resultó lejanamente familiar lo interrumpió. Era un joven que se metía por la ventana, a la fuerza, colorado de rabia y vergüenza— Se supone que él es mi profesor, ¿Qué hace aquí?
Sasha quedó helado en su sitio. Se miró las manos, pequeñas como las de un niño de secundaria. No estaba seguro de lo que estaba sucediendo.
—Pe-pero…
— ¡No voy a permitir que esté atado a esta mientras yo quiero volver a mi casa, claro que no!—y esa voz, esa chillante voz se acercó y le tomó la mano.
Tiró para llevarlo con él, pero Alexandr no quería soltar a la niña, que lo miraba con los ojos llorosos. Y esos ojos, esa mirada que tenía el muchacho… también era azul como el mar, pero se arremolinaba, se metía en su interior y arrasaba con todo.
Era imposible resistir a esa fuerza, a ese latido que incesantemente le corrompía el pecho. Soltó de a poco a la muchacha y se levantó con las manos de él. Cuando se puso de pie, se percató de cuánto había crecido, de cómo cambiaron sus manos y su cuerpo, y también de que ese niño era su alumno.
— ¿Qué haces aquí?
Este lo fulminó con esos ojos y tiró de su mano, obligándolo a caer junto a él en la mismísima nada.


Cuando Sasha despertó, tenía una horrible sensación de vacío, pero aun así buscó desesperado a Jess por la habitación. Por supuesto, él no estaría allí.


Se sumergió en el calor reparador de la bañera. Se hundió y dejó que su cuerpo se pusiera pesado, para luego aflojarse con el vapor. Un suspiro se escapó de sus finos labios. Hacía tiempo que no soñaba con Emily. Aún tenía esa sensación de caer en la oscuridad, atrapado sin salida, en un túnel… pero de la mano con él.


“¿Qué hacía ese chico metido en mi sueño?”


Chasqueó la lengua y metió hasta la cabeza, harto del dolor en la nuca. Se enjabonó el pelo y ya decidió enjuagarse para salir y recibir a Jess en la entrada. Abrió la ducha y dejó que las gotas le rodaran por la piel lentamente. Era extraño, casi excitante sentir ese calor recorrerle todo el cuerpo. No, no era la ducha. Era simplemente el hecho de hacía tiempo que estaba solo en cuanto a asuntos maritales.


Nunca le gustó ducharse con las cortinas puestas. Se sentía inseguro sino. Era un maldito temor infundado por ese filme de "Psicosis". Lo habían estrenado cuando era niño y desde la primera vez que lo vio comenzó a sentir ese miedo.


Estaba tan ensimismado en sus pensamientos, en tratar de recordar claramente el rostro de la niña de nuevo, sin lograrlo, que no se percató de que un muchacho estaba contemplándolo, de pie. Apenas lo vio se sorprendió, pero como era muy improbable de que fuera posible verlo presentarse así, cerró la cortina. Quizás era un dejo de su sueño que le jugaba una mala pasada a su mente. Como lo oía, sólo podía preguntar:


— ¿Aún sigues ahí?


— ¡C-claro que sí!


Obviamente era su voz, pero…


— ¿Eres real? —Sasha asomó la cabeza, con ciertas dudas.


El alarido de Jess realmente lo sorprendió. Salió corriendo del baño y debió tomar la bata e ir tras él, poniéndosela a duras penas por el camino. Por suerte logró detenerlo a tiempo. No podían verlo así con un alumno.


—Shhh—puso una mano sobre su boca, y se sorprendió al notar que tenía los labios demasiado suaves al tacto— ¿Qué crees que haces? ¡Vas a despertar a mi hermana!


Podía sentir el miedo en el cuerpo del muchacho cuando lo amarraba de esa forma de los hombros. Era menudo y fácil de levantar, si hubiera sido un hombre sin moral, lo habría arrojado contra la cama y hubiera probado un poco más de esos labios tan rosados y volubles, hubiera descubierto qué llevaba bajo esa camisa que olía a perfume y a juventud, le hubiera arrebatado esa virginidad que se veía en sus ojos azules, fieros como el mar.


Pero Sasha tenía moral, por más necesitado que estuviese de sentir algo de calor en su cama. Y su trabajo era importante. Lo sentó en la cama y se alejó para no caer en esa tentación. Comenzó a hablar y rogó que no se diera cuenta de su tono culposo:


—Creí que llegarías más tarde. Mi padre está teniendo una reunión y como no está, las criadas aprovechan a irse a pasear al pueblo—chasqueó la lengua, sin saber bien qué hacer. Bueno, ante todo estaba desnudo. Se dirigió a sacar algo de ropa de un cajón, sin fijarse muy bien cuál realmente— Espérame aquí dentro, si mi padre llega y te ve dando vueltas por la casa te echará de una patada. Y si te encuentras con mi hermana será peor.


“Oh, pequeño, tu cara siempre dice todo”


Jess se mordía el labio y nuevamente tenía esa expresión de desolación.


—Quédate aquí y no te muevas—añadió con vehemencia, por si acaso.


Entró al baño algo dubitativo. No confiaba en que se quedaría allí todo ese tiempo. Trató de apresurarse. Se quitó la bata y le sorprendió que ya ese mínimo roce hiciera que su miembro comenzara a latir. Ya era caer demasiado bajo llegar a eso. Se puso los pantalones con rapidez y se abrochó la camisa. La corbata era de pura gala, no le agradaba.


El fantasma de ese sueño seguía revoloteando en su mente.


“¿Qué hacía ese muchacho en mi mente?”

 

 




La brisa era tan cálida que se posaba sobre sus párpados y hacía sentir esponjoso todo el cuerpo. Dejó escapar un suspiro y cerró los ojos, imaginando el campo, con las ovejas danzando alocadas perseguidas por los perros, a su padre gritándole que pusiera orden y su mamá tendiendo la ropa con demasiada calma, casi divina.


Se dejó llevar por esas hermosas sensaciones, adormecido, hasta que Sasha le cerró la ventana en pleno rostro y dejó sobre su mesa la hoja con preguntas.


—Vamos, no vienes aquí a dormir.


Jess se limitó a poner los ojos en blanco, pero acató su pedido. Tomó el papel y ya comenzó a hacer esas muecas de concentración, mordiéndose los labios, frunciendo ligeramente el ceño. Sasha había visto millares de mohines en los niños, pero ver esas expresiones en un joven, y con ese rostro tan delicado, hizo que se detuviera a mirarlo con atención.


Al sentir esa mirada de felino tan persistente sobre él, el joven lo observó de reojo, algo avergonzado. Sasha fingió tomar un libro y leerlo. El aire se había vuelto algo tenso. Para romper esa cáscara que los cubría, Jess carraspeó.


—Profesor, ¿usted de dónde es? Su nombre no parece americano.


El hombre se quitó los lentes y los dejó a un lado. Puso las manos entrelazadas sobre la mesa, y apoyó la barbilla con suavidad.


—De Rusia. A los 18 vine aquí a estudiar aquí, pero mi madre se quedó allí con mis hermanos menores. Mi padre y mi hermana vinieron conmigo para probar algo de suerte, además esta casa la tenía mi padre desde joven, cuando vinimos a pasar unas vacaciones, y no podía quedar sola.


“A los 18… ¿qué edad tendrá ahora?”


Sasha le dedicó una mirada perspicaz.


—Tengo 27 años, si eso querías preguntar.
Jess se ruborizó y metió las narices sólo en su diagnóstico. Siguió respondiéndolo y al cabo de media hora se lo entregó. Las mismas manchas y rayones típicos de él. Esta vez habían mejorado un poco sus respuestas. Sasha le señaló con el dedo la tercera pregunta.


—Veo que sabes mucho de animales. Respondiste más de lo que debías aquí.


—Pe… perdón— mustió, cabizbajo.


—No tienes qué disculpar, es algo bueno, muchacho. A mí también me interesan mucho los animales de campo, de pequeño iba a la granja de mi primo y pasaba horas enteras mirando sus labores, pero era tan pequeño que apenas recuerdo.


Jess no pudo negar que esa expresión risueña en el rostro de Sasha lo hacía parecer diferente, como si una ternura se dejara entrever en ese delicado rubor bajo sus ojos.


—Yo sé mucho de eso, toda mi vida crecí en el campo— añadió el joven, algo dubitativo.
Su profesor permaneció tieso unos momentos, en pose circunspecta.


—Bueno, tal vez algo podríamos hacer—murmuró por lo bajo, y Jess apenas llegó a poder oírlo claramente.


Un silencio los rodeó mientras Sasha corregía sus preguntas. Siempre que estaban solos esa incomodidad reinaba. El muchacho no estaba cómodo, jamás estuvo a solas con un hombre, y sintió ese cosquilleo en la nuca. Lo había sentido con su compañera de primaria, una chica que le gustaba, con quien cada vez que estaban solos no podía dejar de temblar y sudarle las manos. En ese instante no estaba tan nervioso, pero esa misma atmósfera podía casi palparse.


Bueno, estar con un hombre al que hacía tan sólo una hora había podido contemplar desnudo era suficiente para hacerle subir un rubor desde el cuello hasta la frente. Pero él estaba allí, serio, inmutable.


“¿Acaso ni le importó que la haya mirado… así?”


Jess no sabía si esa calma de Sasha era típica en él o si sólo lo hacía para fastidiarle. Lo segundo le sonó algo infantil y paranoico, ya que apenas lo conocía… pero aun así, en esos ojos de leopardo, en esa postura acechante, podía olfatearse desde lejos su lenta caza, como si encerrara a su pequeña víctima en un juego mortal. Y Jess sólo podía resignarse a ser su nuevo aperitivo, como una gacela ingenua y risueña.

Notas finales:

Saludos a todos :)

Estoy leyendo un fic de JR taaan tierno :3 Me siento inspirada Jeje


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