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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

¡Al fin la acción! (;-;) Ya la estaban esperando ¿no es así? ;) Intenté hacer la escena del beso muy tierna y dejarlo así, pero me emocioné y no lo soporté... la fiera de Sasha me controló :3

Corre fic...

A 6 días del flechazo…

De la emoción casi no logró conciliar el sueño. Se mecía en la cama, taciturno, imaginándose cómo sería el campo de aquel hombre. Cuando sonó el despertador a las nueve, quiso morir. La cabeza le latía y no podía abrir los ojos. Su tía debió llevarle un té a la cama y acariciarlo hasta lograr que se fuera a bañar.


Se puso sus pantalones de jean azules, esos rasgados que siempre usaba con su padre, y un buzo anaranjado que le había tejido su mamá. Era de lana suave y un tanto más grande que él, pues se lo había hecho para cuando creciera, y aun aguardaba que eso pasara.


Trató de peinarse un poco, pero lo abandonó al ver que era ridículo. Sólo iría a hacer una salida educativa, nada más. Se sentó y engulló su desayuno con mayor fervor que de costumbre. Karl miró a su esposa y sonrió. Jess estaba realmente feliz ese día.


—Veo que ya estás llevándote un poco mejor con el señor Ivanov, ¿cierto?


—Hum… sí. —Luego añadió, tratando de dar el asunto zanjado—. No parece tan malo como yo pensaba.


—No, claro que no—terció Mary—. Es un hombre muy gentil. Muchas veces les dio clases gratis a los mellizos cuando no teníamos como pagarle. Su padre es un hombre muy ambicioso, pero Sasha siempre ha estado ahí para darte una sonrisa.


—Bueno, es que parece tan feroz, que uno puede confundirse—murmuró Jess, avergonzado.


“¿Realmente es tan gentil detrás de ese rostro de felino?”


Sonó el timbre y Jess se atragantó con una tostada. Sus primos comenzaron a reírse a carcajadas mientras Mary corría a atender. Karl se acercó y le golpeó la espalda.


—Buenos días, señor Alexandr, pase por favor.


—Buenos días, Mary.


Su voz sonaba suave y clara, como la brisa al pasar. Entró a la sala y saludó a Karl con un estrechamiento de manos. Los cuatrillizos se lanzaron a abrazarlo y contarle sus aventuras infantiles. Sasha les sonreía y asentaba ante sus preguntas.


—Profesor, ¿de verdad va a irse con Jessy? A nosotras no nos llevó a ninguna parte, no es justo.
—Si, a mí tampoco—terció el menor de los mellizos varones, en tono quejumbroso.


El hombre les palmeó las cabezas castañas con cariño.


—Ya, ya lo haré, niños.


—Bueno, chicos, dejen a Sasha en paz, ya tienen que irse.


Los pequeños lo saludaron cortésmente y se fueron jugueteando al jardín. El hombre le dirigió una mirada a Jess, quien se sobaba las manos, inquieto.


— ¿Ya estás listo?


—Emmm… sí, sí, estoy listo.


Entonces, dejó entrever en sus labios finos una sonrisa. A pesar de estar bastante fresco, y de carcomerse por los nervios, Jess sintió en su interior una extraña calidez.


—Bien—le dirigió una mirada significativa al muchacho—, ya nos vamos.


El tío de Jess se acercó y le palmeó el hombro a Sasha, para luego sacudirle los cabellos del morro a su sobrino. La tía Mary se acercó a besarlo en ambas mejillas, y le dirigió una sonrisa al hombre. Fuera el viento soplaba con fuerza, pero los rayos del sol apaciguaban su frío. Además, dentro del Peugeot estaba muy cómodo.


Sasha puso en marcha el auto y se adentraron en la carretera. Los árboles marchitos se doblegaban a su paso, y un rastro de la antigua algarabía se veía en algunas flores que ya iban muriendo, abriendo paso al invierno. Los animales seguramente estarían buscando calor en sus corrales. Jess sonrió al imaginar los cabritos corriendo a sus piernas pidiendo caricias y algo de calidez en sus brazos.


— ¿Es muy lejos?


—No mucho, no desesperes—añadió, notando su impaciencia.


Otra vez ese silencio. El joven se limitó a mirar por la ventanilla, ya que poco conocía la ruta por la que andaban. Para romper el hielo, señaló el puesto donde vendía una señora mayor, con sus panes caseros.


—Esa mujer antes venía al almacén, pero luego no se la vio más. Qué extraño que esté allí con este frío.


—Su marido murió hace cinco años, y tiene dos hijos pequeños, casi de tu edad. Aunque no quiera supongo que debe hacerlo.


La voz de Sasha siempre parecía filosa, como un rugido de fiera. Hablaba sereno, pausado, pero conservaba esa bestialidad que se entreveía en su mirar.


“Bueno, no todos tienen una mansión, he de suponer”


Jess quiso decirlo, lo tenía en la punta de la lengua, pero no pudo. No por temor, ni pudor, sino porque él estaba llevándolo de paseo, era tan gentil, y podía negar esa extraña sensación de que realmente no tenía esa frialdad aparente, por lo que calló. Siguieron varios kilómetros más, con esas manos conduciendo. Unas manos que parecían tan sedosas y fuertes.


“¿Cómo se sentirá una caricia suya? ¿Será real?”


Al darse cuenta de lo que realmente estaba pensando, se puso colorado y sacudió la cabeza. Sasha se volteó a mirarlo, levantando una ceja.


—Si tienes pulgas, será mejor que te bajes de mi auto—como Jess se limitó a mirarlo fijamente, soltó una risilla y le sacudió el morro— Vamos, estoy bromeando, perro rabioso.


Este murmuró algo inteligible por lo bajo y se deshizo de su mano con cautela.


—Esto… ¿a qué otro lugar fue con un alumno, profesor? ¿A algún museo, algún lugar histórico… alguna otra granja?


Sasha miró al frente, evadiendo la pregunta. Sacó un cigarro de la cajuela y comenzó a fumar lentamente. Estaba ignorando incluso su presencia. Jess se enfadó y le quitó el cigarrillo de la mano, en un impulso. Al ver su reacción cayó en la cuenta de lo que había hecho. Tartamudeó, nervioso:


—Pe-perdón, pe-pero fumar no es bueno para la salud… además, no respondió.


—Si te lo digo—apeó el coche a un lado de la ruta, cerca de unos matorrales— ¿qué harás por mí a cambio?


“¿Por qué debería hacer algo a cambio? ¡Mierda, qué bastardo!”


Ante la expresión horrorizada de Jess, sonrió y puso el Peugeot nuevamente en marcha.


—Si quieres saberlo, pregúntale a algún alumno mío.


—Mis primos y mis hermanos, pero eran muy pequeños… No conozco a ninguno de mi edad—musitó por lo bajo.


Sasha no dijo nada al respecto. Dejó escapar un suspiro y miró la cajuela significativamente. Jess alzó una ceja, y añadió con sorna:


—Si tanto sabes, deberías darte cuenta que fumar no es bueno.


El hombre le dirigió una mirada profunda. Jess cayó en la cuenta de que no lo trató con formalismos. Quiso redimirse, pero lo interrumpió.


—Tratar a los mayores de “tú” también es un muy mal hábito, ¿no te parece?


—Bueno, señor—torció el gesto—. Pero usted tiene 27, no es tan mayor. Incluso parece más joven a veces.


—Entonces—carraspeó con fuerza, sin quitarle la mirada de encima, mirándolo desde arriba con esa maldita soberbia suya, con esos ojos brillantes y alargados—, pretendes que deje que un mocoso esté a mi altura, ¿verdad?


Jess sintió cómo la sangre le hervía, subiendo a la cabeza. Contuvo su ira en una exhalación y señaló al frente, enfadado.


—Deje de mirarme y preste atención a la ruta, de vez en cuando.


Sasha le echó un último vistazo y continuó por su trecho.

 

 

 




Quedaba poco por llegar. El muchacho junto a él ya parecía carcomerse de puros nervios. Quiso saborear un poco de esa debilidad suya.


—Aún falta, no puedo creer que esté tan lejos.


— ¿Ah, sí? —podía sentir en su tono la impaciencia a flor de piel.


Sasha asentó con la cabeza y este sonrió quedamente, cabizbajo. Parecía tan indefenso en esa posición, como un niño reprendido. Los cabellos negros le cubrían la frente de porcelana, y sus pequeñas manos se entrelazaban en el regazo.


“¿Por qué las personas pequeñas siempre son tan adorables? Qué molesto”


— ¿Sabes algo? —este se volteó a verlo—. No te dejarán entrar si no creces al menos 10 centímetros más. Así que debes tratar de hacerlo antes de llegar.


— ¿Qué?


La confusión y la extrañeza se plasmaron en su rostro. Esos ojos azules se oscurecieron aún más, resaltando la forma de su respingada nariz. Sasha sonrió.


—Sí, y cuanto más rápido, mejor…—giró en una esquina—porque ya llegamos.


Allá, en el horizonte, se podía apreciar el comienzo de la granja. Ya unas vacas pastaban tranquilamente, y un lazarillo de cuatro patas corría alegremente tras su dueño. Unos caballos eran llevados a sus corrales, y una oveja andaba perdida en la lejanía. Pero Sasha sólo lo contempló un momento, pues la mueca asombrada de Jess era más agradable a la vista. De la emoción sus mejillas estaban rojizas, y sus ojos brillaban como rayos de sol, a pesar del frío.


— ¿Te gusta?
Cuando dirigió el rostro hacia él, su cara se iluminó en una sonrisa inmensa.


— ¡Sí, mucho! Mire, mire, allá ya están alineando a las vacas con el perro, él se acerca y les ladra, pero nunca las muerde. Las pobres se ponen muy miedosas.


—De verdad que estás cosas te ponen muy feliz, ¿eh?


—Bueno…—pudo contemplar cómo su rostro se ruborizaba, resaltando esas mejillas mullidas—sí, en verdad que sí.


Sasha no pudo evitar sonreír para sí. Apeó el automóvil, mientras el dueño se acercaba quitándose el sombrero de paja. Le guiñó un ojo a Jess cuando este se bajó.


—Buenos días, Alexandr… supongo que este es Jessy, ¿no? —preguntó, mientras estrechaba la mano de Sasha y miraba al niño.


Este sonrió tontamente como si tuviera diez años y le tendió una temblorosa mano.


—Qué muchacho, ¿ni siquiera sabes saludar?


— ¿Hum? —miró a Sasha, algo molesto.


—“Buenos días, señor Darren” —imitó su voz, haciéndola muy estridente, e hizo un gesto con la mano, animándolo.


— ¡Así no suena mi voz!


El granjero rió con júbilo al oírlos y le revolvió los cabellos a Jess paternalmente.


—No presiones así al chico, está bien por mí. Vamos, vayan pasando.


Antes de entrar, el muchacho le dirigió una mirada que claramente decía: “¿Qué demonios pasa contigo?” y Sasha se limitó a alzar una ceja. Sólo quería ver esa mueca en su rostro de vez en cuando. Demasiadas sonrisas ya eran muy cursis a su gusto.


Dentro estaba como de costumbre, pero para Jess todo era nuevo: estaba con la boca entornada, mirando embobado, con melancolía, los cabritos bajo la mesa, los cuadros que pendían de las paredes, las mantas blancas tejidas a mano sobre las sillas, y una celeste sobre la que descansaba un niñito de dos años, mientras su madre le daba de comer papilla.


Sobre la mesa de pino redonda había cuatro platos con sus respectivos cubiertos, y en el centro un pavo al horno esperando ser repartido. Se acercaron a saludar a la mujer con un beso. El bebé les sonrió con alegría, y Sasha vio cómo Jess le pellizcaba una mejilla.


—Mira, le caes bien, Jimmy. Saluda a Jessy—su mamá le levantó una manito, haciendo que la meciera. Este rió y se la llevó a la boca. Tenía unos ojos castaños llenos de pureza.


Sasha no dejaba de contemplar la ternura en los ojos de Jess mientras miraba a la criatura. Le sonrió al bebé y nuevamente le pellizcó una mejilla, ahora la derecha.


— ¿Tienes hermanos pequeños?


—Oh, sí, siempre debo cuidarlos mientras mi mamá lava la ropa.


— ¿Qué edad tienes, muchacho?—añadió el hombre, con sus ojos pequeños amarronados entrecerrados, con curiosidad.


—Dieciséis—respondió Sasha, poniéndole una mano en el hombro.


—Puedo responder solo—masculló este, sólo para que él oyera.


El hombre le dedicó una de sus miradas de felino, y se limitó a callar.


—Bueno… ¡a comer, que se enfriará! —el granjero palmeó las manos.


—Siéntense, por favor.


Sasha tomó asiento e instintivamente el muchacho se puso a su lado. Quiso sonreír de su actitud de pollo detrás de su mamá gallina, pero se limitó a tirar de su mejilla derecha para llamarle la atención. Este se volteó, ceñudo.


—Da las gracias.


Jess se puso colorado, seguramente porque se arrepentía de sus deseos de insultarlo, y puso las manos juntas sobre la mesa, como los demás sentados en ella.


—Gracias a Dios por esta comida, también al señor y la señora Darren, a su pequeño hijo… y al señor Sasha, por traerme. Que los bendiga.


Cuando terminó, miró hacia un lado, evitando mirarlo. El profesor ayudó al señor Darren a servir el suculento pavo con papas, aun pensando en sus últimas palabras. Se sentaron y comieron mientras charlaban.


—Y, ¿Cómo van las cosas allá, Alex?


—Pues bien, como siempre mi padre es un terco, pero no tiene problemas con el banco por ahora.


— ¿La señorita Inna y la señorita Zina, cómo están?


—Pues… allí están. Inna aún no regresa—soltó una carcajada apagada.


—El otro día Zina llamó a buscar un cordero que le prometimos, pero al final no vino.


Sasha se rascó la barbilla, pensativo. Vio con el rabillo del ojo que Jess estaba apenas jugueteando con su plato.


—Supongo que se habrá olvidado… pero bueno, hoy no vinimos para eso, ¿no? —le palmeó el codo a Jess, haciendo que saltara en su asiento. Lo miró con los ojos en blanco y Sasha sólo pudo sonreír—vamos, pregúntales algo, no te quedes en silencio.


—Emmhh…


Quería reír de ese rostro rojo de la vergüenza. Era tan dulce ver su cara infantil reaccionando de esa forma. Sasha apoyó la barbilla sobre la mano y aguardó que hablara, casi saboreando mirarlo estallar de pudor.


“Vamos, perro rabioso, si sigues así sólo harás que sea un placer para mí ponerte colorado de pudor”


Finalmente se animó a hablar.


— ¿Nació… algún animal hace poco?
—Bueno, un cabrito, hace dos días—respondió la mujer con amabilidad—. Luego podrás ir a verlo, pero sólo si comes todo como un buen niño.


Jess bajó la mirada. Sasha sonrió para sí. Seguramente le recordaba a su madre los comentarios como ese. Le revolvió los cabellos para distraerlo.


—Es verdad, ya come.


Terminó su porción, mirando de soslayo que Jess acabara la suya. Seguía despacio, algo pudoroso. El granjero le dirigió una mirada de complicidad a Sasha.


—Jessy, si no comes, no podrás ir al granero.


— ¿Po-podré ir?


—Sólo si te apresuras—añadió Sasha, y le guiñó uno de esos ojos de leopardo


En un segundo el muchacho terminó de almorzar. Con la barbilla llena de salsa de papa, se levantó frente al profesor y le sonrió animándolo a ir. Sasha se levantó y con una servilleta lo limpió delicadamente.


Contempló con un sádico placer cómo Jess se ruborizaba con su roce. El granjero se levantó y los guió a la puerta, mientras su mujer limpiaba la mesa.


—Ven, chico, te mostraré algo.


Aprovechando el momento, el muchacho fue tras él con anormal rapidez. Sasha lo siguió, lenta y calmadamente Antes de salir, la mujer lo detuvo con una frase:


—Señor Ivanov, ¿es tan especial ese chico?


Este se dio la vuelta. Jess y el granjero ya estaban camino a los corrales.


—Usted nunca trajo a nadie a nuestra granja, y tiene muchos alumnos, incluso de más edad. Además, nunca lo vi así con nadie.


El hombre suspiró hondamente. Y entonces, esbozó una sonrisa.


— ¿Quién sabe? Tal vez, él sea más que especial.


Se dio la vuelta y marchó tras esa cabellera azabache que se vislumbraba junto a los cabritos. Seguramente estaría jugando con ellos. Sacudió la cabeza y se metió las manos a los bolsillos, sin dejar de sonreír


“Sí, él es más que especial para mí”

 

 



La felicidad no le cabía en el pecho. Quería gritar de la emoción al ver esos animalitos corriendo a su alrededor, como lo acostumbraban atosigar en su casa. Un rebelde se acercó y le mordió una calceta, haciendo que corriera tras él.


El granjero estaba ayudando a la madre del cabrito recién nacido a amamantarlo. El animal chillaba cada vez que quería siquiera tocarlo. Tuvo que pedirle ayuda a Jess para convencerla de quedarse quieta. Tomó a la pequeña criatura y se la mostró al joven. Este sonrió y le acarició el morro con cuidado.


—Estos animales son muy mansos, pero cuando se ven amenazados pueden ser muy peligroso—comentó Sasha, viendo cómo uno le hacía frente con sus cuernos.


Jess no pudo contener una carcajada.


“Sería tan lindo que lo embistiera”


Pero la criatura retrocedió al ver la mirada del profesor. Incluso Jess se sintió intimidado con esos ojos de gato salvaje.


—Hasta un demonio se asustaría contigo, Alex—rió el granjero, en tono divertido.


“Alex… suelen llamarlo mucho así… ¿le… gustará que le digan así?”


Se reprendió de sólo pensarlo y volvió a su labor. Acomodó la cría a un lado mientras el hombre levantaba a la cabra para ordeñarla. Al principio se negó, pero con caricias y retenciones, cedió finalmente.


Sasha se agachó a su lado y le pasó los dedos por las orejas del animal, que se acurrucaba en sus manos con arrobo. Jess se mantuvo cabizbajo, sin atreverse a levantar la mirada. No podía mirarlo desde tan cerca.


Cuando el hombre terminó, tomó el tacho con leche y lo llevó hacia la casa, acompañado por el profesor y su alumno.


—Ahora la llevará para que la use en el momento, porque si deja la leche mucho tiempo fuera, se pudrirá por las bacterias fermentando en ella—continuaba con sus comentarios, como si Jess fuera un guía turístico.


“Sé de algunas cosas, no soy tonto”


—Sí, sí.


El hombre le entregó el balde a su mujer y los guió a los corrales de los caballos. La sonrisa en el rostro de Jess apareció nuevamente.


— ¡Guau, qué lindos son!


Los habían de varios colores y tamaños: una blanca grande, de crines platinadas, un purasangre azabache que mufaba, unos pequeños marrones y castaños, y una cría reciente que tomaba leche desde su madre, con manchas oscuras. Se acercó y acarició a la yegua blanca, sintiendo ese pelaje tan sedoso entre los dedos de la palma.


—Pensar que estos animales son tan bellos, pero pueden morir con sólo un rasguño—dijo el granjero, con cierta congoja.


Jess miró a Sasha, preguntándole con la mirada. Este asentó.


—Tienen la sangre muy dulce, y si se lastiman no cicatrizan como deben, entonces mueren hasta por una quebradura.


—Oh… pobre —murmuró el joven, apoyando la frente sobre la de su amigo blancuzco.
—Hey, Jessy, ¿te gustaría cabalgarla un rato? Se llama Nieve— añadió Darren, acomodándole las crines.


El muchacho tenía la mirada vidriosa de la emoción. Asentó con júbilo y el hombre le acomodó la silla de montar a la tranquila yegua. Sasha observaba en silencio.


— ¿Alguna vez cabalgaste? —le preguntó al oído.
Jess se alejó un poco; podía sentir su aliento rozándole el cuello.


—Sí, de muy pequeño, pero mi padre casi no me deja porque nuestros caballos son muy rebeldes—miró al animal con admiración—. Esta es calma, y muy bonita.


Cuando el hombre terminó, ayudaron a Jess a subir. Era bajo y le costaba con la altura de la criatura. Sasha no contuvo una risilla y el joven amagó a insultarlo, pero decidió callarse al respecto. Tomó los estribos y los sacudió, entonces el animal comenzó a zancar con rapidez.
Al principio le agradó esa fuerza desprevenida, pero al cabo de unos minutos, se preocupó. Darren corría para detenerla y… Sasha no estaba por ninguna parte. Jess comenzó a asustarse.


—Nieve, cariño… yaaa, tranquila… ¡Nieve!


La yegua no hacía caso a lo que decía su dueño. Siguió corriendo, esta vez hacia el prado, directo al corralón de las ovejas. Jess se cubrió la cara con las manos, soltando los estribos del impacto. Se sintió caer al vacío, cuando unos brazos lo tomaron.


—Ya imaginaba que no sabrías cabalgar.


Abrió sus ojos azules de a poco. Se encontró con el rostro de ese hombre, tan cerca, con su nariz a pocos centímetros de rozar la suya, con esa boca fina sonriendo de costado, y con esos ojos fieros como los de un jaguar.


Jess se deshizo de sus brazos con molestia. Darren calmaba a la yegua, que no se resignaba a volver al corral. Fue a darle una mano, tratando de alejarse de Sasha.


“¿Qué demonios cree que hace?”


La devolvieron a su lugar, y se calmó.
—Realmente perdóname, Jessy, no sabía que estaba en época de celo.


Se rascó la cabeza y rió con nerviosismo. El muchacho hizo un gesto con la mano.


—No, está bien, fue divertido la mayoría del tiempo.


—Miren, allí se van las vacas—señaló Sasha, mostrando cómo los animales escapaban del corralón.


El perro les había abierto la puerta y las corría acuciadamente. Jess y el hombre corrieron a buscarlas. El joven estaba muy entretenido. Era tan gracioso, y familiar, ver a las vacas como tontas asustarse por sus gritos. Luego iba y las acariciaba. Eran animales tan extrañamente dulces. Pudieron encerrarlas por suerte. Sasha sólo miraba, apoyado en la cerca, con el can a sus pies.


— ¿Usted no hará nada, señor profesor? —inquirió Jess, con adrede sorna.


—Ustedes son hombres de campo, yo no.


—Ven, Jessy, vamos a enseñarle a este viejo como se hace—terció el granjero, tomando a Sasha del codo.


Lo llevó hasta donde estaban los chanchos. Los recibieron con sus hocicos llenos de comida y mugre. Jess no pudo evitar reír al ver la mirada amenazante de Sasha.


—Dale de comer a los cerdos, Alex, toma—le dio un tarro que tenían a un lado, de un aroma nada agradable.


Sasha torció el gesto, pero para sorpresa de Jess, dejó el alimento en el tachón para los animales. Estos vinieron con ansías a devorarlo. Como él era el más cercano, lo empujaron para poder comer, y terminó entre el barro y los restos de sus alimentos. Jess y Darren no soportaron las ganas de echarse a reír, y rompieron en carcajadas.


—Menos mal que conozco tus jueguitos, viejo—se levantó a duras penas y le lanzó un poco de barro en la camisa al hombre, el cual siguió riendo sin inmutarse.


Sasha amagó a irse a cambiar, pero el granjero lo detuvo.


—Ve allá, hay un corral vacío. Sácate la camisa que ahora te traeré otra… ¿tienes una en el auto, no?


—Sí, siempre por las dudas—bufó este.


—Bien, Jessy, quédate con él que ahora vuelvo.


Se perdió en el prado, girando a la esquina. Sasha fue de a poco a una de las construcciones pequeñas, cercanas allí. Jess fue tras él, en silencio. Tenía los pantalones secos, sólo con un poco de tierra, pero la camisa embadurnada de mugre. Entraron y se la quitó. Tenía el pecho descubierto, así que cerró la puerta para no sentir frío.


“Podrías esperar a que trajera la otra, ¿no?”


Jess estaba incómodo. Miró a un lado, cabizbajo, aguardando al granjero. Sasha rompió esa capa de frialdad entre ellos, y su voz resonó en el lrecinto, dueño de un silencio sepulcral.


— ¿Te gusta este lugar?


Se volteó a verlo. Le sonreía, apoyado en la pared, a pocos centímetros suyo. Tenía el pecho pálido, sus curvas casi parecían talladas a mano. El pulso del muchacho aumentó y se puso colorado.


“¿Pero por qué demonios me pongo así? Y-ya lo vi sin camisa antes”


—Sí, claro que sí…—juntó aire en sus pulmones y lo soltó, con dificultad—. Gracias.


El hombre le pasó un brazo por los hombros, y se acurrucó en su calor.


—Me agradecerías mejor si me ayudas con este frío.


Tenía la voz suave, como de seda. Era como una caricia para el oído de Jess. La piel de Sasha era tan tibia al tacto. Se dejó abrazar por él y le compartió de su calor corporal. No necesitaba decirle nada, sólo dejar que lo tocara.


Tenía la boca pegada a su cuello, y apenas movía los labios. Era como una tortura. Le provocaba cosquillas, y una extraña sensación en la espalda. Quiso alejarlo con la mano, pero la tomó entre las suyas y le besó un dedo. Tenía los labios tibios, tibios como su cuerpo. Jess se quedó contemplándolo. Sasha tenía los ojos entornados. Unos ojos muy profundos, tanto que hipnotizaban. La boca entreabierta, y tan sólo a pocos centímetros de la suya. Una boca suave y cálida.


“Aléjate… aléjate, por favor…”


Sasha siempre olía tan fresco, tan dulce. Quería inhalar más de él, sentirlo dentro, saborearlo. Se acercó solo un poco, temeroso. No estaba seguro de cómo reaccionar. Tan sólo se dejó llevar cuando en un impulso, lo tomó de la nuca, obligándolo a besarlo en la boca. Fue como un golpe. Como una ruda caricia.


La lengua de Sasha no era cálida, era caliente. Serpenteaba. Buscaba meterse dentro de él, arrastrarlo, devorarlo. Sus manos eran rápidas y no dejaban de enredarse en su pelo. Jess no podía moverse. Estaba a su merced completamente.
Podría haber pasado una eternidad, o un par de segundos. Jess no medía el tiempo. Sólo esa sensación, su corazón latiendo como loco, y el palpitar de ese hombre pegado a su pecho. Su calor que embriagaba. Su aroma entrando a sus pulmones, mareándolo del placer, adormeciéndolo. Cuando logró entreabrir los ojos, contempló las pestañas de Sasha. Sí, realmente eran largas, muy bellas. No sólo sus pestañas, sus ojos, su rostro en sí. Tenía una expresión dulce, que nunca había contemplado antes.


Pero… “Es un hombre…” pero… “me está besando, yo…” pero… “es asqueroso, me marea, me da vértigo, quiero huir, huir…”


Pero estaba extrañamente feliz de verlo así por él.

 

 

 




Sasha lo soltó cuando oyó venir a Darren. Quería seguir, pero no podía permitir que los vieran. El rostro del muchacho estaba rojo de la vergüenza y ni siquiera podía mirarlo. Era tan indefenso cuando estaba así. Le revolvió los cabellos y se acercó a la puerta, abriéndole al granjero.


—Perdona si tardé mucho—le tendió un buzo marrón a franjas de color crudo—. Toma, ya abrígate.


—De todas formas, no sentí frío.


Se puso la camisa y se acomodó los cabellos rubios, que se le habían despeinado. Se dirigió a Jess y le sorprendió notar que lo estaba mirando. Tenía los ojos azules vidriosos, tan brillantes que parecían llorar.


La idea de verlo llorar no le agradaba. No hizo lo que hizo para ponerlo en una mala situación. Fue hasta él y tiró de su hombro, animándolo a seguir.


—Vamos, todavía deben haber más cosas que ver… ¿no te gustaría ordeñar una vaca?


Jess estaba petrificado, y cabizbajo. Sasha imaginaba que algo así pasaría. Quería acariciarlo para calmarlo, pero no podía si Darren seguía allí, mirándolos con el ceño fruncido... además, el joven no parecía justamente con deseos de que lo tocase otra vez. Se limitó a volverse hacia el granjero y sonreírle con resignación.


—Bueno, supongo que ya tendrá hambre… ¿vamos a merendar?


—Jessy, lo hubieras dicho—se acomodó el sombrero y rió—. Vamos, le diré a Terry que nos prepare algo.


Se perdió en el portón. Jess continuaba inmutable, apenas podía verle los ojos.


“Oye, ¿qué nunca te han besado?”


Entonces se percató de ello. Jess era apenas un adolescente de dieciséis años, tímido, siempre cercano a su familia… lo más probable es que jamás hubiera besado a nadie. Le causó ternura esa idea y le pellizcó una mejilla.


—Perdona, tuve que haberte pedido permiso.


El joven rechazó su mano de un golpe y salió corriendo fuera del corral. Sasha tuvo el impulso de ir tras él, pero se limitó a caminar lentamente. Jess era así, luego se calmaría. Fuera, el ocaso se apreciaba en tonalidades rosadas, y sobre el prado era digno de apreciar.


En la casa lo esperaba el señor y la señora Darren preparando las tazas de leche caliente. Se sorprendió al ver que el muchacho ya no estaba allí.


— ¿Y Jess?


— ¿No venía contigo? —inquirió la mujer, dejándole su tazón en la mesa.


Salió y amagó a buscarlo por algún corral, cuando lo vio sentado al costado de la cabaña, abrazando sus rodillas. Se agachó junto a él y aguardó a que lo mirara siquiera.


— ¿Qué quieres? —preguntó, fingiendo enfado.
“Hasta en el tono parece un cachorro asustado”


—Dentro te están esperando—al ver que seguía inmutable, añadió con dureza. — Si quieres puedes enojarte conmigo, pero no con ellos.


En silencio, se levantó y fue a sentarse en la mesa. La señora le sonrió amablemente y le tendió una taza de leche tibia, que humeaba sobre su nariz. Este le devolvió un esbozo de sonrisa y la sorbió de a poco. Sasha apenas tocó su tazón.


Lo miraba de reojo, esperando que no lo notaran.


“Estuvo… ¿estuvo bien haberlo besado? Se lo robé, y seguramente fue su primera vez… no soy nadie para haberlo hecho, es más, estoy arruinando mi lugar de profesor… pero… pero…”


Jess cruzó su mirada un segundo y agachó la cabeza, rojo de pudor.


“Pero esa mirada suya me enloquece”


El señor Darren irrumpió sus pensamientos impuros con un carraspeo. Sasha lo miró, interrogativo.


— ¿Seguiremos recorriendo un poco más o ya se les hace tarde?


—Emmhh… no lo sé…


—Ya estoy cansado, quiero ir a casa.


La voz del joven sonaba agobiada y fría. Para calmar lo rotunda de su frase, alzó la mirada y le sonrió por lo bajo a Darren y Terry.


—Gracias por dejarme venir, lo disfruté mucho… pero también debo ayudar en casa de mi tío. Lo siento.


La mujer soltó una risilla y se acercó a frotarle los hombros.


—No te preocupes, puedes volver cuando gustes, Jessy.


— ¿E-en serio?


El rostro del muchacho estaba claramente aliviado. Su profesor se permitió mirarlo y suspirar para sus adentros.


—Claro que sí, hombre —le dio a Sasha un golpecito en el brazo para llamar su atención— El problema será convencer a este agrio de que te traiga.


Al ver cómo este bajaba la cabeza y permanecía en silencio, chasqueó la lengua.


“Lo más probable es que no quiera volver justamente conmigo”


—Bueno, vamos yendo entonces—se levantó de su asiento y le tocó el codo a Jess, viendo cómo reaccionaba.


No lo negó, pero estaba tenso y rígido. No convenía presionarlo. Se alejó a saludar a los granjeros. Jess hizo lo mismo. Terry les dio un beso en la mejilla y Darren estrechó la mano de Sasha y le revolvió los cabellos al niño. El pequeño Jimmy se sonrió y los despidió con un pequeño apretoncito de manos.
Otra vez subieron al auto. Ahora, una atmósfera tensa reinaba. Casi podía tocarse con la mano la capa que los rodeaba. Movieron la mano saludando por última vez a la familia.


Cuando salieron de los grandes prados, allí comenzó el verdadero momento incómodo entre profesor y alumno.


Sasha encendió un cigarrillo y comenzó a pitar lentamente. Observaba a Jess desde el espejo retrovisor. El muchacho había decidido sentarse atrás. Se limitaba a mirar por la ventanilla, inmutable y en silencio.


“No pongas esa expresión, perro rabioso. Enójate, dime algo”


Al ver que seguía igual, carraspeó. Jess apenas se movió.


— ¿No hay nada de lo que quieras hablar?


— ¿Usted tiene algo que decir?


El hombre soltó una carcajada torcida. Dejó el cigarro a un lado y exhaló el humo.


—Vamos, regáñame. Estoy fumando—movió los dedos, animándolo a responderle.


El muchacho lo miró fijamente. Sus ojos azules se habían oscurecido. Las aguas en su mirada estaban como el mar en una noche de luna nueva.


— ¿Hace esto con todos sus alumnos?


Sasha no pudo evitar toser y reír, algo nervioso.


—Si lo hubiera hecho, ya me habrían encerrado por pedofilia, ¿no crees?


— ¿Entonces por qué a mí sí me lo hizo?


A pesar de sus años, de su frialdad y de su seguridad, al oír eso, Sasha no pudo evitar sonrojarse. Lo ocultó con una mano.


—Creo… que eres especial.


— ¿Ah, sí? ¿Yo lo excito y otros no? —comenzó a subir el tono, enredándose en sus propias palabras, enfadado— ¿O sólo fue para molestarme? ¿Acaso parezco una chica? ¡No puedo creerlo, me dices que te trate de “usted” y luego vas y…!


El hombre detuvo el Peugeot con un chirrido. En un segundo, fue a los asientos traseros y lo acalló con otro beso. La boca de Jess era tan suave, como el pétalo de una flor. Tenía los ojos abiertos de la sorpresa. Y refulgían, hermosos, para él.
Cuando lo soltó, el muchacho aspiró con fuerza, probablemente confuso y enfadado.


— ¿P-por qué volviste a hacerlo?


—Te ves irresistible cuando estás molesto—se acercó y le mordió una mejilla, sosteniéndolo de la cintura con un brazo— y no te he dado la confianza para tutearme.


Sus labios buscaron desesperadamente el cuello de Jess, oyendo con arrobo cómo gemía y se doblegada por el tacto. Era delicioso. Sólo pensaba en comerlo.


— ¡Ba-basta!


Le pasó la lengua por una oreja, chupándosela de a poco. Sintió cómo el joven temblaba y se aferraba a su pecho de las emociones encontradas que sentía.


“Vamos, quéjate, grita para mí”


Lo mordió y se sonrió con maldad al escucharlo gemir nuevamente. La voz de Jess estaba muy aguda. Parecían los quejidos de un cachorrito asustado. Su entrepierna comenzó a latir. Estaba loco por tocarlo más.


“No puedo creer que esté cayendo tan bajo”


—Jessy, mi perrito rabioso—le habló al oído en un tono bajo, cautivante. Al instante el jovencito se aferró a su brazo casi con histeria—Estás tan sabroso que quiero comerte, ¿puedo? ¿Me dejas?


—Ah… ¿qu-qué? —casi no podía hablar de cómo Sasha estaba lamiéndole el cuello, llegando hasta su pecho— ¿Co-comer?


Lo puso contra la ventanilla, y obligó a que abriera las piernas, pudiendo apoyarse sobre él. Le levantó el buzo anaranjado y comenzó a tocarle despacio el torso desnudo, pálido y suave. Al contemplar el rostro abochornado de Jess se percató de que seguramente sentía lo erguido que estaba su miembro con aquel roce en su trasero. Sonrió aviesamente y se frotó contra su entrepierna, resistiendo la idea de quitarle el pantalón.


Por esas reacciones suyas parecía un ser inocente siendo arrastrado a la oscuridad, refulgiendo esas mejillas del pudor. No pudo contener el deseo de cerciorarse; él era suyo, sólo suyo, y no debía ser de nadie más.


— ¿Eres virgen?


Llegó con un dedo hasta su pezón. Estaba erguido y tan esponjoso al tacto. Lo pellizcó y esperó su respuesta.


—Y-y-yo… ah, ah…


— ¿Qué, qué?


Estaba llegando a su límite. El pene le latía con locura y no podía pensar claramente. Solo quería ese rostro tan delicado, ese cuerpo, corromper esa figura tan inocente que Jess le mostraba. Quería penetrarlo, que gritara de dolor, que gimiera su nombre.

— ¡Di algo, enójate!

Le quitó el buzo de un tirón y empezó a devorar su pecho. Le mordió aquel botoncito rosado, y Jess soltó un aullido de dolor.

—P-por favor… suélteme…


Le sostenía la cabeza con una mano, pidiendo que parara, pero sólo hacía enloquecerlo aún más. Al instante se arrepintió de haberlo dicho. Sasha lo apretó contra el auto, frotándose desquiciadamente contra su cuerpo, mordiéndole el cuello.


“Si sigo así, lo violaré… quiero violarlo”


Se acercó a su oído y soltó una risilla que provocó en el niño un estremecimiento.


—Si no haces nada, voy a desnudarte.


Fue como si hubiera lanzado una bomba entre ellos. Jess lo rechazó de un empujón, y se cubrió con su suéter, tiritando del odio y el terror. Sus ojos lastimaban de tan fríamente que lo miraban. Aun así, Sasha sólo seguía sonriendo de costado.


—Si se me acerca, no volveré a ir nunca más a su casa.

Debió reconocer que fue un golpe bajo para el hombre en aquel momento. Pero la inseguridad en ese tono, y su rostro enrojecido, lo desmentían completamente

—Hmm… con que no irás más, ¿eh? —Se acercó y al ver que intentaba detenerlo con un brazo, lo alzó y comenzó a lamerlo— Eres todo un mentiroso.

— ¡Y-ya basta, se lo ruego!

Cerró los ojos y trató de ocultar el rostro, pero Sasha le quitó el brazo. Quería ver su expresión cuando lo estuviera penetrando.


—No te cubras, o seré más rudo aún—desabrochó los botones en el pantalón del muchacho— ¿Sabes por qué tienes miedo? —metió la mano y acarició su miembro, que comenzaba a levantarse— Porque te gusta.


— ¡N-no, e-es asqueroso!—su voz estaba anegada en ira, por lo que se volvió estridente e histérica.


—Quiero que uses ese tono cuando la tengas dentro, ¿sí?


Acalló las palabras de enfado de Jess con un beso. Le pasó la lengua por cada recodo, deslizándola por los dientes nacarados, enredándola con la del joven… asfixiándolo de tanta presión. Y su mano seguía masturbándolo. Tenía el miembro endurecido demasiado rápido. La punta se le mojaba de a poco. Le pasó los dedos, haciendo que gimiera en su oído.


—Ah… ah, ah… se lo pido, no…


Como ya estaba a punto de acabar, bajó despacio la mano hasta su trasero. Nunca había tocado esa parte, y no estaba seguro de cómo hacerlo. A pesar de ello, le metió un dedo y esperó su reacción. Jess soltó un gemido y le dedicó una mirada cargada de odio.


“¿Es sólo un dedo y ya te pones así? No provoques que esté dentro tuyo tan rápido”


—Eres un llorón.


Le pasó la lengua por la barbilla y los labios. Jess se estremeció bajo su tacto, pero no lo quitó.

Aprovechando su estado inofensivo, continúo abusando de él. Movió los dedos con más rapidez… puso dos… el muchacho gemía y trataba de huir, pero Sasha lo retenía por la fuerza con su otro brazo, apretándole el codo. Si seguía así, él terminaría acabando más rápido. La expresión molesta y sonrojada de Jess lo estaba desquiciando.


— ¿Cómo te atreves a ponerme así, un cachorrito como tú?


—Y-y-yo…—el joven unió todas sus fuerzas. Estaba rojo de la ira cuando se lo dijo— ¡Te… te odio!
Fue un baldazo de agua helada para Sasha. Lo soltó al instante y se quedó petrificado frente al muchacho.


“No… tú no me odies… no tú”

 

 



Le dio cierta pena ver el rostro del profesor. Realmente parecía devastado. Pero si le daba esperanzas, terminaría siendo atacado irremediablemente.


—Lléveme a mi casa, por favor.


Sasha volvió a su asiento e inició el viaje. No se dijeron ni una palabra en todo el recorrido. No parecía tener sentido los minutos que pasaban. Jess estaba confundido, muy distraído, se sentía extraño…


“Vamos, no estás así de triste por lo que dije… ¡No puedes hacerme algo así!... es horrible”


¿Cómo Sasha arruinaría así su reputación profesional? ¿Acaso no temía que Jess dijera algo? ¿Acaso se había vuelto loco de verdad? O tal vez…


“No, no es eso. Claro que no lo es… es imposible que se haya ena… enamor… ¡Mierda, es imposible y ya!”


Lo miró de soslayo. Conducía en silencio, inmutable. Cuando estacionó frente al almacén, se bajó y apenas caminó hasta la entrada. Jess fue a su lado. No esperaba realmente nada, pero no quería irse sin que al menos le explicara algo de la situación.


—Mándale saludos a tus tíos y tus primitos, ¿sí?


El muchacho asentó con la cabeza. Amagó a entrar, pero Sasha lo detuvo. Sus ojos café parecían desarmarse en una mueca de tristeza. No pudo evitar sentirse culpable.


—No malinterpretes lo que hice. Ya te dije que tú eres especial para mí.


Lo soltó y se marchó. Jess contempló el Peugeot rugiendo hacia su mansión. Sintió una punzada en el pecho que no pudo explicarse claramente.


“Oh, Dios… ya deja de ponerme así”

 

Notas finales:

Saludos a todos :3 Sus rw alimentan la perversión de Sasha ñ.ñ así que comenten si les gustó :D

 


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