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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

HOLA A TODOS :3

Principalmente quiero agradecer a Adriana por su estimulante review :D Te lo respondi pero como comentaste siendo anónima no sé si te llegó mi respuesta :3 Quería darte las gracias y decirte que seguirá esta historia hasta el final. No me interesan los rw sino que alguien lo lea y le agrade :)

Y también a Marieglees por su review de que lo continuara porque le gustó :D Gracias a ti por leerlo :3 Me alegra escribir algo que a las personas les guste :3

Pues bien en cuanto a este capítulo quería decirles que me voy adentrando al lemon :3 reconozco que yo también soy una de esas lectoras que quieren hard pero traté de hacer una historia con buena trama y un toque tierno :3 como bien lo notó Adriana...

PD: si alguien quiere agregarme mi facebook es Shizu Chan y mi correo fushoji.forever@outlook.com por si quieren hablar de algo o pasarme tambien sus trabajos :D

~CORRE FIC...

A 5 días del flechazo…

Una luna platinada entraba tímidamente por la ventana, bañando con su luz el rostro del muchacho. Soltó un suspiro y abrazó su almohada; al instante se percató de que era una típica postura de niñita enamorada, y la lanzó contra la pared.


“¡Demonios! Está bien que sea pequeño, pero sigo siendo un hombre”


Sasha… ese rostro que tenía antes de irse… hasta las caricias de sus manos, le quemaban en la piel, y en la mente, no dejaba de darle vueltas a esa escena. Quería desaparecer.


“Esto es todo culpa de mis tíos. Si no me hubieran obligado a estudiar, ahora estaría trabajando y juntando dinero para volver a casa… Extraño mi casa”


Chasqueó la lengua y se recostó en la cama, con la mirada perdida en el techo. Una mancha de humedad formaba… ¿era eso un rostro? Entornó los ojos, y al ver por un segundo el semblante sonriente de Sasha, sacudió la cabeza y se levantó de un salto.


“Vamos, vamos, cálmate… esto no está bien”


Vagó de un lado a otro, mordiéndose las uñas. Como imágenes pasaban frente a sus ojos los momentos en los que el hombre le había sonreído, lo había mirado, lo había tocado… Se revolvió los cabellos y soltó un grito de rabia. Al instante acudió su tía, con el rostro preocupado y en pijamas.


—Jessy, ¿estás bien?


—Sí, sí… solamente fue una pesadilla—le sonrió para calmarla— Perdona, tía.


—No, está bien. Si necesitas algo, llámame.

Descansa, cariño—apenas movió la mano en forma de saludo y se marchó a su cuarto.


El joven permaneció cabizbajo en la oscuridad del cuarto.


“No… ellos solamente quieren cuidarme. Toda la culpa la tiene ÉL”


Soltó un bufido y comenzó a andar nuevamente de un lado a otro, ceñudo.


“ÉL me obligó a ir a esa granja, seguramente tenía planeado besarme, y como no lo golpeé ni me negué, abusó de mi confianza y pensaba viol…viola… ¡Agghh, hacer eso! Y como no pudo, no tuvo más remedio que confundirme con esas palabras… ¡ÉL es el manipulador, ÉL es el que debería sentirse mal, no yo!”


Una puntada atacó a su pecho. Los dientes nacarados de Sasha, la forma en que se curvaban sus labios al hablar, cómo sus ojos brillaban cada vez que se inclinaba a hablarle, lo grande y amenazante que podía parecer, y como se derrumbó ese aspecto cuando lo besó, como se amansó su rostro, y parecía tan… tan tierno y feliz.

Jess se apoyó contra la pared, y contempló el cielo nocturno desde la ventana a su lado. Las estrellas seguían titilando, a lo lejos las luces de las casas se apagaban de a poco, los árboles se mecían acurrucados por el viento… la vida no había cambiado, pero Jess sentía que en su interior un millón de sentimientos encontrados y desconocidos hasta ahora, libraban una feroz batalla.


“Sasha… ¿Hum?” vio entre la montaña de ropa, una chaqueta blanca, atípica de él. La tomó y recordó cómo llegó hasta allí “Oh, es la que me dio cuando me trajo hasta aquí”


Incluso desde sus manos pudo sentir ese aroma a cigarro y libros, con una mezcla de perfume fuerte, que siempre solía caracterizarlo a Sasha. En un impulso se abrazó la prenda, inhalando, llenándose de él.


La luna lo miraba desde arriba, imponente, como solía hacerlo ÉL. Era la luna. Platinado, cambiante, magnánimo, hasta casi mágico… Suspiró y hundió el rostro en la chaqueta, rojo de pudor.


“Sasha… ¿qué estarás haciendo ahora?... ¿Pensará ÉL en mí?”

 

 





Dio una última pitada y dejó el cigarro sobre el cenicero de metal. Apenas podía seguirle el hilo a la novela, así que decidió cerrar el libro por un rato.

La única luz alumbrando era la vela junto a su cama, y la luna llena entrando por el ventanal. Se descubrió de las mantas un momento y quedó sentado sobre la colcha, mirando al jardín.


La fuente seguía burbujeando, y a lo lejos se atisbaba las enredaderas, surcando el lugar, encerrándolo allí. El verde en las noches parecía de un azul oscuro, casi del mismo color que los ojos de Jess. Apoyó la barbilla en su mano y suspiró quedamente.


“Hacía tiempo que no perdía así los estribos”


Recordó la mirada cargada de furia en el niño cuando le gritó aquellas palabras, y se le hizo un nudo en el pecho. ¿Y si era verdad, si ya no volvía? En aquellos momentos, lo que menos le importaba es si decía algo o quedaba mal parado ¡Él no lo hizo por perversión, ni lo haría jamás con otro alumno!


“Así que… ¿Él es especial, no?”


Revolvió en su memoria y volvió a aquella imagen de un Jess sonriente, afable, que hacía brillar sus ojos de la emoción que desbordaba su infantil semblante. Más pensaba en ello, y se acrecentaba el dolor en su corazón… porque venía de adentro, como una herida abierta. Suspiró nuevamente.


“Vuelve… sólo vuelve”


Contempló la luna en el firmamento, tan calma y fluorescente. Allí, dondequiera que Jess estuviese, esa luna sería la misma… sería una extraña forma de unirlos ¿no? Encendió un cigarro, pero ni siquiera llegó a darle una pitada. Se quedó con este a medio camino de su boca, taciturno.


“Vamos, ¿no vendrás a regañarme?”


Aguardó unos segundos, hundido en sus memorias, y finalmente lo lanzó por la ventana. Se inclinó y aspiro la brisa gélida que ingresaba. Fuera estaba el Peugeot, casi provocándolo. Quería verlo, ir al menos un segundo. Chasqueó la lengua ante su evidente debilidad, y decidió regresar a la cama.


“Ese niño va a volverme loco”


Pero aun así, se durmió con una sonrisa.

 

 




El señor Owen se rascó la cabeza, en pose circunspecta. Desde esa salida, Jess se había comportado bastante extraño. Apenas llegó, no quiso cenar y fue directamente a dormir, pero a medianoche se lo oyó gritar y su mujer acudió con prisa, para descubrir que sólo tenía un mal sueño.
Esa mañana se levantó muy molesto. Cualquier tema contradecía, casi golpeó a su primo y le dijo “idiota” a él justamente. Algo realmente estaba desquiciándolo, más que de costumbre.


“¿Qué le estará pasando a ese muchacho?”


— ¡Hey! Ven acá, niño.


Jess se dio la vuelta, ceñudo. Karl se sentó en un tronco, cuando salió al jardín a ver cómo trataba su sobrino vanamente de acomodar las cajas de papas, haciendo más desorden aún. Se palmeó la rodilla, animándolo a acercarse. El joven soltó un bufido, pero hizo caso a su llamado.


—A ver, Jessy… ¿qué está pasando?


Este intentó evadirlo con la mirada y se rascó la nuca; visiblemente estaba nervioso.


— ¿Extrañas tu casa, algo anda mal, qué sucede? —al notar que seguía en silencio, soltó un suspiro y le pasó el brazo por los hombros— Entiendo que eres un adolescente y son muchas cosas para ti, que quieres ir a casa, que no te gusta ir a las clases de Alex… pero así son las cosas, Jessy, y es lo mejor para ti— le palmeó la cabeza y sonrió, con ese esbozo tan franco de él— Créeme que sí.


El niño lo miró con esos ojos azulados oscuros, tan idénticos a los de su padre. Karl se sonrió de sólo recordarlo. Hacía tanto que no lo veía.


—Cuando tienes esa mirada te pareces tanto a Steven… ya lo verás a él y tu madre, y tus hermanos te estarán esperando con muchos abrazos.


—Tío Karl… siempre eres tan cursi—murmuró, algo molesto.


Aun así, el hombre lo estrechó entre sus brazos y le besó la frente fugazmente, para luego levantarse y pronunciar, antes de volver a la casa:


—Y si no es eso, tal vez estés enamorado, ¿no?


Le guiñó un ojo y fue a la cocina, ignorando el cambio drástico que sufría el rostro de Jess, ruborizándose hasta el cuello.

 

 

 


La brisa le golpeaba en el rostro, meciéndole los cabellos despeinados y salvajes sobre la frente. El muchacho no podía calmar los latidos de su corazón.


“¿Ena…morado? ¿Eso podría ser?”


Se cubrió la boca, rojo como un tomate, de sólo pensarlo.


“No, claro que no… es imposible… sólo estoy cansado de ser su juguete”


Se marchó hacia la cocina de la casa, intentando despejar su mente. Iría a ayudar a su tía y preparar algo para merendar. Dentro de un rato debía ir a las clases de Sasha, y la idea le revolvía el estómago. Realmente no sabía qué hacer con claridad.


¿Si se negaba a ir creería que mentía, o tal vez no?


Unas nauseas repentinas lo atacaron. Quizás psicosomatizaba o no, pero realmente se comenzó a sentir mal. Fue a su cama y se cubrió con las mantas. No faltó que su tía Mary fuera tras él, con ese rostro maternal que ponía cuando estaba preocupada.


—En media hora te llevará tu tío a tus clases… ¿estás bien, Jessy?


El niño se cubrió hasta la cabeza, sin poder mirarla a los ojos.


—No, me duele la panza.


Como un típico berrinche de pequeño… Mary suspiró y se acercó a acariciarle los cabellos que se le entreveían de la nuca.


— ¿Quieres un té con miel, cariño?


—Por favor.


Respiró aliviado al oír que se iba a la cocina. Oyó los murmullos con su tío, seguramente rezongando por enterarse de que no iría. En efecto, a los pocos minutos la puerta se abrió con estrépito y encendió la luz, no molesto, sino con cierta indignación.


— ¿Y ahora qué tienes? ¿Todo lo que dije no…?


— ¡Sólo estoy cansado y me siento mal! ¿Eso es un crimen ahora?


Se cubrió aún más con las mantas, dando por cerrada la discusión. Sintió el bufido de Karl fuerte como si lo hubiera proferido junto a él, y un portazo. Prefería mil veces enfadar a sus tíos que verle nuevamente la cara a Sasha.


“Si tanto querías que volviera, ven a buscarme”


Diciendo esa amenaza en su mente, no se percató de lo capaz que sería el hombre con tal de hacerle la vida más miserable.

 

 


Esa mañana el sol estaba tímido. Apenas se asomaba entre los densos nubarrones grises, dándole al día un matiz nostálgico. Se acomodó la pechera de su traje y fingió una sonrisa al anciano. Su padre no podría haber elegido peor día para traer a un socio del trabajo a compartir el almuerzo y cerrar un contrato. Habían servido un pavo con salsa, el cual se mereció miles de halagos y críticas del hombre, que no paraba de hablar. Al principio lo oyó con atención, pero al ver que sólo repetía estupideces, le perdió todo hilo a sus palabras. Se la pasaba mirando hacia la ventana.


“¿Cuánto faltará para que venga?”


Se tocó el bolsillo interior de su chaqueta. Allí guardaba las evaluaciones que Jess había tenido. Había tenido la extraña urgencia de quedarse con algo que tuviera su letra, su rastro.


Soltó un suspiro. Casi no había podido conciliar el sueño. La imagen de Jess estuvo acosándolo bajo las mantas sin cesar. Y el despertar lo recibió con culpas.


“No debí haber reaccionado así… fui muy brusco, él apenas es un niño y me aproveché de su situación…me disculparé cuando llegue… Hmm, debería darle algún obsequio tal vez, y le diré a la criada que le sirva chocolate; la última vez le agradó mucho”


Evocar el rostro infantil del muchacho sólo logró ponerle los nervios de punta. Dejó a un lado su plato y se despidió con una cortés reverencia, a pesar de que su padre lo fulminó con la mirada por marcharse de esa forma.


Ya no podía soportar ni un momento más. Subió a su cuarto, se quitó el saco de vestir, y se quedó en camisa y pantalones de vestir, con la corbata desanudada colgando por su hombro. Asió una de sus novelas a medio leer y retomó la lectura. Cuando adelantó unos párrafos, con sorpresa descubrió que estaba leyendo una historia romántica:


“[…] Su corazón latía como loco. Su boca lo nombraba sin parar; a él, sólo a él. A nadie más. La idea de no tenerle estaba llegando al punto de la desesperación […]”


Sasha soltó un suspiro y se dejó caer en la cama de espalda, con el libro sobre su vientre. El roce de un material tan frío le provocó un estremecimiento. Recordó el calor de su mirada, sus manos tibias, su boca caliente… pero no, no era sólo su cuerpo. Esa rebeldía que tenía, esa timidez oculta, esa simpatía infantil, le fascinaba.


Otro puntazo lo atacó por la espalda.


“Basta, no puedo pensar así… ya no puedo atacarlo de esa manera. Si sigo así, no querrá verme jamás… si es que aún tengo tiempo para retenerlo conmigo”


¿Retener? ¿Alexandr Ivanov queriendo retener alguien a su lado, el muchacho que no duraba ni dos meses en ninguna relación, que había renunciado a depender de alguien afectiva ni económicamente? Sentía lástima de sí mismo por caer tan bajo.


Se cubrió los ojos con la novela y soltó un quejido silencioso. La cabeza le daba vueltas sin parar, y siempre terminaban en los ojos marinos de Jess.


Debería llegar a las cuatro de la tarde, y apenas eran la una. Apagó las lámparas y se echó a dormir una siesta, sin tomarse la delicadeza de cambiarse. Sólo se quitó los pantalones y se cubrió con una manta. Estaba tan distraído que ni siquiera se despojó de su corbata. Sólo quería olvidar por un momento.

 


Un campo de flores se extendía frente a sus ojos. Y ella, allí sentada, hermosa, única, como de costumbre. Tenía el cabello negro atado en una media cola, y sus bucles ondeaban salvajes al viento. Su mirada siempre era oscura como el mar, pero cálida al verlo. Estar cerca de ella era tan reconfortante…


Ella es una chica.


Cuando se sentó asu lado, le tomó la mano. Era cálida y suave. Tenía una belleza prohibida, no podía osarse a corromperla. La niña, conociendo sus pensamientos, sonrió y trató de hablarle, pero enmudeció. No parecía salirle la voz. Ante tal horror, el joven acuciado trató de darle agua de un arroyo cercano a ellos, pero cuando se acercó…


Sólo estoy confundiendo las cosas.


Una criatura pequeña estaba empapada. Tenía el cabello revuelto y la mirada perdida de tanto sollozar. Lo tomó de los hombros, y saltó del asombro al notar que lo conocía. El niño junto a la orilla se puso de pie y cerró los ojos, como si aguardara algo.


No está bien, está mal. No es normal.


Le tomó aquellas mejillas ruborizadas, y unió sus labios en un beso. Podía sentir ese calor, ese roce tan dulce en su boca.


¡Es un hombre, está mal!


En un impulso, lo empujó. El pequeño tiritaba de odio cuando lo miró. Sus ojos azules lastimaban, como cristales despiadados.
— ¡Te odio!


Cuando despertó, ya el ocaso se entreveía. Desesperado, se vistió y bajó al hall. La criada lo contempló con los ojos como platos.
— ¿Pasa algo, señor?
—Mi… ¿no vino ningún alumno?


— ¡Ah! Llamó la señora de Owen. Dijo que hoy no podría venir, no le avisé porque…


No llegó a terminar la frase, que Sasha tomó sus llaves y corrió a cual saeta a su Peugeot. No reparó en tomar su saco ni nada por el estilo. De suerte no había olvidado ponerse los zapatos. Puso el motor en marcha y partió rumbo a su destino.


“Voy a perderlo, y todo será mi culpa”


No sabía qué hacía realmente. No estaba seguro. Tenía un terror irracional en su interior. Pero sólo sabía una cosa…


“Quiero verte al menos una vez más”

 

 

 



Lo último que recordaba era el sabor al té que le preparó su tía. Entre dormido, oyó las voces en el hall. Se acomodó en las mantas, descubrió el rostro y permaneció en el letargo de la semiinconsciencia, atento a la conversación.


—No era necesario que vinieras hasta aquí, Alex.


—Claro que sí, es mi alumno al fin y al cabo.


El corazón de Jess se detuvo. Era su voz, podía reconocerla claramente. En un impulso, se levantó y dio vueltas en el cuarto. ¿Qué podía hacer? Era muy tarde para huir. Como un niño, volvió a esconderse bajo la colcha, cerrando los ojos con fuerza, rogando que no se abriera la bendita puerta. Pero obviamente, eso sucedió.


El haz de luz se fue agrandando, y la sombra masculina no tardó en ingresar. Entró solo, y cerró la puerta tras de sí. Jess podía verlo con cierta afinidad bajo las sábanas. Se sentó frente a la cama, en un sillón deshilachado que había desperdigado entre la montaña de ropa sin acomodar. Se sintió algo abochornado de que viera cómo tenía su habitación en aquel estado deplorable, lo que le dio más ganas de que la tierra se lo tragara.


Un silencio sepulcral invadió el lugar. Sólo fue irrumpido por un carraspeo de Sasha.


— ¿Cómo estás?


Reuniendo todo su valor, estalló:


— ¿Realmente le importa?


Silencio. Siempre ese maldito silencio.


—Sí, me importa mucho.


“Vamos, ríete, búrlate de mí. A eso vienes”


—Me siento mal.


Pudo atisbar que Sasha se acomodaba en su sitio.


—Realmente lamento mucho lo que pasó… no quise incomodarte con lo de ayer. En verdad estoy apenado, y…


— ¡Pues no lo parecía cuando metías tu lengua en mi garganta!


El sólo pensamiento lo hizo ruborizarse hasta la punta de sus pies. No quiso decirlo así. Le salió de la misma rabia. Sin darle tiempo a nada, Sasha se adelantó y le destapó el rostro. Jess estaba rojo y con sus pupilas dilatadas.


Podía verlo en la mirada felina de Sasha. Iba a besarlo, lo haría de nuevo. En su propia casa, sería capaz ese bastardo. Impulsivamente, lo empujó y retrocedió hasta chocar contra la pared, tiritando de rabia y temor.


—N-no te dejaré hacerme nada… ¡G-gritaré!

—tartamudeó, intentando disimular que en verdad no sería capaz.


Sasha se sentó a su lado y ante la mirada azorada de Jess, sacó algo de su bolsillo. Lo tendió al niño y aguardó que lo tomara. Vacilante, lo cogió. Era un papel doblado en cuatro. Con cuidado lo abrió, y en su interior leyó las preguntas que él había respondido en uno de los exámenes; a decir verdad, con varias respuestas erróneas.


“¿Y viene a echármelo en cara”?


Le dirigió al hombre una mirada filosa, y este sonrió.


—Eres la primera persona de quien guardo todo lo que tenga. La primera la tiré, y luego me arrepentí enormemente. Tengo todas ocultas en mi habitación—sus ojos no dejaban de mirarlo fijamente, y Jess no pudo evitar sonrojarse— Quería tener al menos tu letra, algo de ti.


Ante esa última frase, la sangre le subió a la cabeza y se puso rojo. Escondió el rostro tras la hoja y chasqueó la lengua con fastidio.


— ¡Deje de decir tonterías y váyase!


Escuchar el quejido bajo de Sasha lo sorprendió. Dejó entrever el ojo derecho, con el ceño fruncido. El profesor estaba cruzado de brazos y con la mirada baja.


—Vengo prácticamente a confesarte que me estoy enamorando de ti, y me echas así…


—N-no me importa, no…


— ¡Sólo escúchame! —lo acorraló apoyando la mano con fiereza contra la pared, acercándose peligrosamente a su boca— No hago más que pensarte, que desearte… ¡pero si hasta he soñado contigo! —viendo que amagaba a contradecirlo, se pegó a su oído, susurrando en un tono grueso y bajo— ¿Vas a irte de mí?


Jess tenía ese rostro a menos de dos centímetros a él. Apenas podía respirar, y si se movía, terminaría cayendo en esos labios de nuevo. Pero lo que más lo asustaba, es el deseo pecaminoso que sentía de poder contradecirlo y ser tomado por la fuerza nuevamente.


—Y-yo… sólo estaba enfermo hoy—miró hacia otro lado, evitando esos ojos de gato— Iba a regresar mañana, tal vez. O cuando me repusiera, profesor.


Esperando que Sasha comprendiera su frialdad, quiso alejarlo con la mano, pero volviendo a confundirlo, el hombre esbozó una sonrisa torcida y le puso los dedos en su boca, lamiéndolos con suavidad. Estremecido por su tacto, soltó un grito ahogado.


— ¿Profesor? Me parece que te he adiestrado muy bien.


Iracundo, con un nudo en la garganta, le quitó la mano de un golpe y amagó a gritarle, más el hombre le cubrió la boca con una mano. Con la otra le acarició la cabeza como a un cachorrito, mientras seguía riendo socarronamente. Jess estaba a punto de estallar.


—Mi perrito rabioso, ya, ya… tranquilo, muchacho. Mira—le guiñó un ojo— te soltaré si prometes ir mañana, ¿está bien? ¿Es un trato?


“Oh, y crees que voy a hacerte caso ¡Viejo pervertido! No pienso ir jamás, y aunque me ataras, me soltaría y huiría de ti ¡Idiota!”


Pero aun así, asentó con la cabeza.

Sasha le besó la frente con dulzura, y lo soltó, logrando que Jess volviera a sonrojarse y tuviera que ocultar la cara entre las mantas. Vio entre la semioscuridad que el hombre tomaba el examen y amagaba a marcharse, cuando paró en seco observando algo sobre su cama.


—Tú también tienes mis cosas, ¿eh?


Se descubrió tenuemente y vislumbró la chaqueta del profesor entre sus frazadas. Había olvidado que la usó al dormirse junto a él. Tartamudeó, tratando de explicarse en vano. Sasha tenía una mueca burlona, pero a la vez, feliz.


—Quiero que te la quedes, pero tú me debes algo que te pertenezca. Me lo tienes que dar, ¿sí? —y dicho esto, cerró la puerta, dejando al joven hundido en sus pensamientos.

Notas finales:

¿Reconocerá Jess su amor? ¿Sasha pondrá en riesgo su trabajo...? :O

¿Saldrá JR tercera temporada? :O

Esto y mucho más en "Nos une la misma luna"

 


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