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De paradojas, complejos y dilemas por Pookie

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Notas del capitulo:

Continuación, nos leemos abajo.

—Near, Mello—llamó el anciano, mientras los miraba detenidamente—. ¿Qué les parece trabajar juntos?

El rubio lo miraba atónito, ¿él y Near trabajando juntos? ¿Era una broma, verdad? Si no fuese una situación tan delicada, el de ojos azules probablemente hubiese estallado en carcajadas. Era inverosímil que Roger les pidiera eso, no podían estar en la misma habitación sin insultarse ni agredirse, claro, esto último por parte del propio Mello. Pero aun así, no podían ser un equipo. Simplemente no. No y no. Hasta Near sabía que era una pésima idea.

—Sí, me parece una buena idea.

Está bien, tal vez sólo a él le parecía que eso era descabellado. Miro de reojo al chico que  siempre conseguía crisparle los nervios y bueno, no era para menos; acababan de decirle que L murió, que no especificó a su sucesor, y por sí eso no fuera poco,  su futuro estaba incierto y el muy idiota seguía como si nada, armando un puto rompecabezas blanco. Tan blanco como el cabello que caía sobre sus ojos dándole un toque de seriedad y… méndigo mocoso. Se estaba desviando.

— ¡Es imposible, Roger! — dijo Mello, con determinación mirando los cansados ojos del anciano frente a él—. Sabes que Near y yo no nos llevamos bien.

Claro que no. Se llevaban tan bien como el agua y el aceite, como el perro y el gato, como Newton y Leibniz, como la Iglesia y Galileo, así de bien se llevaban. Estupendamente desastroso.

—Siempre estamos compitiendo—recalcó el rubio, mientras empuñaba con fuerza sus manos, recordando todos y cada uno de los exámenes en que habían competido, siempre resultando él como perdedor, como el eterno segundón del orfanato, siempre él. Mello: la sombra de Near. Miró de reojo al albino y sintió la sangre golpear con fuerza sus venas, llevando la ira a todos los lugares de su cuerpo—. ¡Siempre!

El anciano frente a él estaba cabizbajo, tal vez  estaba pensando en una solución al problema en que estaban sumergidos. O tal vez, pensando qué haría Watari en una situación así. Mello ignoraba el corriente de pensamientos del mayor, pero nada bueno auguraba la posible solución que había planteado: él no quería trabajar con Near, punto. No quería estar bajo el mando de ese enano blanco. Porque él sabía que eso sucedería si trabajasen juntos, sería su empleado, su puta secretaria, y Mello prefería ahogarse con chocolate antes que eso pasara. Con esto en mente, sólo una solución se le vino a la cabeza.

—Está bien, Roger—volvió a hablar el rubio mientras el hombre frente a él le dirigía la mirada—Near será el sucesor de L.

Near sabía que su comportamiento era asocial, que nunca jamás se esforzó en tener más de una plática con alguien, porque no le interesaba. Para él todos los humanos eran fáciles de manipular, de guiarlos a dónde él quería que fuesen, como juguetes; como marionetas. Con las cuales, con el tiempo,  eventualmente se aburría y las dejaba tiradas y olvidadas en un rincón. Todos eran predecibles, claro, todos menos Mello. Y por eso el rubio era el único que llamaba su atención en toda la casa. Para él, Mello era como un tornado de emociones hecho persona; era impredecible, pasional y emocional.  Y a pesar de ser un genio, se dejaba llevar por sus emociones, por la parte no lógica de su cerebro, y eso a Near le parecía fascinante. Como alguien tan inteligente, podía ser tan idiota.

Por eso no se sorprendió con la respuesta de Mello: darle la totalidad de la sucesión a él. Pero sí le hicieron mella sus razones. Sabía que todo iba más allá del orgullo, si bien éste podía ser una razón, no era el motivo central de abdicar a tal puesto. Y Near lo sabía, así que se hizo un recordatorio de preguntarle a Mello más tarde. Mientras calzaba la última pieza en el puzzle, procesó todo lo que había dicho el mayor: “él es muy diferente a mí, resuelve los casos con lógica…”

Un ligero calor se hizo presente en su pecho, desconectándolo por un instante. Era primera vez que esa calidez se dejaba sentir en su interior sin tener un contacto físico con el rubio de por medio. Cada vez que el rubio lo levantaba y lo acercaba a su cuerpo, sentía esa sensación extraña. Near lo atribuía al mismo calor que Mello emanaba, y que era agobiantemente íntimo. Pero ahora, que no lo estaba tocando, su hipótesis se fue al tacho de la basura. Pero, si no era por eso… ¿Cuál era el motivo de esa sensación?

—Me voy, dejo el orfanato—dijo Mello mientras se erguía gallardamente y  daba media vuelta—. Pronto cumpliré quince años. Voy a vivir a mi modo.

Near escuchó la puerta cerrarse tras él, mientras Mello desaparecía en el corredor, junto con la calidez en su interior.

 

No tenía muchas cosas en el orfanato, así que la bolsa de  viaje estaba penosamente vacía,  había echado una que otra prenda y Roger le había dado un poco de dinero. Suponía que eso le alcanzaría para comer un par de días,  pero no estaba preocupado por  su futuro, sabía que era inteligente y arriesgado. Por lo general esa era una mala combinación, pero no cuando tienes que sobrevivir en el mundo exterior, y Mello sobreviviría, tenía que hacerlo para vengar a L y superar al maldito mocoso blanco. Mocoso que ahora estaba tocando la puerta, sentía que era él.

Con pereza cerró el cierre de su bolso, y se dirigió a la puerta, la abrió lentamente dejando ver la clara cabellera del niño frente a él. Chasqueó la lengua, odiaba cuando sentía al idiota. No sabía cómo lo hacía;  tal vez eran los pasos que daba, arrastrando los pies por el suelo, o el olor a limpio que destilaba.  Sea como sea, Mello siempre sabía cuándo se acercaba Near.

— ¿Qué quieres? —preguntó con rudeza, mientras lo apuñalaba con sus penetrantes ojos.

—Creo que el tema de conversación no es adecuado para tenerlo en el pasillo—respondió Near, mientras se tocaba levemente su rizo favorito y desviaba la mirada por el angosto y vacío pasillo de madera.

Mello suspiró con fastidio y abrió un poco más la puerta, dejando pasar a su enemigo a la habitación, después de todo era el último día que pasaría en ese lugar, no le importaba que el enano lo dejase todo fétido con su olor a jabón. Con un gesto suave cerró la puerta y se giró encarando a Near, el cual se había acomodado en su cama. Una pierna arriba y arrimada contra su pecho, mientras la otra estaba meciéndose lentamente sin tocar el piso. La mirada del albino parecía perdida en algún lugar de su habitación y el dedo que rizaba su cabello se movía a una velocidad un poco mayor a como normalmente lo hacía. 

Levantó una delgada ceja ante la confianza de Near al sentarse en su cama, sin ni siquiera habérselo ofrecido. Maldito desfachatado.

—Entonces, ¿cuál es el gran tema de conversación, enano confianzudo? —preguntó con todo el veneno que era capaz de lanzar mientras apoyaba su espalda contra la puerta y se cruzaba de brazos, manteniendo las distancias.

—La razón por la que Mello se va—dijo el menor, mientras enarbolaba su mirada y la clavaba en los ojos de Mello—, ¿cuál es?

El rubio bufó exageradamente, en un intento de aplacar el peso de la sorpresa que sintió en su interior. No entendía por qué el albino le preguntaba eso, ni a dónde quería llegar. No entendía nada, se sentía confundido y estúpido, se iría en menos de tres horas y él gastaba su tiempo en hablar con Near, con su enemigo. Sí, era un estúpido.

—¿A ti qué te importa? —contraatacó el rubio con otra pregunta, mientras ladeaba su cabeza y una irónica sonrisa aparecía en su fino rostro, ocultando cualquier atisbo de nerviosismo.

—Es de mal gusto contestar una pregunta con otra, Mello—respondió el albino. Había dejado de rizar su cabello y ahora su mano reposaba tranquilamente sobre la pierna que estaba sobre la cama, sus dedos eran apenas visibles gracias al largo de las mangas del blanco pijama. Su mirada seguía fija en el rostro del muchacho frente a él.

—¿No eres fan del método socrático? —preguntó son sorna, mientras su sonrisa se acentuaba y flexionaba una pierna contra la puerta, tomando una postura despreocupada.

—No cuando pregunto algo concreto, Mello. ¿Por qué no quieres responderme? ¿Es acaso……porque tienes miedo? —preguntó con el mismo tono de burla camuflada con indiferencia que solía usar para enfurecer a Mello, y sonrió internamente cuando pudo sentir la tensión en el cuerpo del rubio, era demasiado orgulloso para permitir que alguien le dijera que tenía miedo. Demasiado orgulloso—. ¿A qué le temes, Mello? ¿Qué es lo que-

Mello se descruzó de brazos, y golpeó la puerta con uno de ellos mientras se impulsaba con la pierna que ya tenía en el piso, acortó la distancia entre ellos en dos zancadas y  tomó rudamente a Near por el cuello de su pijama, dejándolo a una cercanía peligrosa e interrumpiendo lo que sea que iba a salir de la boca del menor.

—Cállate, imbécil—siseó con ira, mientras fruncía el ceño, movía a Near de la cama, y lo estampaba contra la pared más cercana a su cama.

—Aun no entiendo por qué te empecinas en interrumpir todo lo que digo, Mello.

—Te dije que te callaras—volvió a susurrar Mello, con el tono más peligroso que pudo vocalizar.

—¿Vas a responderme? ¿Por qué te vas? —preguntó el albino, sin despegar sus ojos de los del rubio. Le dolía un poco el cuello, pero no era nada que no pudiese soportar, después de todo estaba acostumbrado a los arranques de ira de Mello—. ¿Por qué no quisiste trabajar juntos?

—¡Cállate! —gritó mientras volvía a estamparlo contra la pared, y afianzaba su agarre en la tela del pijama provocando que sus nudillos se tiñesen de un pálido blanco. Su corazón latía desbocado en su pecho, y amenazaba con salirse de la cavidad en cualquier momento.

—Mello…—susurró Near mientras subía una de sus manos y la colocaba sobre la del rubio. Ahora no era tiempo para que el de ojos azules perdiera el control, en cualquier otra situación hubiera jugado con él, pero ya no podía porque sabía que era cuestión de horas para que Mello dejase el orfanato, y antes de irse, tenía que contestar sus dudas. Pero el efecto fue el opuesto a lo que él espero, y el chico pareció enfurecerse más con su toque, puesto que apretó con más fuerza la tela de su ropa y lo levantó un poco sobre el suelo. A pesar de ser delgado, Mello ejercía bastante fuerza. El cuello le dolió un poco más y su respiración se hizo más trabajosa.

—No me toques, maldito—dijo Mello. Su cara estaba levemente roja, probablemente por la ira, o tal vez por el toque de Near, no lo sabía. Mentira, sí lo sabía y por eso estaba tan enfurecido. Le enojaba de sobre manera que algo preveniente de él pudiese causarle sensaciones, que a pesar de que eran placenteras, no le gustaban. Porque era ese enano blanco el que las causaba. Por primera vez en su vida se sentía así, y no era nada más y nada menos que el zángano de Near el culpable—. Suéltame.

—No—respondió Near, y como prueba de su negativa, levantó la otra mano y la poso suavemente en la trigueña mano del rubio. Lo estaba retando. Sabía que probablemente recibiría un golpe, pero lo estaba llevando al límite por una razón: no quería que Mello se fuese sin poder llevarlo al abismo de su comportamiento, porque Mello era inestable e intenso, pero con él lo era aún más. Near lo sabía, y de un modo retorcido y masoquista; le gustaba que fuese así—. Respóndeme, Mello.

Mello desvió su mirada de los ojos oscuros de Near, a sus propias manos. El toque del albino se sentía cálido, sus manos eran suaves y el contraste entre sus pieles le pareció armonioso, como si algo encajase. Su fuero interior se revolvió, sintió como si su estómago hubiese subido y bajado rápidamente, provocándole cosquillas. La dosis de ira iba disminuyendo en sus venas, ya no sentía la sangre agolpándose en su carótida, ni sus pulsaciones en los oídos, se estaba tranquilizando a un ritmo que le pareció escalofriante. Si seguía así, probablemente terminase siendo un dependiente del litio para calmar sus cambios de humor. Agachó su cabeza y dejó que sus hebras doradas ocultasen sus ojos del escrutinio de Near. Aflojó el agarre y depositó al menor en el suelo, pero sin soltarlo.

—Porque…—empezó Mello, sorprendiendo al albino. No sólo no lo había golpeado, sino que al parecer le contestaría. Inconscientemente afianzó levemente el toque en las manos del rubio—…no podemos trabajar juntos, Near.

—No lo sabes—respondió el mejor, con una voz levemente más ronca debido a la brutalidad de Mello, y a la aparente fascinación de éste por asirlo del cuello—. No puedes saber algo que aún no sucede.

­—Sí, sí puedo—dijo mientras levantaba altivamente su cabeza, su mirada era desafiante—.Jamás podremos trabajar juntos.

—Si no lo intentamos, nunca lo sabremos, Mello—Para Near existían dos posibilidades: trabajar juntos y atrapar a Kira, sabía que juntos podían. Separados eran inteligentes, pero juntos, probablemente serían imparables, Near tenía la lógica que Mello carecía. Pero el rubio tenía la determinación y emocionalidad que el de ojos oscuros no. Se complementaban. Y su otra opción, era que Mello se fuese y atrapar a Kira él sólo. No dudaba de sus habilidades, pero de algún modo, esa idea no le gustaba, con Mello sería más rápido y una victoria avasalladora. Pero sin importar lo que él quisiese, ambas posibilidades eran reales, y altamente probables. Por eso debía inclinar la balanza al lado que él quería, debía intervenir—.Tal vez por eso L no se decidió, ambos somos los sucesores.

—No, tú lo eres, acabo de rechazar el puesto. De hecho, si no me falla la memoria, creo que tú estuviste ahí—respondió con ironía. Mello también barajó la posibilidad de que L siempre tuvo la intención de mantenerlos a los dos como sus sucesores, pero para él era imposible estar por debajo de Near, ésta era su oportunidad de demostrar que él podía ser tan, o más, capaz que el albino. Atraparía a Kira con sus medios, ya estaba decidido. Él sería el número uno, y nadie se interpondría en su camino, haría lo que fuese necesario. —Después de todo, no necesito del dinero de la sucesión ni las ventajas de ser L, para atrapar al maldito ese. Lo atraparé antes que tú, enano.

Y después de decir esto, soltó a Near y se dio media vuelta, dispuesto a tomar su bolso y largarse de ahí. El viento afuera azotaba con fuerza las ventanas y probablemente comenzaría a llover pronto, si no quería morir de hipotermia debía salir deprisa y encontrar un buen lugar para quedarse. Alcanzó a dar dos pasos hasta que escuchó al albino llamarlo, de detuvo y lo miró de reojo.

—¿Crees en Dios, verdad Mello? —le preguntó, con el mismo tono de inferencia que usaba. Su mano había viajado a su cabellera y retorcía con lentitud el mechón más próximo a su oreja, y su mirada se había posado en la pequeña cruz que estaba por encima de la cama del rubio.

—¿Y qué con eso? —rebatió el, ligeramente indignado al pensar que Near se estaba burlando de sus creencias—. No te burles de eso, méndiga bola de-

El menor se acercó lentamente y sacó debajo de su pijama un rosario que Mello jamás le había visto portar, se veía que era antiguo y al parecer el albino no le tenía demasiado aprecio, puesto que lo trataba sin delicadeza. Esa acción hizo que su cerebro se desconectara y dejara la frase a medio acabar, tenía una ligera idea de lo que Near haría. Ladeó levemente la cabeza, preguntando silenciosamente qué diablos se suponía que significaba eso.

—Venía conmigo cuando me abandonaron, no tengo ningún apego emocional por él—dijo mientras se lo sacaba por encima de su cabeza y se lo tendía al rubio—.Tómalo, supongo que lo necesitarás. Las personas religiosas necesitan de estas cosas cuand-

—Cállate—le espetó Mello, mientras lo tomaba entre sus dedos, aún tenía el calor corporal de Near. Era bastante bonito, con cuentas blancas y rojas. Se lo pasó por encima de la cabeza y lo escondió por debajo de su camiseta negra. Se dio media vuelta y abrió su bolso—. No te hagas ilusiones conmigo, esto es sólo para que estemos a mano.

Y mientras decía esto, sacó del fondo un pedazo de papel blanco, cerró el bolso y se acercó a Near, mientras mantenía con fuerza el papel contra su pecho. Suspiró y se lo tendió al albino, el cual lo recibió con un ligero roce entre las manos de ambos. Mello quitó rápidamente su mano y se volvió, no es que le diese vergüenza, claro. Sólo quería ocultar el ligero sonrojo que se había apoderado de sus mejillas, estaba compartiendo algo con su enemigo, por todos los cielos. Se sentía más estúpido que hace media hora atrás.

Near dio vuelta la hoja de papel y descubrió que era una fotografía de un joven y aniñado Mello, su mirada desafiante estaba impresa para siempre en el papel baritado entre sus dedos. Sonrió levemente, Mello le estaba confiando algo muy preciado. Su imagen. No sabía por qué lo hacía, y si debía adivinar, suponía que ni el mismo Mello sabía del porqué de sus acciones. Era un descuido dejar algo de él atrás, suponía que eso es lo que llamaban confianza.

—Volveré a buscarla—dijo el rubio rompiendo el silencio que se había formado, mientras se colocaba el bolso en su hombre derecho—. Cuídala.

El albino asintió, mientras la guardaba en el bolsillo interior de su pijama, de donde jamás saldría hasta que su dueño viniese a reclamarla.

—Supongo que esto es el adiós­—dijo mientras se acomodaba la parte donde había guardado la foto, la cual hacía un agradable peso en su vestimenta.

—Lo es, nos veremos cuando te haya vencido, Near—Dio media vuelta y tomó el pomo de la puerta, dudó un segundo. Tenía ganas de hacer algo, era estúpido, lo sabía. Pero qué diablos, probablemente no lo vería en muchos años más, y Mello se caracterizaba por ser la persona impulsiva, muy impulsiva. Así que, por segunda vez, giró encarando a Near, quién lo miró con gesto sorprendido. Avanzó rápidamente, dejando caer su bolso, y lo rodeo el delgado cuerpo de su autoproclamado enemigo, en un ligero y cálido abrazo. Lo soltó tan rápido como pudo, dio la vuelta, tomó el bolso y sin mirar atrás, cruzó la puerta de la habitación, cerrándola con fuerza en el proceso.

Near se había quedado estático en el lugar, no había respondido el abrazo, porque a pesar de tener un cerebro brillante, no pudo procesar a tiempo el hecho de que Mello lo estaba abrazando, de hecho, si no fuese por el calor y el olor que dejó el rubio en su ropa, hubiese jurado que eso jamás pasó. Agachó la vista y sonrió, Mello siempre conseguía sorprenderlo, Era fascinante.

 

Mello cruzó la reja que separaba el orfanato para niños superdotanos de Wammy’s House, y supo que ya jamás volvería a pisarlo. Caminó a paso decidido entre el camino que lo llevaría a la cuidad más cercana. Había tomado su decisión, basándose en el hecho de que trabajar con Near era inviable, imposible. Sus ansias de ganar y ser superior pudieron con cualquier plan trazado por L, y siguió lo que él quería hacer con su vida. Él miró dentro de la caja, y para él, el gato estaba muerto. Las dos posibilidades habían sido reducidas a su realidad, a vagar sólo por las calles, buscando su destino, haciendo él su camino, Buscaría venganza, y sería el número uno, ese era su resultado. Apresuró el paso, la lluvia estaba empezando a mojar sus cabellos.

 

Near miraba por la ventana como Mello cruzaba el dintel de la puerta de salida del orfanato, mientras apretaba con delicadeza la foto entre sus dedos. Sabía que volvería a verlo, él mismo se lo había prometido a su manera. Near sabía que tarde o temprano cumplirían con su misión y atraparían al asesino en masa más grande de la historia. Trabajarían juntos, consciente o inconscientemente, después de todo, iban al mismo objetivo, a la misma meta. Tal vez tomasen por caminos totalmente separados, surcarían distintos obstáculos, pero llegarían, ambos. Su realidad era esa, en su caja, el gato vivía. Había destapado la caja, y el experimento salió como él quería, terminaría viendo a Mello, tarde o temprano. Mientras eso pasaba, tenía que adelantar camino, miró nuevamente y el rubio ya había desaparecido de su campo de visión. Guardó la foto en su bolsillo, y suspiró mientras las finas gotas de lluvia golpeaban con suavidad la ventana.

 

 

Cuando nos enfrentamos a una situación, siempre tenemos dos opciones.

A veces el miedo de decidir una, es intimidante. Pero no debe frenarte, jamás

Debes tomas una decisión y atreverte a ir más allá de lo que puedes, arriésgate.

Sólo entonces descubrirás como resultará.

Jamás sabrás sino lo intentas.

Compra eso que quieres, prueba esa comida exótica.

Dale una oportunidad a alguien que lo merece.

Abre la caja, sólo entonces sabrás como resultaran las cosas.

De eso se trata la vida, de experimentar una y otra vez.

Porque esos experimentos nos hacen lo que somos,

Esas decisiones nos marcan, nos enseñan,

Sin ellas no estaríamos donde estamos, las necesitamos

Porque gracias a ellas terminas en el lugar, en el cual perteneces.

Notas finales:

Bueno, bueno. Espero que les haya gustado. Haré una serie de oneshots independientes, acerca de diferentes paradojas, y complejos. Una idea que salió de la nada y de verdad espero que no haya resultado tan complicada, de hecho tuve que simplificar bastante el experimento de Schrödinger, ya que como es acerca de la mecánica cuántica, es un poquitín complicado. Les explicaré un poco de qué se trata: (si no les interesa, sáltense al segundo párrafo)

 Si bien el gato sí está encerrado en una caja, el dispositivo que está con él es más complejo que un simple gas que puede activarse o no. De hecho, en el mecanismo existe un detector de partículas, este está conectado a un martillo que golpeará (o no), una ampolla con el dichoso gas. Pero también participa en el sistema, una partícula radioactiva: un electrón.  El cual tiene un comportamiento dual: como partícula y como onda, a la vez. En decir que toma dos caminos, al mismo tiempo. En un camino es detectado por el detector, valga la redundancia, y a la vez no, puesto que toma un camino distinto como onda. En ese mismo momento, el gato está vivo y muerto a la vez, en una superposición de estados. Puesto que el detector captó la señal como partícula, pero al mismo tiempo no, por ser una onda. Ambos estados son reales, pero lógicamente el gato puede tomar sólo uno y al abrir la caja veremos cuál es.

Listo, no soy ningún genio pero entiendo un poco de estas cosas, espero que les haya quedado más o menos claro. Y también, espero que la historia sea de su agrado. Cualquier consulta, sugerencia o crítica; los reviews están abiertos para ustedes. Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer mi verborrea. ¡Nos leemos!

Ps: Esta historia se la dedico a mis compatriotas del norte, que sufren por la oleada de sismos que han ocurrido en el último tiempo. Yo viví el 27F, de 8,8 y sé cómo se siente, sé lo que viene después; el miedo, la paranoia de la sociedad, ¡en mi calle hacían fogatas y vigilaban armados, por el amor de Zeus! Así que ánimo, que al parecer lo peor aún no sucede, no se pude liberar más de un siglo de inactividad en un sólo sismo. Así que les mando amor y fuerza. 


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