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Bienvenido a Seúl por BellaBeauty

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Notas del fanfic:

Ninguno de los personajes me pertenece, ellos son parte de la boyband surcoreana B2ST/Beast. Yo solo he tomado su nombre y apariencia y modificado su personalidad y/o comportamiento para hacerlos coincidir con la historia.

Amo a Beast, soy 1000% Beauty, y por eso me he decidido a hacer un fic de ellos. La hstoria será un poco larga así que tegan paciencia...

 

~So Beast!!

Notas del capitulo:

!Comencemos esto juntos!

 

El camino a la escuela nunca me había parecido tan largo.

Tal vez se debía a que éste no era el mismo camino que siempre tomaba... y ya no era la misma escuela a la que me dirigía. A partir de hoy, tendría que asistir a otro instituto.

Mi madre se había vuelto a casar. Y eso no era algo que me molestara, pero por qué tenía yo que mudarme aquí si era ella la que había dicho "acepto". ¿Por qué tenía que dejar toda mi vida atrás para venir aquí? Que talvez no era la gran vida que digamos, pero era lo que había tenido siempre, a lo que estaba acostumbrado.

El auto avanzaba silenciosamente por la carretera. Mientras yo miraba por la ventanilla desde mi asiento del copiloto, o al menos pretendía hacerlo. Porque no había nada que mirar. Corrección: no había nada que yo quisiera mirar. La ciudad estaba llena de publicidad y carteles luminosos, puestos callejeros en las banquetas y un montón de establecimientos comerciales.

Sin nada en que poner mi atención, clavé mi vista en mis manos. Estaba combatiendo el impulso de clavarme las uñas en las palmas, ya tenía un poco de piel desprendida y me negaba a seguir haciéndolo aunque me estaba constando lograrlo.

–Ya casi llegamos –me avisó el esposo de mi madre. Tenía la vista al frente y las manos en el volante como cualquier conductor.

No contesté, solo asentí con la cabeza. Quería parecer tranquilo aunque estaba tan incómodo que tenía ganas de abrir la puerta y saltar del vehículo en movimiento. Traté en vez de eso dirigir la vista al frente para encontrar el instituto con la mirada, (ya que la idea de saltar de alguna manera estaba volviéndose muy tentativa). Lo ubiqué solo después de dar vuelta en la esquina. Era un edificio enorme. Lo único que me hizo reconocerlo como una escuela fue el enorme letrero sobre la entrada principal donde resaltaban las letras de CUBE HIGH junto al escudo institucional, mismo que estaba bordado en mi uniforme.

El estacionamiento estaba al lado derecho de la entrada. Cuando entramos ya estaba repleto de autos a pesar del gran tamaño. En mi antigua escuela era inusual ver a alguien llegar en auto, ya que estaba lo bastante cerca como para ir caminando. Y aquí eso parece ser algo normar. Al menos no sería el único. La única razón por la que acepté que me trajeran fue porque no sé el camino a la escuela.

Sin embargo, mi alivio fue efímero. Al acercarnos solo un poco más vi que los únicos que bajan de los autos eran los mismos estudiantes. No había ningún padre. Ellos conducían.

Una bruma de pesadez cayó sobre mí. Ahora me sentía peor que al principio. Claro, tenía que verme el doble de patético.

Y como si quisiera torturarme aún más, el esposo de mi madre no fue a buscar un lugar en el estacionamiento, detuvo el coche justo en frente de la entrada donde se encontraban un montón de estudiantes reunidos.

–Adiós –me dijo, a lo que entendí como un "bájate ya".

Suspiré. Igual, las personas nunca me notan ¿por qué habrían de empezar a hacerlo justo ahora?

Salí del auto acomodándome la mochila en la espalda y cerré la puerta. Por un momento pude ver mi reflejo en el cristal de la ventanilla. Me acomodé los lentes y traté de componer mis facciones. Pasé totalmente de intentar una sonrisa y opté directamente por poner mi ya habitual cara de póker.

Los chicos que rodeaban la entrada no dejaron de lado su plática para ver quién era el raro chico nuevo que había llegado. Algunas veces era bueno ser invisible. Incluso, mientras pasaba junto a ellos no se tomaron la molestia de darme lugar para pasar, tuve que arreglármelas para conseguir un poco de espacio y llegar hasta adentro.

Ir en una escuela solo para varones iba a tener consecuencias y la más notoria de todas era que al estar desprovistos de mujeres no había amabilidad de nadie para nadie.

Por dentro el edificio era igual de impresionante. Jalé las correas de mi mochila y caminé con paso firme. Sabía a donde tenía que dirigirme, ya me lo habían dicho después de la inscripción, pero como nunca estuve aquí antes era difícil tratar de encontrar la oficina cuando todos los pacillos se miraban iguales. La divise después de dar unos pasos, ahí estaba, con la placa OFICINA PRINCIPAL pegada en la puerta. Giré la manija y entré. Sabía que no era necesario tocar pero aun así me sentí un poco incómodo al entrar sin avisar.

El interior estaba muy iluminado, con la luz blanco led y las paredes blancas. Era como entrar a un hospital pero sin ese pesado aroma a alcohol etílico. La oficina tenía una pequeña sala de espera con sofás de cuero negro, una mesita con un florero, y en la pared algunos cuadros. Un mostrador alargado dividía la habitación, del otro lado había una mujer que hablaba por teléfono. Había cuatro chicos antes que yo, así que me senté a esperar.

Cuando fue mi turno la secretaria me hizo una señal con la mano para que fuera hacia ella. Me acerqué y puse mis manos sobre el mostrador.

–Disculpe... –comencé pero la mujer alzó un dedo y me hizo callar, siguió dando indicaciones por teléfono hasta que sin alguna despedida colgó.

– ¿Si? ¿Qué pasa? –preguntó alzando las cejas.

–Soy nuevo y vengo a...

– ¿Nombre?

–Soy Lee... –El teléfono sonó y la secretaria se apresuró a contestar.

– ¿Nombre? –preguntó otra vez un poco más fuerte y rápido. Se quitó un segundo el teléfono de la oreja y contesté.

–Lee Kikwang.

Tecleó rápidamente en la computadora y después volvió al teléfono. El sonido del papel siendo succionado por la impresora se oyó desde atrás. La mujer se dio la vuelta en la silla giratoria y tomó el par de hojas que salieron y me las entregó.

–Estos son tu horario de clases y un mapa de la escuela. –Esta vez ni siquiera se despegó del teléfono.

Tomé los papeles y los miré un segundo.

–Gracias –dije, aunque lo más probable era ella que no me oyera.

La secretaria parecía demasiado ocupada en su conversación. Caminé hasta la puerta para abrir cuando oí la voz de la secretaría detrás de mí.

–Buena suerte me dijo.

Hice un pequeño asentimiento con la cabeza antes de salir de la oficina. Cuando salí volví a mirar los papeles que me dio. HORARIO. Mi primera clase del día era Historia. Revisé el mapa y me enteré de que el salón estaba hasta en el... ¡cuarto piso! Guau, la escuela era grande. Me apuré a llegar a las escaleras, no quería llegar tarde en mi primer día.

El camino fue un poco largo, las escaleras habían sido algo agotador después del segundo piso. Y pensar que a partir de ahora tendría que subir aquí tres veces a la semana, y peor aún este no era el piso más alto y quizá tendría que subir aún más arriba.

Al llegar al salón, me asomé discretamente por la ventana. Lo último que quería era que una clase completa se girara simultáneamente a mirarme. Pero adentro del salón no había nadie que tuviera intención de mirar a la ventana para ver si un extraño estaba espiando. Solo unos cuantos alumnos estaban dentro del salón. Las sillas estaban todas desorganizadas y el escritorio del profesor estaba vacío.

Me di la vuelta, de pronto con muchas ganas de irme y romper la promesa que me hice a mí mismo de intentarlo. Pero apenas pude dar un paso cuando varios chicos venían siendo arrastrados por el que supuse era el profesor. Era un viejito con bigote y poco pelo en la cabeza. Todos se sentaron arrastrando las sillas de vuelta a su lugar. Cuando traté de sentarme en una silla otro chico se sentó en ella, traté de hacer como que no me importó y busqué con la mirada algún asiento que estuviera desocupado.

La clase pasó más rápido de lo que me imaginé, solo escuchando al profesor dar la clase, trabajando poco.

Mi próximo reto era encontrar el Taller de Computo, ya que ahí era mi siguiente clase. Fue fácil. Ya había pasado por ahí más temprano, estaba en el primer piso. Traté de apurarme a bajar pero no demasiado, ya que con mi torpeza terminaría rodando por las escaleras.

El taller estaba dividido en dos salas. Varios estudiantes entraron al mismo tiempo que yo pero nos dividimos al entrar a la sala. Yo entre a la parte derecha del taller, ahí era mi clase. El profesor estaba sentado en un pequeño escritorio enfrente de todos los equipos, que eran modernos y no como la chatarra a la que estaba acostumbrado.

–Buenos días –dijo en el momento que pasé junto a su escritorio.

Tuve que darme la vuelta para asegurarme que no había nadie detrás de mí. Ese saludo era solo para mí, estaba obligado a contestar.

–Buenos días –contesté.

Me senté frente a una de las muchas computadoras vacías y esperé hasta que la clase comenzara. De vez en cuando volteaba a ver al profesor pero él no parecía preocupado por la falta de estudiantes. Pasaron como diez minutos más antes de que el lugar estuviera lleno.

–Hola habló alguien a un lado de mí.

Giré para ver al chico que se había sentado en el asiento continuo. Un inocente "¿eh?" se deslizó fuera de mi boca. No había esperado que alguien me hablara.

– !Hey! ¿Cómo te llamas, chico nuevo? –preguntó.

Me aclaré la garganta y luego le contesté tratando de que mi voz sonara lo más firme posible.

–Mi nombre es Lee Kikwang.

–Pff... Te presentas como en el Kínder, ¿te lo han dicho? –preguntó riéndose–. "mi nombre es Lee Kikwang" –dijo con una parodia de mi voz, que no me hizo ni un poco de gracia–. Yo me llamo Soulchan.

Me esforcé en sonreírle como respuesta y volví la vista de nuevo al monitor, aunque no estaba haciendo nada.

El profesor empezó la clase y traté de ponerle atención pero en cuanto dijo algo sobre un ejercicio del libro mi atención voló lejos.

–Qué aburrido, ¿verdad? –El chico de al lado se acercó a susurrarme una vez que el profesor se alejó.

Aunque estaba seguro de que era a mí a quien hablaba no le contesté. No quería recibir un regaño el mi primer día de clases.

No hablé con él el resto de la clase a pesar de sus constantes comentarios. Pero cuando salí del Taller me alcanzó en la puerta.

–Hey ¿qué clase tienes? –preguntó dándome  un codazo.

Creo que ya no tenía escusas para seguir ignorándolo.

–Uh, déjame ver. –Saqué el horario de la mochila y busqué la clase correspondiente de la tercera hora–. Lengua.

– ¿Con la profesora Min?

Revisé de nuevo el horario.

Sí.

– ¿Sabes dónde está el salón? Porque yo podría llevarte.

–Tengo un mapa, no te preocupes...

–Tengo clases en el salón de en seguida. No es problema. –Puso una mano en mi hombro–. Ven, te llevaré. 

El camino no fue demasiado largo, el salón estaba el segundo piso. Soulchan, así se llamaba, ¿verdad?, aunque su salón estaba antes que el mío me acompaño hasta la puerta.

–En fin, suerte –dijo cuando me volteé para entrar–, quizá coincidamos en alguna otra clase.

–Sí, quizá... Le sonreí y entré antes de que me hablara de nuevo.

Lengua no fue diferente a las otras clases, transcurrió de forma similar a las anteriores, hasta que sucedió lo que venía temiendo. La profesora se acercó a mí y me miró unos segundos.

–Muchachos dijo para atraer la atención de todos–, tenemos un nuevo compañero. En menos de un segundo cuarenta y tantas cabezas voltearon a verme–. ¿Por qué no pasas al frente y te presentas?

La profesora era joven, aun en sus veintes, con voz alegre. Aun así me estaba haciendo maldecirla internamente.

–Ven, pasa al frente, compañero –Hizo un ademán con la mano para que me acercara.

Esto iba a ser una tortura.

Me paré y la seguí hasta llegar al frente del salón. Parado frente a todos, traté de no mirar directamente a nadie, sabía que todos me miraban con ojos curiosos. Tomé aire y comencé. Al presentarme balbuceé, me sonrojé y tropecé con mis propios pies al volver a mi asiento. El resto de la clase pasó de forma más rápida, me tranquilicé y los latidos mi de corazón volvieron a un ritmo normal.

Apenas pude poner un pie fuera del aula cuando, este chico, Soulchan me abordó a la salida. Por alguna razón, no me sorprendió tanto como debería. Pero no dije nada.

–Hola –me dijo en la cara con su escandalosa voz.

–Hola…

–Vamos a comer juntos. No era una pregunta, así que no pude negarme.

No es que quisiera escaparme ni nada, no tenía a nadie con quien ir a comer. Pero tampoco me emocionaba la idea de ir a sentarme en la misma mesa que este chico que quería seguirme a todos lados. No sé, no me gustaba que estuviera tan interesado en mí... Era algo muy inusual.

Llegamos a la cafetería y nos formamos en la fila hacia la barra donde vendían la comida. Tardamos varios minutos en llegar al final. Pedimos nuestra comida y pagamos.

Con nuestro almuerzo en las manos caminamos hasta el final de una larga mesa con varias sillas ocupadas. Me presentó a los chicos que aparentemente eran sus amigos, pero se me olvidaron los nombres de todos en cuanto los pronunció. Noté que Soulchan parecía orgulloso de haberme traído a la mesa, el resto de los chicos no parecían estar interesados en nosotros, apenas se habían tomado la molestia de voltear a verme cuando me presentó y ahora apenas parecían notar nuestra presencia.

Me pregunté si Soulchan siempre era ignorado o era solo por mí. Me sentí un poco más cómodo con él después de eso, quizá él sea igual que yo, un chico invisible. Aunque por su forma de hablar me costaba creerlo.

Me limité comer y a asentir mientras Soulchan me explicaba sobre los profesores y las asignaturas. No intentaba comprender todo después de que me perdí en algún momento de la conversación, él hablaba mucho y muy rápido. Paseé mi vista de un lado a otro tratando de no enganchar mi mirada en la suya cuando al mirar sobre su hombro algo captó mi atención.

Era un grupo de chicos.

Atravesaron la puerta de la cafetería con bastante gracia. Eran solo cuatro chicos, pero llamaban la atención más que el resto del cuerpo estudiantil.

El que venía al frente perecía ser el líder, era alto con el cabello corto y oscuro. Otro, casi igual de alto, venía con un ligero andar despreocupado y llevaba despeinado el cabello castaño dorado. En medio de ellos dos venía a mi parecer el más raro de todos, un chico bajito y delgado, con rostro infantil y mejillas regordetas, era el que más resaltaba con su cabello rubio. El ultimo tenía el cabello castaño oscuro y también era alto, quizá más que los otros, y venía unos pasos detrás, con una sonrisa en la cara como si estuviera muy divertido, no entendí por qué ya que venía aparte del resto.

Se sentaron en una mesa de la esquina que estaba desocupada, algo raro ya que hacía rato que el almuerzo había comenzado y ya había mucha gente en la cafetería. Nadie más se sentó en la mesa con ellos.

– ¿Quiénes son ellos? –me descubrí preguntando, la vista aun fija en su mesa.

Soulchan se calló al instante y lo oí suspirar. Por mi entonación seguramente ya habría notado a quien me refería.

–Son Doojoon, Yoseob, Junhyung y Dongwoon –dijo echándoles un pequeño vistazo.

Okey, recordaría los nombres pero no estaba seguro de quién era quién.

–Ellos son Beast –habló de repente uno de chicos que estaba en la mesa junto con nosotros, que aparentemente había escuchado mi pregunta.

Me pregunté a qué se debía el nombre, pero pronto la duda se vio opacada porque en este momento solo podía notar una cosa.

–Son guapos…

Al instante, todos los chicos de la mesa, incluido Soulchan, comenzaron a reírse. Las palabras se habían deslizado fuera de mi boca. Me sonrojé, por supuesto.

¿Desde cuándo todos están pendientes de lo que digo?

–Son Beast –aclaró el chico que estaba junto a mí, como si eso lo justificara por completo y además resultara obvio.

Permanecí callado el resto del almuerzo. Ocasionalmente alzando la vista de mi comida para mirar a ese grupo tan curioso de chicos, ¿Beast?

¿Qué son Beast?

Cuando la campana sonó anunciando el fin del almuerzo tomé mi mochila del suelo y busqué el horario. Los otros chicos en la mesa también comenzaron a moverse perezosamente, aun platicando y riendo.

Yo no tenía ninguna razón para esperarlos así que me levanté.

– ¡Espera! –dijo Soulchan– te acompaño a tu siguiente clase.

Resistí el impulso de rodar los ojos.

–Puedes quedarte aquí si quieres –le contesté lo más amable que pude–. Yo quiero llegar temprano.

Me puse la mochila en el hombro y caminé rumbo a la salida de la cafetería. Soulchan, por supuesto, fue detrás de mí. Suspiré audiblemente.

¿Iba a hacer eso el resto del día? O peor aún, ¿el resto del año?

Anduve rápido a pesar de solo tener una idea vaga de a dónde me dirigía. Porque sí, quería deshacerme de Soulchan, aunque sea solo por un momento.

Llegué al salón, la clase era Economía en el segundo piso. Soulchan se despidió de mí en la puerta. El profesor estaba sentado en el escritorio acomodando algunos documentos. Cuando quise sentarme de di cuenta de que no había sillas individuales, eran pequeñas mesitas para dos personas. La mayoría de las mesas un estaban desocupadas, pero aun así me costó trabajo elegir un lugar donde sentarme. Me decidí por un lugar de las filas de la orilla, en una de las mesas del medio. Me quité la mochila y la puse en el suelo justo a mi lado.

Los demás fueron llegando de poco a poco. Como me lo esperaba nadie se sentó conmigo. Pero igual fue algo raro, porque era como si todos me miraran justo al entrar. A pesar de que era el chico nuevo yo no era lo suficientemente interesante para que sintieran curiosidad por mí. Aun así cada vez que llegaba alguien se extrañaba de verme e incluso después de que la clase comenzó las miradas aún continuaban sobre mí.

Después de que la clase ya estaba avanzada, alguien tocó la puerta. Y todos levantamos la cabeza para ver quién era. El profesor se acercó a abrir y detrás apareció una pequeña silueta.

El recién llegado no dijo nada y entró. El profesor tampoco preguntó nada.

Era uno de los cuatro chicos de la cafetería, uno de los Beast. Lo reconocí por lo poco común de su cabello rubio.

Me sorprendió que él también me mirara. Y me di cuenta que todos me miraban otra vez. Pero él lo hizo aún más que cualquiera. Me miró fijamente desde que entró al salón hasta que llegó y se paró frente a mí. Puso sus manos sobre la mesa y se inclinó hacia mí, aun sosteniéndome la mirada.

–Estás sentado en mi mesa –me dijo. Su voz era suave y aguda pero había determinación en sus palabras.

Tomé mi mochila del piso y me levanté con intención de huir.

–No te vayas –demandó–. Quédate aquí, te puedes sentar conmigo.

Se pasó del otro lado de la mesa y se sentó, su expresión aun atenta en mí, incluso apoyó su cabeza entre sus dos manos y me miró desde esa posición por un buen rato. Yo estaba resistiéndome a voltear, pensando que así él dejaría de verme, pero no fue así. Sentía la exposición de su vista fija en mí. Cuando me rendí y voltee había curiosidad en sus grandes ojos marrón chocolate. Su cara estaba demasiado cerca de la mía, tanto que tuve que recorrerme en la silla al lado contrario, aun así no despegué mi mirada de él.

Su cara era linda... pero graciosa. Me recordaba a la cara de un Muppet, más específicamente a la cerdita. Miss Piggy.

Tuve que morderme el labio para no reír. Y sin poder evitarlo se me escapó una sonrisa. Él me sonrió de vuelta mostrándome sus dientes perfectos y blancos.

–Hola –dijo con su vocesita.

–Hola saludé de vuelta.

Pero en cuanto lo dije él volteó su cara al frente y  decidió prestar, por primera vez, atención a la clase. Aburriéndose de mí demasiado pronto, la verdad no lo culpaba.

Después de eso la clase acabó realmente rápido, como si fueran minutos. Tomé mi mochila del suelo y guardé la libreta en la que solo había garabateado (no era como si pudiera hacer algo más sin libros de texto) y el par de bolígrafos que había sacado.

No lo hice apropósito, pero cuando salí tomé la misma dirección que mi compañero de mesa. Hasta  que una figura extrañamente familiar se paró delante de mí. Era otro de ellos. Los Beast. El que caminaba como si fuera el macho alfa.

– ¿Cómo estuvo la clase? –preguntó.

Levanté la mirada, pero sus ojos estaban conectados con el chico rubio a mi lado.

–Bien –contestó encogiéndose de hombros–. Él se sentó conmigo –me señaló.

Me sorprendí. No sabía por qué me había quedado ahí, viéndolos.

– ¿En serio? –preguntó con más incredulidad que interés. Su voz era grave y autoritaria como toda su apariencia.

Sus afilados ojos negros se clavaron de pronto en mí, como si estuviera tratado de sacarme una respuesta. Casi dolía.

–Doojoon –dijo el rubio alargando la última silaba–. Está bien, él fue amable conmigo.

Para mí sorpresa,  me sonrió y por fin dejó de mirarme de esa manera. Extendió el brazo y el rubio se acomodó a su lado.

–Adiós –dijo el que al parecer se llamaba Doojoon, antes de salir y llevarse al chico con un brazo sobre sus hombros.

No me moví ni un centímetro y me quedé ahí hasta que los vi desaparecer cuando dieron vuelta en el corredor.

– ¿Qué haces? –Una voz ya familiar me habló desde atrás. Era Soulchan, cómo no. Su voz, sin embargo, se escuchaba más seria.

Me volteé para verlo. Su cara lucía una extraña expresión.

– ¿Qué?

– ¿Hablabas con... los Beast? –preguntó con un exagerado tono de preocupación.

No. –No era mentira, yo no había dicho ni una palabra.

Pues que bueno –dijo un poco más aliviado–y no pienses en hacerlo ¿de acuerdo?

– ¿Quiénes son los Beast?

–Ellos, los que estaban en la cafetería y otr...

– ¿Qué son los Beast? –me corregí.

Son esos chicos, creen que mandan aquí en la escuela. Son malos y no se juntan con nadie aparte de ellos.

Me quedé un poco confundido. Su discurso parecía ensayado y poco creíble.

 ¿Por qué? –pregunté, ahora con mucha más curiosidad hacia ellos.

–Mejor no te acerques a ellos, ¿de acuerdo? –evadió mi pregunta–. Incluso los profesores los respetan.

Me quedé un momento pensando. Hace rato, el chico rubio había entrado como si nada al salón a mitad de la clase, el profesor no dijo nada y a nadie le pareció extraño. Definitivamente había algo con ellos.

– ¿A qué escuela ibas antes? –preguntó de pronto. Obviamente desesperado por cambiar de tema.

Yo no quería cambiar de tema, yo quería saber de Beast. Pero me di cuenta de que Soulchan no iba a responderme en este momento.

–Iba a una escuela pública en Gyeonggi –contesté sin demasiado ánimo.

– ¿Vivías ahí?

–Sí.

– ¿Y por qué te cambiaste?

–Tuve que mudarme aquí.

– ¿Por qué?

Lo miré por un momento, su curiosidad no me agradaba mucho. Sobre todo cuando él no quería contestar mis preguntas.

–Mi mamá se casó con un señor que vive aquí –terminé contestando.

No sé porque lo dije así como así. La verdad  no tenía ganas de hablar de ese tema.

–Suena como si no te agradara.

– ¿Y por qué iba a agradarme? –dije antes de poder detenerme–. Tuve que dejar mi escuela, mi casa y vida para venir aquí solo porque ella quiso casarse. Mi madre pensó que lo mejor sería mudarnos aquí, y tal vez lo es para ella, pero para mí no... odio estar aquí.

Me sentí mal después de decir eso. Mi mamá merecía ser feliz, pero no podía dejar de sentirme enojado por haber sido obligado a mudarme.

– ¿No te gusta Seúl? –De nuevo, Soulchan supo desviar el tema.

Esta vez lo agradecí

–No –contesté un poco molesto aun.

– ¿Por qué? Muchas personas quisieran vivir en la capital.

–Lo sé, por eso está llena de gente.

– ¿Eso es algo malo?

–Para mí sí.

– ¿Por eso eres así? –No contesté–. Pensé que solo podrías estar nervioso por el primer día de clases en una escuela nueva, pero ya veo  a que se debe.

–No es ni una cosa ni otra. –Su vista que había desviado regresó otra vez a mí– La verdad nunca hablo mucho.

–Yo creo que son las dos cosas, bueno... las tres.

Me reí por primera vez en el día, él también se rio.

–Tal vez tengas razón...

Habíamos estado caminando y bajamos las escaleras, sin darme cuenta Soulchan me había llevado al Taller de Computo.

–Tengo que ir a clases –le dije.

–Tu clase es aquí.

–No, ya tuvimos nuestra clase...

–Ven.

Traté de sacar el horario de mi mochila pero él ya me estaba jalando del brazo hacia adentro. Cuando por fin pude alcanzar mi horario me di cuenta de que, efectivamente, me tocaba aquí.

– ¿Cómo lo supiste?

Estamos en la misma clase, ¿recuerdas? –Hizo una pausa, pero yo no dije nada–. Si yo tengo clases aquí, entonces tú también.

No discutí eso. Nos sentamos juntos como en la mañana.

El profesor estaba explicando personalmente a algunos chicos. Me preguntaba si esta vez también me podría pasar la clase sin hacer nada.

– ¿No vas a hacer nada? –preguntó Soulchan como si hubiera leído mis pensamientos.

–Aún no tengo el libro.

–Compartiremos el mío.

Puso su libro de forma que quedara a la misma distancia de él como de mí. No hablamos el resto de la clase.

Al salir del taller Soulchan se ofreció a acompañarme hasta mi siguiente clase, Filosofía. Me negué, pero igual me acompañó. Cuando entré al salón la profesora estaba escribiendo en el pizarrón, su largo cabello negro colgaba a un lado cuando escribía en la parte inferior del pizarrón. Era una profesora joven, tanto como la de Lengua, pero esta se veía más guapa y menos inocente. Llevaba desabrochado los dos primeros botones, mostrando más de lo que me hubiera gustado ver, sus enormes pechos casi rebotaban hacía afuera de la apretada camisa.

Después de una hora el timbre sonó. Por fin el día escolar había acabado. Me alegré por dos segundos antes de recordar que ahora me esperaba algo igual o peor: mi casa, mi nueva casa.

Iba a mitad de camino cuando me di cuenta que me faltaba un cuaderno. Subí corriendo y entre de nuevo al aula, la profesora aún estaba ahí, por suerte también mi cuaderno. Lo guardé y volví a bajar.

Sin el resto de chicos que se aglomeraban en las escaleras, esta vez bajé mucho más tranquilo.

Hasta que lo vi.

Estaba aún en el último tramo de las escalones. Era otro de ellos, el chico de cabello castaño oscuro. Estaba caminando justo hacia mí.

Recordé lo que me había dicho Soulchan sobre ellos y por un momento pensé en alejarme, después me sentí estúpido solo por considerarlo. ¿Quién era él? Lo mejor ser ignorarlo como si fuera cualquier otra persona. Pero estando aquí, justo frente a él, no sé por qué no podía dejar de verlo, tal vez porque era muy guapo o porque ese asunto de los Beast me llenaba de curiosidad.

Pisamos el último –o primer– escalón al mismo tiempo. Debí dejar de mirarlo entonces, estaba justo a mi lado, pero no podía apartar mi vista de él.

Después sucedió lo que era inevitable.

Se dio cuenta de que lo observaba. Y por alguna razón, lo empecé a ver todo en cámara lenta. Como de tener la vista al frente fue posándola en mí. Me miró de la misma forma que yo a él, con detenimiento. En su boca se formó una sonrisa, era la misma que tenía antes en la cafetería. No puedo creer que lo recordara tan bien.

¿Cuánto duró? ¿Un segundo? ¿Dos? No lo sé, pero noté demasiadas cosas en ese momento instantáneo. 

Cuando terminé de dar el paso, todo volvió a la velocidad normalidad. Y había olvidado que aún estaba en las escaleras, en el último escalón. Perdí el equilibrio y me caí al suelo. Incluso mis lentes salieron volando.

Oír su risa solo hizo que mi vergüenza aumentara. Me levanté rápidamente antes de que alguien más me viera en el suelo, aunque la verdad no me importaba lo que los demás pensaran de mí, igual no iban a recordar quién era yo. Esperaba con toda mi alma que él tampoco.

Me agaché tratando de levantar mis lentes del suelo, pero mi mano chocó con la suya cuando lo intentamos al mismo tiempo. Alejé mi mano en acto reflejo y permanecí quieto pero suficientemente alejado de él.

–Aquí están –dijo aguantándose risa.

Estiré la mano pero mantuve la vista abajo y tampoco pude decir nada.

Lo único que quería era irme lo más rápido posible, quería incluso no volver jamás a la escuela para no toparme otra vez con este chico.

Pasaron unos segundos sin que me devolviera mis lentes, así que tuve que voltear a verlo. Él sonrió cuando nuestras miradas se encontraron de nuevo. Era alto, varios centímetros más que yo.

– ¿Podrías dármelos? –dije con los dientes apretados tratando de no balbucear.

Su sonrisa me molestaba. Todo él me molestaba.

Estiró sus manos pero no me entregó mis lentes, trató de ponérmelos él mismo. No se lo permití. Los quité de su mano y me los puse en un impulso violento. Él se rio, pero no una carcajada como antes, una simple risita.

– ¿Tú eres...? –preguntó pero no terminó la frase.

No tenía idea a que se refería pero seguramente no se trataba de mí. No había manera de que él me hubiera notado en la cafetería.

–Estabas sentado con Yoseob –dijo después.

Lo miré confundido. Pero pensé por un momento y me resultó fácil adivinar a quién se refería. El chico rubio de la clase de Economía.

Pero, ¿acaso él le habría hablado de mí? Eso no tenía sentido. ¿Por qué ellos hablarían de alguien como yo?

–Sí –contesté titubeante, aunque traté de actuar como si nada.

–Chico nuevo, eh. Me miró como si me analizara–. Aun no has oído los rumores.

–No. ¿Qué rumores?

–Tenemos una clase de fama aquí en la escuela –dijo con cierta gracia detrás de sus palabras–. No te acerques a nosotros, te puedes meter en problemas.

– ¿Quiénes son "ustedes"? –pregunté, pero él permaneció callado. –Si no me dices, no sabré qué es lo que tengo que evitar. –Aunque traté parecer inocente me avergonzó el gran interés que delataba mi voz.

Supongo que así estas bien –dijo volviendo a poner una sonrisa.

Aunque tratara era inútil, nadie iba a decir nada. Realmente quería saber el asunto de Beast.

–La verdad no entiendo de qué va esto, no sé de qué hablas.

Me volteé con intenciones de irme pero al apenas comenzar a andar él me tomó del brazo impidiendo que pudiera seguir avanzando. Un flashazo de pánico me recorrió el cuerpo, se supone que ellos son malos, acaso iba a golpearme. O qué era lo que pretendía.

Lentamente, giré hasta que mis ojos se encontraron con los suyos. Me miraba intensamente pero no pude encontrar ningún indicio de que estaba enojado. Pude relajarme un poco cuando su mano liberó mi brazo.

–Mi nombre es Dongwoon, ¿cómo te llamas?

–No tengo por qué contestarte.

Si él sabía mi nombre iba a ser más difícil que se olvidara de mí, y eso era lo que quería. Me volteé esta vez decidido a irme, pero él caminó y se puso en frente de mí bloqueando mi camino.

–Espera...

– ¿Qué? –dije enfadado.

–Esto es gracioso –dijo como para sí mismo–. ¿De verdad no piensas contestarme?

–No, y tengo que irme. Traté de darle la vuelta pero de nuevo él me detuvo–. Déjame pasar.

No lo haré hasta que me respondas. Si quieres, podemos quedarnos aquí toda la tarde. A mí no me importa, de hecho, eso realmente me gustaría.

Evité mirar su sonrisa pero sabía que ahí estaba.

–Eso no va a pasar –susurré. Me volteé para irme por donde llegué pero él me sostuvo.

–Hablaba en serio –dijo a mis espaldas.

Sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo y me volteé rogando que él no lo hubiera notado.

Yo también –respondí.

El paso que di para alejarme Dongwoon lo dio de vuelta hacia mí, quedando otra vez enfrente.

De la nada alzó las manos y lentamente las fue situando a cada lado de mi rostro, poniendo sus manos en mis mejillas. Me quedé inmóvil sintiendo mucho calor bajo sus manos; no supe si era el calor de sus manos o que estaba comenzado a sonrojarme. Dio un paso más cerca de mí, lo sentí demasiado cerca. Los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse, desbocados. Supuse que mi cara debía estar tan roja como un tomate, aun así no hice ningún intento de apartarme. En su boca había una sonrisa, pero no como las otras que le había visto, esta era una sonrisa más traviesa y maliciosa.

Despacio, muy despacio, sus manos se fueron alejando de mi rostro. Tardé un poco en darme cuenta que estaba sacándome los lentes.

–Te ves más lindo así –susurró, aun con esa sonrisa en su boca.

No pude más y salí de ahí.

Notas finales:

Gracias por tomarse la molestia de leer lo que escribí y tener la paciencia de llegar hasta acá.

 

Espero de verdad que les haya gustado el primer capítulo, sé que es un poco (muy) largo pero tenía un montón de cosas que poner.

 

Sus opiniones siempre son bienvenidas.

Un beso, bye!


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