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Una y otra vez por azumicard

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La llegada de los gemelos causó toda una revolución en el 221B.  Cambiando radicalmente la vida de sus padres, ahora las necesidades de ellos eran más importantes que cualquier caso interesante.  La dedicación de John hacía los bebés era las 24 horas del día, disfrutaba al máximo cada instante que pasaba con ello. Tenía la necesidad de tenerlos en sus brazos, de contemplarlos, acariciarlos, mecerlos y protegerlos.  El contacto corporal, el intercambio de miradas y sonrisas entre John y los bebés, establecía  un  profundo vínculo entre ellos.  Este lazo se halla atravesado por un nuevo tipo de amor. Por uno que nunca antes, fue experimentado por él. Es especial e único, que no puede compararse con el de una relación romántica.   En cambio Sherlock,  se sentía extraño por la sensación que producía tenerlos en brazos, creía que dicho lazo se daría de manera automática e inmediata. Falló su lógica, tenía que desarrollar a medida que se van conociendo, descubriendo y experimentando para generar tal vínculo.  Por lo tanto, los bebés preferían los brazos de John, esto es porque desde el vientre, ellos pueden escuchar la voz de su madre y la pueden distinguir perfectamente de otras voces extrañas. Cuando nace, sabe quién es su madre y puede sentirle incluso desde su olor.

 

El asunto de la remodelación a la habitación de John,  fue solucionado con la contratación de un profesional  en el tema.  Porque Sherlock era consciente que John no tenía buen gusto,  solo hay que recordar los diversos jersey coloridos  utilizado en la fiesta de navidad, como en otras ocasiones.  Tenían el doble de preocupación a la hora de decorar la habitación, parecía una labor complicada a los ojos del detective, pero una tarea sencilla para John. 

 

—… entonces colocaremos varios cuadros de diferentes colores por este lado, y al otro extremo irán el stand que albergará los peluches… – John explicaba a Sherlock su idea de decoración.

 

—  Terminarás saturando la visión de los gemelos con tantos colores  esparcidos sin ningún sentido.  Rellenando los espacios vacíos con cosas innecesarias. El objetivo  de la decoración, es conseguir un ambiente cálido y agradable, que invite a la relajación y al sueño, así que es preferible  utilizar tonos suaves y claros.

 

— ¿Buscar un equilibrio? 

 

—  Efectivamente.  Además, los muñecos de peluche que deseas colocar, suelen cumplir una función decorativa  y  su poca utilidad práctica durante las primeras semanas de vida. Este tipo de juguetes puede albergar polvo o causar alergias a los gemelos.

 

— Entendí perfectamente que no puedo participar en la decoración de la habitación de mis hijos.  Según tú, mis ideas son excéntricas.

 

— Te quejas con la persona equivocada, fue Mycroft, quien  se encargó de contratar a una decoradora de interiores.

 

— Pero por primera vez, no rechazaste su propuesta.

 

— Era necesario.  Ya  solo nos queda  aprobar  una de las tantas propuestas.

 

—  Bien… - resignado da un suspiro profundo.

 

— Es cuestión de funcionalidad – le da un beso en la frente -Tienes bastante trabajo cuidando de los gemelos. Deberías tomar un breve descanso, antes que llegue la decoradora.  O mejor dicho… - saca el celular del bolsillo -  es hora de alimentarlos

 

 

Los padres primerizos van a la cocina a preparar los biberones.  Entran a la habitación del detective, donde los bebés dormían tranquilos sobre la cama; eran dos gotas de aguas, uno a lado del otro.  Ya que, eran recién nacidos, dormían entre 16 y 20 horas por día y no distinguen el día de la noche.  En algunas ocasiones se despertaban solos para alimentarse, pero mayormente necesitaban que sus padres los despierten.   Acarician  con delicadeza el rostro o frotarle la barbilla. Luego acercar el biberón hacia su diminuta boca para que tome su leche.   Con cierto temor, Sherlock estaba realizando esa labor porque la señora Hudson no se encontraba  para ayudarlo. El frágil cuerpo de su hijo, provocaba  emociones indescriptibles, entonces los ojitos del bebé se clavaron en los de su padre. Y  como la primera vez, apretó  el dedo del detective con su pequeña mano.

 

El tiempo estimado de la remodelación fue de cuatro días, mientras tanto Sherlock y John continuarían compartiendo habitación con sus hijos.  Era imposible cualquier contacto físico entre la pareja. La decoración del lugar fue moderna, sofisticada y elegante; nada ostentosa. El clásico color azul y el gris predominaban debido a su versatilidad. Los muebles eran  de color blanco y los diversos artículos, como mantitas, sabanas, ropa combinaban con los colores elegidos. Un espacio multifunción decorado en tonos neutros que crecerá con el bebé y se convertirá en habitación infantil con el paso del tiempo. Al tratarse de una habitación promedio, las dos cunas se colocaron lado a lado porque a los gemelos les encanta estar muy juntitos. A medida que crecen pueden "charlar" a través de las barandillas. También incluyeron un pequeño sofá para arrullarlos y alimentarlos.  Fue aconsejable una butaca  que permita  tener una buena postura durante la alimentación de los bebés, unas estanterías o contenedores dónde irían colocando sus juguetes y libros. Una  alfombra para sus primeros juegos en el suelo, un par de lámparas ubicadas en cada extremo y cortinas para tamizar la luz.

 

Durante la primera semana, la única prioridad de John fue sus amados hijos. En pocos días iba conociendo sus  necesidades y como atenderlas.  No obstante, la limpieza del hogar, la preparación de comida  entre otras labores  fueron olvidadas.   No era tan importante en ese momento, lo mejor era atender a los bebés y compartir el sueño cuando ellos se dormían. Los gemelos implican un trabajo doble: hay que cambiar a cada bebé  unas diez veces al día y alimentarlos y calmarlos otras tantas; John terminaba exhausto.

 

—  ¿Pero qué sucedió aquí? – Pregunta la señora Hudson, al entrar al piso –  Sherlock, deberías ordenar este lugar, en vez de estar tirado en el sofá sin hacer nada.   

 

— Silencio… si continua gritando va a terminar despertándolos – habló casi susurrando -  cuando John,  concluya su respectivo descanso, podrá  encargar del desorden. Hasta entonces, manténgase callada  porque estoy ocupado – vuelve a cerrar los ojos y juntar las palmas de las manos.   

 

—  Tú los engendraste, así que demuestra un poco  de responsabilidad. No vas a dejar todo el trabajo al pobre de John – reclama –  realizaré las compras en tu lugar, pero te encargarás de lavar la ropa y arreglar este lugar.

 

—  ¿Alguna otra cosa?  

 

— Si,  retira todos tus experimentos de la mesa donde almorzaremos. Vuelvo enseguida.

 

 

La interrupción ocasionó que el detective abandonara su cómodo lugar para realizar  tareas domésticas, considerándolo  aburrido.  Desganado  fue a la cocina y empezó a guardar los instrumentos utilizados en los tantos experimentos.    Lo siguiente  en la lista era lavar la ropa sucia, así que era momento de por fin utilizar la lavadora. En todo el tiempo que llevaba viviendo con John, nunca utilizó dicho aparato  porque su compañero se encargaba de todas las tareas domesticas; siempre tenía ropa limpia.  Algo tan sencillo como lavar sería cuestión de poco tiempo, sin embargo no fue así para Sherlock.

— Camisas,  pantalones,  jersey,… uhm… -mira toda la ropa  en el cesto- No es necesario  clasificarlos, todo terminará lavándose.  El orden de los factores no altera el producto -  metió la ropa.

 

Nunca se había interesado  por aprender a usar la lavadora,  tenía  resuelto ese problema. Sin embargo, tuvo que apelar a sus recuerdos  para hallar información que lo ayude con el procedimiento.   Recordó que un par de ocasiones vio a John realizar el lavado  en su presencia, a pesar de no prestar mucha atención, grabó en su mente los primeros pasos a seguir.

 

— Bien… el agua está llenando el tambor, lo siguiente es… - observa los diversos botones y luces parpadeantes de la  lavadora semi automática – necesito detergente, también algo llamado enjuague – se dirige al stand de productos de limpieza. Coge uno a uno los frascos  hasta dar con los correctos.

 

Leyó las instrucciones  detrás del empaque y los siguió al pie de la letra.  Agregó dos tazas de detergente, insatisfecho por lo poco que parecía agregó una medida más.   En cambio con el enjuague  utilizó  la medida correcta, debido al intenso olor a lavanda.  Estaba satisfecho  por sus primeras victorias, pero fue opacado por los insistentes pitillos  de la lavadora.  Le sacó de quicio.

— ¡¿Qué quieres?!  Porque demonios haces ese ruido tan molesto –se queja – Son unos idiotas los que fabricaron esta máquina – cierra con fuerza la tapa de la lavadora con fuerza, presiona el botón lavado -  Una hora, tengo tiempo suficiente para  involucrar en alguna investigación. Los incompetentes de Scotland Yard necesitan de mi ayuda o no resuelven  ningún crimen.

 

Antes de cumplirse  la hora, la señora Hudson regresa  con un par de bolsas de compras, en cada mano. Queda sorprendida al ingresar, el lugar estaba relativamente ordenado tal como había sugerido.  Anuncia su llegada, pero no encuentra respuesta,  sigue su camina hacia la cocina e inicia los preparativos de la comida, tanto para ellos como para los bebés. Al poco tiempo, Sherlock y John salen de la habitación cogidos de la mano, este último bostezaba cubriéndose la boca con su mano. Fue directamente a preparar una buena taza de café con la finalidad de mantenerlo despierto durante el resto del día; los gemelos estaban consumiendo toda su vitalidad.

—  No deberías abusar del café, querido – comentó la señora Hudson

 

— Ni que fuera a amamantarlos – intervino Sherlock – no compromete en lo absoluto el bienestar de los gemelos.

 

— ¡Sherlock! –Exclamó John- es ridículo tu comentario. Estoy demasiado cansado para discutir contigo – empezó a tomar el café.

 

— ¿Lavaste la ropa como te indique, Sherlock?

 

— ¡¿Qué?! – Por poco se atora John, al escuchar la noticia – ¿Sherlock lavó la ropa?  

 

— Técnicamente, fue la lavadora. Son unos tontos al subestimarme que no puedo realizar cualquier tarea doméstica. He comprobado  mi capacidad de adaptación.

 

— Entonces no tendrás ningún inconveniente en ayudarme a alimentar a los bebés. Voy a necesitar ayuda – habló la señora Hudson – Y tú John, podrías sacar la ropa de la lavadora, ya debió cumplirse el plazo.

 

 

Cada quién fue a realizar la labor asignada.  Todavía, Sherlock tenía problemas en el proceso de alimentación a los bebés, no inclinaba lo suficiente el biberón para que el bebé succione con facilidad la leche, sino dejaba que tome aire, lo cual era nocivo.  El garrafal error fue corregido de inmediato por su casera, como también la postura que debe mantener. Pero era innegable que su pequeño hijo disfrutaba estar en los brazos de su padre porque mientras tomaba su leche, tenía sus pequeños ojos clavados en el rostro del detective. Él lo miraba con el ceño fruncido, para después dejar ver una amplia sonrisa.

 

John entró al cuarto de lavado, vio que la cesta de ropa sucia estaba semi vacía, había rastro de detergente en todo el piso y el stand de productos de limpieza estaba en completo desorden. Era una señal clara que el detective había estado ahí, así caminó unos pasos más hasta llegar a la lavadora. Efectivamente el lavado concluyó,  abrió la tapa y empezó a sacar la ropa limpia. La primera prenda en tener en sus manos fue su jersey favorito con varias manchas moradas. Miró la prenda por todos los ángulos posibles, confundido sacó la siguiente prenda y ahora la camisa a cuadros tenía una pequeña mancha color roja. Una tras otras iba sacando las prendas  hasta encontrar en el fondo: la camisa purpura de Sherlock, su bufanda azul y el bóxer rojo con rayas blancas.  Muy enojado salió en busca del responsable de tal terrible desastre.

 

— ¡ Sherlock Holmes! – Gritó a viva voz – Puedes explicarme que significa esto – muestra la prenda manchada.

 

— Es uno de tus anticuados jersey- responde tranquilo y continúa leyendo el periódico.

 

 — Por qué metiste toda la ropa a la lavadora sin antes seleccionarla. 

 

— Ropa blanca, ropa de color, ropa negra, al final siguen siendo prendas de vestir. Porque debería seleccionar, si al final todo terminará en la lavadora. No entiendo tu lógica, menos tu enojo contra mí.

 

— Cuando laves tu ropa, hay dos cosas principales que debes tener en cuenta: el color y el material del que están hechas. No todas las telas pueden soportar la misma presión de agua o potencia del tambor. Debiste separar la ropa clara de la oscura, especialmente la ropa nueva, algunos de los tintes usados en la tela se saldrán.  - muestra la prenda - También es necesario separa la ropa interior; metiste todo sin fijarte en ninguno de estos detalles.

 

— Sin darme cuenta, hice un bien a la humanidad, arruinando ese jersey horrible que tienes – responde convencido de sus palabras – como también las 3 camisas a cuadros. Ve el lado positivo, no se arruino tu bóxer favorito.

 

— ¡Colocaste mucha cantidad de detergente y  casi toda mi ropa terminó manchada por tu estúpida camisa púrpura! –Reclamó – es como si lo hubieras hecho apropósito, porque tus camisas blancas están intactas, al igual el resto de tu ropa.

 

— Cuestión de precaución

 

— ¡¿Qué?!

 

— Era  preferible experimentar primero con tu ropa que con la mía. 

 

— Sherlock, eres un estúpido – sin decir otra palabra más, se retira muy enojado del lugar.

 

 

Mientras  La  ropita de los gemelos no tiene nada de particular, ni diferente, el problema radicaba en John ya que estaba indeciso en la elección. La situación incómoda, llevó a Sherlock escoger la ropa mediante los parámetros: la ropa tiene que ser cómoda y fácil de poner y quitar, siempre teniendo en cuenta el confort del bebé. Quería salir de la tienda lo antes posible porque odiaba las multitudes. Además si necesitaban más podría comprar por Internet.  Vestir a un bebé recién nacido requiere delicadeza, más cuando son padres primerizos.  En el momento que  John vestía a uno de los gemelos, su hermanito lloraba en busca de atención; era una situación complicada.

 

En ese lapso, el tema de los nombres fue un asunto pendiente, propuestas sobraban. Todos sus conocidos tenían una lista interminable de nombres, desde los más comunes hasta los más raros.  Cuando venían de visita, dejaban a relucir sus intereses: tomar  en cuenta los nombres que ellos sugerían. Querían ser parte del suceso más  importante, sin embargo Sherlock se encargó personalmente de rechazar todas las propuestas con su singular  lógica. La señora Hudson les propuso llamar a uno de ellos Hamish, fue rechazado al instante; ningún nombre de los padres llevaría los gemelos; descartaron una opción  tan obvia.  Durante las noches, dejaba su habitación para John y los gemelos mientras terminaban la remodelación. Aprovechaba las madrugadas en realizar un análisis exhaustivo de los nombres para bebés. Nada parecía convencer su pensamiento deductivo, ante sus ojos ningún nombre proyectaba la esencia de sus hijos.  Así los días continuaban y la situación era la misma; los bebés anónimos.

 

Durante la hora del desayuno, Sherlock aún tenía el pijama puesto y estaba leyendo el periódico en busca de alguna noticia interesante, en cambio John comía sin prestarle atención, tenía unas visibles ojeras. A pesar de su estado caótico, sus cinco sentidos estaban alertas, tenía la mirada fija en el intercomunicador, ubicado a pocos metros. Compraron uno porque ayudaba a captar cualquier sonido de los bebés ya que están en una habitación alejada. 

 

— Estas muy paranoico, relájate John. Hace poco se durmieron, tardaran en despertar

 

—  Pero, me preocupan. Ayer fue su primera noche en su nueva habitación, estuvieron muy intranquilos, prácticamente paso toda el día con ellos hasta que se acostumbraron – va a la cocina a preparar café. Vuele con dos tazas -  Estamos postergando demasiado el asunto de los nombres, si continuamos así… - es interrumpido por Sherlock que baja el periódico para dirigirse a él. 

 

—  Voy a concederte la elección de los nombres.

 

—  ¿Enserio?  -queda sorprendido, piensa antes de hablar – Graham… se llamará Graham el más inquieto.

 

—  Te falta el segundo nombre – mueve los labios como si estuviera deletreando un nombre, John lo percibe y deja escapar una risita.

 

—  Esta bien Sherlock, el otro gemelo tendrá el nombre Ian

 

Resuelto el asunto de los nombres, continuaron el desayuno, pero Sherlock quería otra cosa como desayuno. Volvió a leer el periódico,  sin tener contacto visual con John, aprovecha para deslizar uno de sus pies debajo de la mesa. Realiza un rápido cálculo, estira un poco su larga pierna y termina rozando el miembro de John.  Tira el poco café que quedaba en la taza  al sentir ese contacto inesperado.

 

—  Parece que alguien está despierto – mientras habla  detrás del periódico, su pie va aproximándose peligrosamente al área sensible – uhmmmm… porque estas así John, si aún no te he tocado como es debido – masajea con la planta del pie esa parte dura.

 

—  Ba…basta Sherlock…  detente por favor… no seré capaz de contenerme  –mueve la cadera insistente, adoraba ese contacto.

 

—  Enserio quieres que me detenga – se acerca  y coge su rostro del mentón – tu cuerpo dice otra cosa.  Ha pasado mucho tiempo para decir no-.

 

 

Los movimientos de ambos tomaron intensidad, estaban demasiados excitados para detenerse.  John jadea  y  tiembla por los estímulos. Provoca al detective mordiendo sus propios labios y mostrando  su rostro sumergido en placer. La respuesta llega de inmediato, con desesperación Sherlock besa  sus húmedos labios. Los amantes utilizan sus manos para  rodear el cuerpo del otro, así la distancia era corta e íntima.  Sus bocas prácticamente terminaron pegadas,  no rompieron el beso durante un largo tiempo, parecía el más prolongado hasta ahora. Lamentablemente la necesidad por oxigeno prevaleció sobre ellos. En el entretiempo, Sherlock botó las cosas de la mesa  y  colocó a John encima, dispuesto a engullirlo. Cuando sus labios están a milímetros de unirse, el llanto de uno de los pequeños otra vez los interrumpe.        

 

— No puede ser… Así jamás tendremos un momento para nosotros solos -  John se levanta de su cómodo lugar y va a donde los pequeños.

 

Organizaron una  pequeña reunión con el propósito de presentar a los gemelos  en sociedad. La idea surgió de la señora Hudson, los padres tenían que cumplir las normas formales establecidas por la sociedad, pero  obviamente Sherlock  se opuso rotundamente, era suficiente soportar visitas inesperadas todo el tiempo debido a los gemelos. La parte sobreprotectora  emergía  poco a poco del detective, de una manera peculiar  demostraba sus sentimientos. El solo hecho de pensar que un grupo de personas  iban a ocupar un espacio dentro de su departamento, logró que respondiera con  argumentos válidos y complejos. Todo parecía que no daría de parecer, sin embargo John tuvo  la misión de convencerlo. Al final  aceptó, pero con algunas condiciones  de por medio.  El esperado día llegó, uno a uno llegaban los invitados, al cabo de un tiempo el lugar terminó repleto. Sherlock guardó cierta distancia que no fue impedimento para observar el proceso de socializar entre ellos.  Parado cerca de la cocina no perdía de vista a John que se encargó de las formalidades. La persona más importante había llegado  desafiando a todo pronóstico  porque su trabajo le mantenía ocupado gran parte del día  y evitaba  reuniones sin sentido.  Mycroft ingresa ante la vista atónita de Molly, señora Hudson y el mismo John no podía creer lo que sus ojos miraban. Solo se tomó la molestia en saludar al doctor Watson y fue directamente donde se encontraba su hermano menor.

 

—  Creí que estabas ocupado - habla sin mirarle

 

— Hice un pequeño espacio dentro de mi apretada agenda  para conocer a mis "sobrinitos"-enfatiza- que hacen tus peores enemigos hablando con John- mira algo molesto por la multitud.

 

— Fue idea de John invitarlos, no soy parte de esta absurda e innecesaria reunión. Socializar es el punto focal de los presentes - cambia de expresión al  percatarse que su hermano desvía la miraba un instante - Pero  de que te quejas Mycroft, por lo visto tus intensiones son dos y no una como  parecía ser en un primer momento.  A juzgar por esa minúscula expresión me lleva a pensar que estas feliz por  volverlo a ver.   

  

—  Errónea  deducción

 

—  Mentir no es lo tuyo Mycroft - le mira -  Deberías adornar  la mano de Lestrade.

 

— Ya lo hice, hace mucho tiempo atrás. Si observas cuidadosamente su mano derecha, verás una marca imperceptible en el dedo anular. Ahí está situado el anillo, no lo lleva puesto por obvios motivos – hace una pausa – En cambio la mano de  tu adorado doctor Watson está vacía. Una vez más te gané – sonríe triunfante.

 

—  No ganaste nada… Tengo dos hijos, lo olvidas -devuelve la sonrisa de triunfo

 

— Yo lo hice primero con Lestrade, además tome su virginidad  antes que tú lo hicieras con John- le mira superior.

 

—  Datos irrelevantes, todo se reduce en procrear hijos, algo que tu no experimentaras Mycroft. En cambio yo tengo dos  increíbles gemelos- enfatiza 

 

— Fui el primero en nacer y mami me quiere más que a ti.

 

 

Los hermanos Holmes  inician otra de las tantas acostumbradas  discusiones, el lado infantil emergía si se trataba de ver quién  de los dos  era superior al otro.  Ninguno quería perder, así que empezaban con sus argumentos coherentes que terminaban en absurdas palabras. La señora Hudson tuvo que intervenir en la riña familiar, al verlos discutir. Reprendió a ambos por su comportamiento fue de lugar, pero no fue impedimento para  que sus miradas continuaran con la riña.  Mycoft perdió la pelea de miradas  cuando se  retiró de ahí para aproximarse a  lado del inspector.

—  Sherlock es un imbécil- mira molesto a Lestrade

 

—  Que hizo ahora -  deja la conversión con Molly y presta atención  

 

—  Alardea de sus hijos. ¡¿Te das cuenta?! Dice que me ganó porque tiene a sus gemelos como prueba irrefutable. Es un  engreído

 

—  Ustedes nunca dejan sus peleas infantiles. Debo admitir que tienen unos hijos muy hermosos; es innegable la belleza de esos pequeños. Una combinación perfecta de ambos padres – sonríe –  La semana pasada vine a visitarlos, encontré a  John  y a su casera alimentando a los pequeños.  Es como los describió Molly.

 

—  Dame hijos y que sean más hermosos que los de Sherlock – le mira directamente a los ojos – No pienso perder contra él.

 

— ¡Basta Mycroft!- alza la voz y lo lleva lejos de la multitud - No seré parte del   juego para  demostrar quién de los dos hermanos Holmes es mejor.

 

 

Iba a replicar pero siente la necesidad de amarlo ahí mismo, arrastra al inspector contra su voluntad hacia la habitación que pertenecía a su hermano menor. Como parte de su venganza,  utilizaría el lugar  para el encuentro lujurioso.  Ver a Lestrade sobresaltado, logró despertar el lado salvaje de Mycroft que acorraló a su indefensa presa – Te comeré aquí mismo- susurró con una voz bastante excitada.  Era una clara señal que la bestia había despertado, la mejor opción huir porque si no sería devorado al instante.  Por  intentar convencerlo a través de palabras recibió una sonora bofetada  y le ordenó colocar su cuerpo contra la pared.  Separó las piernas del prisionero casi por la fuerza, aflojó el cinturón y dejo caer los pantalones.  Con una mano  acaricia su trasero realizando movimientos circulares que terminan en su entrada; dos dedos se deslizan hacia adentro.  La otra mano baja la bragueta del pantalón y saca su miembro erecto. Los dedos fueron remplazados por el miembro de Mycroft que penetró profundamente en el cuerpo del inspector. 

 

— No gimas alto, sino la diversión terminará  muy pronto - embiste duro y los gemidos no se hicieron esperar.

 

— Ngh... ha...! No mas... ¡Ah! – cuando creyó que estaba en una situación complicada, sintió un tacto conocido en su miembro que lo estimulaba; el placer se duplicó -.

 

—  ¡AHHHH!¡¡Ah…ah–ah…!!- Contiene sus gemidos mordiendo sus labios y ejerciendo presión con sus manos contra la pared.

 

 

Las embestidas empezaron a empujarlo más contra la pared pero las manos de Mycroft sujetaban  y  atraían las caderas de Lestrade. Buscaba  una penetración cada vez más profunda, con cada nueva estocada, se encontraba a sí mismo estrechándose aún más contra él.  Le nalgueó un par de veces para que  dejara de apretar su interior o de lo contrario se vendría.   Los movimientos de las estocadas se hizo aún más violento, y sus sentidos no podían mantener el ritmo establecido.  Sumergido  en el placer absoluto,  obligó a su mente concentrarse en no dejar salir ningún grito, sino los invitados tendrían un espectáculo gratuito.  Mycroft era consciente de la intensión de su amante por ello profundizó la conexión y llegar a ese punto vulnerable.  Un grito bastante sonoro resuena en el piso. 

 

— ¿Escuchaste eso?  -  pregunta John a Sherlock

 

— No puedo creer que esos dos se atrevieron hacerlo aquí- protesta

 

— ¡¿Est...Están teniendo sexo en mi casa?!- grita sorprendido, algunos voltean cortando la conversación, la multitud terminó en silencio y los jadeos de placer del inspector inundó el ambiente.  John aclara su garganta ante tal escena vergonzosa  - Bien… sigan charlando entre ustedes. Vamos, continúen -  Todo el piso rompió en murmullos ante la escena reciente. Enciende la radio y cubre los jadeos. Sonrojado se acerca hacia su amante – Sherlock llegó el momento -.

 

 

Con un fuerte empuje se desliza más profundo, golpeando la próstata de Lestrade y  se siente bañado  por una humedad caliente en su interior. Dio su último gemido que fue el doble de intensidad  que la música no logró disimular.  Mycroft  parecía que estaba más que satisfecho, sale sin cuidado, entonces su amante se desliza por la pared y cae de rodillas a punto de colapsar.  Inexplicablemente le ayuda a limpiarse, luego a vestirlo. Quedan sentados en el piso, agitado el inspector reclama por tomarlo en el lugar menos adecuado; en la habitación de su hermano.  Hizo una mueca como si le importara. Para poner fin al encuentro casual ambos terminan envueltos  en un beso desesperante, la lujuria ordenó a sus bocas comerse entre ellas  hasta el punto en que sentía que estaba a punto de desmayarse. Su boca estaba devastada, incluso dejándolo incapaz de respirar correctamente, y parecía que no se quería poner fin a ese apasionado beso.

 

 — Estabas muy caliente, como me gusta- besa su cuello – Te excita hacerlo en lugares extraños porque no dejabas de apretarme - se levanta de golpe – Vamos que ya debe haber empezado la presentación –  Dan tres pasos fuera de la habitación y se encuentran frente a frente a los padres de los gemelos.

 

— Que sutileza la tuya Mycroft – en tono sarcástico comenta Sherlock - No pudiste esperar llegar a otro lugar que no sea precisamente mi habitación. Tuvieron un  público dispuestos a continuar escuchando esa voz que no  lograste retener-.

 

— Sherlock...- codea a su amante- creo...que debieron ser más...moderados-no sabía dónde meter la cara.

 

— Les di un espectáculo a su aburrida reunión –responde Mycroft

 

— ¡El único aburrido eres tú! Espero que sus enfermizos sonidos no interrumpieran el sueño de mis hijos.  Estás empecinado en causarme problemas, no respetas la propiedad ajena, lo mismo hiciste con John – le mira renegado – solo vienes a irrumpir la tranquilidad-.

— Por favor Sherlock, si vas hablar del pasado, vamos a tocar esos temas que nunca quieres referirte. Hay cosas que John no sabe. ¿Quieres que se entere? –Sonríe – Él sabe lo que hacías aquí antes  que…  ya sabes a que me refiero, no hay necesidad de completar la idea. Tú y yo sabemos ese pequeño secreto -.  

 

— De que habla – mira molesto-  Sherlock que ocultas

 

—No tomes tan en serio las palabras de mycroft – interviene el inspector al darse cuenta  que Mycroft había logrado su objetivo "molestar a John"

 

— Como puedes soportarlo es tan...egocéntrico – agrega John

 

— Basta con observar tu rostro Lestrade para deducir que ni tú sabes la respuesta a tal enigma  – lleva la mirada a la otra persona – Alguien va a terminar perdiendo  a su amante y ese no soy yo. Por método de descartes  sería… - realiza una pausa - Hasta el mejor subordinado puede revelarse si no recibe el trato esperado, además Lestrade es el perro faldero de cualquiera que… - dejó a mitad su hablar porque Mycroft le sujeta del cuello.

 

— No llames perro faldero...-lo empotra contra la pared- a mi futuro esposo-hace presión- o tengo que recordarte quien te fue infiel con esa mujercita- le recuerda el acontecimiento con Sarah. Los hermanos Holmes  terminaron peleando mediante esas miradas desafiantes y llenas de rencor.

 

Notas finales:

 


 


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