Camus se dirigía al templo de Milo, ambos eran muy buenos amigos desde hace tiempo pero Camus quería algo más que una simple amistad, para su mala suerte Milo tenía una relación con alguien más y sus sueños de poder tener algo más con él se esfumaban al recordarlo.
Camus iba a ver a su amigo porque lo había visto llegar a su templo algo diferente a como siempre llegaba de sus citas, se le hizo muy extraño por lo cual decidió ver si todo estaba en orden.
En pocos minutos llegó al templo de escorpio y entró para buscar a Milo, había algo que no estaba bien, era extraño que en el templo de Milo hubiera tanto silencio.
-¿Milo estas aquí?- preguntó Camus sin obtener alguna respuesta.
Estaba demasiado silencioso y oscuro, era tanto que el lugar tomaba una apariencia tétrica, Camus no tomo importancia al aspecto que tenía el lugar, solo tenía en su cabeza la idea de encontrar a Milo.
Siguió buscando y finalmente lo encontró a las afueras de su templo sentado en las escaleras.
-Milo aquí estas, ya empezaba a preocuparme- dijo Camus aliviado al fin por haber encontrado a su amigo.
-C-Camus…hola como estas- respondió Milo fingiendo estar feliz de ver a Camus.
El santo de acuario se dio cuenta de que algo andaba mal, además de que por el tiempo que conocía a Milo sabía que estaba ocultando algo.
-Milo a ti te pasa algo, dime que sucede- dijo el acuariano sentándose a un lado de Milo.
Apenas Camus se sentó Milo desvió la mirada a un lado, Camus miró enseguida por qué y vio como Milo se secaba unas lágrimas que se le habían salido.
-No, no es nada Camus estoy bien- respondió el santo de escorpio con una sonrisa.
-Milo, a mí no puedes engañarme te conozco desde hace tiempo y sé que algo tienes, así que dime que pasó- respondió Camus dándole a entender a Milo que sería inútil tratar de engañar a quien lo conocía perfectamente.
-Me conoces tan bien que sería una tontería tratar de engañarte- dijo Milo mirando al suelo con una mueca de sonrisa.
-Desahógate conmigo, sabes que puedes confiar en mi- dijo Camus colocando una mano sobre el hombro de Milo.
-Sí lo sé, gracias Camus- respondió Milo dejando salir unas lágrimas de nuevo.
-Te diré que todo se acabó, la relación que yo tenía se ha terminado… al parecer solo jugaron conmigo y mis sentimientos- contaba con un enorme dolor a cada palabra que le decía a Camus.
-Qué ironía, normalmente yo hacía eso…pero esta vez yo soy el que sufre- dijo Milo con una sonrisa pero no de felicidad.
Después Milo alzó la mirada hacia el cielo y se quedó pensativo un momento.
-Milo…tú no tienes la culpa de haberte enamorado de alguien que no valía la pena, ya no llores ¿si¡-respondió con dulzura Camus.
Milo volteo a ver a Camus y se acercó a él para darle un abrazo, Camus sintió su corazón latir más rápido, él estar tan cerca de Milo siempre le aceleraba el corazón.
-Gracias Camus, por estar conmigo siempre- dijo el santo de la octava casa.
-D-De nada Milo- respondió el acuariano.
Milo se separó de Camus y vio que su amigo estaba colorado de las mejillas, se le hizo algo gracioso y rio un poco.
-Camus…¿Por qué estas así de colorado?- dijo entre unas pequeñas risas.
-Ah…no por nada Milo- dijo Camus algo nervioso.
-Jajajaja, bueno está bien si no me quieres decir…pero tarde o temprano me enteraré- dijo Milo acercándose a unos centímetros del rostro de Camus.
Camus se puso más colorado ya que Milo era muy coqueto y aun siendo su amigo a veces coqueteaba con él.
Sin embargo después se alejó de Camus, la sonrisa de Milo se desvaneció, su corazón estaba hecho pedazos, el acuariano se volvió a acercar a él y Milo recostó su cabeza en el hombro de Camus quien le abrazó por instinto.
Milo volvió a dejar salir unas lágrimas, y así se la pasaron abrazados un rato más.
-Milo, no sé cómo le voy a hacer pero sanaré tu corazón…te lo prometo-pensó Camus…