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ONLY ONE (FINAL ALTERNATIVO SOLICITADO POR LOS LECTORES) por Kristy

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Doce del mediodía. Hora de cafés, comidas rápidas y mucho tráfico en la calle exterior. La cafetería estaba llena de gente, amigos y grupos. Solo él estaba solo, de frente al ventanal (teniendo una vista de excepción del mundo exterior, como una ventana-escaparate de la vida de los demás) y disfrutando de su café prefabricado calentito, dando sorbos. Nadie le prestaba atención, pasando desapercibido, parapetado tras esa gorra de rapero y sus inseparables gafas de sol.

De vez en cuando, miraba de soslayo al móvil (ese que era casi una extensión de su cuerpo, con el que se comunicaba con sus fans a través de Instagram), sonriendo con tristeza. El mensaje no acababa de llegar y él estaba retrasado, como siempre.  Algo le decía que hoy tampoco llegaría. Dio otro sorbo, cuando el móvil vibró advirtiéndole que tenía un mensaje entrante. Posó con desgana el vaso de plástico y con la mano que antes había tenido el café, pasó el dedo por encima de la pantalla, desbloqueándola.

Lo siento, Joo. Mánager Hyung se ha sacado una sesión de fotos de la manga y no me puedo escapar :(. ¿Te viene bien a la noche?

Apagó el teléfono y dejó el móvil sobre la mesa. Volvió a coger el vaso de café y bebió otro sorbo, perdiendo la vista en la calle. Quería llorar, pero no lo iba a hacer ahí mismo.  Llevaban un mes así. Era consciente de que, saliendo con él, tenía que soportar los constantes cambios de agenda de su novio, pero es que siempre estaba tan ocupado… Si al menos pudieran vivir juntos o compartir la agenda… Pero Jooyoung sabía que ese no era el problema. Sabía que sería difícil hacer cambiar a Dongwoo (se negaba a llamarle Shinwoo o CNU, porque él estaba enamorado de la persona que conocía de toda la vida, no del idol, no del cantante), pero a veces creía que iba a ser imposible. Estaban juntos desde aquella noche en que lo sujetó a duras penas casi un año atrás (sinceramente llegó a pensar que lo perdía de verdad, dado el lamentable estado mental en el que se encontraba). En teoría estaban saliendo, pero la dinámica real no había cambiado demasiado. Dong seguía confiándole las cosas como siempre, salían juntos por ahí cuando tenían un rato libre los dos y cuando podían tenían sexo. Pero Jooyoung sabía que no era suficiente, que faltaba algo. ¿Qué es lo que falta, lo que falla? No sabía qué nombre ponerle a ese sentimiento que le invadía cuando recordaba que su Dongwoo vivía veinticuatro horas al día con la persona que había amado secretamente durante cuatro años. Porque tenía claro que seguía sin amarle. Se dejaba engañar y le engañaba haciéndole creer que sí creía que le amaba. Pero, la ventaja y desventaja de conocerse tanto (demasiado) entre sí, era que ese tipo de cuestiones nunca podría ocultárselas.

No lo diría en voz alta, pero dolía.

Mucho.

Demasiado.

Tampoco podía quejarse en exceso, porque sabía que estaba haciendo un esfuerzo tremendo por cambiar. Era consciente que Dong luchaba por mantener lo que tenían, a trompicones, pero lo hacía. Por experiencia propia sabía que deshacerse de los sentimientos que antes habían pertenecido a otra persona, era muy difícil de hacer, de forma voluntaria, más si este ahora era su amigo de nuevo. Se suponía que Jooyoung tenía que sentirse contento por ello, pero no lo estaba. En absoluto. Había crecido a su lado, desde el mismo instituto. Sabía que era una persona que odiaba decepcionar a los demás, por lo que era capaz de anularse con tal de conseguir su aprobación. La gente confundía su timidez con torpeza. Lo era, pero la mayoría estaba equivocada. Lo que realmente mostraba a la cámara era la extensión de su obsesión por el autocontrol, por no mostrar nada que pudiera perjudicar a los demás (especialmente que nadie se diera cuenta de que era homosexual), al grupo, a su familia, por satisfacer a todo el mundo, lo que le convertía en una persona adorablemente torpe y deseosa de que le hicieran un cumplido por haberlo hecho bien. Tan necesitado de cariño… Por eso le quería tanto. Porque se desvivía por los demás,  olvidándose de sí mismo, con un corazón enorme que poca gente había sido capaz de valorar, sino más bien de pisotear. Como Jinyoung…

Odio no era la palabra adecuada para definir lo que sentía cuando oía, veía o le recordaban a ese tipo. ¿Desprecio? Tampoco. ¿Rencor? Se acercaba, pero no. En todo el tiempo que llevaban juntos, Jooyoung nunca se había acercado ni a la compañía ni al apartamento. Conocía a Chansik, un chaval encantador, así como su hiperactivo novio Zi Tao. De hecho, habían salido juntos los cuatro y había tenido la oportunidad de conocerle mejor. Era un buen tío y le tenía aprecio porque sabía que Dongwoo estaba en buenas manos con él. Le había costado asimilar que tenía una relación de amistad tan estrecha con el maknae, pero Jooyoung era una persona adulta y había aprendido a compartir. Además, se ayudaban mutuamente cuando su novio entraba en fase de depresión alterna, casi siempre provocada por el estrés.

En otra ocasión que salieron a dar una vuelta, de compras, porque se empeñó en que fuera con él y que eligiera su regalo de cumpleaños en persona, se toparon en un centro comercial con Baro y Sandeul: un par de lo más pintoresco y nada discreto. No es que le disgustara, pero parecían intercambiados, en cuanto a personalidad, cuando estaban fuera de cámara. Sandeul era más serio en persona de lo que parecía y dedicaba su tiempo a controlar el excesivo entusiasmo de su novio, o de arrastrarlo, si se quedaba sin gasolina. Sandeul no es que le cayera mal, pero siempre había notado una nota discordante en medio de la cordialidad que habían mantenido en las contadas ocasiones que habían coincidido. Como si no estuviera de acuerdo que él fuese el novio de su compañero de grupo o esa sensación tenía. Sin embargo, con Baro había conectado sin problemas. Tenían muchas cosas en común y era un tío legal, con los pies en el suelo. Además, parecía, al igual que el maknae, preocuparse sinceramente por Dongwoo.

- ¿Desea tomar algo más?

Una voz femenina le sacó de su ensoñación.  Negó con la cabeza.  Se le había ido el tiempo y estaba ocupando una mesa sin consumir nada, ya que hacía rato que se le había acabado el café. Se levantó, haciendo una reverencia de disculpa, y abandonó el local. Tenía por delante dos horas sin hacer nada, así que decidió perderse por Seúl.  Buscó la canción que quería escuchar, la puso en modo repetitivo y se puso los cascos, caminando como un ser anónimo por la capital del país, disfrutando del frío día soleado.

Cuando Dong apareció, tímido e inseguro, una de aquellas noches en las que huía de aquella casa infernal, en aquel año nefasto, traía una arrugada hoja de papel, sucia y desgastada, con aquella letra horrible que siempre había caracterizado a su novio. Sabía que componía y que tocaba la guitarra y el piano muy bien (lo sabía, porque en las horas libres después de clases, le había escuchado tocar en la sala del club de música del insti) y cuando quería, podía llegar a escribir muy buenas canciones. Pero siempre tenía miedo de enseñar algo a sus compañeros de grupo, como si se sintiera avergonzado o inferior a ellos.

 Inferior a Jinyoung.

Odiaba que actuara de esa manera, rebajándose, cuando él no había sido así. Le recordaba alegre, entusiasta, gritándole que mirara aquella chapuza (porque primero había que hacer un doctorado especializado para entender su letra) y que le diera su opinión. Recordaba con cariño aquella etapa porque eran libres, podían equivocarse y no tenían la presión que tenían ahora. Eran niños, no adultos. Eran seres normales, no perfectos. Aquella noche, cuando le dio aquel trozo de papel, se dio cuenta que, mientras la letra era un reflejo de lo mucho que amaba Dong a Jinyoung, el aspecto del papel era el fiel reflejo de su alma: pisoteada, anulada, destrozada. Fue aquella noche en que lo hicieron por primera vez, de forma consciente, porque en ese momento se dio cuenta que, si no hacía nada, perdería a Dongwoo de una forma con la que no podría convivir consigo jamás. La letra de Drunk with music, la canción que sonaba a través de sus altavoces, había sido el revulsivo que le había hecho reaccionar. Reaccionar en el sentido de que fue en ese momento, en aquella noche, gracias a aquella muda confesión de amor dedicada a otra persona que no era él, lo que le hizo desear pelear por él.

Por su corazón.

Llevaba años enamorado de él, desde el mismo instante en que lo vio subido a un escenario y moverse como si aquello fuese su estado natural. Fue como un crack, un flash, porque hasta ese día, pese a compartir grupo de amigos, nunca le había prestado atención. De hecho no sabía ni que estaba en su instituto. Al principio, se quedó tan fascinado que solo quería convencerle de que tenía que dedicarse a eso y formar una banda de hip hop o de rock con él. Era el estilo que mejor casaba con aquel color particular de voz que tenía, y seguía teniendo, Dongwoo. Una voz más al estilo musical del jazz, soul o del country. Tan tímido, tan blindado hacia las personas… no entendió por qué en aquel tiempo. Descubrió en silencio por qué. Las chicas le adoraban y él se sentía desplazado, porque no era capaz de entender por qué a él no le querían también. No en el sentido de pareja, claro. No lo querían cerca, como si su presencia pudiese romper la relación entre la novia o aspirante a novia de turno y Dongwoo. Tal vez ellas lo intuían a leguas y lo consideraban su enemigo. Luego empezó a sentir pena, porque no hacían más que dejarle (las chicas, claro). Así que empezó a intuir un poco lo que pasaba con Dongwoo y que con el tiempo fue confirmando. Tampoco ayudaba mucho que sus amigos le llamasen noona, porque era demasiado guapo para ser un chico. Ser considerado afeminado en aquel pueblo podía ser peor que ser condenado a muerte, así que si podías evitarlo mejor… y Dongwoo lo había hecho a su manera. A veces parecía una chica, pero claro su cara no podía esconderla, por eso siempre llevaba el pelo inmaculadamente corto. Si le molestaba tampoco daba muchas muestras de ello. Parecía sentirse más inseguro cuando alguien mencionaba aquellas adorables paletas delanteras que había tenido por dientes (y que ahora ya no las tenía). Recordaba el día que se presentó, sin decirle nada, tras limarse aquellos dientes para dar una vuelta y enseñarle el disco antes del comeback. Una parte de Jooyoung se sintió traicionada, como si erradicando aquellas dos paletas que le hacían ver como un adorable conejito hubiera desaparecido una parte del Dongwoo que conocía.

 Y sintió miedo.

 Miedo de que Dong hubiera sido engullido por una industria voraz e implacable, que solo quería “personas perfectas”. Pero luego descubrió por qué lo había hecho y entonces había maldecido la personalidad siempre amable de su antaño mejor amigo. Por ayudar a Baro, quién no se atrevía a ponerse las fundas que tapasen aquellos dientes que le habían dado el mote de ardilla, pensando que todo el mundo le atacaría por ello. Así que, para ayudarle en ese trance y que nadie se enfocara solo en él, decidió quitarse sus adorables dientes de conejo. Debió pensar que si había dos miembros del grupo que se arreglaban los dientes a la vez, el ataque sería menor, las quejas o la conmoción. Entonces se dio cuenta que Dongwoo tenía muchos complejos sobre sí mismo, sobre su aspecto, cuando todo el mundo le había envidiado por ser tan alto, tan cuadrado, tan amable y por tener una sonrisa (que la había mostrado poco) letal a la que sucumbía todo el mundo, sin importar el sexo o la edad.

Siempre mirando por el de al lado, siempre esperando que todo fuera bien, que todo fuera en la dirección que quería todo el mundo. Él había estado a su lado desde el principio, apoyándole, arrastrándole cuando creía que no podría con la ayuda de su hermana, empujándole… ¿Por qué se había tenido que enamorar de aquel tipo flacucho y no de él?

¿Por qué no podía amarle?

Chocó contra alguien y mutuamente se disculparon. El tipo siguió su camino y Jooyoung se quedó clavado, en medio de la acera, siendo consciente por vez primera de que estaba llorando. Quitándose las lágrimas de la cara, empezó a reírse solo, siendo observado por la gente que pasaba, que le esquivaba como si estuviera loco.

Lo estoy.

 ¿Quién en su sano juicio saldría con alguien que no le amase, aún cuando éste lo había dejado claro desde el principio?

Yo, claro.

Lo que pasó en aquella tarde digna de una tragedia griega de aquel día ni siquiera lo sabía todavía. Por primera vez habló y soltó aquellas palabras. ¿Fue correcto decirlas? Seguramente sí, porque su intención era obligar a parar aquella vorágine destructiva que los estaba engullendo a ambos, hundiéndolos, en lugar de solucionar algo. Creyó ilusamente que si lo soltaba, sus propios sentimientos, conseguiría detener a Dongwoo en su particular espiral de autodestrucción y obligarle a prestar atención a su alrededor por vez primera. Nunca sabría si eso hubiera funcionado, de no haber pasado los acontecimientos posteriores a su declaración que lo cambiaron todo.

Lo que ya no tan correcto fue la conversación telefónica de casi una hora que tuvo con un inestable Dong en aquella nefasta madrugada.

¿Qué hubiera sucedido si Dongwoo no hubiera cogido el teléfono y no hubiera respondido a sus llamadas? Aún a día de hoy no quería pensar en ello, porque le azotaba el pánico y le venían a la mente unas imágenes nada gratas de su amigo muerto.  Sí, muerto. Porque con la persona que habló en aquella madrugada era alguien que se había rendido a todo. Bastante había aguantado. Jooyoung no sabía si hubiera sido él mismo capaz de aguantar todo eso, tal como lo había hecho él. Pero tenía que haber sido brutal. En aquella noche, no había sido su plan decirle que se quedara con él, que salieran juntos. En absoluto. Desde el principio había tenido muy claro cuáles eran las reglas, pero el primero en romperlas había sido él mismo.

Por egoísmo.

Por odio a Jinyoung.

Por querer robárselo a ese desgraciado.

Así que según le escuchaba, mascullando ahogadamente que solo quería morirse, esa fue la única razón que se le ocurrió para sujetarle. Para retenerle vivo. Sí, reconocía que había sido un gesto cruel y sádico, para ambas partes. Para él, porque sabía que estaba arrastrando a una persona enamorada de otra a su lado y obligándola a intentar amarle, y para Dong, que sólo deseaba huir a alguna parte, desolado por un amor pisoteado y que le estaba matando, obligándole a vivir sin un motivo claro. Pero era egoísta y quería a su amigo vivo y a su lado: no le importaba si como amigo, amante, novio o enemigo. Así que las palabras salieron solas y echó el ancla. Afortunadamente, Dongwoo se enganchó a su ancla, porque de lo contrario ahora solo quedaría de él su recuerdo.

Al final, todo había vuelto a su “cauce”. Ellos empezaron a “salir”, haciendo lo que se esperaba de una relación, pero de manera forzada. Al menos por parte de Dongwoo, quién se esforzaba por complacerle, por hacer lo que quería, siempre esperando su aprobación… Mientras Jooyoung intentaba darle espacio, tiempo y se dedicó a armarse de paciencia, esperando que sus sentimientos cambiaran. Pero de cara a la galería, eran la pareja perfecta, al menos para sus compañeros y la gente de confianza a quienes les habían hecho partícipes de su relación. Además, por lo que le había comentado su novio, cuando apareció tras desaparecer en aquella madrugada, Jinyoung pareció recapacitar y darse cuenta de lo que había perdido y la relación rota de amistad había vuelto a su ser. Según su versión, claro. Pero, hablando con Baro le había dado a entender otra cosa. Le había dado a entender que finalmente Jinyoung se había dado cuenta, demasiado tarde, que le correspondía y lo había soltado porque Dongwoo le había dicho que estaba saliendo con él. Baro le había dejado caer que Jinyoung había renunciado a él solo por intentar recuperarle como amigo al menos. Como si fuese una buena persona…

Ridículo. Cínico. Hipócrita.

Así le veía Jooyoung. ¿Qué clase de persona en sus cabales machacaría a otra, hasta ese punto, solo por no querer reconocer que lo ama? Aunque sea de tu mismo sexo. Ahora iba de santo. Su personalidad había cambiado radicalmente. Ahora era amable, atento, le perseguía a todas partes y siempre estaba de buen humor. Eso le decía Dong.

Y así desde hace un año. Bueno, casi un año desde aquella noche que siempre quería olvidar pero que no podía, atrapado en aquella falsa dinámica de falsa felicidad y perfección.

Al principio, la relación entre ellos iba bien. La depresión aguda de Dong fue disipándose poco a poco. Los tres primeros meses sufrió ataques de ansiedad, en los que le llamaba a cualquier hora solo para soltar palabras sin sentido, lloros entrecortados y a veces quedarse dormido solo escuchando su voz. Se había sentido tan importante y conmovido en ese tiempo… Luego la situación se normalizó y empezaron a verse exactamente igual que antes. O sea, poco. A ratos. Pero no le dio importancia. Dongwoo necesitaba tiempo, su agenda era imposible de discernir y para rematar encima iba a la universidad. Pero empezó a mejorar su expresividad, al menos en la intimidad. Ante las cámaras lo mismo le daba por autocontrolarse en exceso o ponerse en modo hiperactivo. Pero a él no le interesaba CNU el idol. Solo le importaba cómo se sentía y cómo se expresaba Dongwoo. Le notaba más alegre. Cuando se enfadaba no lo ocultaba. Cuando estaba triste, alegre, dormido… también lo mostraba. No solo en su cara, hasta hacía poco más o menos ilegible, sino en sus acciones.

Eso le gustaba.

Sentía que estaba rescatando al amigo que había sido y que, por alguna razón u otra, se había escondido muy lejos y ahora, pasado el peligro, estaba volviendo. Pero desde hacía un mes sentía que lo había vuelto a perder. Fue en su casa, pasando una de esas tardes tranquilas, desnudos en el salón, tras una sesión de sexo (porque con Dong todo era sexo, le gustara o no). Estaban tumbados en el sofá, adormilados, cuando se le ocurrió hacer zapping y se topó con que estaban pasando un fragmento de la película de Jinyoung. Entonces lo descubrió: su mirada. En una comprensión silenciosa, entendió lo que había intentado decirle Baro al principio. No fue una insinuación, sino una advertencia. 

No podía culparlo, sino maldecir.

Se tragó el ataque de celos, ahorrando una escena que a Dongwoo no le convenía. Así que para olvidar lo que acababa de presenciar, le obligó a prestarle atención, besándole y dando como resultado una segunda ronda frenética de sexo, que le había dejado muerto de cansancio. Momento en que aprovechó a observarle, plácidamente dormido,  y preguntándose qué coño estaba haciendo y si estaban haciendo lo correcto.

Dudas. Dolor. Decepción. Dudas.

Como un círculo constante, un bucle repetitivo del que no podía salir.

El dolor de pies le hizo salir de sus pensamientos. Levantó la vista y se quedó clavado, en medio de la calle, al ver qué era lo que había al otro lado de la misma: la compañía de Dongwoo. ¿Cuántas horas había pasado vagueando por las calles? Por vez primera en horas, fue consciente de la música tronando por sus auriculares. Se los quitó y miró la hora.  Tarde. Había empezado a anochecer.

Miró a su alrededor, siendo comprensivo consigo mismo. Que su cabeza racional fuese un caos, no quería decir que su subconsciente no hiciese su parte del trabajo.

¿Estoy preparado para dejar ir a Dong?

¿Lo estoy?

Una parte de él le decía que sí, pero la otra le decía que primero se asegurase antes de dar un paso en falso. Porque era consciente de que si lo dejaba libre ya nunca más volvería a él (aunque, en realidad, nunca había sido suyo). Si Baro estaba en lo cierto, si lo soltaba, si guardaba el ancla con el que aún tenía atado a su novio a su lado, Jinyoung acudiría en un bote salvavidas a rescatarlo y llevarle de nuevo a tierra.

Pero la idea de entregárselo sin más a Jinyoung le enervaba. Sabía lo que había hecho con Dongwoo. De hecho casi lo había matado. No de forma física, pero si indirecta. El maltrato psicológico podía ser tan letal como una paliza brutal. Pero necesitaba saber si ese tipo realmente lo amaba o era otra treta. ¿Era capaz de sanar por completo a Dongwoo? La idea le disgustaba a niveles insospechados, pero su intuición le decía que la única persona que podía sanar el corazón de Dongwoo era la misma que casi acaba con él.

Irónico, sí.

Sus pies se movieron por puro instinto y cruzó la calle. En la entrada se topó con el mánager de su novio de casualidad, que se quedó parado al verle. Le dijo que buscaba a Dongwoo y comprensivo le indicó dónde podía ubicarlo. Se despidieron. Jooyoung se adentró dentro la compañía, paseando por los pasillos, siguiendo las indicaciones del mánager. Empezó a llegarle el sonido de un piano, así que se dirigió hacia ahí. Fuera de la sala “insonorizada”, porque estaba claro que alguien había activado el altavoz para escuchar desde el pasillo, había una figura en medio de la penumbra. De hecho, ahí se encontraba Jinyoung de pie, de brazos cruzados y apoyado contra la pared.

Se quedó clavado, observando a aquel chaval que medía casi lo mismo que él, un poco más bajo, de brazos cruzados y con la vista fija a la ventana de la sala de dónde venía la melodía. Aún a esa distancia podía ver su gesto de preocupación y adoración hacia la persona que estaba fuera de su vista. Jooyoung sabía que era Dongwoo, por el tono. La música era opresivamente triste y él tenía la capacidad de ponerse a improvisar una melodía tanto capaz de darte un chute de alegría para el resto de tu vida, como de meterte en una depresión absoluta. Porque esa era la única manera en la que Dong se expresaba libremente, cuando era incapaz de hacerlo con gestos o palabras.

Sabía qué era lo que le había puesto así. Últimamente el carácter de Dongwoo sufría unos altibajos bastante fuertes y no sabía bien por qué. Pero lo sospechaba… Igual que sospechaba que Jinyoung, en el mismo momento en que perdió a Dongwoo a su favor, se dio cuenta de sus sentimientos. Lo sospechaba porque lo había visto en sus apariciones públicas y lo estaba viendo ahí, de pie, en silencio, vigilante. De repente, Jinyoung pareció reparar en su presencia y le vio sorprenderse. Normal. Él mismo también estaba sorprendido, porque era la primera vez, desde que había empezado a salir con él, que había puesto un pie en aquel lugar. Porque quería esquivar a esa persona, irónicamente a la misma que venía a buscar en ese momento.

- ¿Jooyoung? -Avanzó ante el llamado del líder del grupo y se detuvo a una distancia prudencial. Desvió un momento la mirada al cristal y vio lo que ya sospechaba: a Dongwoo, encogido, de espaldas, tocando el piano.

- ¿Por qué le jodiste la vida de esa manera?

Jooyoung no le miró, centrando su atención en su novio. Había parado y seguía encogido sobre el teclado del piano, como si fuera a derrumbarse en cualquier momento. Pero solo fue un instante, porque en seguida volvió a la carga, con un tempo lentísimo y muy agudo. No le interesaba la reacción de Jinyoung, porque no estaba seguro de poder controlarse y partirle ahí mismo la cara.

- Porque fui un imbécil. -Bueno, al menos era consciente y lo reconocía. Con pesar, movió la cabeza para prestarle atención a Jinyoung, que lo miraba entre decepcionado (consigo mismo, suponía) y curioso.

- Estás enamorado de él. -No fue una pregunta, ni una duda, sino una afirmación. Jooyoung no era tonto y sabía qué mirada era esa. Lo sabía porque así le había mirado durante años a Dongwoo, en silencio, sufriendo, conformándose. Era como verse a sí mismo, dos años atrás. En ese punto que alcanzas cuando amas tanto a una persona que lo único que deseas es que sea feliz, aunque tú te mueras por dentro, a cualquier precio y con una persona que se lo merezca, ya que tú no eres correspondido.

Qué ironía.

Dong enamorado tanto tiempo de una persona que se negaba a reconocer que le correspondía y cuando se rindió, esa persona tomaba conciencia de sus sentimientos y lo perdía. ¿No era eso una ironía? ¿Cuándo se había dado cuenta Jinyoung? ¿En el mismo instante en que lo perdió o después? A Jooyoung le gustaría decir que le daba pena, pero sinceramente no era así. Si se hubiera comportado decentemente, tal vez podría sentir lástima. Pero sabiendo lo que había hecho y cómo se había comportado durante un año con su novio, no merecía compasión alguna por su parte.

- ¿Desde cuándo? -Jinyoung se separó de la pared, deshaciendo el cruce de brazos e introduciéndolas en los bolsillos de aquellas bermudas tan ecléticas que llevaba en ese momento.

- Oficialmente un año, extraoficialmente dos.

Oh…

Imbécil.

- No entiendo por qué no haces nada. –Vio a Jinyoung echarle una mirada extraña, que no fue capaz de descifrar. Tampoco tenía demasiado interés. Solo quería saber. Conocer a su enemigo. Conocerle un poco más.

- No tengo por costumbre meterme en relaciones ajenas. –Jooyoung asintió y volvió a mirar a Dongwoo, a través del cristal. ¿Se enfadaría con él por haber tenido esta conversación con “su Jinnie”?

Todo un detalle por su parte.

- Pero si Dongwoo quedase libre… ¿lo intentarías? -No quiso mirarle. Estaba siendo cobarde, era consciente de ello. Pero necesitaba escuchar su respuesta. Tenía que asegurarse.

- Si Shinnie rompiese contigo ahora mismo, desde el primer segundo iría a por él. –Su voz sonó dura, grave y desafiante.

Lo que había esperado.

- Pero no lo mereces. –Soltó con resquemor. ¿Shinnie? ¿Qué mierda de mote era ese? –No lo mereces… -Susurró, quedando suspendida su voz en medio de aquella melodía, cada vez más apagada. De pronto, su campo de visión se vio interrumpida por aquella irritante cara, ofuscada, dura, que tapó la ancha espalda de su novio. Le observó. Sus ojos estaban entrecerrados, casi como si estuvieran cerrados y sus cejas bajadas.

- Tú tampoco. –Le escupió las palabras, como puñales. Jooyoung sonrió. Qué territorial.

- ¿Eso crees? –Se carcajeó, cruel. – Yo no soy quién lo ha anulado, lo ha humillado y mucho menos le puesto la mano encima. Jamás. –Un rictus apareció en aquella cara, normalmente pétrea. –No soy quién se queda al otro lado del pasillo, sabiendo que la persona que amo está sufriendo una depresión, a saber por qué, y me quedo quieto esperando al otro lado de la sala sin hacer nada.

- Lo haría… pero ese rol te corresponde  a ti ahora. –Jinyoung le interrumpió, ofuscado. –Además, he cambiado. Estoy intentando que confíe en sí mismo, pero aún no está listo.

Un puño voló por el aire y acabó estampado en la boca de Jinyoung. Éste se agarró la cara, se agachó un poco y comprobó que no estuviera sangrando. Pero no se defendió.

- Dong te debía un puñetazo. –Dijo sin más.

- ¿A qué has venido? –Jinyoung seguía comprobando con la mano, como si tuviera la impresión de que tuviera el labio partido, pero simplemente y como mucho se le hincharía.

- No lo sé.

Ninguno de los dos se había dado cuenta de que la música había parado, así que se sorprendieron al oír el sonido de la manilla de la puerta de enfrente girar y ver aparecer a la persona por la cual ambos serían capaces de matar. El mencionado se quedó en el umbral, tan sorprendido como los otros dos.

- ¿Ha pasado algo? –Miró a ambos hombres, primero a Jooyoung y después a Jinyoung. -¿Qué te ha pasado en el labio?

Jooyoung lo vio claro en ese instante. Su prioridad. La razón de sus constantes cambios de estado de ánimo. Ese brillo en la mirada, ese tono de voz de extrema precaución, olvidándose de que él estaba ahí y que tenía que estar más intrigado que por el labio de Jinyoung. Ahí estaba la comprobación que necesitaba. La que no había querido ver, de la que siempre había huido.

Lo vio muy claro.

- No te preocupes. Ha sido hace un momento, se me cayó el lápiz, me agaché y al levantarme no calculé y estampé la cara contra la esquina de la mesa. Iba a la máquina de refrescos, que como están fríos los botes, para poder ponérmelo en el labio.

Dongwoo asintió, tragándose aquella espantosa mentira como si nada. Jooyoung no perdió los nervios; al contrario, estaba totalmente tranquilo, porque en ese instante supo lo que llevaba sospechando hace tiempo. Que no podía lamentar haber perdido algo que nunca había sido suyo. No como amigo, no como hermano, eso siempre lo había sido y seguía siéndolo. Sino como amante, como pareja, como compañero elegido para compartir tu existencia en el viaje de la vida.

- Joo… ¿qué haces aquí?

Sus ojos dubitativos, oscuros, sorprendidos, miedosos… Una media preocupación, no sincera, más bien temerosa. Una reacción muy diferente a la que acababa de tener para con Jinyoung. Dong nunca era consciente de ello. Su querido Dongwoo.

- Me quedé sin batería por la mañana. –Mintió.- No me di cuenta hasta hace una hora cuando salí de trabajar y, como me pillaba de paso, me pareció una buena idea buscarte, en lugar de llamar. ¿No dijiste en el mensaje que tenías tiempo por esta hora?

Reaccionando despacio, como si estuviera en modo antivirus, analizando palabra por palabra, finalmente sonrió.

- ¡Sí! ¡Es verdad! Espérame en la entrada y nos vamos. –Se volvió a Jinyoung, con el ceño fruncido. –Vamos, Jin, vamos a ver si encontramos una bolsa de hielo para esa hinchazón. ¡Hasta ahora, Joo!

CNU empezó a andar sin mirar atrás y Jinyoung tardó en reaccionar y seguirle. Tardó porque le estaba mirando como si fuera un científico observando el resultado final de un experimento. Tenía que haberse dado cuenta de lo que acababa de pasar. Tenía que haberse dado cuenta. Una cosa era Dong, que era un despistado de cuidado para esas cuestiones (sobre todo si él estaba implicado directamente),  y otra muy distinta que Jinyoung lo fuera. Porque Dongwoo acababa de “ignorarle” dos veces en las narices sin darse cuenta.  Sin contar que les había puesto al mismo nivel, llamando a uno Jin y al otro Joo. Caminando de nuevo hacia la entrada, sonrió para sí.

Va a ser un final de día memorable.

Dongwoo no tardó demasiado en aparecer. Iba con una sudadera, unos vaqueros y unos deportivos gastados. Se había quitado el maquillaje (no solía ir maquillado cuando estaban juntos) y no hubo rastro alguno de Jinyoung. Tampoco se molestó en preguntar, ni Dongwoo en comentar. Ambos hombres salieron a la calle, hablando de temas triviales, confundiéndose con otros chicos de su edad que aprovechaban la noche para quedar con sus amigos. CNU le contó cómo había ido la sesión y el calor que había pasado, así el cómo Sandeul se había pasado media sesión estornudando debido a su alergia con Baro detrás de él (humidificándolo todo a su paso con un spray) y que Gongchan les había mostrado un movimiento del estilo marcial que tanto presumía saber su novio. Jooyoung le escuchaba entre divertido y atento. Le gustaba oír cómo Dongwoo parecía olvidarse que era una persona pública y se comportaba como la persona que siempre había conocido, como la persona que él amaba. Al poco rato, y mientras Jooyoung le contaba un par de ideas de nuevas canciones, llegaron hasta un parque cerca de la casa del miembro de B1A4.

- ¿Qué te parece si nos columpiamos un rato? –Sugirió Jooyoung.

- ¿Cómo cuando teníamos 14 años? –Se carcajeó ante la idea tan infantil del contrario. En aquella época lo hacían para fastidiar la tarde a un par de compañeras de clase, robándoles su “sitio” para el helado.

Pero sí, en ese momento, quería sentirse como un crío, así que, dejando un poco perplejo a su novio, fue directo hacia el columpio y se sentó en uno de los dos que había disponibles. Acercó el otro y palmeó, invitándole. Al principio se resistió, pero al final cedió. Estuvieron un rato columpiándose, compitiendo a ver quién conseguía llegar más alto, hasta que Jooyoung se rindió porque era obvio que siempre ganaría CNU por estatura.

- ¿Y este ataque de añoranza? –Preguntó inocente.

Jooyoung levantó la vista al cielo, oscuro y sin estrellas, debido a la contaminación lumínica de la ciudad.

- Dong… -Murmuró, sin apartar los ojos del cielo.- ¿Eres feliz?

- Ahora mismo, sí. –CNU sonrió, pero no pudo verlo. Jooyoung desvió la vista al que todavía era su novio. Tan guapo e inocente.  

- ¿Me quieres? -Lo vio sorprenderse, en aquel rostro que ahora sí mostraba emociones. Le había pillado desprevenido.

- ¡Pero qué pregunta es esa, tío! ¡Claro que sí!

Claro que sí, pensó Jooyoung con amargura. Le quería, sería leal a él hasta el fin de sus días, sería capaz de matar por él, pero nunca lo amaría. No de la manera que lo hacía él. Estaría atado a su lado, egoístamente, sin ser feliz de verdad con la persona que amaba (y que ahora sí le amaba), solo porque aún seguía esperando que su corazón cambiase de dueño y porque Dongwoo jamás daría el primer paso para romper y decepcionarle.

Un corazón que siempre había tenido dueño.

Sonrió y el otro le devolvió otra sonrisa auténtica, preciosa. Sí, era feliz, compartiendo ese momento con él, porque estaba con su mejor amigo. Esa era la realidad. Ahora lo había entendido y, curiosamente, aunque dolía un poco, era capaz de asimilarla, entendiendo que sí podría seguir con su vida, a pesar de todo. No iba a cambiar nada, en el fondo, porque nada había cambiado desde un principio.

- Quiero que me prometas un par de cosas antes de decirte lo que te quiero decir. - CNU detuvo su balanceo en el columpio, apoyando la cara en una de las cuerdas, mirando a su novio, intrigado.

- Claro. - Jooyoung suspiró, tranquilizándose. Sabía que estaba haciendo lo correcto, pero de saberlo a hacerlo… eran dos cuestiones muy diferentes.

- Pase lo que pase, y sea quién sea quién lo provoque, nunca… nunca vuelvas a pensar como aquella noche y menos a abandonarte de la forma que lo hiciste hace un año. Eres una persona muy valiosa para mí y para los que te rodean. Prométeme que jamás, jamás pienses que estás solo o que es mejor desaparecer. Porque si lo haces… me matarás.

- Joo… -Lo calló con la mirada, comprensiva, serena, sabiendo lo que hacía.

- Prométemelo. Júralo. – Se levantó y se acuclilló frente a él, consiguiendo permanecer en equilibrio  con ambos brazos cruzados sobre las rodillas de CNU. Los pequeños ojos de Shinwoo empezaron a cristalizarse, pero asintió.

- Lo prometo. –Fue capaz de articular, posando sus manazas sobre los brazos de su amigo.

- También quiero que me prometas que pase lo que pase, nunca dejarás de ser mi amigo, mi hermano.

- ¿Ha pasado algo? –Empezó a arrugar su nariz, sospechando.

Jooyoung negó con la cabeza, sin dejar de sonreírle, de mirarle, de mantenerle, de sujetarle. Exactamente lo que llevaba haciendo más de seis años. ¿Por qué era su amigo? ¿Por qué su madre no le había dado un hermano como él y así no haber acabado todo esto de esta forma?

- No necesito prometer eso, porque no puedo dejarte y aunque me ignorases, siempre serás mi amigo. Nunca te voy a dejar Jooyoung, pase lo que pase. – Le vio nervioso, intentando explicarse. Qué malo es para mostrar sus sentimientos… Adorablemente malo.

El mencionado levantó la mano derecha, mostrando solo su puño, esperando el puño del otro, como siempre habían hecho desde adolescentes. CNU no lo dudó ni un segundo.

- Lo has prometido, capullo. ¿De acuerdo? –Chocó su puño con fuerza contra el de CNU.

- Lo mismo te digo, cabronazo. –Se rió por lo bajo.

Jooyoung se incorporó, con su novio aún sentado en el columpio y se agachó un poco, lo justo para salvar la distancia entre los dos y robarle un beso, sin importarle si alguien les veía. Un beso tierno, melancólico. Un beso de despedida.  

- Gracias por este año, Dong. He sido muy feliz. Pero prefiero que volvamos al estado original, del que nunca debíamos haber salido.

A CNU le llevó unos segundos procesar lo que le acababa de decir. Abrió mucho los ojos, esos ojos tan pequeños que parecían estar casi cerrados en medio de la negrura y se levantó como un resorte, con una expresión muy extraña, entre una mezcla de decepción y angustia, como si no supiera muy bien por cuál decidirse.

- Ah, sí. Acabo de recordar que hay una tercera promesa que me tienes que hacer. –Decidió hablar primero, antes que se desbordase la catarata de culpabilidad y de autoacusación que iba a empezar su ahora amigo. Novio, no. Ya no. –Prométeme que empezarás a ser egoísta y luchar por lo que te dicta el corazón, sin importante lo que los demás piensen u opinen. Busca tu felicidad y lucha por lo que amas. Sé más egoísta. –Golpeó con suavidad el corazón de CNU, para dejar la palma de su mano apoyada ahí.

Su mejor amigo no pudo evitar romper a llorar, mientras salvaba la distancia y le abrazaba con fuerza, como si se fuera escapar alguna parte, apoyando toda la cabeza sobre su cuello. Jooyoung respondió con otro abrazo igual de fuerte, pero sin llorar. Emocionado por supuesto, pero no era el momento de llorar.

-  Te quiero, Joo.

- Yo también te quiero, Dong.

Estuvieron un rato así, hasta que Dongwoo consiguió tranquilizarse. Ambos se miraron con timidez cuando se separaron, pero sin arrepentimientos. En ese instante, Jooyoung supo que había hecho lo correcto. Ahora se arrepentía de no haberlo hecho antes. Pero de todo se aprendía, ¿no?

- Llámame cuando tengas un rato libre. Tienes que conocer ese local, del que te hablé ayer. El Kim es un jodido crack tocando rock al piano. Además, sirven pizzas de verdad.

Aún limpiándose los mocos, CNU logró esbozar una sonrisa genuina.  

- Gracias.

Crack.

¡Joder! Eso había dolido.  Tal vez necesitaba un poco de tiempo…

- Venga,  te acompaño a casa. 

El paseo de vuelta, por extraño que pudiera parecer, la conversación volvió a ser normal, fluida, sin ningún tipo de tensión. No es que no la hubiera antes, pero era como si al pasar a otro nivel, una parte de ellos se había perdido en el camino. Como si se hubieran olvidado de cómo ser sinceros entre sí durante esos dos últimos años. Una parte de su ser se removió, asentándose. Ahora lo entendía todo, todo lo que le había vuelto loco durante todo este tiempo.  

Después de despedirse como siempre y tras asegurarse que Dongwoo había cogido el ascensor, Jooyoung pasó el dedo por la pantalla de su móvil y pulsó hasta dar con el número de la persona que necesitaba llamar. Descolgó y esperó. Uno, dos, tres, cuatro tonos… hasta la voz del interesado hizo su aparición por el auricular.

- No la jodas, hijo de puta. Esta vez no. Como Dongwoo vuelva a hundirse por tu culpa, me aseguraré de destruirte a cualquier precio. ¡¿Entendido?!

Hubo un pequeño silencio en la línea.

- Entendido. –Su tono de voz fue cortante. Clara, pero cortante. –Gracias.

- No me las des.

No se molestó en escuchar más. Cortó la conversación en seco, mientras buscaba un taxi. Afortunadamente, no había demasiada gente y tampoco tráfico, así que pudo subirse en uno con rapidez.  Le dio la dirección y se acurrucó en el asiento, cerrando los ojos.

Tal vez había perdido, pero en el fondo, sabía que no.

Más bien había ganado y había tardado dos años en darse cuenta.

Sonrió. 

Mañana saldría de nuevo el sol.

Notas finales:

Segundo capítulo del minific-epílogo final de Only One. Voy a hacer la confesión aquí. De este final feliz del shinyoung que he creado para los lectores, este es mi capítulo mi favorito. Cuando hayáis leído el final alternativo completo creo que entenderéis por qué.

Tengo mucha curiosidad por vuestra reacción a este capítulo en concreto y cómo veis el desarrollo del desenlace, así que… ¡animaos a comentar! Que los reviews me dan vida :D

Os espero la semana que viene con CNU quién cierra la historia y veremos cómo se soluciona la cuestión de forma definitiva. Es el capítulo más largo de todos porque es el personaje que menos capítulos tuvo en el fic y voy a aprovechar la oportunidad para daros su punto de vista desde principio a fin... Os aviso.

¡Hasta el viernes 25!  


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