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La lucha del amor por maxi anime

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Notas del capitulo:

Hola a todos aquí un nuevo cap más largo que el anterior espero les guste.

Se sentía pesado, su cuerpo no reaccionaba a cualquier movimiento que quisiera realizar, apenas podía abrir los ojos, pero el más simple brillo de luz que llegaba a sus ojos era sumamente doloroso. Intento volver a moverse, pero su cuerpo no reaccionaba, no podía moverse, cada respiro era sumamente doloroso, era como una y mil ajugas que le causaba gran dolor, mucho peores que los ataques que recibió la última vez de parte del guardián de escorpio. Entrecorto su respiración, intentaba soportar el dolor, pero era inútil, todos sus esfuerzos le producían más dolor.

-Athena- logro susurrar con su boca apenas seca- Athena.

-No te esfuerces- le susurro una voz a su lado- no vale la pena que lo intentes.

-He- logro articular palabra, moviendo débilmente sus ojos, pero la figura de aquel que le hablaba estaba detrás de las cortinas de la cama. Imágenes de un pasado no muy lejano surcaron su mente, sus lágrimas de sangre, lágrimas de tristeza que expresaba su propia alma,  ser asesino de unos de sus amigos, escuchar morir a su diosa delante de él, las manos de aquel que tanto amaba estrangulándolo y luego el llanto, su llanto arraigado y desgarrador.

Las cortinas se abrieron lentamente, una mano se posó sobre su rostro y seco delicadamente aquellas lágrimas que surcaron su perfil. Espero a que algo pasara, que aquella mano terminara con su sufrimiento, pero nada paso, hasta que sintió sobre sus labios lo que parecía una toalla húmeda y se apuró a succionar el líquido que esta tenia, buscando aquello que calmara la sequedad de su boca.

-¿Tienes sed?- le pregunto la voz que apenas lograba escuchar, de una figura que entre sombras levemente llegaba a reconocer como humana, y luego llego un gran alivio, sobre sus labios sintió lo que parecía una copa, cerro sus ojos mas tranquilo y sintió el agua que comenzaba a acercarse, bebido tan rápido como pudo, sintiendo su garganta refrescarse con aquel líquido que en meses no había probado, una risita logro escuchar, le parecía extraño pero se sentía muy agradecido por aquel que le estaba dando agua- Despacio, te ahogaras- el tono de voz luego cambio, de amigable a un tono más serio y seco - Acuario, bebe despacio- Obedeció ¿Qué más podía hacer? Bebió lentamente, obedeciendo a aquello que le decía.

-Veo que recupero fuerzas- una segunda voz entro a la habitación, se tensó, estaba solo contra dos hombres que no lograba ver, no podía moverse, no podía defenderse.

-Ya casi termino, no me tardo- exclamo el que estaba a su lado- Ya casi termino.

-No bajes la guardia, se aprovechara.

-Lo sé, lo sé- dijo casi en susurro- Eso no pasara, no te preocupes.

Termino de beber el agua que le acababan de dar, se sintió más tranquilo aunque el dolor en su cuerpo era irresistible y su pesadez no ayudaba mucho, sonrió al sentir que se alejaba aquel que le dio de beber, pero luego se tensó al sentirlo regresar, cerrando la puerta con llave tras la salida de quien había entrado momentos antes.

-No- logro articular- No…

-¿No qué?- pregunto la voz abriendo la cortina, dejándolo ver a un muchacho más alto, de piel clara y cabellos de un rojo opaco, su mirada le parecía familiar pero no lograba recordar porque, cerro sus ojos nuevamente, esta vez más relajado, dejándose llevar por el insoportable dolor- Cuenta conmigo- le susurro.

-¿Contar?- pregunto con temor.

-Cuenta conmigo…uno…dos-

-Uno…- exclamo lentamente- Dos…Tres- apena termino de decir tres sintió el fuerte pinchazo, una ajuga que atravesaba su piel, el dolor era más que insoportable, dejo de contar mientras las lágrimas comenzaba a brotar nuevamente.

-Cierra los ojos- exclamo en orden.

-Athena- susurro.

-Ella no llegara hasta aquí, no tiene como- dijo secamente- deja de llamarla.

-Athena- volvió a susurrar- Athena.

-Deja de llamarla- grito sacándole la ajuga lentamente-Deja de llamarla.

Decidió guardar silencio, al parecer a aquel que le estaba cuidando le molestaba que nombrara a su diosa,  respiro profundo para volver a dormir, volver a ser guiado por el dolor al sueño pero eso no paso, sintió entonces que el dolor mermaba, aun su cuerpo estaba pesado, no podía moverlo a su merced, pero al menos ya no sentía tanto dolor.

-Athena…perdóname- susurro volviendo a dejar salir sus lágrimas.

-No llores por ella, no merece una sola lágrima tuya más- exclamo el otro de forma autoritario-Ni una sola.

-¿Quién eres?- pregunto con dificultad aun sintiéndose débil.

-Soy tu salvador, ahora descansa, deja de llamar a Athena, su nombre en estas cuatro paredes es blasfemia.

-¿Mi…salvador?- pregunto sin entender.

-Aún es pronto para que sepas quien soy- le beso en la frente- ahora, cierra tus ojos, descansa y deja de llamar a  esa diosa, que permitió que tu muerte más de una vez…que derramaras lagrimas innecesarias.

-Yo…

-No te esfuerces- le interrumpió- solo duerme, cuando despiertes el dolor habrá desaparecido.

-¿Desaparecido?- pregunto sin entender.

-Si, como la noche cuando es reemplazada por los primeros rayos del sol cada mañana, desaparecerá sin dejar rastros en tu cuerpo, ni una cicatriz visible, nada.

-Soy…Camus- logro articular palabra.

-Céline, me dicen Céline- le dio la mano y la apretó dulcemente- Pronto dejaras de sentir dolor, muy pronto, solo déjate llevar por el dulce sueño.

-Céline- pensó, ese nombre le parecía conocido, pero no sabía de dónde- Céline.

-No te esfuerces en recordar mi nombre, en decirlo, aun estas débil ¿tienes sed?- pregunto dulcemente, recibiendo una afirmación con su cabeza, sirvió en el vaso una jarra de agua que se encontraba a un costado y se la acerco- Bebe despacio por favor, no querrás ahogarte con el vaso de agua.

-Si- sonrió bebiendo el agua- gracias.

-No es nada, ahora descansa- sonrió y lo beso en la frente- Estas levantando temperatura nuevamente.

-¿Nuevamente?-

-Has tenido fiebre desde ayer- sonrió respondiendo a la pregunta del otro- no te preocupes.

-¿Quién eres?- pregunto, había algo que le sonaba muy familiar, en su voz, su rostro y hasta su propio nombre, pero no podía recordarlo.

-Soy tu salvador- exclamo sonriendo después de sacarle el vaso apoyado en sus labios y se fue de la habitación dejándolo completamente solo.

Espero paciente a que pasara algo, su cuerpo se sentía más pesado y no podía moverse, e incluso comenzaba a costarle respirar. Aspiro lo más profundo que pudo, inhalando la mayor cantidad de aire posible y sintió los cientos de pinchazos que parecían clavarse en su pecho cada vez que respiraba. Como pudo giro su cabeza, buscando una posición más cómoda para poder moverse, pero ni aun así lo podía lograr, solo tenía total movimiento de su cuello y cabeza, más el resto de su cuerpo no reaccionaba.

-Céline- susurro- Ese nombre…lo he escuchado antes…. ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Quién es?

Cerró sus ojos para descansar, intentando recapacitar lo que estaba pasando en ese momento, estaba vivo, parecía estar siendo atendido por una orden de caballeros que no conocía y estaba solo, lo cual lo acongojo.

-Milo- susurro partiendo en llanto al recordar sus últimos momentos al lado del griego, el último beso que habían logrado darse antes de la batalla de las doce casas, los últimos instantes estando juntos.

La puerta de la habitación se abrió lentamente, aquel muchacho de cabellos rojizos entro al percibir su cosmos alterado y no tardo en secarle las lágrimas con un pañuelo blanco que tenía letras grabadas en dorado, una C y una A-¿Sientes mucho dolor?- le pregunto dulcemente pero el santo de Acuario no respondió, solo giro su rostro y cerro sus ojos para sumirse en un profundo sueño.  Se levantó súbitamente bajando la mirada, dejándole en la mano aquel pañuelo con el que había secado sus lágrimas y se fue, dejando la habitación en penumbras.

**********************************************************************

Una tarde cálida con un sol radiante, un jardín rodeado de flores, era un paisaje hermoso a describir. Era un parque, no muy lejano a una villa, donde niños jugaban y reían abiertamente, parecía que al fin se había logrado la paz y la felicidad en el mundo. Sentado en una banca del parque estaba un niño de cabellos rojizos y ojos del mismo color, apretando entre sus pequeñas manos el último recuerdo que tenia de su felicidad, un reloj de bolsillo.

-No te preocupes- escucho la voz familiar, de un niño, que a la vez le daba tranquilidad.

Levanto la mirada, buscando a aquella voz, aquel sonido cálido que calmaba su llanto y al hacerlo el reloj en su mano cayó al suelo, desapareciendo en las sombras. Se agacho a buscarlo pero el mismo desapareció, como si la tierra se lo hubiera tragado.

-Siempre estaré contigo- la voz volvió a escucharse a sus espaldas.

Se dio vuelta, buscando la voz, buscando a quien le estaba hablando, pero se vio rodeado por un manto de oscuridad absoluta. Comenzó a correr queriendo escapar de aquella penumbra que lo envolvía pero sus pasos eran lentos y torpes, por lo que pronto cayó al suelo.

-Yo te protegeré- escucho la voz nuevamente hablándole- Nunca te dejare solo.

-Basta- grito partiendo en llanto- Basta…por favor…basta…Basta.

-No llores- la voz volvió a escucharse, esta vez tenía una figura de un niño, no tenía rostro o forma, solo se veía una sombra que se acercaba a él y lo abrazo para tranquilizarlo- no llores.

-¿Por qué? ¿Por qué?- pregunto buscando un rostro familiar en aquella sombra y esta desapareció, por lo que comenzó a buscarlo- ¿Dónde?

Despertó en medio dela nieve,  aún era un niño, aun su cabello estaba alborotado, su cuerpo tenia frio, no se movía. Se levantó y fue cuando delante de él reconocía a una persona, aquel hombre que detestaba con todo su ser, quien lo formo para ser un caballero dorado, su maestro.

-Vamos levántate- le grito aquel hombre con un abrigo grueso- Levante mocoso.

Comenzó a llorar, se sentía desgarrado, herido, no podía dar un paso más y los gritos de aquel hombre no ayudaban, solo lo obligaban a mantenerse tirado en la nieve sin moverse.

-Despierta- escucho un grito- despierta.

***********************************************

Despertó repentinamente, asustado,  llorando un mar de lágrimas y aquel muchacho abrazándolo, acurrucándolo contra su pecho para tranquilizarlo.

-Tranquilo, no pasó nada- le susurro- solo fue un sueño… ¿tienes miedo a dormir seguramente?

-¿Temor?-  pregunto sin entender, sin estrecharse a aquel que lo estaba acobijando en sus brazos.

-Claro, miedo de dormir y no despertar- le sonrió secando sus lágrimas- Miedo a no volver a abrir los ojos, pero yo te lo aseguró, Santo dorado de Acuario, mientras estés conmigo eso no pasara, despertaras todos los días, veras el sol salir por el horizonte al amanecer, ocultándose en el atardecer, la aurora boreal…los pájaros cantar, los bellos paisajes que nos rodean, tus ojos solo se cerraran para descansar, su descanso eterno va a tener que esperar.

-¿Cómo…?- pregunto casi en susurro.

-¿Cómo? La forma de hacerlo es cuidándote y no dejante solo- respondió sonriendo.

-No… ¿Cómo?- volvió a preguntar.

-Permaneceré a tu lado, esa es la respuesta que debes estar buscando…

-No…. ¿cómo sabes quién soy?- pregunto mirándolo serenamente- ¿Cómo sabes quién soy?

-Ho, todos conocen las historias de los santos de Athena- exclamo peinando sus cabellos con sus manos- Eres el santo dorado que se enfrentó al temible Océano, uno de los titanes y le ganaste, respetado maestro en Siberia oriental…eres muy joven para encargarte de adoctrinar a futuros caballeros, pero ¿Quién soy yo para juzgarte?- le pregunto pensante- si soy alguien…Un caballero ilustre…que fingió lealtad a Hades pero mantuvo su corazón firme a sus convicciones para servir a Athena.

-¿Cómo sabes eso?- pregunto alzando una ceja.

-¿Cómo no saberlo?- le pregunto- La respuesta a eso se llama, chico ruso de cabellos rubios y alumno tuyo.

-¿Hyoga?- pregunto incrédulo.

-Oh si, ese mocoso tuyo, chico listo, pero también muy presumido, en el olimpo dicen que junto a sus amigos vencieron a Hades…espera… eso no es todo, rescataron a Athena…no esa no es la mejor parte, viajo al pasado ni más ni menos para ayudar a su amigo, creo que el caballero de Pegaso.

-Mi orgullo- sonrió recordando al caballero de cisne.

-Yo creo que orgullo no lo alcanza a describir, ni siquiera la palabra sucesor, ese muchacho sorprendente y muy presumido, lleva en alto ser un santo de los hielos, pero ¿sabes qué? Nadie se comprara con el maestro de los hielos, nadie puede superarte, oh santo dorado que el cero absoluto logro llegar…

-Espera… ¿eso como lo sabes?- pregunto sin entender, solamente había cuatro personas en el santuario enteradas de ese hecho, una había sido Saga, como el patriarca que estuvo durante trece años, otros dos fueron Afrodita y Shura, sus vecinos, y el que más enterado de todo estaba era Milo, su gran amigo y platónico amor.

-Si congelas una armadura dorada, medio olimpo ya habla de ello- le respondió sonriendo- ¿sabes que más me dijeron? Que fuiste el único que logro atacar y golpear a Shaka de virgo…eso es mucho mérito para ti, pero nada se compara a lo que eres, un ser de corazón cálido que muestra indiferencia para que no lo lastimen.

-Entonces… ¿Eres un dios?- pregunto mirándolo sin entender- si medio olimpo ya habla de ello…

-No, no- dio una pequeña carajada y contento sonriendo- Soy como tú, un guerrero que pelea por la justicia, por el amor y por la humanidad, pero mi orden nunca pelearía contra la tuya, mi dios no cree en los combates violentos, sabe que no se llegara a nada más que derramar sangre innecesaria.

-Todos los dioses pelean- recalco- Zeus, Hades, Poseidón, Athena, Apolo, Artemisa…

-Mi dios es hijo de Apolo, Asclepio, el dios de la Medicina y curación- le interrumpió- Asclepio no cree que con batallas cada doscientos años se logre la paz finalmente, porque solo se derrama sangre, ¿Sabes que quiere decir eso? Que nuestros dioses son familia…Athena es tía de mi dios.

-¿Y eso que?- pregunto sin entender- Hades y Poseidón son tíos de mi diosa ni aun así dudaron en  intentar destruir a la humanidad en cada nueva guerra.

-Sí que eres terco-  sonrió- solo entiende una cosa, mi orden nunca estaría contra la tuya, nunca nos enfrentaríamos en guerras innecesarias ni nada parecido.

-Eso no nos hace aliados- exclamo mirando con seriedad, intentando sentarse, pero al más mínimo intento su cuerpo no respondía y el dolor se hacía mayor con cada movimiento que intentaba.

-Tú y yo somos más que aliados, querido Ganimedes, pero aun no es momento que debas saber, todo a su debido tiempo- acoto ayudándolo a sentarse- ¿cómodo?

-¿Por qué me has traído de regreso a la vida?- pregunto más calmado- Si sabes que no he de traicionar a mi diosa, sabes por las cosas que he pasado… ¿Por qué me has traído de vuelta?

-No tengo una razón y nunca lo haría con malas intenciones, mi señor Asclepio no está a favor de la violencia- le respondió mirándolo más serenamente-¿Por qué te he traído de vuelta? Es buena pregunta,  solo cumplí con mi deber, es la respuesta más cierta.

-¿Cumpliste con tu deber?- pregunto sin entender.

-Mi deber moral- respondió levantándose de la silla- Una advertencia, Santo dorado, no quieras engañarme o traicionarme, porque eso sería un grave error.

El santo dorado no se inmuto ante la advertencia, miro al joven alejarse de la habitación, dejándolo solo nuevamente. Se acomodó mirando a su alrededor, la habitación era acogedora y espaciosa, incluso más que lo que recordaba del templo de acuario o su residencia en Siberia, comenzó a recordar las ultimas cosas que hizo, intentando saber él porque estaba allí, pero solo recordaba su sacrificio frente al muro de los lamentos junto a sus camaradas y no pudo evitar comenzar a llorar al recordar a quienes había dejado atrás. Se tomó el pecho, cerciorando que su corazón realmente latiera, quería creer que no era verdad,  que estaba quizás era un sueño o castigo de Hades, pero solo logro ponerlo peor al sentir cada palpitar y su respirar tranquilo.

 Dos días pasaron, dos largos y tormentosos días para el santo dorado, atormentado por los recuerdos de su pasado, por todo lo que había dejado atrás, tristeza por no volver a ver a sus camaradas nuevamente.  A pesar de ello poco a poco comenzó a mover su cuerpo a voluntad y el dolor a cesar, recuperaba sus fuerzas pero siempre estaba bajo la vista de aquel que lo vigilaba hasta cuándo dormía. 

En un principio la compañía de aquel era agradable, podían hablar de cada trivialidad como de cosas comunes, de política y hasta de religiones, para su sorpresa Céline era un hombre muy culto y educado.  Con el pasar de los días, mientras fue recuperando sus fuerzas, la compañía aún era agradable pero comenzó a serle molesto, y no solo porque este no se separaba de él sino porque ante preguntas del porque había sido traído de vuelta, están eran eludidas y también no le quería decir que era ese líquido carmesí que siempre le  inyectaba.

Céline acababa de volver  a salir, Camus intento levantarse nuevamente, el dolor en su cintura había desaparecido horas atrás y solo sentía el ligero pinchazo en su brazo derecho de la última inyección. Aprovecharía para intentar escapar o al menos para reconocer el lugar donde se encontraba, se levantó con dificultad y camino lentamente apoyándose de la pared para poder mantenerse en pie.

-Por Athena- exclamo tomando su pierna derecha, al sentir un fuerte dolor en su rodilla, pero aun así siguió caminando hasta salir de la habitación.

Salió del cuarto y vio un largo pasillo, con lentitud camino e intentaba abrir las puertas que encontraba, pero todas se encontraban cerradas.  No perdió la calma, pero sentía impaciencia por saber dónde se encontraba o salir de aquel lugar. Continuo caminando, sentía que aquel pasillo no se terminaría jamás, apresuro como pudo el paso, el dolor en su pierna había comenzado a volverse insoportable.

-¿Dónde crees que vas?- pregunto una voz tras él, que reconocía como la del amigo de Céline que lo tomo violentamente del brazo- Céline es demasiado permisivo, debió ser más duro  para evitar tu rebelión…mala suerte.

El rubio tomo fuertemente del brazo a Camus y comenzó a caminar rápidamente hasta terminar el pasillo. El santo dorado no pudo hacer nada, al no poder explotar su cosmos estaba indefenso, por lo que solo pudo bajar la mirada y resignarse ante lo que iba a pasar, al estar débil solo lo hacía pensar en rendirse, ya le había pasado una vez, que aprovechándose de su debilidad un espectro comenzó a golpearlo, una segunda no sería la gran cosa.

Llegaron a un cuarto después de mucho caminar, Camus ya no sentía su pierna derecha debido al dolor de la rodilla por esforzarla caminando y las lágrimas de dolor en su rostro no tardaron en hacerse visibles.

-Agudiza el oído, ¿crees que eres más listo que nosotros? -  le dijo golpeándolo contra una puerta- Escucha con atención- le grito mientras lo ponía contra la puerta para que escuchara.

Camus pronto sintió los gritos y el llanto que reconocía de sus camaradas, al menos de cuatro de ellos, Shaka, Aioria, Mu y su amado Milo. No podía ver que les hacían detrás de esa puerta pero los gritos que estos daban eran obvios, los estaban torturando o algo peor.

-Te equivocas con quien crees que estas tratando, ¿crees acaso que tu estés débil nosotros te tendremos piedad a ti o a tus amigos? ¿Crees acaso que nosotros caeríamos en tu treta de creerte  un ser inocente?  No te intentes pasar de listo conmigo.

-Si…si- titubeo imaginándose el sufrimiento de sus amigos.

-Vuelves a intentar escapar, presenciaras el dolor de tus amigos frente a tus ojos  y no podrás hacer nada para ayudarlos - exclamo enfadado- ¿Has entendido? Compórtate o tus amigos sufrirán las consecuencias de tus actos.

Camus asintió con la mirada, mirando horrorizado, no podía imaginarse las clases de cosas que sus compañeros estaban pasados y al parecer la única persona para evitarlo solamente era él. Bajo la mirada mientras era regresado a la habitación y sin titubear aquel guerrero lo empujo tirándolo contra la cama y cuando el rubio se fue de la habitación comenzó a llorar amargamente.

Céline entro de repente con algunas toallas en sus manos, portaba una gran sonrisa de oreja a oreja, pero dejó caer todo al entrar y ver al santo dorado que conocía con mayor carácter, llorando en la cama-¿Qué ha pasado?- pregunto acercándose a secarle las lágrimas, se sentó a su  lado y luego lo abrazo.

-Te obedeceré en todo- exclamo  sin dejar de llorar- lo juro.

-¿Qué?- dijo sorprendido y reviso el cuerpo del acuariano, notando la rodilla inflamada, por lo que sonrió- intentaste caminar y te duele la rodilla, con tiempo volverás a levantarte, aún es pronto, pero cuando puedas hacerlo yo no te dejare caer.

-Obedeceré, lo juro, te obedeceré- repitió.

Despertó sintiéndose adolorido, como si cada parte de su cuerpo estuviera lesionada, abrió los ojos lentamente reconociendo todo lo que lo rodeaba. Se encontraba recostado en una cama bastante alta, a un lado había una mesa de luz con diferentes objetos, los normales que usaban enfermos y doctores en los hospitales, frascos de medicina e inyectables. Dio un largo suspiro, disfrutando cada bocanada de aire que sentía entrar a sus pulmones, no  todos los días eso pasaba, mucho menos cuando lo último que recordaba era que había muerto en batalla y las imágenes en su mente de aquello lo asaltaron de repente ¿Qué hacía recostado en una cama?

-Señor Santorini, Señor Santorini- escucho una voz femenina que salió rápidamente de la habitación donde se encontraba.

-Santorini…Santorini…es una isla- hizo memoria el griego- si…una isla…maldita luz… ¿Por qué brilla tanto?

El joven rubio apareció delante de él, portaba un traje de tres piezas y sin corbata, su mirada azulina estaba clavada en él, podía notarlo y sus ojos estaban amenazándolo. Intento moverse para poder defenderse ante un pronto ataque y fue cuando noto que se encontraba atado de manos y pies.

-Así que eres el famoso Milo- exclamo el rubio-

-¿Por qué me han atado?- pregunto forcejeando inútilmente- Suéltenme.

-Eres igual a todos los santos de Athena, orgullosos y presumidos, creen que por que Athena sea su señora son superiores a todos, crees que eres superior a cualquiera que se enfrente a ti- exclamo mirándolo soberbio- pero aquí, tu estas bajo mi ala, vivirás cuanto quiera que vivas.

-No - exclamo  y luego le escupió- No traicionare a mi orden y a mi diosa.

-¿Quién hablo de traición?- pregunto secándose la cara-  No sé qué te ha visto ese asqueroso francés.

-¿francés?- pregunto sin entender.

-Sí, tu amigo el pelirrojo…igual de altanero que tú.

-¿Qué le hiciste a Camus?- grito con enfado- suéltame-Maldito, cuando me sueltes me las pagaras…

-No le hecho nada más que advertirle, pero la advertencia también va para ti, de intentar revelarte el castigo ira implicado a aquel que tanto amas, si quieres verle de nuevo, más te vale cooperar en todo lo que se te pida- advirtió.

-Maldito…cobarde.

-No es ser cobarde lo que estoy haciendo, es ser buen estratega, Milo, caballero dorado de escorpio y en las guerras no gana el que tiene el mejor ejército, gana el que tiene mejor visión de la batalla- exclamo sonriendo- esto es una partida de Ajedrez, en la que yo soy un jugador, y tu escorpión eres una de mis piezas.

-Jamás me inclinare ante ti.

-No deberás hacerlo, sé que eres uno de los más leales a tu diosa, tú eres lo que mantendrá a tu amigo a la raya- sonrió con cinismo- Y te conviene hacer que él nos obedezca.

-No lastimen a Camus.

-Eso no lo decido yo, lo decides tu- sonrió poniendo sus manos en la espalda- con tu comportamiento.

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En el santuario los santos de bronce se habían dispersado en parejas, salvo por Ikki, quien decidió buscar por su propia cuenta a quienes habían irrumpido en el cementerio del santuario. Hyoga y Shun se encontraban caminando al norte, en busca de cualquier indicio de hielo o aire frio que proviniera de aquel que había profanado delas tumbas, Seiya y Shiryu se encontraban caminando al oeste, Jabu y los otros sin pensarlo se dividieron también para ayudar a buscar.

El santo de cisne se encontraba desesperado, todo indicio que había encontrado lo llevaba a la nada, sentía que cada vez se alejaba más y más del captor de su maestro. Shun, con ayuda de sus cadenas, seguía un rastro pero cada tantos momentos este se perdía en el viento, como si aquel ser hubiera sido tragado por la tierra.

-Mis cadenas no captan peligro en aquel- exclamo Shun mirando sus cadenas moverse lentamente.

-Aun así no bajare los brazos hasta volver a poner  a mi maestro en su lugar.

Continuara…

Notas finales:

GRACIAS por leer y espero les allá gustado nos vemos en la siguiente actualización.

 Adelantos del próximo capítulo:

El abatido santo dorado obedece en todo con tal de mantener a sus amigos a salvo de las manos de los Apotropeos pero Céline se ha mostrado muy amistoso con el pasar de los días aunque se preocupa de la falta de mejorías en Camus ¿Qué es realmente lo que este quiere del maestro del agua y el hielo? Camus tiene más sueños de su pasado   ¿Quién es esa figura que le habla pero no puede recordar de quien se trata? Céline cree que debe darle algo al santo dorado para animarlo y ese algo hace llorar a Camus ¿Qué es?


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