Hakutaku, una gran bestia mítica del reino de los espíritus chinos, consejero de virtuosos reyes, poseedor de grandes conocimientos en el campo de la medicina china y sobre los demonios, símbolo de la buena fortuna, yo, ese tan virtuoso Hakutaku, ahora me encontraba vehementemente atraído por ese pequeño niño humano. Día tras día sin importar mis actividades encontraba al menos un momento para ir al mundo terrenal y observar a ese niño humano que parecía no verme, aunque no solo le veía, también iba por el pueblo recolectando información sobre el pequeño, las que más dispuestas estaban a entregarme la información requerida eran, por obviedad, las mujeres jóvenes que atraídas por mi apariencia humana, me decían todo lo que deseaba saber y hasta ahora podía saber con seguridad los siguientes detalles:
1.- Era un huérfano que habían encontrado perdido en el bosque
2.- Los monjes del templo le habían dado asilo
3.- A nadie le importaba lo que sucediera con él
4.- No se conocía su nombre
5.- Todos en el pueblo lo usaban como su sirviente personal
6.- Nunca se quejaba del trato que se le daba
Pero en su mirada podía notar lo obvio, era un niño, y como tal deseaba afecto, afecto que nadie parecía querer brindarle, solo yo, y aun así nunca me miraba, a pesar de permitirme usar mis ropajes de dios para ser más notorio ante él, a pesar de mirarlo por horas, a pesar de cantar o contar historias solo para él, hiciese lo que hiciese nunca, ni un poco, me miraba.
Sin embargo, un día mientras el pequeño lavaba las ropas de los monjes algo pareció llamar su atención y hacerle voltear al árbol donde me encontraba.
-Hoy está muy callado-
Imposible, ¿me estaba hablando? Esta vez, seguro estaba, me miro directamente a los ojos
-Eh notado que siempre me observa ¿Por qué hoy no canta como siempre?-
Mentiría si dijera que en ese momento no me sorprendí, aun así le dedique la mejor de mis sonrisas mas no respondí de inmediato por lo que el pequeño siguió con su labor.
-Me gusta observarte, ¿me permitirás seguirlo haciendo? Prometo seguir cantando para ti-
Sorprendido por mis palabras volteo a mirarme una vez más sin articular palabra alguna.
-Sabes pequeño, tu siempre estas triste y no quiero perderme tu cara si alguna vez sonríes-
Él miro de nuevo al río, se había sonrojado un poco.
-Dime, ¿me puedo acercar?-
Recibí solo una corta cabezada en señal de asentimiento y me acerqué hasta quedar sentado a su lado, me miro y hablo lo suficientemente bajo como para que solo yo lo escuchara a pesar de que no había nadie alrededor.
-Es… ¿Es divertido?-
-¿El qué?-
-Observarme todo el rato-
-Divertido no, si tuviera que ponerle una palabra sería, ummm, reconfortante-
Estuvimos así un par de horas, teniendo una conversación meramente trivial hasta que se levantó para irse, levanté mi mano a modo de despedida mientras caminaba de regreso a la pequeña aldea, de pronto se detuvo en seco y volteo a mirarme.
-Para mí el mirarle también resulta reconfortante-
Dicho esto una pequeña sonrisa adorno su rostro, ¡oh¡ qué imagen tan bella había sido esa, pero como siempre la belleza humana no podía vivir por siempre.
Habían pasado ya varias semanas desde aquél encuentro, todos los días conversábamos sobre alguna cosa, las últimas veces me había estado hablando sobre una especie de ritual que los aldeanos estaban preparando pero que él no comprendía y yo, en medio de mi felicidad, no había tenido la curiosidad de ir a averiguar.
-Sabe, hoy los adultos me han dicho que no puedo seguir viniendo al bosque, que debo permanecer de ahora en adelante dentro del templo, pero no quiero hacerlo ya que si lo hago no podré verle más-
En ese momento una pequeña mariposa se posó en mi mano haciendo que la atención de mi pequeño niño se posara en ella, tomé sus pequeñas manos y la deposite en ellas para que pudiese verla más de cerca.
-No te preocupes pequeño, haré lo que pueda para mantenerte a salvo y a mi lado-
¡Ah! ahí estaba de nuevo, una sonrisa radiante de felicidad pero, como dije antes, esos momentos nunca duran lo suficiente. Mientras mi pequeño jugaba a mí alrededor con la mariposa escuchamos unos pasos y unas voces que no prometían nada bueno.