-Hey, chicos, aquí esta ¡¡-
Aquellos hombres no me daban confianza, iban demasiado bien armados con arcos y trinches como para solo ir a buscar a un pobre pequeño, dos de ellos se acercaron al niño sin siquiera voltear a verme.
-Creímos haberte dicho que ya no salieras del templo,¿No puedes entender que tendrás el honor de ser el sacrificio de un dios?
Sacrificio ¿en verdad eso había dicho? Eso era algo que no estaba dispuesto a permitir, pero ¿Cómo lo haría? Las leyes celestiales me ataban y como bestia sagrada tenía prohibido inmiscuirme en los asuntos locales de los humanos…Lo único que podría hacer por él sería ganarle algo de tiempo para que huyera. Voltee a mirarle y se adivinaba en sus ojos que él también sabía lo que habían querido decir esos hombres que ahora se le acercaban, sus caras solo mostraban molestia y ambición. No pude más, tenía que interponerme entre ellos y mi pequeño, y así lo hice.
-Corre pequeño y no mires atrás, yo te alcanzaré en cuanto pueda-
No se movía así que tuve que empujarle hacia el claro, eso hizo que me mirase, tenía miedo
-Que corras te digo¡¡-
Por fin, habiendo salido de su trance comenzó a correr y aquellos individuos hicieron ademan para perseguirle, no lo permitiría.
-Mi nombre es Hakutaku, y mi deber es proteger a ese niño de quien sea-
Dicho esto adopte mi forma de bestia, creí que sería suficiente para espantarles pero no fue así, comenzaron a llegar mas y mas hombres dispuestos a pelear conmigo, me herían y yo solo me quede ahí, de pie, tolerando todas esas vejaciones con tal de que mi pequeño sobreviviera… si tan solo me hubiese ido con él tal vez todo habría sido diferente.
Desperté en medio del bosque, no recordaba cómo es que había llegado ahí, ah¡ todo el cuerpo me dolía y sangraba copiosamente por algunas heridas… Heridas, ¡Mi pequeño! Corrí tanto como me fue posible, podía sentir su aroma debilitándose conforme me acercaba a la montaña sagrada, ¿cuántos días había estado inconsciente?¿ Dos, tres? Solo deseaba poder llegar a tiempo para salvarle.
-No-
Fue lo único que pude articular cuando llegue, aquel pequeño niño del que me había prendado se encontraba tirado en el lecho de una urna sagrada, me acerque más y pude ver las llamas del inframundo. ¿Por qué? Ese chiquillo no merecía ir al infierno, lo tome entre mis brazos y pude notar que aunque de forma débil aun respiraba pero ya sabía que no había nada que pudiese hacer por él.
-Les odio... a todos, ojala…ojala todos mueran-
Así que era eso, su alma no estaba destinada al infierno, era algo mucho peor, se había condenado a convertirse en un mísero demonio. No pude hacer más que abrazarle fuerte y aunque lo intenté no pude evitar soltar algunas lágrimas sobre su pequeño y macerado rostro. Volteo a mirarme pero sus ojos ya no tenían brillo y hablo solo en un susurro.
-mi nombre… ¿Cuál es... mi nombre?-
Su nombre, al pensar en lo que le deparaba el futuro solo pude pensar en uno.
-Hoozuki, tu nombre es Hoozuki-