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Maldito Corazón |BangHim Fanfic| por RushanaChan

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Notas del capitulo:

Capítulo 8! <3

Advertencias: Lenguaje vulgar.

 

Estos meses habían sido matadores. Si no estaban en algún programa musical o de entrevistas, estaban haciendo alguna sesión de fotos para una revista, o ensayando en la empresa. Cada tanto se preguntaban si los humanos podían soportar tanto trabajo, pues ellos no tenían mucho problema. Sin embargo, era agotador y bastante rutinario para ellos, por lo que cuando se enteraron de que tendrían unos días de descanso se sintieron aliviados.

Cada uno aprovechaba ese pequeño tiempo libre a su manera, ya sea dando paseos en las afueras de la ciudad, como Yongguk y Zelo, o entrenando, como Jong Up. Himchan por su parte decidió dedicarse a comprar ropa para llenar su armario, había desarrollado un gran sentido por la moda en la Tierra. Dae y Jae solían quedarse en el apartamento, cada uno haciendo sus cosas.

La estadía de Jae en la Tierra era un tanto particular. No parecía hallarse a millones de kilómetros de su planeta de origen, pues él seguía manteniendo contacto con sus colegas de la Unidad o seguía haciendo las mismas investigaciones que realizaba en Mato, salvo aquellas que requerían de que estuviera en su laboratorio. Todo era consecuencia de su apática y fría personalidad, pues él vivía en su mundo inteligente. Necesitaba algo emocional a lo que aferrarse, lo cual nunca había tenido. Por eso le costaba entablar vínculos sentimentales con su trabajo, o con las fans, o con alguien que le acompañara.

Pero había surgido el evento perfecto para que todos rompieran con la rutina de una forma diferente: una fiesta. No tenían que dar ningún concierto, solo era un evento social organizado en un club nocturno por un amigo de Sun Hwa. Como era de esperarse, Zelo y Jong Up no podían asistir.

-Comandante, no sé si es una buena idea.

-Tranquilo, Jong Up. Estaré bien.

-Es que… Esos lugares no son nada seguros. Bang Yong Guk puede hacer cualquier cosa allí.

-Descuida, enserio- le tranquilizó Himchan, palmeando su espalda con confianza.

Desde lo ocurrido con Yongguk, Jong Up no quería dejar a Himchan solo con él ni un minuto. ¿Por qué le había golpeado tan brutalmente? Himchan no se lo había contado aun, y era aliviante que Hyosung no esparciera el chisme por la empresa o por otro lugar. Para Jong Up, el sicario le había golpeado sin razón alguna, y eso era alarmante. El soldado tenía un muy mal presentimiento. Incluso empezó a desconfiar de la inclusión de Yongguk en esta misión. ¿Realmente era para redimirse de sus actos y ayudar a su patria? ¿Era eso necesario? ¿Y si terminaba matando a todos?

Lejos de estar matando a alguien o planeando algún asesinato, Yongguk se hallaba solo en el estudio de grabación. No tenía por qué estar allí, se supone que debía estar descansando, pero esos últimos meses, aquel cuarto había sido el lugar donde supo encontrar la paz y soledad que anhelaba. Y ese día era algo especial. Era el cumpleaños de Yongnam, o así lo sería en Mato, según la equivalencia con el calendario terrestre. El último cumpleaños que habían pasado juntos era meses antes de que Yongnam se uniera a la Milicia, pues en los años subsiguientes no le dejaron verlo, porque se hallaba en etapa de entrenamiento. Si bien en Mato no solían celebrarse esas fechas, aquel día habían salido a dar un paseo por las calles de su ciudad natal. Recordaba eso con exactitud, el perfecto clima, la emoción de Yongnam porque le habían aceptado en la Milicia y empezaría unos meses más adelante. Yongguk siempre se contenía de detenerle, de decirle que no podía abandonarlo. Cuando Yongnam partió, Yongguk se quedó prácticamente solo. Fue allí donde su vida empezaba a oscurecerse, y la gota que rebalsó el vaso había sido la muerte de su hermano.

 Y allí estaba él, en otro planeta. Había venido a vengar la muerte de su hermano, pero no lo estaba haciendo. Es que tarde se había dado cuenta de que matando a Himchan no le devolvería a Yongnam. La vida de ese infeliz no valía lo que la de su hermano valía, y aunque tranquilamente podría arrebatársela, habían motivos por los cuales eso le afectaría. Por otro lado, ¿qué harían aquellos quienes le habían encomendado su misión? ¿Qué pasaba si se rehusaba a cumplirla? Todas esas preguntas le atormentaban día y noche, especialmente ese día. Diariamente le llegaban mensajes que solo él podía recibir, de parte de la Gobernación, insistiendo en el cumplimiento del asesinato. Pero él no respondía.

La fiesta a la que habían sido invitados podía distenderle un poco. Sintió que si pasaba un rato más en aquella sala recordando, se mataría a él mismo.

 

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El lugar era bastante agradable, mejor que aquel al que habían ido aquella vez en el cumpleaños de Himchan.  Era más espacioso, había más lugares donde sentarse, y la pista de baile no era muy grande. Los cuatro alienígenas ingresaron, junto con Sun Hwa, y algunas personas les reconocieron. Sin embargo, quien más atención recibía era Yongguk. En unos minutos ya le habían invitado a sentarse con un grupo de personas que decían querer conocerlo. El chico “rudo y misterioso” les atraía, querían saber de él, de su vida, y lo que le gustaba. Yongguk accedió reticente a sentarse con ellos, pues no se sentía cómodo realmente, y aunque contestaba cortante todas las preguntas, aquellos chicos insistían más, le preguntaban si era así en verdad o era un personaje. Estaban fascinados.

Mientras tanto, Himchan se hallaba aun con sus dos secuaces, Sun Hwa, y unos amigos de ésta. No perdía de vista la escena que protagonizaba el sicario, y tuvo que admitir que sentía algo de envidia. Cuando habían llegado, Himchan había sido el primero en mostrar su imagen, ya que era MC en programas de televisión, y todos querían conocerle, pues llamaba la atención con sus exóticos rasgos y su carisma implacable. Y estaba acostumbrado a esa atención, en Mato le conocían por su buen desempeño como comandante. Ahora, eso no pasaba muy a menudo, y más bien la gente empezaba a prestarle atención al líder y al menor del grupo, Zelo. A los demás no les molestaba, pero a Himchan si, porque ya no era él el centro de atención.

Cada tanto veía al sicario reir. ¿Qué le están diciendo?, pensaba. Ahora aquella envidia de atención se mezclaba con una envidia hacia la gente que hablaba con él, en especial una chica de cabello rubio que no perdía la oportunidad de hablarle al oído y de tocar descaradamente su cuerpo. No toleró ver que aquellas personas que lo conocieron hace como una hora atrás parecían ser sus mejores amigos, pero con aquellos que convivía y trabajaba de hace meses no había podido entablar una buena relación. La gente podía ver que a veces el comandante tocara o incluso abrazara a Yongguk, pero como bien sabían ambos, eso era ficticio.

Yongguk, por su parte, quería irse. Aquella gente le bombardeaba con preguntas como “¿Desde cuando rapeas?”, “¿Qué te gusta hacer?” o “¿Qué opinas de los grupos que compiten con ustedes?”. Él daba respuestas reducidas, como para darles a entender que no tenía intenciones de hablar, pero ellos insistían. No podía ver a los de su grupo cerca, como para alejarse, pues la gente que le rodeaba le tapaba la vista. Hasta que en un momento, vio al comandante pasar por ahí. Se disculpó, alegando debía ir con su compañero.

-Oye, no te vayas- le decía una chica de cabello rubio, la que más le había mostrado atención hasta ese momento. Le tomó del brazo casi suplicante, y luego, se acercó peligrosamente, rodeando el cuello de Yongguk con ambos brazos.

-¿Q-qué diablos haces?- dijo entre dientes el sicario, desentendiéndose del amarre de la joven, que no volvió a insistir, pero la decepción en su rostro era evidente.

Yongguk se hizo paso molesto entre las personas del lugar. Al parecer no  había sido una buena idea ir a aquel lugar. Por algún motivo, todas esas personas que le hablaban le caían mal, y más aquella chica que irrumpiera en su espacio personal sin permiso. Salió del lugar para tomar algo de aire, sin intenciones de marcharse al menos sin antes avisar. Cuando logró salir, se encontró con la figura del comandante. Estaba apoyado de espaldas en la pared, mirando al cielo estrellado con expresión melancólica. Yongguk le imitó, en silencio.

-Parecías gustarle mucho a esa chica.

-Ni siquiera sé su nombre.

Himchan rió. –Aquí en la Tierra las cosas parecen ser de otra manera.

-Como todo.

El comandante volvió a observar el cielo. – ¿No te sorprende que haya tantas estrellas?

Yongguk miró hacia el cielo en respuesta. En Mato, nunca se podían ver estrellas, debido a la densa capa que rodeaba el planeta, lo que también hacía que el cielo se viera amarrillo de día. De noche, el cielo era completamente negro, y con suerte, la tenue luz de las tres lunas podían alumbrar aquella oscuridad. Por eso, las noches estrelladas eran otro  fenómeno que les llamaba la atención. Pero nunca habían visto tantas estrellas.

-Me recuerda a mi hermana- decía Himchan, con expresión absorta, aun mirando el cielo. –Ella me había contado de las famosas estrellas, que podían verse en otros planetas, en otras galaxias. Siempre quiso verlas, incluso, al saber que vendría a la Tierra, le prometí que la traería aquí como fuera, al menos por una noche, para que pudiera verlas. –su tono de voz estaba teñida de tristeza y nostalgia. Ahora, él sabía que no podría hacer eso, y no hacía más que lamentarse en no traerla antes.

-Tú no sabías lo que iba a pasar- musitó Yongguk, como leyendo sus pensamientos.

-Pero es mi culpa- dijo, ahora bajando su cabeza.

El sicario se quedó en silencio nuevamente. El comandante estaba convencido de que quienes la habían matado eran los llamados “rebeldes”, que estaban en contra de la Gobernación y todos los que le apoyaran, y Himchan era uno de ellos.

Se mantuvieron un rato largo sin decir nada. Ahora, Yongguk también estaba recordando a su hermano. Ambos estaban en su propio mundo, cualquiera que pasara frente a ellos diría que parecían dos amigos que se han peleado, pero ambos quieren estar bien con el otro, sin embargo, el orgullo se los impide.

-He oído que algunos terrícolas piensan que, cuando uno de ellos fallece, van al cielo y se convierten en una de esas miles de estrellas. –comentó sorpresivamente Yongguk, sacando a Himchan de su ensimismamiento.

Una sonrisa divertida se esbozó en el rostro del comandante –Eso sería científicamente imposible, puesto que las estrellas han existido mucho antes que la raza humana.

Aquel comentario hizo que Yongguk riera inevitablemente. -Lo sé. Es solo una creencia.

-… Sería genial que Sunyoungnnie se encontrara allá arriba…- dijo, como pensando en voz alta.

Yongguk pensaba lo mismo de Yongnam.

Siguieron en silencio, luego volvieron al tema de las creencias, hablaban de las que había en Mato y las que había en la Tierra.  Lo que les llamaba la atención de la Tierra era la convivencia de muchas religiones. En Mato había una religión oficial en todo el planeta, una que se mantenía desde tiempos ancestrales, y que provenía de los antiguos habitantes. Podías elegir entre seguir aquella o ser ateo. Pero no eran permitidas otras creencias, y muchas veces eran castigados sus cultos.

-Nunca te pregunte pero, ¿Tienes hermanos?- cuestionó el comandante luego de otro silencio, tomando por sorpresa a Yongguk. Tardó en responder.

-Sí. Tenía un hermano.- respondió, omitiendo a Natasha por razones personales.

-¿…Tenías?

 El silencio de Yongguk lo decía todo. Himchan temió seguir adelante con el cuestionamiento. Pero ya que a él le había sucedido lo mismo, y quizás podría entenderle. -¿Qué le pasó?

-… Él, estaba en la milicia. Murió defendiendo a alguien de una pandilla- mintió.

A Himchan le sorprendió escuchar eso. Entonces por eso quizás no le caía al sicario, por el solo de hecho de ser de la milicia. Quizás le recordaba a la muerte de su hermano. –Oh, lo siento mucho… La verdad, siempre he pensado que no se reconoce lo suficiente la labor de aquellos militares que patrullan las calles. Si quieres, cuando volvamos, puedo pedir que le hagan un reconocimiento. Incluso, pueden darte una indemnización- propuso, sabiendo que esos beneficios no existían para los militares de ese rango.

-No me interesan esos estúpidos reconocimientos que ustedes hacen. Tampoco el dinero. Ni aunque me dieran millones me haría sentir mejor. Nada de eso me devolvería a mi hermano. –contestó Yongguk amargamente. Himchan ya había entrado en un terreno peligroso.

-Tienes razón- dijo rápidamente Himchan, para arreglarlo. –Lo siento.

-Está bien- respondió, cambiando aquel tono de amargura de hace un momento a uno comprensivo. Yongguk había entendido su buena intención, y en realidad, lo que le ofrecía lo aceptaría cualquiera en Mato. Pero no el sicario, él tenía otros valores, lo material no le interesaba. Pero reiterando la buena intención de Himchan, creía necesario decirle algo al respecto. –Escucha, tú y toda tu gente no me cae para nada bien.

Himchan le miró, pero no estaba sorprendido. –Lo sé. Pero no debes generalizar…

-Ya lo sé. Solo que nunca he entendido lo que los motiva a ustedes a ser parte de eso. No entendía a Yongnam, y ese fue mi problema. Dar sus vidas para defender a un par de tipos que se sientan en sus sillones de oro y dan ordenes- decía, volviendo a usar aquel tono de amargura.

Una sonrisa como maternal se esbozaba en el rostro del comandante. –No lo hacemos por ellos. Aunque así parezca o, a veces, así sea, nosotros peleamos por nuestro planeta. Por Mato, por todos los que los habitan. Ya sea patrullando las calles, o defendiendo una nación entera en una guerra, sentimos que estamos luchando por lo que es nuestro, por las personas que amamos. Es cierto que en la Milicia misma hay gente despreciable, corrupta y mentirosa, pero así es en todos lados, ¿verdad? También hay gente honesta, que aun conserva los valores iniciales y el sentimiento de patriotismo. Y yo me considero entre esa categoría- comentaba, con expresión lejana y orgullosa, feliz por todo lo que había logrado hasta ahora. Himchan era alguien soberbio y egoísta a veces, pero eso no impedía que aquel sentimiento noble que tuviera en su adolescencia al entrar a la Milicia desapareciera. Él había pasado por mucho para llegar a donde estaba, había sufrido muchas cosas, pero nunca se rendía. En ese sentido, era alguien admirable.

Yongguk no decía nada, pero tampoco es que lo negaba. Quizás lo había prejuzgado por todo lo sucedido, quizás solo cometió un error aquella vez, pero no había querido matar a su hermano. Quizás.

-Oye… Siento hacerte renegar tanto-

-No eres el primero que lo hace- contestó con una leve risa el comandante.

-Pero no pretendas que sea como Jong Up.

-No te pediré lo imposible- contestó –Incluso a mí me deja sorprendido ese chico. Nunca he visto a alguien tan eficiente y obediente como él. Aunque, es un poco distraído haha.

El sicario se echó a reir. Jong Up era un misterio de persona. Por momentos, era el fiel soldado que cumplia con sus deberes, pero luego, se transportaba como a su mundo, no atendía a nada a su alrededor, ni a nadie. Sin embargo, fuese quien fuese, nunca perdía el momento de sonreir.

 

En ese momento, Himchan divisó a Daehyun y a Young Jae saliendo del lugar, con expresión confusa. Al parecer estaban buscando a sus mayores.

-Hey, ustedes, ¿a dónde iban?- les preguntó el comandante.

-Los estábamos buscando. Queremos irnos.- la directa respuesta de Daehyun hizo que los mayores del grupo rieran.

Daehyun y Young Jae ya habían avisado a Sun Hwa que se marchaban, así que decidieron caminar hacia el edificio. En el camino, vieron un curioso restaurante, un pequeño edificio antiguo, del que salía un olor a comida espectacular. Daehyun no tardó en notarlo.

-No tenemos mucho dinero- dijo de inmediato el tesorero, Jae, ante la petición del enmascarado.

-Tú siempre pensando en el dinero- se quejó Dae, quien se había sacado la máscara en la fiesta, y se la había vuelto a poner ahora.

-Y es que ¿con qué crees que se paga la comida que quieres, tontito?- decía burlonamente el cerebro del grupo.

-¿Tenemos muy poco?- se entrometió el comandante –A mí también me está dando hambre haha.

Sin decir más, Daehyun entró al lugar, llevando por la fuerza a Jae. Himchan observaba divertido la escena, y miró a Yongguk, quien también le siguió.

Eran los únicos que estaban sentados allí, pues ya era tarde en la noche, pero el lugar se mantenía abierto.

Fue un momento agradable. Himchan había reiterado el tema de las estrellas, y Jae les ilustraba con lo que la ciencia decía de ellas. Dae hacía algunas acotaciones, y contó que él también había escuchado de las estrellas allá en Mato, de parte su viejo amigo Bird. También hablaron de la fiesta, y Yongguk comentaba acerca de lo que esas personas le preguntaban, aunque no mencionó el incidente de la joven que le abrazó.

Por suerte, el dinero les había alcanzado para lo consumido por todos, menos por Yongguk, quien decía no tener hambre. Salieron del lugar animados, aun hablando de otros temas, hasta de otros grupos, rescatando sus ventajas y desventajas. Realmente se sentían idols ahora, se sentían terrícolas.

 

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Dae y Himchan hablaban algo alto, por lo que, llegando al apartamento por los pasillos y el ascensor, Jae les reprendió, pues podrían despertar a los demás que vivían allí. Aunque cuando llegaron al piso donde vivian no se preocuparon, pues eran los únicos viviendo en aquel piso. Hasta Yongguk se hizo el de hablar fuerte allí, solo para hacerle un chiste a Jae.

Pero los ánimos de todos se le vinieron al suelo al toparse con lo que sucedía entre los maknaes en el apartamento.

Zelo se encontraba llorando cual niño en el suelo, acurrucado, frente a un Jong Up enfurecido, gritándole cosas que ninguno de los mayores entendía.

-¡¿Acaso tú también transmitías las señales?! ¡¿Por eso te trajo ese hijo de puta?!

-¡Qué rayos sucede aquí!- gritó el comandante. Yongguk salió de inmediato a cubrir a Zelo, quien estaba en completo shock.

-¡¿QUÉ MIERDA ESTAS HACIENDO?!- gritó Yongguk furioso al soldado.

-¡YA LO SÉ TODO, BANG YONG GUK! ¡¡Comandante, a este tipo lo enviaron para matarle!!

Hubo un silencio incómodo. Young Jae y Daehyun estaban atónitos. Himchan estaba peor.

-¿..De qué hablas?- murmuró el comandante.

-Himchan, no le creas.-decía el sicario, totalmente nervioso y fuera de si. No podía creer lo que estaba pasando.

-¡No te hagas! Comandante, últimamente he venido rastreando una señal sospechosa- comentaba Jong Up, sorprendiendo a Jae especialmente. Él no había notado esa señal. –Estaba como distorsionada, sé que venía hacia aquí, pero no podía deducir de dónde. Cuando ustedes se fueron, Zelo me pidió que le ayudara a cargar su batería porque iba a agotarse. Entonces entré al cuarto donde Yongguk guarda el dispositivo para cargarla.

-¡¡Dije que solo yo podía entrar a ese cuarto!!- interrumpió Yongguk, sorprendido de que incluso Zelo, aun sabiendo eso, había permitido que Jong up ingresara a ese cuarto.

-Cierra la boca- calló fríamente Himchan a Yongguk. Éste le obedeció.

-En ese momento, escuché que un pequeño aparato vibraba.- continuó el fiel cadete. - Lo tomé y era una especie de radio. Cuando la vibración acabó, podía escucharse una voz que hablaba de la concreción de una misión. Que tenía siete días para hacerlo, sino, tomarían medidas. Inmediatamente fui a inspeccionar el mensaje y el aparato, y lo relacioné con la señal sospechosa. ¡No me equivocaba! Con el dispositivo pude ver que la señal que usaba era la misma que venía captando. Pude entonces escuchar mensajes anteriores, hablaban de que debía ser lo más sigiloso posible, que allá se encargarían de cubrir el “incidente”. Supe que se trataba de matarlo cuando escuché a la misma Gobernadora diciendo que todo le había salido perfecto, que ya sabía a quién mandar en reemplazo del comandante, que todo fue gracias a la “estúpida confianza que Himchan tenía en mi”- citó sus palabras.

Todos estaban estupefactos.

Himchan sentía su integridad desmoronarse. ¿Todo esto era para matarle? ¿La Gobernadora planeó todo? Quizás ni siquiera lo de la falta de energía era cierto. Todo este tiempo había subestimado a esa niña que se hallaba en el poder supremo de Mato, todo el tiempo la trató de infantil, de inútil, y en realidad, era al revés.  

-¡Yo no tengo la culpa de que tu hermano haya muerto!- gritó Himchan desaforadamente, y al borde de las lágrimas. Había relacionado todo inconscientemente.

Yongguk le fulminó con la mirada, tardó en receptar eso que estaba escuchando. -¡CLARO QUE LA TIENES!- gritó en respuesta, esta vez poniéndose de pie, dejando a Zelo abajo, quien seguía en shock. -¡MI HERMANO ERA BANG YONGNAM, ESTABA EN UNA MISIÓN A TU CARGO Y DEJASTE QUE MURIERA PARA SALVAR TU CULO!-.

-¿Q-qué?

Ahora la expresión de confusión estaba en todos.

-Ni siquiera debes recordarlo. Al menos mi rostro te habría recordado a él.- contestó, haciendo referencia a que eran gemelos.

Pero Himchan si lo recordaba. Lo recordaba perfectamente. Y de hecho, nunca había visto su rostro, porque los soldados llevaban máscaras ese día. Sí había visto sus ojos, y esa mirada era la que se le hacía tan familiar en Yongguk. Aquel día que lo viera por primera vez, aquel presentimiento de que ya le conocía, era el recuerdo de Yongnam.

Lo que pasó ese día le perseguía como un fantasma casi todo el tiempo. Solo que nadie lo sabía, ni podía saberlo.

-No puedes quedarte aquí. Van a matarte.

-Es mi deber. Si pasan de este cuartel llegaran al pueblo. Muchos morirán.

No le podía estar pasando esto en su primera misión como comandante. Estaba intentando convencer a ese soldado de marcharse con él y los demás. No les quedaba otra que retirarse por el momento e idear otra estrategia. Habían subestimado al enemigo.

-Solo necesitamos recurrir a un plan B, pero los necesitamos a todos. Hasta eso, los enemigos no llegaran hasta aquí- intentó persuadirle.

No hubo respuesta por parte de nadie.

-¡Soldado, es una orden!- demandó Himchan a quien parecía comandar ese grupo de soldados.

Y ese soldado era Yongnam, quien estaba pasando por un debate ético. Si obedecía, faltaría a su deber de proteger a los habitantes de ese pueblo. Si bien atacarían con una nueva estrategia después, sabía que los enemigos llegarían de igual modo, y hasta que contratacaran morirían algunos civiles. No podía permitir ni una muerte. Y no era el único, había varios soldados acompañándole, la mayoría de ellos eran novatos.

-¡Acabo de ordenarte a ti y a los demás que vengan conmigo!

-Con todo respeto, Comandante. Estaríamos faltando al juramento si le obedecemos. Nosotros juramos proteger la vida de esta gente. Nos quedaremos aquí a hacer lo que podamos.

Himchan no sabía qué hacer. Aquel soldado tenía razón, tendrían que quedarse todos y dar todo de ellos para defender aquel pueblo. Pero no era prudente, y si acaso seguía vivo le reprenderían esa falta de estrategia, le tildarían de temerario, e incluso podían bajarle de categoría.

Sin embargo, el comandante se estaba quedando allí, y ya estaba pensando en llamar a los que se habían ido y, hasta que vinieran, liderar el pequeño grupo como pudiera, aunque perdiera la vida en el intento. Pero uno de sus ayudantes le exigió que debían irse. Era un veterano llamado Kwan Chul Suk, pero todos le llamaban solo “Suk” y le habían enviado con Himchan para aconsejarle en su primera misión como comandante.

-P-pero, ¡Tienen razón! ¡Esa gente morirá!

-¡¿Y qué prefieres?!- contestó Suk de forma arrogante - ¡¿Que miles de nosotros muramos y que luego nos echen la culpa a nosotros?! No morirán tantos civiles, no a comparación de los miles que moriremos si nos quedamos aquí. ¡Tú no sabes nada de esto aún! ¡Yo soy el que sabe aquí! ¡Tienes que obedecerme!

Frente a tanta tensión e inexperiencia, Himchan decidió obedecer al veterano de guerra, dejando atrás al grupo de nobles jóvenes. Miró hacia ellos y pudo ver como el enmascarado que guiara el grupo le miraba, seguro habría esperado que el comandante le apoyara. Esa mirada nunca se le había olvidado, esa mirada estaba llena de sed de justicia, de honor, de valentía. La principal tarea de un comandante era apoyar a sus soldados, pero no lo estaba haciendo, al menos no a ese pequeño grupo.

Los medios se habían encargado de mostrar a aquellos jóvenes como unos insurrectos que no habían obedecido las órdenes del comandante. La estrategia ideada a continuación de eso había sido un éxito. Murieron algunos civiles, pero muchos más habrían sido de no ser por la valiosa actitud de Yongnam y ese grupo de jóvenes.

En un principio, todo había sido un error de estrategia de Himchan, desde un inicio, pues calculó mal la cantidad de soldados y el tipo de los mismos que integrarían el pelotón armado. Eso había sido por su clara inexperiencia, pero luego había sabido arreglarlo, con la estrategia de contraataque. Pero eso último, a Yongguk no le importaba. Tampoco creía la versión de los insurrectos, así como ninguno de los familiares de los caídos lo creía. Él solo tenía entendido que, por un error de cálculo del comandante, su hermano había fallecido. Y había escuchado, erróneamente, que Himchan podría haberlos salvado, pero éste obligó a que ese grupo de jóvenes se quedara ahí, sabiendo que seguramente morirían.

Y nada de eso último era cierto. Yongguk se estaba vengando por una versión errónea de los hechos. Incluso, cuando volvieran a La Capital, Himchan quiso hacer un homenaje a los caídos en aquella batalla, por su noble acción. Pero seguía dependiendo de otros, que le aconsejaban que no lo hiciera, porque la gente tenía entendido que eran unos rebeldes, y hasta los repudiaban.

 

-¡ESO NO FUE LO QUE PASÓ! ¡TÚ NO SABES NADA! – contestó Himchan, con los ojos llorosos y su cara roja, ya estaba fuera de sí. Solo atinó a dar media vuelta y salir corriendo por la puerta del apartamento. No tenía conciencia de lo que estaba haciendo. Solo quería irse. Bajaba las escaleras rápidamente, sin ver nada, pues las lágrimas se lo impedían. Llegó a la puerta y salió. Empezó a correr por la solitaria calle, corrió varias cuadras, hasta detenerse, no por el cansancio, sino porque cayó en la cuenta que no podía huir de nada. Llevó sus manos a la cabeza y lloró cerrando fuertemente sus ojos.

Es que realmente, Himchan empezaba a apreciar a Yongguk.

Ahora lo entendía todo. Aceptó esa misión para vengar a su hermano, pero si tan solo supiera que Himchan intentó salvar su vida y la de los demás. Si solo pudiera decirle a las familias de esos jóvenes que ellos habían sido los más nobles y valientes chicos que alguna vez él hubiera visto. Si solo pudiera decirle la verdad a Yongguk y lamentarse por no haber muerto junto con ellos. Ese suceso siempre le perseguía, él tendría que haber hecho lo que su corazón y mente decían, no lo que Suk le ordenara. Al menos, podría haber contado lo que verdaderamente ocurrió en su momento y hacerles el homenaje que quería dedicarles.

Todo eso se mezclaba con el hecho de que la misma Gobernación le hubiera enviado un asesino para matarlo. ¿Qué tenían contra él? Seguro ellos eran los que habrían matado a su hermana también, no los rebeldes. Ahora entendía ese odio de Yongguk hacia esa gente. Eran hipócritas, falsos y corruptos. Incluso aprovecharían una situación como la casi extinción del planeta para  cumplir con sus malditos deseos e intereses.

Y él que pensaba que le habían enviado por su gran capacidad para comandar una misión, solo le estaban enviando con la mismísima muerte. Hasta ya tenían a quien podía reemplazarle. Él no era esa persona admirable y talentosa que decía ser. Era un inútil, uno más del montón. Podría viajar a otro planeta, al que fuera, y seguiría siendo lo mismo.

Solo su sordo llanto se escuchaba. Solo las estrellas le acompañaban esta noche.

Notas finales:

Cabe aclarar que Jong Up nunca le llevo el cargador de batería a Zelo (?).

 

Gracias por leer <3 Hice una tipo portada para este fic, vere si puedo subirla aunque sea a mi cuenta de Tumblr para que la vean!

Y gracias por los reviews que me dejan, aquí y en mi otro fic Amor Platónico, enserio, me motivan mucho a escribir! Los amo<3


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