En la prestigiosa escuela School of Performing Arts Seoul se admitían a los estudiantes con calificaciones de excelencia, de buenas familias y por supuesto, los más talentosos en sus respectivas áreas.
En ella, pasaban sus mañanas los compañeros que en un futuro tendrían ya fuera una galería de arte, una discografía de música, un puesto en algún equipo deportivo mundial reconocido o incluso, convertirse en ídolos adolescentes. Como cualquier escuela, había personas de todos tipos; populares, antisociales, deportistas, estudiosos, etc.
Uno de ellos, gracioso, amable, de piel ligeramente morena y facciones varoniles pero delicadamente hermosas, además de otras virtudes, todos los días iba a la escuela con su uniforme impecable, pero sin perder su estilo único, sacando buenas calificaciones y siendo el mejor en deportes, tanto futbol como la danza. Kim JongIn era un joven popular entre la población estudiantil femenina e incluso masculina, sobresaliente, y a pesar de eso, no era nada engreído, ni mucho menos pesado o presumido.
En el mismo instituto, había un chico completamente diferente. Con una piel nívea y pálida como la nieve invernal, de complexión más pequeña y de actitud bastante reservada. Oh SeHun, que al contrario de JongIn, era mucho más callado, solitario y nada bueno en los deportes. Había entrado al equipo de futbol escolar para al menos hacer un poco de ejercicio, aunque no fuera muy bueno en ello que digamos. Pero no le importaba, siempre había sido de esa manera y no tenía muchas intenciones de cambiar.
Aunque por el contrario, entre las chicas no pasaba tan desapercibido, pues era muy guapo; de cabellos castaños y lacios, pero increíblemente asocial y muy inexpresivo, lo cual provocaba que no fuera muy conocido entre sus compañeros. Usualmente SeHun evitaba las clases que implicaran cualquier actividad física, tenía buenas notas, así que podría pasar la clase con un examen fácil y sencillo. Nada de qué preocuparse, por lo que prefería ir al jardín y leer un buen libro para matar el tiempo.
A pesar de ser casi un 'desconocido' en el colegio, JongIn sí sabía de su existir. Y sabía un poco más de lo que se considera como normal. Le daba curiosidad el ver a ese chico, tan solitario y sumido siempre en sus pensamientos, no le importaba no tener amigos. Así que después de mucho pensarlo, decidió que debía hablarle.
—Le ayudaré a ese chico a ser social y unirse a los demás... —se dijo a sí mismo, sentado en la ventana de su aula de clases. Su rostro lo hacía pensar, que será difícil. Pero no perdía nada con intentarlo ¿cierto?
Y así sucedió.
Al día siguiente lo vio en el mismo lugar de siempre, sentado en lo que parecía ser su árbol preferido. Sabía la hora exacta, pues eso era casi diario, o al menos, cada que aquel chico tenía una clase deportiva. Se acercó a paso silencioso al pálido chico, colocándose frente a él, emitiendo un animado saludo.
El blanquecino joven, dejó el libro que se encontraba leyendo. Levantando tan sólo pocos centímetros la mirada, dirigió sus oscuros ojos al joven frente a él. Se extrañó al ver a uno de los populares hablándole. ¿Acaso no era invisible para toda la escuela? Eso creía. No emitió sonido alguno y prefirió volver la mirada a su libro.
JongIn quedó un tanto desconcertado, normalmente nadie lo trataba de esa manera. Él era amable con todos sus compañeros y por ende, sus compañeros lo eran con él, por lo que volvió a intentar.
—Hola, mi nombre es Kim JongIn y supongo que tú eres Oh SeHun ¿no es así?
Dejando salir aquella radiante sonrisa que a muchos y muchas encantaba, era su más preciada arma y benefactora utilidad. El castaño subió la mirada nuevamente, alzando una ceja en desconcierto.
—¿Qué quieres y cómo sabes mi nombre? —lo miró sin expresión alguna, algo típico de él pues estaba acostumbrado a ser frío con todo individuo que se cruzara en su camino. El de piel morena se impresionó un poco más, pensando en sus adentros la razón por la cual ese chico no tenía amigos, quizá porque era un mal educado.
—Nada, es sólo que te veo mucho aquí solo y... —el de piel pálida no lo dejó terminar, pues replicó de manera defensiva.
—¿Acaso me espías? —Cuestionó en una mirada desaprobatoria— Pues así es, me gusta estar solo y no necesito compañía, por si esas eran tus intenciones. Así que puedes irte. —terminó aquella frase y sin más que añadir se levantó para irse, dejando al moreno completamente desconcertado por su actitud.
JongIn ahora estaba mucho más curioso por ese chico. Tan solitario y era de los muy pocos que no lo seguía como los demás en la escuela. Era intrigante. Cuando SeHun se fue, ignorándolo, le provocó una gran necesidad de lograr que le hablara, casi como un reto que estaba dispuesto a tomar.
—Vas a ser mi amigo Oh Sehun, lo sé. —dijo de manera segura y confiada.
Suspiró, alejándose de aquel árbol el cual sería un lugar frecuente para él de ahora en adelante, durante las próximas semanas, quizá meses. No importaba si a SeHun le gustaba la idea o no.
Cuando algo se metía en la mente de Kim JongIn, era imposible sacárselo de la cabeza.