Estoy en mi celda, aún cubierto con mi propia sangre. Esposado y con el pecho desnudo, encima de la cama, con ese cretino de Levi Rivaille aún en mente. Me vienen continuamente esas imágenes a la memoria. Recuerdos del puño de Rivaille contra mi mejilla. De su bota contra mi estómago.
He estado reflexionando largo y tendido sobre esto, desde que he recuperado la conciencia hará como una hora.
No sé si debería asustarme de este sentimiento que tengo debido a estos pensamientos, pero desde luego no es normal que esta idea me excite. Que incluso el pensar en Rivaille me provoque una erección. Pero la verdad es que a cualquier ser humano en este mundo le gustaría poder ver al capo Levi Rivaille en acción, destrozando a los titanes que se le ponen por delante, cuchillas en mano, y volando y dando volteretas por el aire como un ángel de la muerte con sus alas bicolores desplegadas a su espalda.
La verdad es que hace mucho tiempo que el capo me gusta, pero el hecho de pensar que yo mismo he sido objeto de su violencia me excita tanto que me hace sentir enfermo. Mi corazón palpita con mucha fuerza al pensar en él.
Aparto esos pensamientos de mi cabeza y al poco rato me quedo dormido.
En mis sueños sólo aparece él con su equipo de movimiento tridimensional, blandiendo sus cuchillas y lleno de sangre humeante.
Una mano tibia sobre mi hombro desnudo me despierta, meciéndome levemente, y al abrir los ojos me encuentro con el protagonista de mis sueños mirándome fijamente.
Seguro que no me he despertado aún. No, un momento. Ese contacto ha sido más que real. De repente, mi corazón late muy deprisa. Por eso le sostengo la mirada e intento aparentar una tranquilidad que en realidad no siento.
- Jaeger –dice, con prisa, justo antes de que el silencio se vuelva incómodo-. Mikasa me ha abordado hará un rato por los pasillos y me ha exigido que venga a disculparme por mi comportamiento desmesurado. Me ha dicho que tú eres completamente humano y que tienes el control total sobre el titán.
Me he quedado completamente callado. Por supuesto, Mikasa es muy capaz de hacer algo así, pero no lo creo necesario en absoluto.
- ¿Aceptas mis disculpas? –pide, al ver que no contesto.
- No –respondo tajantemente.
Él pone cara de sorprendido. En realidad cualquier emoción sentaría bien a ese bello rostro de asesino que tiene.
- No hace falta que se disculpe –añado, intentando parecer tranquilo-. Usted es el capo y no tiene por qué hacer caso de lo que le diga una subordinada.
- Ha sido muy insistente –dice, acercándose más a mí hasta que quedamos frente a frente, mirándonos con intensidad.
- Me parece loable que haya venido a pedirme disculpas, pero no me parece necesario en absoluto, ya que al tener un rango muy inferior al suyo debo aprobar todas sus decisiones.
- ¿Por qué? –pregunta. Parece confundido por mi perseverancia.
- Porque siempre he querido ser como usted –digo, seguro de mí mismo-. Porque lo admiro sinceramente.
Levi parece pensárselo durante un momento a la hora de contestar y me doy cuenta de que, siguiendo un impulso, me he acercado demasiado a la zona de peligro.
- Si no vas a aceptar mis disculpas, entonces déjame compensarte por haberte agredido.
- No es necesario que lo haga –digo, aunque me siento halagado por sus palabras.
- Quiero hacerlo y lo haré –esta vez ha sido contundente.
Se está acercando demasiado a mí. Me arrincona contra la cama en la que estoy recostado poniendo la mano junto a mi cabeza, en la almohada. Puedo sentir su aliento en la cara y eso no me desagrada en absoluto.
Mi cuerpo empieza a calentarse automáticamente, sin mi permiso. Esto no debería estar pasándome, pero su mera presencia me excita tanto que no puedo pensar en otra cosa que en provocarlo para que me diga cosas salvajes, o que me golpee otra vez, o al menos que se mantenga a mi lado un momento más.
- ¿Y cómo va a hacerlo? –pregunto, intentando sonar agresivo y seguro de mí mismo- ¿cómo va a compensarme?
- Lavando tus heridas y curándolas –contesta, aparentemente inmune a mi provocación.
Sin embargo, ha contestado demasiado rápido como para haberlo decidido ahora.
- Mis heridas ya están curando. Las costillas que hace unas horas creía rotas a penas me duelen y me está creciendo una muela nueva donde tú la hiciste caer. El titán que hay en mí actúa rápido, incluso bajo mi forma humana.
Por un momento llego a creer que se apartará de mí y luego me mirará con desdén por mencionar a mi titán, pero no lo hace.
Me mira fijamente durante un momento y me dice:
- Voy a hacerlo de todos modos, porque creo que es exactamente lo que debo hacer.
Si va a hacerlo de todos modos, no voy a ser yo quien se lo impida.
Me incorporo en la cama como buenamente puedo, ya que las esposas me dificultan todo movimiento. Había olvidado por completo que no llevaba suéter o camisa de ningún tipo, pero eso no impide a Rivaille agarrarme de la cadena de las esposas y “ayudarme” a ponerme en pie de un tirón.
Juntos salimos al pasillo. Yo tras él y él arrastrándome de las esposas como si fuera un perrito.