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Diciembre por blueous

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Notas del fanfic:

¡No es angst! No es gris ni nada, me siento orgullosa de mí misma sdhfksd <3... aunque está relatado de forma un poco melancólica pero.. who cares?

El tren avanza lento, como sólo pueden hacerlo los trenes que van al destino que uno anhela. El protagonista de esta historia no ve el humo desde su asiento al interior del vagón, pero adivina que sube al cielo casi tan rápido como sus ganas de bajarse y empujar la máquina (cosa que si no hace, es solamente porque le parece ridículo).

—Máquina de mierda.

 Termina por susurrar cuando una estación dura más de lo estrictamente necesario. Yongguk quiere sentirme menos enojado, porque no debería estar tan exaltado. Claro que no.

—¿Cuándo piensan partir?

 El señor Bang mira a su hijo con los mismos ojos castigadores con el que miraría a un subordinado desobediente, pero Yongguk no desiste de sus premuras, sin importar ser el único creyente de que el vehículo ya debiera estar en marcha. El chico desearía no estar tan apresurado, porque es una mala señal, sin embargo no tarda en volver a reconocerse a sí mismo (como lo viene haciendo hace unos días) que está tremendamente enamorado, además ¿no es el amor es el único fin en esta vida? ¿Entonces por qué el tren no parece querer partir de nuevo?, ¿Qué nadie ve que lo matan un poco con cada segundo de retraso?, ¿Qué dentro de los vagones nadie tiene la felicidad, el amor, la calma, el deseo, la fugacidad de la juventud esperando en la última estación? A Yongguk se le escapa un suspiro cansado.

—Cada suspiro es un beso que no has dado.

 Dice la voz de su felicidad, amor, calma, deseo y juventud desde una zona algo olvidada en la memoria.

 No puede evitar suspirar de nuevo. Porque estos meses han estado llenos de besos sin dar.

 Suspira otra vez. Porque el único que puede recibir estos besos está a unas siete estaciones más.

 Suspira una y otra y otra y otra vez.

 Después de unos segundos de inmovilidad por parte del tren, Yongguk se deja llevar por sus divagaciones, reiterando en su cabeza que eso no partió como amor y no tiene por qué serlo ahora, asique sería mejor que dejara de fantasear, solo por si la caída desde sus nubes de papel es muy dolorosa.

 La relación de Yongguk con el contorsionista del circo no partió como amor, más bien fue como una patada en el trasero: muy molesto. Yongguk recuerda que el día en sí era de esos que le molestaban, tan lleno de sol y calor, de esa estrella que no te deja ver a menos que pongas tus manos sobre los ojos, obligándote a andar con playeras sin mangas, de esas que Yongguk secretamente odia. El chico recuerda creer que nada más era necesario para tenerle de mal humor, sin embargo su padre siempre tiene la forma de hacer que se equivoque y ese día no fue la excepción cuando en el almuerzo el hombre dejó unas entradas sobre la mesa, entradas que la única mujer de los hijos Bang tomó entre sus manos y apretó con fuerza. Eran entradas de circo y Yongguk fue, probablemente, el único que no se emocionó al respecto.

 Terminaron los cinco miembros de la familia en una fila interminable que tenía como objetivo una entrada angosta llena de paja en la que no hicieron más que cortar las entradas por la mitad para indicarles por donde avanzar; cosas que Yongguk dijo podría ser gratis y sin tanta espera si sólo fueran al campo de sus abuelos en lugar de estas playas horribles. Aunque claro, no es como si a su padre le hicieran mella esos comentarios cuando tomándolo por el cuello en un apretón amable lo encaminó hasta un asiento en el que entregó un par de dulces para acallarlo, como si todavía fuera un niño.

 Hoy por hoy Yongguk no podría decir que fueron esos dulces los que le calmaron, sino el espectáculo que, contra todos sus pronósticos, era bastante decente. Juegos con telas y sombras, payasos tristes y melancólicos, magia con trucos mentales y un presentador que parecía dirigir recuerdos de un pasado menos gris en lugar de a personas. Cuando los contorsionistas salieron a dar su espectáculo, Yongguk estaba demasiado inmerso como para escrutar los rostros fijamente, y sin embargo notó la mirada rezagada de uno de los hombres elásticos y una sonrisilla cuando sus ojos cayeron en él y su hermano gemelo. Probablemente la cercanía de la familia al escenario y la buena iluminación le mostraron al artista claramente como dos personas del público eran una copia idéntica de la otra. Yongguk supo más tarde que eso había captado la atención del delgado hombrecito que estiraba sus piernas y brazos contando historias desgarradoras de amores pasados.

 Aplausos al final. Aplausos hasta que a Yongguk le comenzaron a doler las manos, aun contra la opinión de su padre que creía fue un espectáculo demasiado lento. El menor de los Bang debatió esa idea hasta que Natasha, su hermana, insistió en ir al baño antes de marchar a casa y ambos gemelos se quedaron a esperarla fuera del pequeño baño de circo. La chica no demoró demasiado, aunque lo preciso para que ambos hermanos  vieran como el domador de animales recogía la basura de los asientos, el presentador barría el escenario y los contorsionistas arreglaban los detalles de la próxima función. Uno de esos últimos pasó junto a los muchachos y, sin poder contenerse, terminó por acercarse a ellos de forma definitiva.

 Tras una reverencia gentil y cierta sonrisa coqueta, el chico habló lentamente.

—Disculpen la pregunta, pero ¿ustedes son gemelos, cierto?

 Por ese entonces lo de los mellizos y gemelos era algo extraño, sobretodo en lugares algo aislados como esa playa en la que a la familia le gustaba vacacionar, asique la pregunta no tomó por sorpresa a ninguno de los jóvenes que correspondiendo a la reverencia asintieron. Antes de que el chico pudiese liberar una expresión de asombro, Yongnam se acercó ligeramente para comentar con su tono gracioso.

—Pero yo soy el guapo.

 El contorsionista le miró algo intimidado por esa cercanía que Yongnam solía mostrar con todo el mundo, sin embargo la conversación se cortó cuando Natasha salió del baño con las manos lavadas y húmedas. Quien era ajeno a la familia debió haber visto la hora, pero se apresuró a despedirse y agradecer la visita, invitándolos cuando el circo tuviese nuevas novedades. Yongguk, que había visto de forma pasiva durante todo este rato, tuvo la urgencia de coger al chico por la muñeca y hacerle alguna pregunta, algo tonto, algo como ¿quién te rompió el corazón? (era la única forma que Yongguk encontró para que el artista transmitirá tanta pena y desolación), sin embargo no lo hizo. El que habló fue el otro.

—Adiós también gemelo no-guapo.

 No invitaciones, no sonrisas, no nada. El artista simplemente entró a la tienda, como si estuviera muy apurado, con una naturalidad que le hizo creer a Yongguk que debía estar a acostumbrado a llegar tarde o hacer todo a última hora y a Yongguk jamás le gustaron las personas que dejan las cosas para el final.

 Y sin embargo al otro día el chico se paseaba por las afueras de la carpa con un libro de poesía bajo el brazo, dispuesto a leerlo a la orilla del mar hasta que pasase algo interesante, negándose a sí mismo que esperaba eso fuera un contorsionista de cabello castaño desgastado.

—¡Oye!, gemelo —Yongguk atina apenas a saludar con la mano mientras ve al otro acercarse con paso de trote hasta su lado — ¿Qué haces por aquí?

—Vine a dar un paseo, no sabía que te encontraría.

—Yo tampoco —Pero el tono del chico decía que mentía.

 Yongguk apenas alcanza a levantarse cuando el otro mira hacia la carpa y sonríe apenado. A Yongguk no le desagrada esa mueca humilde.

—Me tengo que ir —Dice el más bajo rompiendo la falta de sonido —¿Me puedes esperar un espectáculo?

Yongguk asiente, torpe como no se recuerda jamás.

 Sin embargo no tiene tiempo para esperarle.

 A veces las personas adoran idealizar las cosas, hacerlas perfectas y después aspirar a ello, Yongguk solía ser de esas personas. Ese invierno aprendió que la vida no es así, lo supo por primera vez cuando el tiempo de espera se le hizo eterno y helado, tan helado que comenzó a tiritar de pies a cabeza y aunque le hubiese encantado quedarse para decir en algún momento esperó a una persona preciosa una tarde de invierno, no lo hizo. No tragedias, no urgencias, no destino, simplemente frío.

Aunque al contorsionista no pareció afectarle demasiado la siguiente vez que se vieron. Esa vez Yongguk aprendió muchas cosas, pero de él, aprendió por ejemplo que Himchan era el hijo menor de una familia con dinero suficiente como para enviarlo a esas costas a vacacionar pensando que le ayudaban a descansar cuando él prefería estar en esa carpa llena de paja y pintura para cara. Ambos habían nacido hace 21 años, pero Yongguk podría decir que el otro era al menos tres años menor si a edad mental respectaba. Himchan era de esas personas que tiene tanto que decir, y Yongguk siempre fue de esos que se cansan rápidamente de escuchar.

 El menor de los Bang no pudo evitar que una pequeña decepción se expandiera desde su mente hasta casi rozar su pecho cuando no pudo seguir fingiendo que la melancolía que le había capturado de Himchan no era más que una excelente actuación para el espectáculo, sin embargo era demasiado amable como para un día decirle “no nos hablemos más”, asique siguió saliendo con el contorsionista al menos tres veces por semana, incluso a veces podía ir a verle al circo, podía ver sus presentaciones todo el día, porque estaba encandilado por ese artista tan destruido que utilizaba su cuerpo y el de sus colegas para expresar dolores inhumanos del corazón.

—Eres diferente a ese chico que hace cosas en el circo.

 Dejó escapar Yongguk junto a un suspiro un poco de tiempo después de que ambos pudiesen hablar de forma informal (cosa que no costó tanto cuando Himchan era tan abierto a entregarse a desconocidos).

—Cada suspiro es un beso que no has dado.

 Se podría decir que para ese entonces Yongguk estaba acostumbrado a los temas que Himchan prefería sobre los suyos propios, había dejado de pensar que podría llevar al contorsionista alguna vez a sus problemáticas filosóficos-sociales ni nada parecido, por lo que esa pequeña frase le llamó la atención.

—¿A sí?

—¿Sabías que uno recorres el mundo más de una vez con todo lo que camina durante una vida? —Yongguk guarda silencio, pero se incorpora —, me pregunto qué sería caminar siempre de frente... ayer estaba leyendo cosas que debía saber antes de morir.

—¿Y por qué?

—Porque me gustaría decir algo por lo que me recuerdes.

 Yongguk siempre creyó que tenía talento para conocer a las personas después de hablar sólo un rato con ellas, sin embargo Himchan también le enseñó que eso no era cierto. Cuando Himchan enumeró las casi cien cosas que recordaba de lo que había leído el día anterior, ambos chicos habían hablado unas ocho veces, se conocían hace tres semanas y las vacaciones recién comenzaban. Yongguk comenzaba recién a conocer a Himchan.

 Kim Himchan era el menor de una familia no numerosa que tenía dinero de sobra para enviarlo a una playa alejada de todo; lo venían haciendo desde hace años, cuando el chico comenzó a dejar de ser merecedor de las salidas exhibicionistas de la familia por poseer un alma demasiado liberal para su tiempo, sin embargo había encontrado en el circo una familia nueva y más unida que la que le acogía la mayor parte del año, en la carpa de colores no era el menor, pero tenía encargado el trabajo de ser adorable, chistoso y energético, el circo era para Himchan como un corazón caliente que remplazaba la piedra que estaba en su pecho cuando se marchaba. Kim Himchan era directo en todo lo que tenía que decir; solo que no siempre tenía qué decir, antes de Yongguk jamás tuvo intereses en saber de algo que no fuera la felicidad inmediata, le había bastado un vistazo, una conversación, un roce, sólo un momento con el menor de los Bang para que la necesidad de conocer cosas que no le parecían tan importantes le brotara de lo más recóndito.

 Hasta el mismo día en que el tren decide volver hasta la playa, Yongguk le agradece a todas las fuerzas cósmicas esa pizca de amabilidad que le permitió no alejarse de Himchan. Agradece las tardes sobre la arena en la parte trasera del circo, las frases que se le fueron dando cada vez más fácil decir, agradece las veces que Himchan le escuchó en silencio y las más en que parecía que no le prestaba atención mientras practicaba alguna acrobacia fácil sobre la arena.

 Cuando uno se enamora no logra comprenderlo hasta avanzado el tiempo e incluso pasadas horas, semanas, milenios, tampoco es claro cómo uno se enamora. Yongguk no comprende en qué momento dejó de caminar al circo de la playa con paso tardío e indiferente y comenzó a saltarse el almuerzo para llegar antes que el contorsionista, apenas entiende que un día se levantó y lo primero que pudo pensar fue “Cada suspiro es un beso que no has dado” y suspiró.

—Hoy no tengo tanto tiempo.

—¿Por qué?

—Es hora de cambiar el show, estamos ensayando un nuevo acto y los jueves son los días en que nosotros probamos el escenario una y otra vez y una y otra vez y una y ¿te dije otra vez?

 Yongguk sonríe mientras acepta que la decepción tome una parte corazón.

—Quisiera poder pedirte que te quedaras.

 Himchan le miró directo a los ojos y volteó de inmediato. Un paso detrás del otro corrió hasta perderse en las telas del circo.

 Yongguk mentiría si no aceptase que esperaba algo, no sabía qué, simplemente algo.

 Es por lo mismo que no hace caso a la llamada de su padre a esa cosa nueva, esa llamada teléfono móvil y simplemente se queda esperando a Himchan, incluso se atreve a acercarse más a la carpa, tan cerca que se escuchan los gritos de un lugar a otro y sobre todos la voz sutil de Himchan pidiendo arreglar eso y tal cosa.

—¿Yongguk?

 El aludido termina por abrir los ojos cuando Himchan insiste en moverlo. Se había quedado dormido cerca de la entrada quién sabe por cuánto exactamente, simplemente lo necesario para ver a Himchan con los ojos hinchados de cansancio y tener otro par de llamadas perdidas.

—¿Me estás esperando?

—Para nada.

—Claro, simplemente se te ocurrió que sería entretenido leer aquí tu libro, ¿cierto?

—¿Estás cansado? —Inquiere Yongguk tallándose los ojos e intentando cambiar el tema —, ¿cansado como para dormir? —Sigue hablando cuando recibe un asentimiento corto.

—Depende qué tengas para ofrecerme.

 Yongguk termina de levantarse y murmura un corto ‘sígueme’ que no deja lugar a quejas, menos el agarre en el brazo y Himchan cree que vale la pena al llegar al destino.

 Himchan encuentra el sitio hermoso y Yongguk promete a su corazón que nunca olvidará eos instantes.

—Wow…

—Sí, yo dije eso mismo cuando Yongnam me trajo.

—¿El gemelo guapo?

 El lugar es una pequeña playa detrás de unos roqueríos a los que se llega saliendo de la zona del mar y avanzando por donde están las casas-restaurant, llegando al final, dónde nadie va porque no parece que haya algo que valga la pena. El agua es cristalina, casi verde, un verde sano que Himchan puede decir es su nuevo color favorito. Entrar al agua es un poco doloroso al principio, pero vale la pena cuando se da cuenta que son pequeñas conchas en forma de cono teñidas de blanco y café las que se meten por sus pies. Todo vale tanto la pena cuando no se escucha más que el murmullo mínimo de las olas contra piedras lisas, el viento y casi podrían jurar que también se oye el sonido de  los rayos del sol acariciando todo a su paso. Yongguk acaba raptando a Himchan al menos una vez a la semana para llevarlo al escondite que ambos comparten por horas. Al menor de los Bang le gustaría poder decir que allí terminó de conocer completamente a Himchan, sin embargo sabe que eso sería una mentira; el mismo Himchan le ha enseñado que jamás se deja de conocer a alguien, mas allí ambos sienten la libertad de contar cosas que no dirían en otras circunstancias, secretos de infancia, de familia, cosas vergonzosas que quieren olvidar, sueños, miedos y Yongguk se alarma cuando el único que no puede confesar es el miedo de perder a Himchan.

 Un día cualquiera, Himchan llega cansado, sonriente y recién levantado, más tarde lo normal, mira a Yongguk y se muerde los labios, pareciera que va a decir algo sin embargo decide mejor quitarse la playera y correr hasta una roca para lanzarse directamente en la altura que divisa entre sus pies. Yongguk entiende que lanzarse al vacío es del estilo del menor, entregarse completamente a lo desconocido, intentar cosas nuevas, desafiarse a sí mismo. Yongguk piensa en todo eso mientras las olas del mar le devuelven a un contorsionista más despierto y animado.

—Venga, es divertido.

—Divertido va a ser que te rompas la cabeza.

—Eres un abuelo.

 Himchan sale del agua al mismo tiempo que termina de hablar y se tira encima de Yongguk. Es cierto que el segundo ya está rendido a jamás conocer a ese chico alegre al cien por ciento, sin embargo hay algo en los gestos calculados de este que le hace creer que esa cercanía es algo que ya había planeado. Le dan ganas de sacárselo de encima y decirle que hay maneras mejores de pedir un beso, sin embargo todo lo que a él le gustaría hacer se pone extraño si se incluye en el cuadro a Himchan, así que no se levanta para alejarlo, se remueve pare acercarse también.

—Estás helado —Dice notando que al mover sus labios estos rozan con el calor de los contrarios.

 Cuando Yongguk suspira, es porque hay un beso que no está dando.

—Esto es ridículo. Simplemente te voy a dar un beso.

 Himchan termina las palabras tan cerca del rostro de Yongguk que si los pintaran se unirían los colores.

 Y se besan.

 No hay nada que describir, no cabe en las palabras esa realización que explota en todo el cuerpo de Bang, partiendo por su mente. Este no es otro Himchan más que el del primer día, no es otro más que la desilusión de alguien que parecía ser un misterio por resolver, no es más que ese misterio que se presentó diferente a lo que Yongguk esperaba. Es un misterio por resolver exactamente por eso, porque se aleja de todo lo que conoce. Dios mío, es como si todo lo desconocido se presentara justo frente a sus ojos y no le importa, porque mientras se acomoda y siente a Himchan hacer lo mismo, prefiere cerrar los ojos que descubrir el origen del mundo.

 Al separarse ninguno se atreve a decir ‘te quiero’, sin embargo sus corazones no mienten y la mano de Himchan tampoco cuando busca la de Yongguk y le arrastra hasta la playa para que salten de la piedra que a Yongguk no le parece para nada divertida y de la que se deja caer de todas formas.

 Yongguk ve el paisaje pasar por fuera de las ventanas del tren y recuerda que se dejó caer en Himchan, todo el verano, hasta el final. Se dejó caer lentamente y casi sin notarlo.

—¿Te veo en diciembre?

 Himchan no responde, se tira al cuello de Yongguk y oculta el rostro allí, es primera vez que el mayor le ve en esa faceta, y no le disgusta el Himchan que no le quiere dejar ir.

—Ya volveré el año que viene —Sentencia Yongguk besando el borde del oído ajeno —, es una promesa y yo siempre cumplo mis promesas.

 El tren se detiene, bastando eso para que el menor de los Bang reprima todos los recuerdos y tome el único bolso que lleva a su lado para salir corriendo.

 Allí está, al otro lado de la línea del tren, un héroe de otoño, un soñador entre todos esos locos que le rodean y caminan sin detenerse a verlo, a admirarlo, a querer poseerlo.

 —¡Himchan!

 El contorsionista busca la voz y deja de hablar con su acompañante (al que Yongguk reconoce como otro de los colegas del circo).

—¡Aquí, idiota!

 Himchan lo encuentra casi de inmediato y sonríe.

 Yongguk cree que diciembre vale la pena, que la casa en la playa es la mejor inversión familiar y que no cambiaría esa sensación por nada del mundo.

Notas finales:

 Si quedó alguna duda pregunten, si les gustó dejen reviwe, si no dejen review de odio... porfi~ u n u

Le arreglé que estaba todo muy juntito, pero no lo he revisado, quién sabe, quizás le haga segunda parte.


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