Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La pena de Henmi. por Son Yamuri

[Reviews - 32]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

:v

 

Me van a matar. Lo sé. Tengo un cuarto de capítulo de Junjou Teenagers y más de medio de Nieve y Sangre, y por alguna razón éste es el que sale primero.

 

Pero bueno, la inspiración no debe desperdiciarse.

 

(Éste es uno cortito)

 

¡¡Ojalá les guste!!

El día en que todo cambió para Yokozawa fue, precisamente, el día de la tan ansiada fiesta de té de Hiyo.

 

Yuki-chan, la pequeña amiga de Hiyori, había caído víctima de una fiebre no muy grave, pero sí lo suficiente como para haber sido hospitalizada una noche. Eso fue la noche anterior a la fiesta, así que ni los papás de Yuki ni el mismo Kirishima querían arriesgar a Hiyo. Eso había deprimido mucho a ambas niñas, pero los padres las habían consolado prometiéndoles una fiesta de té privada donde sólo participarían ellas dos.

 

La mañana del sábado Yokozawa salió muy temprano del departamento de los Kirishima para ir a las librerías Marimo, donde se encontraría con Henmi para que le entregara las galletas. Realmente no le importaba quien las hacía, es decir, si Henmi las comía y el mismo Henmi las recomendaba, entonces no había mucho de qué preocuparse. Ni siquiera el sobreprotector Kirishima se había preocupado mucho por el asunto después de escuchar que Henmi las llevaría.

 

Llegó a la librería Marimo a las diez de la mañana en punto, y logró ver a Henmi sentado en una banca con una caja de cartón a su izquierda y unas bolsas de compras a sus pies. ¿Había tenido el tiempo suficiente de llevar las galletas, ir de compras y esperar ahí? ¿Desde cuándo era tan responsable?

 

 

 

-Ah, Yokozawa-san –al verlo, se levantó de inmediato e hizo una reverencia-. Aquí tengo su encargo.

 

- Gracias por no retrasarte. La hija de Kirishima está muy ansiosa por probar estas galletas.

 

- Ya veo –sonrió- espero que le gusten.

 

- Estoy seguro que le gustarán.

 

- ¿Podrá con ellas?

 

- Sí, no te preocupes por eso yo… -pero cuando se inclinó e intentó levantar la caja le dio una punzada muy fuerte en la cintura. ¡¡MALDITO KIRISHIMA DE MIERDA!! ¡¡LE HABÍA DICHO QUE NO LO HICIERA TAN DURO!!

 

- ¡Yokozawa-san! ¡¿Se encuentra bien?! –Henmi casi tira las bolsas en su apuro por ayudarlo.

 

- S-Sí… no te preocupes es sólo… creo que dormí mal…

 

- Permítame ayudarlo por favor.

 

- No es necesario, tomaré un taxi.

 

- Pero Kirishima-san tiene un departamento ¿no es así? ¿Podrá subir escaleras?

 

- … Lo llamaré… de hecho, es mejor que… -palpó los bolsillos de su pantalón y tuvo unas enormes ganas de golpearse. ¡No había llevado su celular!

 

- Por favor déjeme ayudarle.

 

- No, ya me las arreglaré sólo, además tienes ahí tus compras, es mejor que regreses a casa.

 

- No estaré tranquilo, además a mí no me duele nada, podré con todo.

 

 

 

Yokozawa suspiró. En verdad Henmi era terco.

 

 

 

-¿Vives muy lejos?

 

- No… vivo en aquél edificio.

 

 

 

Eso lo explicaba todo.

 

 

 

-Si quieres ayudarme vamos a hacer esto: vamos a tu departamento a dejar esas bolsas y después iremos al departamento de Kirishima.

 

- Sí, está bien.

 

 

 

Yokozawa ayudó a Henmi con las bolsas más ligeras, mientras el otro llevaba la caja y las bolsas más pesadas. Qué demonios… cargaba todo eso sin la más mínima señal de molestia en el rostro… ¿tan fuerte era?

 

Caminaron en silencio y cuando llegaron al edificio tomaron el ascensor. Yokozawa se dio cuenta de que esos pisos eran de los más baratos a juzgar por la nula decoración del pasillo y las puertas desgastadas.

 

 

 

-Lo siento –Henmi pareció adivinar lo que pensaba- pero soy un hombre soltero, así que realmente no necesito muchos lujos.

 

- Sí, comprendo eso…

 

 

 

En cuanto abrieron la puerta, Hannibal saltó y estuvo a punto de saludar a Henmi (¡Hola Henmi! Has vuelto muy rápido) cuando vio a Yokozawa y se paralizó. Tanto hombre como gato se miraron con sorpresa: Yokozawa no sabía que Henmi tenía un gato (de hecho no sabía casi nada de él) y era la primera vez que Hannibal veía a otra persona en el departamento aparte del “Hombre Nieve”.

 

 

 

-Ah, es mi gato –sonrió Henmi dejando las cosas en la barra- se llama Hannibal.

 

- ¿Hannibal? Ese nombre me suena…

 

- Lo hará si le gustan las películas de terror. Disculpe, iré a mi habitación por unas cosas, puede dejar las bolsas ahí.

 

 

 

En los tres minutos que Henmi tardó en ir a su habitación, Yokozawa puedo apreciar bien el departamento: tal vez muy chico, pero estaba bien para alguien como Henmi. También estaba demasiado limpio y ordenado para ser alguien soltero y más aún para ser un trabajador de Marukawa.

 

El gato estaba encima de la mesa que estaba en medio de la sala, mirándolo fijamente. Siempre le habían gustado los gatos y éste parecía haberse recuperado del shock inicial. Dejó las bolsas en la barra de la cocina y se acercó al gato para acariciarlo. Lo hizo durante unos segundos hasta que el animal bajó de la mesa, tumbando un portarretratos que había. Enseguida lo levantó… y miró la fotografía:

 

Era Henmi –aunque tal vez unos años más joven- siendo abrazado por los hombros por un hombre –había que admitirlo- muy apuesto y bien parecido. Su cabello era blanco y sus ojos plateados. Ambos iban de traje negro, y un niño de unos cinco años, idéntico al hombre que abrazaba a Henmi, estaba trepado en los hombros de –supuso- su padre, sonriendo.

 

¿Quién sería ese hombre? ¿La pareja de Henmi?

 

No… Henmi había dicho que era un hombre soltero…

 

¿Y si…?¨

 

¿Y si Henmi estaba en la misma situación en la que él había estado con Masamune? ¿Y si Henmi había estado enamorado, le habían roto el corazón y tampoco podía olvidar?

 

Comenzó a recordar los días en que él había estado deprimido… pero… curiosamente apenas recordaba eso. ¿Por qué? En verdad Masamune le había roto el corazón, en verdad le había dolido, pero ¿por qué no podía recordar…?

 

Ah… es que Kirishima personalmente se encargó de eso. Se encargó de distraerlo para que no se deprimiera demasiado por todo lo que había ocurrido, lo había animado… y de paso enamorado.

 

Volvió a mirar el rostro de Henmi en la fotografía. Sonreía tan feliz… tan animado… tan despreocupado… y sin embargo, no había señales de que otra persona estuviera viviendo con él.

 

¿Sería posible que Henmi estuviera en la misma situación que él estuvo? Si era así… él sabía perfectamente cómo se sentía. Y también sabía la solución.

 

Tomó su celular y envió un mensaje a Hiyo, con copia para Kirishima.

 

 

 

*****

 

 

 

-Listo, perdón por la espera –se había puesto una camisa más casual aunque aún tenía su pantalón de mezclilla. También llevaba un reloj en su mano derecha y se había acomodado el cabello. Al verlo, Hannibal saltó a sus brazos para acurrucarse.

 

 

 

-Henmi… ¿tienes algo importante que hacer más al rato?

 

- ¿Eh? Bien… no realmente, sólo cuidar a mi gato, ha estado un poco enfermo últimamente…

 

- Entonces llévatelo. Estás invitado a la fiesta de té de Hiyo.

 

- … ¡¿Eh?! Pe-Pero yo

 

- Sin peros. Has dicho que no tienes nada más que hacer y si el problema es el gato entonces llévatelo. A Hiyo le encantan los gatos y de hecho están cuidando el mío.

 

 

 

El corazón de Henmi comenzó a palpitar muy rápido. ¿Pasar el día con Yokozawa Takafumi…?

 

 

 

-… Está bien. Después de todo, no podemos desairar a una niña.

 

- Bien dicho. Ahora ve a arreglarte ese cabello y mete al gato en su caja.

 

- ¡Si!

 

 

 

Henmi se fue corriendo a su habitación visiblemente feliz. Lo único que tenía planeado ese día era un maratón completo de El Señor de los Anillos (incluyendo las películas de El Hobbit) mientras comía palomitas de maíz. Un poco de compañía de vez en cuando le venía muy bien.

 

Yokozawa, aun esperando en la barra que separaba la sala de la cocina, escuchó un ruido metálico. Volteó al suelo y se fijó que el gato había tirado algo de ese material y lo lamía con insistencia. Supuso que a Henmi no le agradaría eso, así que cargó al gato y recogió el objeto… y se quedó confundido al ver que en realidad era un cortador de masa en forma de conejo que tenía unas cuantas manchas de chocolate. ¿Qué?

 

Frunció un poco el ceño y dejó el cortador el lavatrastos. Si eso era así… si Henmi le había ocultado…

 

 

 

-Ya estoy –Henmi salió de un pasillo con una caja para gatos y el cabello acomodado.

 

 

 

Yokozawa decidió a no decirle nada… por el momento. Metieron a Hannibal dentro (quien, para sorpresa de Yokozawa, pareció casi gustoso de hacerlo) y salieron. Yokozawa llevaba al gato y Henmi la caja.

 

Durante todo el camino estuvieron hablando de trabajo y un par de cosas personales, y entre eso mencionaron a Kuroda y a su hijo. Al parecer el niño iba empeorando poco a poco, y a pesar de eso seguía siendo tan activo y alegre como siempre.

 

Cuando llegaron al departamento fue Hiyori quien les abrió, con una enorme sonrisa en los labios, la cual desapareció para convertirse en un gesto de sorpresa al ver a Henmi.

 

-¡Yo te conozco! Estabas en el festival de Sensei ¿verdad?

 

- Sí –la sonrisa de Henmi fue… mucho más dulce de lo que debería haber sido- es bueno que me recuerdes Hiyori-chan.

 

- Ohh ¡Onii-chan! ¿Qué hay ahí?

 

 

 

Yokozawa le sonrió –sorprendiendo a Henmi- y bajó la caja para abrir la puerta. Hannibal salió de forma elegante y se sentó frente a su caja para comenzar a lamerse la pata.

 

 

 

-¡Un gatito! ¡Es tan bonito! ¿De quién es?

 

- Es mío. Lo traje para que no se quedara sólo en mi departamento.

 

- ¡Prometo hacerle mucha compañía!

 

- Sí que lo hará –Kirishima se apareció en la entrada con una gran sonrisa-. Hiyori, no te has presentado.

 

- Ah, sí –de forma graciosa se paró frente a Henmi y puso sus manos a los lados de su cuerpo-. ¡Mucho gusto! Kirishima Hiyori.

 

- Igualmente. Masakazu Henmi –hizo una pequeña reverencia frente a la niña.

 

- Henmi-niichan –eso le sorprendió- ¿qué hay en la caja?

 

- Ah… son las galletas para tu fiesta de té.

 

- ¿En serio? ¿Puedo verlas?

 

 

 

Henmi bajó la caja y al abrirla Hiyo sonrió de forma radiante al ver los lindos paquetes. Kirishima también sonrió, al igual que Yokozawa. Haya sido Henmi o no, la combinación de colores fue perfecta.

 

La sonrisa de Hiyori se hizo mucho más grande cuando vio las galletas: flores, peces, gatos, perros, hojas y… conejos. Al ver eso Yokozawa frunció el ceño: estaba seguro de que si comparaba esas galletas con el cortador que había visto en el departamento de Henmi, encajaría.

 

Hannibal y Sorata se llevaron de maravilla desde el principio. Para cuando los demás acordaron, ambos gatos ya estaban durmiendo tranquilamente sobre el lugar favorito de Sorata en el sofá.

 

Hiyo había preparado té de Sakura para ese día tan especial. Kirishima accedió a sacar el set de té que había comprado para ella pero que pensaba utilizar en otra ocasión: los platos, taza, tetera, azucarero, la vasija de la crema y las cucharas eran de porcelana blanca. Todos tenían hermosos adornos de pétalos o flores de Sakura pero sólo la tetera tenía dibujadas unas ramas en ellas. Takafumi no pudo evitar sonreír de forma dulce: de alguna forma, la difunta esposa de Kirishima también se había ganado un lugar en su corazón.

 

 

 

-Son hermosas –dijo Henmi tomando con cuidado la taza y examinándola.

 

- ¿Verdad que sí? Papá tiene un muy buen gusto.

 

- En todos los aspectos –dijo Kirishima sonriendo pero mirando de reojo a Yokozawa, quien desvió la mirada haciéndose el desentendido pero sonrojándose un poco.

 

 

 

Eso no pasó desapercibido por Henmi pero prefirió guardar sus comentarios.

 

 

 

-Ah, papá, esto es malo –Hiyo se acercó ya con la tetera llena de agua caliente- no hay suficiente té…

 

- Bueno, en ese caso iré a comprar más al combini- …

 

- No es necesario Kirishima-san –de su bolsillo Henmi sacó una cajita color dorada que, obviamente, atrajo la atención de Hiyo- este té me lo envió un amigo en uno de sus tantos viajes. No lo he usado porque me parece un desperdicio tomarlo yo solo, y lo estaba  guardando para alguna ocasión especial… ¿qué mejor que ésta?

 

- ¿Cargas con eso todo el tiempo? –Yokozawa alzó una ceja, pero su voz sonó en tono de broma.

 

- Claro que no Yokozawa-san –dijo entre risas- pero como dijo que sería una fiesta de té, pensé que sería lo ideal.

 

 

 

Le dio la caja a Hiyo, quien notó que cada bolsita tenía unos granitos muy curiosos en su interior.

 

 

 

-Primero pones el agua en la taza –dijo Henmi- después preparas al agua como normalmente lo haces.

 

- ¿Pero no va primero el té?

 

- No. Éste es especial.

 

 

 

Hiyo obedeció: a su papá sólo le puso algo de crema al agua, a Yokozawa un par de terrones de azúcar y a Henmi le puso tres y un poco de crema. Después vació dos sobres entre las cuatro tazas y las pasó.

 

El agua tomó un lindo color rosa y a juzgar por el aroma, era té de Sakura… pero…

 

 

 

-¡¡Ah!! ¡¡¡Qué lindo!!! –Hiyo sonreía emocionada, pero para cuando ella dijo eso Yokozawa y Kirishima miraban también sus tazas sorprendidos: los “granitos” habían sido en realidad bulbos de flores que con el agua caliente se habían abierto, y ahora tenían hermosas flores de Sakura flotando en sus tazas.

 

- ¿Te gustó? –Henmi sonrió de forma dulce a la niña.

 

- ¡¡Sí!! ¡¡Nunca había visto que un té hiciera esto!!

 

- Es que es un té especial. No se consigue fácilmente.

 

- Sí, me doy cuenta –Kirishima examinaba la marca- ¿está bien que la uses aquí y ahora, Henmi?

 

 

 

Henmi sonrió… de forma extraña. Muy extraña.

 

 

 

-No creo que otro lugar haya sido mejor.

 

 

 

Hiyo amó las galletas.

 

Bien, tal vez la palabra “amó” sea demasiado pequeña, pero no hay otra forma de describirlo. Apenas mordió la primera galleta los ojos le brillaron y sonrió encantada. Kirishima estaba encantado comiendo una tras otra; el té lo ocupaba más para poder pasarse las galletas. Y ni qué decir de Yokozawa, que casi discute con Kirishima por agarrar la última galleta del primer paquete, habiendo otros cuatro.

 

Cuando terminaron la tercer ronda de té (y el cuarto paquete de galletas) Hiyo trajo sus peluches favoritos para presentárselos a Henmi.

 

 

 

-Son muy lindos –dijo Henmi cuando la pequeña le presentó su jirafa, su elefante, un pequeño tigre rosa y dos canguros-. Yo sólo tengo uno.

 

- ¿Qué es?

 

- Es un oso. Lo tengo desde niño.

 

- ¡Qué lindo!

 

- Hiyo –dijo Yokozawa- ¿no tienes osos?

 

- No, no aún.

 

- ¿Por qué no? –Miró de reojo unos segundos a Kirishima y luego a la niña-. Todos deberían tener uno.

 

- ¡Yo quiero!

 

- Verás, tengo unos cuantos osos en casa de mis padres –sonrió- si quieres puedo regalarte uno.

 

- ¡Sí! ¡Sí, por favor!

 

 

 

Kirishima se quedó extrañado ante la cara rara que puso Henmi.

 

 

 

-Hoy en la noche iré a visitar a mis padres. Lo buscaré y lo traeré para ti.

 

- ¡¡Gracias Onii-chan!! –Hiyo corrió a abrazarlo, haciendo sonreír a Kirishima y a Henmi.

 

- Sólo si prometes cuidarlo ¿de acuerdo?

 

- Sí, lo cuidaré mucho, igual que a ellos –señaló a sus pequeños peluches.

 

- Entonces está dicho, mañana traeré tu oso.

 

- ¡¡Genial!!

 

 

 

*****

 

 

 

La, increíblemente divertida, fiesta de té de Hiyo terminó en punto de las 7 de la noche. Henmi volvió a meter a Hannibal en su caja –no batalló para nada- y cuando estaba terminando de recoger sus cosas Hiyo se acercó a él y estiró un poco su saco.

 

 

 

-¿Qué pasa, Hiyo-chan? –Sonrió y acarició el cabello de la niña.

 

- ¿Volverás a venir?

 

- Ah… -se puso un poco nervioso-. Yo… N-No lo sé, e-estoy muy ocupado en mi trabajo y…

 

- Cuando puedas ven –puso sus manos detrás de su espalda- eres muy divertido, quiero jugar contigo un día.

 

- Está bien. Cuando pueda vendré a jugar contigo ¿sí?

 

- ¡Sí! Adiós Hannibal –el gato se restregó contra la puerta y a la vez contra la mano de Hiyo.

 

 

 

Henmi y Yokozawa salieron juntos del departamento. Y entonces miró a su subordinado.

 

 

 

-Henmi… esas galletas las hiciste tú ¿no es así?

 

- … ¿Q-Qué cosas dice Yokozawa-san…?

 

- He visto un cortador manchado de chocolate en tu casa. Un cortador en forma de conejo, que curiosamente era exactamente igual a las galletas de Hiyo.

 

- E-Eh… eso… yo, pues…

 

- Nada –lo miró-. ¿Por qué no me dijiste que fuiste tú quien hizo esas galletas?

 

Bajó la mirada-. L-Lo siento.

 

-¿Y por qué rayos te disculpas? Henmi, no te entiendo.

 

- Yokozawa-san, si le hubiera dicho que fui yo quien hizo las galletas, ¿me hubiera creído?

 

Lo pensó durante unos segundos, pero luego asintió-. Si pudiste llenar un informe para la imprenta de forma impecable como si yo mismo lo hubiera hecho, creo que eres capaz de hacer unas galletas decentes.

 

Henmi bajó la mirada.

 

-¿Qué más cosas no sé de ti, Henmi? –El mencionado se sorprendió ante eso, y por supuesto, más sorprendido ante el suspiro frustrado de Yokozawa-. Es cierto que no hablamos mucho, tampoco nos tratamos demasiado y muy apenas sé tu nombre y tu apellido. Hoy, en cinco minutos que estuve en tu departamento, aprendí más de ti que en todo el tiempo que llevamos trabajando juntos.

 

- … P-Pues…

 

- Muchos me han reclamado que no te pongo atención, siendo mi empleado más fiel. Y tienen razón.

 

- ¿Qué quiere decir?

 

- Me gustaría conocerte más. Tal vez incluso ser amigos.

 

- Ah…

 

- Creo que algo así sería conveniente para los dos ¿no lo crees?

 

 

 

Henmi bajó la mirada, sintiendo que su corazón golpeaba en su pecho.

 

 

 

-Y-Yo… Yokozawa-san, me halaga mucho pero…

 

- Muy bien, entonces nos vemos mañana en la oficina.

 

- … Hasta mañana, Yokozawa-san.

 

*****

 

 

 

Esa misma noche, Yokozawa fue a casa de sus padres. Su padre no estaba, pero su madre, Saki, lo recibió con mucha alegría y un par de cariñosos jalones de cabello por tardar tanto en ir a visitarlos.

 

 

 

-Lo siento mamá, pero en verdad el trabajo me absorbe.

 

- Trabajo, trabajo ¡eres igual a tu padre!

 

- ¿En dónde está?

 

- En el trabajo –rodó los ojos-, pero ya vendrá pronto.

 

- Ya veo… Oye, ¿aún tienes los juguetes que eran míos?

 

- Sí ¿Por qué lo preguntas?

 

- Ah, es que… Eh… La hija de… uno de mis compañeros de trabajo… es un tanto apegada a mi…

 

- ¡¿Al fin me darás nietos?!

 

- Mamá, es una niña de 10 años… -se sintió mal por su madre- lo que quiero decir es que ella tiene unos cuantos muñecos de peluche excepto osos, y recordé que yo tenía varios…

 

- Cuando dices “unos cuantos”, ¿de cuántos estás hablando?

 

- De… unos cinco o seis.

 

- ¡¿Cómo?! ¡Una niña tan pequeña no debe tener tan pocos peluches! Oh, eso no puedo permitirlo. Cariño, tu habitación está como la dejaste, pero todos los muñecos de peluche tu padre los metió en cajas y los subió al ático. Dijo que para evitar que se apolillaran.

 

- ¿No es más fácil que se apolillen dentro de una caja?

 

- Fue exactamente lo que le dije –suspiró- pero ya conoces a tu padre. Así son todos los hombres Yokozawa: una vez que se les mete algo a la cabeza ya no pueden razonar.

 

- Eh… Entonces voy a subir a buscar los osos.

 

- Está bien, ¡pero no tardes! La cena está casi lista y quiero que cenemos los tres juntos.

 

- Sí, entiendo.

 

 

 

Yokozawa se quitó la chaqueta y se arremangó la camisa para subir al ático. A diferencia de lo que esperaba no estaba lleno de polvo y las cajas estaban ordenadas. Comenzó a bajarlas y a abrirlas en busca de los dichosos osos. En una de las cajas encontró un oso que… siendo sincero, no le agradaba la idea de dejarlo, ni siquiera por Hiyo. Un oso viejo y gastado, de color café claro, con un listón que, años atrás, había sido azul marino, pero que ahora, descolorado, se veía más como celeste. Ese oso lo había acompañado en momentos muy oscuros, pero, que él recordara ese oso tenía pareja. Su padre insistía que no, y cierto era que siempre había tenido solo un oso… pero hubiera jurado que cuando su padre se lo obsequió, eran dos.

 

En cierto momento miró a una esquina y vio una caja marcada con la letra “H”. Lleno de curiosidad la abrió… y se sorprendió de que, a diferencia de las otras cajas, ésta estuviera casi vacía. Adentro encontró ropa de bebe, descolorida pero “linda”. Hubiera pensado que fue suya de cuando era de bebé, pero también encontró una fotografía de un bebé con esa ropa puesta y envuelto en algo que parecía ser algún retazo de cortina. No tenía hermanos y tampoco era ninguno de sus pocos primos. Entonces ¿quién era ese bebé? Volteó la fotografía y vio un nombre que tampoco le sonó familiar: “Mamoru”.

 

Mientras miraba la fotografía vio que dentro de la caja había un sobre. No tenía ni dirección ni membrete, pero sí una carta adentro… y al leerla, fue como si de repente todo su pequeño mundo se derrumbase en unos segundos:

 

Mi querido Kotaru:

 

Sé que prometí que jamás volveríamos a vernos, pero para cuando leas esto probablemente ya estaré muerta y a punto de ser enterrada. Estoy gravemente enferma, y tengo que hacer esto. El bebé que lleva esta carta, es nuestro bebé. Perdón por no haberte dicho nada antes, pero sólo te hubiera causado más problemas. Pretendía guardarlo como un hermoso secreto de aquella noche tan dulce, pero ya no puedo más. Este pequeño es odiado por toda mi familia. Mientras estuve sana todo estuvo bien, pero después de que enfermé me di cuenta de que mi familia ha estado intentado asesinarlo. No lo han hecho porque estoy aquí. Pero, estoy muriendo, Kotaru, no me queda mucho tiempo de vida, y no quiero imaginar lo que serían capaces de hacerle a este pequeño cuando yo muera. Sé que tienes una familia que amas con todo tu corazón, pero Mamoru está indefenso aquí, es un ser inocente que no debe pagar nuestro pecado. Por eso lo he enviado a tus brazos. Así decidas cuidarlo, o darlo en adopción, no tendrá un destino mejor que el que su mismo padre le imponga. Sea cual sea tu decisión, será mucho mejor que el destino que le espera si se queda aquí. Sé que “Mamoru” es un nombre que nunca te gustó, así que siéntete libre de cambiarlo. Cuida a tu hijo, cuida a tu esposa, y cuida a Mamoru. Hasta siempre.

 

                                                                                                                                         Hilara.

 

 

 

Yokozawa tardó varios segundos en digerir la carta y varios minutos en recuperarse del shock. Su corazón iba latiendo cada vez con más fuerza mientras sentía lágrimas formarse en los ojos.

 

Entonces, su padre había tenido una aventura estando casado e incluso con él ya nacido. Y no solo eso, sino que la mujer ya sabía que tenía una familia, y aun así...

 

Y aun así, lo menos que le importaba era eso. Tal vez fuera un egoísta, pero lo único que le importó en esos momentos fue el hecho de saber que tenía un hermano. Medio hermano, no importa ¡el punto era el mismo! Tener un hermano siempre fue su ilusión desde pequeño, ilusión que conforme fue creciendo y sus padres envejeciendo fue perdiendo.

 

Recordaba que solía mirar a su padre a los ojos y preguntarle “Papá ¿puedo tener un hermanito?”. Su padre siempre le había dicho “algún día, Takafumi. Algún día”.

 

Pues bien, ese día había llegado. ¿Qué mierdas había hecho su padre con ese bebé? Tenía que averiguarlo.

 

Tomo todo el contenido de la caja y lo puso en otra hasta el fondo. Encima le puso varios peluches –incluyendo su favorito- y cuando bajó con la caja en manos su madre iba hacia él.

 

 

 

-Qué bueno que bajas, ya está la comida. ¿Encontraste lo que buscabas?

 

- Sí… y más…

 

 

 

Cuando entró a la cocina se encontró con su padre que estaba sentado en la mesa y al verlo entrar le sonrió.

 

La gente solía decir que Takafumi era una versión en joven de su padre… y, solo tal vez, así fuera.

 

 

 

-Mira nada más quién está aquí… hace tiempo que no venías, Takafumi.

 

- Sí, lo siento… es sólo… trabajo.

 

- Te comprendo. Últimamente la señora Yokozawa está muy malhumorada porque he tenido que estar trabajando fuera.

 

 

 

Su padre siguió contándole varias cosas pero él no puso atención. Incluso su madre se sentó a comer con ellos y estuvieron hablando de muchas cosas (estaba seguro que en algún momento les contestaba) pero él sólo pensaba en la carta que había leído. No sabía qué pensar de su padre. Aparte de aquella época oscura donde creyó que sus padres estaban a punto de divorciarse (que probablemente fue donde “Mamoru” fue concebido) sus padres siempre se habían respetado y hasta parecían recién casados cuando estaban juntos. Y en todos esos años, Takafumi nunca se dio cuenta de la presencia de otro niño aparte de él, y estaba seguro de que su madre tampoco sabía nada.

 

Lo más obvio fue que lo dio en adopción.

 

Estuvo tentado a preguntarle pero el sonido de su celular lo interrumpió: era Kirishima. Interpretó esa pequeña interrupción como una señal y contestó.

 

Media hora después de cenar se despidió de sus padres y regresó al apartamento de Kirishima. Hiyo ya estaba dormida, así que, cuando Kirishima le preguntó la razón de su cara triste, se sentaron juntos en el sofá, con un par de cervezas en la mano, y le contó todo lo que había descubierto y mientras hablaba le mostraba el contenido de la caja.

 

Kirishima leyó y escuchó en silencio, y no fue hasta que Yokozawa terminó de hablar y lo miró con algo de ansiedad que se atrevió a decir algo.

 

 

 

-Mira… somos hombres Yokozawa, por lo que deberías entender a tu padre y no juzgarlo. Malo hubiera sido que siguiera viéndose con esa mujer, pero tú leíste que sólo fue cosa de una vez, y esa mujer no le dijo nada hasta que, aparentemente, fueron sus últimos días. Me parece que si tus padres se llevaban tan mal que estaban incluso a punto de divorciarse, sea entendible que haya buscado consuelo, NO digo que estuvo bien –añadió al ver que Yokozawa abría la boca- pero por lo visto, después de esa vez no hubo otra más. Probablemente tus padres se reconciliaron para entonces y no tuvo necesidad de volver a buscar a… “Hilara”. No sabemos la historia completa, pero todo depende de lo que quieras hacer. ¿Quieres la verdad? ¿O quieres buscar a “Mamoru”?

 

 

 

Yokozawa guardó silencio durante unos minutos en los que se dedicó a mirar por la ventana y a beber su cerveza, y finalmente miró a Kirishima.

 

 

 

-Quiero encontrar a mi medio hermano. Una vez que lo encuentre, hablaré con mi padre. Imagino que lo dio en adopción para no causarle dolor a mi madre pero… nunca me dijo nada. También imagino que no me dijo nada porque sabía que yo iba a buscarlo,  y eso significaría que su secreto ante mi madre saldría a la luz… pero… ¿cómo no voy a hacerlo? –miró a Kirishima- Desde siempre le pedí a mis padres un hermano y nunca pudieron dármelo, no creo que no lo hayan intentado. Si mi padre vio que tenía otro hijo… ¿por qué no habló con mi madre? Ella lo ama tanto que estoy seguro que lo hubiera perdonado… estoy seguro que habría cuidado a ese bebé como si hubiera sido suyo… y estoy seguro que yo hubiera sido feliz con un hermano a mi lado.

 

 

 

Bajó la mirada. Tantas noches había estado sólo, tantas noches jugando sólo… tantas carreras tan divertidas que había visto por televisión donde participaban solamente hermanos… tantas series donde dos o tres o más hermanos se habían llevado bien… siempre sintió celos de sus compañeros que se quejaban de que sus hermanos menores esto, o sus hermanos mayores aquello. Le decían que era muy afortunado al ser hijo único, pero, sinceramente, eso era aburrido. Y triste. Lo decían porque no sabían lo que era estar sólo.

 

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la mano de Kirishima, que apretó la suya con firmeza.

 

 

 

-No pongas esa cara. Te ayudaré a encontrar a tu medio hermano, lo prometo.

 

- … Gracias –bajó la mirada y apretó la mano de Kirishima. No era muy bueno demostrando cariño (o recibiéndolo) pero en esos momentos ese gesto por parte de su pareja lo hizo sentir un poco más tranquilo.

 

- Entonces ¿qué haremos? No hay muchas cosas para comenzar. Sólo una fotografía, una carta, un nombre y un traje de bebé.

 

- Hay que asegurarnos que no estamos dejando nada de lado.

 

 

 

Entre los dos revisaron de nuevo la caja, sacando peluches y las pocas cosas que había encontrado. Finalmente, oculta entre otro pequeño montón de ropa, encontraron una tarjeta de presentación, con un nombre y una dirección.

 

“Orfanato Sakamoto”.

 

-Es aquí… -dijo Yokozawa- seguramente aquí lo dejó.

 

- O aquí –Kirishima le pasó otra tarjeta parecida, solo que decía “Orfanato Marimo”- o aquí – “Orfanato Jikei”-.

 

 

 

Eso sorprendió a Yokozawa. Entonces, su padre realmente había estado buscando un buen orfanato para el bebé, no lo dejó en cualquier lugar… maldición… en verdad ya no sabía qué pensar. Miró a Kirishima, quien le sonrió.

 

 

 

-Al parecer tu padre sí quería al bebé.

 

- Entonces ¿por qué lo dejó?

 

- Mira… primero vamos a concentrarnos para encontrarlo. Después le pedirás respuestas a tu padre.

 

- … Está bien.

 

 

 

Minutos después Yokozawa guardaba de nuevo las cosas. Entre esas cosas vio un pequeño borreguito de peluche amarillento, que obviamente antes había sido blanco. Cuando terminó de guardar todo vio a Kirishima sentado en el sofá y mirando la fotografía con una sonrisa divertida en los labios.

 

-¿Qué es divertido?

 

- Es que míralo bien. De esta forma parece una bolita muuuy pequeña de lana ¿no lo crees? Como un pequeño borrego.

 

 

 

Yokozawa se acercó y sonrió: sí, con ese traje y entre esas mantas, parecía un borreguito. Suspiró y miró por la ventana, hacia el cielo nocturno. Esperaba encontrarlo pronto.

 

 

 

 

 

*****

 

 

 

Al día siguiente, mientras Yokozawa estaba en su escritorio trabajando, se apareció un hombre que… que sinceramente, estaba seguro que el mismo Kirishima se hubiera quedado clavado al verlo.

 

Un hombre de cabello blanco y ojos plateados entró a Ventas. Traía una camisa blanca y un saco del mismo color de su pantalón colgaba de su brazo. Su mirada era enigmática, y la sonrisa que traía era una curiosa mezcla de burla, coquetería y malicia. Cuando el hombro lo miró a los ojos algo en Yokozawa se estremeció. ¡¿Qué mierdas?!

 

Un momento… ese hombre se le hacía conocido… ah… ¿sería posible que fue el mismo que vio en la fotografía que Henmi…?

 

 

 

-Disculpe –la voz del hombre sonó suave y grave-, estoy buscando a Mazakazu…

 

- ¡¡Shinoda!! –la voz de Henmi interrumpió a ambos- ¡Volviste!

 

 

 

Eso confirmó las sospechas de Yokozawa. Entonces ése hombre…

 

 

 

-¡Lagartija! -¿”Lagartija”?- ¡Cuánto tiempo!

 

 

 

Henmi, con una enorme sonrisa, corrió a lanzarse al cuello de Shinoda para abrazarlo con fuerza. Muchos en ventas se removieron incómodos en sus asientos –y entre ellos Yokozawa-.

 

 

 

-¿Cuándo llegaste? –dijo Henmi una vez se hubo separado del abrazo.

 

- Hace dos horas. Tardé un poco en encontrar esta editorial, la sra. Kusama no me quería dar tu…

 

- ¡Shhh! –Henmi pareció alterarse un poco. Lo empujó y se acercó a Yokozawa-. Yokozawa-san, si no le molesta, tomaré ahora mi descanso del café.

 

- … Está bien por mi, pero ni un minuto más.

 

- ¡¡Gracias!! –corrió de nuevo hacia el hombre, quien reía.

 

- En verdad que eres como un borreguito…

 

- ¡¡Cállate imbécil!!

 

 

 

Yokozawa los miró marcharse y frunció el ceño. Si era el hombre de la fotografía de Henmi, y no era su pareja, ¡¿qué mierdas hacía buscándolo?!

 

Sin importar lo que pasara, estaba dispuesto a proteger a Henmi. No pensaba dejar que pasara las cosas y los horribles momentos que él pasó después de ser rechazado por Masamune y antes de conocer a Kirishima. ¡¡Se dejaría de llamar Yokozawa Takafumi si fallaba en eso!!

 

El problema era que… ¿por qué rayos le importaba tanto eso? Si Henmi quería seguir con alguien que le rompía el corazón, no era su problema…

 

Pero, al menos intentaría hacerle abrir los ojos.

Notas finales:

¿Les gustó? ¿ O no les gustó?

 

Recibo apuestas :3

 

Si la historia te gustó por favor dale Like y compártela con tus amigos. También dale like a mi página de Facebook (Son Yamuri) para estar en contacto.

Les ha hablado Yamuri y les deseo Buenas Noches.

 

(Okay okay, mucho Dross :v )


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).