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Lo que nunca hablamos. por anGisixX

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Notas del fanfic:

Esta historia nació despues de ver un video Slash de esta pareja. 

Después de limpiarme las lágrimas, decidí que lo mejor que podía hacer era compartirlo, escrito con mis mejores palabras.

Ahí esta el video, es simplemente precioso y emotivo, podéis verlo aunque no es necesario para entender la historia, pero lo recomiendo. 

u n s p o k e n [•]Draco•Harry[•] - YouTube

Notas del capitulo:

Espero que os guste tanto leer esta historia como a mi me gustó escribirla.

El frío despacho ubicado al fondo del pasillo de la extensa  mansión se encontraba habitado por solo una persona, su dueño, el hombre que pasaba sus horas casi por completo sumido en el interior de aquellas paredes.

Su largo cabello platino, casi a la altura de su pecho, rebasando el límite de sus hombros cubría parte de su rostro. Sus ojos grises, tan fríos e intensos solo revelaban la profunda tristeza que en su interior se albergaba, esos ojos, eran tan grises como lo era su corazón. Sin color, sin una pizca de felicidad, derrotado.

Cansado, dejó salir un suspiro de sus delgados y bien definidos labios, tan pálidos y casi sin un color rosado que los adornase. Ese día había sido el más triste que hubiese recordado en mucho tiempo, y sin quererlo, los recuerdos volvieron a llenar sus más íntimos y secretos pensamientos.

Un Malfoy no podía permitirse ser débil, pero en ese instante Draco Malfoy, el empresario, lloraba en la soledad de su oficina mientras en una de sus manos una fotografía vieja y ajada le recordaba una y otra vez la razón de su dolor.

-Te dejé ir… -susurró en medio de sus sollozos- fui tan cobarde… -sus dedos viajaron a la fotografía que en su otra mano sostenía, acercando esta a su rostro, el mismo rostro que tras los años lucía aún hermoso pero marcado por algunas pequeñas arrugas alrededor de sus ojos.

En esa fotografía podía verse a un joven de cabello alborotado, delgado e incluso ligeramente desgarbado, pero con una amplía y hermosa sonrisa que poco a poco se iba agrandando, y aunque la imagen en movimiento era en blanco y negro, su mirada se iluminaba a cada destello. La única foto que pudo obtener de Harry, la única que pudo sacarle con su propia cámara en una salida a Hogsmeade donde limaron, o al menos intentaron limar asperezas.

-Nunca me perdonaré lo que hice –susurró de nuevo, con una sonrisa triste y desganada mientras su mirada observaba sin descanso aquella sonrisa que en una ocasión su némesis escolar le ofreció, solo a él.

“Pudiste ser feliz, pero en el último momento tuviste miedo”

Incluso su maldito subconsciente estaba en su contra, pero era cierto, pudo haberlo sido, y sin embargo todo su mundo terminó con un complejo y simple hechizo que salió de su propia varita, la misma noche en la que le dijo adiós al hombre de su vida.

De nuevo los recuerdos de aquellos días inundaron su mente, y sin pretenderlo volvió a revivir cada una de las sensaciones que aquel chico a sus tiernos 17 años le hizo sentir. Todas y cada una de las vivencias y del sufrimiento anterior y posterior a la guerra que les separó para siempre.

Y durmió, apoyando su rostro sobre sus antebrazos, recordando aquellos momentos llenos de angustia, pero también de cierta felicidad.

xxxxx

Un entonces joven Draco lloraba en el baño del segundo piso, alterado, lleno de angustia y arrepentido. No quería ser un asesino, pero estaban obligándole a ello, estaban amenazándole para que actuase pronto y acabase con el Director Albus Dumbledore, para que de una vez los planes del Lord Oscuro pudieran llevarse a cabo. Apoyado sobre el lavado se mojó el rostro para disimular sus lágrimas y continuó con sus sollozos, solo hasta que descubrió que no estaba solo.

Harry Potter estaba en la puerta del baño observándole con una triste y compadecida expresión en su rostro, no sabiendo si debía o no acercarse hasta el chico de cabellos plateados. Días antes habían decidido llegar a un acuerdo, podría decirse que desde su salida a Hogsmeade habían dejado a un lado su rivalidad años atrás, y aunque aun no se trataban como amigos ya no se insultaban por los pasillos, como tampoco se hechizaban a la mínima ocasión.

Draco trató de disimular el llanto, y con una voz algo quebrada pero fuerte e impasible susurró el apellido del que hasta hace pocos días había sido su némesis. Fue solo eso lo que Harry, el chico dorado, necesitó para acercarse hasta el joven heredero de la prestigiosa familia Malfoy, para finalmente abrazarlo contra su cuerpo.

El llanto no pudo disminuir, aunque así lo hubiese deseado. Sentir los fuertes brazos de Potter rodeándole y brindándole apoyo fue lo que le hizo comprender que eso era lo único que estaba pidiendo. Perdón, comprensión, cariño… Se sentía tan solo, tan desprotegido en ese mundo cruel donde no le permitían ser feliz como a él le hubiese gustado, como un muchacho normal.

Harry aun abrazado a la estrecha cintura del Slytherin con uno de sus brazos, guió el opuesto por su espalda, y seguidamente a la cabeza,  para finalmente lograr acariciar aquellos cabellos sedosos y plateados como la misma luna que en ese instante se colaba por los ventanales y que le otorgaba a aquel ser entre sus brazos un aura celestial.

-Draco, yo estoy aquí… tranquilízate. –logró pronunciar el moreno, sorprendiéndose así mismo por la suavidad con la que había salido su voz, e incluso por la forma en la que sin haber sido consciente le había llamado.

-Harry, yo… yo –era evidente que le costaba pronunciar palabra alguna, se sentía nervioso, pero protegido en el interior de aquellos brazos que ahora lo rodeaban con tanta ternura y cariño. Jamás se había sentido de aquel modo, ni siquiera cuando la que lo abrazaba para reconfortarlo era su propia madre. Era especial, Harry Potter, sin duda era San Potter, el protector de los débiles.

La mano que segundos atrás había estado acariciando su cabello se desvió con cierta parsimonia hasta que rozó una de las pálidas y húmedas mejillas. Un simple roce, una breve caricia y el mundo de Draco giró 360 grados. Un beso que posteriormente selló sus labios con los de Harry con una suavidad que lo sorprendió. El moreno lo besaba con delicadeza, como si temiese que en algún momento el chico al que abrazaba y aferraba contra su cuerpo pudiese volver a desmoronarse.

Ambos con los ojos cerrados se dejaron llevar por la calidez que inundó sus bocas, por la innegable atracción que sentían el uno por el otro, y fue en ese momento en el que el aire faltó y se obligaron a respirar que entendieron que ese debía ser el destino.

Se amaban, sin frenos y sin remedio. Lo habían aceptado al compartir aquel beso cargado de sentimientos. Y esa noche, Harry Potter amó a Draco Malfoy en la sala de requerimientos, a la luz de las velas que tenuemente iluminaban la habitación donde ambos se entregaron al placer de su primera vez.

El cuerpo del moreno ejercitado por el Quiddicth sobre el delicado pero firme y bien definido cuerpo del rubio se movía con torpeza, pero tratando que su compañero se sintiese bien. No hacía falta palabras para describir que nunca antes habían estado de aquel modo con otra persona, pues la inexperiencia era evidente en las acciones de ambos, y sin embargo eso no evitó que fuese especial. Harry se deleitó con cada uno de los suspiros que su adorado rival dejaba salir de entre sus hermosos y apetecibles labios. Besó su cuello, sus hombros, desnudó su cuerpo, e incluso su alma en aquella cama donde dejaron de ser dos para convertirse en una sola persona.

Fue maravilloso en todos los aspectos, la piel de Draco era tibia, pálida y delicada en comparación a la tez morena y llena de cicatrices de Harry, y a pesar de todas aquellas diferencias ambos sintieron que encajaban como si de una pieza de puzzle se tratasen. Juntos, desnudos y llenándose de caricias experimentaron  no solo el sexo, si no también la necesidad de sentirse amados por alguien más.

-Draco… ¿De verdad.. tú, me quieres? –susurró el moreno sobre los labios de su reciente amante, ambos cegados por el placer que la unión de sus miembros al frotarse en conjunto el uno contra el otro le brindaban.-

-Ámame Harry, como si fuese la última vez…

Un susurro que dijo más de lo que en algún momento pretendió, una confesión que hizo mella en el corazón del dorado león de Gryffindor, que sin resistir ni un solo segundo más se lanzó contra aquella boca color cereza para al separarse segundos después poder dedicarle sus más profundos y sinceros sentimientos.-

-No digas eso, será la primera de muchas.

Sus dedos lubricados tras un hechizo se hicieron paso a través de la entrada virginal del adonis rubio que bajo su cuerpo comenzaba a retorcerse con cierta molestia.

-Relájate, no quiero dañarte –murmuró con suavidad, sobre la rosada boca, mientras que el movimiento de sus dedos fue continuó, primero uno, luego dos, y finalmente un tercero que logró que la espalda del rubio se arquease en una placentera sensación de bienestar. Ahí estaba, el lugar indicado, el punto que haría que la locura se desatase.

Aquellos dedos fueron reemplazados por el miembro del moreno, quien previamente observó el rostro adolorido de su rubia obsesión, para luego ser dicha expresión molesta reemplazada a una más relajada al cabo de los segundos en los que su unión se llevó a cabo.

El mundo se perdió para ambos, literalmente se desvaneció cuando comenzaron a moverse el uno contra el otro en aquella danza entre sus cuerpos. El ritmo que comenzó lento y torpe por temor del ojiverde se tornó más rápido, placentero y por completo distinto a lo que fue su comienzo, logrando que en la medida en la que las embestidas se acrecentaban las manos de la rubia serpiente se ciñeran a su espalda, aferrándose a la fortaleza de esta. Si alguna pensó que Potter era débil estaba totalmente errado. Era valeroso, fuerte, decidido, todo un león que logró hacerle experimentar como nunca la hermosa y placentera sensación que en ese momento embargaba cada uno de sus sentidos, tan solo liberándolos en forma de profundos y excitados jadeos contra el oído del gryffindor.

Fue un orgasmo mágico, sincronizado, y exhausto. Lo que finalizó aquel acto de placer también marcó el comienzo de una historia que tendría demasiados problemas, no solo de aceptación, sino también de saber sobrellevar para ambos en los malos tiempos en los que se veían envueltos.

El futuro salvador del mundo mágico, el niño que vivió, el chico de oro… y luego él, un mortifago, un traidor a los ideales de la luz, pues eso es lo que pensaban todos que era.

No tenían futuro por mucho que le amase y que Harry le amase también.

En medio de la noche se vistió, se calzó sus zapatos en silencio tratando de no despertar al moreno de cabello alborotado y de profunda y cristalina mirada como las mas hermosas esmeraldas, y finalmente sacó su varita, apuntándole directamente antes de cruzar la puerta de la salida.

-Obliviate –sentenció con dolor, como si el mismo hubiese tomado un puñal y estuviese hiriéndose asi mismo de gravedad.- Nunca recordarás esta noche, es lo mejor para ti. –Se consoló, pensando que tal vez así la felicidad y seguridad del héroe estaría garantizada, le evitaría el sufrimiento de saber que algún día hubo algo entre ellos dentro de esas cuatro paredes. Y entonces se marchó, siendo de nuevo la tristeza que horas antes le oprimían el pecho la que ahora le acompañase durante su camino a las mazmorras de su casa.

Harry despertó poco después, desorientado ¿Qué hacía allí? No lo sabía, pero estaba desnudo, y el lado opuesto de la cama aún estaba caliente. Lo último que recordaba era haber salido del comedor para seguir a Malfoy que se levantó de la mesa bastante alterado y nada más. Ni siquiera sabía hasta donde le siguió, sus recuerdos se perdían en ese punto.

Regresó poco después hasta su dormitorio de Gryffindor, y tras tomar su mapa del merodeador buscó el nombre del rubio. Allí se encontraba, en sus aposentos en las mazmorras, y lo más probable es que allí hubiese permanecido toda la noche.

 Ni siquiera ahora que habían dejado de insultarse encontraba una excusa para acercarse hasta él, tal vez lo mejor era aceptar de una vez que ese amor secreto que le tenía al príncipe de Slytherin siempre sería eso, un oscuro y enfermizo secreto que jamás tendría la oportunidad de ver la luz.

Los meses pasaron, y con ellos llegó la distancia. Harry junto a Hermione y Ron se dedicaron a buscar los horrocruxes, misión que le encargó el mismísimo Dumbledore antes de morir, mientras al mismo tiempo Draco dejó el colegio para ir a refugiarse en el interior de su mansión junto a su familia y el resto de mortifagos que usaron dicha casa como cuartel general.

Nunca esperaron volver a encontrarse en aquella situación, como verdaderos enemigos y no como simples rivales escolares.

La noche que capturaron a Harry y sus amigos fueron llevados a Malfoy Manor, y allí tras varias torturas intentaron que Draco lo reconociese como “Harry Potter, el chico al que debemos asesinar” y este sin embargo no lo hizo.

Podría reconocer aquella mirada, esos ojos tan verdes como el propio color de su adorada casa de Hogwarts en cualquier parte, pero no lo señaló, eso jamás, ni siquiera ante la insistencia de su tia y su propio padre. Puede que hubiese renunciado al amor de Potter, pero nunca, por Merlin, Morgana y todos los magos permitiría que le matasen, no mientras estuviese en sus manos.

Fue una dura batalla, pero finalmente el trio dorado logró escapar gracias a la ayuda del pequeño pero valiente elfo doméstico, Dobby. Lástima que este último no corriese con la misma suerte…

Esa misma noche Draco no solo perdió su varita, también perdió toda esperanza de que Harry algún día le amase. Ya no solo era Malfoy  “el patán del colegio” ahora era Malfoy “el mortifago asesino”.

La distancia de nuevo volvió a separarles, pero ambos sabían que solo era cuestión de tiempo que volviesen a verse.

Ese día llegó, finalmente poco tiempo después el día de la batalla final llegó, y ahora dentro de la sala de los requerimientos, el mismo lugar donde por primera y ultima vez se entregaron los más puros y adolescentes sentimientos ahora se enfrentaban a punta de varita.

-¿Por qué no se lo dijiste a Bellatrix? Sabías que era yo, pero no dijiste nada. –Dijo el moreno con molestia y confusión. Verle de nuevo, y en aquellas circunstancias tan desastrosas ni siquiera era capaz de matar el amor que sentía por el slytherin. No dejó de pensar en él en todo ese tiempo, e incluso tuvo la esperanza de que el chico recapacitase y volviese al buen camino, pues sabía que no era malvado, solo un muchacho temeroso y extorsionado por su propia familia.

Draco permaneció en silencio, aquellas paredes de la sala de requerimientos, la figura de Harry ante él, y toda aquella presión solo le hicieron recordar de nuevo todo lo vivido en ese mismo lugar. Todos los besos, las caricias y las palabras de amor y aliento que aquel chico le dedicó… era demasiado para él.

La respuesta nunca llegó hasta Harry, un expelliarmus lanzado por su gran amiga Hermione hizo el resto, y poco después todo se convirtió en humo y en llamas.

Draco huyó después de que Harry lo salvase de morir calcinado entre  el fuego en la sala de los menesteres.

 No volvieron a verse hasta horas después, tras la supuesta victoria de Voldemort. Fue en ese momento donde el rubio y joven Malfoy se sintió morir por dentro. Después de todo nunca fue su destino…o eso pensó hasta que vio a Harry levantarse y sin dudarlo volvió corriendo al bando correcto, al que nunca debió dejar por mucho que le amenazasen con hacerle daño a él y a los suyos, y lo hizo gritando el nombre de aquel al que consideró por muchas razones, su único salvador.

Su decisión fue la correcta, no fue el único que lo hizo. Muchos fueron los cobardes que huyeron de la batalla al ver a Harry Potter en pie, luchando contra el Lord Tenebroso. Hasta que todo por fin terminó.

El niño que vivió, de nuevo sobrevivió y esta vez venció para siempre.

Ya no eran enemigos, solo dos adolescentes confusos que trataban de encajar, pero sobretodo que querían darse una oportunidad de amarse, a ser posible el uno al otro.

Decidió que se acercaría, que le diría la verdad, la misma verdad que prefirió callar meses atrás, pero antes de que pudiese avanzar un solo paso lo presenció todo.

La menor de los Weasley tomó el rostro de Harry y lo besó frente a todos.

Solo un segundo bastó para que de nuevo se derrumbase, y esta vez sin vuelta de retorno. Su rostro se comprimió en una dolorosa y triste mueca, y justo cuando casi pudo percibir las ganas de llorar se controló. Era lo mejor, él no tenía nada que ofrecerle y en cambio ella si le daría todo lo que él no podría. Una vida normal, en un futuro hijos, la familia que el moreno nunca tuvo podría ser posible junto a esa pelirroja, que a pesar de no ser su bruja favorita, a quién engañaba, la detestaba por haber sido siempre la sombra de Potter, pero que al menos lo haría feliz.

-Todo lo feliz que conmigo nunca serás… -se repitió y se dio la vuelta, vencido, derrotado y dolido, pero también decidido a que todo lo que ahora sería doloroso para él algún día sería la felicidad de aquel al que tanto amaba.

Draco nunca lo supo porque jamás pasó por su pensamiento el darse la vuelta mientras se marchaba de Hogwarts junto a su madre, pero a varios metros de distancia, justo en la entrada observándole ir se encontraba el salvador del mundo mágico.

-Déjalo ir Harry…tú sabes que ese amor solo te estaba haciendo daño –lo consoló su amiga castaña, mientras a su lado el pelirrojo observaba la dolorosa escena por la que su amigo estaba pasando en ese instante. Ambos lo sabían, Harry amaba a Malfoy, pero este nunca le correspondería.

-Lo sé chicos, pero duele tanto... –La familia Mafoy se perdió por el horizonte, y con sus siluetas también se marchó la pequeña esperanza del ojiverde de algún día decirle a su Dragón lo que sentía por él.- Tenéis razón, debo darme una oportunidad de ser feliz… Y Ginny sabrá hacerlo.

 

Nunca más volvieron a hablarse, exceptuando algunas miradas poco ocasionales en el ministerio de magia. Y ahora, en el presente, 19 años después la familia Potter-Weasley y Malfoy-Greengrass despedían entre otros padres a sus hijos que comenzaban el curso en la escuela Hogwarts.

Ambos adultos se observaron en la lejanía, y aunque ninguno dijo nada no lo necesitaron para transmitir en una sola mirada que aun había sentimientos viviendo dentro de ellos.

Al parecer ese sería el primer año del pequeño Scorpius, el hijo de Malfoy, como también lo sería el primero de Albus Severus, el segundo hijo del héroe.

“Se parece tanto a ti” pensó Harry al observar como Astoria…por mucho que le doliese, la ahora Señora Malfoy, abrazaba a su pequeño, una copia exacta de Draco a su edad, tal y como su hijo Albus lo era de él también. “Me alegro de que fueses feliz, mi amor…Lástima que esta batalla no la gané”

El auror Potter, un hombre respetado en el mundo mágico por todos sus logros y hazañas observó por última vez la silueta de aquel al que nunca pudo olvidar a pesar de haber pasado tanto tiempo, y con el silbido del tren al partir no solo despidió a sus hijos, si no también a Malfoy, pero en silencio,  quien a unos metros pasaba un brazo por sobre los hombros de su bella esposa.

-Hasta que nos volvamos a ver, Dragón…

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-Draco, cariño ¿Sigues trabajando? –La voz de su esposa fuera de su despacho despertó de sus recuerdos al ahora señor de la casa.

-No, ya terminé, ¿Qué necesitas? –cuestionó mientras con el puño de su camisa limpiaba los restos de las últimas lagrimas que un rato antes empañaron su pálido rostro.

-Los Zabini nos invitaron a cenar esta noche, quería saber si te quedaba mucho para terminar, querido.

-No, recogeré los informes y me arreglaré para esta noche.

Segundos después pudo oir como algunos pasos comenzaban a alejarse por el pasillo, y entonces un nuevo suspiro brotó de sus labios mientras se levantaba del cómodo sillón frente a su escritorio.

Observó sobre la mesa la fotografía por última vez, y tal y como siempre hacía con ella la tomó con una de sus manos y luego sin poder evitarlo sonrió ante el reflejo de la bella sonrisa de Harry para después terminar por guardar ese preciado recuerdo en el interior del cajón, en el fondo para prevenir que alguien pudiera encontrarla.

-Tu hijo es exactamente igual a ti a su edad… sabía que serías muy feliz, mi amor…

Una triste sonrisa surcó sus labios, y antes de salir por la puerta principal dio una última mirada a su despacho.

Las cosas pudieron haber sido distintas, pero el destino no siempre actúa como a nosotros nos gustaría. ¿Verdad? O tal vez no… 

Notas finales:

No me parece justo que no terminen juntos, por esa razón pensé en que este no podría ser el final de la historia.

Había pensado en un epílogo, pero eso dependerá de vosotros, si queréis una continuación o si por el contrario lo dejo tal y como esta.

¿He conseguido hacer que derrameis alguna lágrima? Porque confieso que yo si lo hice mientras escribía, (demasiado sentimental, pero lo soy x'D)


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