Jared Jenkins.
Al escuchar ese nombre unos cuántos recuerdos de la adolescencia nublaron mi mente. No eran muy gratos, de hecho, me disgustaban de sobremanera. Una angustia sofocante acudió contra mi pecho, oprimiéndolo, quitándome el aliento.
Mi rostro palideció, mis labios se secaron, las manos me temblaban un poco.
Era escalofriante saber que a aquella persona se le podía definir con unas simples palabras: Asesino psicópata.
Ha estado internado en el hospital psiquiátrico desde hace diez años, su diagnóstico era el siguiente:
Histeria. Estrés postraumático. Disociación de la personalidad. Trastorno borderline.
Había sido realizado por sus terapeutas anteriores, todos se habían dado por vencidos, y ninguno se retiró sin antes advertir lo siguiente: Es en extremo peligroso.
Esto me parecía una pesadilla. Quería despertar.
-Axel –Me llamó la voz de Morgan, el director del hospital psiquiátrico, profesor de universidad, ah, y también ejercía como mi padre.
Mi tutor estaba “ligeramente” obsesionado con en caso de Jenkins. Y por desgracia se le notaba especialmente entusiasmado con la labor de hacerme partícipe en sus planes para el dichoso “Estudio y análisis de la psique de un asesino”.
De un asesino psicópata que dio fin a la vida de un par de muchachos de manera desmedidamente brutal, igualmente se dio la sangrienta y macabra tarea de acabar con la vida de su familia. Todo eso realizado durante la “inocente” edad de doce años.
Me revolvía en estómago saber que se trataba de aquel chico sencillo que solía sentarse a mi lado en clases y tomar apuntes tranquilamente para luego bromear un poco conmigo como lo haría cualquier otro jovencito.
Lo último que quería era volver a encontrarme con él. No quería que me lo otorgaran como paciente. No deseaba enterarme de cómo había destruido y arruinado su futuro, su vida.
-Axel –Volvió a llamarme de nuevo la voz del mismo hombre que vestía su larga bata blanca de médico con elegancia y probablemente con orgullo, lo reconocí como un doctor y maestro enviciado a niveles extremos con su trabajo, más que como a mi padre –¡Axel! –Exclamó, sacándome del hilo de mis pensamientos. Sabía lo que él quería.
-No, no lo haré –Renegué en un murmuro, apretando los puños.
-No puedes seguir temiéndole a un paciente, tú mismo has elegido ésta profesión, y vas a tener que acostumbrarte física y mentalmente a trabajar e interactuar con éste tipo de personas –Señaló aquello con la intención de persuadirme, pero no iba a lograrlo, estaba exigiendo demasiado. Por lo menos a mi parecer.
-Claro, pero yo estoy muy bien atendiendo a Kiki –Dije, refiriéndome a mi pequeña paciente esquizofrénica –No voy a dejarla con el tratamiento a medias, además tengo que…
-¡Tienes que tratar a personas distintas! –Interrumpió enérgicamente, agarrándome del brazo para comenzar a hacerme subir las escaleras casi a rastras –Axel, vamos, te necesito, quiero que me ayudes con éste proyecto. Por favor, hijo.
-Enloqueciste, definitivamente, ya terminaron de soltarse todos tus tornillos, una cosa es que yo sea un psiquiatra, y otra muy distinta es tratar con asesinos –Gruñí, mientras el me guiaba por el blanco pasillo en dirección a la habitación/celda de Jared Jenkins.
-Axel, confía en mí, sé que este caso te va a interesar tanto cómo a mí.
Esas palabras no me parecieron ni de cerca reconfortantes.
-No…, yo no… –No alcancé a mascullar ni siquiera la mitad de lo que le quería decir, mi padre pasó la tarjeta de seguridad delante del escáner de la puerta y ésta se abrió.
-échale un vistazo –Sus palabras fueron una orden más que cualquier otra cosa, acto seguido optó por empujarme al interior de la habitación, apenas tuve tiempo para parpadear cuando noté que mi padre me guiñaba un ojo y cerraba la puerta.
Jared Jenkins.
Los recuerdos me atacaron de nuevo. Sus ojos verdes como la primavera y fríos como el invierno, me apuñalaban.
Un escalofrío violento me recorrió el cuerpo, no quería voltear a verle. Preferí continuar dándole la espalda.
Mis manos temblaron de nuevo, la opresión recayó sobre mi pecho nuevamente, y otra vez perdí el aliento. Palidecí.
Realmente quería abrir los ojos y acabar con éste mal sueño. No fue así.
Clavé la mirada en la puerta, deseaba salir de aquella celda, no era una sensación placentera reencontrarme con un excompañero de la secundaria que podía romperme el cuello y acabar con mis sueños de tener una vida plena y feliz.
-Buenas tardes, mi nombre es Jared –Saludó.
“Buenas tardes, mi nombre es Jared, éste es mi primer día de clases, mucho gusto en conocerles”
Recordé esa risa divertida y amigable, y su cálida personalidad. Apreté los dientes y los puños hasta casi hacerlos rechinar.
¿Por qué arruinaste tu vida de ésta manera?
-Hola, Jared.
Con valor me di la vuelta para estar de frente a frente con el terror de muchos, la imagen de un asesino.
Lo escuché reír y me estremecí, su risa era horrible, era encantadora. Era una pesadilla, era como un sueño.
-Me temes –Afirmó con su voz, en ella pude percibir un toqué de orgullo, y también de tristeza. Como si se mofara de mí y al mismo tiempo me estuviera pidiendo disculpas.
-No –Mentí. Lo hice lo mejor que pude. Y no tuve éxito.
...