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Having my baby 2MIN por minnah

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Notas del capitulo:

:D 

Espero les guste :D 

 

Capítulo 11

Desde que entrara en el apartamento de Minho, Taemin tenía la sensación de que todo sucedía a cámara lenta. Darle el ibuprofeno, ayudarle a llegar a su habitación, la cama que se rompía, y ahora aquello… Él no había ido al apartamento por eso. Pero ahora estaba apretado contra el pecho duro y desnudo de Minho y sentía todas las partes de su cuerpo calientes y alborotadas.

Deseaba más que nada en el mundo que lo besara, pero Minho parecía empeñado en apartarse. Taemin sentía el impuso lujurioso de sentir los labios de él en los suyos. Imaginaba que debía de ser cosa de sus hormonas, pero quería saberlo de cierto, así que decidió lanzarse. Se acercó más y le rozó los labios con los suyos. El olor de Minho era tan bueno como su aspecto y en cuanto sus labios se encontraron y él respondió con una presión propia, algo cedió en el interior de Tae. Taemin perdió el control. Fue como si despertara después de haber estado en coma.

Dejándose llevar por el instinto, le echó los brazos al cuello y acercó su cuerpo al de él lo bastante para sentir la excitación de Minho en su muslo. Soltó un gemido y subió una mano por los fuertes músculos de la espalda de él y después más arriba, hasta que sus dedos trazaron un camino por el pelo de él. Minho profundizó el beso. Taemin abrazó la pierna de él con la suya. Lo acarició. Mejor dicho, lo devoró, pasando una mano por los abdominales firmes de él y luego más abajo, por la tela del pantalón corto, hasta que lo sintió duro contra su mano.

—¿Qué narices ocurre aquí?

Cuando Taemin oyó la voz de su padre, creyó que su mente le jugaba una mala pasada.

Pero entonces Minho se apartó y preguntó:

—¿Quién es usted y qué hace en mi apartamento?

Taemin miró por encima del hombro y vio a su padre de pie en el umbral.

—¡Papá! ¿Qué haces aquí?

Su padre se alejó. No estaba furioso. Estaba lívido.

Key asomó la cabeza por la puerta abierta. Los miró a los dos.

—¡Caray! —dijo, antes de desaparecer también él.

Minho se puso de pie. Cuando pisó tierra firme, ayudó a levantarse a Taemin y él se encontró mirando sus maravillosos ojos.

—Siento todo esto —dijo Minho—. No sé lo que me ha pasado.

“¿Cómo?”. Taemin fantaseaba ya con que el beso podía ser el comienzo de algo maravilloso y Minho, por su parte, sentía la necesidad de disculparse. Taemin bajó la vista.

—Será mejor que vaya a ver a Yoogeun.

Minho no protestó.

—Me visto y salgo enseguida —prometió.

Taemin salió de la habitación y fue a la sala de estar. Todo el mundo había desaparecido, incluido el carrito con Yoogeun dentro. Miró por la ventana y vio que Key los había devuelto a todos a su apartamento.

Caminando por la sala, se arrepintió enseguida de llevar vaqueros ceñidos y zapatos con un poco de plataforma en lugar de chándal y zapatillas deportivas. Antes, cuando se había puesto los vaqueros ceñidos, lo había animado tanto poder ponerse la ropa de antes del embarazo, que no había pensado dos veces en cuál sería la reacción de Minho.

¿Pero qué estaba haciendo? ¿Por qué había ido al apartamento de él? Unos días atrás su deseo había sido tener a Choi Minho lo más lejos posible de él. Y ahora, de pronto, quería que lo tomara en sus brazos y le sedujera.

Se palmeó la frente con disgusto.

La expresión de Minho al levantarlo del suelo mostraba a las claras que se arrepentía de lo ocurrido.

Taemin miró a su alrededor. “¿Y ahora qué?”. Tenía que salir de allí deprisa. Tomó su bolso, que seguía en la mesita de café, salió y cerró la puerta sin hacer ruido. Le ardieron los ojos cuando pensó que se había puesto en ridículo.

—Mamá —dijo cuando cruzó la puerta de su apartamento. Forzó una sonrisa, abrazó a su madre y apretó con gentileza su cuerpo huesudo y rígido. El olor dulzón de su perfume resultaba abrumador y Taemin tuvo que esforzarse mucho para no estornudar.

Key estaba sentado en su sillón favorito, con Yoogeun en los brazos y Minji acomodada en el suelo a sus pies. La niña coloreaba con un lápiz en cada mano.

Taemin miró a su padre. Este parecía fuera de lugar en el sofá color verde lima de él. Y sin embargo, curiosamente, también parecía el mismo de siempre: el mismo traje oscuro de corte perfecto, la misma camisa almidonada, el mismo ceño fruncido con desaprobación. Ese año cumpliría sesenta. Su cabello seguía siendo espeso, con muy pocas canas. No llevaba ni un pelo fuera de su sitio. Si no fuera porque siempre parecía enfadado, Taemin podría haberlo considerado atractivo.

—¿Qué pasaba ahí dentro? —preguntó él con una voz tan rígida como la postura de su mujer.

Taemin suspiró.

—Creía que lo sabías.

—¿Saber qué?

—Le dije a mamá que estaba saliendo con Choi Minho, el quarterback de los Condors.

—Me lo dijo —repuso su padre—. Es un atleta. Supongo que debería haber esperado encontrarte en una situación comprometedora en el suelo de su dormitorio. A lo que parece, los dos os lleváis muy bien.

Taemin sintió que una ola de calor le subía por la cara.

—Nos va bien —mintió—. Pero lo que has visto antes no es lo que crees. Minho tiene una rodilla lesionada. Lo he ayudado a llegar a su dormitorio, ha tropezado, nos hemos caído los dos y se ha roto la cama y…

—¡Basta de historias! —la interrumpió él—. Tu madre intenta convencerme de que has madurado. Llevo menos de una hora en Seúl y ya veo que no ha cambiado nada.

Estoy muy decepcionado.

Taemin alzó la barbilla.

—Lamento que pienses así —dijo.

Pero la verdad era que ya había oído todo aquello antes. Siempre había sido una gran decepción para su padre. Daba igual que nunca antes lo hubiera sorprendido en una situación comprometida. Simplemente, siempre era así. Taemin agradecía que Zelo, su hermano menor, no estuviera allí. Quería a su hermano, pero la presión a que lo sometían sus padres para que fuera como Zelo era demasiado para él. Quería a su familia, pero los tres se las arreglaban para conseguir que se sintiera pequeño e indigno. Su padre había tardado menos de cinco minutos en despertar todas las inseguridades de él.

—He cancelado más de una reunión importante para hacer este viaje —dijo su padre—. Queríamos apoyaros a ti y a tu bebé…

—Tu nieto se llama Yoogeun —lo interrumpió Taemin.

—Ahora veo que era muy optimista por nuestra parte pensar que podrías haberte convertido en un joven responsable.

—Tengo que irme —dijo Taemin. Entonces llamaron a la puerta—. Adelante.

—¡Hollywood! —gritó Minji cuando entró Minho.

Este sonrió a la niña. Ya no cojeaba. Miró a su alrededor y tendió la mano al padre de Taemin, dispuesto a estrechar la de él. El hombre no se dignó responder al gesto. Taemin pensó que su padre era un snob.

Minho se enderezó y dejó caer la mano al costado antes de intentarlo con la madre de Taemin. Esta no se mostró muy amistosa, pero al menos consiguió poner su mano en la palma de Minho. Cuando recuperó de nuevo la mano, sacó un frasquito del bolso y se limpió los gérmenes.

Taemin ya había tenido bastante. Además, si no salían ya, iban a llegar tarde a la cita con el pediatra.

—De haber sabido que veníais, habría tenido tiempo de prepararme —dijo—, pero Minho y yo tenemos una cita con el doctor. Nos vamos ya.

—¿No vas a saludar a tu hermana?

Taemin abrió mucho los ojos y miró a Key.

Su amigo asintió.

—Está en el baño, lavándose.

—Está alterado después de haberte visto copular en el suelo con ese hombre — comentó su padre.

—Tiene un nombre —dijo Taemin.

—Hollywood —dijo su padre. Sonrió a Minji—. ¿Verdad que sí?

La niña asintió, encantada de ayudar.

—¿Copular? —repitió Minho. Miró a Taemin—. ¿Habla en serio?

Taemin asintió con la cabeza y le dedicó una sonrisa tensa.

—¿Cómo has podido hacer eso? —preguntó la madre de Taemin.

—No estábamos haciendo el amor —respondió Taemin, exasperado.

—Me dijiste que salías con un jugador de fútbol americano —comentó su madre—, pero no sabía que habíais llegado tan lejos. No me extraña que Zelo esté llorando en la otra habitación.

—No estaba llorando —dijo Zelo, entrando en la sala. Miró a Minho y abrió mucho la boca—. ¿Este es el hombre al que te estabas tirando?

Taemin no podía creer lo que oía… ni lo que veía. Si su madre no le hubiera dicho que Zelo estaba allí, jamás habría adivinado que el hombre de veintiséis años que tenía delante era su hermano. Hacía casi un año que no le veía, pero eso no explicaba la transformación. El Zelo que conocía siempre llevaba pantalones flojos y chalecos tejidos sobre sus camisas bien planchadas. Ese día iba vestido de negro y la tela se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. El chico que tenía delante se parecía más a Lady Gaga que a Zelo.

—¿Eso son pantalones de cuero? —preguntó Taemin.

Su hermano sonrió.

—¿Verdad que son geniales?

Taemin no sabía qué decir. Estaba confuso y tenía prisa.

—Odio tener que marcharme, pero Minho y yo hemos de llevar a Yoogeun al doctor. ¿Por qué no nos acompañas y así hablamos por el camino? —preguntó a Zelo.

—Me encantaría.

Taemin miró a Minho. El pobre parecía que tenía miedo de moverse.

—¿Te puedes encargar del carrito y la bolsa del bebé?

Él hizo lo que le pedía y Taemin tomó a Yoogeun.

—Yo cerraré la puerta. Te llamaré luego —dijo Key.

Taemin le dio las gracias y señaló la puerta abierta a su hermano.

—¿Dónde os hospedáis? —preguntó a su madre.

—En el Amarano —repuso esta.

—Tenemos reserva a las siete en el restaurante Sky House —intervino su padre—. Nos vemos allí.

Taemin sabía que no era una invitación. Era una orden.

****

—Es un placer conocerte por fin —dijo Minho a Zelo de camino al aparcamiento—. Taemin me ha hablado mucho de ti.

—Mentiroso —contestó Zelo.

Él se echó a reír.

Taemin abrió la puerta de su Volkswagen Jetta. Minho le quitó a Yoogeun y, mientras él ataba al niño en su sillita en el asiento de atrás, Taemin llevó a su hermano a un lado.

—¿A qué viene esa nueva imagen?

—Solo me estoy divirtiendo —contestó Zelo—. Por primera vez desde que nací, estoy haciendo lo que quiero.

—¿Y qué es eso exactamente?

—Canto en un grupo de rock.

—¿Tú sabes cantar?

Zelo asintió riendo.

—Esta noche después de cenar me iré de casa. Mamá y papá no lo saben, pero cuando vuelvan ellos, ya me habré ido.

—¿A dónde vas?

—Me voy con el grupo a viajar por el mundo.

Taemin no sabía qué pensar.

—Lo dices en serio, ¿verdad?

—Nunca en mi vida he dicho nada más en serio —Zelo apretó la mano de su hermano entre las suyas—. Y nunca he sido tan feliz. He venido a Seúl porque quería verte antes de marcharme.

Taemin movió la cabeza.

—No sé qué pensar.

—Estoy seguro de que papá y mamá te dirán cosas horribles de mí cuando se enteren de lo que voy a hacer, pero quería que las oyeras antes de mi boca.

—Me gustaría que tuviéramos más tiempo para hablar.

—A mí también, pero no te preocupes. Te llamaré y te escribiré emails.

Taemin abrazó a su hermano con fuerza.

—Tendríamos que habernos enfrentado a papá hace años —comentó Zelo, serio—. Siempre nos hemos rendido muy fácilmente —miró a Minho—. Hay cosas por las que vale la pena luchar.

—Me alegro de que seas feliz. ¿Prometes seguir en contacto?

—Lo prometo.

Se abrazaron de nuevo y luego Zelo subió al coche y se sentó con Yoogeun en el asiento de atrás.

Minho estaba plegando el carrito al lado del maletero y Taemin se acercó allí. Minho le puso una mano en el brazo para retenerlo.

—Has salido corriendo de mi apartamento por culpa de ese beso, ¿verdad? — preguntó.

—No sé a qué te refieres.

—Ese beso nos ha pillado por sorpresa —comentó él—, pero quiero que sepas que no volverá a ocurrir. Si vamos a ser amigos, tenemos que mantener una relación cordial. Ha sido un gran error y asumo toda la responsabilidad.

“Genial. Sencillamente genial”, pensó Taemin.

—Creo que eso será lo mejor —mintió—. Mantendremos una relación cordial —le tendió la mano—. ¿Trato hecho?

Minho se la estrechó como si fueran buenos amigos.

—Trato hecho.

Taemin procuró no mostrar ninguna emoción cuando se sentó al volante y puso el coche en marcha. Esperó a que Minho colocara su cuerpo de más de cien kilos en el asiento del acompañante. Él parecía estar aplastado allí.

—No hace falta que vengas. Ya me acompaña Zelo.

—Ni una manada de caballos salvajes podría impedirme ir a la cita con el pediatra de Yoogeun —contestó él. Y debía de hablar en serio, porque sus rodillas, la buena y la mala, estaban presionadas contra la guantera y a su cabeza le faltaba menos de un centímetro para dar en el techo.

Taemin metió el coche en el tráfico.

—¿Qué pasa entre vosotros dos? —preguntó Zelo—. No es cierto que estéis saliendo, ¿verdad?

Taemin no contestó.

—A mí no podéis engañarme —añadió su hermano

—Tienes razón —contestó Minho—. No estamos saliendo —miró a Taemin—. ¿Se puede saber por qué has dicho en tu apartamento que salimos juntos? — Taemin movió una mano en el aire como restando importancia al tema.

—Le dije a mamá que salíamos juntos con la esperanza de que mis padres no vinieran de visita.

Minho frunció el ceño.

—¿Por qué iban a dejar de venir si sabían que salías conmigo?

—Es ridículo, lo sé —contestó Taemin—, pero la verdad es que a mi padre no le gustan los jugadores de fútbol americano.

—Cree que los atletas son criaturas que no sirven para nada —añadió Zelo con una carcajada.

Como era de esperar, Minho no rio con él. Taemin pensó que, en cuanto se quedara a solas con Zelo, le preguntaría qué había hecho con su hermano verdadero, el hermano callado y tímido que nunca usaba esa ropa, y mucho menos rimel. ¿Qué narices pasaba allí?

—A ver si lo entiendo —intervino Minho—. Tú les dijiste a tus padres que salíamos juntos con la esperanza de que así no vinieran a verte.

—Sí.

—¿Pero piensas decirles la verdad la próxima vez que los veas?

—No.

Zelo volvió a reír.

—¿Por qué no? —preguntó Minho.

—Porque por primera vez en mi vida me da igual lo que piensen de mí —Taemin miró a su hermano por el espejo retrovisor—. ¿Cuánto tiempo piensan quedarse?

—Dos o tres noches. Creo que papá tiene negocios en Daegu —Zelo extendió el brazo y puso la mano en el brazo de Minho—. No temas, Hollywood, unas cuantas salidas, un par de cenas y cuando quieras darte cuenta, todo habrá terminado.

—No estoy preocupado —repuso él—. Porque no tengo la menor intención de mezclarme en vuestros problemas familiares. Nada de cenas para mí.

Taemin apretó el volante con fuerza.

—Si tú no vienes a cenar con mi familia esta noche, Yoogeun y yo no iremos a la barbacoa de tu familia el domingo. Lo que vale para uno, vale para todos.

Minho frunció el ceño.

—Es evidente que la idea de que salías conmigo no los ha mantenido alejados. ¿Qué sentido tiene mantener la farsa?

—Creo que pensaban que Taemin iba de farol —dijo Zelo—. Pensaban que él no caería tan bajo y han venido a Seúl a verlo por sí mismos.

Taemin asintió. Apretó los dientes. A Minho no le hacía feliz pensar que sus padres los consideraban poco menos que escoria. Pues mala suerte. Taemin opinaba que, si tenía que sufrir un par de cenas, él también podía hacerlo.

—Tú dijiste que querías estar en la vida de Yoogeun —comentó—. Ten cuidado con lo que deseas.

—De acuerdo —musitó él—. Lo haré.

Zelo aplaudió y Taemin tuvo la impresión de que llevaba a Minji en el asiento de atrás y no a un hombre adulto.

Con la vista fija en la carretera, su mente no tardó mucho en volver al beso. Todavía tenía el sabor de Minho en los labios. Para apartar de sí aquellos pensamientos, puso la radio e hizo una mueca cuando empezó a sonar El beso de Faith Hill en los altavoces.

--No quiero que me rompas el corazón No necesito otro turno para llorar, no, no quiero aprender a la fuerza--

Taemin apagó la radio.

—Jamás habría adivinado que te gustara el country —dijo Minho.

—Porque no sabes nada de mí —repuso Taemin, enojado con todo aquel asunto—. Me gustan el country y el rock and roll. Soy un hombre salvaje. Muy, muy salvaje.

—¿Ah, sí?

—Está de broma —intervino Zelo, aguándole la fiesta a Taemin—. Él nunca ha hecho nada salvaje. Jamás se ha lanzado desde un avión ni ha esquiado por el sendero Diamante Negro. Nunca ha fumado un cigarrillo, y mucho menos un canuto. Ni siquiera recuerdo haber visto nunca a mi hermano en una pista de baile.

—¿Quién eres tú? —preguntó Taemin a su hermano. Pensó que quizá se habría caído en algún tipo de agujero negro.

—¿Y nadado desnudo? —preguntó Minho—. Todo el mundo ha nadado desnudo al menos una vez en la vida.

—No, Taemin no. Él es seguro y predecible. Sin sorpresas.

—Tengo voz propia —recordó Taemin a su hermano cuando paró en un semáforo.

—Está bien —Zelo se encogió de hombros—. Dínoslo. ¿Te has bañado desnudo?

—Eso a ti no te importa.

Minho se volvió a mirar a Zelo.

—Tu hermano acaba de ser madre. Sus hormonas siguen un poco alteradas.

Taemin alzó los ojos al cielo como pidiendo paciencia.

—No me interpretes mal —dijo Zelo—. Taemin tiene muchas cualidades buenas. A pesar de lo que crean mis padres, es formal y responsable. También es caritativo. Pero no es muy aventurero.

El semáforo cambió a verde y Taemin pisó el acelerador.

—Cuando Yoogeun sea más mayor, los dos vamos a hacer muchas cosas aventureras juntos —dijo.

—Parece que Yoogeun se lo va a pasar muy bien cuando deje los pañales —Minho sonrió.

Zelo soltó una risita.

Taemin miró a Minho e hizo una mueca. El sol entraba por la ventanilla e iluminaba el rostro de él. Ojos brillantes y hoyuelos, una combinación mortífera. Si Yoogeun se parecía a su padre cuando fuera mayor, él no tendría tiempo de esquiar en Silverfox, Utah, aprender a escalar rocas ni lanzarse de un puente alto, porque estaría ocupado espantando a todas las chicas que competirían por la atención de su hijo.

El recorrido hasta la consulta del pediatra le pareció que duraba horas en lugar de los doce minutos que en realidad tardaron. Tuvo la sensación de que había mucho tráfico para ser un día laborable. Metió el coche en el aparcamiento reservado a los pacientes. A Minho le iba a costar trabajo salir de su asiento, pero Tae decidió no preocuparse por él. Se merecía estar incómodo por encender fuegos artificiales dentro de él para después apagarlos con palabras frías y un apretón de manos.

****

Aunque hacía lo posible por no mostrarlo, Minho se sentía como un gusano. Key le había advertido del afecto creciente de Taemin y él no había intentado impedir que se abrazara a él y lo besara. Él ya sabía que besaba como un ángel, pero hasta ese día no había descubierto que Taemin era como una docena de cartuchos de dinamita esperando que los encendieran. Si se hubiera tratado de otra persona y no de Tae, la “madre” de su hijo, Minho habría tomado lo que le ofrecía y algo más.

¡Qué narices!, él jamás había dicho que fuera un santo.

Pero Taemin no se parecía nada a las personas con las que había estado hasta entonces.

Era demasiado dulce e inocente para un hombre como él.

Y además, el corazón de él le pertenecía a Yuri.

Taemin merecía estar con alguien que pudiera entregarse a él al cien por cien. Alguien que siempre estuviera a su lado. De no ser por Yuri, él habría considerado en serio solicitar el puesto. Pero Yuri siempre estaba allí, flotando en sus pensamientos, incluso cuando él no quería que fuera así. En el fondo sabía que sus hermanos tenían razón. Necesitaba olvidarla, cortar todos los lazos emocionales y dejarla marchar. Pero ya lo había intentado y no había sido capaz. Amar a Yuri era como ser adicto a una droga. Necesitaría un programa de doce pasos para librarse de ese amor.

Había un festival de arte en el centro y tardaron unos minutos en abrirse paso hasta la puerta a través de la gente. Poco después, Minho y Taemin estaban en la consulta y Zelo esperaba en el vestíbulo.

Minho se alegraba de sentir de nuevo la sangre fluir por sus piernas. Viajar en el coche de Taemin era como ir en una lata de sardinas.

Taemin caminaba por la sala, adelante y atrás, y Yoogeun no paraba de llorar. —Si lo pones más cerca de tu pecho, un poco más a la derecha, creo que… —Sé cómo tener en brazos a mi hijo. Muchas gracias.

Minho se desperezó y fingió un bostezo para ocultar una sonrisa.

—Me alegra que te divierta —lo riñó Taemin—, aunque no sé cómo puedes encontrar cómico el dolor de Yoogeun.

—No sonrío por eso —contestó él. Le divertía el tic que tenía Tae en el ojo y cómo curvaba el labio cuando se enojaba. Y no podía dejar de pensar en su reacción cuando Zelo había dicho que no era aventurero. Taemin quería cambiar aquello y él tenía algunas ideas para ayudarlo a romper el cascarón—. Estaba pensando en la llegada repentina de tu familia. Tu hermano es todo un personaje.

—Ese hombre que espera en el vestíbulo no es mi hermano. Mi hermano es grácil, delicado y muy callado. Toma té Ming Cha a sorbitos y mordisquea sándwiches de berro. Nunca maldice y, desde luego, no lleva pantalones de cuero.

—¿Come sándwiches de berro?

Antes de que Taemin pudiera contestar, entró el pediatra. Era un hombre de treinta y pocos años, que parecía encantado de ver al joven.

—Es un placer volver a verte —le dijo.

A Taemin se le iluminaron los ojos.

—Lee Jinki. Me alegro muchísimo de que hayas vuelto a tiempo para la primera cita de Yoogeun.

Antes de que Minho pudiera presentarse, Taemin le pasó a Yoogeun y a continuación abrazó al médico como si fuera un hermano al que hacía tiempo que no veía y que acabara de volver de la guerra. Cuando por fin lo soltó, el doctor Lee retrocedió un paso para poder verlo bien.

—Estás increíble. Sencillamente maravilloso.

Minho sostuvo a Yoogeun contra su pecho y lo meció hasta que dejó de llorar. Aquella escena entre el doctor y Taemin le pareció un poco exagerada, quizá porque ella no había mencionado para nada al doctor Lee y ahora los dos casi estaban haciendo el amor delante de él, como si él no estuviera presente. Minho sabía de primera mano lo soliviantadas que estaban las hormonas de Taemin y no quería tener que verlo excitándose con otro.

Taemin se llevó una mano al pecho.

—Eres igualito a tu padre —movió la cabeza con incredulidad—. Es asombroso.

Minho carraspeó, pero nadie le hizo caso.

—Tenemos que vernos para ponernos al día.

—Me encantaría —repuso Taemin con la sonrisa más luminosa que Minho le había visto jamás. Apretaba las manos del doctor en las suyas.

—¿Y a quién tenemos aquí? —preguntó el pediatra.

—Jinki, quiero presentarte a mi amigo Minho y a mi hijo Yoogeun —Taemin tomó al niño y lo acunó en sus brazos de tal modo que Jinki tuvo una vista de su cuello y pecho pues la camisa le quedaba floja. 

El doctor señaló la camilla y Taemin lo siguió hasta allí obediente.

—Es un niño muy guapo —dijo el doctor Lee—. Vamos a medirlo.

—¿Lo desnudo?

—Por favor.

Taemin tardó bastante en sacar los bracitos y las piernecitas de Yoogeun del pijama azul de algodón que llevaba. Minho se quedó donde estaba, viendo a distancia cómo medía el pediatra la circunferencia de la cabeza de Yoogeun antes de examinar la parte blanda.

—Su fontanela está como tiene que estar —dijo el doctor—. Puedes tocarla y debería desaparecer entre doce y dieciocho meses —a continuación midió la longitud de Yoogeun desde la cabeza a los pies, miró su gráfico y pidió a Taemin que le quitara el pañal para pesarlo.

Continuó con sus pruebas mientras Taemin estaba pendiente de Yoogeun y de él a partes iguales. Miró con adoración al doctor Lee cuando este le examinó los oídos a Yoogeun.

Minho quería vomitar. Fue a sentarse en un rincón de la habitación. Sentía los músculos tensos y se le ocurrió de pronto que se estaba portando como un idiota celoso. Lo que sentía era absurdo y no tenía ningún sentido. No había motivos para estar celoso porque él no amaba a Taemin. Como Taemin mismo acababa de decirle al doctor, solo eran amigos. Sí, Tae le gustaba y sí, estaba muy guapo ese día, pero en realidad estaba guapo todos los días, aunque llevara un chándal cubierto de saliva o pantalones anchos y zapatillas rosas de peluche.

Después de analizar la situación, se convenció de que lo que sentía era perfectamente aceptable y normal. Quería protegerlo. Era la madre de su hijo. Cualquier hombre por el que se interesara podía ser un padre en potencia para su hijo. Tenía sentido que él se sintiera ansioso en esas circunstancias.

El doctor no tardó mucho en terminar. Taemin empujó a Minho hacia la puerta.

—Ahora os alcanzo —le dijo.

Y los dejó solos. Minho empujó el carrito hacia el vestíbulo.

Zelo se puso en pie al verlo.

—¿Dónde está Taemin? —preguntó.

—El doctor y él tenían que ponerse al día. ¿Por qué no salimos a tomar el aire mientras esperamos?

Cuando salió Taemin, los otros estaban en medio del festival de arte. Dibujos de colores hechos con tiza cubrían las aceras y había puestos de venta alineados a ambos lados de la calle.

—Siento haber tardado tanto —comentó Taemin, colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja—. ¿Qué te ha parecido?

—¿El qué? —preguntó Minho.

—¿Jinki?

—Creo que es un sueño.

Taemin se echó a reír.

—Quiero decir como pediatra. ¿Crees que es concienzudo y profesional? ¿Un doctor en quien podemos confiar para que cuide de Yoogeun?

—No he conocido a muchos pediatras. No tengo con quién compararlo, lo siento.

—Me parece que me he perdido toda la diversión —comentó Zelo.

—Él y tú os lleváis muy bien —dijo Minho—. ¿No habéis quedado para salir? — preguntó, aunque lo decía en broma.

A Taemin le brillaron los ojos como si fueran luces de neón de las Vegas.

—Pues en realidad, sí. Hemos quedado para ir al cine el viernes.

Minho sintió náuseas y no sabía por qué. Llevaba a Taemin a un lado y a Zelo al otro y él empujaba el carrito por la calle. No tenía un destino concreto en mente. El coche de Taemin estaba en dirección contraria. Él simplemente caminaba e intentaba mantener la calma porque sabía que no tenía sentido que se pusiera celoso.

—¿Crees que puedes quedarte con Yoogeun ese día? —preguntó Taemin.

—Es mi hijo. Pues claro que puedo quedarme con él. ¿A qué hora?

—¿Qué tal a las cuatro?

Por alguna ridícula razón, él se sintió mejor sabiendo que sería temprano y no tarde. —Así tendré tiempo de ducharme y prepararme —explicó Tae—. Jinki quiere llevarme a Crush, un restaurante nuevo en Jasmine Street. He querido ir allí desde que abrieron hace seis meses.

Se pararon y esperaron a Zelo, que se había quedado en un puesto, donde miraba bolsos hechos a mano y regateaba con el vendedor.

—Pensaba que ibais a ir a una sesión temprana del cine.

—Yo no he dicho eso. He dicho que iremos al cine, pero será después de cenar.

—¿Y cuándo piensas volver?

—¿Por qué? ¿Tengo hora de llegada?

—Claro que no, pero creí que habías dicho que Key y tú teníais mucho trabajo en la revista.

—Gracias a ti, nos hemos puesto al día. Key me ayudó a escribir mi columna y Luhan trajo las fotos anoche. Ya sabes, las fotos que hizo en el parque. Tenemos muchas buenas para elegir —Taemin sonrió—. Empiezo a sentirme yo mismo otra vez —giró en círculo con los brazos en el aire y la cara expuesta al sol—. ¡Qué día tan hermoso!

“Sí, muy hermoso”, pensó Minho.

—Mira eso —Taemin cruzó la calle hasta uno de los puestos.

Minho le contempló mientras él admiraba las figurillas de bronce más feas que él había visto en su vida. Le llevó una a él y se la puso delante para que viera bien los detalles. —Esto es lo que yo llamo arte.

Minho recordó las palabras de su madre. “Si no tienes nada agradable que decir, es mejor que no digas nada”.

—¿Qué te pasa?

—Nada. ¿Por qué?

—No sé —contestó Taemin—. Desde que hemos visto al doctor Lee, pareces un día triste de lluvia empeñado en acabar con la alegría del sol.

—A lo mejor es porque me pregunto cómo puedes besarme a mí un momento y empezar a babear con el doctor al momento siguiente.

—No estaba babeando. Además, tú has dejado muy claro que el beso ha sido un gran error. ¿Por qué te importa lo que yo haga con el doctor Lee?

—No lo sé —contestó él—. Olvida que he dicho algo.

—¿Estás celoso?

Minho soltó una risita nerviosa.

—Claro que no. Pero no creo que el doctor Lee te convenga.

Taemin sonrió.

—¿Qué? —preguntó él.

—El doctor Lee salió en una de esas bolsas de la compra de Abercrombie y Fitch.

—¿En una qué?

A Tae le brillaron los ojos.

—En las bolsas de A&F solo aparecen hombres sexy —dijo.

—¿Y qué tiene que ver eso con que no te convenga?

Taemin se encogió de hombros.

—Solo he pensado que debía mencionarlo.

—¿O sea que a ti te parece sexy?

Taemin hizo una mueca.

—Por supuesto.

—¿Por eso te gusta, porque es sexy?

—Eso nunca viene mal; pero no, no me gusta solo por eso.

A Minho le costaba tanto sacarle las palabras, que tenía la sensación de estar arrancando dientes.

—¿Y qué más te gusta de él? —preguntó.

Le siguió hasta donde la artista esperaba con paciencia a que Taemin le devolviera la figura.

—Es muy hermosa —le dijo a la artista, una mujer más mayor, con un pelo largo gris y rizado que le caía sobre los hombros.

—Utilizo arcilla y bronce y paso horas con cada pieza, intentando capturar la inocencia y la gracia de la forma femenina —explicó.

—Su pasión se nota en su trabajo —dijo Taemin—. ¿Cuánto cuesta esta?

Minho esperó pacientemente a que Taemin terminara allí.

—La que le ha gustado son cinco mil dólares. Esta de aquí son tres mil quinientos.

Minho casi se cayó de espaldas.

—Tendré que pensarlo —repuso Taemin—. Pero si tiene una tarjeta, me encantaría ver algún otro lugar donde exponga su trabajo.

La mujer sacó una tarjeta del bolsillo del delantal y se la tendió.

Minho miró a Yoogeun y echó a andar de nuevo.

—¿Por qué no comemos algo en el café de enfrente aprovechando que Yoogeun está dormido? —preguntó.

Es una idea genial. Estoy muerto de hambre. Mira esto —Taemin le mostró la tarjeta—. Esa mujer es de Nueva York. He venido muy lejos a vender sus esculturas.

Pararon en la esquina y Taemin pulsó el botón del semáforo. Mientras esperaban a que se pusiera rojo, envió un mensaje a su hermano diciéndole que lo esperaban en el café.

—¿Vas a contestar a mi pregunta? —quiso saber Minho.

El semáforo cambió a rojo y Taemin empezó a cruzar la calle.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque, aunque seas amigo mío, con quién decida salir yo, no es asunto tuyo — abrió la puerta del café y esperó a que entrara él empujando el carrito.

La camarera los llevó hasta un reservado situado en la parte de atrás, les dio una carta a cada uno y les dijo que volvería unos minutos después.

Taemin colocó la manta de Yoogeun de modo que este no tuviera mucho calor.

—El doctor Lee ha dicho que Yoogeun es un poco bajo para su edad.

Minho soltó un gruñido.

—Aún no tiene dos semanas. Creo que es algo pronto para estar… —se interrumpió en mitad de la frase porque vio a Aaron dejando una propina en la mesa de enfrente. Se levantó y se acercó a él—. Aaron.

Este se volvió. Hundió los hombros y Minho comprendió, por su expresión, que ya lo había visto y había intentado escapar. Minho miró a su alrededor.

—¿Dónde está Yuri?

Aaron negó con la cabeza.

—Solo lo pregunto porque esperaba que Yuri y tú pudierais conocer a mi amigo Taemin y a nuestro hijo Yoogeun.

—Yuri está ya a mitad de camino del coche y yo no tengo tiempo.

—Solo será un minuto.

Aaron alzó las manos en un gesto de rendición y lo siguió hasta donde estaba Taemin estudiando la carta.

—Taemin, quiero presentarte a mi hermano Aaron.

Taemin sonrió. Se levantó y le estrechó la mano.

—Encantado de conocerte. Creo que ya conozco a todos los hermanos, ¿no?

—Todavía te faltan Kyuhyun  y Siwon —le dijo Minho.

—Yo soy el diferente de la familia —comentó Aaron—. No somos hermanos en el verdadero sentido de la palabra.

—¿No lo sois?

—Es adoptado —explicó Minho.

Aaron miró a Yoogeun.

—O sea que este es el pequeñín del que tanto hemos oído hablar, ¿no?

—Acabamos de hacerle su primera revisión —le contó Taemin.

Aaron enarcó las cejas.

—¿Quién es vuestro pediatra?

—El doctor Lee —Tae señaló por la ventana el edificio del médico—. Justo ahí.

—Yo fui a la universidad con Jinki —comentó Aaron—. ¡Qué casualidad!

—Yo hace años que lo conozco —repuso Taemin, animoso—. Es muy competente.

—Sí, es un buen tipo. Fuimos a jugar al golf antes de que se marchara a Europa. Juega muy bien.

—¿Hay algo que no sepa hacer ese hombre? —preguntó Minho.

Aaron inclinó la cabeza, como si pensara preguntarle qué quería decir con eso; pero luego cambió de idea y miró a Taemin.

—Ha sido un placer conocerte. Tengo que irme. Mi prometida me espera en el coche. Seguro que estará pensando dónde me he metido.

Minho le tendió la mano, pero Aaron fingió no verla. Metió la suya en el bolsillo del pantalón y se marchó. Minho empezaba a sentirse como un leproso.

—Saluda a Yuri de mi parte —dijo.

—Me parece que no —contestó Aaron con el ceño fruncido—. Pero me alegra ver que ya casi no se nota el moratón del ojo. Yuri está preocupada por ti desde la última vez que nos vimos. Hablando de lo cual, supongo que ya no necesitarás sus servicios puesto que vosotros dos —movió un dedo entre Taemin y Minho— parece que habéis arreglado el asunto.

—¿Tu prometida es la abogada de Minho? —preguntó Taemin.

—A decir verdad, no sé bien cuál era su relación de trabajo —Aaron soltó una risita cáustica y retrocedió un paso, apuntando a Minho con un dedo—. Pero ten cuidado con este tipo. Es muy rápido tanto en el campo como fuera de él —siguió moviendo el mismo dedo—. Nunca sabes lo que va a hacer a continuación.

Y después de ese mensaje críptico, se alejó.

Taemin se sentó.

—¡Vaya! —exclamó—. Parece que está muy enfadado contigo. ¿Fue él el que te dio un puñetazo en el ojo?

Minho asintió.

—Me ha guardado rencor desde que puedo recordar —contestó.

Miró por la ventana y se preguntó qué tal estaría Yuri. Se sentó frente a Taemin y abrió la carta, pero por lo que a él se refería, podía haber estado escrita en chino, porque no conseguía leer lo que ponía.

Continuará... 

Notas finales:

:D 

Todavía falta un capi mas :D 

Adelante, a leer 

:P

 

Agradeceré si me dejan un review, asi se insultos, es para saber si todavia quieren que acabe las historias :P 


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