Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Having my baby 2MIN por minnah

[Reviews - 61]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holaa :D :D 

Agradezco mucho mucho sus reviews :D 

Lo prometido es deuda, aqui les dejo sus tres capis :D 

Espero les guste :D 

Capítulo 13

A la mañana siguiente, cuando Taemin abrió la puerta de su apartamento, Minho retrocedió un paso para poder verlo bien.

—Estás fantástico.

—Gracias.

El joven llevaba un pantalón blanco, no tan ceñido como el que había llevado a su cita con Jinki, y una camisa sin mangas de color verde bosque. Ese día llevaba el pelo ondulado. Minho se dio cuenta de que siempre resultaba refrescante verlo. Tenía una piel sin mácula y una naricilla respingona, pero no era solo por eso. Algo en el modo en que se le iluminaban los ojos siempre que lo miraba hacía que a él le costara mucho apartar la vista.

Minho se miró su camisa azul de manga corta, que le habían regalado sus hermanas por Navidad. No era horrible, pero pensó que podía haberlo hecho mejor. De haber sabido que Taemin se iba a esmerar tanto, se habría vestido mejor esa mañana.

—¡Hollywood! —gritó Minji. Se acercó a abrazarle la pierna.

Taemin hizo una mueca.

—¿Esa es la pierna mala?

—No te preocupes —respondió él, acariciando los rizos de Minji—. He tomado un par de ibuprofenos y, además, la pequeña es un peso ligero.

Taemin volvió a sonreír. Minho vio un brillo especial en sus ojos.

Key fue el siguiente en salir. Sujetaba a Yoogeun con un brazo y llevaba una bolsa grande llena de biberones y pañales en la otra mano.

—Aquí está tu hijo —le pasó el niño a Taemin—. Minji, ve a por los libros de colorear para que Hollywood pueda cumplir su promesa de pintar contigo.

Minji soltó la pierna de Minho y corrió al apartamento

—¿Seguro que a tus padres no les importa que vayamos Minji y yo? —preguntó Key.

—Segurísimo. Mamá cree firmemente en el dicho de “cuantos más, mejor”.

—¿Tienes pañales en tu apartamento? —preguntó Taemin—. Te iba a llamar, pero no tengo tu número.

Él señaló el interior del apartamento.

—Voy a entrar y te anotaré mi número.

—No hace falta que lo hagas ahora, puedes dármelo luego.

—Lo haré ahora, antes de que se me olvide.

—De todos modos hay que esperar a Minji —añadió Key.

Minho entró en la cocina, donde había visto una libreta la última vez. Mientras Taemin y Key parloteaban con Yoogeun, abrió un par de cajones hasta que encontró el papel. También encontró una foto de Taemin. Estaba deslumbrante. Llevaba el pelo recogido, salía con una sonrisa brillante. El hombre que la acompañaba parecía una comadreja. Era alto y delgado como un junco, con el pelo engominado echado hacia atrás y orejas grandes. Minji apareció a su lado como surgida de la nada.

—Ece ez Kai. Ez malo porque hace llorar mucho a Taemin.

—Ese —corrigió Minho. Se inclinó hacia la niña—. Mírame la boca. — Ese — repitió—. ¿Ves? Es fácil.

Minji cerró los labios como le había visto hacer a él.

—Ece, ece, ece —dijo. Sonrió.

—Sí, más o menos —Minji se había acercado a él sin hacer ruido. Y era muy perspicaz para tener solo cuatro años. Minho señaló la foto—. Pues seguro que a Taemin le gusta mucho y por eso guarda su foto.

La niña negó firmemente con la cabeza.

Minho sabía que, si había alguien que estaba al tanto de lo que pasaba allí, era Minji. Y el modo en que movía la cabeza indicaba que Taemin había terminado con el tal Kai. Por razones que no podía explicar, él se alegró.

—No le guzta —explicó Minji—. Lo ama.

Minho devolvió la foto al cajón y miró a su alrededor buscando un boli.

—Pues es una lástima —dijo, y hablaba en serio—. Taemin se merece alguien mejor que una comadreja.

—¿Tú hacez llorar a Taemin? —preguntó Minji.

—Jamás.

La niña abrió mucho los ojos.

—Tú puedez amar a Taemin y así él puede olvidar Kai.

Minho la miró un momento serio y luego se echó a reír. Le acarició la cabeza.

—Eres una niña muy graciosa.

Cuarenta y cinco minutos después, Minho ya no pensaba que Minji fuera graciosa. Pensaba que, si tenía que volver a oír una vez más la canción de Arirang, pararía en la próxima salida y pediría un taxi para Satanás y para ella. Había esperado poder hablar con Taemin y Key durante el viaje hasta la granja de sus padres, aprender a conocerlos mejor antes de que todos pasaran el día con su familia. Confiaba en que sus hermanos se portaran bien, aunque no era muy probable. Al minuto siguiente pensó que la ley de la atracción funcionaba bien, porque justo cuando empezaba a pensar en su familia, sonó el teléfono del salpicadero.

Minho pulsó un botón y, como por arte de magia, la voz de su madre reemplazó el “Arirang, Arirang, Arariyo..” de la canción. Nunca se había sentido tan aliviado de escuchar la voz de su madre… aunque el alivio solo le duró hasta que ella terminó la primera frase.

—Hola, hijo. Quiero que sepas que fui a comprar un buen jabón antibacterias. He hecho que todo el mundo se lave bien las manos. Tus hermanas nos han hecho la manicura a todos para asegurarse de que estamos perfectos. No huele a excrementos de caballo ni dentro ni fuera de la casa. ¿Crees que Taemin nos dejará tomar al bebé en brazos si le dices que estamos bien limpios?

Minho miró a Taemin y vio que él se había sonrojado.

—No hace falta que se lo diga yo, mamá. El teléfono está en altavoz.

—Oh. Hola, Taemin.

—Hola, señora Choi.

—Por favor, llámame Ailee. Espero no haberte ofendido. Solo quería…

—Mamá, llegaremos en cinco minutos —Minho cortó la llamada a tiempo de oír el coro en la canción. Se disponía a cantar a coro con esta, cuando Taemin extendió el brazo y apagó la música. Minho miró por el espejo retrovisor y vio que Key cruzaba los brazos y alzaba ambas cejas.

Taemin soltó un bufido.

—¿Le dijiste a tu madre que no les dejaría tomar a Yoogeun en brazos porque temía que no tuvieran las manos lo bastante limpias?

—No se lo dije así. No olvides que viven y trabajan en una granja de ponies.

—¡Poniez! —gritó Minji lo bastante fuerte para que a Minho le dolieran los tímpanos.

Taemin soltó un suspiro largo.

—Les dije a mis padres que no querías que exageraran con la visita; ya sabes, nada de pancartas ni globos ni cosas por el estilo. También les dije que no te gustaba ir pasando a Yoogeun de mano en mano como si fuera un balón.

Taemin lanzó un gemido.

Key miraba a Minho de hito en hito a través del espejo retrovisor, con los ojos entrecerrados y los labios apretados.

Minji se echó a reír.

—Hollywood llamó comateja a Kai —dijo con alegría.

Por primera vez desde que la conocía, Minho pensó en el dicho “De tal palo, tal astilla”.

Taemin frunció el ceño.

—¿Kai?

—Kai —dijo él.

—¿Comateja? —preguntó Key.

—Comadreja —corrigió Minho.

Taemin resopló.

—Oh, eso es mucho mejor.

Key se echó a reír.

Su risa sorprendió a Minho, pues aunque sabía que el hombre se iba ablandando lentamente con él, a pesar de alguna que otra daga en los ojos y antes de que la llamada de su madre lo estropeara todo, todavía no creía a Key capaz de reír.

Este lo miró en el espejo retrovisor y arrugó la nariz.

—¿Y tú qué miras?

—Solo quiero ver si te estás riendo de mí —le aclaró él.

Él rio más fuerte.

—Pues claro que sí.

—No tiene gracia —dijo Taemin a su amigo—. Kai…, no es ninguna comadreja.

—Pero te hace llorar —dijo Minji, con voz demasiado seria para una niña de cuatro años.

—Ya no.

—Hollywood dijo que él nunca te hace llorar. Creo que le guztaz.

Minho mantuvo los ojos en la carretera. Imaginaba que Taemin lo estaría mirando y seguramente se preguntaría qué narices pasaba con él. Key le había dejado claro que sería hombre muerto si hacía daño a Taemin. Pero por lo menos la interrupción de Minji había servido para que ya nadie pensara en lo que había dicho su madre de que toda la familia se había esterilizado las manos antes de su llegada. Aunque lo mirara como lo mirara, le resultaba imposible escapar a la sensación de que iba a ser un día muy largo.

Poco después aparcaba el coche delante del rancho de sus padres. La primera señal de que podía estar metido en un lío más gordo de lo que pensaba se la dio una colección de globos de papel de plata y látex de todas las formas, tamaños y colores. La segunda fue una pancarta de tres metros por uno hecha con papel blanco. Colgaba encima de la puerta de sus padres y decía en letras grandes y rojas: “Taemin y Yoogeun bienvenidos”.

Pensó que tal vez Taemin no hubiera visto nada de aquello, pues había salido ya del coche y estaba desatando las hebillas de la sillita del bebé. Cuando terminó, besó a Yoogeun en la punta de la nariz y se lo pasó a Minho.

Este miró un momento largo a su hijo, casi como si no lo hubiera visto antes. La idea de que su hijo iba a ver a sus padres por vez primera lo golpeó de pronto con la fuerza de un rayo. No quería saber por qué esa idea hacía que se sintiera como si tuviera una multitud de moscas del vinagre aleteando en el estómago. Solo sabía que estaba emocionado. Pero nunca había sido un sentimental y no veía motivo para empezar en aquel momento. Tragó el nudo que tenía en la garganta y parpadeó un par de veces para recobrarse.

Taemin tomó la bolsa de Yoogeun y lo miró.

—¿Estás bien? Te veo pálido.

—No hemos debido traerlo aquí —murmuró Minho.

Taemin sonrió.

—Era a ti al que le preocupaban las manos sucias. No temas, tu secreto está a salvo conmigo. Y deja de preocuparte por Yoogeun. No le va a pasar nada.

Minho le sujetó por el brazo para que no siguiera andando. Key corría ya detrás de Minji por el patio.

—Llevo toda la mañana queriendo decirte que anoche lo pasé muy bien —dijo Minho. Cambió el peso de un pie a otro—. He visto películas mejores, pero nunca en mejor compañía.

Taemin sonrió… hasta que frunció el ceño.

—¿Se puede saber qué te pasa? Parece que vayas a tu ejecución.

—Tú no has visto a toda la familia junta.

—¿Pero a ti no te hacía feliz que tu familia conociera a Yoogeun?

—Tienes razón. Estoy feliz. Estoy bien. Ellos se portarán bien. Tú estarás bien. Todo irá bien —le soltó el brazo y miró a Yoogeun, que parecía crecer a la velocidad de la luz.

—¡Vamos, Hollywood! —gritó Minji.

—Ya vamos —contestó Taemin.

Yoogeun volvía a chuparse los dedos.

—Creo que tiene hambre —comentó Minho, con la esperanza de distraer a Taemin por si no había visto el ramo de globos de colores atados al buzón o los otros grandes metálicos que oscilaban en las ramas del arce que había en el patio.

—Le daremos de comer dentro —él lo miró por encima del hombro—. Conque ni globos ni pancartas, ¿eh?

—Te has dado cuenta, ¿verdad?

Taemin alzó los ojos al cielo.

—Me sorprende que no hayan venido los de las noticias al evento.

—Creo que unos alienígenas han abducido a mi familia. Aquí no se había visto una pancarta ni un globo hasta hoy.

—¡Me guztan los globoz! —anunció Minji, corriendo hacia el árbol. Key siguió persiguiéndola.

Se abrió la puerta de la casa y aparecieron los padres de Minho, seguidos por Kyuhyun , Woohyun, Sully y Amber.

Minho pidió una vez más en su interior que no hubiera sido un error llevar a Taemin allí. Después de ese día, Taemin podría ir a la mediación del mes siguiente con munición suficiente contra él para convencer al mediador de que no le permitiera volver a ver a su hijo.

Su padre se adelantó a hablar con Minji y Key y su madre fue directamente a ver a su nieto. Taemin y ella se abrazaron con fuerza, pues los dos eran propensas a los abrazos. Cuando se soltaron, la madre de Minho fijó toda su atención en Yoogeun. Se puso una mano en el corazón y soltó un ruidito que parecía expresar que había muerto e ido al cielo.

—Es el bebé más perfecto de este mundo —musitó.

—Eso mismo dijiste de la bebé de Siwon —le recordó Minho.

—Cierto, pero ahora tenemos a la niña perfecta y al niño perfecto —repuso su madre.

Miró a Taemin a los ojos.

—No te imaginas cómo te agradezco que nos lo hayas traído hoy. Creía que me iba a estallar el corazón si tenía que pasar más tiempo sin verlo.

Taemin no tuvo tiempo de contestar, pues el resto de la familia empezó a bombardearlo con preguntas que hacían todos a la vez. Las hermanas de Minho los siguieron hasta la casa lanzando exclamaciones de admiración.

Minho apenas había tenido tiempo de terminar de presentar a Taemin cuando ya su madre empujaba a todo el mundo a través de las puertas de cristal que daban al jardín, donde había preparado un festín de comida, consistente en canapés de queso de untar, crostinis, hamburguesas y perritos calientes. Su madre le quitó el bebé a Minho sin que él pudiera evitarlo y echó a andar con Taemin hacia las mesas de picnic.

Minho miraba el modo sutil en que Taemin movía las caderas al andar cuando uno de sus hermanos le puso un plato de comida en la mano y le ordenó comer. Minji y Key no se hallaban a la vista y daba la impresión de que no dejaba de llegar gente al jardín.

Los primeros en entrar, por la puerta lateral, fueron los señores Jung, que vivían enfrente. Y Minho estaba casi seguro de que el hombre con mostacho grande y un poco bizco que entró detrás de ellos era el doctor Kim, su dentista de la infancia. Por la puerta de la cocina entraron dos señoras mayores. A una no la conocía. A la otra sí. Había llegado la abuela Boa y eso implicaba problemas.

A juzgar por la interminable hilera de gente que entraba en el jardín, su madre había invitado a la mayoría de los habitantes de Busan. Pensó que sería buena idea comer algo antes de socializar y colocó en su plato un crostini, que era básicamente pan con queso de untar y cebolla, y un rollito de jamón al lado de la hamburguesa demasiado hecha que ya contenía. Sus padres no eran los mejores cocineros de la ciudad, pero siempre tenían dos mesas largas llenas con comida suficiente para alimentar al barrio.

Después de conversar un rato con los señores Jung, circuló entre la gente. Por lo que veía, Taemin había encontrado algo de comer mientras su madre y hermanas los rodeaban a Yoogeun y a él. Vio a Key al otro lado del jardín y notó que se había hecho amigo de su hermano Woohyun, lo cual le preocupó un poco porque, aunque Minji le caía bien, no le apetecía imaginarse yendo toda la vida a las reuniones de sus padres y encontrándose en ellas con el ceño fruncido de Key. Además, Woohyun era muy joven para él.

Su madre seguramente habría comido ya, pues parecía estar encantada sentada al lado de Taemin y dándole un biberón a Yoogeun. También presentaba a Taemin a todos los que se acercaban a echar un vistazo a su nieto.

Una mano grande se posó en el hombro de Minho, que se volvió a ver quién era.

—Hola, papá. ¿Qué hay?

Su padre movió la cabeza como si no pudiera encontrar palabras para expresar lo que quería decir. Al fin carraspeó y musitó:

—Mi muchacho se hace mayor.

—Papá, ¿lo dices en serio? Pronto cumpliré treinta años. No te vas a poner sentimental ahora, ¿verdad?

Su padre se había jubilado de su puesto de director de una sucursal bancaria dos años atrás. A Minho se le ocurrió de pronto que hacía mucho que no iban juntos a jugar al golf. Obviamente, era hora de hacerlo.

Su padre parpadeó un par de veces, lo que recordó a Minho su momento de emoción de un rato atrás, cuando se había dado cuenta de que había ido allí a presentar a su hijo a la familia.

—¡Joder! —exclamó—. Estás llorando, ¿no?

Su padre se puso rígido.

—Ahora eres padre. No digas palabrotas.

—De acuerdo, tienes razón. Nada de palabrotas —Minho lo señaló con un dedo—.Pero de llorar tampoco.

—No digas tonterías. Yo no estoy llorando.

Minho inhaló hondo y decidió cambiar de tema.

—Mamá ha preparado un buen festín hoy —comentó.

—Sí. Pero no comas los rollitos de jamón. Saben a pescado.

“Mucho mejor”. Aquel era el padre que conocía y quería.

—Tienen que saber a pescado —le recordó—. Mamá les pone atún en el medio. Era lo que nos daba para el almuerzo en el colegio.

—Lo siento mucho —dijo su padre. Y por su tono de voz, parecía que hablaba en serio—. Supe que no sabía cocinar la primera vez que me hizo la cena hace más de cuarenta años. Pero en cuanto ella decidió que se iba a casar conmigo, yo ya no tuve ninguna posibilidad.

Minho decidió no decirle que su madre decía exactamente lo mismo de él.

—Me gusta Taemin —comentó su padre—. Parece inteligente y simpático. Es bueno verte con una persona que tiene cerebro, para variar.

—Papá, no estamos saliendo.

—Es la madre de tu hijo. Pues claro que estáis saliendo. Te guste o no, estaréis saliendo el resto de vuestra vida.

Minho miró a Taemin e intentó imaginarse a los dos juntos de por vida.

—Casi no lo conozco.

—¿Y qué?

—No es mi tipo.

—Querrás decir que tú no eres su tipo.

—¿A qué te refieres con eso?

—Míralo —repuso su padre—. Él es perfecto. Tiene una gracia natural, buenos modales y una voz cantarina.

¿Desde cuándo le importaban a su padre la gracia natural y los buenos modales? El alienígena había vuelto.

—¿Cómo que tiene una voz cantarina? ¿Le has oído cantar?

—Claro que no. A tu madre le gusta. —Mientras su padre cantaba las alabanzas de Taemin, Minho vio que los ojos de él se iluminaban y reía de  algo que le decía su madre. Aquello lo asustó un poco, porque pensó que su madre le estaba contando lo tímido que era él a los seis años y que era el único de sus hijos que se agarraba a su pierna como si se fuera a morir si ella lo dejaba dos minutos. A su madre le encantaba aquella historia. La verdad era que el tímido había sido Jonghyun. Su madre probablemente los había confundido. Pero era su historia y se aferraba a ella. Su padre seguía hablando. Minho le quitó una miga de su camiseta favorita, una de color amarillo brillante que decía PAPÁ ES UN SOL en letras grandes.

—¿No te vas a cansar nunca de esa camiseta horrible?

—Probablemente no.

—Te la pones para irritarnos, ¿verdad?

—Lo has entendido.

Minji tiró del dobladillo de la camisa de Minho y él se inclinó obedientemente hacia ella.

—¿Qué pasa?

—Mami ha dicho que me subiríaz a caballito si era buena.

Minho sabía que le habían tendido una trampa. Miró a Key, que apartó rápidamente la vista. Satanás era un tramposo. Miró a Minji.

—¿Has sido buena hoy?

Ella abrió mucho los ojos.

—Muy buena. Y me guzta tu caza.

—No se dice guzta, se dice gusta —le explicó el señor Choi—. Pon la lengua así —le mostró cómo hacer el sonido de la S.

Minho lo observó y se preguntó cuándo se había convertido en su padre. Movió la cabeza.

Minji colocó la lengua como le decían.

—Guzta —dijo. Y el señor Choi y ella siguieron repitiendo el intento hasta que el primero se dio por vencido y se alejó.

Minji se olvidó de él al instante y miró a Minho.

—Quiero ver los poniez.

—Iremos a montarlos cuando coma todo el mundo, ¿de acuerdo? Hasta entonces, tendrás que imaginar que yo soy un poni —Minho dejó su plato en una esquina de la mesa de comida más próxima y se agachó para que Minji pudiera subirse a su espalda.

La niña corrió para tomar impulso y subió de un salto. A continuación le golpeó las costillas con los talones.

—Más deprisa, más deprisa —dijo.

Él obedeció. Y si Yuri no hubiera aparecido en aquel momento por la puerta lateral ataviada con un vestido blanco que le sentaba de maravilla, posiblemente habría hecho de caballo al menos cinco minutos más.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).