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Having my baby 2MIN por minnah

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Notas del capitulo:

Holaa :D 

Gracias, gracias, por sus reviews :D 

Les dejo el capi de hoy espero les guste :D 

perdón por las faltas de ortografía o errores que encuentren :P

Nos vemos abajo :D tengo nueva info que darles :D 

Capítulo 19

El sábado por la mañana, Taemin se sobresaltó al oír un grito agudo.

—Te llamo luego —le dijo a Luhan.

Desconectó el teléfono y salió de su apartamento a toda velocidad. Minho bajaba las escaleras corriendo con el perro. Se había fabricado una correa con tiras de ropa.

—¿Qué ha sido ese ruido? —preguntó Tae—. ¿Era el perro o eras tú?

Él se detuvo a tres escalones del rellano.

—Muy gracioso —le miró por encima del hombro—. El encargado nos ha echado a Haru y a mí del apartamento.

—¿Haru?

—Sí. Me ha parecido un buen nombre para él.

—No puedes dejarme —dijo Taemin.

Él sonrió.

—Seguro que eso es lo más bonito que me has dicho nunca. No sabía que te importaba.

Taemin se pasó los dedos por el pelo revuelto.

—Ya sabes a lo que me refiero. Mis padres llegan mañana y tú prometiste probar la comida en el concurso de esta noche –también tenía que quedarse con Yoogeun para que él terminara un artículo para la revista e hiciera algunas llamadas, pero eso no lo dijo. Hundió los hombros en un gesto de derrota—. Te necesito.

Él miró su reloj.

—Voy a llevar a Haru a mi casa de Busan. Volveré antes de que puedas decir:

“¿Qué haría yo si Choi Minho no estuviera en mi vida?”.

—¿Qué haría yo si Choi Minho no estuviera en mi vida?

Él le guiñó un ojo.

—Ahora di…

Taemin lo interrumpió con un soplido y volvió a entrar en su apartamento.

Cerró la puerta tras de sí y miró el desastre que le rodeaba. Había paquetes de pañales amontonados en un rincón de la estancia. La encimera de la cocina estaba llena de botes de leche y biberones. El fregadero estaba hasta arriba de platos y la mesita de café se hallaba cubierta de papeles. La cuna portátil ocupaba un espacio amplio en la sala de estar. La había instalado allí para vigilar a Yoogeun mientras trabajaba. Lo miró y vio que daba patadas y miraba con ojos muy abiertos los juguetes que colgaban de una tira de plástico atada desde un extremo de la cuna al otro, lo bastante alto para que él no pudiera hacerle daño.

Taemin sonrió a su hijo.

—¿Has oído lo que tu madre acaba de decirle a tu padre? Ha dicho que lo necesita —se enderezó con un gemido y se miró en el espejo de la pared que había justo enfrente de donde él estaba—. ¿Qué te estás haciendo a ti mismo? ¿Qué es lo que quieres?

—Lo quiero a él —contestó su imagen.

—Pues es una pena —se dijo a sí mismo—, porque él no está libre.

Recordó las palabras de su hermano. “Siempre nos hemos rendido con demasiada facilidad”. Zelo tenía razón. Él nunca se había impuesto. Nunca había luchado con sus padres por su independencia y nunca había luchado por Kai. Tampoco le había dicho nunca a Kai lo que quería. Su relación había sido una farsa. Siempre se había sentido más solo cuando estaba con él que cuando estaba sin él. Ni una sola vez había sido sincero consigo mismo. Había llegado el momento de crecer.

La verdad era que le gustaba Minho y él le gustaba a Tae.

Tenía que hacerse fuerte y ver si lo que sentían podía crecer y convertirse en algo más. Después de todo, un corazón roto nunca había matado a nadie.

El resto del día pasó volando. Era sorprendente lo que podía lograr una persona con la motivación adecuada. Se había puesto unos vaqueros oscuros y una camisa verde. Las vitaminas que había tomado le habían dado brillo al pelo y su piel estaba mejor que nunca.

Yoogeun dormía en su habitación y él había hecho llamadas, había escrito un primer borrador de su columna de ese mes y tenía la cena en el horno. Sonó el teléfono. Era Luhan. Decidió que no habría más llamadas por esa noche. Desconectó el teléfono y lo dejó en la encimera de la cocina. Ya solo tenía que poner la mesa y después se concentraría en lograr que Minho se olvidara de una vez por todas de Kwon Yuri.

****

Minho llamó a Taemin por tercera vez, pero tampoco obtuvo respuesta.

El día había sido interminable.

Cuando llegó a su casa de Busan, a su hermana se le había averiado el coche, así que él había dejado al perro y había llevado a Amber a casa de su madre para que pudieran prestarle un coche allí. Luego había llegado su abuela Boa y había insistido en que se quedara a almorzar con todos ellos. Al salir de allí, había ido corriendo a la tienda a comprar comida para perros y había llevado la comida a su casa. Y cuando salía por segunda vez de Busan, había llamado su otra hermana y le había dicho que Aaron había dejado a Yuri.

Había intentado llamar a Taemin para decirle que llegaría tarde, pero él no contestaba al teléfono. Minho entonces había ido a casa de Yuri, donde se había sentado a esperar el regreso de esta. Ya era de noche.

Se levantó aliviado cuando vio que Yuri paraba el coche delante de la casa. Echó a andar hacia ella.

—Minho —dijo ella, cuando salió del vehículo y lo vio—. ¿Qué haces aquí?

—Me han dicho que se ha ido Aaron —contestó él—. He pensado que quizá necesitaras compañía.

En cuanto hubo dicho esas palabras, se arrepintió de ellas. Era demasiado pronto para ofrecerle el mundo y ver lo que opinaba ella. Los párpados pesados y los ojos inyectados en sangre de ella le dijeron que Yuri no estaba preparada para hablar de su futuro ni con él ni con nadie.

—Tienes que irte —dijo ella, moviendo la cabeza.

Minho la siguió hasta la puerta de la casa.

Yuri abrió la puerta, se volvió hacia él y le dio las buenas noches. Minho la abrazó y la estrechó contra sí, pero ella lo apartó. Entró y cerró la puerta sin mirar atrás y sin decir nada más.

Minho permaneció largo rato de pie en silencio. Se sentía vacío por dentro, aunque notaba una opresión en el pecho.

Cuando un taxi lo dejó delante de su bloque de apartamentos, era ya medianoche. El barman del bar Murphy había dejado de servirle después de unas horas y le había pedido un taxi. Habían salido las estrellas, cantaban los grillos y un viento fresco soplaba del Pacífico. En el apartamento de Taemin estaban las luces encendidas. A Minho le sorprendió que se abriera la puerta. Tae lo miró preocupado.

—¿Va todo bien? —preguntó.

Él asintió.

—¿Haru está bien?

—Sí.

—¿Y tú estás bien? Te noto pálido. ¿Es por la pierna?

Minho miró al interior del apartamento y vio que la mesa estaba puesta con un mantel blanco y porcelana de china, con copas de vino y velas listas para ser encendidas.

Había sido un tonto al dejarlo después de que él le había dicho que lo necesitaba.

—Estás guapísimo —dijo.

—Gracias.

—¿Yoogeun está despierto? —Minho se acercó a Tae con paso inestable. Apoyó una mano en el marco de la puerta para mantener el equilibrio.

—Lo he acostado hace un rato.

Minho pensó que Taemin estaba muy hermoso esa noche.

—Siento lo de hoy —musitó, consciente de que había muy poco espacio entre ellos. Podía oler el cabello limpio de él. Aquel joven era como una brisa fresca en un día caliente.

—¿Has comido? —preguntó Taemin.

Minho negó con la cabeza, pero la verdad era que no se acordaba.

—Has bebido.

Taemin lo miraba con adoración, dándole la bienvenida con sus labios gruesos y haciéndole olvidar todo lo demás.

—¿Quieres entrar?

Minho asintió.

—Pensaba que no me lo ibas a pedir nunca.

Taemin abrió más la puerta y él consiguió entrar sin caerse de bruces. La habitación dio una vuelta y luego se detuvo. El whisky nunca le sentaba bien. Lo siguió a la cocina.

—He hecho un suflé de chocolate —dijo Taemin. Introdujo el dedo en el centro, se volvió y levantó el dedo—. ¿Quieres probarlo?

Él se metió el dedo en la boca y lo lamió.

Y ese fue el comienzo de todo.

A continuación no pudo evitar besarlo. Lo besó con la mano en la nuca de Taemin y al instante se vio consumido por su sabor. Tae no lo apartó y Minho se sintió muy agradecido por eso. Profundizó el beso. Sus lenguas se encontraron. La necesidad, el deseo y la lujuria se apoderaron de ellos y Minho lo alzó en vilo y lo sentó en la encimera al lado del fregadero.

Taemin lo sorprendió sacándose la camisa por la cabeza y mostrando su pecho blanco y cremoso.

Minho le imitó y se quitó la camisa. Luego apartó el suflé, pero no sin antes introducir su dedo en él. Trazó un camino de chocolate que empezaba en la boca de Tae, pasaba por el cuello y bajaba hasta el pecho. Llevó la boca al extremo inferior del trazo de chocolate y fue subiendo lentamente hasta los labios de él.

Los dedos de Taemin crearon un camino propio por el pelo de él y acercaron la boca de él a la suya. Sus labios eran dulces y calientes y Minho se dio cuenta en ese momento de que lo necesitaba más que nunca. Todo a su alrededor resultaba borroso, pero sabía que era porque su mundo acababa de dar un vuelco importante.

Era evidente que Taemin tenía deseo acumulado y él iba a ser el afortunado que lo liberara. Él se encargaría de eso. Taemin lo necesitaba tanto como él a Tae.

Taemin apartó la boca de la de él y fue trazando un camino de besos por su barbilla y por su cuello. Cuando se apartó, Minho lo tomó en brazos y le llevó al dormitorio.

Cuando terminaron de desnudarse, ya no había marcha atrás. Estaban en la cama y Minho se inclinaba sobre él. Taemin ya no era la madre reservada de un niño recién nacido. Empezó a explorar con las manos y con la boca. Al principio iba despacio y después fue aumentando la exploración en intensidad hasta que su respiración se volvió irregular. Su entusiasmo resultaba contagioso y casi enseguida los dos daban la impresión de que querían más y más el uno del otro. Cuando le penetró, el cuerpo de Taemin se fundió contra el suyo y cada movimiento que hacía Tae parecía un baile bien ensayado… como si estuviera hecho solo para él. Sus labios cálidos ya no acariciaban el cuerpo de Minho, pero sus ojos se encontraron y ambos empezaron a moverse con un ritmo propio.

Minho respiraba con fuerza, con la boca muy cerca de la de Taemin, y de pronto llegaron juntos al orgasmo y para Minho fue de un placer increíble. En ese momento se sintió invadido por una claridad absoluta, por una lucidez que amenazaba con volver del revés su vida y su mundo. Esa sensación lo asaltó con fuerza, como el destello de una estrella fugaz, o como si le hubieran dado en la cabeza con un martillo. Cupido le había disparado justo donde contaba.

De pronto no existía nadie en el mundo aparte de Taemin.

Pero los sentimientos que recorrían su cuerpo le eran ajenos, como si pisara tierra extranjera por primera vez. Estaba en un lugar donde no había estado nunca antes y no sabía qué pensar de todo aquello. El aire ya no era solo para respirar. Todas las moléculas de su cuerpo estaban vivas, circulaban vigorosamente por sus venas como sangre a la que le hubieran suministrado oxígeno después de una larga sequía.

La cabeza de Taemin reposaba en el hueco de su brazo y su respiración se había vuelto regular contra el pecho de Minho.

No había incomodidad en el silencio, solo una calma tranquila después del placer.

****

Después de hacer el amor con Minho, Taemin se despertó a las tres de la mañana porque lloraba Yoogeun. Le sorprendió ver que estaba solo en la cama, pues no había oído levantarse a Minho y él no se había despedido. A las seis se duchó, se vistió e hizo acopio de valor para acercarse al apartamento de él y ver lo que ocurría. Minho no estaba en casa, pero había una nota pegada con cinta aislante en su puerta.

“Taemin, siento haberme ido tan bruscamente. Tengo cosas que hacer, lugares a los que ir. Te veré en Busan”.

En la nota estaban también la dirección de su casa y la clave para abrir la verja de la entrada.

El joven volvió a leer la nota. Era obvio que él lamentaba lo ocurrido. A Taemin no se le ocurría ninguna otra razón para que huyera de aquel modo. Eso dejaba claro que no había sido buena idea acostarse con Minho. ¡Pero era tan encantador!

Un beso y que Minho le lamiera el dedo cubierto de chocolate. No había hecho falta nada más para que se alterara todo su mundo.

Al final, Taemin era todo lo que sus padres lo acusaban de ser: irresponsable, inmaduro e impulsivo. Muchas palabras con “I”. Se le ocurrían algunas más que añadir a la lista, como idiota e insensato.

A las ocho, el hermoso sábado sin nubes contrastaba fuertemente con el humor de Taemin cuando Key, Minji, Yoogeun y él iban por la autopista en dirección a Busan.

Llevaban las ventanillas bajadas y el aire cálido levantaba el pelo de Taemin de los hombros. Sentía náuseas e intentaba resultar animoso mientras hablaba con Key, que se mostraba extrañamente callado esa mañana.

—Dime —pidió Taemin, sin apartar la vista de la carretera—. ¿Qué tal fue tu cita con Jonghyun el otro día?

Key soltó un bufido.

—Oh, no, de eso nada. Tú primero. Es obvio que te pasa algo y no vacilaré en apostar a que se trata de algo relacionado con Minho.

—Lo vi anoche —comentó Taemin—. Fin de la historia.

—No digas ridiculeces. No me voy a dejar engañar tan fácilmente. ¿Qué pasó? —Taemin miró por el espejo retrovisor y vio que Minji le examinaba los dedos de los pies a Yoogeun.

—Adelante —dijo Key—. Dame alguna pista.

—Está bien. Veamos… hubo un suflé de chocolate que tuvo algo que ver en el asunto.

—¡Me guzta el chocolate! —gritó Minji.

—No grites —le advirtió Key—. No queremos despertar al bebé —apretó los labios e intentó pensar—. Dame otra pista.

—También hubo lametones.

—Me guzta lamer piruletas —declaró Minji.

Key rio.

—Creo que él no lamía piruletas, tesoro, pero gracias por… —Key abrió mucho los ojos cuando captó por fin las insinuaciones de Taemin—. ¡Oh, Dios mío! Si no lamías piruletas, entonces…

—¡Piruletaz!

Los dos adultos se echaron a reír. Key se inclinó entre los asiento y le pasó a Minji un radiocasete infantil de colores con auriculares.

—¿No quieres escuchar tu canción favorito?

—¡Cí! ¡El viejo McDonald tenía una granja!

Cuando Key terminó de colocarle los auriculares, se enderezó en su asiento y miró a Taemin.

—Y yo pensaba que el que estaba desenfrenado era yo.

—No hace falta que diga que yo cantaría una canción diferente en este momento, si él no se hubiera largado rápidamente en mitad de la noche.

—¿Sin despedirse?

—Sí. Solo una nota en la puerta de su apartamento.

—¿Y qué vas a hacer?

—No tengo ni idea.

—No lo entiendo. ¿Qué significa eso de besarse y lamerse? El otro día me dijiste que creías que a él le gustaba otra.

Taemin suspiró.

—Anoche había bebido.

—¡Oh, no!

—Sí. Y a pesar de ello, lo dejé entrar en mi casa y en mi cama —Taemin soltó un gemido—. Tiene una influencia extraña en mí —confesó—. Me hace sentir cosas que no he sentido nunca. A pesar de todo lo que ha pasado, creo que me voy a tomar cada día como venga. Si no fuera por la nota que había esta mañana en su puerta, habría creído que estaba haciendo una montaña de un grano de arena.

—¿Qué decía la nota?

—Siento haber tenido que irme. Cosas que hacer, lugares a los que ir. O algo por el estilo.

—Intenté advertirte en contra de él desde el principio. No me gusta la idea de que te haga sufrir.

—El amor duele.

Key fingió desmayarse sobre el asiento.

—¿Acabas de decir lo que creo que has dicho?

—Lo sé. Es una locura. ¿Cuánto hace que conozco a ese hombre? ¿Tres semanas? Pero esto es lo que hay. No puedo evitar sentir lo que siento, ¿verdad?

—Supongo que no.

—No te preocupes por mí —dijo Taemin—. Averiguaré lo que quiero hacer antes de que me lleve un batacazo tan grande que no pueda volver a levantarme. Ahora háblame de tu cita con el otro señor Choi.

—Digamos que no fue como esperaba —comentó Key—. No hubo ni chocolate ni lametones. Yo estaba en la camilla, muy sexy con mi camisón de papel, y entró el doctor Jonghyun y se quedó rígido. Me dijo que me vistiera y pasara por su despacho.

—No te creo.

—Como te lo cuento.

—¿Y qué te dijo Jonghyun cuando fuiste a su despacho?

—No llegué a ir. Cuando él salió de la habitación, la enfermera Ratched me informó de que yo no era la primera persona que se ponía en ridículo con el doctor y no sería la última.

—¿Y tú dejaste que eso te hiciera cambiar de idea?

Key se encogió de hombros.

—Lo sé, no es propio de mí desistir tan fácilmente, pero todo aquello era muy raro. Cuando él salió de la estancia, me sentí tonto y desesperado. Habría sido distinto si él hubiera reaccionado como yo esperaba, pero…

—¿Y qué esperabas exactamente?

—Esperaba que le pidiera a la enfermera Ratched que saliera de la habitación y procediera a ayudarme a colocarme bien en los estribos.

—¿Lo dices en serio?

—Muy en serio. ¿No fantaseamos todos con eso cuando tenemos la revisión anual con un doctor sexy?

—No.

—Lo que tú digas. No hace falta que te alteres por eso, sobre todo porque no ocurrió nada. El modo en que me miró antes de salir dejándome allí sentado hizo que me sintiera… bueno, estúpido.

—Lo siento.

Key suspiró.

—No lo sientas. Lección aprendida. Sé que la mayoría de mis relaciones no duran mucho, pero creo que esta ha batido un nuevo récord.

En los veinte minutos siguientes hablaron de la revista y Taemin no pudo evitar pensar que era maravilloso tener un amigo de verdad que lo comprendía.

Después de girar a la derecha y más tarde a la izquierda, llegó con el Jetta a una verja de hierro que llevaba a un camino de entrada. La casa, situada encima de la colina, era una mansión sacada de la época antigua. Tenía una fachada simétrica y muros de piedra lisa. El tejado, en el que había una azotea con balaustrada, y las columnas decorativas que recordaban a la Grecia antigua, añadían un toque de magnificencia a la entrada.

—¿Estás seguro de que es aquí? —preguntó Key—. Esto parece más un hotel que una casa.

—Me guzta ezta casa —declaró Minji desde su silla en el asiento de atrás.

—Es aquí —contestó Taemin—. Cuatro veintiuno —sacó la cabeza por la ventanilla y pulsó los números de la clave que le había anotado Minho.

La verja de hierro se abrió y subieron por el camino de entrada, entre dos hileras de palmeras importadas gigantes. Aparcó el coche cerca de los escalones anchos que llevaban a la entrada de la casa y hasta Minji guardó silencio cuando vieron la fuente de agua que se elevaba en dos arcos amplios antes de caer en cascada al estanque circundante.

—No tenía ni idea —comentó Key.

—Yo tampoco.

—Le ha ido bien en la vida.

—Eso parece.

—Hablando del rey de Roma...

Cuando Taemin vio a Minho, no pudo evitar que el corazón le latiera con fuerza en el pecho. Él bajó las escaleras de dos en dos y llegó hasta ellos antes de que tuvieran tiempo de salir del coche.

Mientras Key ayudaba a Minji a salir de su silla, Minho abrió la puerta de atrás y desató a Yoogeun.

—Luhan ya está dentro haciendo fotos —dijo.

—Estupendo —comentó Key.

Taemin seguía todavía intentando serenarse.

Yoogeun hizo un ruido parecido a un gorjeo.

—¿Habéis oído eso? —preguntó Minho—. Creo que ha dicho pa pa.

Key se echó a reír.

—En tus sueños —contestó—. Todavía tardará unos cuantos meses en decir algo.

—Hola, Minji —Minho acarició la cabeza de la niña, que se había acercado a él y le abrazaba la pierna, una costumbre que tenían los dos cada vez que se veían.

—Tu casa es increíble —comentó Key—. Una elegante estructura de piedra. Grande y exagerada, como su dueño —se acercó al maletero a sacar algunas cosas.

—Gracias —contestó él—. Me tomaré eso como un cumplido. Diseñé esta monstruosidad personalmente —añadió con orgullo.

Key se protegió los ojos del sol con la mano a modo de visera y volvió a mirar la casa.

—Increíble. ¿Te importa que Minji y yo vayamos a echar un vistazo o necesitamos un tour con guía?

—Estáis en vuestra casa —repuso él, ignorando el comentario del guía.

Minji y Key se fueron corriendo antes de que Taemin pudiera detenerlos. Hubo un momento de silencio y el joven se preguntó qué le pasaría a Minho por la cabeza. Tenía la sensación de que Minho evitaba mirarlo a los ojos mientras seguía sacando a Yoogeun del asiento de atrás.

—Gracias de nuevo por dejarme usar tu casa y por venir aquí temprano para ayudar a Luhan a instalarse.

—De nada.

—Respecto a lo de anoche… —empezó a decir Taemin, después de tragar el nudo que tenía en la garganta—, espero que las cosas no sean… ya sabes…

—¡Taemin! ¿Dónde estás? Te necesito —gritó Luhan desde la parte de arriba de los escalones—. ¿Quieres que te ayude a transportar algo?

—Voy enseguida.

Taemin miró a Minho. Este, casi por accidente, le miró por primera vez desde la noche anterior, y en ese instante Taemin supo la respuesta a su pregunta. No solo lamentaba haber hecho el amor con él, sino que también iba a fingir que no había ocurrido. El corazón le dio un vuelco, como si tuviera una cadena pesada atada a la aorta que tirara de él. Yoogeun empezó a llorar y Minho se puso en movimiento. Sacó al niño y lo estrechó contra su pecho. Tomó luego la bolsa del bebé y avanzó hacia las escaleras seguido por Taemin.

—No podríamos haber deseado un tiempo mejor —comentó.

Taemin no contestó. Se detuvo en el sitio, alzó su rostro al sol y respiró el aire fresco del océano. La noche anterior, Minho lo había abrazado con fuerza. Habían hecho el amor más de una vez. Por primera vez en su vida, Taemin había conocido lo que era en realidad hacer el amor. Dar y tomar, reír y amar. Todos los momentos habían sido especiales. Con Kai nunca había podido vivir algo así. Kai tenía lo que los doctores llamaban impotencia psicológica. Sus pensamientos o sus sentimientos le impedían tener una erección plena. Taemin había hecho todo lo que estaba en su mano para ayudarle, para que los dos pudieran tener aquella intimidad especial entre dos personas. Había ido al doctor con Kai y lo había intentado todo: lencería sexy, striptease, dos semanas de terapia con un sexólogo después de que Kai le insinuara que el problema podía ser él… ¡Qué narices!, hasta habría instalado un poste de striptease en su dormitorio si él se lo hubiera pedido, pero Kai había mostrado muy poco interés por todo lo relacionado con el sexo. Minho, por su parte, la noche anterior se había interesado por cada parte del cuerpo de él, había despertado algo dormido en el interior de Tae y había hecho que se diera cuenta de todo lo que se había perdido. En una sola noche, le había hecho sentir como si hubiera subido a la cima del Kilimanjaro con los ojos vendados. Le había llevado a nuevas alturas, a un lugar que él no tenía ni idea de que existiera. Habían llegado juntos al orgasmo, abrazados y mirándose a los ojos, y Taemin había estado seguro de que había renacido aquella noche.

Hasta aquel momento, en que había dejado de estarlo.

—¿Ocurre algo? —preguntó Minho, sacándolo de su trance.

Taemin adoptó una expresión de felicidad.

—No digas tonterías —repuso—. Todo va de maravilla.

Notas finales:

Espero les haya gustado :D 

:D

Les cuento que ya tengo acabado esta historia :D por lo que voy a continuar con otra que dejé a medias... y he decidido que continuaré con La Noche del Fantasma, si alguien lee esa historia :D muy pronto abrá actu... conforme acabe esa historia, acabaré Beautiful Disaster :D :P 

Gracias por leerme :D 

Espero sus reviews :* 

Nos vemos el martes :D 


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