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Having my baby 2MIN por minnah

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Notas del capitulo:

Hola espero les haya gustado, les vengo a dejar el siguente capi, gracias por leer :D 

PD: en el anterior capi no me di cuenta y le subi otra historia pero ya esta corregido :P

Gracias de nuevo por leer 

Tres meses después  

Minho estaba sentado en su BMW, aparcado enfrente de Chandler Park, en el centro de Burbank, y buscaba a hombres embarazados con la vista, ya que era muy común ver a mujeres y hombres embarazados. Abrió la ventanilla. La brisa fresca de mayo le llevó el olor a hierba recién cortada.

Con la ayuda de un investigador privado, había conseguido por fin información del número 3516A, también conocida como Lee Taemin. No tenía una foto del hombre, pero sabía que Lee Taemin medía un metro setenta y siete, tenía cabello castaño y ojos de color café oscuro y pesaba cincuenta y cinco kilos.

En CryoCorp habían dicho a Yuri que no tenía noticias de la carta que les había enviado Minho pidiendo que lo retiraran como donante y que, por tanto, rehusaban dar información referente a su cliente 3516A. Si Minho no hubiera contratado a un detective privado, no habría podido estar en aquel momento mirando a tres mujeres correr detrás de muchos niños.

Al llegar esa mañana al apartamento de Lee Taemin, había tardado muy poco en enterarse por una vecina de que el joven estaba en Chandler Park ayudando a una amiga con una fiesta de cumpleaños.

Yuri había aconsejado a Minho que, por motivos legales, no se acercara a Taemin, pero él no le había hecho caso. Todavía no sabía si el número 3516A, alias Lee Taemin, se había quedado embarazado y no iba a poder dormir bien hasta que supiera la verdad.

Minho fijó la mirada en el hombre más próximo. Éste soplaba burbujas de jabón y hacía reír a los niños. Todos corrían tras él, intentando atrapar las burbujas en sus manos. El hombre era alto y esbelto, vestía una especie de chándal rojo y su pelo rubio relucía al sol. No solo era demasiado alto para ser Taemin, sino que además no era castaño y no estaba embarazado.

A unos metros de distancias de él, otra mujer entretenía a los niños jugando a luz roja, luz verde.

Minho alzó sus Ray Bans para verla mejor: cabello castaño con muchos rizos salvajes y piernas largas… demasiado alta y lo más no era hombre para ser Lee Taemin.

La tercera y última persona era un hombre de azul: llevaba una camiseta azul, unas zapatillas deportivas azules y un sombrero flexible azul que le cubría la cara y el pelo. Leía un libro a un par de niños más pequeños y Minho no pudo ver el color de su pelo ni su estatura hasta que uno de los niños se echó a llorar y el hombre se movió.

Minho entrecerró los ojos a causa del sol. Él chico de azul tenía pelo negro… no, marrón. Llevaba pantalón corto blanco y él calculó su estatura en alrededor de un metro setenta y siete.

Bingo.

Y no estaba embarazado.

La tensión abandonó los hombros y el cuello de Minho. Podía volver a respirar. La vida era hermosa.

La risa de los niños le alegraba el espíritu cuando apoyó la cabeza en el respaldo, se puso las gafas de sol y cerró los ojos. La mera idea de ser padre le producía claustrofobia, no porque no quisiera hijos, sino porque no estaba preparado. Los hombres tenían que estar preparados para algo así. Además, prefería tener un hijo al modo tradicional, después de casarse con la madre. Sonrió para sí al pensar que había llegado hasta el espionaje.

¿En qué narices había estado pensando? ¿Qué habría hecho si se hubiera encontrado con un Lee Taemin embarazado? ¡Ja! Yuri tenía razón. No debería haber ido allí.

Unos golpecitos en la ventanilla del lado del acompañante atrajeron su atención. Se incorporó. Un vistazo al espejo retrovisor le informó de que había un coche patrulla aparcado detrás del suyo. Un agente de policía volvió a dar golpecitos en la ventanilla.

Minho pulsó el botón que bajaba el cristal.

—¿En qué puedo servirle, agente?

—Por favor, salga del vehículo, señor.

Minho, confuso, hizo lo que le pedía. Dio la vuelta al coche por delante y se paró en la acera. Detrás del policía había dos hombre. Uno era el que soplaba burbujas y el otro, un chico en el que no se había fijado antes. Llevaba el pelo castaño recogido en una coleta y estaba de espaldas a él. Los dos susurraban entre ellos, así que no podía oír lo que decían.

Minho se quitó las gafas, las enganchó en el cuello de la camiseta y esperó a que el agente terminara de anotar algo en su libreta.

El policía lo miró y se quedó boquiabierto. Lo señaló con su bolígrafo.

—Usted es Choi Minho, el quarterback de Los Angeles Condors.

—Así es —Minho le tendió la mano—. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Agente Matt Kwon —dijo el policía, estrechándole la mano—. Le agradecería que me diera su autógrafo. Mis hijos son fans suyos.

—Por supuesto.

—¡Agente, por favor! —intervino el rubio.

Minho pensó que a aquel chico solo le faltaba el cabello rojizo y un tridente de diablo para que la imagen fuera completa.

El agente Kwon carraspeó.

—Estos señores —señaló a los hombre con un gesto— han visto que lleva usted un buen rato aparcado aquí. Francamente, estaban preocupados por la seguridad de los niños.

El rubio de las burbujas puso los brazos en jarras y miró a Minho a los ojos, dejando claro que no le impresionaba nada que fuera famoso. El otro chico se limitó a mirarlo con preocupación a cierta distancia, probablemente porque él había sido el culpable, el que había llamado a la policía.

Minho se acercó a ellos.

—Lo siento. Tendría que haberme presentado antes.

El rubio achicó los ojos. Si las miradas pudieran matar, Minho tendría que haber caído ya muerto sobre la acera.

—He venido en busca de Lee Taemin —dijo.

El chico castaña lo miró con ojos muy abiertos.

—Soy Taemin.

Medía alrededor de un metro setenta y siete. Cabello castaño, ojos negros, pero si le veías bien eran de color café.

—¡Madre mía!

El castaño achicó los ojos.

—¿Cómo dice?

—¡Madre mía! –repitió él esa vez más despacio, con la vista fija en el vientre abultado del castaño.

El soplador de burbujas tomó a su amigo del brazo con ademán protector.

—Agente —pidió—. ¿Le importa echarnos una mano aquí?

—Señor Choi —intervino el agente—. ¿Conoce usted a alguna de estos dos hombres?

Minho estaba aturdido, pero consiguió contestar.

—No, es la primera vez que los veo.

—Los está poniendo nerviosos y, francamente, a mí también me da qué pensar. ¿Para qué busca a este hombre?

Minho subió la vista desde el vientre hasta los ojos de Taemin.

—Espera un hijo mío.

Lee Taemin llevó las manos a su estómago.

—¿Cómo dice?

—Ese niño es mío —repuso Minho.

Sin embargo, no estaba seguro de haber hablado. Notaba la mente nublada y la lengua espesa. Llevaba ya meses pensando si habría una persona que esperaba un hijo suyo. Esa posibilidad a veces lo ilusionaba y otras le horrorizaba. Sus emociones andaban un poco desbocadas. En aquel momento no sabía qué pensar ni qué sentir, pero eso no impedía que el corazón le latiera con violencia en el pecho.

El policía se rascó la barbilla.

—¿No ha dicho que no había visto nunca a este hombre?

—Así es.

—¿Y cómo puede estar embarazado de usted?

—Es una larga historia.

—Yo tengo tiempo —el agente guardó su libreta—. ¿Y ustedes, señores?

El soplador de burbujas se cruzó de brazos y golpeó el pie con el suelo.

—Desde luego.

Minho no podía apartar la vista del chico llamado Taemin.

¿Era posible que llevara un hijo suyo en el vientre?

A juzgar por la expresión aterrorizada de sus ojos, era posible. Tenía un aspecto fantástico: piel perfecta, ni un solo pelo fuera de su sitio, barbilla un poco alzada, rígido e inflexible. Minho miró su dedo anular. Estaba vacío. No estaba casado, lo cual era algo bueno… una persona menos con la que lidiar.

Cambió su peso de la pierna mala a la pierna buena y empezó por el principio.

—Hace seis años, doné esperma a una compañía llamada CryoCorp. Dieciocho meses después les envié una carta pidiéndoles que retiraran mi esperma de su banco. Hace tres meses recibí una carta de ellos donde me decían que el receptora 3516A, alias Lee Taemin, me había elegido como donante. Y aquí estoy.

 Lee Taemin palideció y se le doblaron las piernas. Se iba a caer. Minho se adelantó y lo tomó en sus brazos antes de que se golpeara contra el suelo. Lo sostuvo en alto y le alegró ver que respiraba.

—¡Agente! —gritó el soplador de burbujas, claramente escandalizado de verlo con su amigo en brazos —. Haga algo.

El agente Kwon se dirigió a su vehículo.

Al otro lado de la calle, la mujer de piernas largas y la dama de azul reunían a los niños en un grupito. Minho tenía espectadores.

—Conserven todos la calma —dijo el policía—. Ya viene una ambulancia.

—¡Eh, Hollywood! —gritó uno de los niños a Minho —. ¿Me das un autógrafo?

El sujeto del sombrero flexible empujó a los niños hacia el banco de picnic donde unos globos se movían con la brisa. 

Minho sintió un dolor agudo en la rodilla. El peso de Lee Taemin no ayudaba a su pierna. Se dirigió a su coche. El soplador de burbujas lo siguió de cerca. Le clavó una uña en la espalda.

—¿Qué te crees que haces?

—Si pudiera abrir la puerta de atrás —respondió Minho—, me gustaría tumbar a su amigo en los asientos.

—De eso nada. Puedes ser un asesino en serie por lo que yo sé.

—Me llamo Choi Minho. Juego en Los Angeles Condors. El agente y el niño de enfrente pueden responder por mí, ¿o prefiere sostenerlo usted? —se giró hacia él, pero el chico alzó las manos en protesta y se apresuró a abrir la puerta del coche.

Minho apoyó la rodilla mala entre el asiento delantero y el de atrás y tumbó al chico sin movimientos bruscos. Cuando intentaba sacar el brazo de debajo de la cabeza de él, Lee Taemin le echó los brazos al cuello. 

 ****

 

 Taemin emitió un suspiro de satisfacción. Kai había ido a buscarlo. Lo llevaba en brazos para cruzar el umbral de la puerta y él se sentía como si flotara en el aire. Kai se inclinó y lo dejó sobre la cama. Él, que temía que se alejara demasiado pronto, se abrazó a su cuello.

Lo besó en los labios.

Kai al principio se mostró vacilante. Su boca parecía más firme y sensual de lo que él recordaba, hasta el punto de bordear lo peligroso cuando se dejó llevar disfrutando del momento. El beso fue apasionado y él no quería que terminara, pero Kai se apartó.

—Kai —dijo Tae—. No te vayas. 

Pero era demasiado tarde. Cuando se trataba de Kai, todo terminaba demasiado pronto. Todo.

Taemin abrió los ojos y contuvo el aliento al ver al hombre guapísimo que se inclinaba sobre él.

Definitivamente, no era Kai.

Tardó un momento en recordar que era el mismo hombre que había anunciado que era el padre del bebé. El hombre le sujetaba la cabeza, que estaba apoyada en la palma de él. La parte superior del vientre abultado de Taemin rozaba los abdominales duros de él.

—Tú no eres Kai.

Él sonrió con picardía.

—No puedo decir que lo sea.

—Dime que no te he besado —pero Tae sabía que lo había hecho. Los ojos. La respuesta estaba en los ojos de él. Y sus labios… Tae tenía aún en la boca el sabor de aquellos labios desconocidos.

—La ambulancia está en camino —le dijo él.

Taemin recordó que se había desmayado.

—¿El bebé está bien? —preguntó con ansiedad.

—Creo que sí. Te he visto caer y he conseguido agarrarte antes de que cayeras al suelo.

Key asomó la cabeza por la puerta abierta.

—¿Qué pasa ahí dentro? ¿Te está haciendo algo?

—Nada —respondió Taemin—. Solo estamos hablando.

El hombre que se había presentado como Minho empezó a retroceder, pero él lo sujetó por el brazo.

—Antes de que me desmayara, ¿por qué has dicho que iba a tener un hijo tuyo?

—Porque es la verdad.

Taemin hizo una seña a Key y éste desapareció, pero no sin antes resoplar con disgusto.

—Lamento decepcionarte —dijo Taemin al hombre—, pero tú no eres el padre de mi bebé.

—¿Cómo puedes estar seguro?

—CryoCorp hace rellenar muchos papeles a sus donantes —él lo sabía bien. Llevaba ocho meses memorizando todo lo que había escrito el donante de esperma de su hijo sobre sí mismo—. El padre de mi bebé tiene ojos azules. Es más alto que tú y fue a…

Él hizo una mueca.

—¿Qué? —preguntó Taemin—. ¿Qué pasa?

—Mentí un poco.

—No se puede mentir un poco. O mentiste o no mentiste.

—Tienes razón. Mentí —dijo él—. Tu donante estudiaba medicina y prefería el waterpolo al fútbol. Era vegetariano, ¿verdad?

Taemin asintió con incredulidad.

—También es muy sensible y colabora con Greenpeace —añadió.

Él se rascó la nariz.

—Es médico —prosiguió Taemin, que se negaba a creer a aquel hombre—. Y a veces actúa de payaso en el hospital infantil porque… porque adora a los niños.

Sintió una patada del bebé. El hombre también debió sentirla, porque se apartó para no seguir inclinado sobre Taemin. Parecía incómodo, como si le doliera algo. A Taemin eso no le importaba. Pensaba que merecía sufrir por haberlo espiado y luego haberle dado de golpe toda aquella información.

Él le miraba el estómago. El niño dio otra patada, esa vez con más fuerza.

El hombre abrió mucho los ojos.

—Es increíble.

Taemin sonrió. No pudo evitarlo. Siempre que sentía moverse al niño, le parecía un milagro.

 —Tengo la impresión de que lleva días intentando salir de ahí a patadas.

—¿Sabes si va a ser niño o niña? –preguntó Minho.

A Tae le dio un vuelco el corazón. 

—¿Por qué has venido? ¿Y por qué mentiste?

—Lo siento. De verdad que sí. Cuando doné el esperma, necesitaba desesperadamente el dinero. No pensaba lo que hacía.

—Pero CryoCorp verifica la información de todos los donantes.

—Tengo contactos.

Tae no podía creer lo que oía.

—Eso es horrible –dijo—. Tú eres horrible. Escribiste todo lo que pensabas que podía buscar una mujer en un hombre y eran todo mentiras… hasta el color de tus ojos — frunció el ceño—. ¿Ni siquiera se molestaron en verificar el color de tus ojos?

Él se encogió de hombros.

—No. A mí también me sorprendió un poco eso.

—¿Algo de lo que pusiste en el cuestionario no era mentira?

Él arrugó la frente intentando pensar.

—¿Me estás diciendo que el padre de mi bebé es un jugador de fútbol americano embustero e inútil, un hombre despiadado de ojos marrones que odia a los niños?

—Espera un momento. ¿Qué tienen de malo los ojos marrones?

Taemin se llevó una mano a la frente. Había dado por sentado que nunca conocería al padre de su hijo. Ningún hombre se acercaba ni de lejos al hombre que había imaginado como padre de su hijo, ni siquiera Kai.

Cierto que aquel hombre era muy atractivo, y que él mentiría si dijera que no besaba mejor que nadie, pero un hombre guapísimo y que besaba bien no era un buen candidato como donante.

—El padre de mi bebé es un grandísimo embustero —dijo, como si él no estuviera presente—. Es igual que todos los demás hombres, no tiene nada de especial. Es egoísta, egocentrista, horrible, mentiroso…

—No hace falta que sigas —le interrumpió Minho—. Pero ya te he dicho que no me quedé tranquilo con lo que había hecho. Sabía que estaba mal y por eso escribí a CryoCorp y les dije que me sacaran de la lista de donantes. Hasta les devolví el dinero. Tengo conciencia.

La ambulancia se oía ya en la distancia.

Taemin cerró los ojos.

—Márchate. Déjame en paz.

—No es tan fácil.

Él abrió los ojos.

—¿Qué quieres decir?

—Vas a tener un hijo mío. No iré a ninguna parte. No puedo.

Tae lanzó un gemido, le puso las manos en el pecho y lo empujó con fuerza para que lo dejara en paz. Un dolor atravesó su vientre y le hizo clavar las uñas en el pecho duro como una piedra de él.

—¡Oh, Dios mío! 

—¿Qué ocurre?

Un líquido caliente bajó por las piernas de él. Sus uñas atravesaron la camisa de Minho y llegaron a la piel.

—Esto no puede estar pasando. ¡Oh, Dios mío! Es demasiado pronto.

—¿Qué pasa? —preguntó Key con voz muy aguda.

—El bebé —respondió Taemin—. Ya llega. ¡Ya llega el bebé!

 En su prisa por escapar, Choi Minho, el hombre que él se negaba a creer que fuera el padre de su hijo, cayó al suelo entre él y el asiento delantero y se arrastró hacia atrás hasta salir por la puerta. 

 ****

 

 Trece horas después, cansado de esperar en la zona de recepción del hospital, Minho abrió la puerta de la habitación de Taemin y se asomó dentro. Satanás, el amigo rubio de Taemin, el que se suponía que debía mantenerlo informado, se había quedado dormido en una silla situada en un rincón de la habitación y el otro amigo de Taemin, el chico de azul, estaba sentada al otro lado de la cama.

A pesar de la mascarilla de papel que le habían entregado antes de que entrara en la habitación, el olor a antisépticos era muy fuerte. Minho creyó que Taemin estaba dormido hasta que pitó el monitor y él abrió los ojos. Extendió una mano sin mirar y el chico de azul le tomó y le dijo que todo iría bien. Taemin se relajó, pero solo hasta que el monitor volvió a pitar. Esa vez abrió mucho los ojos. Su amigo y él empezaron a respirar juntos. Exhalaron tres veces, inhalaron y volvieron a empezar.

Taemin parecía que hubiera pasado un día en un campamento de entrenamiento militar y le hubieran negado el agua. Estaba pálido y tenía los labios secos y agrietados. Tenía el pelo  húmedo y apartado de la cara. Círculos oscuros rodeaban sus ojos. Casi no se parecía al chico que había conocido unas horas antes.

Minho pensó un momento si debía ir a buscar a un médico o a una enfermera. ¿Cómo podía dormir Satanás con Taemin sufriendo tanto? Después de unos momentos, los dos chicos dejaron de respirar raro y se echaron a reír.

Eso confirmó las primeras sospechas de Minho: estaban todos locos.

—¿Qué haces tú aquí?

¡Maldición! Satanás se había despertado.

—Han pasado cinco horas desde tu último informe —dijo él—. He venido a ver personalmente lo que ocurre.

—No deberían haberte dejado entrar. Voy a decirles lo que…

—Key —le interrumpió Taemin con voz ronca—. Eso no importa.

Key se puso en pie y se desperezó.

—Lo que tú digas. Voy a la cafetería a tomar café. Si me necesitas, grita.

Minho le ignoró. Respiró aliviado cuando él salió de la habitación.

—¡Espérame! —dijo el otro chico—. Estoy muerta de hambre —se acercó a Minho, le tomó la mano y se la estrechó con fuerza—. Hola. Me llamo Luhan.

Él se alegró de ver que no todos los amigos de Taemin querían clavarle agujas en los ojos.

—Choi Minho —dijo—. Encantado de conocerte.

—Igualmente. Vuelvo en cinco minutos —repuso él—. Pero debes saber que la última vez que entró el doctor a Tae todavía le falta tiempo y parece que tiene una contracción cada diez o quince minutos —señaló un vaso de espuma de poliestireno—. Ahí hay cubitos de hielo. Dale todos los que quiera. Y también le gusta que le froten la espalda.

 —Eso no será necesario —intervino Tae.

—No le hagas caso —susurró Luhan—. Él no sabe lo que le conviene, no lo ha sabido nunca y nunca lo sabrá.

La puerta se cerró tras él antes de que Taemin tuviera tiempo de protestar.

—Lamento eso —dijo—. No hace falta que te quedes. Podrían pasar horas. Es imposible saberlo.

—Quiero estar aquí. Pero si prefieres que salga de la habitación, dímelo.

—De acuerdo —él bajó los ojos a su vientre y luego volvió a mirarlo—. Esto es muy raro, ¿no crees? Hace menos de un día que nos conocemos y sabes más de mi útero que de ninguna otra cosa mía.

Minho se echó a reír.

—También sé que tienes amigos que dan miedo.

Taemin soltó una risita. Se sonrojó y miró la habitación.

Minho se preguntó entonces qué lo había impulsado a entrar allí. La situación era bastante incómoda. Miró la puerta, con la esperanza de que entrara alguien y los salvara de ese momento.

—¿Tus padres se pasarán luego? —preguntó.

Él negó con la cabeza.

—Están en Nueva York. Son gente ocupada.

—Umm.

—No están muy contentos con las decisiones que he tomado —añadió él.

—Entiendo. ¿Y el tal Kai? ¿Vendrá a visitarte?

Taemin se mostró cabizbaja y él pensó que, cada vez que abría la boca, eso solo servía para volver aún más incómoda la situación. Normalmente era hombre de pocas palabras y en ese momento empezaba a entender por qué.

—¿Quién te ha hablado de Kai? Juro que mataré a Luhan cuando vuelva.

—Fuiste tú el que mencionó a Kai. En la parte de atrás de mi coche creías que lo estabas besando a él.

Taemin frunció el ceño.

—¿Dije su nombre?

Minho asintió.

—He oído hablar de gente que habla en sueños, ¿pero que besa en sueños? — suspiró Taemin.

—No temas. Mentiría si dijera que no me gustó mucho. Ya sabes, el beso.

La luz del fluorescente se reflejó en los ojos de Tae, haciéndolos brillar. 

Se miraron un momento, valorándose mutuamente, hasta que un pitido irritante los devolvió a la realidad.

Taemin cerró los ojos con fuerza y clavó los dedos en el colchón. Minho se acercó al lado de la cama donde había estado Luhan y le tomó la mano. 

—Tranquilo —dijo, aunque él no se sentía nada tranquilo y Tae no tenía aspecto de tranquilidad. No hacía ni cinco minutos que habían salido sus amigos. ¿Qué narices pasaba allí?

Con los ojos cerrados con fuerza y los dientes apretados, a Taemin parecía que le fueran a estallar las venas del cuello y de la frente.

A Minho se le aceleró el corazón e intentó pensar algo que decir para consolarlo y que no pensara en el dolor.

—Quizá deberíamos hacer esa cosa de la respiración —comentó.

Taemin no contestó, pero le apretó la mano con fuerza, y no había duda de que tenía mucha fuerza.

El monitor no dejaba de pitar. Eso preocupaba  a Minho.

Taemin se llevó las rodillas al pecho con mantas y todo.

Él se inclinó y le frotó el hombro.

—¿Eso te ayuda?

Taemin abrió los ojos, sobresaltándolo. En ese momento, a él no le habría sorprendido que diera una vuelta completa con la cabeza y escupiera sopa de guisantes. Pero él le agarró la camisa, y algo de piel en el proceso, y dijo:

—¡Saca a tu bebé de ahí!

Minho quizá se habría reído si no hubiera estado sangrando y dolorido, y si Tae no le hubiera lanzado la mirada más terrorífica que él había visto en su vida, lo cual era decir mucho teniendo en cuenta que su madre, en sus buenos tiempos, había sido la reina de las miradas escalofriantes.

En un abrir y cerrar de ojos, Lee Taemin se había transformado de un joven amable en un chico poseído por el demonio.

—Si no haces algo —dijo Taemin—, voy a gritar.

—Creo que deberíamos respirar juntos.

—Yo creo que deberías… —el rostro de él se volvió escarlata y arrugó la nariz como si masticara algo muy amargo. Y entonces cumplió su palabra y lanzó un grito penetrante que hizo que a Minho le rechinaran los dientes y le doliera el cerebro. ¿Dónde narices estaba todo el mundo?

Antes de que pudiera pulsar el botón rojo de urgencias, se abrió la puerta y dos enfermeras se acercaron a la cama.

—¿Quién es usted? –le preguntó una de ellas mientras revisaba el monitor y la vía intravenosa.

—El padre del bebé —contestó él.

Taemin mostraba un aspecto lastimoso. Tenía la cabeza echada hacia atrás con el cuello extendido,  apretaba el brazo de él con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos y le clavaba las uñas en la carne.

Las enfermeras intercambiaron una mirada. Una de ellas, que estaba en el extremo de la cama, se encogió de hombros, subió las sábanas e hizo un examen rápido.

—Llama al doctor —dijo—. Ya llega el bebé.

Minho habría salido corriendo si Jill no lo hubiera tenido agarrado del brazo. Estaba seguro de que le sangraba el pecho y,  si seguían así, el brazo acabaría igual.

Se abrió la puerta, y llegaron dos enfermeros que llevaron a Taemin y Minho a la sala de operaciones. Key y Luhan entraron corriendo detrás del doctor.

—Te he dicho que él estaría aquí todavía —dijo el primero al segundo.

—¿Es un crimen que un padre quiera ver a su hijo llegar al mundo? —preguntó Luhan.

Minho decidió que aquel chico le caía bien.

—Donar esperma por dinero no lo convierte en padre —declaró Key.

Satanás no le caía tan bien a Minho.

Luhan se acercó a él y se inclinó por encima de la barandilla de la cama.

—Lo estás haciendo muy bien —dijo a Taemin

El doctor y las dos enfermeras estaban pendientes de la cesaria.

Key agarró una videocámara y empezó a grabar.

 Minho le oía hablar en la cámara y murmurar de vez en cuando palabras del tipo de “imbécil” o “idiota”.

Luhan mantenía la calma. Pasó un trapo fresco a Minho y le dijo que le secara la frente a Taemin. Él, contento de tener algo que hacer, utilizó la mano libre para intentar ayudar a Taemin a relajarse. Como no deseaba ver sangre, decidió concentrarse en la cara de Taemin, lo que le llevó a notar que tenía forma de corazón. Con excepción de los círculos oscuros debajo de los ojos, su piel era cremosa e impecable. Aunque sus labios estaban en ese momento secos y agrietados, eran gruesos y tenían una forma bonita. Sus ojos eran hermosos, cuando no giraban hacia la parte de atrás de la cabeza, y tenía los pómulos altos y la frente despejada. Había una belleza en él que no había notado antes.

Minho cada vez se desesperaba más, parecía que ya llevaba ahí más de treinta minutos hasta que el niño llegó por fin al mundo.

El llanto del bebé no se pareció a ningún otro llanto de bebé que Minho hubiera oído en su vida. Aquel resultaba tenue en comparación, casi reconfortante, casi música para sus oídos. Minho miró por encima del hombro y sonrió a la cámara antes de girar de nuevo hacia Taemin.

—Es un niño —anunció el doctor.

—Lo hemos hecho —comentó Taemin con voz débil.

Minho creyó que hablaba con Luhan, hasta que se dio cuenta de que esta se había reunido con las enfermeras a los pies de la cama.

—Lo has hecho tú —respondió. Tomó el vaso con cubitos de hielo y después de darle un par de ellos, le puso bálsamo labial en los labios agrietados. Luego se echó hacia atrás y observó a la enfermera entregarle el niño a Taemin. Su hijo.

Notas finales:

Espero les haya gustado

porfis porfis, dejen reviews para saber si les ha gustado y quieren conti o dejo esta adaptacion y subo la otra jeje 

Gracias :D

 


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