- Toc, toc.
Mustang finalmente llamaba a la puerta. Ed abrió los ojos como platos y de un salto se retiró de la puerta. Vió como giraba la perilla mientras retrocedía hasta chocar con la pared. Apareció Roy en una camiseta negra sin mangas y con una toalla en el cuello.
''¿Porqué no lleva puesto su uniforme? ¿Acaso trata de seducirme?''
- ¿Estás bien? - preguntó el azabache.
- Eh... si... yo... - intentó hablar el rubio - ¿Porqué no traes tu uniforme?
Fue lo único que se le ocurrió. Mustang rió por lo bajo mirándole fijamente a los ojos. Ed se llevó una mano a la cabeza intentando eludir su mirada.
''¿Por qué se ríe? ¿Este idiota cree que me tiene en sus manos o qué?''
- ¿Eso era?... Bien, hoy me dieron el día libre, según ellos me lo merezco y debo darme un descanso; pero lo más probable es que mi jefe no quiera verme. Disculpa si no te avisé antes...
Ed lo interrumpió.
- Eh... no te preocupes, olvídalo. Yo sólo quería...
El celular de Roy comenzó a sonar.
- Disculpa. - dijo Mustang saliendo del cuarto.
Ed le miró salir con el teléfono en la mano y fijándose en la pantalla para leer el nombre del contacto. Supo enseguida que Roy no quería que él escuchase esa conversación y eso le había puesto nervioso. Algo pasaba y lo averiguaría. Esperó unos minutos antes de abrir la puerta, y, de puntillas fue detrás de Mustang.
- (...) Si, todo bajo control. Él está aquí, en mi departamento.
- ...
- ... Ahá. No, tranquilo que no sabe nada.
La conversación ya era bastante reveladora por si sola. Roy le mintió y Ed no lo podía creer. Sabía que no debió haber creído en él y menos llegar a tener sentimientos por él. Y aunque Ed se negara, ya lo quería. Cerró los ojos intentando contener su rabia y sus ganas de golpearlo y dejó de esconderse para encararlo. Roy se alejó el celular del oído.
- Edward, perdóname, es por tu bien...
- ...Eres un verdadero imbécil - decía Ed apretando el puño de rabia - ¡No volveré a confiar en ti!
- Edward... yo...
- ¡Vete al diablo!
- ¡Edward!
Se giró y dió largos pasos hasta la puerta trasera. No quería estar más cerca de él. Quería desaparecer.
Caminó por el patio intentando pensar a dónde iría; que sería de Alphonse, de su abuela, de Winry y de Roy. Él tenía mucho que ver y por más que tratara no podía sacar su imagen de su mente. ¿Es que todos le daban la espalda en éstos momentos?
Sin darse cuenta, brotó una lágrima de sus ojos. Pero de la nada una mano cubrió su boca y nariz y lo jaló hacia atrás. Edward intentó contener la respiración y quitarse ese brazo que lo apretaba, dió un par de manotazos pero inmediatamente todo su cuerpo se adormeció y... todo negro.
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- ¿Roy?... ¡Roy! ¿Me puedes decir que está pasando?
- Disculpa, Alphonse, sucedió algo inesperado...
- Es Ed ¿verdad? ¿Qué paso?
- Eh... pues creo que lo sabe.
- ¡¿Qué?! No puede ser verdad, ¿cómo lo sabría?
- Escuchó nuestra conversación, yo no noté que estaba ahí... uff *suspiro*. Escucha, Al, esto debo hablarlo con él cuando se tranquilice y... no le digas nada a Pinaco ¿está bien? Ya veré cómo lo traigo de vuelta.
- Por favor hazlo, Roy. Y gracias de nuevo. Y una última cosa.
No olvides que llegamos hoy.
- No lo olvidaré.
Roy no quitó la vista de la puerta por dónde salió Ed hasta colgar y avanzó hacia ella. Quizá debía darle tiempo hasta que lo asimilara... no quería lidiar de nuevo con ese enano enfurecido ahora que creía haberlo domado. Salió lentamente asegurándose que Edward no le esperara al otro lado listo para golpearlo. No estaba. Dió la vuelta y revisó alrededor. ¿A dónde podría haber ido? Le daba mala espina que Ed estuviera enfadado y todo estuviera tan silencioso. Pero no era un niño, podría cuidarse solo. Al menos eso creía.
El bar. Debe haber ido al bar para desquitarse con la bebida o con algún pobre vagabundo. - dijo Roy para sí mismo intentando convencerse de que todo estaba bien.
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Aún mareado, Ed abrió los ojos intentando identificar a dónde había parado. Intentó mover los brazos, pero unas cuerdas unían sus muñecas, jalándole las manos hacia arriba. Cuando la visión se le aclaró, vió que estaba atado en una cama y tenía el torso desnudo.
- ¡Pero miren a quién tenemos aquí! - se escuchó en el umbral de la puerta de aquella habitación, seguido de una arrogante risa.
- Tú... ¿Qué quieres de mí?! - gruñó Ed al verla.
Era la misma mujer de la mansión. La misma que secuestró al padre de Lan Fan y la misma que le disparó a Edward.
- Por favor, no seas tan cascarrabias. No me pude presentar adecuadamente en aquella ocasión, Edward Elric. - decía mientras se acercaba lentamente a Ed y se colocaba una especie de pequeñas cuchillas que se unían a los dedos dejando ver un brillo por el metal - Llámame Lujuria.
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Pasaban los minutos, las horas y Edward no volvía.
Esto ya está fuera de lo normal - se repetía Mustang, mirando la puerta e intranquilo - voy a buscarlo.
No podía esperar más, así que tomó las llaves de su auto y se dirigió al bar en donde rogaba que se encontrara Ed.
Mustang se apareció en la entrada con un semblante serio y comenzó a preguntar por Edward a cualquier persona que se le cruzara. Como era de esperarse, el primero en querer enterarse de su paradero fue Ling Yao, y ni éste ni sus compañeros lo habían visto desde que se mudó a la casa del Sr. Mustang.
- ¿Hay algún problema con él? - preguntó Ling.
- ¿O es que se le hace difícil domesticarlo? - se burló la señora Curtis.
''No sé si pueda confiar en este conjunto de idiotas, pero no me queda otra'' - refunfuñaba Mustang en su cabeza.
- Si llegan a encontrarlo, avísenme por favor. - pidió Roy.
- ¡No puede ser! ¿No saben dónde esta Edward-sama? - chilló Lan Fan llegando como caída del cielo.
- Hey... tranquila niña, no debe estar lejos, no lo encuentran por su tamaño JAJAJA - rió Olivier al escuchar todo el alboroto.
- ... - dijo Sig.
- No te preocupes Mustang, te llamaremos si lo vemos. - apoyó Ling Yao - Y disculpa por todo el desorden pero estas chicas al parecer se han pasado de copas...
- Eh... bueno debo irme, gracias por todo. - se despidió Roy queriendo huir de estas personas.
Al salir del bar, miró al cielo y el sol se estaba escondiendo, ya estaba atardeciendo y no habían noticias de Edward. Subió a su auto y en ese momento recordó algo.
... No olvides que llegamos hoy ...
- Joder. Lo olvidé.
Y pisó el acelerador enrumbado a su departamento.
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- ¿Roy? - llamó Alphonse - ¿Ed?
- Eh... parece que no están... - observó Pinaco.
- No te preocupes, seguro ya vienen para acá - dijo Al tratando de distraer a Pinaco - tu ve a descansar, yo me ocupo del equipaje.
- ¿Um? Si claro...
La abuela subió al segundo piso y Al dejó salir un suspiro. La puerta se abrió detrás de él, y pensando que era Roy, se dió la vuelta.
- ¿Roy? ¿Dónde estab...?
- Shh... no hagas ruido, - dijo un hombre cubierto con un pasamontañas y con un arma de fuego en la mano, poniéndose un dedo en los labios en señal de silencio - no querrás que tu abuelita salga herida ¿verdad? Sólo haz lo que te digo.
***
Mientras Roy manejaba en camino a su casa, su celular comenzó a sonar, y pensando que era Ed, frenó y tomó el teléfono. Pero el número era desconocido. Contestó.
- ¿Diga?
- Por fin te encuentro Mustang...
- ¿Quién eres?!
- Tú eres el único que falta en mi reunión, querido. ¿Por qué no vienes?
- Lujuria... ¡¿qué has hecho con Edward?!
- Haha... ya lo descubrirás, dulzura. Ven a disfrutar de esta hermosa vista. ¿Eh?... creo que Edward quiere hablar contigo... *respiración agitada*
- ¿Edward?! ¿Dónde estás?
- ...R-Roy... A-ayúda-me... nghh... p-por favor... - Lujuria toma el teléfono - Ehh bueno, entonces ¿vas a venir?
- Maldita... ¡Vas a pagar por esto!!
- Haha... guárdate lo que tengas que decirme para cuando estes aquí, cariño.
Y colgó. Roy dejó caer el celular al asiento del copiloto y sintió que las mejillas se le humedecían. No pudo protegerlo. Sostuvo con fuerza el volante y un temblor recorrió su cuerpo. Temblaba de ira.
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- (...) Llámame Lujuria. - dijo ella con una sonrisa en la cara.
- ¿Qué quieres?! No te conozco... ¡no te debo nada!
- Tranquilo, mi cielo. Ahora me conocerás...
Dicho esto saca un pequeño frasco de su vestido que contenía un extraño polvo blanco adentro y se lo acerca al rostro. Edward giró la cabeza y contuvo la respiración, pero viendo esto ella se enfureció y lo tomó de la barbilla fuertemente y apretó su cabeza contra la pared.
- No te portes mal, lindo - murmuraba en el oído de Ed, mientras acercaba el frasco - No querrás que te castigue...
Edward sintió que sus latidos aumentaban, y su respiración se entrecortaba.
- ¿Q-qué me has dado...?
Lujuria reía y disfrutaba mientras pasaba uno de sus dedos por sus labios y bajaba por su cuello, por su torso hasta llegar a sus pantalones.
- nhh... - respingó Ed al sentir ese metal frío en su piel.
- Tranquilo, mi vida. Aún no llega la mejor parte... Hey, chicos, ¿no tienen algo para él?
- ¡¿Q-qué dia-blos...?
Seguido de esto, tres hombres entraron con un rehén, atado de manos y con los ojos vendados; y lo condujeron hasta una silla enfrente de Edward. Era Alphonse.
Terminaron de atarlo a la silla y le dejaron ver la luz.
- ...¿Edward? - murmuró su hermano.
- ¡Alphonse! ¿porqué estás aquí?!
- Edward... - decía Al entre sollozos - ¡Perdóname por dejarte solo!
- No... no me pidas perdón... - dijo Ed - ¡Yo soy quien debería hacerlo!
- Uhh... Qué lindo. Todo eso es muy romántico, - interrumpe Lujuria - pero ahora ¡la función debe comenzar!
- N-no... A mi hermano no... No le hagas daño...
- Edward...
- A él no le haré nada... Si eso es lo que quieres. Chicos... es todo suyo.
Entonces Lujuria salió de la habitación y uno de ellos se acercó lentamente analizando a Edward con la mirada, y rozando sus manos por todo su cuerpo, empezó a desabrochar su pantalón y quitárselo por completo.
- nhh... n-no... ¿q-qué haces? ¡suéltame!
Éste, disfrutando cada paso que daba, subió a la cama y lo atrapó entre sus piernas, sujetando ambas muñecas de Edward con una mano, mientras que con la otra acariciaba cada centímetro de su cuerpo.
Bajó la cabeza y comenzó a besar desesperadamente el cuello de Ed, dejando marcas a su paso. Y Ed sólo podía cerrar los ojos y pensar en el sufrimiento de su hermano.
- nhgg... d-déjame...
Llegó a sus botones rosas acariciando todo su torso y comenzó a lamerlas muy despacio, saboreando el cuerpo de Edward.
- haa... mmghh... ahh...
Por más que Ed intentara reprimir los gemidos ya no podía; debido a esa sustancia su cuerpo estaba fuera de control. Entonces, quitándole la única prenda que le quedaba, comenzó a acariciar su miembro con una mano, y con la otra succionaba uno de sus botones.
- haah... ¡n-no! nghh... p-por fa-vor... de-detente... ahh...
Pero esas súplicas hacían que este hombre quiera más, mucho más. Así que su lengua comenzó a recorrer su piel hasta llegar a su miembro y lamió la punta de forma desesperada.
- aah... ughh... n-no... no m-más... mmhh... haa...
En eso entra Lujuria para detener la tortura.
- Tuvieron suficiente... ¿no?