Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Say goodbye por -oOYUKI-NII-Oo

[Reviews - 23]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Titulo: “Say goodbye”

Autor: YUKI-NII.

Género: Friendship

Ranting NC17

Pareja: SasuNaru

N/A Naruto no me pertenece. Todo es de su gran autor, Kishimoto-Sensei

Resumen: Naruto ve como todo cae poco a poco, Naruto abre sus piernas tratando de sostenerlo todo. A veces el amor no es suficiente.

Advertencia: Cambio de pov de personaje

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:. .:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Capitulo. 6

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:. .:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

 

XIX.  LETTERS WRITTEN IN LATE APRIL

Las personas no cambian. Crecen. Evolucionan para convertirse en algo mejor. O se atascan, como una carreta a la cual se le ha roto una de las llantas, quedando inmóvil dentro de un cuadro delimitado, donde todos los factores del ambiente exterior la corrosionan, hasta entrar en sus briznas y podrir la madera

Las personas no cambian. Son como capuces de crisálida que se rasgan continuamente por cuchillos afinados, momentos importantes de una vida. Un nacimiento, una persona, una perdida, la muerte. Cada uno con un filo diferente, todos comparte el mismo objetivo, desgarras la frágil capa, una por una.

Las personan no cambian. Son una metamorfosis mal diseñada de miedos, sonrisas y lazos.

Te encuentras poniendo la mesa, Rin en la cocina  con una cuchara como objeto amenazante protege lo que aun esta en el fuego “que la pasta aun no esta lista joder”

Ves aparecer a Obito por la puerta que conecta el diminuto comedor y cocina, tiene la mano inflamada y masculla algo entre dientes que no puedes entender muy bien. Sietes su brazo rodear tu cintura, y su mentón recargarse en tu hombro, giras un poco dándole un sonrisa cómplice, abres la boca recibiendo un trozo de la comida pre cocida que ha alcanzado a robar.

Kakashi los mira desde el silloncito azul, escondido tras su novela de dudosa procedencia. Suspiras, te has salvado por casi nada, la aparición casi divina de la dueña de la plancha ha desviado la conversación. No quieres mentirle a Obito. Kakashi deja el libro sobre su regazo antes de estirar la mano y llamar la atención del azabache tras tu espalda.

Te sorprende la docilidad con la que Obito te suelta suavemente y camina hacia al de cabellos grises. Murmurando malas palabras y chasqueando la lengua, se sienta con reverencia natural a su lado, en el silloncito, mientras le da una maléfica mirada a la novela de color naranja.

-      Sigues siendo un pervertido Kakashi- le acusa con una sonrisa burlona, el otro solo se alza de hombros- descarado – Kakashi repite la acción. Obito entrecierra los ojos ante el poco interés del médico por discutir antes de ser empujado contra el respaldo –

Tu mirada se encuentra  entonces con la de Kakashi que en ese momento se recarga sobre el hombro del azabache y te sonríe mientras el otro trata de alejarlo. Das un paso hacia atrás, como si algo invisible te hubiera empujado de repente. Frunces el seño. Y continuas colocando la mesa. Sabias, desde la primera vez que lo viste, que ese hombre era particularmente curioso. Aun así reprimes cualquier tipo de queja sobre su comportamiento, después de todo fue él el que estuvo a cargo de Iruka.

Iruka, con sus enormes ojos miel y su voz de mando que a veces te provocaba escalofríos y otras más una ola casi obscena de ternura. Tus manos aprietan el pequeño plata de cerámica antes de hacer un crush y que lo sueltes al sentir algo trapazarte la piel.

-      Naruto – y Obito que con un complejo de madre con su pollito corre hasta ti, toma tu mano con cuidado y luego te mira – Naruto – sus oscuros ojos tiemblan, tú apartas la mirada, la sangre mancha el piso en pequeñas gotas. Ha sido un accidente, el asiente como si pudiera leer tus pensamientos – iré por el botiquín –

 

Rin se asoma minutos después, con un poco de salsa de tomate en la mejilla y solicitando que traigan las bebidas. Te mira con la mano en alto y con un lloroso Obito acuclillado a tus pies, alza una ceja, Kakashi envuelve una venda alrededor de tu extremidad.

-      ¿Qué ocurrió? – se acerca ante ti, tu le sonríes y ella suspira, acostumbrada a tus pequeños accidentes- solo ten más cuidado Naruto – dice en un regaño que no tiene el efecto esperado – Obito – miras el rostro del azabache alzarse, hay lagrimas alrededor de sus ojos – anda, anda, deja el drama y ve a comprar bebidas – lo miras dudar –

 

-      Estoy bien, tebayo – él te mira unos segundos, como si fuera un polígrafo que detecta cuando mientes, asiente y se levanta –

 

-      Bien, seguiré con la cena – Rin, desaparece tras la puerta casi al mismo tiempo que Obito sale por la entrada principal –

 

Echas la cabeza hacia atrás, por irónico que parezca, quedarte a solas con Kakashi te relaja, cierras los ojos. Oyes el sonido de una silla ser arrastrada hasta colocarse a tu lado. Kakashi saca una cajetilla. La misma marca que la que Obito fumaba, da unos golpecitos al objeto antes de sacar uno y encenderlo con el zippo que le ofreces. Da una calada y luego te lo pasa, lo oyes sacar el humo en una exhalación que parece más un golpe de aire.

-      Ha pasado tiempo – murmura. Tu asientes – lo lamento – repite lo mismo que te dijo hace más de medio año. Vuelves a asentir. Le regresas el cigarrillo. –

Kakashi, que ahora mantiene los ojos cerrados igual que tú, en un nexo vivo de algo que era toda tu felicidad, puedes alcanzar a oler el aroma de antiséptico y alcohol en sus ropas. Huele a hospital. Huele a medico, a oncólogo, a poco esperanza y mucha muerte, el estomago se te revuelve.

-      Han preguntado por ti – la voz de Kakashi te atrae nuevamente. Giras con lentitud hacia él, hay una arritmia naciendo en tu corazón – las enfermeras se encariñaron con el rubio del jugo de durazno. Nunca les dijiste tu nombre – te relajas visiblemente sobre la silla mientras llevas una mano detrás de la cabeza –

La voz de Obito desde la entrada, quejándose ante la falta de té negro en la tienda hace que el de cabellos grises se levante y se aleje de ti, lo miras apagar el cigarrillo a medio terminar y mover sus manos en el aire para despejarlo del humo. Rin sale también con una olla que huele a tomate con especias y llama a todo el mundo a la mesa. Los miras a los tres por un momento. Kakashi tiene un gesto de aburrimiento casi natural ocultando su sonrisa, Obito un poco mas risueño acerca su rostro a la cacerola, Rin, hace un pequeño mohín con su boca en medio de ambos hombres.

De repente el cuadro te parece tan perfecto que te preguntas que si eso no es una serie de televisión, donde todos tendrán un final feliz.

Pasadas las once con tres cervezas encima, historias de preparatoria y secretos vergonzosos Kakashi anuncia su partida.  Todos convergen en el suelo alrededor de una mesita de madera que ha visto tiempos mejores. Has estado observando los ojos de Obito mirar con atención al médico, eso ha ocurrido durante toda la noche. Es como una polilla danzando alrededor de un haz de luz, girando en una órbita familiar en un movimiento tan casual, que si no estuvieras a su lado jamás hubieses notado. Miras como sus ojos brillan antes de cerrarse y apagarse.

Rin a tu derecha murmura cosas dormida. Tiene la cabeza apoyada entre las piernas de Kakashi que de vez en cuando acaricia sus castaños cabellos para calmarla y que vuelva a conciliar sus sueños. Obito gatea hasta él. Para tomar su lugar, con suavidad Kakashi alza un poco el cuerpo de la mujer, para depositarlo sobre dos enormes cojines. Obito lo mira sin comprender.

-      Pasara la noche aquí – le susurra, como si confirmara algún acuerdo viejo que ahora es ley. Obito asiente – bien –

El de cabellos grises se levanta con algo de dificultad, sus piernas están un poco entumecidas así que camina alrededor de la sala para tomar el ritmo adecuado. Obito le imita, dándole una sonrisa de labios morados por la paleta que aun está en su boca. Kakashi ha estado fumando toda la noche, cuidando de que el humo no toque al azabache. Exhalándolo hacia el lado contrario y escondiéndolo después tras su espalda, su cuerpo fungiendo como una barrera improvisada. Eso no ha evitado que el otro coma mas paletas de las acostumbradas y lloriquee un poco para sentir un poquito del intoxícate olor de los Malboro rojo.

 

-      Iré por tu abrigo – anuncia el azabache. Alejándose hacia la única habitación con camas del departamento. –

 

Te dejas caer hacia atrás, recostándote en el suelo. Es curioso, la manera en la que los tres parecen, mas una vieja familia que se reúne cada domingo, que tres amigos que se ven solo un par de veces al año. Piensas en Gaara en su obsesión casi esquizofrénica de comas más que solo ramen. En como acomoda todo a una altura accesible para ti. Y como evita poner películas de terror cuando estas cercan, a pesar de ser su género preferido, como ha mudado todos los objetos que podrían asustarte dentro de una caja. Y te hace panqueques cuando nota que estas triste. Son acciones tan silenciosas, pero que tienen su propio código entre ambos. Te giras sobre tu costado, encogiendo las piernas hasta quedar en posición fetal. Extrañas al pelirrojo.

Lo extrañas demasiado.

-      Naruto – la voz de Kakashi demasiado cerca de ti te obliga a hundirte sobre ti mismo antes de ser capaz de abrir los ojos, bates tus pestañas en una búsquedas porque las lagrimas que intentan salir con desesperación vuelvan hacia adentro. El de cabellos grises espera mientras desvía la mirada para darte un poco de espacio. –

 

-      ¿Sucede algo? – tu voz suena ronca, haces un esfuerzo por que la compostura continúe intacta. Lo miras suspirar con pesar, antes de alzar el rostro y mirar que la puerta de la habitación de Obito aun permanezca cerrada –

 

-       No puedes huir para siempre – posa sus manos sobre sus rodillas esta en cuclillas –además, no hay lugar donde esconderse – se incorpora, llevando una mano hasta sus cabellos y  revolverlos – el apellido de Obito, ¿lo sabes? – niegas con la cabeza confundido, asuntado y un poco alterado – pregúntaselo –

 

-      Aquí esta – Obito llega ante ambos – Naruto, acompañare a Kakashi hasta su auto cuida de Rin – el azabache te sonríe, ajeno al temblar de tu cuerpo, asientes –

Kakashi se despide de ti desde el umbral de la puerta principal, y sale al corredor, Obito termina de atarse los zapatos un tanto apresurado al ya no ver al médico a su lado.

-      Obito – le llamas antes de que desaparezca también – podrías decirme tu apellido –

Obito respinga antes de verte curioso – es raro que preguntes hasta ahora – ríe – pensé que ya te lo había dicho – niegas con la cabeza, el te sonríe – es Uchiha, Obito Uchiha – mira hacia fuera – ah, Kakashi espera joder – sale sin mirar atrás. Obito no nota tu gesto de pánico ante lo recién dicho –

__

Media hora después, y con un sonrojo sobre sus mejillas, Obito llega al departamento, murmura un idiota por lo bajo. Kakashi ha besado su frente con una enorme sonrisa, mientras le decía muy bajito y como un mantra que no se dará nunca por vencido.

Obito conoce los sentimientos con tintes de amor que danzan entre ambos, es la primera vez que uno de los dos declara la guerra.

Se deja caer al lado de una muy dormida Rin, nota un post it de color verde sobre la mesita junto a una cerveza a punto de terminar, estira su mano para leer una oración que no rebasa las 13 palabras, su gesto se descompone, se para con algo de dificultad y corre hasta la habitación encontrándola vacía, recorre el pequeño departamento antes de cubrir su rostro con ambas manos y sentir la frustración invadir todo su sistema.

“Gracias por todo. Cuida a Rin y no olvides arreglar la plancha. Naruto.”

 

 

XX. SOMETIMES IT IS MORE THAN MAGIC

 

El 95, fue un año jodido. Más de lo que estabas acostumbrado, más de lo que tu cuerpo y mente podrían resistir. Lo bautizaste como el año negro a principios de febrero. Esa es la fecha en la que tus hermanos murieron por intoxicación. Una fuga de gas desde el patio trasero, fue cuestión de horas dijeron los médicos.

Fue también en ese mes, en que te viste incapaz, por primera vez, de cumplir con la cuota de la esquina. Los gastos de un precario funeral, la renta y deudas a pagar te robaban el alimento que quisieras llevar a tu boca. Perdiste más de 5 kilos, tus clientes lo notaron. No les agrado.

El jefe de la zona, te cambio de lugar, justo hacia la quinta avenida. La zona más pobre. Los números, por lógica dejaban de cuadrar. Tenias que doblar tu servicio junto a las horas de trabajo, si querías por lo menos obtener un poco de margen de ganancia y cubrir todos los gastos que parecían te comerían de un día a  otro. Estuviste tentado demasiadas veces a ceder al único impulso que habías tenido en toda tu vida, de huir lejos, esconderte y llorar como un niño pequeño.

Levantaste la cabeza en alto y recordaste, que ese era el único lugar donde podías pertenecer, ese ere el único lugar en el mundo que te quedaba porque ya no tenías nada.

Cambiaste la casa, que te quedaba demasiado grande, por un viejo departamento cerca de la quinta avenida. Te acostumbraste a una comida al día, y a que tu ropa cubriera solo la tercera parte de tu cuerpo. Te adaptaste a los autos viejos y al olor de la marihuana después de una sesión de sexo a las apuradas. Te hiciste cliente frecuente de los moteles de la zona. Adquiriste gusto por el café negro del restaurante destartalado de enfrente del apartamento.

Todo cambio despacio. La voz de Temari comenzó a desaparecer de tus recuerdos. No recordabas si tu hermana olía a coco o era una mezcla de su aroma con el de tu antiguo hogar. Conservaste el maquillaje purpura de Kankuro junto a su primera marioneta. La soledad de un piso vacío acompañado del sabor del látex en la madrugada fue una constante con la que te encariñaste demasiado rápido.

Ese año, el invierno se extendió hasta abril. Tus defensas no preparadas a resistir tantos meses en precarias condiciones se pusieron en huelga. La gripe era algo tan común durante esa temporada que no te sorprendió despertar  con la garganta adolorida.

Tomaste mucha agua y dormiste todo lo que pudiste. Ese mismo día, después de llevar las flores al cementerio, tomaste la esquina de siempre, con esos pantalones de cuero que te hacían sudar las piernas y la polera sin mangas que te ajustaba a la espalda. El termostato marcaba -2 grados. Tú estabas transpirando como si estuvieses en pleno verano.

Te recargaste un momento en la pared. Demasiado mareado como para seguirle el juego al auto estacionado que no se decidía entre una mamada o follarte en los asientos traseros. Cerraste los ojos un momento, tu cuerpo temblaba. Apretaste la quijada.

-      Disculpa – abriste los ojos, tratando de enfocar al dueño de la voz que sentías te atravesaba los tímpanos  - ¿estás bien? – era rubio, con ojos azules. Enormes ojos azueles. Parecía como si el cielo te estuviese observando en una versión personalizada –

El auto siguió avanzando. Frunciste el ceño, el rubio idiota había ahuyentado a un potencial cliente. Una mano sobre tu frente te provoco un espasmo

-      Estas ardiendo tebayo – la nota de alarma en la infantil voz te hizo chasquear la lengua. No apartaste su mano, se sentía fresca, se sentía bien – necesitas ir al doctor – y se acercó mas a ti, hablando despacio, con cuidado como si meditara si su sugerencia era una molestia – voy hacia la farmacia podría acompañarte – su brazo se enredo con el tuyo –

Aun ahora, no estás seguro porque lo acompañaste. Solo sabes que el pensamiento de estar siguiendo al sol, no dejo de rondar tu afiebrada cabeza.

Se presento como Naruto, y explico, sin que tú se lo preguntaras, que es lo que compraría. Te interrogo un poco nervioso y pagó la consulta con el doctor. Te llevo hasta su apartamento y te dio un caldo de pollo recién hecho, te acostó en el sofá y estuvo ahí, hasta que los ojos te pesaron demasiado y las defensivas de tu cuerpo cayeron estrepitosa y patéticamente.

Dormiste un día entero. Entre cambio de cobertores, caldos improvisados, y la voz infantil llenando cada espacio vacío. Conociste a Iruka y su sonrisa maternal. Comiste ramen por vez primera y pensaste, que el mundo no es tan jodido de vez en cuando.

Te escabulliste de ahí, la segunda noche, mientras todos dormían.

No sabias como dar las gracias sin sentir que era una despedida, de esas que  se dicen cuando se sabe que jamás se volverá a ver a alguien así. Dejaste abierta la posibilidad más como una seguridad personal que como un hecho de que volviera a pasar.

 

Unos días después un temerario rubio hacia la función de una esposa en entrenamiento, llevándote el almuerzo antes de que tu horario no oficial de puta comenzara y hablando de lo que ese día le había ocurrido, como si odiase el silencio y no pudiera permitirse ningún hueco entre su voz y el viento.  Lo observabas, la angustia escondida tras sus parpados, la energía disminuyendo cada día un poco más. El cáncer de Iruka también estaba consumiendo a Naruto a pasos agigantados.

Trataste, mas por un agradecimiento por la comida, que por iniciativa propia a ayudarle a llenar sus monologo insustancial con pequeños ruiditos provenientes de tu voz, el te miraba asombrado cada vez que esto ocurría, te daba una enorme sonrisa y decía tu nombre en un susurro.

Eso inflamaba tu pecho de algo cálido, eso y el café caliente que te preparaba con tanta devoción.

Una semana pasó rápido, comenzaste a ganar peso, tu humor se volvió bueno, los clientes lo notaron, tu racha de números ganadores subió.

-      Gaara – te llamo un jueves de la segunda semana con los labios llenos de chocolate y con urgencia en su voz - ¿te duele? ¿Cuándo ellos lo hacen, te duele? – y te lo pregunto como si se lo hubiese pensado mucho antes de hacerlo, con temor a la respuesta e indiscreción como un algo genético difícil de suprimir. –

 

Cerraste los ojos, incapaz de entender porque entre todo lo que pudo haber querido saber se encontraba eso como la máxima prioridad. Lo miraste, todo ojos azules y preocupación destilante, una pequeña sonrisa afloro dentro de ti. Asentiste con la cabeza despacio, te miro, bajo el rostro y después se dejo caer entre el hueco entre tus manos y piernas que se formaba de estar sentado en el suelo. Rodeo tu cuello y te ofreció chocolate. Te miraste a ti mismo, con un pantalón ceñido y una polera sin mangas. Lo miraste a él, con una bufanda tejido, suéter y botas altas. Sentiste de repente como si estuvieses manchando algo, trataste de apartarlo, él se aferro más fuerte a ti.

Te rendiste mucho antes de siquiera considerarlo, caíste bajo su abrazo como un cervatillo herido, lamiendo tus heridas y depositando el respeto que nadie más tenia.

La tercera  y cuarta semana fueron rápidas y cómodas, ya tenias líneas completas de conversación, te adecuaste a su ritmo de trabajo y cuidados hacia Iruka, los visitaste los fines de semana y le enseñaste a preparar té de olong. Adoptaste una rutina a su disposición. Y te sentiste como una estrella en el cielo, apagada la mitad del tiempo en la que se estaba solo y encendida ante el menor atisbo de su cabello rubio y su infantil voz.

El quinto mes desde su encuentro llego rápido. Igual que las noticias de que el cáncer era terco y continuaba ganando terreno dentro del cuerpo de Iruka. Uno de tus clientes, doctor de la central medica, te escucho hablar por primera vez más que solo gemidos y sucios pedidos. Indujiste el tema como si fuese solo curiosidad, el te leyó entre líneas, acostumbrado a encontrar el problema principal dentro de las cosas que no tienen voz propia. Te dio su tarjeta junto a un pase, indicándote donde se conseguiría medicina para esa enfermedad en particular a un precio accesible. Esa noche le diste la mamada de su vida.

Al día siguiente, y con un Naruto en pos de cachorrito triste le mostraste la farmacia. Naruto lloro por más de una hora sobre tu cuello. Rodeaste su cintura y hundiste tu rostro en su cabello. La felicidad a veces es amorfa y caprichosa. Tu tenias tanto de no verla que no la reconociste de inmediato, aun así, la inflamación en tu pecho revoloteo como un pajarito durante todo ese tiempo.

La rutina continuo, como añadido ahora tu también ayudabas a cuidar de Iruka cuando Naruto era retenido por más tiempo de lo habitual en su trabajo en el supermercado, el castaño de sonrisa maternal te trataba como si fueses un miembro más de esa familia pequeñita que conformaban Naruto y él. Perteneciste de nuevo a un hogar. Naruto, quien ahora parecía mas una luz artificial, te mostro fotografías de una vida que ya no tenia, te empapo de sueños que moría uno a uno cada día. No fue su intención pero te hizo recordar la tuya. Él trato de mostrarte que tal vez se podía regresar con mucho esfuerzo y paciencia a los días donde el sol bríllame mejor. Quisiste creerle e ignorar como es que la vida a veces se la metía tan adentro que lo obligaba a caminar con piernas temblorosas en suelo en continuo movimiento.

No paso mucho tiempo antes de que todo se fuera de nuevo a la mierda y tú, tal demonio con contrato en mano, te vieras ofreciéndole un lugar junto a ti, en una esquina pobre y peligrosa, como una solución a sus problemas financieros, a sus llanto de desesperación y a la determinación de mantener ahí a Iruka, atado a la vida.

Naruto, todo ojos con un cielo sucio, y sonrisas faltas de amor, acepto. Lo llevaste a tu departamento, “será poco tiempo, tienes que volver con Iruka” ambos sabían lo que pasaría.

Eso no fue hacer el amor, fue una serie de técnicas y lecciones básicas que le ayudarían a sobrevivir. Aun así Naruto tembló, pregunto si dolería y se aferro a tu espalda. Lo besaste mas como una táctica de distracción que para llenar el momento que se presentaba como adecuado para tal acción. Naruto se relajo, te recibió en su interior, en ningún momento sus bocas se separaron, se bebían los gemidos uno del otro.

Aun ahora te sigues diciendo que eso no fue hacer amor, a pesar de que haya sido la primera vez de ambos, tu metiéndola, y él recibiendo. Aun a pesar de que ahí hubo confianza y entrega. Aun a pesar de que si hubo un poquito de la dosis de amor, aunque solo fuera de parte tuya.

El 95, paso de ser el año negro a ser solo el 95. Naruto comenzó a trabajar a tu lado, trayendo comida para dos y sosteniéndolo todo para cuidar la imagen que Iruka no solo tenía de él sino de ti también.  Y cada vez que el rubio de ojos azules apagados y sonrisas de actor profesional tomaba tu mano para caminar hacia casa, tus pensamiento de haber ensuciado algo cobraba fuerza y te obligaba a mirarlo antes de recordar al chico preocupado y de buenas intenciones de la primera vez.

Han pasado cinco años desde entonces, y tú parado a media noche en una esquina atiborrada de recuerdos y malas experiencias observas al bajito rubio que te ve, con lágrimas cayéndole de la mejilla y tambaleándose mientras camina. Alzas tus brazos hacia él, Naruto desapareció cercano a las fechas en que se conocieron, no trataste de buscarlo, sintiéndote incapaz de ofrecerle más que presión y egoísmo. Porque querías ser el elegido por sobre el Uchiha de buena posición y brazos rebosantes de cosas a dar.

Te sentiste mejor cuando él aprecio en el departamento con aire ofuscado y queriendo ver al rubio. Ambos se habían quedado solos, sin el chico que quería panqueques por las mañanas y que los ayudaba a dormir a pesar de las pesadillas.

Naruto toma tu mano, tú lo halas, envolviéndolo con tus brazos, su nariz esta fría y gotea, sus enrojecidos ojos te miran con perdón. Las palabras nunca han hecho mucha falta entre los dos.

-      Ya no puedo – dice bajito, tu asientes – es demasiado – se queja con voz quebrada y haciendo un gesto de cansancio con su brazo. Tú vuelves a asentir. – lo siento – hipea, antes de berrear con un llanto de niño pequeño –

Naruto, sol moribundo y sonrisa escaza. Naruto infantilismo robado y puta personal de la vida. Naruto ojos de los cielos nublados y voz de niño que no rebasa los 6 años. Naruto redención en medio del infierno. Naruto todo lo que hace falta para volver a sonreír.

Caminan juntos a casa, con las farolas de la calle tintineando. Con años menos y viviendo una historia que solo debería ser la letra de una canción triste a capela. Enredas los dedos entre los de él mientras piensas que el 95 es el mejor año de toda tu vida.

 

 

 

 

 

-       


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).