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Say goodbye por -oOYUKI-NII-Oo

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Titulo: “Say goodbye”

Autor: YUKI-NII.

Género: Friendship

Ranting NC17

Pareja: SasuNaru

N/A Naruto no me pertenece. Todo es de su gran autor, Kishimoto-Sensei

Resumen: Naruto ve como todo cae poco a poco, Naruto abre sus piernas tratando de sostenerlo todo. A veces el amor no es suficiente.

Advertencia: Rechazos, resignación y amor.

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Capitulo. 11

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XXXI.Candy love

Nunca escribes sobre flores, ni amor. Tus poemas hablan sobre muerte y resurrección. Son prosas de amargura y dolor, recitadas en voz grave. La hoja suele tener un manchón de tinta y ensuciarse por los bordes, siempre tienen arrugas al meterlas a toda prisa en la libretas y ocultarlas bajo el sillón. Naruto casi siempre sonríe cuando esto ocurre.

Naruto últimamente sonríe solo por hacerlo, está más brillante que el débil rayo de sol que llegó un día frio de enero. Puedes sospechar la razón de que este nuevo cambio, imperceptible para la mayoría pero un hallazgo par ti, ha sido siempre tu casi irritante deducción ante lo inevitable. Naruto huele a Sasuke Uchiha hasta el último rincón.

Pasas la punta de la pluma por el último verso, donde soledad rima con oscuridad. Das un ligero suspiro, tu humor ha decaído durante la última semana. Sai lo ha notado, te mira desde la orilla de la cama, con la cabeza colgándole y el cabello cayéndole como una cortina azabache. Sus ojos se miran más estrechos, alargados, su recta nariz sobresale por sus delgados labios, te sonríe, con el lápiz a punto de terminarse y con los dedos manchados de grafito. Ha vuelto a dibujante,  el enorme encuadraje lleno de lienzos en blanco son ahora un álbum de tus retratos hechos en momentos de distracción y costumbre.

Alzas una de tus cejas, su sonrisa se vuelve más amplia, es todo dientes y hoyuelos en las mejillas. Se gira hacia su izquierda, abandonando el lienzo y el lápiz, estira sus manos hacia ti, como un niño pequeño, giras la cabeza hacia el lado contrario. No iras de nuevo a la cama desecha que huele a un Uchiha. No por orgullo. Sino por tu ante impuesta molestia ante que Naruto aun no se haya tomado el tiempo de explicarte que es lo que pretende, escondiéndose como un ladrón cada vez que quiere salir por las noches, deslizándose por las puertas y abriendo cerrojos con pasadores para el cabello.

Haces un mohín que a Sai le causa una ola de ternura que no se muestra en su rostro pero que le acelera el corazón de igual forma. Se desliza por las sabanas, entre hojas de historias inconclusas y bocetos hechos a prisa para no ser descubierto. Sus pies descalzos son silenciosos contra el piso de fría madera. Trae solo una camiseta vieja con manchones de pintura y un bóxer dos tallas más chica que le ciñe las caderas.

Camina con soltura, casi como si bailara mientras su mano se posa hasta tu hombro y tus muslos reciben sus nalgas calientes. Las rodillas se le flexionan a la circunferencia de tu cintura y tu rostro se hunde en su tórax. Y no dices nada ante la melodía de redobles de tambores que le hacen mas cálido los pectorales.

Sus manos, de dedos largos de pianista consagrado se enredan entre tus cabellos de fuego, tiran con suavidad, deslizándose por la nuca y desarreglando los mechones rojos detrás de las orejas.

Sai tiene un sexto sentido para saber cuándo es el momento correcto en el que sus mimos no serán rechazados, que te dejaras hacer como un gato orgulloso que ha sido atrapado por el amor de un dueño idiotamente ilusionado, porque el pequeño animal se ha detenido para dejarse acariciar.

Alzas el rostro, él te mira, con los ojos entre cerrados y a punto de abrir la boca, lo halas del cuello y le sellas los labios, hundiéndole la lengua entre el paladar y los dientes, ahogando las palabras mutadas a gemidos de satisfacción.

Es en el pent-house del hotel más caro de la zona, ese que siempre los ha recibido, con enormes sillones, comida, alcohol y cama,  que se te funde en las memorias, los versos ahora cambian por un rayito de esperanza. Por noches de tinta y ojos afilados. Sai se cuela por una abertura de tu vida.

Es curioso, piensas, con las palomas comiendo bajo tus pies y una sombrilla inclinada sobre tu cabeza, como es que la vida es una hija de puta  a veces, para luego besarte con dulzura la frente, casi como si tuviese el fetiche oculto de brindar masoquismo y después convertirse en una ternura de ojos enormes y palabras bonitas.

Arrojas un poco mas de granos de arroz, el batir de las alas a tu alrededor es una imagen que Naruto jamás olvidara. Corriendo hacia ti, en medio de plumas dispersas y el reflejo de tus ojos verdes contra el cristal de los lentes. Sientes sus brazos rodearte del cuello y colgarse de ti, Naruto huele a duraznos y cartón.

Ha salido apenas del trabajo del supermercado, su mejilla se siente fría por el aire acondicionado de la tienda que aun tiene sobre la piel. Se oprime contra ti, como si tuviese tiempo de no verte, cuando esa mañana te ha robado una de las tiras del tocino del plato y ha huido con los libros sobresaliéndole de la mochila y la mano arriba en una indicación de que ya iba tarde para la universidad.

Tu rutina y la de él, se han complementado de una manera especial, con visitas de un hombre alto y de mirada amable. Obito, que suele encariñarse con todo demasiado fácil, se ha autoproclamado la persona responsable, no solo del rubio sino tuya también, como si fuese su deber ir cuidando de personas que él considera desamparadas. Para colmo, y que no te sorprende, Obito ha resultado ser un Uchiha y la pareja de quien fuera el oncólogo de Iruka. Verlo a veces tomando tareas domesticas que no terminan de salirle bien y con esa aura de materialidad nata, hace que se te instale una sensación de nostalgia.

Es casi como si Iruka jamás se hubiese ido, y estuviese ahí, en cada rincón de un apartamento que jamás conoció pero que lleno tanto por medio de Naruto que puedes escuchar el eco de su voz dándote la bienvenida desde el recibidor.

Naruto te suelta, la sombrilla se te ha caído al sostenerlo de la cintura, el ríe ante tu descuido, tú te inclinas para recogerla, ambos toman asiento sobre esa banca del parque, que esta muye lejos de casa pero que queda justo enfrente del edificio que por muchos años fue el hogar del Uzumaki.  Las palomas arrullan desde el suelo, pidiendo más comida, tú arrojas una lluvia de color blanca sobre ellas que vuelan despavoridas contras el alimento y que hacen a Naruto reír de forma escandalosa.

Y tú te empapas, como cada vez que puedes, de esa sonata de ruidos agudos y un poco extraños que tantas veces quisiste escuchar de nuevo. Los grabas en tu mente, directo para la colección especial de sonidos especiales que tienes.

Sientes la mano de Naruto buscando la tuya por sobre tu regazo, inclinas un poco el rostro, enredado los dedos de ambos, admirando el contraste de las tonalidades tan diferentes de sus pieles. Y sintiendo que ese momento es importante para ambos, casi el preludio de algo grande que los dos han estado esperando por demasiado tiempo.

—Tengo algo que decirte, tebayo — Naruto aprieta aun mas sus dedos contra los espacios que forman los tuyos, tú mantienes tu mirada hacia enfrente, no necesitas mirarlo para saber cuán difícil y doloroso puede resultar para él, para ti, ver el final hundiéndose en ese mar que tiene por ojos — Yo, estoy feliz. Muy feliz de haberte conocido Gaara. — Se reclina sobre tu hombro, gira el rostro hacia el edificio viejo de apartamentos — Eres tan genial, encontrando lugares, resolviéndolo todo por tu propia cuenta, cuidándome. Yo también quería hacer ¿sabes? Cuidarte y protegerte. Pero soy torpe y todo eso, solo servía para mantener a Iruka junto a mí, y ni eso pude hacerlo solo, me ayudaste mucho tebayo.

Sabes que Naruto siempre ha sido honesto, y que prefiere a callarse antes que a mentirte, aun así quisieras soltar su mano y ponerla sobre su boca, porque no quieres escuchar mas, es vergonzoso, es vergonzoso que sus sentimientos tenga sonido y vida propia, se te cuelan por los tímpanos y se te resbalan por los canales subiendo hasta tu cerebro y cayéndote sobre el corazón.

Aprietas la mandíbula, porque al final del día, siempre has realizado todo lo que Naruto ha querido sin que él tenga que pedírtelo. Casi como un cumplidor instantáneo de deseos y caprichos. Es, quizás la primera vez, que la voluntad del rubio se sobrepone a tu indisposición de seguir ahí, teniendo algo tan íntimo en un lugar tan público.

—Gaara, me lo has dado todo, hogar, comida, amor. Y yo…y yo, quisiera darte mas pero…— el “no puedo” que queda entre líneas, flotando como una especie de letrero sobre sus cabezas. Es innecesario de pronunciar, porque entiendes lo cargado que esta, de defensas, justificaciones, y de culpa, porque Naruto realmente lo intento pero simplemente no pudo —  te amo, como un hermano mayor

Asientes despacio, soltando su mano. Porque lo sabías, siempre lo supiste y lo entiendes, joder que sí, pero duele, demonios como duele. Los toques de Naruto cobran una contextualización desconocida, un repele insensato dentro de tu lógica que eres incapaz de controlar, Naruto alza una mano hasta ti, tu cuerpo se aleja de él, se desliza sobre la madera de la banca y levantas un brazo a modo de defensa, nunca antes tuviste que alzar tus escudos tan fuertemente contra él.

Naruto deja caer su mano laxa, con una sonrisa amarga, y el malestar desbordándosele de los ojos, y tu respiras hondo, tragándote el nudo en la garganta y mirándolo, como un desconocido, tu cerebro esta suprimiendo los malos momentos y embelleciendo los buenos junto a él, porque Naruto está con una vida aparte, cruzando una brecha del camino que tú rechazaste.

Alzas los parpados ante el cielo, la noche se va dibujando con colores lilas y azules oscuros, las estrellas hoy no brillan. Miras de nuevo ese edificio que fue el refugio no solo de Iruka y Naruto sino también el tuyo, fue el lugar al cual regresar cuando el día era una mierda y en la noche todavía se tenía que continuar, de pie por horas, en una esquina de mala reputación y con un trabajo peligroso.

Giras, mirando a Naruto, toda vulnerabilidad y culpa encendida. Murmuras una breve cita de perdón hacia Iruka, por haber fallado y herir al rubio aun sin intención. Sintiendo la tormenta en tu interior, de intestinos revueltos y pedazos de corazón roto, tomas esa mano laxa que fue hasta ti minutos atrás y la estrechas con mimo, como solo pueden ser las caricias entre Naruto y tú, que te ve con la chispa de la esperanza encendida. Te pones recto, regresando hasta su costado, con el cuerpo aun rígido y el rechazo fresco.

—Eres tú el genial. — con la voz algo ronca y con tu frente cayendo sobre su tórax, te preparas para poner las líneas finales de una historia no escrita, sobre amor mal encubado y caminos no tomados — Tú me salvaste, fuiste mi primer amigo — Naruto respinga ante tu confesión, se dobla sobre sí mismo y te empuja de los hombros tratado de verte el rostro, tú te hundes aun mas, escondiéndote —¿ eres feliz, eres feliz con él?— Naruto pone la barbilla sobre tu cabeza, escuchándote atento y haciendo un ruidito de confirmación que te basta — está bien — susurras, encontrando la fuerza para incorpórate y mirarlo a los ojos — está bien si no soy yo. — y no dices su nombre, que está por demás sobrevalorado en esa conversación. Los ojos azules te absorben, con esas mejillas de marcas de zorro coloreadas de carmín y los labios con terminación en hoyuelos de sonrisas.

Y te basta, te llena y te calma, porque Naruto siempre ha sido honesto, y te ama, no de la manera en la que siempre deseaste, la que intentaron y nunca surgió. De la que Sai te toma entre sus brazos y se desvela dibujándote en una mala imitación de Jack y sus chicas francesas1

Naruto enreda sus dedos en tu cabello y te obliga hacer la cabeza hacia atrás, Naruto sabe a ramen y pasta dental, huele a duraznos y es cálido, los rayos del sol se le reflejan en el cabello y sus ojos son el cielo plagado de aves cantando. Naruto es la persona más importante, es tu amigo, es tu hermano, es tu primer amor.

Naruto es quien te sostiene esta vez, cuando las lágrimas te resbalan por el mentón y sazonan el beso con sal. Es hora de dejar de ir a tu sol personal. Él brillara para alguien más y tú, tú solo este agradecido de haberlo conocido.  En ese tiempo, en ese lugar y por siempre.

—¿Debería de aumentar la seguridad de Sasuke?

Sai con mermelada de fresa haciendo de lápiz labial, te pregunta desde la ventana, trae un traje oscuro, con la corbata deshecha y el bote de vidrio entre ambas manos, la cucharilla sigue en su boca, los sonidos de succión y dulce se escurren sobre sus palabras, tú solo elevas una de tus cejas, no encontrando como es que Sai puede introducir cualquier tema demasiado denso a una conversación sobre los cuentos de Cortázar, que te hacen falta y que él ha escrito a modo de lista para comprarte en secreto, Sai es pésimo para dar sorpresas. Ya has visto las notas sobre la pantalla de su teléfono más de 4 veces.

—¿Debería yo, responder a tu pregunta insulsa? — bebes un trago mas de café, con las piernas encogidas y la manta envolviéndote como una capa — porque no lo hare — dices al verlo abrir la boca, con ese brillo en los ojos que augura sarcasmo y palabras con doble sentido

 

—Tomare eso como un sí – Sai ríe antes de esquivar una almohada en forma de proyectil.

Son casi las dos de la madrugada y te encuentras en una casa al sur de la ciudad, tienes los ojos hinchados y la nariz un poco constipada. Sai mantiene la camisa blanca húmeda aun puesta, y el pañuelo, con olor a rosas y ahora sucio en su bolsillo, porque son tus lágrimas y no hay cosa más valiosa en el mundo.

Después de abandonar el parque, asegurándole a Naruto que tenias cosas que hacer antes de trabajar, caminaste sin un punto fijo por las avenidas, la vibración de tu celular, recibiendo el mensaje del día te hizo sostener el aparato en alto, Sai no podía ser tan inoportuno (oportuno) en tu momento más débil. Deslizante tu dedo sobre la pantalla, fueron dos timbres, 1 minuto y varias indicaciones antes de estar sobre el auto blanco con rumbo a la casa de Sai.

Fue un viaje silencioso, con nueva ruta y con “Lubally of birdland” de fondo a modo de repetición. Entraron a una casa con olor a madera nueva y sin muchos muebles, las paredes desnudas y la cocina de metal, un sofá de cuero y escaleras de caracol. La habitación de Sai, con una cama matrimonial y ropa aun dentro de una maleta abierta terminaron por describir lo impersonal del inmueble. Parecía que el Uchiha se acabase de mudar, pero no había cajas ni nada más que indicara eso.

No preguntaste, te dejaste guiar por sus manos frías y su olor a hierbas silvestres. Sai no pregunto, pudo leer la verdad en tus ojos, no te dio un pésame ni el hombro para llorar sobre él, te desnudo con lentitud, retirando cada prenda con cuidado y devoción.

La ironía se fue de ti junto a los bóxer, Sai, hincado al final de la cama, besaba los dedos de tus pies uno por uno, metiéndolos a su caliente boca, y sacando la lengua para llegar a los espacios entre ellos, lamio el empeine derecho  y mordisqueo los tobillos. Subió a base de dientes y saliva por la pantorrilla, hasta la parte rasera de tu rodilla, alzando tu pierna sobre su cabeza y depositándola sobre su hombro, acaricio los muslos y hundió la nariz sobre tu polla, respirándote sobre el vello púbico que se te rizaba más por la condensación de su aliento. Chupo tus testículos y beso, tal como si fuera tu boca, al glande de tu miembro, hundiendo la lengua en el orificio que hay en la punta de esta, sus dedos continuaban tocando los muslos, como si fuesen teclas de su instrumento favorito.

Siguió su recorrido, deteniéndose en tu ombligo, posando su oído sobre tu vientre y comunicándose con tu estomago, que poco a poco se desenredaba, tus intestinos llenaron el vacio que no habías notado en ese lugar, Sai alzo su cara y tú lo miraste, con sus ojos entrecerrados y la determinación empezándole a transpirar. Rozó su nariz contra la línea divisoria de tus pectorales y dio un beso de mariposa a tus pezones, dejó salir un suspiro justo sobre tu cuello, donde la vena de la aorta se conecta con el corazón, dio una larga lamida a tu mentón y se detuvo. Elevándose con sus brazos a ambos lados de tu cabeza y las putas de su oscuro cabello rozándote el rostro.

—Voy a besarte.

Fue más un jadeo que un aviso. Cuando sus labios tocaron los tuyos, tus ojos se cerraron automáticos, las lágrimas entonces cayeron por los costados, mojándote los oídos y humedeciéndote el cabello, rodeaste su cuello con tus brazos y  te aferraste a Sai. Con el dolor de la perdida aun cínico sobre tus memorias y con su ternura recogiendo todo eso que se te había desmoronado a cada paso que dabas en medio de la ciudad, cuando te alejabas del parque y de Naruto, para entrar a un nuevo mundo.

Hubo más besos, y lamidas de gato sobre la piel. Muchos avisos antes de tragar el aliento y gemidos de Sai, hubo mucho de todo y poco de nada.

Fue una resurrección pausada, lánguida casi flemática. Un Uchiha se convertía en lo que tú querías, y otro venia a llevarte a lo que te convertirías.

Bebes el último trago de café. Con los brazos de Sai rodeándote el pecho y sus piernas sobre tu cintura, te haces hacia atrás, su frente cálida te caliente el cuello, sus dedos dibujan sobre tu espalda confesiones que te hacen cerrar los ojos y escuchar solo el sonido de tu corazón como la música sin letra que Sai mas ama.

“M-E-G-U-S-T-A-S”

La inclinación de la “M”  comienza en tu lumbar y la “S” termina en tu coxis. Llevas una mano hacia atrás para detener el escrito que se repite una y otra vez sobre tu espina dorsal.

La vida es curiosa, piensas, siendo una cabrona de primera para después revestirte entre sus brazos y darte todo eso que mas necesitas, jalas a Sai hacia ti y le besas la comisura de los labios. Ese nuevo mundo lleno de grafito y olor a oleo, es oscuro y desconocido. Ya has puesto el primer pie para entrar en el.

 …

 …

 …

 

Estamos a un paso del final. Muchas gracias a todos esos lectores anónimos que estuvieron estos meses conmigo, acompañándome en cada nuevo capítulo, a aquellos que se tomaron el tiempo y la dedicación de escribirme un review, y a los que no también.

No me queda más que inclinarme ante ustedes, oh mis queridos y amados lectores. Por haber hecho de mi escritura un rayito de sol, que me hacia sonreír cada vez que la veía. Gracias, gracias, muchas gracias.

(1)Frase dicha por Rose para ser dibujada desnuda por Jack, en Titanic, 1997.


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