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Love Hurts por Thai Maqui

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Notas del capitulo:

Gracias por comentar, espero les guste.

No entendía como había llegado a esto.

 

- Mamá.

 

Claro, por el lindo Hoshi Kido.

 

Bastó un adorable fruncido de labios y sus grandes ojos amenazando con llorar para convencerlo de seguirlos hasta el apartamento. Realmente se sorprendió que Ikky siguiese viviendo en el mismo lugar a pesar de su dolorosa infancia y su pasado juntos. Bueno eso último era una tontería, para él su relación nunca fue significativa. 

 

Soltó un largo suspiro mientras sacaba un plato de la alacena en forma de conejo, seguro Shun se lo habría regalado. Se preguntó cómo ese pequeñín pudo robarle el corazón en solo tres segundos… supuso que debía ser algo hereditario. Seiya dejó de remover la olla, apagó el fuego y sirvió una pequeña porción de puré de papas con zanahoria.

 

- Ma… má.

 

- No – negó con suavidad mientras enfriaba la papilla  - Es Sei, repite Sei.

 

- ¡Mamá! – Gritó eufórico llevándose la pierna de pollo asado a la boca.

 

- Seguro extrañas a tu mami – esa frase le supo a veneno, aquella mujer tenía todo lo que él siempre deseo.

 

- No lo creo -  Seiya dio un respingo asustado. - Esmeralda nos abandonó hace seis meses y es la primera vez que Hoshi dice esa palabra.

 

- ¿Qué? – La revelación lo hubiese impactado más de no ser porque estaba embobado.

 

Ikky se encontraba parado en la entrada de la cocina vistiendo solo unos jeans bastante ajustados, pequeñas y estratégicas roturas solo acrecentaron el atractivo. Su cabello estaba húmedo y alborotado, dándole ese aire de chico malo y sexy que tanto le gustaba.

 

Seiya se atragantó, por los duros pectorales escurriendo finas gotas de agua. De pronto estaba muy sediento.

 

- Bueno tengo que irme – en ese momento seguro tenía la cara rojísima.

 

- Seiya hablemos – Ikky lo acorraló con suavidad contra la columna. Su aliento caliente chocando directamente en su oreja.

— Hice café – se liberó rápidamente, necesitaba recordar como respirar – ¿Te sigue gustando el hawaiano?

 

- Es mi favorito.

 

- Toma – ofreció una taza mientras se sentaba.

 

Varios minutos con sabor a largas horas pasaron. Seiya agarraba el asa muy fuerte, viendo las suaves ondas del líquido café formándose por el temblor en sus dedos.

 

- Cómo has estado – inició Ikky sin dejar de observarlo.

 

- Me va bien, vivo tranquilo y soy maestro en un jardín de niños -  sonrió al recordar a sus traviesos estudiantes.

 

- Pensé que serías piloto – Seiya lucía sorprendido  - era tu sueño.

 

- Bueno a ti siempre te gustaron los autos – trató de sonar normal - según Shun tu taller es muy popular.

 

- No puedo quejarme – dijo orgulloso  - espero que vayas a conocerlo.

 

- Oh… bueno – titubeó, la incomodidad volvió a tensar el ambiente.

 

- Lo siento, por todo – A los oídos del castaño la disculpa sonó distante. Pero Ikky siempre fue así, una persona solitaria y de indescifrables sentimientos. Realmente nunca llegó a conocerlo.

 

- Fue hace mucho, ahora lo entiendo – realmente no lo hacía, como podía resumirse todo en una simple disculpa – eso es cosa del pasado.  

 

- ¿En serio? – Ikky acercó más su silla, quedando a escasos centímetros del castaño. Sus labios curvados en una sonrisa traviesa y la mirada depredadora – Me olvidaste.

 

- No te burles – Seiya soltó una mueca malhumorada, lo estaba provocando adrede. Como se atrevía a jugar nuevamente con sus sentimientos.

 

- Sería muy tonto seguir enamorado de un imposible durante diez años – se encogió de hombros. - Fuiste mi primer amor y todo salió mal pero supongo que aprendí la lección – quiso sonar banal, restándole verdadera importancia al asunto, como si no le afectara. Por la expresión de Ikky supo que falló su cometido.   

 

- Tú seguiste con tu vida yo con la mía – era su idea o cada vez estaban más cerca.

 

- Te… perdone… hace… mucho – susurró bajito sin despegarse de esos atentos ojos azules. 

 

Fue un acto reflejo, en el que Seiya aprovechó la cercanía. Su pulgar acarició la cicatriz de la frente de Ikky. Con suaves y minúsculos círculos borró todo rastro del ceño fruncido. Al igual que tantas noches cuando compartieron la misma cama.

 

- Seiya… - el suave murmullo lo sacó de su trance. Un milímetro más y sus labios se hubiesen tocado.

 

- Debo irme estoy sudado – dijo rápido. – Además Shun me espera, quiere que le ayude a escoger con el sabor del pastel.

 

- Seiya… 

 

Giró apurado no quería que Ikky notara el ligero temblor de su cuerpo. Se acercó a la silla alta donde Hoshi terminaba su merienda.

 

– Bueno que tenemos aquí, un pequeño desastre - Seiya se agachó a la altura del nene, quién tenía más puré en sus mejillas y el babero que en la boca.

 

- Te felicito Ikky. – Le dio un sonoro beso en la mejilla a Hoshi, logrando sacarle una risita. – Tienes un niño precioso.

 

- Nos vemos.

 

Cuando cerró la puerta, el castaño prácticamente huyó por las escaleras. Solo bastaron cinco escalones para derrumbarse y contener las lágrimas. Muchos recuerdos y porqués atormentando su mente. De saber que iba a ser tan difícil y doloroso estar cerca de Ikky  jamás hubiese vuelto a pisar Japón.

 

 

2. Wisteria*

 

 

Seiya miró las palmas de sus manos, rojas, igual a sus mejillas por la calurosa noche de verano. Secó el sudor de su frente con su vieja camiseta y apiló el último costal de harina en la tarima.

 

- Hiciste un gran trabajo – alabó la pelirroja entrando al almacén. Los ojos marrones brillaron ante el gran vaso de limonada helada que traía en la mano.

 

Marin era la dueña de la panadería “Amai”, quién muy amablemente - luego que Seiya le rogara unas ciento cincuentas veces - le dio un trabajo de medio tiempo, apenas un par de horas con la condición de no descuidar sus estudios. A catorce de agosto faltaba unas pocas horas para que Ikky cumpliera dieciséis años.

 

Su rubor aumentó ante tal pensamiento. Seiya de trece años sabía que sus extraños síntomas tenían un nombre y apellido; amor. Cuando se armó de valor y le preguntó a su hermana si iba a morir ella río por su ingenuidad, besó sus cabellos y con ternura le explicó el porqué de su alocado corazón, las manos sudorosas y las cosquillas en su estómago. 

 

- ¿Que te comprarás? – preguntó viéndolo tomar del vaso sin respirar. – Me has pedido que guarde tu sueldo y de eso ya seis meses.

 

- Un regalo – dijo emocionado - para alguien especial.

 

- Oh, Seika estará contenta – habló por molestar, sabiendo perfectamente de quién se trataba. - Eres muy buen hermano.

 

- No… este… yo… veras – Marin aguanto la risita - es para Ikky. — Terminó por confesarle.

 

- Ya veo – asintió – Bueno aquí tienes.

 

- Esto es… -  medio tartamudeó mientras abría la caja color turquesa con líneas azules - ¿Cómo supiste?

 

- Pasabas todo tu tiempo libre mirando esa vitrina del centro comercial, fue fácil saberlo – Seiya apreció la chaqueta de cuero  envejecido, los tachones plateados y los detalles del bordado. 

 

Como si los pies le quemaran dio varios brinquitos de la emoción, se sacó los guantes junto con el mandil y corrió a la salida. Tres segundos después regresó y le dio a Marin un sonoro beso como agradecimiento.

 

Hacía dos semanas que no lo veía, sonaba imposible dado que eran vecinos pero el cansancio lo rendía ni bien llegaba a casa. Ikky también tenía un trabajo de medio tiempo en un taller mecánico. Ansioso llegó a la enredadera de Wisteria, formada entre las salientes de unas casas vecinas. De hermosas flores violetas, colgaba como una cascada. Apartó algunas y se metió esperando que Ikky pasara.

 

Bastó solo cinco minutos cuando lo vio, dejó la caja escondida y se tiró en su espalda. Por respuesta Ikky gruñó, pero lo atrapó con facilidad igual que en todas las ocasiones que el castaño hacía lo mismo.

 

-Seiya – reprendió fingiendo molestia.

 

- Ikky te extrañé. – Giró con una brillante sonrisa en los labios, hasta que vio la frente del mayor.

 

- ¡Qué te pasó! – Chilló sorprendido. Pasó sus pulgares delineando la profunda y rojiza cicatriz en su frente.

 

- Nada – contestó cortante sin alejarse de la suave caricia. - Tuve problemas con ese… tipo.

 

- Esta bien – Seiya sabía que no debía presionar.

 

-- Oh… ven, te tengo una sorpresa que seguro te animará — dijo entusiasta mientras lo jalaba al pequeño escondite.

 

— ¡Feliz cumpleaños!

 

—Seiya… esta es — murmuró asombrado. Era exactamente lo que quería.

 

-- Gracias —Ikky en un acto impulsivo abrazó a Seiya y comenzó a girar, dando vueltas en el angosto espacio, regalándole una genuina sonrisa. Toda su semana había sido el infierno y ese detalle, ese gesto de cariño del castaño le devolvió la alegría.

 

- Ikky… — Seiya estaba radiante de felicidad, eran tan pocas veces que el mayor le mostraba esa faceta. Sabía que había llegado el momento y no deseaba ocultarlo más, dio un profundo suspiro y abrió su corazón.

 

— Me… me gustas — confesó sin apartarse de sus brazos.

 

Ikky solo arqueó sus labios, en un intento por buscar las palabras correctas. No las encontró, no al menos sin sonar como un maldito bastardo insensible. Siempre vio a Seiya como el hermano latoso que nunca quiso tener. Lo toleraba por el bien de Shun.

 

No, era más que eso. A él le gustaba pasar tiempo con Seiya, había aprendido a aceptar su bulliciosa personalidad y la manera como se colgaba de su brazo cada vez que se veían, de soportar su interminable perorata de muchacho bocón y disfrutar su sonrisa, que algunas veces resultaba contagiosa. 

 

Seiya formaba parte de su vida. Era comodidad, aceptación, sosiego pero no amor.

 

Acaricio su cabello, jugando con algunos rizos cerca del oído, debía decirlo. Necesitaba alejarlo, empujarlo lejos pero hizo todo lo contrario.

 

—Tú también Sei.

 

Solo pudo estrecharlo más entre sus brazos y besar sus labios con delicada dulzura. Disfrutando de la calidez, la inexperiencia, el tímido sonrojo y el inusitado palpitar en su pecho. 

 

Sabía que no era correcto engañar a un chico tan dulce... O quizás era él quien se engañaba.

Porque, no reconocía que en lo profundo de su corazón lo deseaba.

 

 

***

 

 

- ¿Diga? – Seiya contestó el teléfono,  tan dormido como estaba a las dos de la madrugada tardó en procesar que el sonido provenía de su habitación. Los leves golpes se hicieron más insistentes, acompañados de gritos y llanto.

 

- ¿Ikky? – dijo extrañado, apenas con unos bóxers rojos puestos abrió la ventana.

 

- Ocurrió algo ¿Hoshi está bien? – Inquirió preocupado.

 

- Siento molestar. — Los ojos azules se desviaron y Seiya adquirió un vergonzoso sonrojo.

 

- Que pasa — preguntó apresurándose en ponerse unos pantalones de pijama desgastados y una fina camiseta.

 

- ¡Mamá! – escuchó el grito proveniente del apartamento aledaño. - ¡Mamá!

 

— Lo siento por despertarte — Seiya no dijo nada ante la disculpa mientras cruzaba por la ventada.

 

- Tranquilo bebé estoy aquí - la dulce carita estaba rojísima y empañada con gruesa lágrimas. Sus manitos pidieron que lo cargara.

 

— Ha estado así toda la noche — Ikky lucía incómodo, su rostro cansado y con ligeras ojeras.

 

 

- Shun era un ángel – sonrió al recordar a su hermano. – En cambio Hoshi es un diablillo.

 

-- Esta bien… no me importa – en realidad estaba agradecido. Tanto como deseaba esquivar a Ikky quería estar con Hoshi. Sonrió con ternura cuando paró de llorar. Ese niño sería su perdición, a cada segundo lo amaba más.   

 

- Recuerdas a June – Seiya asintió ausente meciendo al nene en sus brazos. – Es su niñera pero ahora que terminó la  Universidad… — dejó las palabras incompletas. Le costaba mucho continuar.

 

- Sabes tratar con niños, estás capacitado.

 

- Hoshi te adora – afirmó lo obvio viéndolo dormir tan tranquilo entre sus brazos. — Más que a mí al parecer.

 

-- Quieres que cuide a tu hijo – El castaño entendió la pregunta no formulada. - No creo que sea buena idea.

 

-- Tú lo dejaste claro, no hay nada entre nosotros – la voz fría lo atravesó congelando su pecho. Seiya lo entendía perfectamente, no necesitaba volver a escucharlo.

 

- Igual, me voy en un mes – su voz comenzó a mostrar dudas. Sabía que si aceptaba sería una decisión masoquista, cuando se marchara se arrepentiría toda su vida y dolería más que la última vez. Pero simplemente no quería alejarse, deseaba pasar el tiempo con ese par que tenía su corazón cautivo.

 

- Me dará tiempo de encontrar a la persona adecuada. — Insistió Ikky tras un largo silencio. -- Por favor.

 

 -- De acuerdo – aceptó -- ya es muy tarde, temprano hablamos de los detalles. – Seiya iba a colocar a Hoshi en su cuna cuando las manitos se aferraron a su camiseta y el ceño se frunció en el pequeño rostro. Resignado, se sentó en la mecedora.

 

-- Hay un cuarto de invitados…

 

— Así está bien de seguro se levantará por su biberón — el reloj de pared marcaban las tres, un par de horas y amanecería.

 

Seiya se sintió tranquilo, quizás fue por la extraña conversación o saber que pasarían tiempo juntos, no importaba. Cerró sus párpados para quedarse dormido.

 

—Que descanses Seiya. — El castaño sintió una mullida manta que lo cubría y luego las luces tenues…

 

—Te amo — creyó escuchar entre la duermevela…

 

Sellado por un cálido beso en sus labios.

 

Notas finales:

* Nombre científico de la glicina. En el lenguaje de las flores representa ternura


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