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Cinderella por Misa Tsukamoto

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Notas del capitulo:

Hola ^^ Cómo lo prometí hoy sábado he subido un nuevo capítulo~~ 

 

Espero les guste y les siga agradando la historia :3 

 

Nos veremos en el próximo capítulo ♥ 

Sus ojos observaban aquellos labios rosa moverse sin ton ni son. Las palabras salían de ella como un canto suave pero intranquilo, transmitía una angustia en su voz quebradiza y una desesperación en su alma protectora.

Había tomado la decisión de darle una oportunidad, de escuchar aquello que tan urgente parecía querer decir. Dudaba de que todo lo que ella le decía fuese real, él no podía ser Cenicienta, no podía ser aquella pobre y esclavizada mujer que tras los poderes de un ser mágico, se había convertido en esposa de un príncipe.

Aun así ahí estaba, sentado en una de las sillas que rodeaban la mesa de la cocina, apoyando sus manos en la madera de la superficie de ésta, mientras frente a él, la que se decía ser un hada le contaba que en su mundo, donde ella vivía en tierra de seres mágicos y fantasía algo no estaba bien. Su amigo, Cupido, le había confesado un secreto a ella, quien al enterarse no dudó en buscar a Cenicienta de una vez para ayudarle.

¿Cuál era aquel secreto? Junhong estaba a punto de averiguarlo.

 

–             A ver si entendí, ¿dices que soy la reencarnación de una Cenicienta llamada Yeh Shen que vivió en China hace miles de años atrás? – Zelo susurró las palabras como si deseara esconder que muy en el fondo de su corazón parecía estarle creyendo.

El hada sonrió y asintió con una gran sonrisa.

–             Así es, te llamas… bueno, llamabas Yeh Shen, eras la muchacha más hermosa que había visto, con el cabello negro y ojos grandes a pesar de ser rasgados – Sus ojos se iban brillando tras un recuerdo que rememoraba con dulzura. – Debes hacer algo Cenicienta… no quiero verte sufrir… – Levantó su mano y acarició la mejilla del joven.

 

Su piel suave como la seda, transmitiendo un calor extraño, casi maternal, que le hacía cerrar sus ojos; eran una sensación que lograba calmar su corazón, su alma inquieta y cualquier preocupación que Zelo pudiera tener, y todo aquello, con sólo su tacto.

De pronto se vio envuelto en un sueño; abrió los ojos de inmediato y retiró la mano de la joven. ¿Y si aquel sentimiento de paz era alguna droga que ella estaba empleando en su piel? Admitía que quizá exageraba y se estaba volviendo paranoico, pero ¿no es más fácil creer algo así que algo como lo que ella explicaba?

 

–             No entiendo qué tengo que hacer, ¿qué tengo que ver con el secreto que Cupido te confesó? – Ésta vez, se había puesto serio y ella también había borrado su tierna sonrisa.

–             Te lo explicaré… Cupido me confesó que tu Rey se enamorará de otra persona en una semana… – Bajó el rostro mientras la mirada anonadada del joven la observaba cuidadosamente. – Las flechas que Cupido lanza, no son flechas comunes como los humanos creen, sus flechas son de fuego, fuego que se instala en el corazón de las personas y así logran enamorarse. Éste fuego es potente y arde con pasión si el amor es verdadero y correspondido, y si las personas destinadas tienen la oportunidad de amarse, el fuego se aviva cada vez más; aunque mueras, el fuego seguirá presente en cada reencarnación, pero si en esas reencarnaciones las personas destinadas no vuelven a verse, o deciden no amarse… el fuego se irá apagando poco a poco, vida tras vida… – Hizo una pausa mientras Zelo procesaba la información.

Todo aquello no era fácil de explicar para ella, sus ojos parecían querer soltar lágrimas, porque así justamente le había pasado a su Cenicienta, tras reencarnaciones separada de su Rey, el fuego en el corazón de los dos se había vuelto pequeño y casi imperceptible.

–             Tus reencarnaciones no tuvieron la suerte de volver a encontrarse con tu Rey, no se han vuelto a amar desde aquellos años en los que se conocieron… y ésta es la última vida que el fuego en el corazón del Rey flamea por ti; tras ésta semana, Cupido me dijo que el fuego en el corazón del Rey se apagará por completo, ya no te amará… y un nuevo fuego nacerá amando a otra persona. No quiero que eso pase, Cenicienta, sufrirás mucho si lo pierdes, pues el fuego en tu corazón aún vivirá por dos vidas más, y serán dos vidas sin amor.

 

La perplejidad se manifestó en el rostro incrédulo de Zelo. No podía creer lo que la mujer le decía, era imposible que algo así fuese real, especialmente porque el amor del que hablaba quien se decía ser un hada, era un amor ilógico en los tiempos de hoy… un amor de cuentos, un amor con un felices para siempre, un amor que hoy en día no se veía… si todo aquello fuera real, el fuego en el corazón de las personas debería hacerlas amarse diferente.

 

–             ¿Qué ganas con todo esto? ¿Con todas estas mentiras? – Pronunció luego de un silencio prolongado. La mujer elevó su mirada llorosa y dolida; las palabras de Zelo habían ofendido sus sentimientos.

–             ¡Estoy diciéndote la verdad! ¿Aún no me crees? ¿Quieres que te lo pruebe? – Su voz se hizo chillona, sus manos apretaron el tul de su vestido y su entrecejo se frunció, quedando su bonita carita de muñeca redonda, completamente roja de enojo.

Zelo se tiró un poco hacia atrás en su silla espantado y luego volvió a sentarse recto; demostrándole así los cuantos centímetros que le sacaba de altura a la mujer.  

–             Pruébalo.

 

 

Su pedido había sido claro y como todo deseo de su Cenicienta, el hada complacida lo había hecho.

Pasó todo tan rápido que el cerebro de Zelo no logró hacer esas millones de “fotos” que luego se reproducen como imagen con movimiento ante nuestros ojos. Tan sólo había visto como la mano ajena se había elevado y se había apoyado en su pecho con total rapidez, y tras un instante se había adentrado a su cuerpo.

El pánico, el sudor frío que le recorrió, el terror de sentirse muerto y esa extraña sensación como si hurgaran dentro de su corazón, le había dejado totalmente mudo; en una situación así se esperaría un grito de miedo y desesperación, pero tan sólo su voz había quedado apagada como la llama de una vela en una tormenta de viento; de forma arrebatada y precipitada.

La mano de la mujer se fue retirando poco a poco y con ella, una pequeña llama de color rojizo y amarillo, flameaba entre sus dedos. No era grande, al contrario, era bastante pequeña y parecía casi sin vida allí fuera de su corazón. El efecto fue inmediato, el sentimiento más horrible que jamás hubiera conocido se había apoderado de su cuerpo.

 

Sentía angustia, angustia en todo su cuerpo, vacío y soledad como si la habitación se hubiera vuelto enorme ante sus ojos; el frío parecía sacado del más bajísimo infierno de Hades, le hacía erizar la piel mientras sus ojos se llenaban de lágrimas inexplicables. Se sentía tan mal, tan desolado y deprimido que no sabía a dónde habían ido sus ganas de vivir, su sonrisa tan aniñada y su energía de todos los días.

La llama seguía flameando ante sus ojos, y la sintió tan lejana mientras la añoraba de una forma extraña su corazón; como si le hubieran quitado una parte de su cuerpo, se sentía vencido y desganado, tan sólo podía ver la llama y llorar frente a ella… porque no se había dado cuenta cuándo sus lágrimas habían empezado a caer, pero el salado sabor de ellas llegó a su boca como el agua del mar que ahoga a quienes no saben nadar en él. Zelo se rindió, aún sin comprender qué estaba pasando, ya creía en la palabra de aquella mujer.

 

–             Así te sentirás sin tu Rey… sin tu fuego de amor. – Susurró con palabras claras; Zelo observó sus ojos miel por unos segundos antes de volver a ver la llama en sus dedos.

Así que así se sentiría perder el amor…

 

No soportaba más ver sus ojos tristes, su llanto y sabiendo lo que su cuerpo estaría sintiendo, decidió volver a introducir la llama dentro del corazón de Zelo.

Y cuando lo hizo, todas las sensaciones horribles que habían colmado el alma del joven desaparecieron, nuevamente el calor, nuevamente la alegría… nuevamente la felicidad.

Zelo ya no podía seguir negando que aquello era cierto; si el fuego no era convincente, entonces el que haya metido su mano dentro de su cuerpo sin haberlo asesinado entonces sí lo era.

Secó sus lágrimas con la manga de su remera y respiró hondo mirando al techo. Un suspiro salió de él, parecía tan costoso hablar, aún mantenía el nudo en su garganta pero pronto se iría; miró al hada y mordió su labio inferior, ¿cómo debía proceder ahora? Todo era muy confuso y reciente… irreal y extraño.

 

–             Te creo… – Reconoció con una caída de párpados – ¿Qué se supone que un simple mortal como yo pueda hacer? Si siendo tú un hada con poderes me viniste a buscar entonces algo he de poder hacer. – Habló calmado, su mente parecía estar en blanco.

–             Tienes que avivar la llama del amor del Rey – Dijo con alegría. – Hazlo que recuerde su amor. Eres Cenicienta, lo harás bien. – Tomó las manos del joven y sus ojos parecieron adentrarse en la mirada oscura de Zelo; podía hasta oír el latir de su corazón a través de su cuerpo, completamente acelerado.

–             Lo dices muy fácil… ni siquiera recuerdo yo, ¿cómo quieres hacer que le haga recordar?

–             Eso es algo que sólo Cenicienta puede saber. – Guiño su ojo con picardía.

 

 

Costó ya su debido tiempo, a que el joven asimilara el acontecimiento. No había manera de que su mente procesara aquello que le era contando, pero tras las pruebas del hada no le quedó otra más que confiar en su palabra.

Se sentía ido y lejano, pensando en aquel cuento de Cenicienta que tantas veces había escuchado. Siempre tuvo una duda sobre aquella historia y viendo la oportunidad que se presentaba decidió preguntarle al hada.

Preparó té para los dos y se sentó campante con  ella como si de toda la vida la conociera. La mirada serena y la sonrisa de lirio que agraciadamente la mujer le regalaba a Junhong con cada sorbo que daba a su taza, llegaban al alma del joven, como si un sentimiento fraternal se ubicara en su corazón. Sentía, sin haberla visto antes, que la conocía de toda la vida y más…

 

–             Siempre me pregunté ¿cómo es que un príncipe encuentra a una chica con única talla de zapato en todo un reino? ¿Cómo es que no había más mujeres que calzaran lo mismo? – Preguntó mientras empezaba a oír una pequeña llovizna que caía contra la ventana.

El hada le observó detenidamente antes de contestar.

–             Eso varía de Cenicienta a Cenicienta… no has sido la única en el mundo, de hecho hoy en día las hay actuales. Pero en tu caso fue sencillo. Tu padre siguiendo con los ideales de belleza de la época, vendó tu pie cuando eras una niña, mientras tú te desarrollabas, tu pie adquiría forma dentro del vendaje…  ya sabes, huesos rotos y malformaciones. – Sonrió – Es por eso que tu pie no alcanzaba a 10cm, y así fue como conquistaste al Rey… – Suspiró terminando de contar mientras sus ojos se fijaban en el aire recordando la época antigua y el amor de Cenicienta.

Mientras a su frente, Zelo estaba a punto de sufrir un dolor psicológico intentando recrear en su mente lo que debió haber sido crecer con los pies vendados. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal y tembló sin poder evitarlo; aquello era algo totalmente sanguinario, y aunque no lo viviera en ése momento, de sólo saber que una de sus antepasadas vidas lo soportó, sus pies dolían mientras encogía los dedos dentro de los calcetines.

–             Eso es horrible… – Sólo pudo pronunciar.

–             Sí, lo fue… – Bebió otro poco de la taza – ¿Algo más que quieras preguntarme? Estoy aquí para contestar cualquier duda que tengas. – Sonrió con dulzura mientras Zelo clavaba su mirada en ella; pensativo, curioso…

–             Ya que lo dices… – Hizo una pausa frunciendo el entrecejo, lo que estaba a punto de preguntar era una duda que le carcomía por dentro desde que comenzó a creer en toda aquella situación. – Si soy hombre… eso quiere decir que el rey es mujer, ¿cómo sabré cual mujer es? ¿Cómo la encontraré?

–             Oh, no querido – Sus ojos mostraban sorpresa ante las preguntas del joven, negó rápidamente con su cabeza a la par de con sus palabras – Que hayas cambiado tú de sexo no significa que él lo haya hecho; han pasado tantas vidas que han sido ya de todo… pero en ésta coinciden sus sexos…  

–             ¿¡Qué?! – La pregunta salió de sus labios, más como protesta que como una pregunta real; ahora todo cambiaba su punto de vista. – Yo no soy gay, jamás podría enamorarme de un hombre… – Comentó con confusión.

El hada sólo sonrió y levantó sus hombros en una pequeña señal que parecía querer trasmitir un “lo siento” mudo.

 

Quería hablar más de aquel tema, demostrar el enojo que ahora sentía, ¿cómo era posible que él se terminara enamorando de un hombre? De sólo pensarlo el asco parecía correr por sus venas, y no es que fuera homofóbico, pero de pensarse en brazos de otro hombre… besando los labios de éste con pasión o dulzura, era algo que no podía soportarlo, su cuerpo sentía escalofríos; más porque desde niño la sociedad no le había enseñado que el amor era así… incluso los cuentos de hadas jamás tenían protagonistas con un mismo sexo, siempre era la princesa y el príncipe…

Pero todo esto cambiaba la perspectiva de Zelo; quien a su corta edad e inexperiencia en asuntos del corazón, no sabía que para el amor no hay forma, ni edad, ni sexo… 

Entonces fue en ese momento que Youngjae entró al apartamento; sus pisadas se sintieron desde la cocina y cuando menos lo esperaba, su compañero ya estaba frente a ellos, con una mirada curiosa y extraña a la joven que no conocía.

 

–             Hola… – Saludó inseguro. – ¿Tú eres…?

–             ¿Yo? – Preguntó con ingenuidad.

Su mirada rápidamente buscó la de Zelo, quien a su vez no podía comprenderla… ella no tenía nombre, Cenicienta era quien debía dárselo; porque ella nacía cada vez que nacía Cenicienta…

–             Soy… Coffee… – Dijo algo insegura viendo las letras del recipiente de café. Youngjae la miró atónito y Zelo casi golpea su cabeza con la palma de su mano.

–             Mucho… gusto… – Susurró haciendo pausas. Miró al maknae del grupo esperando una explicación y éste bajó un poco la cabeza.

–             Es una amiga… del barrio donde nací, vino a visitarme. – Mintió, sin poder ver a los ojos de su hyung.

 

En eso las voces con altos volúmenes de Yongguk y Himchan se dejaron oír desde la sala, habían vuelto.

 

–             ¡Déjame ver tus dedos! – La ronca voz de Himchan retumbó en la sala.

–             ¡Himchan! – Protestó Yongguk.

–             ¡Sigues delgado! – Sentenció luego de ver sus manos.

Junhong oyó la escena desde la cocina, rememorando aquella fábula de Hansel y Gretel donde la bruja se cercioraba de que hubieran engordado tras ver sus dedos siempre.

Era curioso que ahora que esa hada apareciera en su vida, todo le pareciera de cuentos. Pero no era extraño en Himchan siempre proteger a los demás y cuidar de su alimentación y salud, y más si se trataba de Yongguk, quien con tal de trabajar ni comía a veces.

–             ¿No hay nadie? ¿Junhong? – La voz de Himchan se oyó alta y luego un susurro de “no molestes, debe estar durmiendo” acompañó sus preguntas, proveniente de Yongguk.

–             Estoy en la cocina hyung, Youngjae hyung está conmigo. – Dijo finalmente y ambos mayores caminaron hasta encontrarlos.

La sorpresa fue grande al encontrar a la joven allí sentada. Himchan no pudo evitar pensar que ella era demasiado bonita, y como mujeriego que ocultaba ser no podía evitar pensar en conocerla mejor… y más si ella aparecía sola en su apartamento.

Al contrario de él, Yongguk no estaba muy feliz, había dejado sólo a Zelo, con una misteriosa mujer que le decía ser Cenicienta… ¿y si aquella era la misma mujer? Quizás Zelo corría peligro… pero de ser así el joven no la hubiera dejado entrar a la casa; pues él no era ingenuo como las princesas…

–             Hola, Kim Himchan a tus órdenes – Sonrió simpático el segundo mayor.

El hada miró a Zelo, quien con mirada curiosa la examinaba viendo sus actos.

–             Hola… mi nombre es… – Nuevamente la visión de la joven se paseó por la cocina. – Sugar. – Sonrió y Zelo no pudo esconder una pequeña y simpática sonrisa.

–             ¿Tu nombre no era Coffee? – Indagó Youngjae.

–             Su nombre es Coffee Sugar – Zelo rio – Es una vieja amiga y ya se iba. – Se levantó de la silla y jaló a la joven.

 

El hada con pena se fue despidiendo de los chicos que estaban allí, mientras su Cenicienta le arrastraba de un brazo para sacarla fuera del apartamento… y fue entonces cuando recordó que no tenía a dónde ir.

Le rogó al joven  quedarse más él no aceptó.  No podía seguir dejando que aquella atolondrada mujer, hada, o lo que fuese siguiera metiendo la pata como con los nombres. Con la mirada más seria que tenía, el menor de gran altura le dijo “adiós” mientras sus manos abrían la puerta principal.

Y justo en aquel momento, Daehyun giraba el pestillo para entrar, su mano quedó agarrada a él y fue arrastrado con el movimiento de la puerta, cayendo así delante de Zelo, quien no hizo más que inclinar su cuerpo hacia atrás. El mayor estaba tan cerca y sus ojos tan fijamente posado en los suyos que pareciera que el aire susurraba palabras que él no comprendía, era absorbido por aquel mar de profundidades oscuras que los ojos ajenos eran, mientras en su pecho un calor extraño comenzaba a emanar.

Como si el fuego de su amor hubiera crecido un poco más.

 

 

–             ¡Qué lindo es ver a Cenicienta y el Rey juntos! – Susurró con su femenina voz intentando que así nadie la escuchara, pero manifestando su alegría.

Aun así sólo Zelo había comprendido sus palabras, y mientras sus ojos se abrían con sorpresa rogaba que Daehyun no le hubiera oído. 

Notas finales:

Gracias por leer ^^ 


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