Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Te he echado de menos por minimay

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Una pareja que siempre me ha gustado es Yorki x Brook, por ello hice este one-shot, porque todavía no he visto ni un solo fic que hable de ellos dos. Este es el primer Yorki x Brook, corregirme si me equivoco en esto... Ojalá esta pareja crezca un poco, no al nivel de otras que van muy avanzadas, pero que se haga a conocer un poco. 

Sin nada más que decir... Ha sido un placer escribir esto... Os dejo leer... 

Era un día agradable. Los pájaros aprovechaban la tarde para volar libremente junto a su bandada; alegres, despreocupados, sin miedo a caer… El cielo estaba casi completamente despejado, tan sólo adornado por un par de nubes que parecían algodones de azúcar. Éstas, lejas de afear el paisaje, lo embellecían, pues hacían que el azul del cielo resaltase aún más y lo hiciera parecer un bonito cuadro pintado por el mejor de los pintores. Un lienzo, sin duda, digno de admirar. El mar, como pocas veces se había visto en el Nuevo Mundo, estaba en calma. Desde que habíamos llegado al Nuevo Mundo, los Mugiwaras no habíamos podido disfrutado ni un momento de tranquilidad; primero la Isla Gyojin, después Punk Hazard y en ese momento íbamos de camino a Dressrosa.

Los tripulantes del Thousand Sunny al fin podíamos disfrutar de la brisa marina, y de paso, seguir con nuestras actividades fuera de la rutina que habíamos llevado estos últimos días, que consistía básicamente en pelear contra toda amenaza que se acercase. Algunos como Robin y Chopper se dedicaban a leer; otros como Nami, Sanji y Franky ejercían tareas tales como estar atenta a futuras anomalías del clima, cocinar y arreglar algún que otro desastre que el capitán había causado. Yo tocaba una canción con el violín a petición de Usopp, que intentaba pesar algo para la cena, pues  el agujero negro al que llamamos capitán había devorado a más de la mitad de los peces que antes rellenaban el tanque. Caso aparte eran Caesar Clown y Trafalgar Law, pues el primero dormí a pierna suelta ya que en lo que llevaba en el barco no le habían dejado descansar; y el segundo miraba al horizonte, como siempre, ajeno a todo lo que le rodaba. Y a todo esto, Luffy… Luffy sólo gritaba que había una isla a la vista.

A lo lejos, una pequeña isla de verano se divisaba en el horizonte; la primera que habíamos visto después de Punk Hazard. En menos de un minuto, todos los nosotros nos hallábamos reunidos en cubierta, Law y Caesar incluidos. Como era costumbre, utilizamos palitos de diferentes tamaños para ver quién se quedaba de guardia en el barco. Esta vez había un palito más, en vez de 9 eran 10, pues Law también participaba. No quería quedarse en el barco, pero, ¿qué podría pasar? Era imposible que de 10 palitos a él le tocara el más pequeño. Pero en el Nuevo Mundo todo se hacía posible, y si a eso se le suma el hecho de que la suerte del moreno era una mierda… Al final le acabó tocando el más pequeño… Pero no se iba a quedar en el estúpido barco haciendo guardia, o al menos eso interpretaba yo al verle fulminar el palito con la mirada. Ignoro lar razones, pero él no parecía estar precisamente bien en esos momentos, y no iba a aguantar que le obligasen a hacer guardia en el Sunny. Tiró el palito por la barandilla del barco y juró delante de todos que si le obligaban a hacer guardia, él mismo se encargaría de destrozar el barco con su Nodachi.

Acabé tomando la responsabilidad de encargarme del barco yo mismo, cosa que Law agradeció. De todas maneras… Prefería estar en el barco, pues era el que menos ganas tenía de ir a la isla. Tampoco era por falta de ganas, sino porque sabía que todos los demás tenían algo que hacer.

Sin nada que hacer, decidí leer un poco el periódico, pues hacía ya varias semanas que no tenía noticia alguna del mundo exterior. Pero nada, no había ni un solo periódico, seguro que el capitán los había malgastado todos haciendo aviones de papel… Seguí buscando hasta que me topé con un periódico. Era de hace un año o así, cuando los Mugiwaras estábamos aún separados. Lo ojeé rápidamente, sólo leyendo algunas noticias más o menos de interés... Una en cuestión me llamó la atención: Bartolomeo el caníbal y Cavendish el pirata príncipe, los dos nuevos supernovas. Así que ya teníamos dos nuevos posibles enemigos… Pero quién sabe… En el Nuevo Mundo nada tiene sentido…

-¿Qué le pasará a Law-san…? –Pensé comenzando a andar hacia el camarote de los hombres.  

Algunos de la tripulación se habían dado cuenta de que Law había estado algo ausente estos últimos días, llegando al extremo de golpearse un par de veces por accidente contra el marco de las puertas, cosa por la cual Luffy y algunos más nos habíamos estado riendo por horas enteras. Quizás se había deprimido demasiado por el comportamiento infantil y agotador de Luffy, pero no podía ser eso, pues las chicas y Sanji habían tenido una larga conversación con Luffy para que dejase a Law en paz. Al principio el muchacho no entendía por qué tenía que dejar a su “amigo” tranquilo, ya que sólo quería jugar con él, pero las chicas le habían explicado que “Torao” parecía estresado. Aun así Luffy seguía con el mismo argumento de querer jugar con Trafalgar, así que Sanji tuvo que amenazarle con dejarle sin comer una semana si no le dejaba en paz. Tras esa amenaza, Luffy permanecía a más de tres metros del ojeroso. Pero no había cambio alguno en su actitud… Siempre ausente, siempre callado y siempre mirando al horizonte… Hasta juraría que una vez lo vi llorar, pero descarté esa posibilidad al instante.

Llegué al camarote de los hombres, como siempre hecho un desastre… Aunque fueran tan desordenados, realmente me agradaban Luffy y los demás; además, no me puedo quejar del desorden, pues yo también desordeno más de lo que ordeno. Por otra parte, ellos me habían vuelto a dar una razón para vivir y me habían sacado del solitario y triste futuro que me esperaba, y por ello daría mi vida por mis nakamas. Aunque ya estaba muerto…

Avancé hasta estar frente al espejo y me miré detenidamente. No soy muy de arreglarme, pero un esqueleto como dios manda no debía descuidarse demasiado… Estrujé su afro, como siempre muy esponjoso… Saqué mi lengua para humedecerme los labios, estaban algo secos… Pellizqué sus mejillas y froté un poco su nariz… Finalmente me froté los ojos… Inmediatamente después pegué un grito y caí de culo al suelo. ¡¿Desde cuándo tenía lengua, labios, mejillas y nariz?! ¡¿Por qué me acababa de ver vivo en el espejo?! Con miedo, gateé lentamente hasta quedar de nuevo frente al espejo, seguía viéndome vivo… Seguro que era una de esas visiones provocadas por la soledad que me hacían verme vivo al lado de mis nakamas, por ello lo ignoré. Hasta que vi algo… Algo verde acababa de pasar justo detrás de mí… Estaba a punto de echar a llorar, hacía años que no tenía esas visiones… ¿Por qué ahora las tenía? ¿Por qué? Mordí su labio con fuerza… No quería volver a pasar por esto, y menos ahora…

-¡No juegues conmigo! –Grité al mismo tiempo que golpeaba el espejo.

Los trozos de cristal cubrieron toda la habitación, mientras que algunos se impregnaron en mi carne, causándole cortes leves que hacían que unas pequeñas gotas de sangre bajasen por mi puño. No lo podía creer aún… ¿Eso era sangre? ¿De verdad? Era un esqueleto, no podía volver a tener carne y sangre.

-Me alegra comprobar que después de 50 años sigues siendo un idiota… -Dijo una voz burlona detrás de mí.

No podía ser… Me jugaría el brazo a que esa era la voz de mi capitán… No de Luffy, sino de mi fallecido capitán además de amante, Yorki. Pero él había muerto hace 50 años, era imposible que estuviera detrás de mí. De todas formas… No quería verle… O más bien, no podía hacerlo. Tenía miedo de darme la vuelta y ver al rubio burlón con el que tantas aventuras de toda clase había vivido en mi vida pasada, pero me daba más miedo que tras verle desapareciera sin más. Asustado y agobiado, agaché la cabeza y comencé a llorar mientras apretaba los puño a tal punto que mis nudillos empezaron a tornarse blancos.

-No te pongas así… Que sabes que te lo digo con cariño… -Siguió burlándose en un tono más suave.

Cada palabra me confirmaba un poco más que el hombre que me hablaba era Yorki. No me había olvidado todavía de él, jamás lo haría, pero había conseguido superar su muerte… Y justo ahora, cuando todo iba bien, una voz comienza a hablar como Yorki. Todo era tan absurdo… Sólo quería despertar para comprobar que todo era una horrible pesadilla, para mi desgracia o fortuna, no fue así…

-Va Brook… Deja de llorar de una vez, que no eres un niño… -La maldita voz… ¡La maldita voz seguía insistiéndome! ¡¿Por qué no se callaba?!

-¡Cállate! ¡¿Quién eres tú y qué haces aquí?! ¡Vete si no quieres problemas! –El miedo y la desesperación habían logrado vencerme. Me dejé llevar, ni siquiera pensé en qué había dicho. La única respuesta que recibí fue un “pum”, el sonido de alguien bajándose de una litera. Unos pasos se empezaron a oír, acercándose a mí, y después una mano se posó en mi espalda.

-Brook… Mírame… -Me ordenó con la suave voz que siempre me tranquilizaba en el pasado. Al contrario de lo que ordenó, yo sólo baje más la cabeza. –Por favor… -Rogó de nuevo.

Sentí cómo se arrodillaba enfrente de mí. Luego dos manos se posaron en mis hombros. Poco a poco comencé a incorporarme hasta quedar también de rodillas, pero aun así no despegué mi vista del suelo. El agarre de mis hombros aumentó n poco su fuerza, sin hacerme daño en ningún momento, más bien dándome fuerza. Levanté mi cabeza poco a poco y vi su rostro frente al mío… Sus dos tatuajes en forma de F en la barbilla y debajo del ojo, su sonrisa de oreja a oreja, su hermosa nariz, sus ojos que reflejaban toda la alegría que parecía estar sintiendo y su sedoso pelo rubio coronado por su sombrero blanco característico… Todo… Sin duda alguna era él, justo como lo había recordado todo este tiempo… Pero esta vez las manos no le temblaban, no llevaba esa estúpida mascarilla blanca ni tenía manchas moradas por todo el rostro como la última vez que nos vimos. Quería abrazarle hasta asfixiarle, pero tenía miedo a que sólo fuera una ilusión y acabara dándome de cara al suelo. Pero tenía a mi amado capitán enfrente después de más de 50 años, y no sólo mi capitán, sino también el único hombre al que he llegado a amar tanto en mi primera como en mi segunda vida. En ese punto me daba igual correr el riesgo de partirme la cara contra el suelo, me lancé hacia él y le abracé lo más fuerte que mis temblorosos brazos me permitieron. Él correspondió al abrazo, todo parecía tan real… Sus brazos eran firmes y parecían tragarse todo mi miedo por momento. Estuvimos abrazados por minutos, no me dejó separarme hasta que dejé de llorar del todo. Su voz, su olor y su calor me hicieron darme cuenta de que todo era real, hasta el punto de llegar a ser absurdo.

-Te he echado de menos… -Susurró ensanchando aún más su sonrisa, a tal punto que amenazaba con retar a las leyes de la anatomía humana.

Se acercó lentamente a mí hasta que nuestros labios se juntaron. Era extraño volver a sentir sus suaves labios contra los míos, eso me traía tantos recuerdos agradables… Pero no podía ser, eso no debería de estar pasando, yo era un esqueleto y él estaba muerto… Pero no me podía apartar de él, no podía negarme a ese calor tan embriagador. Era como la mejor y la más adictiva droga de todo el océano, y lo mejor de todo es que sabía que esa droga sólo era única y exclusivamente para mí. Nos separamos, yo temblando, él firme.

-Yo… Yorki… -No podía parar de temblar y tartamudear; los nervios, el miedo y la sorpresa me superaban. –Tú deberías… E-estar… Mu-muerto… -En un momento el mundo se me echó encima al decir la triste realidad. –Y yo… Yo debería ser un esqueleto… Entonces… ¿Por qué?

-No nos despedimos como es debido… No creo que por retar un poco al universo y a la lógica pase nada… ¿No? –Como siempre, él tan despreocupado… Desde luego, seguía siendo el mismo…

-No entiendo nada…

-Tampoco hace falta que lo entiendas… Uno de los problemas del ser humano es que se ata a las cosas que conoce y huye de lo que para él no tiene lógica… -Suspiró, luego me cogió de las manos y me miró como un niño que ha visto un juguete y le pide a sus padres que se lo compren. Siendo Yorki, ya sabía lo que iba a decir. –Tócala una vez más… Quiero volver a escuchar esa canción…

Con una pequeña sonrisa de cansancio, me levanté y cogí mi guitarra. Era bien sabido que de su amor por la música perduraría hasta después de la muerte, y más el amor que le tenía a esa canción. La afiné un poco y comencé a tocar, pero me detuve al ver cómo Yorki me fulminaba con la mirada.

-¿Qué? –Pregunté confundido, estaba tocando esa canción, no comprendía el porqué de esa reacción.

-Brook… Veo muy bien que te hayas modernizado… ¡Pero no modernices mi preciada canción! ¡La quiero en piano! –Tenía una rabieta y hacía un puchero digno de admirar, eso desde luego…

-Tú tampoco has cambiado… -Murmuré con una sonrisa.

Le guie hasta donde estaba el piano, por el camino se fascinaba con cada cosa que veía. Jamás había visto un barco tan grande… Bueno, Franky había hecho un buen trabajo diseñando y construyendo el barco, pero se notaba a leguas que Yorki no había visto ni la mitad del mar… Llegamos a donde estaba el piano, en el acuario. Como me imaginaba, el rubio salió corriendo a pegarse al cristal para contemplar los peces. Suponía que le iba a gustar, pero exageraba un poco… Si ya de por si estaba ilusionado, ni me imagino cómo se habría puesto si el tanque hubiera estado un poco más lleno de peces.

-Brook… ¿Crees que aquí cabría Laboon? –Preguntó al ver un tiburón, uno de los pocos peces que habían sobrevivido al ataque de hambre de Luffy.

-De cría posiblemente sí… -Laboon… Cuánto echaba de menos a esa ballena, pero por lo menos, estaba bien.

-Entonces la podríamos haber traído con nosotros… -En su voz se notaba la nostalgia, pero tenía razón, nos la podríamos haber traído en el tanque… Sin embargo…

-No creo que hubiese sido buena idea… Habría tenido el mismo destino que todos nosotros. –Me mordí el labio al recordar a mis antiguos nakamas, habían pasado 50 años, pero la cara de todos y cada uno de ellos seguían gravados a fuego en mi memoria. Cómo olvidar los buenos momentos…

-¿El mismo destino? ¿A qué te refieres? –Preguntó confundido. Claro… Me debía de haber figurado que Yorki no estaría al tanto de todo lo que pasó.

-Todos morimos aquel día… Nos cruzamos con un navío demasiado poderoso y nos hirieron con armas envenenadas. Sólo yo me salvé gracias a la Yomi Yomi No Mi.

-¿Y tus nakamas de ahora? –Preguntó perplejo, eso le había tomado por sorpresa. Señalé un trozo de la pared donde estaban colgados los carteles de recompensa.

-Monkey D. Luffy, el próximo rey de los piratas. Roronoa Zoro, el futuro mejor espadachín del mundo. Kurohasi Sanji, encontrará el All Blue. Usopp, será un bravo guerrero del mar. Nami, hará el mapa más completo y fiable del mundo. Nico Robin, investigará el Siglo Vacío. Tony Tony Chopper, el médico que será capaz de curar cualquier enfermedad. Franky, hará de este barco el mejor llevándolo por todo el mundo. Y yo. –Les presenté a todo ellos, y como me esperaba, se sorprendió con sus grandes metas.

-Y… ¿Estás bien con ellos? –Preguntó forzando una sonrisa torcida para nada creíble; podía ser despistado, despreocupado y a veces idiota, pero eso no quitaba que se preocupase por mí.

-Claro, daría mi vida por ellos, pues arriesgaron las suyas para salvarme. Cada uno de ellos es digno de admirar, por ello los seguiré hasta el fin del mundo.

Asintió con la cabeza y sonrió. Después buscó el piano con la mirada y cuando lo encontró se subió en la tapa. Me indicó que me sentara, y así lo hice. Siempre que le tocaba el piano pasaba lo mismo, él se sentaba ahí para acompañarme, y muy de vez en cuando él se unía a cantar. Esta vez no fue diferente. Cada estrofa de la canción me traía distintos recuerdos con mi antigua tripulación, por ello me encantaba cantarla una y otra vez, y ahora con la compañía de Yorki era mucho mejor. En serio que añoraba estos momentos… Me pregunto cómo pude vivir sin él 50 años…

-¡Echaba tanto de menos esta canción! ¡Es simplemente genial! –Empezó a gritar con una enorme sonrisa pintada en su rostro. Añoraba verle así, tan ilusionado y feliz.

Pero recordé algo que Yorki debía saber, y aunque le doliese, tenía el derecho de escuchar aquello. Saqué el Dial de mi cráneo y antes de que me pudiese preguntar algo, lo pulsé.

-No quería que sufrieran tanto… -Fue lo único que pude decir cuando la canción empezó a sonar.

La última canción que cantamos todos juntos, el último suspiro de todos mis nakamas, que gastaron el último aliento de sus pulmones para cantar y así no alargar el sufrimiento de la muerte. Las voces empezaron a apagarse, hasta que sólo quedó el sonido de un piano, que poco a poco también se apagó, hasta quedar la grabación completamente muda. Es entonces cuando Yorki comenzó a llorar.

-Tú… Fuiste… Un gran capitán… -Dijo entre sollozos que ahogaba mordiéndose el labio inferior. Limpió sus lágrimas con el dorso de la mano, por vergüenza, supongo.

-No más de lo que lo fuiste tú… Para todos, yo incluido, tú siempre fuiste el capitán de los Piratas Rumbar. –Dije con una sonrisa mientras me acercaba a la puerta.

-Eh… ¡¿A dónde vas?! Justo cuando me estaba poniendo sentimental… -Se quejó inflando levemente sus mofletes. Así era el capitán… Funcionaba por impulsos, no por el uso de la razón. Igual que Luffy… ¿Habrá algún capitán serio en el Nuevo Mundo? En realidad sí… No hay más que ver a Trafalgar Law. He visto a monjas más animadas que él…

-Brook… Tengo sed… -Se quejó en un tono suplicante. Pero qué coño suplicante… Si le faltaba ponerse a llorar...

-Estas muerto, no es posible que un muerto tenga sed… -Le reproché, o más bien recordé, con el ceño fruncido. Después de pensar en lo que había dicho, mi pecho empezó a doler. ¿Cómo podía haber sido tan subnormal? Seguro que eso le había sentado mal, y lo sé por experiencia. En serio, soy un jodido idiota.

-Pero tengo sed… -No le afectó, ni un poquito, nada de nada… -Por cierto… Quién ha dicho que yo estoy muerto…

-¡¿Entonces estás vivo?!

-Nah, sólo te devolvía lo de antes… -Hijo de puta… Mi capitán podía ser idiota, pero estaba claro que sabía vengarse… Al menos de mí…

Con el ceño fruncido, le llevé hasta la cocina. Más o menos pasó lo mismo que pasó en el acuario… Registró todos y cada uno de los rincones de la cocina, el frigorífico incluido, como si nunca hubiese visto una concina en su vida. Era fácilmente impresionable, pero si era Yorki, entonces estaba bien. Le lancé una cerveza, pero aunque la vio venir, ni siquiera le esforzó para cogerla, la dejó caer al suelo. Suspiré y fui a recogerla, pero al dársela, esta vez en la mano, la tiró él mismo al suelo.

-¿Y ahora qué? –Pregunté molesto, golpeando levemente el suelo con los pies.

-Me ofendiste... Quiero algo a cambio…

Le volví a ofrecer la cerveza, y de nuevo la tiró al suelo. La recogí, pero esta vez no se la entregué. Sabía de sobra lo que esperaba que hiciese, pues ya lo había tenido que hacer muchas otras veces años atrás. Me incliné hasta quedar a la altura de su cara y lo besé, un pico fugaz que apenas duró un segundo, pero no iba a hacer nada más. Le volví a ofrecer la lata, pero sólo puso una cara inocente.

-Lo siento… Estaba distraído… -Mintió con un tono inocente, acorde a la cara que había puesto.

-¿Quieres la cerveza o no? –Pregunté apartando la lata un poco.

-¡SÍ! ¡Dame! –Exigió agarrando la cerveza.

La abrió, y como era de esperar, un chorro de espuma salió de la lata y acabó empapándonos de cerveza a ambos. A quién se le ocurre abrir una cerveza cuando se ha caído dos veces al suelo… Empapado y con olor a cerveza, fruncí el ceño y le miré a los ojos.

-¿Contento mi capitán? –Pregunté escurriéndome las mangas de la camisa, que habían sido las más afectadas por el derrame.

-No me llames capitán. –Respondió molesto, ¿Acaso le había ofendido?

-¿Por qué mi capitán? –Insistí, pue sabía que sus enfados no solían durar demasiado y de todas formas, quería picarle un poco.

-Porque no lo soy.

-Sí lo eres, mi capitán. –Vale, esto ya era en serio y no sólo para picarle…

En un movimiento que no pude predecir ni esquivar, consiguió agarrarme del cuello de la camisa. En sus ojos no brillaba la emoción ni la felicidad de antes, más bien temblaban de ira.

-Tienes a Luffy, él es tu capitán, ¿entiendes? Yo formo parte de otros tiempos. ¡Así que no me vuelvas a llamar capitán! –Me soltó con brusquedad y se sentó dándome la espalda.

Sus palabras rebosaban de ira, pero pude diferenciar entre todo ese falso enfado un poco de... ¿Dolor? Sí, dolor, en sus palabras había dolor. No entendí exactamente el porqué del repentino enfado, pero lo que sí pude entender era que el rubio estaba celoso.

-Puede que ahora Luffy sea mi capitán, pero para mí tú siempre serás mi capitán. No sé si lo entiendes, pues ni yo mismo me entiendo… Los buenos momentos que pasé a tu lado no los podrá sustituir nada ni nadie, ¿entiendes? Ya te lo dije una vez, pero no me importa repetírtelo; fuiste el primero y siempre serás el único. Pues si la mal no recuerdo; no crecí junto a Luffy, no me hice pirata por él, no aprendí a tocar el piano para tocar su canción favorita, no le prometí que le amaría por siempre, no me acosté con él…  -No me creí haber dicho todo eso… Simplemente no me lo creí…

El ambiente se volvió tenso por unos largos segundos, el silencio empezaba a acomodar… Yorki se dio la vuelta lentamente, encarándome con un sonrojo que adornaba su lindo rostro. Sometido por tanta ternura, me di la vuelta para no verle, no iba a caer en esos ojos de cachorrito como tantas otras veces había caído.

-Olvidemos esto y enséñame el resto del barco. –Dijo con un tono animado y despreocupado. Obviamente, para mí esas palabras significaban: enséñame el resto del barco, que ya habrá tiempo de recordarte tus palabras una y otra vez.

Le seguí enseñando el barco, siempre esperando con algo de miedo el momento en el que se burlase de mis palabras. Por lo menos tenía el consuelo de que dijese lo que dijese él también sentía lo mismo, pues ya me lo había demostrado demasiadas veces de las que debería haberlo hecho… Pero no me quejaba, tampoco tenía motivos de quejarme al fin y al cabo. Me faltaba por enseñarle un único camarote, el de las mujeres. Ambos entramos, pero Yorki me obligó a pasar primero.

-Este es el camarote de Robin-san y Nami-san, las dos… -Me interrumpió el sonido de la puerta cerrándose lentamente.

Me di la vuelta para ver por qué a Yorki le había dado por cerrar la puerta, seguro que tenía en mente alguna travesura, cosa que me confirmó la sonrisa malvada que estaba pintada en sus labios. Un sudor frío comenzó a recorrerme la nuca, algo me decía que esa sonrisa significaba algo más que una jugarreta. No sé en qué momento consiguió tirarme boca arriba en la cama de Robin y él se me tiró encima, con ambas piernas a los lados de mi cintura.

-Esto no es gracioso… -Dije nervioso, forcejeando para deshacerme del agarre de mis muñecas, que sólo aumentó su fuerza.

-¿Acaso alguien se está riendo?

Con la misma sonrisa de antes, comenzó a besar mi cuello posesivamente, marcando cada parte de éste. Lo mordía con ganas, como un león desgarrando la piel de un antílope. Aquí éramos cazador y presa, el problema es que la presa quería huir antes de que el cazador acabase atándole completamente en la red. Como pude, logré levantarme, sólo que el rubio siguió enganchado a mi cintura con las piernas. Corrí como un idiota por el camarote, pero no había forma humana de que me soltara.

-Brook… Sólo un poco… Llevo más de 50 años sin que me toquen…

-¡Pervertido! ¡Suéltate! ¡Eres un pervertido! ¡Esto está mal!

-¿Hacer el amor con la persona que amas está mal? ¿O acaso no me amas? –Preguntaba decepcionado, pero para mí sólo estaba fingiendo ese tono de voz.

-¿Qué parte de lo que te he dicho en la cocina no entiendes? ¡Pero ahora suéltate! –Exigí frunciendo el ceño.

Para mi sorpresa, me hizo caso y se soltó de repente. No me lo esperaba… Sinceramente creía que iba a seguir insistiendo hasta que yo cediera, que era lo que estaba a punto de hacer. Me empecé a preocupar cuando vi que se sentaba y enterraba la cabeza en sus rodillas. Corrí y me senté a su lado, me asustaba verle así.

-Tengo miedo…

-¿Miedo de qué?

-De no ser los mismos de antes… Tengo miedo a que todo haya cambiado… -Me sentí mal al escuchar aquello, pues en el fondo yo también tenía ese miedo. Pasó más de medio siglo desde la última vez que estuvimos juntos, ¿habrían cambiado nuestros sentimientos desde entonces?

-Podríamos haber cambiado… Pero antes también me perseguías por el barco para que me acostara contigo y antes también tenías esas rabietas tontas… Al menos eso no ha cambiado… -Me quedé algo más tranquilo al decir eso, la verdad, pues algunas dudas se habían ido.

-Ya pero…  Nuestros sentimientos no son los de antes. –Afirmó enterrando aún más la cabeza en sus rodillas. No entendía, si ya le había dicho que le quería…

-¿No entiendes? Ya te he dicho que te quiero.

-Ya pero… Yo no… Han pasado más de 50 años así que… Ya no te quiero…

Mi corazón se retorció y quiso dejar de latir, mi respiración se aceleró y mis ojos empezaron a picar. Él ya lo había dicho, ya había dicho la verdad, él no me quería… Pero había algo que no cuadraba… Los besos, las sonrisas, los abrazos… ¡¿Para qué todo eso si no me quería?! Puedo ser idiota, al igual que él, pero nos conocemos lo suficiente para saber cuándo alguno de los dos está mintiendo.

-Mírame a la cara y repítelo. –Ordené cogiéndole del pelo para que levantase la cabeza.

Se resistió a levantar la cabeza, pero al final lo hizo por mis tirones a su cabellera rubia. Su cara era todo un puzle, cada parte decía una cosa diferente… Su suave sonrisa daba a entender que a pesar de que decía la verdad todo estaba bien, la típica sonrisa de “todo va a ir bien”. Por sus mejillas sonrojadas sabía que estaba pasando vergüenza con todo esto. Sin embargo, sus ojos ni siquiera me miraban, ni a mí ni a nada... Sus ojos tristes eran adornados por dos pequeñas lágrimas que caían de éstos.

-¿Ves…? No te… No… Yo… -Le miré con tristeza, apenas podía decir algo coherente. Se mordió el labio y se tiró hacia mí, me abrazó con fuerza y comenzó a temblar entre mis brazos. ­–Lo siento… No puedo negarlo…

-¿Y para qué negarlo? –Pregunté alzando una ceja, mi capitán como siempre tan impredecible… Pero tierno…

-Puede que antes estuviese bien… Pero… Ya no…

……….. Narra Yorki ……..

Estúpido Brook, ¿por qué no entendía? Lo quería, pero debía negarlo a toda costa para no hacerle daño. Sim embargo no pude hacerlo y acabé llorando entre sus brazos, ahora le haré más daño aún. ¿Por qué tuve que hacer esto e ir? ¿Por qué hice tal gilipollez después de 50 años? Aunque desde un principio mi intención fue buscarle para arreglar las cosas y quedar como amigos para hacerlo todo más fácil para él, pero como el mayor gilipollas del mundo empecé consolándolo… Aunque eso me pareció bien, pues los amigos se consuelan entre ellos, pero acabé besándole… Soy idiota… Y después el numerito de la cerveza para empeorar aún más la situación… No debí haber hecho eso, y todo por culpa de mi estúpido corazón y de mis estúpidos sentimientos hacia Brook.

-¿Por qué no? –Preguntó sobándome la espalda.

Dejé de llorar y me convencí a mí mismo para poder hablar coherentemente y con determinación, si volvía a vacilar acabaría consiguiendo lo contrario a mi objetivo. Me separé y le encaré.

-Esto es un engaño, ¿entiendes? Tú eres un esqueleto y yo… Eso no importa… Mañana volverás a ser un esqueleto y yo ya no estaré, por eso esto está mal. Ya hubo una despedida, ya hubo un adiós, no hay por qué pasar por lo mismo dos veces. No nos podemos volver a encariñar el uno con el otro, sino será más difícil. No quiero hacerte daño, Brook... Yo te amo pero… -Mierda, había vuelto a decirlo, a este paso jamás avanzaremos. –Pero no podemos estar juntos, ni siquiera saber si existo o no o si nos volveremos a ver o no. Lo mejor es cortar por lo sano.

-Más daño me harás si no estás conmigo, además, ¿has pensado en el daño que te estás haciendo a ti mismo? -¿Daño? Qué importa lo que a mí me pase… -Importa, Yorki, importa. -¿Tanto me conocía que hasta sabía lo que estaba pensando?

-No tengo más que decir, Brook, se acabó. –Le sonreí y me levanté. Creo que mi corazón se rompió al ver que no me seguía, ni siquiera cuando abrí la puerta para irme. Pero… Quizás me precipité…

-Yo era el que solía decir eso. -¿Cómo? –Yorki, se acabó, esto sólo nos perjudicará tanto a nosotros como a los demás. Eso es lo que siempre decía. –Tenía razón…. ¿Cuántas veces me había dicho eso en el pasado? Pero sabía que mentía… Por eso siempre le daba la vuelta a la situación y estábamos bien 2 o 3 meses, luego la situación se volvía repetir. –Pero nunca me creías, como era de esperar… -Sentí que me cogían de la cintura y me tiraban boca arriba en la cama. –Luego siempre me tirabas a la cama al mínimo despiste. –Intenté escapar, pero nadad, sus piernas a ambos lados de mi cintura me lo impedían. Tampoco podía quitármelo de encima, porque me sujetaba de las muñecas. –Intentaba escapar, pero tú eras más fuerte y me lo impedías. –Mi sombrero fue tirado al suelo, al igual que mis botas, mi chaqueta y mis pantalones. Asustado, le miré a los ojos, o mejor dicho, a las gafas oscuras que siempre le acompañaban. –Me lo quitabas todo menos la ropa interior mientras te miraba asustado, como la presa mira al cazador. –Había sido él esta vez el que había dado la vuelta a la situación, y a decir verdad, tenía miedo. Mejor dicho… Teníamos miedo… Lo noté cuando empezó a acariciarme el abdomen lentamente, con las manos temblorosas a más no poder. –Me acariciabas el abdomen sin pizca de vergüenza ni miedo. –Al contrario que él, yo nunca tuve vergüenza ni miedo, pero en ese momento lo sentía Temblando, conseguí coger una de las almohadas para cubrirme la cara. –Cogía lo primero que tenía a la mano para cubrirme. –Las caricias pararon y el agarre cedió, pero no pasó poco tiempo cuando volví a sentir sus piernas a los lados de mi cintura, sólo que esta vez no me agarraban de las muñecas. Me descubrí la cara, como había esperado Brook sólo llevaba la ropa interior puesta. –Pero al descubrirme ya estabas semidesnudo. –Se acercó lentamente a mis labios, podría haberle detenido fácilmente, pero no lo hice, dejé que me besara. Ese fue el principio de mi sumisión, eso fue a lo que dio lugar a todo lo que pasó después.

Se arrodilló junto a la cama y desde allí comenzó a acariciarme el pecho. Cada caricia era como una descarga eléctrica a mi piel, una y otra vez, haciendo que mi cara cada vez se pusiese más roja. Si por mí fuera me hubiese ido corriendo hace un rato, pero mis piernas no respondían, sólo me quedé ahí parado, porque para qué negarlo, me estaba gustando. El problema era que todo era demasiado raro… No estaba acostumbrado a ser tocado, eso es todo. Más rara se puso la situación cuando sus caricias se acercaban cada vez más a mis pezones, pellizcándolos de vez en cuando. Pasó lo inevitable, ya sin vergüenza ninguna uno de mis pezones fue atendido por su mano y el otro por su boca. Después de un rato su mano bajó hasta mis boxers, apretando levemente mi miembro por encima de la tela.

Terminó quitándomelo todo, dejando a la vista mi más que notable erección. ¿Desde cuándo había sido tan vergonzoso estar desnudo enfrente de Brook? Esto lleva a otra pregunta… ¿Quién es este y qué han hecho con el verdadero Brook? La muerte le ha afectado demasiado al cerebro. ¿Dónde quedó el Brook vergonzoso? Este Brook también me gustaba… Pero… ¿En qué momento me había quitado la ropa interior? Quiero morir… Otra vez… Pero, ¿morí? Qué importa eso ahora…

Comenzó a masturbarme lentamente, qué digo masturbarme, torturándome. Incluso cuando usó su boca me siguió pareciendo tortura, pues no lo hacía rápido, no, tardaba una eternidad en recorrer mi miembro con su lengua, y lo hacía a propósito. Mi estado era más o menos al mismo estado en el que está alguien al que le van a vacunar, mirando a cualquier sitio menos la aguja, en mi caso, mirando al techo fijamente. Mi vista se nublaba por momentos, supongo que por el placer. El camarote se llenó de mis jadeos, lo cual me avergonzaba, pero no los podía retener. Mi cara, roja como un tomate; mi respiración, irregular; mi corazón, agitado. Me arqueé en la cama, estaba a punto de correrme a este paso, pero cómo no… Él me tenía que detener… No me dejó correrme en paz…

Fui volteado en la cama, al menos en esa posición no podía verle… Lo cual mejor, o peor, según el punto de vista en el que se mirase, pero bajo el mío, era mejor. Casi doy un bote en la cama cuando sentí una molestia justo en el trasero, por basto que suene me estaba metiendo el dedo en el culo. Suena asquerosamente mal… No dolía, pero me molestaba, lo que no supe es cuándo se había humedecido los dedos. Sentí sus labios en mi espalda y luego en mi nuca, besándola y mordiéndola de vez en cuando.

-¿No dirás nada? –Un segundo dedo fue introducido, eso me empezaba a doler levemente, pero no era para tanto. No contesté a la pregunta, sólo negué con la cabeza, aún enterrada en la cama. –Parece que te esté violando. –El tercer dedo fue introducido, ya no podía decir que no era para tanto, porque sí lo era. Dolía, pero no me iba a quejar. Esta vez afirmé con la cabeza como respuesta.

-Fuele… -Me quejé apretando mis ojos lo máximo posible.

-¿Qué?

-Fuele…

-No se entiende…

-¡Que duele! ¡Joder! ¡Duele! –Levanté un poco la cabeza para que me entendiera.

Se rio y comenzó a simular penetraciones, ¿acaso quería romperme? Me dolía como mil demonios pinchándome con sus tridentes justo en el culo, o eso fue hasta que tocó mi punto “sensible”, o en otras palabras, mi próstata… Sin poder evitarlo, gemí, lo que pareció satisfacerle, pues aumentó el ritmo de las penetraciones simuladas y las dirigió más a ese punto que me hacía gemir. Estaba en un estado de sumisión absoluta, como un perro siendo acariciado por su dueño… Vergonzoso, pero placentero… Como un acto reflejo, di una estocada para pedir más, me odié a mí mismo por haber hecho eso.

-Suficiente… -Murmuró al retirar los dedos de mi interior.

-Maldición… -Murmuré enterrando todo lo que podía mi cabeza en la almohada que antes que antes había utilizado para cubrirme.

Era ahora o nunca, si la cosa seguía adelante ya no habría vuelta atrás. Era el momento de pararle e irme, quedar sólo como amigos y terminar esta relación que tantos años duró. Pero mis piernas no se movían, tampoco mis brazos, todo mi cuerpo estaba paralizado. ¿De verdad quería terminarlo todo? Una vez lo hubiésemos hecho, esto sería como un pacto que nos mantendría juntos hasta que nos volvamos a encontrar. Pero yo… No podía permitir que mi Brook me esperase cuando ni yo mismo sabía si nos íbamos a poder ver de nuevo. Yo quería estar con él… El ser humano suele ser egoísta, ¿me podría tomar la libertad de serlo por una vez? ¿Podría dañar a los demás por mi felicidad por una vez? He mentido, ya no podía para esto ni aunque lo intentase, ya no había vuelta atrás.

Lentamente, noté cómo era penetrado poco a poco hasta quedar completamente dentro de mí. Eso dolía a rabiar, dolía más que si te disparaban una bala de cañón en la cara. Puede que no llegase a ese extremo, pero dolía, tanto que unas lágrimas empezaron a correr por mis mejillas, siendo paradas por la almohada.

-¿La primera vez? –Preguntó con un tono de voz burlón, demasiado para mi gusto.

Gruñí y como pude en mi posición, le hice un precioso gesto con el dedo corazón. Se rio y cogió mi mano, y si era su intención tranquilizarme, lo hizo. Apreté nuestras manos cuando comenzó a moverse, era extraño sentir eso dentro de mí, moviéndose y haciéndome daño. Esta sensación era una verdadera molestia, con razón Brook se me resistía tanto cuando me quería acostar con él… De nuevo su pene tocó mi próstata, de nuevo me arqueé y dejé salir un gemido semi-ahogado por la almohada. Mi cuerpo estaba cada vez más raro, cada vez quería sentirle más sin importar el dolor, que ya estaba empezando a desaparecer. Cada penetración era como una descarga eléctrica, primero a mi próstata y después se extendía lentamente por todo mi cuerpo.

Ya me cansé de esta posición, no me permite ver nada, aunque al principio me daba vergüenza mirarle, ahora no me importa hacerlo. Como puedo, le aparté de encima para darme la vuelta en la cama, de tal como que quedé boca arriba con las piernas abiertas a más no poder. Una posición tan sumisa como indefensa, luego me golpearé contra la pared al recordarlo, por ahora intentaré disfrutar lo más que pueda. Lo digo una vez más, Brook es un estúpido, sólo se me quedó mirando extrañado sin hacer nada. Suspiré con pesadez y le tiré en la cama para ponerme a horcajadas encima de él. No me creí que de un momento a otro estuve penetrándome a mí mismo, marcando el ritmo que yo quería y de vez en cuando, besándole. Mi cuerpo estaba lleno de gotas de sudor que parecía rocío mañanero. Podía sentirlo, el final estaba cerca, por ello aceleré el ritmo y comencé a masturbarme al ritmo de las penetraciones.

-Yo… Yorki… -Murmuró Brook, más colorado incluso que yo.

De un momento a otro, sentí un líquido espeso dentro de mí, llenándome completamente y haciéndome estremecer. El ritmo de mis caderas y mi mano aumentó. Me arqueé y le besé mientras me corría en mi mano y en parte de su vientre. Luego simplemente, me dejé caer en su pecho medio dormido.

-Promete no olvidarme, porque juro que nos volveremos a ver. –Dije somnoliento abrazándome con fuerza a él.

-Te lo prometo… Porque… Te amo… -Contestó una voz somnolienta.

-Y yo… No me importa que seas un esqueleto, ¿sabes? –Me sinceré acurrucándome en su pecho.

No hubo respuesta, sólo unos ronquitos. Sonreí y cerré mis ojos para yo también, quedarme dormido.

----------------------------------------------

Me desperté como pasada una hora, no se escuchaba nada, sólo los leves ronquidos de Brook. Estaba frío, no entendí por qué hasta que lo toqué, y en vez de su piel palpé algo duro. Me levanté de la cama y froté mis ojos, Brook ya volvía a estar en su estado normal, un esqueleto. Sonreí torcidamente y me levanté de la cama para recoger mi ropa del suelo y empezar a vestirme, me debía ir ya. Sinceramente, no me importó demasiado que fuera un esqueleto, le seguía queriendo igual. Ya totalmente vestido, lo cogí en brazos y lo llevé al camarote de los hombres, supuse que no sería bueno para él que lo descubrieran en el camarote de mujeres. Antes también era fácil de cargar, pero ahora pesaba muchísimo menos por ser sólo huesos. Lo dejé en una de las literas de arriba y besé su frente.

-Volveré… -Murmuré con una sonrisa.

Ya había anochecido, en cubierta no había ni un alma. Cuando estaba a punto de irme, vi una sombra a unos metros de mí. Así que no estaba solo al fin y al cabo…

-Yorki el Cálico. –Me nombró el hombre con una voz no asustada, tampoco sorprendida, parecía algo arrogante. Sus ojos brillaban a pesar de la oscuridad, y por más que me esforcé en averiguar quién era el sujeto, no lo identifiqué. Una cosa estaba clara… Él no estaba en los carteles de recompensa que estaban colgados en el acuario.

-Veo que me conoces. –Dije con una sonrisa de orgullo, parece ser que mi nombre no se había borrado del todo.

-Todo el que sepa un poco del West Blue ha oído hablar de ti.

-Me alagas, enano.

-¿Enano? Sólo una persona me puede llamar así… -Su voz se apagó al decir eso, entonces había alguien en la mente de ese misterioso hombre…

-Ya veo…

-Cierra la boca. –Recuperó su actitud firme. –Desapareciste hace más de 50 años, sin embargo aparentas poco más de 30 años. Se rumorea que moriste a costa de una enfermedad, ¿se puede saber el motivo de tu presencia? –Preguntó desafiante al tiempo que cogía su arma.

-Si tu objetivo es pelear contra mí, no hay problema.

El hombre tiró su arma delante de él.

-No quiero desperdiciar energía, así que contéstame, ¿cuál es el motivo de tu aparición?

-Sólo echaba de menos a alguien, eso es todo.

Pasé al lado del hombre para irme de una buena vez, pero no pude evitar fijarme en él. No soy un experto en estos temas, pero podría jurar que él también echaba de menos a alguien, y ese alguien es el que le llama “enano”.

La distancia duele, pero podré soportarla al pensar en que algún día nos volveremos a juntar. El juramento de volver a encontrarnos está en pie. Por ahora te deseo suerte, Brook, cuando nos volvamos a ver serás un gran pirata, lo sé… Por ahora, yo vuelto a mi exilio entre la vida y la muerte, ahora más tranquilo, pues sé que sigues siendo el mismo Brook al que conocí cuando apenas éramos unos niñatos que se juntaban en la calle para tocar mi canción favorita.

Notas finales:

Y bien, ¿qué os ha parecido? Disculpar si el lemon es algo flojo, pero no soy muy buena escribiendo lemon y encima esta pareja me ha parecido rara de escribir... Una pregunta... ¿A quién véis más como el seme y quién como el uke? Usé a Brook por la altura, pero luego tuve mis dudas... Voy a empezar a trabajar con esta pareja un poco más, por eso querría saber vuestra opinión. 

Creo que más de uno se alegrará al saber que uno de mis fics va a renacer de nuevo después de mucho tiempo... 

Dejando eso a parte, quizás haga otro One-shot hablando de lo que le pasó a otra persona mientras estaba por la isla, eso lo dejo a vuestra elección. 

May-chan se despide, besos a todos ^.^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).