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Entre los ojos del asesino por FantasticShow

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Notas del capitulo:

Primera vez que sus miradas se cruzan. 

Estaba mirando concentrado la pantalla del móvil desde la cama de su habitación, en donde tenía un documento enviado por su jefe. En aquél escrito se hallaba toda la información necesaria del muchacho que tenía que matar; ¿cómo un muchacho tan lindo como ese debía pagar la cuenta? Un sinfín de fotos de su víctima se colaban en el documento junto a la información.

 

*Nombre: Lee SungJong.

*Edad: 21 años.

*Nacionalidad: Coreano.

*Domicilio: Sureste de la zona empresarial de Seúl.

*Lugar de estudio: Universidad de Artes de Seúl.

*Ejerce: Artes musicales.

*Misión: Asesinar a cualquier costo.

*Motivo: Venganza.

 

MyungSoo se quedó mirando la sencillez que tenía ese muchacho a pesar de sus ropas caras y lujos; en las fotografías se podía ver su alegría y ganas de vivir, su ingenuidad e inocencia, su perfección y hermosura. Su estómago dio un leve vuelco que se le antojó incómodo. Bueno, tendría que matarle sí o sí para obtener un buen dinero y así comprarle los medicamentos a su madre, la cual le alertó con un ataque de tos desde la habitación continua.

Se levantó con rapidez y corrió hasta la habitación de su madre, abrió la puerta de casi una patada y observó a su progenitora toser con fuerza, cubriéndose la boca mientras se retorcía en la cama.

-Mamá, mamá… -El muchacho se apresuró en ayudar a su madre, sentándola en la cama para hacerle entrega de sus medicamentos junto a un poco de agua. Limpió con cuidado las manchas de sangre de las manos de su madre para luego mirar la gaveta de la mesita de noche; las cajas de medicamentos se estaban agotando lento y seguro. Las Isoniazidas se estaban agotando en el lugar donde siempre compraba sin receta médica y la Rifampicina estaba subiendo muchísimo en su precio. Como mínimo, necesitaría aumentar sus horarios de trabajo.

Miró el reloj de la mesita de noche; marcaba las 22.30 p.m. Tenía que salir a investigar.

-Gracias, hijo… Pero esta enfermedad me está matando de a poco –La voz de la joven y enferma mujer le sacó de sus pensamientos. Miró su delgado y pálido rostro, frunciendo el ceño ante sus palabras.- La tuberculosis ataca rápido, MyungSoo… ¿Por qué no dejas ese trabajo tan peligroso y te quedas conmigo? Consigue otro, hijo, uno que sea más… Legal.

-Mamá, tu mejor que nadie sabe que ningún otro trabajo me dará el dinero como para comprar los medicamentos que te hacen falta –MyungSoo habló con cuidado y cariño. Él trabajaba de asesino a sueldo sólo para costear la enfermedad de su madre, aunque también trabajaba a medio tiempo en una costosa tienda de ropa en uno de los centros comerciales de la ciudad pero ese dinero era destinado a ropa necesaria, algo de comida y accesorios para sus armas. Necesitaba ese trabajo sí o sí, para su madre; sonaría egoísta, pero quería retenerla el mayor tiempo posible.

-Pero, MyungSoo… -El nombrado negó con la cabeza y se acercó a ella para besar su frente con cariño, levantándose luego.

-Madre… Soy asesino, me pagan por matar, y aunque no me guste, tengo que hacerlo. Pagan muy bien como para dejarlo –Observó como su madre asentía, sabía que tenía razón. Maldito mentiroso. ¿No le gustaba matar? Le encantaba, le fascinaba, era un placer indescriptible el sentir la muerte rodeando su entorno. Si fuera por él, estaría asesinando por días y noches.-Saldré ahora, te vendré a ver mañana, ¿sí? Y llámame si necesitas algo, ¿está bien? –Comentó antes de salir sin esperar respuesta de su madre, aunque escuchó a lo lejos un “cuídate” cuando caminaba por el pasillo.

Llegó a su habitación y se cambió de ropa por algo adecuado. Se colocó unos jeans ajustados negros y lo suficientemente cómodos junto a unos bototos de igual tono; dejó su torso cubierto por una sudadera negra de tirantes delgados y ajustada al cuerpo. Se terminó por colocar un abrigo delgado negro y un pañuelo del mismo tono. Tomó su móvil y la tarjeta que estaba sobre el escritorio de su habitación. En ella estaba la dirección de la casa del muchacho de la fotografía que había visto el día anterior. Ese chico… Algo había causado en MyungSoo que le dejó “marcando ocupado” pero tenía que cumplir con su trabajo. Sabía que sus compañeros ya habían hecho el trabajo de investigarle o seguirle. Ahora era su turno y como le gustaba trabajar de noche, ya era hora de salir.

A la hora, llegó a la zona empresarial de la ciudad, sabiendo perfectamente donde ir gracias a la tarjeta con la dirección, y por supuesto, qué hacer. Se estacionó en un callejón al lado de una librería y miró a la calle contraria; en ella había una mansión que abarcaba un poco menos de una cuadra, destacando por su antigüedad y bien cuidado, como también por el cerco que cubría todo el sector que abarcaba la casa de tres pisos. Según la información que había recibido, SungJong tenía su habitación en el segundo piso, con vista al patio. Sin demora cruzó la calle y rodeó la casa para observar alguna entrada libre del lugar; sólo bastaron dos minutos para encontrar dos barras de fierro sueltas así que se colocó los guantes de cuero para retirarlas con cuidado de no hacer ruido. Con éxito, se halló dentro de la casa y observó la luz encendida de una de las habitaciones del segundo piso junto a una silueta delgada que caminaba de un lado para otro. Bingo. Rápidamente, y con un obvio entrenamiento previo, escaló hasta el balcón con agilidad y casi se fundió con la pared. No podían descubrirle, andaba con una simple navaja en la espalda y no mataría al sinfín de guardaespaldas que debía tener el muchacho.

Se acercó a la ventana con cautela, notando las cortinas a medio cerrar, así que se dispuso a observar con cuidado como el muchacho de cabello rosa se paseaba en busca de algo mientras se quitaba la ropa y la dejaba desperdigada por el suelo. Tenía el torso al desnudo, por lo cual MyungSoo quiso no tener la necesidad de respirar nunca más; el muy maldito era… Hermoso. Estaba hipnotizado por la blancura de su piel, por lo tersa que se veía a través del vidrio de la ventana, por lo levemente marcado de sus músculos, por sus hombros delgados y cintura estrecha, por sus caderas esculpidas por un renacentista, por su muy pequeño tatuaje en la zona lumbar… ¿Un tatuaje? ¿El niño rico tenía un tatuaje? Parecía ser un pequeño dibujo de un par de rosas azules, tan pequeño que si no fuera por la vista desarrollada que tenía no lo hubiera visto nunca.

-Que rebelde… Y sensual… -Susurró antes de darse cuenta de que su voz sonó un par de volúmenes indebidos puesto que el joven al interior de la habitación volteó con rapidez y se colocó una camiseta a la rápida, apresurando el paso hacia la ventana para observar detenidamente todo el lugar, frunciendo el ceño. MyungSoo aguantó la respiración puesto que en segundos ya se hallaba sobre la barandilla del balcón, pegado a la pared como una goma de mascar, manteniendo el equilibrio sobre las puntas de sus pies.

-Qué extraño… -Escuchó la voz ajena en casi un susurro. A la mierda… Era jodidamente melodiosa y juró que flotaba sobre la barandilla del balcón, haciéndole perder el equilibrio por un segundo, sujetándose con fuerza de la pared para no caer. Cuando dejó de notar la presencia del chico en la ventana se bajó con cuidado para nuevamente acercarse al vidrio y observar a SungJong gatear sobre su cama, recostándose en las mantas mirando hacia una de las paredes.

-Es muy lindo este niño… -Susurró antes de sentir su móvil vibrar. Chasqueó la lengua en silencio y bajó del balcón con un doble salto, rodó por el césped y sacudió su cabeza antes de mirar a los costados por si acaso. Se levantó y corrió en dirección hacia el mismo lugar por donde había entrado, posteriormente corrió hacia su motocicleta y cuando estuvo sobre ella contestó la llamada sin ver quién recurría a él a esas horas.

-¡MyungSoo! –La voz al otro lado de la línea se escuchaba agitada y hasta desesperada.

-¿HoWon?  -MyungSoo frunció el ceño. Hoya nunca le llamaba a esas horas, con la excepción de que fuera necesario y muy urgente.

-¡Sí, ¿dónde estás?! –Prestando mucha atención a la llamada, podía escuchar un par de leves gritos provenientes de voces conocidas.

-En la zona empresarial, ¿qué pasó? –Dijo con la típica voz fría dirigida hacia su compañero, comenzando a conectar los auriculares para conducir durante el llamado.

-Chorong no está, DongWoo y WooHyun están heridos en la mansión –MyungSoo suspiró y bufó con un gruñido en medio.

-Malditos impertinentes, voy para allá –Dijo MyungSoo antes de comenzar a conducir camino a la mansión; ya luego buscaría más información sobre el chiquillo que debía matar.

Este joven asesino había tomado un curso de primeros auxilios cuando comenzó el trabajo para luego seguir estudiando sobre diversos tipos de heridas, entrando así en un Instituto para estudiar un poco más de medicina; a pesar de sus buenas notas tuvo que dejarlo por falta de dinero y el cuidado de su madre, viviendo así como asesino a sueldo y como dependiente de una tienda de ropa a medio tiempo. Ahora, camino a la mansión, sabía que esos dos estarían reclamando por sus heridas, uno más que el otro, SungGyu los estaría regañando por su descuido y Hoya le estaría secando las lágrimas a DongWoo.

Chorong era la doctora de la mansión, amiga del grupo y amante de un día a la semana de WooHyun; lo último era sólo por necesidad… Carnal. Con Chorong había aprendido mucho más de la medicina y cuando ella no estaba, era MyungSoo el único que sabía tratar heridas de todo tipo. Era como el curandero en segundo grado del grupo.

Cuando llegó, los gritos y rabietas de WooHyun se escuchaban por toda la estancia, haciéndole rodar los ojos y subir de inmediato las escaleras hacia la sala de enfermería. Entró por la puerta de cristal y se quitó el abrigo dejándolo sobre una silla. Se lavó las manos lo más rápido y minucioso que pudo y colocó guantes quirúrgicos sobre ellas. Miró a los presentes en la sala y bufó; SungGyu y Hoya acompañando a los heridos, sirvientas cuchicheando por un rincón y empleados observando la escena con morbo.

-Todo el mundo fuera –Indicó con voz autoritaria.- SungGyu y HoWon se quedan –Todos asintieron y SungGyu miró al joven con preocupación. WooHyun tenía una herida de bala en el hombro y algunos cortes en los brazos, en la cara y en las manos.- ¿Qué pasó? –Observó a Hoya y SungGyu abrir la boca al mismo tiempo.- Y me cuentan de a uno.

-Estábamos investigando y nos encontraron los guardaespaldas del Canciller, nos comenzaron a disparar y este imbécil sacó medio cuerpo por la ventana del auto y empezó a disparar con mi arma… Le hicieron caer del auto –SungGyu luego de relatar lo que había pasado, se colocó a la cabeza de la camilla en donde estaba WooHyun, quien se aferró rápidamente a él con una mano y mucha fuerza, bufando y respirando agitado.

-¿Y DongWoo? –Preguntó MyungSoo mientras preparaba lo necesario para curar a los heridos. DongWoo estaba todo magullado y ensangrentado, con profundas heridas en la cabeza y las mejillas; por lo hinchado que tenía el costado izquierdo del torso creía que también tenía varias costillas rotas.

-Nos encontraron pero por otro sector, DongWoo iba en la motocicleta y le dispararon a las ruedas… Yo estaba en altura –El maltrecho joven derramaba lágrimas y sangre en silencio, sujetándose como podía de Hoya, quien le acariciaba el cabello como podía para no hacerle más daño.

-Empezaré con la niña que no deja de gritar, aguanta unos minutos –Dirigió sus palabras a DongWoo, quien asintió lento y apretó los labios, ocultando el rostro en el abdomen del Hoya, adolorido. MyungSoo apuntó a WooHyun con el bisturí y éste inmediatamente gruñó y asintió. Limpió la herida con cuidado y cuando estuvo desinfectada, realizó un corte lo suficientemente grande para retirar la bala del interior del músculo.

Los gritos de WooHyun no se hicieron esperar, aferrándose a SungGyu lo más que podía, ocultando el rostro en el cuello de éste puesto que el mayor se había colocado a su altura para resguardarle y darle un poco más de confort. MyungSoo estaba sumamente concentrado en retirar el material del músculo ajeno que intentaba no prestar atención a los gemidos de dolor de WooHyun.

-Aguanta ahora, la encontré –Tomó las pinzas correspondientes y las introdujo en la abertura, utilizando la fuerza suficiente para extraer dicho objeto del hombro del herido, el cual ahogó un grito de dolor en SungGyu, quien a su vez le sostuvo con fuerza. MyungSoo se dedicó a dejar la bala en un recipiente con agua, limpió la herida nuevamente y comenzó a curarle. WooHyun ya se hallaba inconsciente sin dejar de aferrarse a su mejor amigo. SungGyu le miró preocupado.

-¿Se pondrá bien… Verdad? –Preguntó el mayor observando cómo su compañero terminaba de vendar a WooHyun.

-Tiene que descansar. Demasiada impulsividad de su parte, llévatelo y cuídalo como corresponde –SungGyu asintió y levantó a WooHyun en sus brazos para llevárselo. MyungSoo le ayudó abriendo la puerta de cristal y luego de que les perdió de vista se dirigió a DongWoo. Se acercó a él y le retiró el cabello del rostro con cuidado.

-MyungSoo te va a curar, DongWoo… -Comentó Hoya con ternura, sujetando con fuerza la mano de su herido compañero.

MyungSoo observó de reojo las actitudes de sus compañeros y suspiró; a veces no entendía cómo se demostraban ese cariño tan… Puro. No tenía explicación. Se dedicó limpiar nuevamente sus manos y colocar guantes nuevos sobre ellas; rasgó su camiseta y observó con detenimiento el costado inflamado. Miró a Hoya y luego a DongWoo. Suspiró.

-No hay anestesia… -DongWoo apretó la mandíbula y se aferró un poco más a su amigo.- ¿Aguantarás?

-Sí… Agu-Aguantaré lo más que pu-pueda… -DongWoo habló con dificultad y MyungSoo asintió. Preparó los instrumentos necesarios y comenzó haciendo una abertura en el lugar para así comenzar a acomodar los huesos rotos. Los gritos de DongWoo eran sumamente desgarradores y fuertes mientras que Hoya le aferraba lo más que podía a su cuerpo para que encontrara un poco de resguardo. MyungSoo intentaba apresurarse todo lo que podía para no hacer sufrir más a su compañero pero tenía que hacer un trabajo con mucha precisión para no obviar ningún detalle. Luego de una media hora, ya se hallaba curando la herida y colocando los puntos; pero DongWoo ya estaba inconsciente abrazado a Hoya, quien le miraba con una preocupación inmensa y el pecho hinchado de tanto aire que había acumulado.

-Quédate tranquilo, HoWon. Con reposo y un buen cuidado, éste chico se pondrá bien –Comentó MyungSoo, curando los rasmillones y cortes que tenía el joven inconsciente en la camilla. Hoya soltó todo el aire de sus pulmones y sonrió levemente, acariciando con dulzura la frente de su amigo.

-Es un alivio… Yo no pude hacer nada porque estaba en altura, a penas lo pude traer hasta aquí… -MyungSoo escuchó atentamente las palabras de su compañero de la infancia y mientras vendaba las heridas del joven, frunció un poco el ceño.

-¿Qué sientes por él? Tu preocupación va más allá de una amistad, yo te conozco bien, HoWon –Comentó el de ojos felinos con tranquilidad, y pudo escuchar perfectamente como Hoya aguantaba la respiración unos segundos.

-MyungSoo, si le dices a alguien te juro que te mataré –El amenazado soltó un bufido bajo enmarcado en una sonrisa muy leve, casi imperceptible. Ya había escuchado esas amenazas tantas veces.

-Lo amas –Respondió MyungSoo terminando de colocar la venda para así mirar a Hoya, quien a su vez miraba a DongWoo dormir en la camilla, con una expresión algo más tranquila.

-Como un idiota –Confesó Hoya en susurro, suspirando luego.

-Bueno, enamorado… Ve a cuidarle a la habitación, ya mañana veré cómo sigue –Hoya sin demora alzó al herido en sus brazos y MyungSoo abrió la puerta para que salieran. Una vez fuera, Hoya volteó a verle y le sonrió. Pudo jurar que lo había hecho con cariño.

-Gracias, MyungSoo… De verdad –El agradecimiento de su compañero nunca lo esperó, por lo que ladeó la cabeza y le miró con los ojos entrecerrados. Hoya negó un poco sin borrar su sonrisa y se marchó con DongWoo en sus brazos. MyungSoo se quedó con un dolorcillo extraño en el pecho, pero era cálido. Muy cálido.

 

[~]

 

A la mañana siguiente, se levantó temprano y se fue a ver a los heridos. Sin tocar a la puerta, entró a la habitación de WooHyun y le encontró durmiendo sobre SungGyu, literal. Y luego al entrar en la habitación de Hoya, le encontró durmiendo con DongWoo abrazado a medias a él. No podía evitar pensar que se veían bastante bien juntos.

Bajó las escaleras, encontrándose con un SungYeol sudado y con una toalla al cuello, venía del entrenamiento. Sólo inclinó la cabeza al verle a modo de saludo, recibiendo el mismo saludo de parte del más alto. Cuando estaba llegando a la puerta de salida, escuchó la voz de SungYeol.

-Hey, MyungSoo… ¿Cómo está tu madre? ¿Aún en cama? –Se dio la vuelta para responderle con un asentimiento de cabeza ligero.

-Ahora iré a verle. Por cierto, avísale a JiSub que DongWoo y WooHyun están un poco mejor, los medicamentos para el dolor están en la enfermería sobre el primer escritorio. Llamen a Chorong, no es bueno que se tome tantas vacaciones –SungYeol rió ligero y alzó el pulgar para luego subir corriendo las escaleras de la mansión, estancia que MyungSoo dejaba en ese mismo instante.

Subió a su motocicleta y se fue directo a su casa, era extraño que su madre no le hubiese llamado en toda la noche así que prefería ir a verle ahora mismo. Cuando llegó, se bajó de su vehículo y entró casi corriendo a la casa, subiendo las escaleras con rapidez; tocó la puerta de la habitación de su madre y abrió sin esperar respuesta. La sonrisa agotada de la mujer le recibió.

-Hey… ¿Cómo estás? –Saludó el joven con cariño mientras se acercaba para dejar un beso sobre su frente.

-Me siento algo cansada, desperté hace poco –MyungSoo asintió y suspiró. Su madre se veía más pálida que antes y más ojerosa. Le dolía en el alma verle así pero sabía cuál era el destino que le esperaba.- ¿Te irás al trabajo?

-Sí, he venido a verte un rato y me daré una ducha, entro temprano hoy –Comentó el muchacho mientras se quitaba el abrigo y lo dejaba sobre la cama en donde descansaba su enferma madre.

-Entiendo, ¿cómo están los chicos? Tus compañeros de grupo –MyungSoo bufó con ironía. Recordaba la primera vez que JiSub los mandó a conocer su hogar, era algo así como una presentación entre los compañeros de trabajo y la familia, familia que tenía que saber en donde trabajaba el nuevo miembro de aquella organización de asesinos a sueldo. Y sus compañeros de trabajo partieron a su hogar por más que MyungSoo se negó; su madre llegó a reír como nunca esa tarde, en donde SungYeol y DongWoo le contaban historias mientras que Hoya y WooHyun hacían efectos de sonido baratos. Los otros dos restantes miraban con diversión la situación, sobretodo MyungSoo, que no había visto sonreír a su madre desde hacía mucho tiempo.

-DongWoo y WooHyun fueron heridos ayer –Intentó tranquilizar luego, puesto que de inmediato puso cara de espanto, como si en ese mismo momento se le hubiera muerto un hijo.- Tranquila, ellos están bien, los atendí y los dejé descansando junto a Hoya y SungGyu cada uno.

-Ellos son tan lindos… Estoy segura que más de alguno de ellos está enamorado –MyungSoo rodó los ojos.- ¿Hoya-ssi está bien? –Su madre conocía a Hoya desde que era muy pequeño, puesto que vivían en el mismo barrio y jugaban con MyungSoo cuando eran niños así que su madre le tenía un gran cariño. Cuando supo que Hoya estaba trabajando con MyungSoo no cabía dentro de su felicidad puesto que había dicho que alguien cuidaría las espaldas de su hijo sin que éste se diera cuenta.

-Sí, Hoya no tiene daño. Él estaba en otro lugar cuando ocurrió el accidente así que no te preocupes. Ah, y SungYeol te manda saludos –Su madre sonrió y asintió, alegre pero cansada. MyungSoo sentía que cada día se le iba un poco más de vida, aún recordaba cuando el médico tratante de su progenitora le había dicho que sólo le quedaban dos años de vida. Ya había pasado un año y nueve meses de eso… Tenía miedo de perderle. De que se fuera y le dejara solo, era la única familia que le quedaba, no tenía a nadie más que ella. Era egoísta, lo sabía, pero necesitaba retenerle todo el tiempo posible… Aunque su madre ya no tuviera tantas fuerzas como antes, MyungSoo intentaría regalarle todo lo que le hacía falta.

Luego de disculparse con la mujer, besó su frente con cariño y le regaló un dulce abrazo, en donde Myungsoo lo sintió como una despedida. No quería separarse de ella pero el trabajo le llamaba así que le dedicó unas palabras de cariño y ella respondió con un “Te quiero mucho, MyungSoo”, haciéndole sonreír con ternura. Salió de la habitación, se duchó con rapidez y se vistió con ropas muy diferentes a las que comúnmente traía. Se colocó unos pantalones de tela blanca junto a unos bototos del mismo tono, una camisa blanca con destellos celestes y una chaqueta de traje blanca con tachas a los hombros y una corrida de cinco botones negros por la manga para terminar con una corbata blanco nieve, se arregló el flequillo hacia arriba un poco con tal de que se viera ligeramente desordenado y se colocó un par de anillos negros. Estaba listo para ir a su trabajo.

 

[~]

 

-¡SungJong! ¡Ven con nosotros! –Gritó un muchacho con el cabello medio anaranjado y corto, bajito y con aspecto algo matón desde la salida del Instituto, a lo que SungJong sólo se volteó a verle y le hizo el gesto de ir a buscar un libro a la biblioteca, el muchacho que le había llamado, ByungHun, se fue con sus demás amigos dejando al joven de cabello rosa solo en el pasillo.

A los quince minutos, SungJong salió con dos libros de la biblioteca para así encaminarse a su casa en la zona empresarial. El Instituto quedaba a más o menos una hora de allí así que debía tomar el autobús en el paradero que estaba a más o menos dos cuadras. Con la mochila blanca en la espalda y los libros recargados contra su pecho caminó tranquilo hasta el primer semáforo cerca del Instituto puesto que tenía que cruzar para ir hasta el lugar indicado. Cuando lo logró, cruzó con tres o cuatro personas más hasta llegar a la otra calle, ese día había salidos dos horas antes de lo previsto puesto que podía pasar un rato al centro comercial para comprar un poco de ropa y algo bonito para su habitación o el estudio de música. Sacó el móvil y mientras marcaba el número de su padre, se sentó en el paradero del autobús y guardó uno de los libros en su mochila para luego quedarse mirarse en la dirección en donde debía venir su transporte, el cual pasaría por el centro comercial de Seúl. Una vez su padre le contestó, miró la portada del libro distraído.

-Sí, iré a darme una vuelta al centro, volveré por la tarde… Sí, me cuidaré. Ajám… Okay, sí, te quiero –Se despidió y guardó el móvil en el bolsillo de su chaqueta, mirando hacia la dirección del autobús, pero fue ahí cuando sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal por entero. Su piel se erizó y sus pupilas se dilataron, comenzó a sentir algo frío recorrerle la nuca. Sus ojos se pasearon por la calle y le vio, observó a ese perfecto muchacho vestido de blanco sobre un automóvil, mirándole con los ojos entrecerrados y felinos. Sintió como si su alma se hubiera escapado desde su cuerpo para así ir con él, pero todo comenzó a ir tan rápido. Ni siquiera se dio cuenta cuando giró el rostro para mirarle cuando tomó velocidad, tampoco se percató de la bala que casi le perfora el cráneo y sólo rozó su mejilla izquierda realizando un pequeño corte. Rápidamente volvió en sí cuando el vidrio que cubría la parada del autobús se hizo añicos a su espalda, causándole un temor tremendo. Se levantó con torpeza y se llevó una mano al rostro, observando luego sus dedos al sentir algo líquido y caliente.- Sangre… Quisieron… -Susurró antes de mirar hacia arriba por inercia, pero sus ojos ya estaban nublados de las lágrimas de temor. Alguien había querido matarle. Hizo parar el primer taxi que vio y se subió a él como si su vida dependiera de ello. El corazón lo tenía en la garganta y apenas pudo decirle al conductor la dirección a la cual debía ir. Tenía miedo. Lo había intentando matar, de eso estaba seguro. Y había sido alguien muy profesional porque si no hubiera girado el rostro para mirar a ese… Adonis que había visto montado en el carro mirándole de vuelta con un mirada elegante y hasta coqueta le habían explotado el cráneo.

En media hora llegó a su casa, pagándole al conductor del taxi para luego bajarse corriendo y con temor de que le pasara algo, así que entró corriendo al lugar, subiendo las escaleras y obviando todo saludo de los empleados o sirvientas de su casa. Sólo quería ir al despacho de su padre.

-¡Papá! –Entró sin tocar la puerta y su padre se levantó con rapidez de su asiento en un sobresalto. Miró a su hijo con preocupación cuando notó lo alterado que estaba.

-¿Qué pasa, SungJong? ¿No ibas a salir? –El joven de cabello rosa se acercó a él y le abrazó con fuerza. El hombre de más o menos 45 años le abrazó de vuelta y acarició su cabeza con cariño.- ¿Qué pasa, hijo?

-Intentaron matarme, papá. Intentaron matarme –Dijo alzando el rostro para que su progenitor observara la herida de su mejilla que seguía sangrando. Frunció el ceño y abrazó al menor con fuerza. Sabía que no era por SungJong sino que era por él, por ser un hombre importante, por ser el Canciller de la República.

-Tranquilo, contigo no se meterán… Estarás bien, SungJong –Le dijo el hombre con cariño y seguridad. SungJong asintió aún abrazado a su cuerpo; su padre era la única familia que tenía puesto que no tenía hermanos y su madre murió cuando el menor tenía cinco años debido a una enfermedad cardiaca. Confiaba en su padre, le había cuidado siempre y ahora, a sus 21 años, sabía que seguiría siendo así.

 

[~]

 

-¡Fallé, por la mierda! –Gritó Hoya en la sala de juegos que tenía la mansión, golpeando la mesa de pool a un costado de él.- El niñato se movió por estar mirando a un imbécil en un automóvil.

-Eso te pasa porque no has entrenado lo suficiente, Hoya –Se burló WooHyun acostado en un sofá de la estancia, con la cabeza en las piernas de SungGyu; SungYeol se rió y Hoya le tiró un cojín.

-Nunca fallo y ahora lo rocé. ¡Lo rocé, carajo! –DongWoo le tomó la mano desde el sofá más grande en donde estaba acostado y Hoya se tiró a su lado. DongWoo siempre tenía la tarea de calmar al francotirador.

-¿Dónde está MyungSoo? –Preguntó SungGyu, despistado.

-En su trabajo legal –Todos rieron ante la respuesta de SungYeol. A veces se les olvidaba que MyungSoo era el único que tenía un trabajo fuera de ser sicario. Muchos de esa tropa de asesinos no tenían trabajos aparte porque les aburría o les buscaba la policía o simplemente no querían hacerlo. Afortunadamente MyungSoo aún tenía los papales limpios y debía mantener ese trabajo legal para su madre.

 

[~]

 

Ya habían pasado dos días desde el incidente que había sufrido SungJong en la parada del autobús así que su padre fue el encargado de contratar un guardaespaldas para su hijo, no quería que anduviera por ahí, sólo, y sin ninguna protección después de lo que había pasado. Por supuesto que no, quería estar completamente tranquilo de que su hijo estuviera bien cuando no pasara el tiempo en casa.

-¡SungJong! –Le llamó su padre desde la sala a lo que el susodicho apareció a los dos minutos con el cabello amarrado en una coleta pequeña y alta, descalzo y con una camisa celeste y bermudas negros.

-¿Qué necesitas? –Preguntó el joven caminando hacia la sala, en donde estaba su padre junto a un muchacho muy apuesto, alto, fornido y de cabello negro, con una mirada que llegaría espantar hasta el más valiente.

-Él es Choi JongHyun, será tu guardaespaldas desde ahora en adelante –El recién nombrado realizó una inclinación ante su nuevo protegido, siendo netamente el protocolo. SungJong sonrió y se acercó a él para tomar su mano y estrecharla con delicadeza y simpatía.

-Bienvenido, mi nombre es SungJong, prometo no darte tantos problemas –Dijo el joven con una sonrisa algo culpable en sus labios, mirándole con una alegría increíble.

-Gracias… -Fue lo único que JongHyun pudo decir, anonado. En sus tres años como guardaespaldas jamás le había tocado un muchacho como SungJong, alguien que en primer momento fuera tan amigable y hasta cariñoso con él.

-Gracias a ti por tomar el cargo de ser mi guardaespaldas, de verdad te lo agradezco mucho –Comentó SungJong asintiendo levemente con la cabeza.- Vamos, te enseñaré los lugares donde estoy comúnmente para que te vayas acostumbrando.

JongHyun asintió y ante la atenta mirada de su jefe, el Canciller, siguió a su protegido hacia el segundo piso y posteriormente el tercero. Algo le decía que ese trabajo sería diferente a los demás, no sabía por qué, pero SungJong le hacía pensar que ese trabajo como guardaespaldas tendría más acción que ningún otro. Ya lo vería con el tiempo… Tiempo, que no demoraría mucho en pasar. 

Notas finales:

Gracias por leer♥~


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