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X-Carly-Victorius por minima

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8.- O.O

-Mel, la directora dice que tienes un mensaje de tu familia- alguien la llamo después de salir de las duchas luego de su práctica de tenis, era una de sus amigas de la escuela, Amanda.

-Oh, estupendo, hace mucho que no recibo noticias de mi casa- comento alegre, no recibía muy a menudo llamadas o mensajes de su familia, pero cuando las recibía la ponían de un estupendo humor incluso si estas pertenecían a sus parientes que se encontraban encarcelados.

-Claro- comento su amiga con un atisbo de sarcasmo, ella quería a su amiga, pero le sorprendía que una chica tan bien portada, inteligente, refinada y femenina hubiera salido de una familia de delincuentes, era una oveja blanca en un rebaño de pura lana negra.

-Tal vez sea mamá comentando alguno de sus novios, o uno de mis tíos, tía Sharon comento la otra vez que ya saldría de la cárcel si continuaba evitando conflictos con sus compañeras o que no la atraparan teniéndolos-

Lo decía tan alegre que a Amanda le parecía que bien podría hablar de cachorritos adorables en internet o algo más alegre que esa madre que en opinión de ella era demasiado promiscua y una pariente con un historial criminal tan largo como su último ensayo de la segunda guerra mundial, en el cual había sacado una estupenda A por lo detallado que era.

-Lo que tú digas-

Ambas chicas caminaron hasta la dirección y ahí la respetable y algo mayor mujer saludo al par de alumnas sobresalientes, no era por presumir pero Melanie y Amanda tenían siempre las mejores calificaciones así como un comportamiento impecable en la escuela, la directora procedió a dejarle una nota con el mensaje que le habían dejado, comentado que la interlocutora había sido demasiado descortés, Mel no se incomodó por el comentario, conocía perfectamente a sus familiares y su comportamiento a veces brusco y descortés, tal vez no encajaran en los estándares de modales de esta escuela y menos de la directora pero a ella no le importaba, así eran ellos y así los amaba.

Salieron de la dirección y Mel ya se encontraba leyendo la nota mientras Amanda pensaba que hacer como próximo proyecto de ciencias, quizás un mini robot impulsado por energía solar o un proyecto de cultivo hidropónico. Últimamente le interesaban esos proyectos de auto sustentabilidad.

-¡¡¡¡Hiiiiiiiiiiii!!!!-

El grito que lanzo su amiga fue tan agudo y repentino que salto de su lugar y creyó que pudieron haberle roto los tímpanos, no sabía que la voz de su amiga podía llegar a esa cantidad de decibeles.

-¿Qué? ¿Qué pasa?-

-¡Oh por Dios!, ¡Oh por Dios!-

Mel prácticamente estaba saltando en su lugar mientras una gran sonrisa se estampaba en su cara. Amanda no entendía el repentino subidón de alegría de su amiga, ni que le hubiera dicho alguno de sus parientes lo suficientemente bueno, como que se hubieran ganado la lotería o que alguno de ellos le limpiaría el historial criminal, ellos no tenían tanta buena suerte.

-Lo encontró, Sam lo encontró-

-¿Quién? ¿A quién encontró tu hermana?- tal vez estaba hablando del gato de la casa, ese tal espumita, recuerda que Mel comento que hace unas semanas no encontraban a ese gato que bien podría tener rabia aunque ya hubiera durado años de vivo.

-A mi padre biológico, lo encontró-

-¡¿QU…?!-

*+*+*+*

¿Recuerdan ese pensamiento positivo de tener más féminas de su edad en la escuela perteneciente a Kitty? Pues se arrepentía.

Trataba de sentir empatía por las niñas, sus padres las habían rechazado a tan corta edad y prácticamente estaban solas en el mundo. Ella misma no se podía imaginar un mundo donde sus padres la hubieran rechazado cuando descubrió sus poderes, de por si había sido aterrador la primera vez que había atravesado el suelo de su habitación hacia la primera planta de su casa en medio de la noche para que luego tal vez sus padres la desconocieran por descubrir que era mutante, definitivamente no lo pudiera haber soportado.

Sabía que tenía suerte con sus padres que jamás la rechazaron, muchas de las personas que había conocido desde que descubrió que era una mutante habían sufrido una experiencia similar al de las quintillizas. Pero una cosa era sentir empatía y otra era tratar con ellas en persona, las Cuckoos.

Sus primeros intentos de acercamiento habían sido lo más amable posible, tratando que notaran que en ella podían ver una nueva amiga, pero las quintillizas la ignoraban o la miraran como si fuera poca cosa, no había pasado ya ni veinticuatro horas en la casa y ya las encontraba repelentes.

-Dales algo de tiempo, quizás solo sean algo tímidas- comento Bobby dándoles el beneficio de la duda, aunque el también admitía que las chicas resultaban ser un poco escalofriantes, le recordaban mucho a una película de una secta alienígena que había venido a la tierra en forma de pequeños niños rubios o algo así, y también le recordaban a los escalofriantes niños del maíz.

Pero como Bobby había vivido una situación similar, sus padres no lo rechazaban a tal extremo de echarlo de la casa pero su relación se había vuelto incomoda con ellos y su propio hermano cuando descubrieron que tenía poderes mutantes, era capaz de comprender que quizás esas niñas no se abrirían inmediatamente a cualquiera, necesitaban tiempo.

Perder la confianza en quienes supuestamente habían estado ahí desde el día que naciste para protegerte y luego que te apuñalaran en la espalda era algo que no se superaba fácilmente, a cualquiera le sería difícil volver a confiar en las personas nuevamente si algo así les pasara.

-Sí, lo sé. Es solo… uff, tal vez solo tenga que esperar unos días para que se sientan más cómodas en la escuela pero… hay algo-

-¿Celos quizás?-

-¿Qué?-

-La srita. Frost es quien se llevó bien con ellas primero. Y ambos sabemos que ella tampoco te agrado desde un principio-

Bobby tenía razón, esa era otra fémina con la que tenía problemas, en un principio estaba feliz, les ayudo a encontrar al profesor pero su actitud y forma de ser dejaban mucho que desear. Logan no era el único en la mansión que pensaba que aquella mujer rubia era sumamente sospechosa.

-No es eso… creo, ¡Hay me confundiste!-

-No es mi culpa, baja esa almohada-

-¡No huyas!-

Tal vez no se llevaría bien de momento con las nuevas féminas residentes en la escuela pero al menos tenía a su amigo para divertirse.


*+*+*

Otros no se divertían tanto.

Victor Creed o mejor conocido en el mundo como Sobretooth, estaba empezando a pensar que hacer con respecto a la idea de tener un par de hijas encontradas, lo mejor que concluyo era nada, en este caso no podría estar enojada con la madre porque realmente no lo mantuvo en secreto, él se había ido y jamás volvió. Pam no era tan cercana a él, ni ella de él, su tiempo como amantes había sido bueno, no esperaba que hubieran tenido consecuencias de ese estilo.

No podía estar enojado como lo había estado con esa perra de Mystique, una mujer fría y calculadora, eso había acentuado su encanto, podía considerarla como una depredadora como él, de diferente estilo pero igualmente peligrosa.

Su traición había ganado su odio, y su odio podía durar décadas, prueba de ello era su enemistad a Logan.

No solo había quedado embarazada, se lo había escondido deliberadamente y se había desecho del niño sin tan siquiera consultarle, había resultado un humano, a pesar de que ambos padres habían sido mutantes, aun así era su derecho como padre, pero ni eso se lo había permitido.

Jamás se lo había dicho a nadie, pero una cosa que no quería ser a pesar de lo horrible que podían llegar a ser sus actos, era ser como su propio padre, un maldito infeliz que jamás atendió a su familia de manera correcta, incluso fue capaz de matar a su propia sangre, a su hermano mayor, y casi mata a su madre, sino hubiera sido por él, que tomo justicia por sus propias manos, le hubiera quitado lo último nuevo que le quedaba.

Su madre, demasiado buena, incluso con su hijo que era un sangriento ser como él.

Mystique le había arrebatado esa opción, esa oportunidad, esa opción, ahora ese niño, ese adulto ahora, Graydon, era una decepción y dolor de cabeza, no era el mejor ejemplo a seguir pero tal vez no hubiera salido un jodido racista anti mutantes si hubiera estado bajo su tutela.

Gemelas, esa rubia no parecía nada mutante en realidad.

Nada, lo mejor sería no hacer nada ¿verdad?






AMO A UNA BRUJA

En los años de la santa inquisición de los juicios de Salem y de otras ciudades del nuevo mundo miles de historias se contaron, pero quizás las más impresionantes fueron las que se olvidaron o se callaron a lo largo de los años.

Alexander Coid se había enamorado de una bruja, una de la dichosas amantes de Satanás y a las que desde pequeño le habían enseñado a odiar y a no tener compasión por los viles pecados y males de las que eran culpables. Amo a Elisa como nadie y como jamás lo haría de nuevo.

Elisa, tan dulce, tan alegre, la más bondadosa de todas las mujeres en la aldea, y una bruja.

Vivian en un pueblo devoto a Dios y a sus enseñanzas, trabajaban sus tierras, pescaban su alimento en el mar y los ríos de esta nueva tierra llena de tantas promesas, aunque a veces era difícil la recompensa por un trabajo bien hecho era tan gratificante que agradecían a Dios todos los días el haber llegado a un lugar como este.

Fueron años de tranquilidad y prosperidad en su aldea en los años de su infancia y juventud, experimentando lo justo de dificultades que todo hombre en su época enfrentaba, y cuando sintió que ya era el momento para asentarse, formar una familia y multiplicarse como Dios mandaba, enseñando a sus hijos las buenas enseñanzas de nuestro señor, no se le ocurrió mejor mujer que compartir su vida que Elisa.

Elisa que había sido su amiga en la infancia, que era modesta y generosa, quien ayudaba al próximo y atendía su hogar junto a su madre como una buena mujer.

No hubo problemas en su compromiso y ella igualmente estaba encantada y dispuesta a casarse con él, no por su posición social en la aldea, no por tener un poco más de riqueza que la mayoría, sino porque compartiría la vida con alguien que desde pequeños había demostrado ser amable, ser un buen amigo, alguien en quien confiar, un buen hombre.

Las nupcias se celebraron en Abril, y ahí fue como comenzó su vida de casados. Sin temor a equivocarse los días que paso junto a Elisa como su mujer podría acertar que fuero los días más felices de su vida. Eran una pareja que se amaba, vivían en paz con los que los rodeaban y se apoyaban mutuamente.

Entonces llegaron esos hombres al pueblo, diciendo que la plaga de brujas azotaba también el nuevo mundo, hablaron de los juicios exitosos que habían tenido, desenmascarando a la prole que admiraba al maligno y como habían logrado erradicarlos poco a poco.

Poco a poco las cosas empezaron a cambiar en su pacifica vida y en su pacifico pueblo, la gente empezó a tener miradas diferentes, de desconfianza y miedo, combinados solo eran un aviso de una tragedia, pero en ese tiempo era demasiad ingenuo para saberlo, para prevenirlo.

Tiempo después llegaron las acusaciones, primero fueron con las personas nuevas del pueblo, aquellas que no tenían tantos años de pertenencia del pueblo, luego vecinos acusaban a sus vecinos, los amigos acusaban a aquellos con los que habían crecido como hermanos, hombres y mujeres empezaron a ser llevados a juicio en un intento que confesaran sus pecados y hallaran expiación en su arrepentimiento, para que a la hora de enfrentar la muerte fueran capaces de entrar a los reinos de los cielos, al menos eso es lo que decían los jueces, verdugos y jurado.

Pero las muertes, algo tan atroz a personas que había conocido toda la vida por otras personas que había conocido al igual de tiempo. El fuego lamiendo la carne aún viva, la horca provocando las más grotescas expresiones al morir, incluso llegaron a utilizar métodos del viejo mundo mandando a los acusados al fondo de ríos y mares, si flotaban eran culpables, si se ahogaban morirían sabiendo que eran inocentes.

¿Es que era esto lo que Dios les había enseñado?

Dudar de esa manera de sus creencias, de su religión, mostraba que era un tiempo de prueba de su Fe, pero era demasiado duro. Lo peor fue cuando acusaron a su mujer, Elisa fue acusada por sus vecinas, supuestas amigas, y ahora debería enfrentar la sentencia.

La habían visto practicar hechicería, decían, su huerta nunca tenia plaga y daba las verduras más grandes, era magia negra decían, incluso decían que seguramente había utilizado un hechizo para que él se casara con ella, ¿Qué otra podía ser sino magia negra?

Por un lado enfrentaba a su fe, su iglesia, y por otro al amor que le tenía a su esposa.

Amas a Dios sobre todas las cosas, decía la Biblia, pero dudaba que Dios aceptara que los hombres hicieran esta clase de juicios y castigos a sus prójimos.

No pudo, no pudo salvarla, no podía ser inocente porque ya era culpable ante los ojos del pueblo, un pueblo que de un día para otro les daban la espalda, incluso sus padres le decían que se olvidara de ella, que se hiciera a la idea que ella jamás existió y continuara con su vida con otra mujer, quizás Evangeline o Ángela, ¿Cómo si quiera podían decir aquello?

Más tarde se enteraría que ellas fueron quienes la acusaron ante las autoridades del pueblo.

Quiso escapar, huir, pero no quería dejarla atrás a la que había amado tanto, quería llevarla con ella aun si eso significaba traicionar todo en lo que había creído.

La dejaron ver antes de la ejecución, e despidieron y lo hiso prometer que no perdería la fe en Dios, porque él no era el culpable de su desgracia.

La colgaron en un viejo árbol, en Diciembre, esa fue la última vez que estuvo en ese pueblo, se llevó lo que pudo con él, riquezas y recuerdos de ella, y un gran tesoro en sus brazos. En realidad Elisa le hiso prometer dos cosas, no perder la fe en Dios, y cuidar a su hijo por los dos.

Habían pospuesto la ejecución hasta que diera a luz, un hermoso varón con los rasgos de su madre, ojos ligeramente rasgados como ella y cabello negro como el suyo. Ella quería que tuviera su nombre, Alexander Coid hijo, el fruto de su amor, lo único bueno que se llevaría de ese pueblo que dejo atrás después de enterrar a su mujer bajo la sombra de un árbol y escribió su nombre en él, al menos podría hacer eso por ella, ya que no la dejarían tener una lápida como tal después de ser una bruja.

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