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Yo puedo cuidarme solo por Sonrisas

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Notas del capitulo:

¡Wow! Ha sido mucho tiempo, lo sé. Pero las circunstancias no han sido las mejores y cuarto medio ha sido un desastre. ¡Sin embargo, ya esta! Todo va para mejor de ahora en adelante. Tengo más tiempo y muuuuuchas ganas de escribir, así que debería empezar a actualizar al menos una vez cada dos semanas. 

 

 Muchas gracias por la paciencia para aquellos que han esperado esto, y bienvenidos a quienes apenas empiecen a conocerlo. ¡Nos vemos en la próxima ocasión! 

I.   

— No entiendo por qué tiene que ser hoy.

 

 Kyungsoo tenía que reconocer que no era la persona más tolerante del mundo, pero definitivamente lo era mucho más que Baekhyun. Parecía que para él el mundo iba a acabarse porque tenía que presentar un examen que debía desde hacía varias semanas atrás. Tanto él como Junmyeon concordaban en que no era nada del otro mundo y que, siendo él, aprobaría con facilidad, pero el segundo en la línea de edad era incapaz de aceptar esas palabras. Según él, iba a morirse. Bien, pero bien muerto.

 

— Deja de ser tan melodramático, ¿Quieres? —Se atrevió al fin a reñirle, temiendo sonar como una anciana quejumbrosa—. Vienes huyendo de esto hace un buen tiempo, sabías que tendrías que pasarlo algún día.

 

— Oh, claro. Es fácil para ti decirlo porque no tendrás que saltarte tu aniversario para dar un jodido examen. Ah, no. ¡Que tú no tienes ningún aniversario que celebrar! —El mayor de los tres, Junmyeon, no pudo evitar reírse con tal exageración—. ¡Y tú no te rías, Suho! ¡Tú sólo dices que te sientes mal y te zafas de lo que sea! Agh, es tan injusto…

 

— Ya, Baek. Ya —Aún si intentaba mantener la compostura, la voz de Junmyeon sonaba contenidamente divertida. Kyungsoo temía que se echara a reír en cualquier momento y arruinara sus intenciones de parecer serio—. Primero que nada, no es tu aniversario. Cumplen una semana desde que se dieron su primer beso. ¡Ni siquiera estáis saliendo del todo! —Además, quiso agregar Kyungsoo, que esa semana era ni siquiera era una como tal. El beso había tenido lugar un lunes y apenas era viernes. Baekhyun era excelente si se trataba de exagerar—. Y segundo, créeme que si yo dijera que me siento mal no me zafaría. Terminaría, otra vez, con todos los profesores agolpándose sobre mí y haciéndome preguntas sobre el estado de mi insulina y otras cosas que, te aseguro, preferiría no tener que contestar. No seas tonto, ¿Vale? ¡Tienes que ir! Pone nuestro honor en alto en el examen. Prometo que te invitaremos a comer algo de Japchae el sábado si todo sale bien.

 

 Por más que el más alto de los tres quiso reclamar algo al respecto, no pudo hacerlo. En cierta forma, incluso se sintió culpable por atacar la enfermedad el mayor. Tuvo que redimirse con un pequeño gimoteo, ya que no encontraba las palabras correctas para pedir perdón.

 

 Y Kyungsoo… Kyungsoo sólo emitió un suspiro y cruzó los brazos por sobre su pecho.

 

— Es sólo que… de verdad… tenía tantas ganas de ver a Chanyeol… —Finalmente Baekhyun hizo uso de su arma secreta, la carita de cachorro a la que Junmyeon no se podía resistir y que Kyungsoo tenía entre su lista de cosas más odiadas—. No fue mi intención atacarte, hyung. Pero… ¡Agh! ¿Y si cuando llego a verle ya no está? Tendré que esperar hasta el lunes, y, y…

 

— Oh, Baekhyun, es el fin del mundo.

 

— Vale, vale —Mamá Junmyeon intentó arreglar la situación—. Ve a dar tu examen en paz. Pasaremos por la florería y le diremos a Chanyeol que saldrás un poco más tarde, y tahdah. Todo arreglado.  

 

 Por suerte todo se resolvió así de fácil. Baekhyun dejó de criticar a la maestra Choi, atacándola de rompedora de relaciones y conspiradora de afectos, y antes de que se dieran cuenta los tres ya estaban llegando al final de la clase de matemáticas. El profesor Kang era un anciano lo suficientemente despistado como para ni siquiera haber escuchado su pequeña discusión. Mientras Baek preparaba una notita que él y Junmyeon tendrían que entregar luego, como un par de carteros del amor, Kyungsoo miraba a través del vidrio de la ventana en busca de algo en lo qué despistarse. Tenía hambre y sueño, y las matemáticas no podían interesarle menos. Miraba su reloj cada medio minuto para ver si la manecilla estaba más cerca de la salida que antes, pero nada. La relatividad del tiempo nunca había sido más molesta.

 

 Lo que en cierta forma no quería admitir era que se sentía ligeramente atacado por las palabras de Baekhyun. A diferencia de Junmyeon, él no era tan dócil.  «Tú no tienes ningún aniversario que celebrar», ¿Cómo unas palabras tan simples le habían afectado tanto? Ni siquiera debía ser un tema delicado, como la enfermedad de Junmyeon. Pero… a veces se le hacía extraño ser el único de los tres que nunca hubiese besado a nadie.

 

 A su lado el mayor de los tres le miraba con una sonrisita pícara en los labios, como si supiera en qué estaba pensando. Kyungsoo le dio un codazo y volteó a hablar con él hasta que el timbre anunció el final de la jornada.

 

 Ambos acompañaron a Baekhyun a la tercera planta, donde le esperaba el departamento de Química y una sonriente maestra Choi, escondida detrás de su enorme par de anteojos. Tras despedirse de ellos con un gesto de paz, Baek se metió en la oficina y ellos dos marcharon camino a sus casas, trazando una nueva ruta que pasara por Itaewon para pasar a saludar al pretendiente del miembro que faltaba.

 

 

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— Ya sabía yo que Bacon estaba exagerando. Ni siquiera parecía molesto… incluso noté que sonreía un poco.

 

— Parecía agradecido, creo yo.

 

— ¿Piensas eso? Gah. Eres un cursi, Suho.

 

— Eres un amargado, D.O.

 

 Los dos caminaban ya en dirección a la casa del menor. Junmyeon no gustaba de llegar a casa temprano, y Kyungsoo apreciaba su compañía mientras su abuela estaba ocupada con la tienda. Estaban comprando un par de cosas en el mercado que estaba apenas a dos cuadras. Junmyeon revisaba con atención los indicadores nutricionales de cada cosa que agregaba al carrito, y Kyungsoo no podía evitar reír al ver que compraba tal cantidad de cosas que posiblemente esas cifras no servirían de mucho. Junmyeon había dicho en más de una ocasión que su muerte perfecta sería un coma diabético después de comer como un cerdo, por más doloroso que fuera, valdría la pena hacerlo por una vez en su vida. Tuvieron una pequeña discusión por culpa de unos caramelos de menta, pero finalmente volvieron a la calle con un par de bolsas de compra y uno de los dos brincando de felicidad con dos dulcecitos en sus manos.

 

— Kyungsoo, ¿Crees en el amor a primera vista?

 

— ¿Ah?

 

— Creo que yo empezaré a creer a partir de hoy.

 

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 Kang Niah se había mudado unos tres años antes de la llamada de Shinhye, quien normalmente se hubiese dado por vencida y buscado a otra niñera. Sin embargo la dueña del apartamento ahora desocupado, aún guardaba la nueva dirección de la anciana. Shinhye no pudo evitar que las ganas de aparecer ahí, casi de la nada, le impulsaran a tomar a Jongin de un bracito y subirlo a su auto. El vehículo que apenas tenía un par de meses de comprado partió a toda velocidad, con Jongin sentado en el asiento trasero mientras jugaba con su consola portátil.

 

 Podía recordar esas calles de su más tierna infancia, cuando sus padres le dejaban en la casona de la señora Do, en esos tiempos, antes de ir a sus giras fuera de la ciudad. Lo más probable era que su antigua niñera recuperase la casa un par de años después de enviudar, así que no tuvo problemas en localizarla. Los pasajes cada vez eran más familiares, y una vez estuvo afuera, supo que el tiempo había pasado en vano, porque la casa delante suyo era idéntica a la de su niñez, igual de agraciada, igual de bien cuidada. Era casi como viajar en el tiempo, de no ser porque ahora una pequeña mano apretaba la suya con curiosidad.

 

 Shinhye no era una niña, pero Jongin sí. Las manos de Niah serían las mejores para ayudarle a enderezarse.

 

 Se acercó a la puerta después de haber aparcado justo un par de metros allá. Jongin había guardado su consola en la mochilita de Rilakkumma, y ahora miraba todo con expectación. Shinhye tocó la puerta un par de veces y esperó con paciencia. Se sorprendió un poco cuando vio que no era la señora Kang quien abría la puerta, sino un chiquillo bastante joven y menudo, con los ojos más peculiares que nunca vio.

 

— Buenas tardes —Saludó el joven en una pequeña reverencia, mirándola igual de curioso que Jongin, quien le miraba a él—. ¿En qué puedo ayudarla?

 

— Busco a Kang Niah. Soy Woo Shinhye, y… —No tuvo que seguir hablando mucho, porque el adolecente pareció entenderlo todo. Esbozó una sonrisa y echó la puerta un poco hacia un lado, más seguro que antes—. He venido en busca de Kang Niah-unnie.

 

— Mi abuela se encuentra en la tienda a estas horas —Respondió él sin borrar su sonrisa—. Sin embargo, he escuchado hablar de usted… ¿No quiere pasar y esperarla? No tarda en llegar.

 

 Mientras esperaba en la pequeña sala de estar, Shinhye mandaba mensajes a sus trabajadores para avisar que no volvería a la oficina por ese día. Kyungsoo volvió minutos después con una jarra de limonada y acompañado de otro joven un poco más bajo que él, quien se presentó como Junmyeon. Innie estaba a un lado de ella, con las piernas juntitas y las manos apoyadas en las rodillas, siempre con la vista fija en el chiquillo que había abierto la puerta. Cuando este se había marchado a la cocina, no dudó en mencionarle a su madre lo graciosos que le resultaron sus ojos.

 

 Shinhye se enteró que aquel chiquillo no era nada más ni nada menos que el nieto de la señora Kang. Se notaba en sus labios, idénticos a los de ella. El otro niño era uno de sus compañeros de instituto, y se marchó unos minutos después de que ella llegara. Después de acompañarle hasta la puerta, Kyungsoo volvió donde ella y se sentó en el sillón de al frente, fijando su mirada sólo un par de segundos en el pequeño Jongin, quien rápidamente volteó a otro lado.

 

— Este lugar no ha cambiado nada desde que soy pequeña… —Dijo la mayor, intentando iniciar una conversación—. Tu abuela me cuidaba cuando tenía más o menos la edad de Innie, ¿Sabes? Siempre fue una mujer muy dulce…

 

— Y lo sigue siendo.

 

— ¡No lo dudo! Siempre fue muy amable conmigo… incluso cuando era un poco ruidosa.

 

 Eso hizo a Kyungsoo sonreír. Su abuela siempre decía que su niña, Shinhye, había sido un poco más que solo ruidosa.

 

 Estaba a punto de comentar algo sobre eso cuando su abuela entró a la casa. Cargaba un par de bolsas, seguramente de cosas de la tienda, y sin percatarse de la presencia de su antigua mimada en la casa, partió a la cocina para dejarlo todo. Volvió segundos después, agitando las manos que parecían tener rastros de tierra en ellas—. ¡Oh, Kyunngie! ¡Adivina qué compré! Tendremos Daysis en nuestro patio.

 

 Se acercó a él para atraparle entre sus brazos y sólo entonces cayó en la presencia de Shinhye, quien tímidamente agitó una mano desde su cómoda posición en el sofá. El saludo terminó con una agitada Niah abrazándole por el cuello y una nerviosa Shinhye dándole palmaditas en la espalda mientras intentaba no llorar. Kyungsoo y Jongin fueron sólo espectadores de esa escena, simples espectadores. El niño sacó una vez más la consola de su mochilita y se puso a jugar, mientras que Kyungsoo se sentaba a su lado y se dedicaba a mirar como su abuela y la mujer se ponían al día.

 

 Sin embargo en un minuto se dio cuenta de que un par de ojos estaban más atentos a él de lo que esperó. Jongin levantaba la mirada de la consola cada cierto rato para mirarle y volver a esconderla, como si tuviese miedo de que él lo notara.

 

— Considero un honor que hayas hecho el esfuerzo por encontrarme, pequeña. Sin embargo mi trabajo en la tienda no me deja el tiempo suficiente, por más que me gustaría poder hacerlo.

 

 No le prestaba mucha atención a la conversación que las dos mujeres mantenían, pero era imposible que no se enterara de nada. Quiero que cuides a mi hijo. No tengo tiempo, preciosa. ¿No hay alguna forma de que cambies de opinión? Lo veo difícil, la tienda se lleva todo mi tiempo. Casi sin pausas ni comas, Kyungsoo seguía el hilo sin darse cuenta. El pequeño a su lado seguía jugando y enviándole varias miradas furtivas.

 

— ¿Pasa algo, Jongin?

 

— Sí —Contestó el niño, fingiendo estar concentrado en su videojuego—. Me gustan tus ojos, hyung.

 

 El primer aniversario que Kyungsoo tendría que celebrar, sería el del primer piropo que recibió en su vida, enviado por un niño de cinco años en una situación un poco extraña.

 

— Kyungsoo, tengo un trabajo para ti —Le interrumpió su abuela—. Te presento a Kim Jongin. Lo cuidarás de hoy en adelante.

 

 Y no sería el único aniversario que celebraría ese día. 


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