Capítulo 10: Bajo la Luna y el Fuego
El campo de batalla se estaba movilizando. No había guerrero que estuviese listo ya, todos portaban ese distintivo collar en su pecho, esa garra bajo una luna de plata que los reconocía como la manada de Lobos que eran. Listos, agiles y fieros para atacar y emprender el atentado a Blood. A la cabeza del batallón de hombres iban los gemelos Bang.
--Pensemos en otra solución—Chae Rin aun persuadía a su marido. Ambos estaban con los nervios a flor de piel, su hija había sido arrebatada, pero de por medio iban las vidas de muchos, tanto habitantes como de guerreros.
--Ya no hay forma de ir atrás. Esta vez no me voy a quedar con los brazos cruzados como cuando me arrebataron a Zelo—la voz gruesa de Bang había golpeado de nuevo a Chae Rin. La misma historia, la misma mirada. La chica solo bajo la cabeza y se apartó del lado de su marido.
Entonces sonó el cuerno y todos los guerreros salieron rumbo a las cascadas, de allí esperarían a la noche y avanzarían con la madrugada hasta donde la muralla. De ahí en fuera sería cuestión de las habilidades de la ciega. Esa a la cual Yongguk entregaría el mando.
*
El ocaso venía saliendo, no hace más de tres horas que los guerreros de la Luna esperaban ocultos bajo el camuflaje de sombras y luces que el cielo hacía entre la maleza y detrás de la cascada. Aquel lugar era un punto clave, pese a los años, siglos y milenios, siempre aquel claro de agua dulce era el “lugar”. En los siglos XVIII y XIX, había sido ahí la primer batalla entre Mato y Blood; esa vez una lucha pequeña. Cinco años después la laguna, había sido el escondite de los vampiros en la época de hambruna, eso mucho antes de que se construyera el muro que los separará, sin embargo en años recientes, justo ocho años atrás al año de hoy, el más fuerte suceso había sucedido, igualmente ahí. Para suerte de los Lobos, las rocas tras la cascada habían sido un refugio mientras que para los Vampiros una desventaja y, esa vez el Rey XXI, antecesor a Himchan había causado el revuelo más grande entre razas. Un robo.
--Los ductos están esparcidos estratégicamente. Un paso en falso allí abajo y volarás en mil pedazos—la voz de la joven era débil y temblorosa. Posiblemente el silbido del viento la hacía menos y los soldados seguían dudando.
--Esta ciega ¿Cómo podemos confiar…?—en una esquina inferior, detrás de un matorral tres soldados hablaban.
--Exacto, soy ciega no sorda—Sunhwan había alzado la voz al tiempo que su cara apuntaba perfectamente a la dirección donde Nam Joon, Jin y Taehyung estaban. La piel se les enchinó.
Las miradas no se hicieron esperar pero cuando Yongguk frunció el ceño, cada guerreo, incluyendo a su gemelo mayor, volvieron a atender al suelo, allí las rutas estaban siendo dibujadas por la chica. Parecía algo absurdo, pero la ciega, parecía no serlo y a Yongguk, esa confianza que ella poseía, ese carácter, la forma en que sus ojos blancos miraban los oscuro, le era reconfortante, de alguna manera recordaba a su fiel camarada, a ese Lobo de ojos blancos que aún no sabía de su paradero. Quizá por eso el gemelo menor entregaba el mando a la chica, aunque también dudará de la garantía que tendría el ataque…
Las horas pasaron, debían esperar a la noche y cuando la Luna en el cielo estuviera en posición Sunhwan iniciaría el primer movimiento: El traslado. Como se suponía, el equipo de pelea era bastante, ningún soldado aguantaría estar allí abajo y mucho menos en bola con cien más tras él. Sunghwan y los gemelos lo sabían, tal motivo les causaba desventaja, una movilización débil donde si uno pisaba incorrectamente todos volarían quedando enterrados bajo esas mismos pasadizos. Entonces, habían decidido ir solo tres abajo. Por supuesto que la primer persona en apuntarse era la comandante, ella y dos más recorrerían la mitad del camino por abajo, mientras que los demás soldados bajo el mando Bang irían por arriba. La razón era el mapa.
Hace años, cuando esos pasajes se usaban entre gente del ministerio –tanto de Blood como Mato- se solía dejar unos mapas entre los pasadizos. Las catacumbas eran grandes y no solo abarcaban el reino de Blood, sino de los Altos de Mato, y tierras más allá, ninguna persona sabía de memoria los caminos, solo los arquitectos que habían creado la obra. Resulta entonces que Sunhwan, era hija de uno de aquellos. De pequeña había crecido bajo esas cavernas, ella y su hermana.
--¿Ves un desnivel en el suelo? Debe estar justo cerca de una pared, la izquierda. Revisa ahí—la voz de la ciega susurraba palabras a uno de los soldados que iba con ella.
--Aquí esta—Nam Joon había visto justo el desnivel. Con prisa corrió a desenterrar lo que hubiese--¿Está dentro del cofre?
--Ábrelo y revisa. En el papel debe haber unas letras en la esquina superior. Cuando hayas verificado lo que te digo, llévate a tu amigo y salgan por el primer camino de la derecha. Si suben por allí llegarán al exterior donde Bang seguramente ya llegó—Sunhwan para nada era tonta, Nam Joon parecía impresionado al ver su expresión—Entrégale el mapa.
Hubo un momento de silencio y desde atrás una ráfaga de aire logró poner los bellos de punta de ambos soldados. La antorcha que sostenían amenazaba con apagarse y Nam Joon de un momento a otro salió del estrago, revisó el mapa para verificar lo que la chica decía solo que…
--¡Espera!—Sunhwan parecía avanzaba unos metros de ellos, su capa se perdía en la oscuridad.
--Este no es el mapa de las catacumbas…--Jin, el otro soldado había articulado mientras intermitentemente veía el cacho de papel gastado y la espalda de la ciega.
--Exacto—la voz resonó en el estrecho pasillo de roca, faltaba el aire—Es el del Bosque y el castillo. Si prefieren llamarlo, es el mapa del Infierno.
***
Himchan estaba en su apacible cuarto de baño, bajo el manto de su rutinario desligue del mundo. Cuando solo era él y la sangre, su vida, su inmortalidad. Siempre lo había dicho, ese líquido era su perdición, pese a la necesidad que su raza tenía, el deseo del Rey iba más allá, a los extremos. No solo necesitaba de sangre para vivir, sino que, vivía por sangre. Muchos decían que estaba desquiciado, Hyosung, temerosa bajo el manto de su cama alguna vez se lo había dicho y, con miedo en su rostro solo la sonrisa falsa de Himchan le había dado la respuesta; lo estaba, muy desquiciado y sin razón, y sin motivo.
Himchan no tenía una ambición en realidad. Tenía todo, tenía el reino, tenía esposa, hijos, sangre y, sin embargo nada lo llenaba pues tenía un hueco. Estaba roto como muñeco. Hace ocho años su padre lo había hecho así, lo había traumado, cegado y creado, como un monstro que vive mientras muere tratando de llenar el vacío que se había instalado en su in latente corazón.
--Gracias…--susurró viendo sus ojos en el espejo que esta mañana había mandado a hacer.
Un espejo gigante, del tamaño de la pared derecha del cuarto de baño. Un espejo donde él cada día pudiera ver…sin verse.
--Vivir…o morir—una última vez sus ojos vieron el reflejo de su tina, de la pared opuesta, de las cortinas de red roja, de la luna en el cielo, de la ventana a su costado y, cuando su mirada se detuvo un mar de fuego ensombreció sus ojos.
Antes de que pudiera reaccionar, de la misma ventana que reflejaba a su reino en llamas un Lobo se aventó contra el cristal, por el impacto, por la situación, por el destino el Lobo se cayó contra la tina deshaciéndola en pedazos, dejándolo arriba del cuerpo blanco, bañados en sangre y con los ojos mirando el par del otro. Bajo la Luna y el Fuego.