--YoungJae—la voz casi susurrante del moreno resonaba en uno de los túneles subterráneos y, a pesar de la oscuridad sus ojos resplandecían iluminados por la antorcha que el aludido sostenía con un brazo, el otro lo mantenía entrelazado al de Daehyun.
--Ya estamos cerca—respondió el menor de ambos, con voz susurrante, casi como queriendo ocultar las frases de entre los curiosos oídos de las paredes.
Llevaban casi media hora entre pasadizos, claro, sin contar los días que habían pasado escondidos bajo la protección de los túneles de la zona Este, casi a las orillas de la frontera y cerca de los bosques del más allá. Allí Youngjae había llevado en brazos al lobo, después de…bueno, hacer lo que había hecho.
***
“Soy una Bestia, porque no quiero ser una Bestia”
Esas palabras eran las que Himchan llevaba consigo. Desde esa mañana que había levantado el rostro volviendo a sus quehaceres, se había prometido una sola cosa, una sola meta: venganza. Muerte y mucha sangre. Tanta como la que se necesitaba para llenar miles de tinas, miles de copas y tomaría cada gota hasta quedar lleno, satisfecho de ser quien exterminará a los Lobos. Entonces podría sonreír, de oreja a oreja, llamando la atención de quién fuera que le viese, como justo lo hacía ahora, imaginando cada aniquilación.
Siendo observadores todos se guardaban el pensamiento, pero aquel Rey que había convocado a los cien soldados que le quedaban, se veía…loco. De pies a cabeza. Con sus pies envueltos en botas negras. Cabeza llena de cabello ¿naranja? Y, cuello descubierto mostrando descaradamente un dije de plata sobre él. ¿No merecía entonces ese nombre al llevar la propia arma que lo mataría? y luego, mostrándola a todos. ¡Claro! que se merecía quedar fuera del círculo de cuerdos, él más bien era un desquiciado pero, así estaba Himchan. Ido de sí.
--Mientras estoy fuera, HyoSung está al mando—gritó con voz lenta, resaltando el nombre de la reina.
Luego las puertas se cerraron, impidiendo que los ciudadanos se escaparan del infierno en el que ya no podían vivir más. Allí en Blood, la triste Blood con sus tristes vampiros…
***
La noche cayó y con ese resguardo y protección a los cien cuerpos que iban en grupos les entró un especie de sentimiento. Raro. Porque ellos mismo habían planeado apuñalar al Rey, dejándolo solo ante su plan descabellado, ya no le tenían Fé y sin embargo, allí, cerca del claro de Mato estaban. ¿A dónde habían ido los murmullos que decían traicionar al Vampiro? Ya nadie lo sabía. Quizá era su sed que les cegaba, porque Himchan seguía riendo, susurrando historias sobre el sabor de la sangre de los lobos. Historias que según él contaba alabando la delicia, el placer y satisfacción que se sentía al beber aquel líquido proveniente de los peludos y ancestrales enemigos. Lavando cerebros.
--Es hora—se oyó decir.
Entre soldados se miraron los ojos, preguntándose unos a los otros y la respuesta fue su saliva reuniéndose en cada paladar, curvada entre dientes y lenguas que se exaltaban ante el delirio que aquel Rey había inducido, pues como era de esperar. Blood estaba por renacer y Mato, Mato caería.
El viento sopló dando el disparo al ataque. Esa noche no había luna.
Una suave neblina inundaba el bosque cercano a los Altos de Mato, parecía que el clima también había descendido, casi como ayuda. Entonces uno y después otro, se fueron adentrando por las rocosas construcciones, escondidos entre sombras y niebla cegadora, hasta llegar a penetrar la barrera natural que proveía a los lobos. Esos viejos árboles se redujeron a nada, a pesar de las trampas que había en ellos, la siempre buena rapidez de los Vampiros mataba hasta el silencio que hacían sus pies al tocar las espinas de pino en el rocoso camino.
Y cuando todos estaban dentro, una gran fiesta parecía estar preparada en su honor. Las calles se vestían de oscuridad, con solo tres faroles entre kilómetros, el sonido de grillos en los tejados y la primer víctima, asomándose curiosa cerca de un viejo pozo. Himchan sonrío relamiéndose los labios. Los demás soldados detrás agudizaron la vista, sus ojos rojos volvieron el paisaje que vislumbraban a blanco y negro, rieron al comprender. La niña. Ella estaba agachada sobre el muro de ladrillos azules que construían el pozo.
--Uno…dos…--cantó el Rey saliendo de la niebla, rodeando a la presa.
La pequeña se giró al oír la cantarina y seca voz pero, en verdad no lo hizo. Ella jamás descubrió a quien le pertenecía la canción, porque cuando apenas su cabeza salió del hoyo donde estaba metida tratando de alcanzar la muñeca que había caído al agua, su espina se quebró. Tronando en mil cachos, haciendo afán a los huesos rompiéndose también de sus costillas, quebrados contra los duros ladrillos y la presión de la patada del hombre de pelos naranjas.
--Tres—gritó con satisfacción. Mirando como el agua del pozo se teñía roja ante el recibimiento de la sangre que escurría de la boca infantil, que después por el zapateado en la cabeza pequeña expulsó más líquido y sangre, hasta caer una nariz con mocos.
El infierno entonces se desató, los Vampiros dieron un alarido simulando ser risa, Himchan extendió los brazos hacía el cielo, aun con un pie en el suelo y el otro sobre el costal de sangre y huesos, casi dando un espectáculo, diciendo “BEBAN & ARREPIENTANSE” con un gesto. La neblina se hizo más densa y solo los ojos, capas y colmillos comenzaron a aterrorizar viviendas. Matando lo que fuera que se interpusiera.
Ahora tengan lo que les prometí & tu Lobo ¿Vendrás a la fiesta?