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King Of Blood - BangHim por BangRin

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Notas del capitulo:

Hola!~ cómo están?

Estuve un poco ocupada y no pude actualizar el miercoles.

En fin...espero disfruten este episodio y ah! Estoy muy feliz, el Fic ha llegado a las + de 1000 visitas! 

G R A C I A S

Con la salida de un nuevo sol en lo alto del cielo, los ojos de la niña que descansaba en una habitación de princesa fueron abriéndose. Durante el tiempo que estuvo dormida, la puerta donde residía había sido custodiada por tres guardias reales, con el amanecer llegando solo quedaba uno. Ese uno estaba quedándose dormido justo cuando el rey venía por el pasillo.

Sin siquiera inmutarse Himchan decidió pasar de largo y no reprender al fornido hombre, simplemente entró en silencio a la habitación. La pequeña JiRin estaba sentada, atenta y observando todo. Las paredes eran blancas y las cortinas guindas. Había un librero de madera bien tallada y muchos muñecos de peluche, de todos tamaños y formas, sin embargo, más allá de eso lo que llamaba la mirada de la niña era una cuna, al fondo, en una esquina. Luego con más calma, su atención se percató  que la cama donde estaba parecía ser pequeña, justo a su medida o al menos, la medida de un niño de su edad.

--Era de mi hija—dijo Himchan con un extraño deje de tristeza—Bueno, hubiese sido de ella.

JiRin se paró descalza, comenzó a andar hacía donde la cuna estaba y mientras avanzaba el suelo de madera crujía bajo sus pisadas. Entonces, se detuvo a solo un metro de su destino, el recién llegado le seguía y hasta la había pasado. Él, de un momento a otro ya estaba a lado de la camita blanca, tocando el tul que cubría el interior del moises, sintiéndolo por primera vez después de bastantes años.

--Es muy bonito—dijo ella con voz suave y casi adormilada.

--JiRin ¿No tienes miedo?—preguntó Himchan. Realmente se sentía curioso, la pequeña había sido raptada, llevada lejos de su hogar hasta la cuna enemiga y ¿estaba tan tranquila? Él esperaba verla en pánico, desesperada por huir. De cierta manera él quería ver aquello.

--Solo le temo a las arañas—dijo ella tan ingenua. Hasta parecía tonta ante Himchan, quien por lo transparente de las letras sonrió.

La calma siguió la risa extinta y cuando la pequeña hipnotizada por la cuna se preocupó por saber la identidad de su captor, hubo un trémulo cambio en actitud. Uno de trescientos sesenta y cinco grados. Bueno, claro era de esperarse. JiRin había crecido como todos los niños de Mato, ingenuos, sin el conocimiento de qué eran. Pensando que la vida era, como sus padres lo pintaban, donde solo sabían la existencia de seres sobrenaturales por culpa de los libros de media noche. Por siglos así se había forjado la ley que demandaba absoluto silencio para las crías en su protección, en cambio a Blood,desde pequeños ya se les inculcaba el deseo de venganza y muerte a sus oponentes. Y todo eso a causa de los sistemas de cada sociedad. Incluso muchos afirmaban que era un “bien”, algo que era para beneficiar a cada población. Pues por un lado estaba Mato, donde los Lobos ocultaban sus identidades para resguardar a sus hijos, y luego el otro punto era con Blood, donde desde pequeños los enseñaban a degollar. Visto así, en la perspectiva de cada lado el círculo era perfecto, con muchas ventajas. Sin embargo existían las fallas del sistema. Una de ellas era la que JiRin estaba experimentando.

Someterse a la realidad así de golpe, sin aviso, despertando en un mundo completamente distinto al habitual, donde de repente el líder de la raza enemiga que asecha a los Lobos –Lobos que ella solo sabía existían en cuentos- viene y le dice que es real. Que su mente de ocho años tiene que despertar a la madurez, encontrándose con guerras, con esos seres que le causaban temor al escuchar a su padre nombrarlos por las noches. Así, ese, era el error del sistema. Un error que podía costar vidas, empezando con muerte de seres de la misma raza al someterse a la negación. Al ataque de locura y paranoia. El error de descubrir la verdad, la realidad.

--No—dijo ella cayendo al suelo, estampando sus rodillas contra la madera y luego abrazándose a sí misma.

--No…no es verdad—siguió evitando las lágrimas. Himchan le había contado todo—No existes! NO EXISTES. NADA DE ESTO EXISTE.

Himchan la miró y sin quitar su cara en blanco la levantó de un solo tirón pescándola del camisón para dormir que traía, la tomó de los hombros mientras la elevaba para tenerla a su altura. Luego la inspeccionó, vio cada lágrima desbordarse de esos ojos miel, oyó los gritos que se silenciaban en sus labios y se sintió curioso al ver tantas expresiones por parte de un solo individuo. A diferencia de como solían ser los de su especie –callados, con ojos vacíos y sin emociones- los enemigos eran interesantes. Unos especímenes por descubrir.

--Amo, Ji Ho lo espera a bajo—la voz de HaNa, la sirvienta, deshizo el vínculo que Himchan estaba sintiendo. Dio un último vistazo a la pequeña que aun sostenía inmóvil y la dejó caer contra el suelo, deleitándose con el sonido del golpe seco y el alarido de ella.

La puerta se abrió y el Rey se fue sin mirar atrás. HaNa acceso al lugar, con rapidez corrió hasta la menor para ayudarla, la cargó y después la depositó en la cama blanca. Poco a poco las lágrimas de la sirvienta fueron saliendo de sus ojos, la niña estaba tan mal, a un grado que ni siquiera podía gritar, ni gemir, ni quejarse de algún dolor. Todo lo decía a través de sus expresiones faciales, donde sus ojos gritaban el llanto y su boca callaba cada miedo.  El sentimiento se contagiaba.

Y Hana quién alguna vez había experimentado eso se veía reflejada. Años atrás, ella también había sido secuestrada de su lugar de origen, en Mato, dejando a su madre y a su hermana Sunhwan. Siendo las tres de raza lobuna.

*

--Ven, por aquí—la voz de una mujer en susurros. Detrás de ella JiRin le seguía, cubierta por una capa negra de cabeza a pies.

Horas atrás, cuando JiRin se había recuperado HaNa le había propuesto ayudarla. Por el mismo mal que compartían, por el hecho de ser hermanas de raza y porque la sirvienta que había servido al Rey tantos años ya estaba cansada de ver a su gente morir, y que no quería dejar más a JiRin caer, se estaban arriesgando. Al fin y al cabo para HaNa ya no había lugar en Mato.

--Tú eres la única que cabe por allí—HaNa señalaba un ducto. Habían bajado a las catacumbas del castillo. Desde tiempos anteriores servían como pasajes secretos para moverse por todo el reino, sin embargo solo aquellos que conocían exactamente ese laberinto garantizaban llegar con vida su destino.

--Debes andar por allí diez metros, tienes que soportarlo. Cuando llegues a donde el camino se parte en dos, ve por el de la derecha—JiRin tenía los ojos llenos en lágrimas, ni siquiera podía ver los dedos de Hana haciendo señas—De ahí solo quedan cinco metros más y habrás salido del castillo, pero para más seguridad debes seguir andando por el ducto, derecho hasta que oigas el sonido de una cascada. Ese es el claro que está a las afueras de Mato. Sal por la izquierda y corre hasta la entrada. No te detengas por nada y…

La pequeña parecía que empezaba a sollozar pero de inmediato la mayor la atrapó en brazos, hasta se permitió besar la frente ajena esperado tranquilizarla. Una vez dada toda la información Hana empujó a JiRin por el ducto.

--Se libre.

Notas finales:

Qué tal? Les agrado?

Y si me dejan un comentario?

GRACIAS por leer~

Hasta la próxima


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