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Ángeles Caídos por noah_uzumaki

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Notas del capitulo:

La tragedia azota la vida de Mathias, quien cae en soledad y se refugia en sí mismo, pero es tiempo de levantarse y seguir adelante…

Ángeles Caídos 

Capitulo 10

Estar Bien 

 

Los días se habían convertido en semanas. Mathias, quien ahora simplemente iba de su casa a la escuela, y de la escuela a su casa. El pequeño, se había aislado totalmente de cualquier contacto social.

Gabriel, quien siempre intentaba hablar con él, salir, tratar de animarlo, siempre terminaba regresando a su casa triste, al punto de llorar por su querido amigo. Sin importar lo que se hiciera, Mathias simplemente era como si se hubiese rendido…

Unos días luego del entierro, tanto el pequeño como su madre fueron llamados por Carlos, Lucas había escrito un testamento sin decirle nada a nadie, el mismo que incluía el niño. Durante toda la reunión Mathi mantuvo su mirada baja y oculta por gafas oscuras. El joven abogado le había dejado todo al pequeño, pero al ser menor todo seria de su madre hasta que el niño cumpla la mayoría de edad.

Al volver a casa Mathias fue directo a su cuarto para luego lanzarse a la cama, donde su rostro se llenaba de lágrimas. La mujer a los pocos segundos llego al cuarto del pequeño.

–Cariño… –se sentó en el borde de la cama, extendiendo su mano para acariciar s u hijo, pero antes de que pudiera tocarlo, Mathias se giraba evitándolo.

–¿Qué intentas? –le reprocho–. ¿Acaso ahora quieres intentar ser una buena madre?

–Mathi…

–¡Déjame en paz… ¿quieres?, nunca estuviste aquí, nunca te vi, ni siquiera me conoces! –el joven se levantaba de la cama y se alejaba corriendo de ella.

La mujer no movió ni un musculo para salir detrás de su hijo, simplemente se quedo ahí, llorando y pensando… el tiene razón…

 

Mathias había salido de su apartamento yendo directo un par de pisos abajo. El pequeño se encontraba con llave en mano delante del 5-C. El joven no había entrado a aquel lugar desde que Lucas ya no se encontraba físicamente con él. Suspiró. Se guardo la llave en el bolsillo y se dio media vuelta. Mathi había preferido salir a caminar para tratar de despejarse, pero por más que lo intentara todo le recordaba a Lucas. Su sonrisa, todo lo que le enseño, la forma como le explicaba las cosas, como lo cuidaba. Ninguna persona había hecho algo así por él, ni siquiera su propia madre quien se ausentaba más, que el tiempo que pasaba en casa.

Pasaron horas antes de volver a casa. Su madre quien lo esperaba en silencio desde uno de los sillones, simplemente lo vio entrar, e ir directamente al baño, ambos sin decirse algo…

Los días siguientes fueron igual. Mathias en su mundo, y ella en el suyo. En más de una ocasión ella siempre terminaba llorando en su alcoba, mientras que él, cada día se volvía más frió y solitario…

 

***

El frío de la mañana se notaba por la blancura de su aliento. El joven de tan solo doce años caminaba por un pasto cubierto por una delgada capa de neblina. Llevaba un grueso abrigo con capucha, y en sus manos sostenía un ramo de flores. Su alrededor estaba lleno de lapidas, era un cementerio.

Siguió caminando un par de metros más hasta detenerse delante de una. Coloco delicadamente el ramo de flores a un lado, y retiro las hojas, para luego sentarse encima de la tumba, con la lapida de apoyo de su espalda.

El niño llevo la capucha hacia atrás dejando ver su cabello negro, el cual tapaba sus orejas en su totalidad, era Mathias.

–Vaya… realmente tu tumba queda algo lejos… –dijo el pequeño en tono de broma.

–En ese caso creo que no deberías de venir tanto… –le respondían desde atrás, un hombre mayor abrigado se encontraba limpiando las tumbas de los alrededores.

–Sí, quizás, pero no puedo evitarlo… –le respondió el niño levantando el brazo en saludo.

Herman, como se llamaba aquel hombre, era uno de los tantos cuidadores del lugar. Un hombre en sus sesenta y tantos años de edad, cabello blanco y ojos azules. Al perder su esposa hizo todo lo posible para conseguir aquel trabajo de cuidador, especialmente aquella zona donde se encontraba la tumba de su difunta esposa. Antiguo dueño de una gran empresa, la que ahora era manejada por sus hijos.

–Mathias, día tras día te veo venir acá y pasas horas enteras, no es necesario que vengas todos los días… –le decía el hombre.

–Sí debo… al menos así me siento un poco mejor… –le respondió el niño–. Además, tú conseguiste este trabajo por lo mismo…

–Sí, pero ya soy un viejo, tú eres todavía un jovencito… –le decía–. Yo ya no tengo un lugar a donde ir, ya solo me queda esperar a estar de nuevo con ella… –siguió–. Ven, el día esta tan frió que un té caliente caería muy bien… –terminó por decirle soltando un suspiro blanco.

Aquella pareja caminaba hasta llegar a una pequeña cabaña, la que se encontraba entre el cementerio, y el pequeño bosque que lo rodeaba.

–Es increíble que te dieran incluso esta casa… –dijo el niño una vez adentro.

–Sí, bueno, en realidad la mande a construir… no lo creas, pero el haber hecho mucho dinero en mi tiempo tiene su ventaja… –le dijo riendo mientras montaba el agua en la pequeña cocina.

–¿Tus hijos no intentan convencerte de que vuelvas? –le preguntó Mathi, ya que el chico sabía perfectamente la historia del hombre.

–Luego de tantos años se resignaron… –contestó con una sonrisa, sentándose a un lado a esperar a que se calentara el agua.

–Ya veo…

–¿Cómo esta todo contigo pequeño?

–Pues… bien supongo… –le respondió bajando la mirada.

–Vaya, ya nos llevábamos conociéndonos más de un mes, y sigues igual que siempre… –le dijo el hombre–. Sabes, me acuerdo perfectamente ese día… miraba desde lejos todo, y te vi corriendo al bosque, quería ir a ver si estabas bien pero algo me decía que necesitabas estar solo….

Mathias permanecía en silencio.

–Fue como una semana después creo… que te volví a ver, y después al día siguiente de ese, y al siguiente, y al siguiente…

–Ya te entendí… –le interrumpió el niño sonriendo.

–Y desde entonces te he visto todos los días desde hace ya casi dos meses, pero hace un poco más de un mes que te comencé hablar, y fue entonces que vi en ti, un pequeño niño triste, tratando con todas sus fuerzas para estar solo… –le decía, pero el menor solo miraba al suelo.

Un silbido anunciaba que el agua ya se había calentado lo suficiente para quitarla de la hornilla. Herman se levantaba y sacaba dos tazas limpias de la alacena, y una cajita llena de té en bolsitas. Vertió agua caliente en una taza y luego en la otra, para luego colocar una bolsa de té en cada una.

Puso una taza delante del niño que la tomaba entre ambas manos sintiendo la calidez de la taza, y tomando el pequeño hilo que conectaba la bolsa de té lo subía y bajaba, así mismo Herman hacía lo mismo.

–No entiendo porque alguien desea estar solo, quizás no quiere que lo lastimen… –seguí hablándole–, pero, ya de por sí con el estar solo te estás lastimando a ti mismo…

Mathias solo suspiró, mientras que con una cucharilla agregaba azúcar a su taza de té.

–Quizás para ti solo soy un viejo solitario que le gusta hablar de tonterías… pero la verdad es que ya viví todo lo que tenía que vivir, mis hijos ya están grandes, mis amigos, o están más viejo que yo o ya no están en este mundo, ya solo me queda estar conmigo mismo y visitar a las personas que aun están conmigo de vez en cuando, pero tu Mathi…

 

El pequeño ya caminaba. Sus cabellos eran ocultos por su capucha, y sus manos por los bolsillos de su abrigo. El instituto donde asistía a clases no quedaba lejos del cementerio, por lo que debía pasar por éste camino a casa. Mathias levando la mirada por un instante, un grupo de niños jugando en las afueras, futbol. Miro otro instante antes de volver a bajar la mirada.

–Si eras tú… –le dijeron, Gabriel se encontraba detrás de él–. Supongo que vienes de ahí.

–Algo así… –solo le dijo.

–Espero que no te importe que camine un rato contigo, ya terminaron las practicas del equipo, así que ya me voy a casa… –le dijo con una sonrisa.

Mathias alzó simplemente lo hombres antes de ponerse en marcha, mientras que Gabriel gruñía para luego ir a un lado de su mejor amigo.

–Oye… –dijo Gabo–. ¿No piensas ir más a las prácticas de tenis?

Mathias solo respondió alzando sus hombros.

–Odio cuando contestas solo con eso… –dijo irritado el pelirrojo–. Sabes Mathi… aun eres mi mejor amigo –el más alto guardo silencio esperando alguna respuesta de parte de su amigo pero no encontró nada–. “Sí Gabriel, y tú aun eres mi mejor amigo”… –dijo en tono bromista el pelirrojo.

–¿Para qué decir algo que ya sabes?

–Vaya… –gruñó–. A veces es bueno escucharlo.

–Lo sé, y lo siento… –contestó el pelinegro.

–Cállate… –le dio un ligero empujón.

El resto del camino fue silencioso hasta que el par de niños se despidió. Gabriel tomando el bus que lo dejaba cerca de su casa, y Mathias, yendo a su edificio. El joven no fue a su apartamento, si no que fue directo al 5-C.

Al entrar lanzó la llave en el bol cerca de la puerta, yendo a la recamara principal, donde se quitaba su abrigo, sus zapatos, y se lanzaba a la cama, donde abrazaba una de las almohadas, antes de quedar dormido casi al instante…

Se despertó cuando el reloj marcaba pasada las ocho de la noche. El pequeño se giro quedando boca arriba por un momento y dejando salir un largo suspiró. Se giró nuevamente quedando ahora de lado y ya pasado un par de minutos se levantó. Tomo su abrigo y zapatos. Se fue a la puerta, miro nuevamente aquel apartamento vacío y salió.

Al llegar a su apartamento su madre se encontraba en la cocina. Había preparado la comida.

–Hola cariño… –le saludó–. Te vi entrar al edificio pero… bueno, ya hice la cena, quieres que te sirva.

–No gracias… cuando tenga hambre me serviré yo mismo… –le contestó secamente.

–Ya veo, entonces que dices sí… –sin terminar la frase Mathias ya había desaparecido de su vista entrando a su cuarto…

 

Los días seguían igual de fríos. Todos los niños del Instituto seguían viniendo cubiertos por abrigos. Había gran alboroto a la hora del recreo, Luke empujaba con fuerza a Mathias que terminaba chocando contra los casilleros con violencia.

–¡¿Qué esperas levántate?! –bramó Luke.

–Detente… –Gabriel se interponía entre su primo, y su mejor amigo–. ¿Qué diablos estás haciendo?

–¿Qué estoy haciendo yo?, ¿Qué está haciendo él? –Señalo a Mathi, quien se mantenía con la mirada en el piso–. Eres una gallina, dejaste a tu equipo, dejaste a tus amigos, acaso, ¿ no puedes superar lo que paso?, o ¿te gusta que la gente sienta lastima de ti…?

–¡Luke basta! –le reclamaba Gabriel, cuando un profesor intervenía.

–¿Qué está sucediendo aquí?

–Solo… discutimos un poco… –Mathias fue el que respondía levantándose y pasando entre todos…

 

–Debes disculpar a mi primo, es un imbécil… –le dijo Gabriel.

El par de niños se encontraba en la azotea del instituto. Aquel lugar siempre era donde cualquiera que tuviera algún problema fuera, y de esa forma el otro siempre sabría donde buscarle.

–No te disculpes… el tiene razón, ¿Sabes? –Le contestó Mathias–. No soy más que una gallina… –el joven se aferró a sus piernas bajando su cabeza.

–Cállate… claro que no lo eres… –Gabriel le daba un pequeño empujón con su cuerpo, a lo que Mathi levantó la mirada–. Vamos, no importa lo que pase, no importa el tiempo que te lleve, siempre estaré contigo…

Gabriel llevo sus manos al rostro de su amigo para secarle las lágrimas, a lo que el pelinegro estallo en llanto abrazando con fuerza a su amigo…

Habían faltado a la siguiente hora de clases, permaneciendo juntos en la azotea del Instituto, hasta que finalmente decidieron bajar.

–Por cierto, si Luke se vuelve a poner intensó contigo, creo que deberías patearle el trasero… claro sin lastimarlo tanto… –dijo en tono de broma el pelirrojo a lo el más pequeño sonrió–. Llevaba mucho sin verte sonreír…

 

La última hora de clases paso rápido. El timbre sonó faltando quince para la una. El mar de niños salió en todas las direcciones.

–Oye, ¿Qué dices si vienes hoy a mi casa? –le decía Gabriel.

–No se… debo…

–No debes ir todos los días, es bueno a veces distraerte… –le siguió–. Anda, di que sí, llevas mucho sin ir… –le insistió.

–Vale, iré… –finalmente accedió.

–¿Mathi vendrá con nosotros? –Charlie que se encontraba a un lado preguntó.

–Así es Charles… ¿no es genial? –le dijo su hermano mayor.

–Claro que sí, hace mucho que no estamos todos juntos… –dijo alegremente el más pequeño.

–Hoy no vendrá papá, así que podremos irnos caminando a casa… –terminó por decir el mayor…

 

Herman retiraba las hojas secas de varias tumbas, cuando llevo su mirada al cielo. Rayos del sol aparecían entre las nubes grises que se despejaban lentamente.

–Vaya, quizás hoy veamos un inmenso cielo azul… –comentó para sí mismo–. El pequeño no ha venido… espero que por una buena razón –sonrió el hombre…

 

Mathias estornudo.

–Salud… –le dijo Gabo.

–Gracias…

–¿Ves?, eso te pasa por no cuidarte como deberías… –le dijo su amigo.

–Solo fue un estornudo, no exageres… –le sonrió–. Hace mucho que no caminaba por aquí… –comentaba Mathias.

–Es porque no te daba la gana… –le reprochó el pelirrojo.

–Tampoco ha sido tanto tiempo… –le dijo Mathias, para luego guardar silencio–. No, si que ha pasado tiempo…

–Oye, nada de deprimirse, ¿eh?, vamos a pasarla bien… –se abrazó al cuello de su amigo con una sonrisa–. Oye por cierto, ya compre varios juegos nuevos, estoy seguro que te encantaran.

–Conozco tus gustos… –le comentó Mathias sonriendo.

–En serio, tienes una linda sonrisa, nunca debes ocultarla… –le dijo Gabriel mostrándole una amplia sonrisa a su amigo, a lo que este se sonrojo.

–Es el primo… –dijo Charlie interrumpiéndolos.

Luke se encontraba apoyado de un árbol.

–No creas que he terminado contigo… –amenazó–. Esta mañana te salvo mi primito, el cual espero que no se meta en esto.

–Mathi… –le susurró Gabriel.

–Tranquilo… dejare que diga todo lo que tenga que decir… –le respondió–. Y no te metas, ¿de acuerdo?

–Vale, confió en ti, y no lo lastimes demasiado… –le susurró.

–Bien… –el pelinegro se acerco al castaño, quien sin mediar palabra le daba un fuerte golpe que lo mandaba al suelo.

–Odio las personas como tú, tan deprimidos, tan idiotas… en serio te encanta que la gente sienta lastima por ti, ¿Verdad? –Le decía el mayor–. ¿No me digas que acaso eres tan cobarde que no puedes superar que ese sujeto se murió?, ya no está, se fue…

–¡Luke…! –Gabriel sin aguantar estaba a punto de salir en defensa de su amigo.

–¡¿Quién diablos te has creído?! –Mathias se levantaba–. Lucas murió… –lagrimas caían por su rostro–. Sé que no volverá, pero él sigue viviendo en  mí corazón, y apoyándome desde mi espalda, él siempre estará conmigo... no me importa quien este en mi camino, no importa que llegue al fondo del abismo, siempre me levantare, y me enfrentare a todo…

–Mathias… –Gabriel lo miraba con una gran sonrisa.

–Todo este tiempo me he comportado como un imbécil y lastimado a los que quiero… pero debo dejar todo atrás y mirar hacia adelante enfrentando a todo, eso es lo que aria un hombre… y por esa razón… ¡Te pienso patear el culo!

Mathias saltaba contra Luke, quien por impulso lanzaba un golpe que era esquivado por Mathias, y con un giro tomaba al castaño por la muñeca y usando su propia fuerza lo lanzaba contra la grama cercana. El primo de Gabriel terminaba en el piso inmóvil y algo adolorido.

–¿Q-Qué demonios…?

–Lo siento Gabo… pero antes debo hacer algo importante, te prometo venir luego… ¡Es una promesa…! –Mathias salía en carrera.

–Idiota… –dijo el pelirrojo con una gran sonrisa y rascándose la nariz.

–Ese bastardo… me tomo descuidado, eso fue lo que lo salvo… –Luke caminaba hasta encontrarse a lado de su primo.

El castaño acariciaba su muñeca adolorida.

–Tú fuiste el que se salvo idiota… Mathias es el mejor luchador que conozco, tienes suerte que es pacifico… –dijo riendo.

 

Mathias había tomado el bus que lo dejaba una cuadra de su casa. El pequeño corrió el resto del camino. Subió en el ascensor, corrió por todo el pasillo, entro en su departamento. Su madre ya que se encontraba en días de permiso se encontraba en casa. La mujer estaba preparando algo, cuando escucho la puerta, y el bolso de su hijo caer al suelo.

–Hola cari… –fue interrumpida por un fuerte abrazo del pequeño.

Sentía como si su corazón le fuera estallar al sentir aquella muestra de cariño.

–L-Lo siento… –fue lo único que le dijo el pequeño, a lo que ella bajo a su nivel entre lagrimas.

–No, yo soy la que lo siente…

Ambos quedaron envueltos en un cálido abrazo…

 

Continuara…

Notas finales:

Disculpen... despues de muchisimo tiempo actualizando, espero que todo este super bien con todos, y que les guste el capitulo así como a mí escribirlo, y feliiz año nuevo!! pasenla super, saludos!!


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