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Ángeles Caídos por noah_uzumaki

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Notas del capitulo:

Mathias se encuentra más cerca de lo que pensó Lucas; El destino hace que encuentre al niño a donde quiera que vaya; Lucas ve una cara de MAthi que no conocía.

Ángeles Caídos 

Capitulo 2

Mathias

 

Lucas en su mente no dejaba de repetir la escena del ascensor. Las puertas abriéndose, un joven con su madre en el interior, Mathias el nombre del niño, el mismo chico con el que había tenido una aventura aquel fin de semana. Yasmine se llamaba la mujer, la madre del pequeño, quien se presento tanto a ella como a su hijo.

El castaño en su oficina miraba al espacio, un punto en blanco en la pared tratando de no pensar en lo que le pasaba, pero por más que lo intentaba, por más que trataba de huir de aquellos pensamientos, llevaban a su cabeza con más fuerza.

¿Qué diablos me sucede? –pensó–. Solo fue una aventura de una noche… ¡Diablos!

Se levanto y fue a ver por la ventana. La ventaja de trabajar en el piso quince era que tenía una gran perspectiva de toda la ciudad.

¿Por qué no puedo sacármelo de la mente?, ni lo conozco, ni siquiera se su apellido, solo cambiamos unas palabras pero eso era parte de su trabajo… es solo un… ¡Diablos!

Lucas se seguía maldiciendo.

–¿Vienes almorzar? –Se escuchó desde la puerta de su despacho, se trataba de Carla, quien le miraba con una sonrisa–. Llame a la puerta pero no contestabas, así que entre.

–Sí, no pasa nada…

–¿En qué piensas?

–Nada, es que tengo mucho trabajo…

Trato de decir eso como escusa, pero al bajar su mirada se dio cuenta que su escritorio estaba completamente vacío.

–¿Viste?, ni siquiera he comenzado –disimuló.

–Ok… –murmuró la chica–. Pero igual, ya son las doce, es hora de almuerzo…

–Adelántense ustedes… yo en lo que pueda los alcanzare, no tengo tanta hambre de todas formas –terminó la frase con media sonrisa.

Carla simplemente suspiró resignada para luego darse media vuelta y marcharse, dejando a Lucas nuevamente en sus pensamientos…

 

Lucas terminó sin bajar con sus amigos a la hora del almuerzo, por estar distraído todo la mañana dejo mucho trabajo pendiente. Expedientes, casos sin archivar, un par de llamadas, por lo que ahora Lucas estaba apurado tratando de terminar todo rápidamente.

Su reloj sonó, era un poco más de la cinco, y ya estaba terminando los últimos detalles y así quedar finalmente libre.

Carlos entraba a su oficina. El hombre pelirrojo y ojos cafés, le miró desde la puerta un instante, hasta que finalmente dijo mientras caminaba hacia él:

–Eso es lo que pasa cuando acumulas trabajo…

–Ya esto es lo último… ¡Finalmente! –dijo haciendo énfasis en la última palabra.

–Bueno, puedo esperarte entonces.

–¿Esperarme?

–Sí, claro, además tu casa esta de camino a la mía, y yo tengo auto.

–Pero vas por tus hijos antes.

–Solo serán como unos cinco minutos, es bueno tener algo de compañía…

 

Quince minutos más tarde, Lucas ya había limpiado su escritorio, archivado sus carpetas, apagado su computador, ir al baño, y guardar sus cosas. Carlos le había ayudado para terminar más rápido.

Ya en el auto salían del estacionamiento del edificio. Lucas ocupando el asiento del copiloto observaba a los peatones, cuando Carlos le hablo.

–Vaya que hoy estuviste distraído.

–Estoy cansado… –le respondió–, este asunto de la mudanza, la verdad apenas si pude pegar un ojo anoche…

–Quiero preguntarte algo.

–¿Qué? –Lucas le miro.

–¿Te gusta Carla? –el pelirrojo le miro de igual manera, aprovechando que la luz del semáforo estaba en rojo.

–Es una chica muy linda…

–Pero… –Carlos completaba la frase.

–Solo logro verla como una buena amiga… nada más.

–Ya veo.

La luz volvía a cambiar a verde. Un par de cuadras más y ya estaban estacionados delante de una primaria. Un gran edificio principal, y otros dos a cada lado. El pasto de la entrada era verde, y era atravesado por un camino de piedra y cemento hasta la escalera principal que daba al edificio. Detrás de la escuela se encontraban los campos deportivos, así como la piscina techada. “Escuela Primaria San Agustín”, decía el cartel gigante de la entrada. Seguramente escuela católica, pensó Lucas.

A los diez minutos la campana sonó, y al minuto las escaleras se habían inundado por un mar de niños de todas las edades.

–Hasta que salieron… –dijo con fastidio Carlos.

–¿Tus hijos ven clase todo el día? –Preguntó Lucas.

–No todos los días, solo los lunes porque también hacen deporte y todo eso… –explicaba, cuando en su rostro se extendió una sonrisa, un par de niños se hallaban al lado del auto–. Hola mis niños… –saludó.

–Hola papi… –dijo un pequeño niño de unos ocho años.

Su cabello rojizo bajaba hasta casi taparle las orejas. Un pequeño que le resaltaban sus grandes ojos azules por su tez blanca, y un rostro lleno de pequeñas pecas que se reunían debajo de sus ojos y por encima de su nariz. Su hermano mayor un poco más oscuro y de doce años, tenía los mismos ojos azules, y cabello rojo, pero con corte más serio, lo llevaba corto y de lado.

–Hola Gabriel… –Carlos saludo al mayor–. Recuerdan a su tío Lucas.

–Claro… – dijeron al unisonó.

–Hola pequeños, vaya que están grandes y guapos, apuesto que deben tener muchas chicas detrás de ustedes… –dijo de forma divertida Lucas, por lo que ambos pequeños se sonrojaron, sobretodo el mayor–. Picarones –terminó de bromear.

–Papa podemos llevar a Mathi… –dijo el mayor luego de un momento.

Al escuchar aquel nombre el sentimiento de la mañana volvió en Lucas. Su corazón latía apresuradamente. ¿Sera posible eso?, Mathias es un nombre muy común, además, seguramente hay otros Mathias, no puede ser el mismo, pensó Lucas distraídamente.

–Por supuesto que sí… –le contestó riendo el adulto.

–Vamos Charlie… –le dijo Gabriel  a su hermanito, saliendo ambos corriendo luego de tirar sus bolsos en el asiento trasero.

Carlos le estaba hablando pero Lucas parecía como si estuviera en otro mundo. Todo lo que le decía no parecía importarle, solo estaba sumergido en sus pensamientos. Cuando la puerta de atrás fue abierta dando paso a los hijos de Carlos y ahora acompañados por otro niño.

–Hola Mathi, ¿Cómo esta todo pequeño? –preguntó Carlos.

–Todo bien señor… –aquella voz era inconfundible, una dulce voz que no podía olvidar aunque quisiera, y que al escucharla sintió como si alguien hubiese apretado su estomago con fuerza.

–Este es un amigo de la familia, se llama Lucas… –el mayor presentó al castaño, quien giro con nerviosismo.

Es él… –pensaba–. ¿Acaso el destino no tiene nada más que hacer que jugar conmigo?, ¿Por qué me encuentro con este niño en todos lados?

–¡Lucas…! –Carlos le llamó con un grito–. No seas maleducado.

Mathi le había extendido la mano sin recibir respuesta del adulto, hasta que finalmente dijo:

–L-Lo siento… –se disculpó extendiendo su mano y apretando la del pequeño, sus manos son tan suave, pensaba al sentir el contacto.

–Ya nos conocimos… –dijo Mathias, en ese momento Lucas palideció.

–¿En serio? –preguntó intrigado Carlos.

–Sí… –contestó el menor.

Lucas sentía que su corazón le iba  salir del pecho, este niño dirá sobre su aventura, dirá lo que hicieron ese fin de semana. ¿Qué pensaría Carlos?, ¿Qué pensarían todos cuando se enteren sobre eso?, incluso Louis podría verse implicado ya que él fue que le contrato aquel servicio de prostitución. El castaño estaba nervioso, no sabía qué hacer, o que escusa decir si el pequeño hablaba demás, cuando sus dudas fueron contestadas todas de golpe…

–El se mudo a mi edificio ayer, y lo vi esta mañana cuando baje con mi mamá en el ascensor…

Cierto, hoy nos conocimos oficialmente, pensaba ya un poco más relajado y dejando escapar un largo respiro.

–Cierto… se me había olvidado que Mathi vive en ese mismo edificio… –dijo Carlos.

El auto arranco, pero solo habían recorrido un par de calles cuando Carlos dijo:

–¿Qué dicen si nos vamos a cenar pizza?

–¡Sí! –dijeron al mismo tiempo sus hijos, mientras que Lucas y Mathias permanecieron callados.

–¿Qué dices Mathi? –el pelirrojo miro por el espejo a la parte de atrás–. ¿Crees que a tu madre le importe si te secuestramos un par de horas? –dijo divertidamente.

–Lo dudo… –le contestó riendo y levantando los hombros.

–Esa es la actitud, ya solo falta Lucas… a ti nadie te espera así que vienes sí o sí… yo invito –le dio una palmada en el hombro a su copiloto, pero con tal fuerza que hizo que se quejara, y a lo que le dijo:

–Veo que en la oficina es donde eres un gruñón…

–No exageres…

Habían pedido dos pizzas grandes; queso, jamón, salchichón, pepperoni, una con maíz y otra con hongos. Los bordes tenían relleno de queso. El quinteto estaba disfrutando de la comida, hablando, bromeando. Todos pidieron té helado.

Ahora la mesa estaba casi sola a excepción de Carlos y Lucas que eran los únicos que estaban, mientras que los niños se fueron a divertir un rato en la sala de videojuegos.

–Me pregunto, ¿si seré buen padre?, o ¿si estaré preparado? –dijo suspirando y tomando un largo sorbo de su bebida fría.

–¿Qué dices? –le contestó con otra pregunta–. Nadie está preparado para eso, solo hay que debes dar tu mejor esfuerzo y disfrutar cada momento que pasas con tu familia… –le decía mirando a donde se encontraban los niños–. Ser padre es difícil, no te mentiré, pero, más son los momentos que pasas feliz…

–Primera vez que te veo en esta faceta… realmente eres increíble –le dijo Lucas, por lo que Carlos cambio a su típica cara seria–. Ya no me engañas, vaya que eres tierno después de todo… y mira como te sonrojas.

–Cállate idiota…

Ambos compartieron una larga risa y conversación antes de que llegaran los niños nuevamente…

Carlos se detuvo en el edificio de Lucas y Mathias.

–Gracias señor Lambert… –se despidió Mathi primero–. Hasta mañana amigos… –luego de Gabriel y Charlie.

–Gracias Carlos, nos vemos mañana… –se despidieron con un apretón de manos–. Cuídense pequeños… nos vemos luego.

Observaron como el auto se desapareció en la otra calle, fue entonces cuando ambos giraron compartiendo una larga mirada. Lucas no había caído en cuenta, era la primera vez desde su encuentro que estaban solos, y ahora que tenía al pequeño delante de él no sabía que decir.

–Hola… –terminó por decir nerviosamente–. ¿Hola?, ¿Acaso eso fue lo único que se me pudo ocurrir?, de verdad que soy idiota…

–Hola… –contestó el niño dándose media vuelta y emprendiendo camino hacia su casa.

Lucas apresuro el paso para alcanzarlo adentro. El reloj de pared de la entrada marcaba las 10:21 PM. Cruzaron la esquina del lobby hacia los ascensores, y sentada en el piso apoyada en la pared una mujer delante de ellos. Estaba inconsciente.

–Diablos… –se lamentó Mathi con un largo suspiró, antes de ir hacia donde estaba la chica.

Lucas la reconoció enseguida, se trataba de la madre del niño. Le dio una rápida mirada. Ropa arrugada, un tanto sucia, cabello alborotado, y lo que termino de llevarlo a su conclusión fue una botella que rodaba en el piso al lado de ella, estaba borracha.

–Mamá… –le llamaba el pelinegro–. Vamos mamá, debes levantarte, ni siquiera son las once para que ya estés así…

El pequeño apoyo su frente en el hombro de la mujer dejando escapar un suspiró lleno de tristeza, o eso es al menos lo que le pareció a Lucas. En ese momento el menor sintió como el cuerpo de su madre se movía, levantó su cabeza de inmediato. Lucas se hallaba del otro lado levantándola por debajo del brazo.

–¿Qué haces?, no te quedes solo ahí parado, ayúdame –le dijo Lucas animadamente.

El niño de inmediato tomo a su mamá por el otro lado ayudándole a levantarla, y ya de pie el castaño la pudo tomar con firmeza, y le dijo al más pequeño:

–Llama al ascensor rápido…

–Sí –Mathi salió corriendo apretando el botón para llamarlo. En solo un segundo las puertas estaban abriendo. El trió subió hasta el piso siete. Mathias al momento que se abrieron las puertas fue corriendo hasta la puerta de su apartamento para abrirla sin perder tiempo.

Lucas quien ahora cargaba a la mujer, la cual solo balbucea palabras sin sentido, la tiraba a su cama. La mujer cayó suavemente en las sabanas, pero antes que se pudiera separar del todo de ella, esta última lo jalaba haciéndolo caer a un lado de ella. El hombre rodo en la cama cayendo al piso al otro lado.

–Eso dolió… –dijo sobándose la espalda.

–Lo siento… –se disculpó Mathias quien observaba desde la puerta sin decir más.

–Tranquilo, no debes disculparte por los errores de los adultos… –dijo levantándose y sacudiéndose el polvo–. Será mejor que ya me marche…

Ya en la sala Lucas iba buscando la salida, cuando de pronto escucho la voz de Mathi.

–¿T-Te quieres quedar un rato…? –le preguntó desviándole la mirada.

Su rostro sonrojado, y sus ojos azules sin hacer contacto visual con el adulto.

Es solo un niño, y como tal no le gusta estar solo… –pensó sonriendo–. Sí, dale, supongo que podría quedarme un buen rato… –le contestó riendo.

En la sala Lucas se acomodaba en el sillón de tres puestos, cuando Mathias llegaba con un vaso de jugo que colocaba en la mesa central, uno para el mayor, y uno para él.

Varios minutos de un tenso silencio les invadió. Lucas a un lado, Mathias en el otro. Lo único que se escuchaba era el claxon de uno que otro auto, o el ladrido de un perro. Lo único que hacían era tomar sorbos de sus jugos, cuando Lucas decidió romper el silencio.

–¿Qué tal la escuela?

–Pues, bien, sin mucho que decir…

Es realmente tierno, y su voz no ayuda para que piense lo contrario… –pensó con una sonrisa.

–Oye… –dijo el menor terminando su jugo–. Seguramente tienes muchas preguntas… –terminó la frase pero sin mirar a Lucas, solo movía los restos del jugo de naranja de su vaso trazando círculos.

–La verdad… no… –se apresuró en contestarle aunque era mentira, si tenía muchas preguntas sobre el tema, pero prefirió obviarlas antes de llegar a una situación aun más incómoda.

Mathi ahora le miraba fijamente, con un rostro lleno de dudas.

– Solo nunca pensé que un niño como tú, que va a la escuela, vive con su madre… bueno…

–Sí, te entiendo… es difícil de explicar la verdad… –contestó bajando la mirada nuevamente al vaso entre sus manos.

–¿Y vives solo con tu mamá? –preguntó tratando de cambiar el tema.

–Desde que mi padre murió… sí… estamos nosotros solos… –contestó.

–Siento oír eso… –tema equivocado pensó Lucas.

–¿Quieres un más poco de jugo? –le preguntó con una sonrisa.

–Te lo agradecería… –le contestó.

No había ni pasado un minuto cuando Mathi volvía con su vaso lleno nuevamente entregándoselo en las manos.

–Esta es la primera vez que bueno… –decía el pequeño–, que un cliente por decirlo así viene a mi casa… –terminó con una sonrisa algo forzada y el rostro colorado.

–Bueno eso me hace especial supongo… –bromeó, por lo que el niño le acompaño con una sonrisa más relajada.

Los minutos transcurrieron, y ya eran casi las doce cuando Lucas observo su reloj, pero no le importaba ya que estaba disfrutando de la compañía…

Mathi le hablaba un poco más sobre él y su madre, mientras que Lucas por su parte prestaba toda su atención en lo que le decía el pequeño. Su padre murió hace ya un par de años, un accidente automovilístico saliendo del trabajo, y desde aquel día su madre no volvió hacer la misma.

Su gusto por el alcohol fue creciendo día tras día, llegando al punto de llegar casi que a diario borracha a su casa, donde su pequeño de hijo de tan solo once años le esperaba despierto. Mathi  no le hablo sobre el trabajo que realizaba, excepto que solo hace ese tipo de cosas los fines de semana, y que no solo veía hombres, había también mujeres que contrataban aquellos servicios, y claro, no le había contado a su madre sobre ello.

Este niño tiene más experiencia con mujeres que yo… –pensó, pero aquella confesión no evito que se pusiera celoso, que otras personas lo tocaran también hacía que sintiera menos especial ante el niño, ya que con el no era el único que lo había hecho.

Luego de eso no le explico más nada, lo que hace con los clientes, o cuantos clientes ve los fines de semana, por lo que Lucas prefirió no ser él que se lo pregunte, y ya como Mathias le hablo sobre sí mismo, ahora era su turno.

Lucas que le dijo sobre como era su trabajo de abogado y sobre sus gustos, aparentemente ambos comparten muchos hobbies; el anime, los comics, el cine, los juegos de video, la música. Ambos ya hablaban con mucha más fluidez, incluso Mathi se recostó en el regazo del mayor, quien sin dudar le abrazo con su brazo, y antes de notarlo el pequeño se había quedado plácidamente dormido.

Realmente este niño… –se decía así mismo Lucas observando cómo dormía el menor, y usando su mano libre para acariciar el cabello negro del pequeño, el cual bajaba por la frente–. Creo que esto es lo que se conoce como amor a primera vista… –terminó con una media sonrisa.

Lucas perdió la noción del tiempo observando al pequeño que abrazaba, cuando sin darse cuenta se quedo dormido…

 

Continuara…

Notas finales:

ESpero que les haya gustado así como a mi escribirlo :3 que tengan un feliz fin de semana, cuidense amigos :3


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