Jueves, 9:35 de la mañana, Choi Minho deja su piso, coge el ascensor hasta la planta baja de su edificio, comienza su paseo hacia la oficina. Sería más práctico conducir, pero la verdad es que el adora la libertad y la energía que le proporciona caminar hacia su puesto de trabajo. Más que cualquier cosa.
Existe una pequeña cafetería de camino a su oficina, cerca de aquella, localizada en la esquina de una de las calles más transitadas de la ciudad, que sin duda alguna es la favorita del chico.
Key escuchó sus tranquilos pasos caminar hacia allí antes incluso de que lo viera. Su corazón empezó a latir a toda velocidad de nuevo, tal y como lo hacía cada mañana desde que el moreno llegó a su café. Hoy, sin embargo, Key estaba trabajando más alejado de la puerta, y Sae Jin se le adelantó. Minho le dió su orden y fue de camino a su asiento habitual.
"Sí, sí, lo entiendo", dijo Key un poco bastante impaciente, tomando la taza de la mano de Sae Jin. "Quiero decir, no hay ningún problema. Tú te puedes ocupar de la caja registradora, ¿de acuerdo? "
Minho había llegado por primera vez allí dos semanas atrás. Key se había quedado perdidamente enamorado de él al instante. Tenía una actitud tan casual y una sonrisa tan espontánea y natural, un cuerpo tan atlético, era tan atractivo. Era simplemente hermoso.
Sae Jin le había llevado a su asiento aquel primer día. Desde entonces, Minho había encontrado la misma mesa cada día de nuevo con facilidad. La cafetería no estaba nunca llena a esa hora de la mañana, por lo que Key se aseguraba siempre de que esa mesa estuviera disponible, incluso si tenía que pedir educadamente a los clientes que por favor se sentaran en otro lugar.
Cuando no estaba ocupado, solía limpiar la máquina de café, porque le daba un buen punto de observación desde donde podía ver sólo a Minho. Su mano se cerraba alrededor de la taza, el borde de sus labios, su nuez de Adán moviéndose arriba y abajo al tragar. Todo lo que él hacía era hermoso.
Hoy Key decidió limpiar una mesa cercana.
"Tú has hecho mi café hoy, ¿verdad?"
"¡Oh! Uh, sí. ¿Cómo lo supiste?"
"Tiene un sabor diferente cuando lo haces tú, mejor..."
Key se sonrojó. "Gracias. Me alegro de que te guste. Um, añadí un poco de canela."
"Lo sé." Minho le sonrió. Su móvil vibró iluminándose un par de veces. "Bueno, creo que debería marcharme ya. Un día ajetreado el de hoy", dijo, apurando el último sorbo de la bebida. Poniendo la taza sobre la mesa, cogió su chaqueta y se levantó de su asiento.
"Supongo que nos veremos mañana", dijo Key, deseando inmediatamente poder aspirar de vuelta su mala elección de palabras. "Quiero decir…"
"No te preocupes", se rió Minho. ". Te veo mañana sin falta, entonces."
Con una hermosa sonrisa en el rostro empujó la puerta y siguió su camino, calle abajo.