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Un chico gay con fetiches extraños por aleii

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Notas del capitulo:

Alooo!!!

nueva historia

espero les guste (:

Cualquiera que pudiera verme en este momento, seguramente diría que estaba loco. Más que loco, dirían que estaba pirado, más allá de la realidad; pensarían que tenía ciertos problemas mentales que debería arreglar.

Mi madre, me mandaría al psicólogo. Mi hermana, gritaría frenética. Y mi padre, bueno, mi padre, probablemente me dejaría de reconocer como su hijo.

Pero este era yo. Y cuando me encontraba a solas, era imposible evitarlo.

Mire mi reflejo sonriente. Mi piel blanca, y mi cuerpo menudo, hacían que se viera perfecto. Aquel conjunto de brassiere y bragas de encaje, color negras, me hacían lucir maravilloso.

El único problema, que terminaba por romper aquel equilibrio de belleza, era aquel bulto que se encontraba entre mis piernas, escondido en la parte inferior. Odiaba mirarlo. No se veía correcto en toda aquella escena.

En realidad, no es que odiara mi pene. No, lo amaba con toda mi vida. Si no existiera ¿Cómo podría satisfacer cada noche mis locas fantasías?

Pero no iba bien en momentos como estos, y me era imposible esconderlo.

-¡Fernando!-gritó frenética mi madre, interrumpiendo mi pequeño momento erótico en el cual me sentía más que sensual-¡Fernando, baja ya que se nos hace tarde!

-¡Voy!-grite por cuarta ocasión, y entonces me deshice de las bellas prendas que llevaba puestas. Algún día posiblemente podría arriesgarme y llevarlas a la escuela, pero hoy no era el día. Y no es porque hoy no me sintiera valiente, no, en realidad es que me tocaba educación física, y eso significaba ducharse al terminar la clase.

Seguramente sería un poco extraño que mis compañeros se toparan con aquella ropa interior que podría pasar por un negligé, ya de por sí pensaban que era algo extraño luego de que se me hubiera ocurrido la maravillosa idea de pintar unos cuantos mechones de mi cabello color plateado.

Aún podía recordar a la perfección la cara de mi querida amiga Natalia, y la del idiota de Julián, al verme llegar al salón con mi nuevo estilo. Echaron por tierra todo aquel entusiasmo que había sentido por la mañana al salir de casa.

Bueno, en realidad Nat me apoyo con todo su corazón y dijo que me veía aún más guapo, pero el IDIOTA no paró de reír en todo el día, ¿ya mencione lo idiota que era Julián?, tuve ganas de matarlo durante una semana entera.

Así que ya me sobraba con aquel exceso de atención de parte de algunos de mis compañeros como para que, sin querer, se encontraran con mi ropa interior femenina.

-¡Fernando! ¡Tienes tres segundos, si no bajas, te dejo!-volvió a gritar mi madre

Esta vez no me quedó otra opción más que esconder mi precioso tesoro en el fondo de la gaveta de ropa interior, donde se suponía que ni mi madre, ni mi padre, ni mi hermana fisgoneaban.

Mire algunas de las prendas que había conseguido en los últimos días, aspire su aire de superioridad, y luego puse sobre estos los cientos de aburridos boxers que tenía.

-¡Fernando, ya te advertí!-gritó mi madre, un poco antes de que nos encontráramos en la cocina. Al llegar, la mire con una sonrisa de disculpa y ya no dijo más. Ambos nos subimos al coche.

Poco después llegamos a la escuela, la gente ya comenzaba a amontonarse en las puertas de la entrada, mientras que otros, algunos a los que les importaba un poco menos el llegar temprano, fumaban al otro lado de la calle, justo enfrente del colegio.

Entre ellos, se encontraba el fastidioso de Julián, que como siempre, miraba desganado hacía la nada, mientras le daba unas cuantas caladas al cigarro. Su rubio y alborotado cabello se encontraba tan perfecto como siempre, y tenía aquella aura de superioridad que tanto me molestaba.

Suspire fastidiado al verlo.

-¿A qué hora llegaras a casa?-preguntó mi madre, deteniéndose a unos metros de la escuela

-No lo sé, supongo que temprano, regresare en cuanto salga de clases-dije, encogiéndome de hombros-pero depende del tráfico que me toque

-Supongo que te llevara Natalia

Afirmé

-Bueno, no quiero que te detengas en ningún otro lugar, que hoy tenemos comida con tu tía Gaby-señalo mi madre, mirándome seria

-Ya… prometo llegar temprano-dije, alzando la mano con la palma hacía enfrente, como si fuera un explorador, haciendo un juramente

-Ok, nos vemos en la tarde hijo-finalizó, dándome un fugaz beso en la mejilla. Baje del coche, y ella arrancó rápidamente, al parecer ya tenía algunos días de retraso en el trabajo. Y claro, era mi culpa.

Así que entendía un poco su mal humor de los últimos días.

Mire aburrido el aconglomeramiento de adolescentes que intentaban traspasar las puertas de entrada de la escuela, a unos minutos de que comenzaran las clases. Lo más probable es que aún no hubieran llegado ni Natalia, ni Daniel, ni Alex, y no estaba entre mis planes aguantar una clase entera de matemáticas.

 Mire hacía la acera de los chicos fumadores.

Por unos minutos estuve en la encrucijada de lo que sería mejor hacer. Ir a clase, o resistir una hora de charla con el antipático de Julián.

Al final, me decidí por el rubio. Como decía mi abuela: “De los males, el mejor.” Así que camine lentamente hacía su dirección, sin dejar de mirarlo en ningún momento.

Con Julián debías ser así. Directo, fuerte, y sobre todo, no debías dudar ni un solo segundo. Si te tomaba con la guardia baja estabas perdido.

-Que aburrido, ¿siempre vienes a fumar aquí?-pregunté, sentándome a su lado

El rubio giró su rostro en mi dirección con total indiferencia. Luego, esbozo una media sonrisa.

-¿No hay algún otro lugar?, alguien me dijo que había un parque cerca de aquí-añadí

-Bueno, si te parece tan aburrido, ¿Qué haces aquí?-preguntó, arqueando una ceja

-Pues…

-No me digas, tus amiguitos no han llegado-dijo, interrumpiéndome

-Adivinaste

-Perfecto, ¿y porque yo te tengo que aguantar? ¿No conoces a otras personas?-preguntó burlonamente

Me encogí de hombros

-Supongo que me gusta fastidiarte y arruinarte el día

-Con verte es suficiente-masculló

-Hablarte es un plus-susurré, encogiendo las piernas y recargando mi espalda sobre la pared.

A veces, solo a veces, dolían sus palabras. Hoy, era uno de esos días malos en los cuales me encontraba un poco más sentimental.

Pasaron un par de minutos en los cuales nos quedamos en completo silencio. Unas cuantas personas pasaron frente a nosotros, y se detuvieron un par de segundos para saludar a Julián, sobre todo personas del sexo femenino.

Las entendía. El rubio era un chico sumamente guapo, lograba sobresalir del promedio. Además, lucía mucho más grande que los otros chicos en la escuela, así que eso lo hacía mucho más atractivo.

Sumado a eso, tenía su actitud déspota y su humor ácido, que por alguna extraña razón, en vez de repeler a las mujeres, parecía atraerlas como si fuera un imán. Terrible situación.

-Bueno, por lo que veo no piensas irte-murmuró, al terminar de saludar a un grupo de chicos con rastas-así que ¿quieres?-añadió, pasándome su cigarrillo.

En realidad, no me estaba preguntando.

Lo tome, y durante una milésima de segundo, no solo nuestros dedos se rozaron, sino que además, nuestras miradas se encontraron.

Mi corazón saltó dentro de mi pecho en aquel instante, e instintivamente moví el rostro hacía otro lado, evitando sus ojos.

Sí.

Sí había algo peor que ser gay, eso era ser gay, y estar enamorado de alguien como Julián.

Bueno, eso sin contar la parte de mi fetiche hacía la ropa interior femenina.

-Oye… ahí están tus amigos-dijo de pronto el rubio, sacándome de mi pequeño momento de autocompasión.

Alce el rostro, encontrándome con una chica sumamente pequeña, de cabello castaño y enormes ojos, que movía su brazo de un lado a otro, intentando llamar mi atención. En cuanto noto que la observaba, detuvo su frenético movimiento, y me hizo señas de que ya era tarde.

Con total calma me puse de pie, al tiempo que le devolvía el cigarro a Julián.

Tristemente, no asistíamos a la misma clase, ya que él era un año mayor. Así que no lo vería hasta que fuera la salida, ya que era poco probable que me lo encontrara en el receso.

-Pues bueno, eres libre, puedes ir y joder con quién quieras-mascullé, recordando a aquella chica rubia, que no había dejado de mandarle indirectas en todo el rato que estuve con él-la de las tetas enormes era linda-añadí, tomando mi mochila

Era claro que me sentía envidioso, y lleno de rencor. Julián jamás se fijaría en alguien como yo, así que hace mucho había terminado por matar las pocas esperanzas que quedaban. Era imposible que pasara algo entre los dos.

Y no solo lo decía porque fuéramos dos hombres, si no por el hecho de que nosotros nos odiábamos desde hace mucho. Era un rasgo de familia.

-Por esta ocasión, creo que tomare tu consejo-murmuró, un poco antes de que cruzara la calle

Me detuve, y me gire a mirarlo. Un brillo especial ensombrecía sus ojos. Lo conocía muy bien.

-Que lo disfrutes-dije, antes de dar media vuelta, y cruzar

Lo conocía a la perfección, ya que esa mirada que tenía Julián era la misma que yo tenía cuando lo miraba a él, todos los días. Era una mirada de deseo. Y en mi caso, quizás también una mirada de amor.

 

 


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