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Hogwart's All Night Club por Mahozahamy Arisugawa

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Notas del fanfic:

2a Respuesta al Maratón de Fanfics Snarry Junio 2014 por la Mazmorra del Snarry.

 

Advertencias: AU, Parodia. Humor Extraño y Bizarro.  Dark!Harry

Notas del capitulo:

Un poquito de Humor Bizarro para la pareja consentida de la Mazmorra.

No tiene en absoluto la intención de ser una historia seria.

Disfruten.

HOGWART'S ALL NIGHT CLUB

Hogwart's era el antro de moda en el corazón del salvaje Londres nocturno. Se alzaba en el anticuado corazón de la ciudad, como un chiste, o una broma de mal gusto. Valía la pena visitarlo sin embargo pues era toda una excentricidad. Quizá fuera por ello larguísimas filas se formaban cada noche ante sus puertas.

La fachada había sido diseñada de modo que pareciera la de un castillo medieval. Por lo que de día parecía indistingible de las grandes moles de deprimente gris que lo rodeaban. De noche sin embargo se encendían reflectores rosados y púrpuras en la alfombra roja con lunares de la entrada.

Se había convertido en el último éxito y por tanto en el local más exclusivo. Aunque la gente decía que era lo novedoso, lo extraño, lo chiflado, lo que atraía a la muchedumbre, ávida de novedad. Y si busabas una nueva experiencia en el castillo de Hogwart's era el sitio, pues según las malas lenguas en él podías probarlas todas.

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El propietario era como cabría esperarse era un bicho raro, rarito. De nombre Albus Wulfric Brian Dumbledore ni más ni menos. A quien cortésmente todos llamaban excéntrico.  Vestía siempre un traje púrpura afelpado, con zapatos de hebilla, tenía una irrisoria barba blanca largísima, llevaba su largo y rizado cabello también blanco atado en una coleta alta.

Se presentaba siempre como el director. Ofrecía siempre a todo el mundo un exquisito caramelo de limón. Decía que era un gran mago y lo era.  

Cada noche, antes del inicio de la fiesta que duraba toda la noche, a veces hasta bien entrada la mañana del día siguiente, el director, se ponía guantes, una nariz de payaso, un sombrero de punta y armado con una varita negra con la punta blanca, ofrecía a sus visitantes un espectáculo de magia. La gente esperaba con mucho entusiasmo cada noche, pues la puesta en escena era en realidad sorprendente. Sus trucos  eran novedosos. Cada noche ejecutaba uno diferente. Nadie lograba explicarse como lo hacía.

Las excentricidades de su local provocaban en el público diversas reacciones. Hilaridad. Diversión. O molestia.

Pues el lugar era tan extravagante que resultaba chocante en cierto punto. El interior era una mezcla loca de luces de neón y empapelado extraño. Había enormes jaulas donde encerrados y vestidos de modo exótico bailarines y bailarinas, se movían al compas de una provocadora música.

Del techo colgaban ristras de tacitas de té, gigantescas cartas de naipes, y bolas de cristal. En las paredes había cuadros vacíos. Cuadros del revés. Incluso cuadros que en realidad eran ventanas. O espejos.  Algunos incluso conseguian asustar, pues de vez en cuando parecía que movían los ojos, o soltaban alguna frase grabada.

Sin embargo nada como el cuadro principal. Era el más grande de todos ellos y estaba situado en la pared de la primera pista de baile. El cuadro era uno en el que aprecia un blasón con cuatro fracciones.
Una era de color rojo y tenía el dibujo de un león. En otra el dibujo de una serpiente y el color verde. En la tercera era de color azul y había un águila. La última era de color amarillo, con el dibujo de un tejón.
Que era parte fundamental de la gracia que tenía el club. Pues el director tenía una idea bastante bizarra de lo que era la diversión.

Había nombrado a cada una de las fracciones del blasón como casas. La roja era Gryffindor, la verde Slytherin, la amarilla Hufflepuff y la azul Ravenclaw, el anciano demostraba la utilidad de dichas "casas" con un entretenimiento ridículo que tenía lugar cada noche.

Los invitados se formaban en filas en el vestíbulo y por turno se sentaban en un taburete.

Donde un alto y fornido hombre de piel oscura, vestido únicamente con una atrevida tanga de leopardo y una boa de plumas rosadas sobre su cuello, que se llamaba Kingsley, ponía sobre la cabeza del invitado de turno una ostentosa y por demás ridícula tiara de diamantes falsos de plástico que tenía algún mecanismo incorporada, pues al cabo de un rato gritaba alguno de aquellos nombres disparatados.

El director aplaudía, luego ponía en manos del invitado un gran ramo de flores de papel. Se tomaba una fotografía conmemorativa, el invitado era ovacionado por la multitud e iba a la sección que correspondía, donde se le servía una bebida gratuita, y se divertía con el resto de la gente que acababa en esa sección. A pesar de lo exagerado de la pantomima el entretenimiento era muy popular.

La barra servía bebidas en calderos miniatura o tazas de té de cristal o viales y tenían los nombres más insólitos. Como Veritaserum. Matalobos. O poción Multijugos. El director aseguraba a sus invitados que reían hasta reventar, que eran nombres de pociones.

El director del Hogwart's all night club era un hombre fabuloso, con una larga lista de hombres que aseguraban ser sus amantes. Era el hombre del humor bizarro, extraño, que daba a la juventud londinense una buena probada de su locura.

Como todas las noches el club estaba a reventar, la gente se divertía al ritmo de la atronadora música electrónica.

Dumbledore contemplaba su reino desde la silla alta que había instalado bajo el blasón. Con aire ausente acariaba la espalda de kingsley que se había sentado a sus pies, sin soltar la cadena que le había puesto al cuello. Con un collar de puntas.

Ya se pasearía más tarde entre sus invitados, contándoles chistes verdes que incluían "mágicas varitas" además de "animar" a los nuevos para probar nuevas y excitantes experiencias en los privados con su complaciente staff, que disfrutaba especialmente de estas "bienvenidas" a inocentes novatos.  Ese salón privado con paredes de espejo y colchón de agua era últimamente popular, pero no adptaría otro. Cada privado era único.  

Por ahora no estaba de humor.  Más allá de su fachada de simpático chiflado de caricatura, Dumbledore era un hombre bastante peligroso.  

Y últimamente un nombre estaba molestándole especialmente.

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Los mortífagos no existían oficialmente. Eran la mafia de mafias de Londres. Un grupo de sicarios, cuya ocupación principal era ser mercenarios al mejor postor.

Asesinaban bajo las órdenes de su líder. Tom cara-de-serpiente. Que prefería ser llamado Lord Voldemort. Quien ponía a la venta los servicios de sus hombres. Sus principales clientes eran otras mafias que querían eliminar miembros contrarios.  Los mortífagos eran temidos. Por que eran invisibles. Nadie sabía quién podía ser uno de ellos.

Solo Tom era la cabeza visible. Por que era calvo y por que era el líder. Se reconocían entre ellos por el tatuaje que todos portaban normalmente en el brazo, pero algunos lo tenían un sitio más discreto de su anatomía.

Tom-cara-de-serpiente, tenía fama de hombre  sádico, cruel, vivía en el cuartel general de su mafia, donde se quedaban muchos de los miembros, que lo servían y custodaban la mansión para él y su familia. Solo con ellos el Lord para gran impresión de los novatos era amable. Y hasta permisivo.

En el grupo todos respetaban profundamente a la familia del Lord. Especialmente a su compañero sentimental. Potter.

James Potter era un hombre recio, pero justo. Que era tratado con la calidad del esposo del jefe. Por que se había ganado a pulso el respeto de todos y cada uno de los mortífagos. A quienes decía que consideraba como sus hijos.

Y estaba por supuesto Harry.  El hijo adoptivo de Tom y James.  Adorado por la inmensa mayoría de los seguidores, Harry era el asesino estrella de los mortífagos.

Su apariencia inocente era una perfecta trampa para el desprevenido blanco. Su método favorito eran las armas blancas.  Había sido oficialmente adoptado sólo por James cuando su madre Lily Evans, una gran amiga de James falleció al darlo a luz. Pero desde el momento que James se convirtió en el “esposo” del Lord éste terminó por quererlo tanto como lo hacía su primer padre adoptivo. Todo el mundo sabía y estaba de acuerdo en que sería el próximo líder.  

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La Orden del Fénix era como Dumbledore llamaba su red privada de informantes. Y últimamente solo le había traído noticias desagradables.

Primero estaba la mafia que se hacía llamar el “ministerio” que era el grupo más poderoso de traficantes y distribuidores de Londres. Quienes parecían no estar muy de acuerdo con lo que estaba haciendo en su local.  

Lo que se cocía en las puertas traseras de su Hogwart´s all night club no era legal, pero si a esas íbamos, lo que hacía la gente del “ministerio” era francamente depravado. Tenían por líder a una desagradable mujer. El nombre Dolores Umbridge. Que quería tomar el control permanente del territorio de londres.

Había amenazado a Dumbledore para que cerrara su localito extravagante y se marchara. O le comprara a ella la mercancía. Cosa que el por supuesto no estaba dispuesto a hacer.  

Después tenía a ese misterioso grupo. Los mortífagos. “Devoradores de la muerte” vaya un nombre más que apropiado para una mafia. Que se encargaba de asesinar, irónicamente a asesinos y a otros mafiosos por un elevado precio. Lo impresionante del grupo no era desde luego el nombre su lider pelón cara de serpiente. Lo impresionante era era que nadie sabía quienes eran sus miembros.

Nada tenía de impresionante que la lider del grupo el “ministerio” hubiera puesto un precio a su cabeza. Le molestaba que pronto los “mortífagos” irían a por él. Pero si lo que se murmuraba del grupo era cierto no tendría problema en descubrir al asesino.

Si sospechaba de alguien, sencillamente le enviaría alguno de sus muchos “colaboradores” para que lo llevaran a un privado. Y averiguaran como sólo ellos sabían hacerlo. Si había o no un tatuaje de calavera y serpiente en su cuerpo.

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Harry llegó vestido con pantalones de cuero y camisa de red al Hogwart´s all night club una noche tranquila de jueves. Sin saber que pensar de un club tan absurdo que parecería sacado de un sueño del más flamboyante tipo de gay.

Fue sorprendido por el excéntrico entretenimiento nocturno. Entre histéricas risas se sentó en el taburete. Mientras Kingsley le colocaba la tiara sobre la cabeza Harry se pasó la lengua por los labios pensó que de verdad tenía muy buen cuerpo. Lástima por que no era su tipo. Y por lo que podía ver era la mascota del dueño. Lo decía por el collar, pero también por las marcas que había en el cuello del anciano. Se preguntó si podría significar alguna clase de estorbo para la ejecución de esta noche.

Cuando la tiara lo envió a la zona verde, Harry se levantó del taburete, recibió sus flores, posó para la foto y estaba por marcharse para pensar como actuaría, perofue arrastrado por el dueño de un modo más o menos brusco.

¿Sabría algo? Posó su mirada fija en los brillantes ojos azules.

Pero el anciano solo sonrió le entregó un pase. “Te invitamos a montar en el expresso de Hogwarts, después de media noche ven al salón privado: Andén nueve y tres cuartos”

¿Un salón privado?

No podía ser más perfecto. Harry sonrió con maldad. Ya sabía como iba a hacerlo.

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Severus Snape no había llegado solo al Hogwart´s all night club aquella tranquila noche de jueves. Había venido directamente desde el trabajo. No se podía creer la estupidez de la “selección”, había estado a punto de marcharse al saber que tenía que ponerse “aquella cosa” en la cabeza.

Pero Lucius, insistió hasta el cansancio que había pagado mucho por el privilegio de asistir a este exclusivo club y no quería perderselo solo por que Severus era un amargado. Así acabaron los dos en la zona verde.
Todavía llevaba camisa y pantalón de vestir.  

Su compañero de trabajo Lucius le había obligado prácticamente a venir. Solo para abandonarlo en la barra mientras él iba a ligarse al tipo más feo que había encontrado. Lucius era así. Disfrutaba especialmente “divertirse” con hombres muy maduros y poco agraciados. Encima estando casado. Pero no iba a ser él quien decidiera criticar.  Su víctima de esta noche se llamaba Cornelius algo, creía.

Lucius le había pedido un “veritaserum” Suero de la verdad en latín ni más ni menos... pensándolo bien tal vez no era del todo un mal nombre para un trago.

El saco y la camisa se habían quedado en deportivo de éste. Tal como estaban las cosas quizá no los quisiera volver a a ver jamás. Había soportado el ruido de los desagradable sorbetones a su lado, luego Lucius le hizo una seña, que comprendió perfectamente, estaba llevando al señor Cornelius al auto. A saber lo que harían ahí.

Definitivamente pasaba de volverse a poner aquel saco y corbata. Es más, pasaba de volverse a subir a ese coche. Al menos en una temporada. Con un gesto de profundo desagrado vació su bebida. Se puso de pie para ver la forma de largarse, entonces se topó de bruces con Harry.

Frunció el ceño para que fuera menos evidente que sus ojos se había dirigido autómáticamente y casi diría que por voluntad propia al ajustado pantalón de cuero. Muy tarde pues Harry sonrió de un modo que le causó escalofríos. No obtstante al segundo siguiente, Severus perdió a Harry de vista.

Se quedó parado por algunos segundos, sin saber que hacer. Decidió que quizá valía la pena esperar un poco más. Pidió otro veritaserum y se sentó en uno de los sofás que había por todo el maldito club. Esperando volver a verlo.

Sin notar que una intensa mirada azul vigilaba desde la pista. Tan solo un minuto después, Severus recibió un mensaje a su celular.

Abrió mucho los ojos.  Era una petición de su líder, un mensaje de la Orden del Fénix.

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Para poder llegar al salón nueve y tres cuartos fue una travesía, Harry tuvo encontrar una puerta disimulada en una pared. Recorrer un pasillo que estaba decorado como un andén de tren. Y finalmente entrar a un cuarto que parecía un vagón de tren.

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Severus no había dicho a nadie que formaba parte de la red de la Orden. Le había precido como una especie de club privado y secreto al cual pertenecer. Había terminado por involucrarse mucho más de lo que hubiera esperado.  

Su líder le había salvado la vida en una ocasión. A partir de ese momento decidió que haría lo que le pidiera. Tanto que ahora conocía al líder mucho más de lo que cualquier otro. Pese a que jamás lo había visto. Podría decirse que era considerado entre los miembros como la mano derecha. Lo tenía por un hombre sabio. De moral cuestionable, si, pero ¿Quién podía ser considerado honesto? El no desde luego.

Lo que no esperaba era que el objetivo que le había señalado el líder, con la orden de averiguar si en su cuerpo había algún tatuaje, fuera el mismo chico que había perdido de vista hacía solo un rato el que abriera la puerta. Se le ocurría una interesante y placentera manera de averiguar eso.

Sonrió y el chico con ojos de esmeralda le devolvió la sonrisa.

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Se había equivocado, pensó Dumbledore. Era el chico equivocado. Y sin embargo había estado tan seguro. Rara vez sus instintos le engañaban.  De cualquier manera seguiría buscando al día siguiente.  Se giró para econtrarse con el instinto asesino, difuminado detrás de las esmeraldas. El muchacho que había marcado como posible asesino le apuntaba con un revólver automático.

Detrás del muchacho estaba Severus. Su mano derecha. Su más fiel miembro de su Orden. ¿Lo había traicionado, estaba vendido?

Hubo un disparo.

El casquillo humeaba a los pies de Dumbledore. La bala le había traspasado limpiamente la pierna izquierda.  

---Márchese de Londres—le dijo Harry bajando el arma—Tiene hasta el amanecer.
--- ¿Por qué?--Dumbledore estaba conmocionado. No tenía sentido que el asesino le perdonara la vida.
---Si quiere puedo decírselo. Pero si lo hago tendré que matarlo esta vez.

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Los besos de Harry—ahora conocía su nombre—habían sido su condena. El roce de sus manos en su cabello. La suavidad de su cuerpo sobre el suyo. El sonido de su voz. Tan solo el brillo de emoción en esas esmeraldas. Su sonrisa.

Había vendido su alma para convertirse en asesino. En mercernario.

Dejó su mediocre vida de oficina para sumergirse en el oscuro submundo al que Harry pertenecía. Mató junto a Harry a la líder del “ministerio” cuatro días después de que el Hogwart´s all night club cerrara sus puertas para siempre.  

De su antiguo líder no volvió a saberse palabra. La Orden se desintegró. Y los miembros volvieron a sus vidas. El tatuaje que lucía en el brazo era la prueba de su condena. Había jurado lealtad a los mortífagos por el amor de Harry.  Lo soportó todo para ganarse el respeto de los padres adoptivos de Harry.

Hoy que Harry se convertía en el líder de la familia tras la muerte de su padre. Severus adquirió también entre los miembros del “la familia” un estatus diferente.  

Cuando el grupo finalmente se marchó tras las celebraciones, Severus se acercó a Harry, abrazándolo por la cintura comenzó a besar su cuello, el murmullo complacido de Harry despertó sus instintos.

Sabía que la felicidad que sentía por el nombramiento de Harry era malsana. Que un asesino como él no tenía derecho a robarle a la vida la normalidad de un hombre común. Había rumores de un nuevo grupo al este de londres. “El Profeta” era el nombre del grupo. Y se decía que lo sabían todo.

Harry se estremeció bajo su cuerpo. Apretaba las sábanas de la cama con los puños. Le abrazó con desesperación antes de derrumbarse juntos en la oscuridad.

Ahora al ser el líder visible Harry había puesto sobre la mesa una invitación abierta a asesinarlo. Pero él ya no era el mismo Severus.

Lo amaba. Mataría a quien fuera para defenderlo.



FIN
Notas finales:

Espero que al menos les haya arrancado una sonrisa. Y en el mejor de los casos que se hayan reído.

Se aceptan comentarios y tomatazos.

 


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