A veces parece irreal lo que siento. Me pregunto ¿Puedes sentirlo tú? Esta sensación, esta corriente eléctrica que surca por tu espalda y te hace mover cada fibra del cuerpo incitándote a una danza, un baile que no necesita pasos, que solo se da sola y luego nos lleva a un lugar utópico, donde no existen nadie más que tú y yo. Y entonces mi mente vuela. Imagino con cada acorde del saxofón como salen destellos, y la luz se vuelve tenue. El amanecer surge cuando en realidad es noche y, se cuela por las cortinas que no cerramos después de sentir nuestra primera noche hechos uno solo, como dos personas que comparten un destino y una promesa.
También veo tú sonrisa de los buenos días mientras acaricio la suave piel tú hombro desnudo, esa blanca piel que como nubes me pide a gritos que jamás la suelte, que siga tocándola como si de ello dependiera mi vida. Envolviendo cada día en un sueño y cada noche en un baile.
Sin embargo, los sonidos, las sensaciones cambian entre sí, ahora también las imágenes que surgen entre visiones se van y vienen. Ahora te veo con dos tazas, una de café y una de té. Sé que te gusta el Americano porque mi piel la llenas con ese sabor y, mí te de canela hace temblar tú corazón. Tus hombros desnudos dejan atrás la luna, la silueta tras la sabana que usas me crispa.
Y me detiene, detiene mi mente todo y la necesidad de sentirte tan cerca me hace imaginar ahora tenerte en mis brazos, sin las tazas y sin la sabana. Solo tú y yo. Solo tus ojos felinos sobre mí y mis besos en tu piel, pero aun con el aroma de anoche, con la calma de mañana y la sensualidad de ahora, porque el baile nos une, porque te amo y me amas.
Caminamos abrazados hasta el centro de dónde sea que estamos, donde solo veo amplios ventanales regalándonos la maravillosa vista de la luna de verano, tan llena reflejándose en las oscuras aguas del océano. Luego está la ciudad.
La canción se vuelve rápida, con ese toque del inicio pero más cercana y nos veo ahora abrazados, bailando. Mi mentón descansa sobre tú hombro, tú enfrente y yo atrás, cubriendo tus espaldas, respirando tu silencio, inundando mi tiempo. Mis manos bajo las tuyas unidas en tú vientre dibujando caricias sobre la blanca tela, no, no es la blanca sabana, sino tu piel, igual de blanca, igual de suave.
El aroma del café viene desde la mesa, es más fuerte que la canela, nos rodea, se mezcla con tu esencia y luego las luces se apagan, me dicen que se ha hecho tarde y cuando te busco con mis manos siento el frío que deja tú ausencia, la necesidad de correr hacia ti me aloca.
Ahora de repente una luz se prende, en nuestro escenario, en nuestra obra. Y te ilumina al fondo, desde allí me miras, dulce y travieso. ¿Es una invitación silenciosa, una complicidad o mera alucinación? Sea lo que sea, me arrastra hasta tú lado. Me quema.
Y la paz de la luna me llena, la luz se hace más pequeña, ya no puedo sentir el vacío. Las estrellas nos rodean en ese lugar de oscuro terciopelo. El café amargo y dulce a la vez. La vida lenta, tu tacto suave, se siente a felicidad, es amor, se vuelve él... y sabe a sus labios.
Entonces los acordes se van yendo, abrazados, disfrutando, mientras disfrutamos bailando entre café y canela, entre labios que saben cómo a la primera mañana de nuestras vidas. Así se siente amarte, sentirte, besarte, bailar. Así te quiero, porque eres todo lo que veo. Entre canciones, entre letras, entre té dulce y de canela.