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Verano por Roronoa Misaki

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Notas del capitulo:

¡¡Heeyyy!! Hola chicos, aquí Misa-chan reportándose. No, chicos, no estaba muerta, sólo un poquito desaparecida xD Pero bueno... aquí les traigo el cap por fin terminado, espero que les guste porque de verdad me esforcé mucho :D

 

Capítulo 7 - ¿Al fin juntos?

Kagami contrajo el rostro al sentir el pequeño algodón —previamente remojado en alcohol— directamente sobre la herida en su mejilla y reprimió un quejido mientras dejaba que su acompañante siguiera con la labor de limpiarle los golpes.

—Lo siento mucho, Kagami-kun, no quería que las cosas terminaran así— comentó Kuroko pasando leve y cuidadosamente el algodón por la mejilla del pelirrojo, tratando de que no le molestara mucho, mirándolo con una expresión de pena total. —Debí tener más en cuenta el carácter impulsivo de Aomine-kun.

—No te preocupes, Kuroko, no es tu culpa— trató de sonreírle para tranquilizarlo, pero terminó haciendo una mueca de dolor.

Tetsuya apretó los labios y trató de terminar rápidamente su labor, pero con delicadeza para hacérselo más llevadero al otro. En cuanto hubo acabado Taiga se dejó caer contra el respaldo del sofá en el que estaban, con la cabeza colgando hacia atrás, mientras él se ocupaba de guardar todo lo que había utilizado para curar al otro en el botiquín que había dejado en la mesita de centro de la sala del departamento de Kagami.

—Una cosa sí te digo, si después de esto el idiota de Aomine no aclara de una vez por todas todo este asunto, yo mismo lo arrojo por la ventana de su propio cuarto.

Kuroko sonrió de lado, ligeramente divertido ante el comentario de su amigo, y se acomodó en el sofá dispuesto a descansar aunque fuera por un par de segundos de toda esa extraña situación.

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Kise se quedó mirando fijamente aquellos ojos llameantes por quién sabe cuánto tiempo, con las palabras del chico dándole vueltas en la cabeza. 

Kagami o yo.

Su pulso ya se había disparado desde hacía unos segundos, y sentía cómo se le dificultaba el respirar por la cercanía del otro y su penetrante mirada sobre él.

—No… no comprendo, Aominecchi— logró articular aquellas palabras en apenas un hilo de voz, sorprendiéndose a sí mismo de que su cerebro fuera capaz de enlazar las palabras en una oración. 

Aomine bufó y acercó un poco más su cuerpo al del chico que tenía acorralado contra la pared, casi llegando a pegarse a él, y con sus rostros tan próximos que sus alientos se mezclaban al respirar.

—No puedes tener a los dos, Kise. ¿Qué no ves que ya me estoy volviendo loco?

Y era verdad, cada vez que veía algún gesto cariñoso entre el rubio y el imbécil de Kagami sus celos se disparaban a niveles demasiado altos, dejándolo con casi nada de cordura. Sentía que cada vez que el chico estaba cerca de Ryouta, él se alejaba aún más, como si lo estuviera torturando robándoselo lentamente de las manos, aunque en realidad nunca lo había tenido.

Chasqueó la lengua ante ese pensamiento y aplicó un poco más de presión en las muñecas del otro, pero no demasiada, no quería lastimarlo.

—No estoy dispuesto a compartirte con nadie. No lo soportaría…

El corazón de Kise de pronto ya no latía desenfrenado en su pecho. No, había decidido que era mejor idea paralizarse por completo después de escuchar esas palabras. Logró, de alguna manera, tragarse el nudo que se había formado en su garganta desde hacía rato, pero la nube en su mente no se disipaba, impidiéndole terminar de procesar con completa claridad lo que Aomine estaba diciéndole.

Por un segundo su mirada se desvió ligeramente de los ojos del otro —cosa que no había hecho desde que lo acorraló contra la puerta— y todo lo que pudiera haber estado cruzando por su mente quedó desplazado a un segundo plano inmediatamente.

—Aominecchi, estás herido.

Daiki cerró los ojos y apretó la mandíbula, impidiendo que un gruñido de frustración escapara de sus labios.

—Déjalo, no ha de ser nada.

—¡Por supuesto que sí, estás sangrando!— Kise miró con preocupación el corte que el moreno tenía junto a  la ceja izquierda, de donde brotaba un pequeño río de líquido carmesí que se deslizaba por su rostro. ¿Cómo no lo había notado antes? Se soltó de los agarres de Aomine en sus muñecas —cosa que no le resultó muy difícil, dado que el chico los había aflojado después de hacer la observación acerca de su estado— y acercó una de sus manos a su rostro, pero no se atrevió a tocar su herida. —Hay que curarla pronto.

Aomine dejó que el rubio se liberara de su acorralamiento y fuera en busca del botiquín, mientras que él sólo era capaz de apoyar la frente contra la madera de la puerta, pensando en ir a buscar al idiota de Kagami hasta el otro lado de Japón si es que era necesario y terminar con lo que había iniciado en el estacionamiento. ¿Cómo era posible que el muy maldito se las arreglara para joderle la existencia aún si no estaba presente? “Lo mataré. Lo mataré lenta y dolorosamente…”

Mientras Daiki planeaba en su mente la manera más segura de asesinar a Kagami dejando su cuerpo en miles de pedacitos, Kise regresó del baño con un pequeño estuche blanco en las manos. El rubio se acercó al sofá y se sentó en él dejando el estuche en la mesa de centro.

—Aominecchi, acércate por favor— Pidió comenzando a sacar todo lo que necesitaría del botiquín.

Aomine soltó un largo y pesado suspiro antes de despegar su frente de la puerta y acercarse hasta él. Se sentó muy cerca, apenas dejando espacio entre ellos, y esperó hasta que el chico comenzó a pasarle una toallita húmeda por el rostro, limpiando los rastros de sangre. Cerró los ojos y se dispuso tranquilizarse un poco mientras sentía las manos del otro recorrer ligeramente su piel.

Conforme pasaban los minutos, la nube de confusión en la mente de Kise fue disminuyendo, y también su preocupación al ver que la herida en la frente de Daiki no era nada grave y ya había parado de sangrar, permitiéndole espabilar un poco y comenzar a procesar realmente lo que había pasado minutos atrás.

Aomine lo había acorralado contra la puerta, diciéndole que tenía que elegir entre Kagami y él. Pero, ¿por qué? ¿A qué se refería exactamente con eso?

Una parte de él le gritaba intensamente que era un idiota, que era más que obvio qué era lo que estaba pasando. Pero otra —la que se negaba rotundamente a creerlo— le decía que simplemente estaba malinterpretando todo.   

—No me has contestado, Kise.

La repentina interrupción de la voz de Aomine lo hizo dar un ligero respingo de sorpresa, sacándolo de sus pensamientos para regresarlo a la realidad. La realidad donde se suponía que estaba curando su herida. Sin mirar al chico a los ojos, tomó una gasa, cortó un pequeño pedazo y lo colocó sobre su corte, rehuyendo de su mirada mientras terminaba con su labor.

—No puedes huir por siempre.

Kise bajó la mirada y se mordió el labio. Daiki lo observó, con la angustia creciendo lentamente en su interior. Si el chico no quería contestarle, debía ser por algo, ¿no? Porque lo más probable era que dijera algo que no quería escuchar.

—Estoy confundido.

Sí, definitivamente no quería escucharlo. No quería escuchar cómo le decía que no podía elegir, que sus sentimientos por Kagami eran demasiado fuertes como para hacerlos a un lado sólo por él, para estar juntos. No quería escuchar cómo le decía que aquello no era suficiente.

Estuvo a punto de levantarse del sofá y encerrarse en su habitación, pero las siguiente palabras de Ryouta lo detuvieron.

—No sé qué es lo que quieres Aominecchi, no logro comprenderlo… 

¿Que no lograba comprenderlo? ¡¿Qué parte de su “Kagami o yo” no había sido clara?! Comenzando a desesperarse, pero rehusándose a salirse de control y gritarle al chico que abriera de una maldita vez sus ojos y viera lo que estaba causándole, Aomine hizo lo único que se le pasó por la cabeza para aclarar cualquier duda que Kise tuviera en la mente.

Ryouta apenas pudo sentir una mano instalándose en su nuca antes de levantar la mirada y que sus labios fueran completamente apresados por los del moreno, acariciándolos y saboreándolos a su antojo, mientras que él estaba que no terminaba de creerse lo que pasaba.

No no no no. Aquello era un sueño, tenía que serlo, seguramente el cansancio acumulado le había ganado, haciendo que se quedara dormido en el asiento del copiloto del auto de Kagami. Sí, seguramente era eso. En cualquier momento se despertaría en el coche mientras su amigo lo zarandeaba ligeramente y le decía que ya habían llegado, mirándolo con preocupación por haberse quedado dormido con tanta facilidad. Pero el beso se alargó y era momento que no despertaba de su fabuloso sueño.

“¿Eres idiota, verdad? ¡No estás soñando! ¡Regrésale el bendito beso antes de que se aleje!”

La voz en su cabeza lo hizo reaccionar, y con las manos temblorosas pero realmente ansiosas se aferró al cuello de Aomine, acercándolo aún más y contestando por fin el beso que llevaba esperando por tanto tiempo. Era completamente indudable que ninguna de sus fantasías, ni siquiera las más vividas, se acercaban siquiera a la verdadera sensación de los labios de Aomine sobre los suyos, tomándolos con intensidad rozando en lo brusco, pero en ese momento poco le importó, lo único que sabía era que estaba despierto por completo y besando a Daiki como si no hubiera un mañana.

No se separó de esos labios hasta que sus pulmones comenzaron a quemar por la falta de oxígeno, obligándolo a alejarse para poder recuperarlo. Nunca antes había deseado tanto el tener una mayor capacidad de retención de aire, pero sus pensamientos se esfumaron rápidamente al sentir casi al instante los labios de Aomine deslizándose por su mejilla lentamente, hasta llegar a su oído donde soltó un resoplido que lo hizo estremecerse de pies a cabeza y casi jadear de la impresión. Sintió también una de sus manos posarse en su cintura y pegarlo más a él, mientras que la izquierda —que hasta ese momento se había mantenido en su nuca— se deslizaba lentamente por su espalda.

—Sé mío, Ryouta— susurró Aomine contra su oído con voz grave y casi necesitada.

Kise no se paró a pensar que lo que el chico le pedía podía ser un simple acostón. No, su mente estaba completamente nublada por todo el deseo que había reprimido en los últimos meses y que se había liberado con el intenso beso, y su cuerpo estaba por completo fuera de su control, con aquel fuego creciente recorriéndolo como si viajara por sus venas, consumiendo todo a su paso.

No se resistió cuando Aomine descendió y comenzó a besar la piel expuesta de su cuello, lamiéndola y devorándola con sus labios como si creyera que era un dulce y que alguien podría llegar en cualquier momento a arrebatárselo. Ni tampoco cuando sintió su mano colarse debajo de su camiseta, provocándole descargas eléctricas ahí donde sus dedos rozaban directamente sobre su piel, y en poco tiempo se encontró sentado a horcajadas sobre los muslos del moreno, estirando los brazos hacia arriba para dejar que le sacara la prenda que ya estaba estorbando, para después aferrarse a sus cortas hebras azules como si fueran la valsa a la que un náufrago se aferra para sobrevivir.

Por un momento el mundo se detuvo. El tiempo dejó de correr, y todo a su alrededor se congeló completamente cuando su mirada dorada se cruzó directamente con esos intensos y profundos fosos azules. Ninguno de los dos fue consciente de otra cosa que no fueran sus respectivos amantes, y no les importó cuánto tiempo, segundos o minutos, mantuvieron esa conexión antes de que Kise volviera a inclinarse hacia los labios del moreno. Un beso lento, pausado, pero pasional en el que se entregaba por completo a él, sin reservas.

Aomine no dudó ni un segundo antes de colar su lengua en esa cavidad, explorando cada parte, cada rincón, cada recoveco buscando revelar todos y cada uno de los secretos que pudiera albergar. Sus manos se deslizaron lentamente por la ahora desnuda espalda de Kise, disfrutando de cada relieve que hallaba en su camino, de su calor corporal mezclándose en sus manos y encendiendo aún más la chispa en su interior. Sus manos siguieron bajando hasta llegar al trasero del rubio, estrujándolo para pegarlo completamente a su cuerpo, ocasionando que ambas erecciones se rozaran debajo de la tela de los pantalones.

Kise gimió, separándose de su boca para dejar salir su voz, momento que el moreno aprovechó para bajar sus labios por su cuello, deslizándose con parsimonia mientras saboreaba concienzudamente esa exquisita y dulce piel, causando escalofríos en el receptor de tales atenciones y que éste se aferrara a sus hombros, para después comenzar a buscar la manera de retirar la prenda que aún intervenía en el contacto directo de piel con piel.  

Aomine siguió bajando hasta llegar a los botones levemente rozados de su pecho y se entretuvo un rato jugueteando con ellos, mordiéndolos, lamiéndolos y succionándolos una y otra vez, deleitándose con los jadeos y la pesada respiración de Ryouta, hasta que éste encontró por fin el borde de su camiseta y tuvo que separarse un poco de él para dejar que se la retirara.

En cuanto la prenda estuvo fuera Kise lo besó ansioso mientras se paseaba con las manos de arriba a abajo por su espalda, recorriendo con su calor cada centímetro de su piel. Volvió a hacer que sus caderas friccionaran, y Kise soltó un sonido que casi pareció un sollozo de excitación sobre sus labios.

Sin poder soportarlo más, Daiki sujetó al chico desde la parte trasera de sus muslos y se levantó del sofá, teniendo que separarse de sus labios para poder hablar.

—¿Tu habitación o la mía?

Kise estuvo a punto de contestarle que eso era lo que menos le importaba en ése momento, pero alguna parte de su cerebro que aún pensaba con claridad le recordó que su habitación estaba más próxima que la del moreno.

—La mía— contestó sujetándose de los fuertes brazos de Aomine y comenzando a repartir besos por su cuello.

Para Daiki fue realmente difícil seguir caminando hacia la habitación de Kise sin terminar estampándolo contra alguna de las paredes a su paso, sobre todo con el chico besándolo y acariciándolo por todas partes, pero al final consiguió llegar hasta el cuarto y a la cama, donde se dejó caer con Ryouta bajo su cuerpo.

—Aominecchi…

Kise se estremeció cuando Daiki comenzó a besar su torso de nuevo, pero esta vez pasando de largo sus pezones y descendiendo con sus labios y lengua por su abdomen, mientras sus manos se concentraban en comenzar a desabrochar su pantalón.  

Aomine habría podido pasarse horas y horas recorriendo cada parte del cuerpo de Kise sin cansarse, pero en ése momento su necesidad y deseo mezclados eran más fuertes que cualquier otra cosa, y decidió dejar la experimentación para la próxima vez. Su mente estaba demasiado nublada como para pensar si esa próxima vez realmente llegaría a pasar.

Terminó de desvestir al chico, deshaciéndose en el proceso del resto de su propia vestimenta, quedando así ambos completamente desnudos ante la mirada lujuriosa de su compañero. Aomine volvió a su posición sobre el cuerpo de su amante y besó sus labios una vez más, colocando una mano en su cadera y deslizando suavemente los dedos sobre su piel.

—Date la vuelta— susurró sobre sus labios cuando se separaron.

Kise asintió levemente y le plantó un rápido beso en la boca antes de girar su cuerpo y quedar con el pecho pegado sobre el colchón, mientras que Aomine lo presionaba con su propio cuerpo pegado a su espalda pero sin aplastarlo. Sintió cómo los labios de Daiki comenzaban a pasearse por su cuello y hombros, y no pudo evitar soltar un gemido cuando restregó su duro miembro contra su trasero pero sin llegar a penetrarlo.

—Eres virgen, ¿verdad, Ryouta?

El nombrado se sonrojó ante la declaración de su compañero, pero una nueva fricción entre sus nalgas lo hizo soltar otro gemido y asintió en respuesta.

—Aominecchi…

Daiki no pudo evitar formar una pequeña sonrisa al escuchar la voz necesitada de su amante, y besó la piel detrás de su oído con suavidad y lentitud.

—Tranquilo, iremos lento—. Deslizó su mano por la espalda de Kise, tomándose su tiempo para recorrer cada musculo en ella, hasta pasar por su hombro y acercarla a su rostro, colocando tres dedos sobre sus labios. —Lámelos.

Kise obedeció y abrió la boca para dejar que esos dedos entraran en ella y poder comenzar a humedecerlos con su saliva, mientras que Aomine seguía repartiendo besos y una que otra mordida por su espalda, y restregándose cada cierto tiempo contra su trasero, causando que se estremeciera y excitara cada vez más.

Cuando sintió la primera intrusión en su entrada apretó la almohada entre sus manos, más por nerviosismo que por cualquier otra cosa.

—¿Te duele?

Ryouta negó con la cabeza e intentó aflojar un poco más su interior. —Sólo es… extraño…

Se relajó un poco más al sentir los labios de Aomine besando sus hombros con suavidad, y su otra mano paseándose por su cuerpo. No habría creído antes que Aomine pudiera ser tierno en momentos como ése, pero realmente le estaba ayudando y lo agradecía bastante, sobre todo porque imaginaba que debía estarle costando mucho el contenerse. Su respiración fue volviéndose más pesada y sus jadeos más continuos  conforme el tiempo corría y Daiki lo preparaba, ahora con tres dedos dentro de él. El dolor que en algún momento llegó a sentir comenzaba a disminuir, pero se dio el caso en que Daiki rozó algo dentro de él que lo hizo soltar un gemido un poco más fuerte que los anteriores, e impulsar su cadera hacia atrás en un intento por volver a sentir aquella corriente eléctrica recorrer todo su cuerpo.

Aomine siguió dilatando al chico por unos momentos más, rozando continuamente su punto y deleitándose cada vez que soltaba un gemido y apretaba la sabana en sus manos. En cuanto pensó que estaba listo retiró sus dedos y sostuvo la cintura de Kise firmemente con ambas manos, acercando su erección a la entrada de su amante.

Kise se preparó mentalmente para lo que seguía, pero aún así no pudo evitar morder la almohada cuando Aomine comenzó a penetrarlo. Dolía. Maldición, por supuesto que dolía, pero no al grado de ocasionar que le pidiera que se detuviera. Trató de relajarse y hacer aquello menos doloroso, tanto para él como para Aomine, y se alegró al escuchar un jadeo junto a su oído, mientras el aliento del moreno golpeaba suavemente contra su piel.

Daiki esperó el tiempo que consideró necesario para que el chico se acostumbrara, pero era realmente difícil mantenerse quieto con ése calor apretado rodeando su miembro, por lo que, en cuanto sintió que Kise se relajaba más, comenzó a moverse en un vaivén lento y casi rítmico dentro de él al tiempo que deslizaba sus manos desde la cadera del rubio, subiendo por sus costados y acariciando sus brazos, para finalmente llegar hasta sus manos y entrelazar sus dedos.

Al principio Ryouta apretó los labios, acostumbrándose al movimiento y a las primeras estocadas, estremeciéndose bajo el cuerpo de su amante con cada una de ellas. Daiki golpeó su punto y Kise volvió a gemir y a mover sus caderas al ritmo de Aomine. Aún podía percibir un poco de dolor, pero quedaba desplazado por completo gracias al placer que lo embargaba.

En cuestión de tiempo la habitación se inundó con jadeos y gemidos de placer por parte de ambos, y el sonido de la cama balanceándose junto a sus cuerpos.

Kise no quería pensar en otra cosa que no fuera Aomine y ése momento, en el calor que lo recorría por completo, en sus cuerpos conectados, sus manos entrelazadas y sus labios unidos en un intenso beso que en pocos segundos lo dejó sin respiración.  

—Ao-Aominecchi…— llamó Kise en medio de gemidos. —Más… más fuerte…

Daiki dejó escapar un gruñido de excitación. —Demonios, Ryouta. —Salió del interior del chico y sujetó su cintura firmemente para darle la vuelta y así poder tener su rostro a la vista. Levantó la cadera del rubio y lo penetró con una fuerte estocada, deleitándose con el gemido y la expresión de placer del modelo.

Kise rodeó la cintura de Aomine con las piernas y su cuello con los brazos. Lo acercó a él para poder besar sus labios nuevamente, enterrando los dedos en su cabello y tirando un poco de él cada vez que golpeaba su próstata con esa fuerza y firmeza que caracterizaba sus movimientos.

Daiki no detuvo sus movimientos ni bajó el ritmo de estos hasta que Kise llegó al orgasmo, sin siquiera haber tocado directamente su miembro, apretando su interior de manera asfixiante y arrastrándolo al final unos momentos después. Se quedó inmóvil por unos segundos, mientras ambos respiraban tratando de recuperar el aire que habían perdido, y salió de su interior para después dejarse caer a su lado en la cama.

Pasaron los minutos, sus respiraciones ya normales eran lo único que se escuchaba en el silencio de la habitación, ya que ninguno de los dos se dignaba a hablar. Aomine sólo tenía ganas de abrazar al rubio, besar sus labios y dormirse ahí a su lado, pero su mente —ahora ya completamente despejada— no dejaba de recordarle un pequeño detalle que le impedía el hacerlo.

Kise aún no había hecho su elección.

 

Continuará...

Notas finales:

Bueno, eso es todo por hoy. El lemon no es mi fuerte, pero espero que por lo menos sea algo aceptable :3

Recuerden tomarse unos minutitos para dejar un review, chicos, me ánima y ayuda bastante saber lo que piensan de la historia. Ayudénme para mejor con mi escritura, si vieron algún erros o algo, haganmélo saber :D

Muchísimas gracias a todos por leer, cuídense mucho. Nos vemos la próxima :D

Misa-chan


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