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Noviazgo fallido por Natsuki Uzumaki

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Nos leemos abajito, en las notas finales.

°oO°~ Capítulo 2. Amigos  ~°Oo°

 

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Después de ese agradable encuentro con Naruto y Sai, Gaara no volvió a verlos. Ni siquiera al salir del examen que habrían presentado el viernes, solo a Sasuke. Entre la semana de cursos y el verdadero ingreso a clases regulares había transcurrido una semana, una que se les proporcionaba para “descansar” después de lo que el taheño consideraba como un fastidioso y odioso curso. Sin embargo a lo largo de ella se había llevado simples y desagradables disgustos. Dado que al inicio de curso de introducción se les había ubicado dentro de una especialidad —nombre dado al tipo de carrera técnica que cada uno decidiera cursar—; Gaara había parado en Soporte y mantenimiento en equipo de cómputo,situación que lo dejaba muy lejos de su verdadero objetivo: Laboratorista clínico. Con todo y el mal sabor de boca que le dejaba el tener que conformarse con lo que tenía entre manos; ya que eso es lo que le había hecho entender la joven secretaria académica del bachiller, la cual también le había comentado que solo era cuestión de tiempo para esperar el resultado de una petición para tramitar su cambio de especialidad.
Mientras tanto el primer día de clases, ya como un alumno, había llegado. Gaara, había tenido que tragarse el orgullo y seguir dentro del grupo asignado originalmente. A pesar de su mala cara durante el lapso de las primeras cuatro horas-clase se aseguró de tomar los apuntes correspondientes y de grabarse las aulas a las que se trasladaban.

En cuanto campana que anunciaba el receso comenzó a timbrar, lo primero que hizo fue ir al baño a lavarse la cara, ya que sentía que de no hacerlo mataría alguien entre su enorme fastidio por lo estúpida que era la administración de ese lugar. Un tanto más fresco y dispuesto decidió emprender el camino hacia donde fuese, y también con la clara intención de encontrar a alguien para no quedar como un perro deambulando por el sitio, y no le importaba quien fuese el pobre conocido suyo que se encontrara con él. En cuando se hubo encontrado a la mitad del camino desde los baños hacia el edificio D, fue que dio con el dúo que si le preguntaban le daba un aire de poder ser mellizos, claro que la historia de ambos era distinta, y esos eran Sasuke y Sai.

 

—Buenos días, Gaara —saludó el moreno de piel más clara, extendiendo a su vez las comisuras de sus labios en una sonrisa rígida y fría. Gesto que Gaara había podido apreciar en cuantiosas ocasiones, la última vez que se habían encontrado por lo que no era aquello lo que le había parecido extraño.

—Ah… eh, buenos días, Sai —Gaara intentó seguir la conversación por el lado de Sai, a pesar de aun saberle raro ese formalismo, dado que los jóvenes se saludaban con un “hola” dejando los últimos solo para emplearlos con las personas mayores; más Sai parecía ser cordial con todos—. Hola, Sasuke —desvió la mirada hacia el tercero presente. Increíble cómo es que había olvidado tenuemente su presencia.

Sasuke solo movió una mano en respuesta al saludo del granate—. ¿Qué tal tu grupo? —Aunque bien podría ser una pregunta casual, el moreno la había soltado con segundas intenciones, aunado al tono de burla que había empleado, eso a sabiendas de lo antisocial que Gaara podía llegar a ser.

—Quisiera matarlos a todos —hizo una mueca de disgusto. Justo cuando él creía que podría sacarse por un momento de la cabeza el tema con referencia a su grupo.

—No creo que sea necesario, Gaara —interrumpió Sai, además de mostrar un tanto de preocupación por la manera en la que se había expresado.

—Solo es un decir —aclaró el pelirrojo, antes de dejar ir un suspiro, calmándose.

—Lo sé —volvió a sonreír de esa manera tan poco creíble—. Sasuke, ¿cuándo le dirás la noticia?

—Arruinas la sorpresa, Sai —entornó los ojos antes de fijar la mirada en Gaara para dirigirse a él—. ¿Cuándo pediste tu cambio de especialidad? —le dejó ir la pregunta.

—En cuanto publicaron las listas, pero me dijeron que eso podría tardarse hasta un semestre o dos, cuanto mucho —volvió a dejar ir un suspiro, ese tema le causaba dolores de cabeza y quería dejarlo por un momento.

—Entonces se podría decir que andas de suerte, mapache. Hoy en la clase de química te mencionaron en el pase de lista —Sasuke sonrió ladino, mientras notaba el escepticismo creciente en el taheño, además del tenue cambio en su expresión.

—Lo que significa que tu cambio se hizo, un tanto antes de lo que se te había dicho. Estás en laboratorio y no solo eso, estarás con nosotros. Espero que tengamos un muy buen ciclo escolar los tres y seamos buenos amigos —le dijo Sai mientras le daba una palmada en el hombro y volvía a sonreírle.

—¿Es en serio? Porque si es una broma les daré una golpiza que en su vida olvidarán —Gaara sentía su corazón palpitar fuertemente por la emoción. Quizás, muy en el fondo de si, deseaba dar brincos de alegría y abrazarlos a ambos por la grata noticia, pero dejaría el sentimiento justo dónde estaba.

—Dime Gaara, ¿cuántas veces has sabido que yo le jugué una broma a alguien? —el Uchiha enarcó una ceja por la falta de confianza hacia su persona. Más el comentario iba en son jocoso.

—Yo no tendría por qué hacerte una broma, después de todo te conocí hace apenas unos días —aclaró Sai, contrario a Sasuke trató de sonar con bastante seriedad.

—Es cierto —fue lo último que el pelirrojo. Al parecer ese día solo había comenzado con una pinta terrible, ahora mismo podría ser uno de los mejores que hubiese imaginado tener.

—Bueno los veinte minutos de receso están por terminar, así que yo sugiero que vayamos al salón donde tendremos la siguiente clase —habló el albino, llamando la atención de ambos, esperando que tuvieran una opinión similar a la suya.

—Pero quedan alrededor de cinco minutos —el bermejo le miró con extrañeza, era una sugerencia bastante rara a su parecer.

—Podemos hacer tiempo mientras caminamos hacía el salón —mantuvo la sonrisa entre sus labios, con la invitación aun fresca para hacer el recorrido hacia el aula.
Sasuke, solo dejó ir un suspiro y comenzó a caminar; Gaara por su parte, observó a su nuevo compañero, solo un momento antes de seguir los pasos de Sasuke, a su lado. No había podido comer algo, pero en realidad no sentía apetito con aquella noticia que consideraba muy buena.

 

Mientras el trío se dirigía al apartado edificio N, se tomaron algo de tiempo para conversar, sacando a colación el tema sobre Gaara y su anterior grupo. El taheño consideraba que no existía algo de importancia que tuviese razones para recalcarse, además, el tiempo que había pasado junto a ellos había sido tan breve que no había algo conciso que decir sobre aquel grupo. En cambio le parecía un tanto interesante el tema de los profesores, los cuales bien parecían tener conductas extrañas, su mismo rostro o presencia eran raros.
En cuanto pudieron arribar al sitio, el nuevo grupo, formado por tantos desconocidos como el anterior, esperaban frente a la puerta a que el profesor de Algebra les abriera la puerta. Gaara solo podía ver muchos rostros nuevos, con los cuales tendría que verse de ahí en adelante durante tres años. No sentía interés por ellos, justo como en la secundaria, aunque como grupo parecían ser incluso mejores, pero no quería tener expectativas aun al respecto.

 

 

Después de “mudarme” al que sería mi grupo pude sentir una sola cosa y era felicidad. Pero como alguien me solía decir, ´sonreía por dentro´, ya que mi cara nunca iba en un aspecto que demostrara ese sentimiento. Pero yo me sentía bien y eso era más que suficiente.
No recuerdo exactamente el número de semanas que pasaron desde el inicio de clases, pero al poco tiempo se sumó una persona extra al grupo y como él parecía ya haber hablado con ella tuve que adaptarme a un nuevo cambio con ese integrante extra; dejamos de ser un trío y pasamos a convertirnos en un grupo de cuatro personas. Me costó un poco el digerir el cambio; ya tiendo a tener una rutina y detesto que se vea interrumpida o que sufra modificaciones de la nada; pero sobreviví a ello.

 

A pesar del aparente rostro gentil de los profesores, ninguno se tentó el corazón para tener un poco más en consideración el caso de Suigetsu; un chico apático, de cabellos albinos y ojos color lila. El joven en cuestión había sido víctima del mismo inconveniente que Gaara, ambos habían hecho solicitud para cambiar de especialidad y por culpa de la deficiente administración ese cambio se había realizado de manera satisfactoria, pero sin haberles informado de ello; la diferencia radicaba en que Gaara tenía a dos personas que le conocían y le informaron ese mismo día, al escuchar su nombre en el pase de lista; en cambio ese chico había estado ausente y ahora debía lidiar con el haber reprobado la primera unidad por inasistencias.
Sai se acercó a él y le habló de manera que a Gaara le resultaba una cierta familiaridad en su trato. Al parecer Sai y Suigetsu habían compartido aula durante los cursos de introducción y con unas cuantas palabras bastó para que el chico se uniera a ellos. Para Gaara el suceso bien había resultado en un cambio bastante fuerte con su rutina y “círculo social”. Le costó bastante pero al final pudo acercarse a Suigetsu, y con un poco más de esfuerzo logró poder considerarlo un buen amigo.

 

 

 

—Para finales del mes de Septiembre yo sentía que mi lazo con él se había vuelto uno estable, tanto como para fiarle ciertas cosas sobre mi persona. Ya que solíamos conversar un poco más entre nosotros, surgían una serie de conductas y gustos que eran afines, así que en muchas ocasiones solo éramos él y yo. Para entonces muchos solían bromear diciendo que éramos toda una pareja, yo jamás respondía, solo mostraba mi ´cara seria´ a ello, o bien entornaba los ojos y movía la cabeza de un lado a otro a modo de negativa; pero cuando él tenía que negarlo, bueno… quizá es tarde para declararlo, pero nunca le escuché una respuesta, más bien había un cierto nerviosismo al respecto y cambiaba el tema, pero nunca dio un “no”.

Recuerdo una ocasión en la que esperaba por él en la entrada, allí me encontré a un compañero del grupo, solo nos saludamos y me ofreció ir con él al aula, pero simplemente dije “no puedo espero a alguien”, sacó su propia conclusión y después hizo una insinuación sobre un posible noviazgo, pero le deseché la idea al instante, además los comentarios solían más bien ser malintencionados o con motivos de burla para nosotros dos. Para cuando él hubo llegado a la entrada le relaté ese pequeño suceso, su rostro se puso rojo, pero yo preferí creer que era por el ligero viento fresco de la mañana, a tomarlo por un sonrojo; claro que cuando le relaté el desenlace noté lo que hoy sé que era un “brillo de decepción” en sus ojos. Aunque apuesto a que ni él mismo era consciente de sus sentimientos por mí. Supongo que para entonces nuestros lazos ya estaban establecidos pero mi ceguedad me impedía notarlo, solo éramos amigos, unos muy buenos amigos.

 

A finales del mes de Septiembre, Gaara había pensado en entrar en el club de Literatura. Había estado investigando un poco al respecto de la variedad de clubes, pero no se consideraba bueno en los deportes, como para ingresar a uno de ellos y del resto ese era bien el único que consideraba lo suficientemente atractivo como para ingresar. El bachiller tenía un reglamento que de alguna manera motivaba a los estudiantes a participar en ellos, y se podía resumir en la posibilidad de huir al trabajo social. Cada alumno debería cumplir con un determinado número de horas en alguna dependencia gubernamental, pero al ser partícipes de un club escolar aquello dejaba de ser algo “forzoso”. Aun y entre ellos existía su excepción y ese era apartado dentro del área clínica, ellos sí deberían realizar ese servicio social, aun y siendo participantes de uno de esos clubes. Gaara lo sabía, pero aun así quería tener una excusa le mantuviera el mayor número de horas posible lejos de “su casa”. Así que cuando las clases terminaron, el taheño comenzó caminar hacía la cafetería, permanecería allí hasta que llegase la hora en la que el club abriera. No había previsto que alguien seguiría sus pasos y le llamaría a mitad de ese planeado recorrido.

 

—Oye, ¿a dónde vas? —Sai inclinó la cabeza hacia el frente para poder verlo.

Gaara le miró un tanto extrañado, pero aun así no detuvo sus pasos—. A la cafetería —resolvió su duda y metió las manos dentro de los bolsillos del pantalón andando un tanto más lento.

—¿Tienes hambre? —Aquella era la única respuesta lógica que el moreno pudo armar en su mente, sin detenerse o hacer algún gesto de despedida, cómo Gaara esperaba.

—No —detuvo sus pasos y centró por completo su atención en Sai. Parecía que el moreno iba a seguirlo y Gaara no quería hacerlo perder el tiempo.

—Entonces, ¿por qué vas a la cafetería? —Enarcó una ceja confundido por la idea del taheño, le daba la impresión de que estaba actuando de manera un tanto irracional.

—¿Recuerdas que te mencioné que quería entrar a un club? —Dejó salir un suspiro y miró hacia él en espera de una respuesta.

—Sí —respondió con simpleza, ya que efectivamente recordaba la conversación.

—Pues creo que entraré al de Literatura. Pero como comienza en dos horas iré a la cafetería y esperaré a que llegue la hora —resumió esperando la inminente despedida que tendría que llegar.

—En ese caso me quedaré contigo —él extendió las comisuras de sus labios en una sonrisa gentil y sincera. Para entonces Gaara sabía que Sai solía sonreír con mucha frecuencia, pero entre esas tantas veces era más que un escudo cuando algo no le quedaba claro o no sabía que responder.

—No puedes Sai, no le has avisado a tus padres que llegarás tarde —si bien la idea de no estar solo durante dos horas sonaba de maravilla no podía permitir que Sai recibiera un regaño por culpa suya.

—Mi abuelo llamará, y cuando lo haga le diré que me quedé en la escuela porque entraré al club de literatura —Sai fácilmente encontró un modo de persuadir la evasiva de su amigo.

—¿Estás seguro de que no te causará problemas el quedarte hasta tarde sin avisar? —El bruno bien podría tener una clara intención de quedarse pero aun así Gaara quería estar completamente seguro.

—Siempre que sea algo que tenga que ver con la escuela no existirán motivos para recibir un regaño. Además, el señor Danzō es estricto pero cuando es referente a la escuela es un poco más flexible —insistió, esperando que diera el sí definitivo de una buena vez.

—¿De verdad? —le miró enarcando una ceja, si volvía afirmar eso ya dejaba de ser su problema y el regaño que Sai pudiese recibir quedaría excluido de su consciencia.

—Sí, sí. Además así no estarás solo, y yo quiero pasar un rato contigo —volvió a sonreír de esa manera tenue y franca.

 

El granate observó el gesto y percibió el cómo su corazón dio un pulso más acelerado. Apartó la mirada, eso estaba mal, o al menos así lo creía él. Con velocidad le dio la espalda y reanudo su marcha hacia su destino original, y su acompañante improvisado siguiéndole de cerca.
Para ese momento Sai parecía tener demasiada afinidad por estar con él, siempre que Gaara decidía hacer algo él le acompañaba, en cada clase sus asientos siempre eran contiguos, mismo equipo dentro del laboratorio de química y también para las exposiciones o trabajos de parejas. No le sorprendía el ser la comidilla y burla del grupo cuando los catalogaban como “la parejilla”.

 

—¿Cómo era tu secundaria? —preguntó Sai jugando con un trozo de plástico que había encontrado sobre la mesa a la que ambos se habían sentado al llegar finalmente a la cafetería; sacando así al bermejo de su pequeña burbuja.

—Pues, era un poco desértica. Había mucho campo, las bardas eran pequeñas y muy pocos eran los tontos que se atrevían a correrse alguna clase. Era como estar aislado de todo, así que no había un sitio al cual huir para “divertirse” —respondió con simpleza acomodándose en su asiento y mirando hacia sus manos.

—Suena… linda, supongo —dejó salir una risa suave disfrazada con un respiro.

—Sí, eso creo —se encogió de hombros, recargando los codos sobre la mesa.

—Y… ¿había alguien que te gustara cuando estabas en la secundaria? —levantó la mirada hacía él, tenía algo de tiempo que deseaba hacerle esa pregunta.

—Emm… ah… ¿qué fue lo que preguntaste? —Intentó rehuir a la pregunta, pero había sonado hasta patética la manera en la que tenía intenciones de hacerlo.

—Oh, vamos Gaara, sé sincero —deslizó la lengua entre sus labios, ese tema no lo habían tocado a pesar de hablar con frecuencia sobre cosas de esa similitud, veía ese momento cómo el adecuado.

—Bueno, si había alguien que me gustaba —respondió después de dejar ir un hondo suspiro, al no encontrar modo de zanjar el tema.

—¿Cómo era ella? —Enarcó una ceja, sin dejar de mirar cómo es que se comportaba.

La pregunta llegó de golpe a los oídos de Gaara y de un momento a otro no supo cómo responder, dejando una larga pausa para ello—. Sabes Sai… tengo algo que confesar antes, pero es algo, un poco delicado. Mira sé que nos conocimos hace poco tiempo, pero te considero como mi mejor amigo, así que confiaré en ti para decirte esto —las palabras se le amontonaban en la garganta y sentía sus manos temblar. Llevó una de ellas a la nuca tratando de calmarse un poco, ya que aún le quedaba la desazón del rechazo.

—Es bueno escuchar eso. Yo también te considero mi mejor amigo, nunca había sido tan cercano a alguien del mismo género. Usualmente tengo un poco más de empatía con las mujeres; así que se podría decir que eres mi mejor amigo hombre. Pero yo no soy alguien prejuicioso así que lo que sea que desees contarme ten por seguro que no se lo diré a nadie —dejó sus manos quietas por un momento esperando el momento para que continuara.

—Soy gay —lo dejó salir en una sola frase, alto y claro. Después de todo eran los únicos que se encontraban en aquel lugar, ni si quiera las trabajadoras de la limpieza se encontraban por la hora que era. Pero no podía evitar sentir vergüenza y temor por su reacción.

—¿Es todo? Pensé que dirías algo como que eras hermafrodita o alguna otra cosa. Yo soy pansexual y no juzgaría a nadie por preferir penes o vaginas, eso es de cada quien. Además, contra la naturaleza no se puede —su repuesta fue tan natural, como dar un saludo o decir como era el clima en esos días. Pero para Gaara le sintió tan bien, su mejor amigo lo comprendía.

—Gracias, Sai —dejó salir acompañado de un suspiro.

—No tienes por qué agradecerme lo que dije fue porque así lo creo. Aunque volviendo ahora sí al tema inicial, ¿cómo era él? —Movió de nuevo sus dedos para seguir el juego con ese trozo de plástico.

—¿Quién? —se echó hacia atrás en su silla, no queriendo indagar en ese asunto.

—No te hagas el tonto, el chico que te gustaba —volvió a sonreír esperando su ansiada respuesta.

—Pues, era... ¡ah! Creo que tengo una foto suya en mi celular —el pelirrojo estiró una mano hasta donde se encontraba su mochila y sacó de ella su viejo teléfono móvil. Prefería que una fotografía hablara en su lugar.

 

Su teléfono era uno de esos viejos modelitos de tapa; un Sony Ericsson de color negro con los bordes y las teclas de color rojo. Gaara era malo cuidando teléfonos, así que su hermana lo había sentenciado sin derecho a ninguno, pero dado a que en verdad le hacía falta por ser tan propenso a meterse en problemas le dio ese “sencillo” celular, que a pesar de eso Gaara mantenía lleno de fotos, imágenes y música.
Al momento de levantar la tapa la pantalla se iluminó mostrando un lindo chico perteneciente a algún anime. Gaara era otaku, pero Matsuri era la única amiga cercana a él que compartía aquel gusto y él no hablaba de eso más que con ella. Buscó entre los archivos una carpeta oculta y que para mayor seguridad tenía contraseña. Al momento de abrirla comenzaban a aparecer varias fotos de Rock Lee, apretó varias teclas hasta llegar a la segunda foto y la abrió para que la imagen se apreciara en toda la pantalla de su celular. Le entregó el móvil a Sai y este observó con atención la pantalla. Fue tan breve el instante que su mirada se concentraba en la persona que aparecía en la imagen, el silencio que se había instalado en ese lugar fue roto por la risa del pelinegro.

 

—¿Qué mierda es tan gracioso? —preguntó el de ojos claros mirando con molestia a su “amigo”. Le había dejado reír un poco al principio, pero ya le había hartado.

—Lo siento mucho Gaara, pero lamento decirte que tienes un gusto terrible con los chicos. Yo no soy precisamente alguien muy atractivo, pero ¡Dios! —Volvió a soltar una sonora carcajada—. ¿Qué fue lo que le viste? —preguntó aun con burla en su voz.

—Tenía algo —respondió en voz baja aun sonando molesto.

—Creo que esto confirma aquella frase que dice “el amor es ciego”. Lamento si fui grosero Gaara, pero creo que no puedo guardarme lo que pienso —el chico le ofreció de vuelta el móvil y el pelirrojo prácticamente se lo arrebató de las manos.
Sai metió la mano dentro del bolsillo del pantalón y sacó su celular, un Nokia con teclado extenso de color negro. Apretó varias teclas y después se lo ofreció a Gaara—. Esto es por justicia, tú me has mostrado una foto de tu amor platónico de secundaria, así que yo haré lo mismo. Su nombre es Ino, nunca hablé con ella pero era mi amor platónico.

—Es linda —murmuró el pelirrojo observando la foto de una chica rubia de largo flequillo y ojos celestes.

—Sí. Creo que su mejor amiga está en el otro grupo de laboratorio. Supongo que has de saber de ella, la chica de cabello rosa chicle —tomó su teléfono que vuelta al extenderlo el taheño.

—Creo que se llama Sakura —se encogió de hombros, lo sabía porque la chica en cuestión era la novia de Lee. Difícil olvidarlo.

—Sí, es ella —armó rápido la conjetura al escuchar el nombre.

—¿En verdad nunca hablaste con ella? Es decir, ¿ni si quiera un hola? —Se encogió de hombros, indagando un poco, lo sentía justo al Sai haberle atacado ya con una serie de preguntas.

—La verdad no. Aunque yo soy del tipo de personas que si le gusta alguien se lo dice, pero como ella solo era un amor platónico. Lo quise dejar así —Sai acomodó ambas manos en su nuca y cerró los ojos mientras estiraba un poco las piernas.

—Yo le dije a Lee, así se llama él, que me gustaba —Gaara colocó su codo sobre la mesa y recargó su mentón en la palma de su mano, mientras suspiraba recordando aquella burda confesión.

—¿Es en serio? —Sai estuvo a punto de caer de su silla al escuchar esas palabras. Buscó la mirada del granate, aun incrédulo por sus palabras.

—Sí. Bueno, el adivinó lo que iba a decirle y ni si quiera me dejó terminar de hablar —explicó con calma sin voltear a verle.

—Y ¿qué fue lo que te dijo? —preguntó con interés.

—Que él no era gay —respondió dejando ir un sonoro suspiro antes de bajar la mano golpeando la mesa.

—¿Solo así? —volvió a preguntar con aun más incredulidad. Aquello era completamente nuevo.

—Sí —cerró los ojos queriendo rememorar un poco de aquello aunque no fuese agradable hacerlo.

—Eso es cruel —Sai volvió a acomodarse en su silla, frunciendo el entrecejo por lo que recién su amigo le relataba.

—Es estúpido lo que diré, pero a pesar de eso aún me gusta —abrió los ojos y paseó la vista entre los vehículos que se encontraban parqueados en el estacionamiento situado a unos metros de ellos.

—Pues vaya que te gusta. Aun después de eso tan cruel —Sai miró en otra dirección, el tema había dejado de ser interesante.

—Dejemos las cursilerías y hablemos de otra cosa, ¿quieres? —dijo el pelirrojo volviendo la mirada hacia él. No le iba mucho el tener que hablar de sus sentimientos.

—Pues, podríamos hacernos preguntas. Tu sabes, para conocernos un poco más —elevó los hombros esperando que su sugerencia le gustara al bermejo.

—¿Qué es lo que deseas estudiar después de la preparatoria? —Decidió tomar la iniciativa de una buena, comenzando por un tema casual.

—Me gustaría estudiar enfermería. Me considero una persona paciente y para ser enfermero necesitas mucha. Y ¿tú?

—La enfermería no es algo que llame mi atención, pero estoy seguro de querer seguir dentro del área clínica, así que me gustaría poder estudiar medicina, y quizá después especializarme en medicina forense.

—Eso suena muy interesante, tienes grandes aspiraciones. ¿Tienes mascotas?

—Una gata, y ¿tú?

—Un perro. Lo recogí de la calle, lo bañe, le di de comer y conseguí que el señor Danzō me permitiera tenerlo conmigo.

—Si Danzō es tu abuelo ¿qué hay de tus padres? —esa pregunta tenía tiempo queriendo hacerla.

—Bueno él es mi tutor legal, porque mi madre trabaja en el extranjero y mi padre… no sé qué decir de él, no lo conozco así que no tengo idea sobre si vive o no —elevó los hombros, el tema a esas alturas le tenía sin cuidado.

—Oh, lo siento mucho, yo… no debí preguntar —hizo una ligera mueca, mirando hacia la mesa.

—No te preocupes, no es algo a lo que le tome cuidado. ¿Tú si vives con tus padres?

—Mi madre murió cuando yo nací y mi padre entró en una fuerte depresión. No era competente para cuidarnos, así estuvimos bajo la tutela de uno de mis tíos por parte de mi madre, su hermano mellizo para ser exactos. Yo me sentía bien con él, pero mi hermana se casó y tuvo un hijo, se mudó aquí, por el trabajo de su esposo y me trajo. Ella dice que es porque esto es apropiado para mí. Pero yo me siento como un intruso en su familia.

—Pues tu historia no es muy diferente a la mía, es decir hay matices de tristeza, pero a pesar de eso tú deseas salir adelante y no eres un delincuente o “escoria de la sociedad”.

—Sí, supongo que tienes razón —cruzó ambos brazos, no era precisamente un delincuente, pero era susceptible a entrar en riñas callejeras, aun así le daría la razón a Sai.

 

 

 

Así transcurrieron las dos horas, hablando de temas diversos; dejando los temas personales de lado. Reafirmaron lo que ya sabían sobre sus hobbies y gustos musicales. Había tantas cosas que tenían en común, pero sus perspectivas y actitud diferían en varias medidas. Como el que Sai era muy sociable y extrovertido, mientras Gaara por su parte era introvertido y las relaciones sociales le representaban un reto. Sai era una persona muy directa y claridosa, con amor por el medio ambiente, estudioso y dedicado. Gaara tenía un amor por los animales y sobre todo las plantas, contrario a Sai él no era alguien que se dedicara en los estudios simplemente aplicaba la memoria en los exámenes o trabajos escritos.

 

—Sai, ¿qué hora es? —Preguntó de la nada el taheño recordando que la razón por la cual estaba allí era el querer inscribirse dentro del club de literatura.

—Van a ser las dos de la tarde —le respondió mirando la hora en su teléfono celular.

—El club, ya va a comenzar —se incorporó en su silla y extendió su mano para tomar su mochila.

—Pues debemos darnos prisa —el moreno le imitó por su parte para poder seguirlo.

 

 

 

Para cuando el reloj marcaba las cuatro de la tarde, fue el momento en el cual ambos habían abandonado el aula del club. Gaara se sentía decepcionado al darse cuenta de que eso parecía más un club “ayuda a los necesitados” que uno en el que se entablaran charlas o hicieran recomendaciones sobre libros interesantes.
Al salir de ahí lo primero que hizo fue dirigirse a los sanitarios para remojar su rostro, lo necesitaba después de tremenda decepción. Al momento de salir de allí se topó con Sai esperándole. Él había pensado que el bruno ya se habría marchado, después de todo no le había avisado a donde iba ni le había pedido que le esperara. Desde ese punto se acordó entre miradas y un silencio que ambos emprenderían por fin el camino de retorno a sus hogares.

Habían avanzado una cuadra sin decir ni una sola palabra, solo iban uno al lado del otro acompañados de un cómodo y agradable silencio. Cruzaron la tercera calle, la última para Gaara, quien se detuvo, después de todo allí era el sitio en el cual esperaría a que arribara el autobús que lo llevaría hasta una calle cercana a su hogar.
Sai se acercó a él y le dio un beso en la mejilla a modo de despedida. Desde hacía unas cuantas semanas Sai tenía esa endemoniada costumbre de despedirse dejándole un beso en la mejilla. Gaara odiaba el contacto físico como abrazos y besos en los saludos y despedidas, pero no encontraba las palabras para poder decirle a Sai, que ya no lo hiciera. Por mucho que en su interior aquello fuese una guerra contradictoria porque sabía que ese “contacto físico” que Sai le ofrecía le agradaba pero era algo a lo que no estaba acostumbrado; además de que era tremendamente raro que un hombre se despidiera de beso de otro. Sí, es cierto, él era gay, pero no era algo de lo que él quisiera que todo el mundo se enterara.

 

—Nos veremos mañana —esa frase acompañada por una sonrisa y el agitar suave de la mano cetrina, era lo último que el granate veía de Sai.

 

Como el pelinegro vivía unas cuantas cuadras más adelante, solo hasta ahí era el habitual y último recorrido del día antes de la despedida y el “hasta mañana” de Sai que siempre quedaba sin respuesta o en caso de que la tuviera esa era un simple gruñido como afirmación.
Gaara levantó la mirada hacia las espaldas de su amigo; le daba la impresión de que con el pasar de los días descubría nuevas expresiones de Sai, las cuales le parecían interesantes, atractivas… quizá podría decir que le comenzaba a gustar. Su corazón se estrujó con algo de dolor en su pecho, no, eso no era posible, Sai era solo un amigo y así debía seguir siéndolo.

Notas finales:

26/12/16 Segunda edición terminada y publicada satisfactoriamente. Sigo trabajando en los otros capítulos.

Sin más que escribir. ~Natsuki~


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