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¿Quien necesita aire acondicionado? por Chinomiko

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Notas del fanfic:

ORIGINAL. LEMON. 

Notas del capitulo:

Una historieta que se me ocurrió porque a mi SI que se me ha roto el p*** aire acondicionado e.e

En fin, disfrutad, no se que habrá salido con este calor infernal... y visitad también si quereis mi otro one shot lemonoso, creo que ese quedó mejor xD

He intentado hacer este mas hard y menos "love everywhere" :3 como sea, gracias por leer. no olvideis comentar para que mejore :D

 

PD: Si teneis una pareja-serie-loquesea y quereis que escriba sobre ellos, seria un gran reto! decirmelo en un comentario ;)

Cierto pelirrojo quitaba con pereza el tapón de la tina mientras la radio anunciaba las tres de la tarde de aquel caluroso día de vacaciones.

Iván salió del reconfortante frescor del agua fría, su segunda ducha del día, y aun así consciente de que antes de quince minutos estaría de nuevo sudando cual cerdo.

Maldito aire acondicionado, el que dijo que las cosas se estropean solo cuando las necesitas no se equivocaba.

El de ojos miel se miró en el espejo, cansado. Apenas había podido dormir por el asfixiante calor, y eso que la cama era de matrimonio y bien grande.

Él y Kevin no se habían tocado en toda la noche, y pese a todo la temperatura solo parecía elevarse.

-No como a mi me gustaría –suspiró, todo poético, Iván. Desde que las vacaciones llegaron, después de afrontar los exámenes con un termo de café bajo el brazo  y un fajo de apuntes bajo el otro, esperaba unos cuantos días de estar con su rubiales en la cama dándose mimitos, en el sofá dándose mimitos y en cualquier lugar… dándose mimitos.

Pero no.

Porque hacia demasiado calor para siquiera cogerse de las manos.

Durante un par de semanas había maldecido a toda la cadena de electrodomésticos, a la puñetera pieza de Alemania -¿Dónde coño pilla Alemania? Se preguntaba el pelirrojo. Ya que llevaba esperando días- y a todos los dioses que se le habían ocurrido.

Más ello no solucionaba nada.

Quería más que un pico rápido para evitar el sudar como si aquello fuera el infierno por el más simple roce de cuerpos. Por ello después de leer miles de revistas, navegar en internet e incluso consultar a su hermana, Iván llegó a la conclusión de que tenía la solución.

Miró su reflejo en el espejo.  Tanto su rubiales como él iban por la casa del más mayor en ropa interior asique no tardo mucho en salir “vestido”.

El abrasador sol seguía allí.

Recorrió el pasillo motivado. Esta vez si que si. Lo tenia todo preparado.

Por el corto camino cogió su pañuelo de seda negro y se aproximó a saltitos a Kevin, el rubio se encontraba tumbado en el suelo, aprovechando la brisa que daba la ventana y con un abanico en mano.

Gruñó incómodo al notar una presión extra sobre sus abdominales y abrió un ojo. Iván le miraba travieso, enseñándole la improvisada venda.

-No. Hace calor. –replicó, cerrando los ojos de nuevo, e  intentando descansar algo, las noches eran demasiado calurosas para dormir bien.

-Oh, vamos, confía un poco… tengo un plan. –gimoteó fingiendo molestia.

-Yo tengo calor. ¿Te vale?

-Y yo la solución –sonrió al ver captada la atención de su querido activo.

-Ya estás tardando –dijo interesado, dibujando una sonrisa ladeada. El pelirrojo le mostró el -pañuelo de nuevo.- No quiero sudar como un cerdo, te aviso. –se dejó colocar la venda, y dejó de ver nada. Esperó pacientemente, ¿a dónde se había ido de pronto Iván?

Este sin tardanza apareció de nuevo desde la cocina, arrastrando una estructura que a oídos de Kevin parecía ser de metal fino.

Iván sonrió al ver la confusión del rubio.

*POV IVÁN*

Divertido, introduje mi mano en la cubitera, cogiendo un hielo. Casi se me escurre de los dedos pero conseguí ponérmelo en la boca. Me senté en el regazo de Kevin y lo cogí del cuello para que se incorporase un poco. Parecía reticente al contacto tan directo, fijo que ya iba a quejarse.

Antes de darle opción  uni nuestras bocas en un húmedo beso, le dejé degustar el hielo que se derretía entre nuestras lenguas. Sin embargo, el manjar se acabó pronto.

-De verdad, no sé de donde sacas tanta imaginación –sonrió, provocativo- ¿Más? –pidió. Me reí, acerqué la cubitera a la alfombra donde estábamos.

Cogí un nuevo hielo con los dedos y lo acerqué a sus labios, éstos al notar el frío se abrieron más no dejé que lo engullera. Le vi enarcar una ceja.

-No, no… mando yo. –repliqué orgulloso, con cierto tono bromista. Lo restregué por su boca, dejando que lo chupara, hasta que se hizo relativamente pequeño, lo puse en la palma de mi mano.

Me tumbé y a tientas, Kevin se colocó a cuatro sobre mi.

-¿Y mi hielo? –rio. Lo deslicé por mi barbilla, cuello y clavícula y al final lo coloqué, conteniendo un escalofrío, en mi pezón izquierdo. Seguía frío el jodio’ pese a ver estado en la boca del rubio.

Atraje su cara a la mia.

-Búscalo.

Nos dimos un nuevo beso, su lengua fría era muy placentera. Notó el rastro de agua y, divertido, siguió el caminito dejando pequeños mordiscos, lametones y chupetones, marcas que no durarían en exceso pero que encendieron para largo mi líbido, al cambiar la sensación de frío por calor bruscamente.

Llegó a mi rosado y erizado botón, donde el hielo estaba prácticamente derretido, dio un lametón que me sacó un sonoro gemido.

-Agh… bruto. –gruñí. El golpe de calor recibido esparció por mi cuerpo una oleada de placenteros escalofríos.

-No. Solo sediento –rió el rubio, no podía verme pero se imaginó a la perfección mi ceño fruncido, las mejillas sonrosadas y el labio inferior mordido.  Jugueteó con mi pezón hasta que ya no estuvo erizado. – Más –demando, divertido. Bufé, se suponía que era mi juego, yo debía tener el control. Y ahí me encontraba bajo su cuerpo suspirando.

Tomé otro hielo y lo coloqué en mi boca, cuidando de no atragantarme al estar bocarriba, cogí a Kevin y lo guie hacia un nuevo beso que degustamos aprovechando la fría sensación.

Cuando volvia ser pequeño, me separe de mi rubio y cogí el pedacito con los dedos, dejando otro rastro hasta el otro pezón, o mejor dicho, cerca de este... estaba tan frío que no quería acercarlo, ¿o quizás era mi temperatura la que había aumentado?

Kevin rió. Y ni necesitó seguir el camino, ya se imaginó donde me había detenido, asique colocó la punta del dedo índice encima del hielo, ejerciendo cierta presión que me hizo suspirar,  y lo llevó hasta el botón que se irguió fieramente. Lo restregó sin ningún reparo ni pena por mi, que me mordía el labio inferior y serpenteaba bajo su cuerpo.

-Kevin… -gruñí.  Pese a que este no podía ver, fácilmente acertó con mi cuello, dejando una marca con paciencia y maestría. Succionando suavemente, mordisqueando y lamiendo. Calentándome lentamente a la espera de un nuevo hielo que creara otro contraste. El solito encontró la cubitera a manotazo limpio y plantó un hielo en todo mi ombligo.

Pegué un grito al cielo, que sonó cual gemido de puta barata al sumarle la fuerte succión que recibí sin preámbulos en mi helado botón derecho. 

-Cuidado, a ver si van a llamar a la policía –bromeó el más alto. Sabiendo que los vecinos de arriba estaban acostumbrados a los gemidos alocados y subidos de tono de su pareja que no era otra más que yo.

-A tu madre van a llamar, cabrón. –gruñí sonrojado. Debería estar acostumbrado al fiera de mi novio… pero nadie se podría acostumbrar a ello ni con toda la eternidad por delante.

Oi una risa en respuesta. Fruncí el ceño. Ya basta, el plan es mío y mando yo. Pensé. Empuje a mi amado con las palmas de las manos, sentándome sobre su pelvis que comenzaba a despertar, más no tanto como la mia.

A la espera, Kevin dejó caer sus brazos por encima de la cabeza. Cogí un hielo y, travieso, me dispuse a recorrer un par de zonas erógenas “para pasar el rato” ¿No es la venganza no es un plato que se sirve frio?

El rubio arqueó ligeramente la espalda al notar el frío en el cuello, su punto débil más obvio. Soltó un suspiro, íbamos uno a uno.

Pasé el hielo por el interior de sus rodillas, haciéndolo temblar mientras movia mi cadera sobre su creciente erección en un ocho invisible.  

El pedazo cada vez era más pequeño asique aproveché para pasarlo también por la parte interna de sus muñecas y codos, recibiendo suspiros. Enfriaba sus extremidades mientras que la “zona centro” se calentaba por mis refregones.

Dejé derretirse el hielo por todo su cuello, viendo como no daba abasto con suspiros y ligeros gemidos. Amaba ese punto débil, le hacia sonrojarse entero y susurrar mi nombre.

Pero sabia que esa sumisión no duraría mucho, y cuando se acabó el hielo, mi rubiales trató de tomar el control, agarrándome por la baja espalda e irguiéndose.

-Más quisieras –repliqué, retador.

El hielo no era mi único aliado.

Agarré del suelo las esposas que había traído y que habían pasado desapercibidas, y aprovechando la ceguera de Kevin, con práctica até sus manos, pasando la cadena que unía cada extremo de las esposas por un pata de la mesa del comedor, imposibilitando que moviese las manos, pues el peso del mueble lo impedía.

-Tch, cualquiera diría que has practicado –bromeó,  y la verdad tenia toda la razón del mundo. No había que dejar nada a la suerte.- Eres un per…

Cogí un nuevo hielo y lo introduje en su boca, un poco brusco.

-Cállate –reí, sintiéndome poderoso. Dijo algo, pero con la boca llena no le entendí.  Solo me causó más gracia.

Cogí un hielo y lo dejé como si nada en sus abdominales que se contrajeron, cogí otro y lo dejé en el mismo sitio hasta que se hicieron lo suficiente pequeños para poder manejarlos con dos dedos.

Retomé con entusiasmo el vaivén de mis caderas y moví los dos hielos en el sentido de las agujas del reloj por los pectorales de Kevín. Sus pezones se irguieron expectantes. Pero era demasiado pronto.

Un circulo de frío, y luego calentarlo con mi lengua. Círculos cada vez más concéntricos, alguna vez “se me iba la mano” a aquellas puntas erguidas, pero solo cuando ya lo oí bufar excitado por la excesiva lentitud fue que coloqué los pequeños restos en ambos botones.

-Ah, Iván –gimió. Rápidamente coloqué mi caliente boca en uno de ellos, y lametón por aquí, succión por allá, “lo calmé”. Repetí el proceso en el alterno. El rubio jadeaba por algo más que solo eso- Quítame la venda, al menos déjame verte –susurró, sabiendo lo que me ponían esos bisbiseos.- Por favor.

-Te tengo muy consentido –reí. Sintiéndome el dueño, ejercí un poco más de presión usando mi trasero en su miembro, duro como una roca. Quité la prenda de sus ojos y su mirada oscurecida por el deseo, de pupilas dilatadas, casi me provoca un orgasmo instantáneo. – Que intenso –se me escapó. Por toda respuesta, el esbozó una sonrisa ladeada y dio una falsa embestida contra mis partes. Gemí pillado por sorpresa. – Y dale… que mando yo –gruñí.  Me bajé de él, que me miró desesperado. Con cara de pelo apaleado.

El que no quería nada porque hacía calor, ¿sabes?...

-¡No serás capaz! –murmuró, alertado. Pensando que lo abandonaba.

-¿Qué te crees, que soy de hielo? –no pude evitar hacer el chiste malo, mientras que agarraba sus calzoncillos y los deslizaba por sus piernas. Se dejó, dócil.  Miré su erección, hambriento. Y luego clavé mi mirada en sus ojos, alternativamente con la cubitera.

-No serás capaz… -repitió, esta vez dudoso. Asentí lentamente- Ni de coña, ¡se me va a caer, la vas a congelar!... ¡ella nunca lo haría! –replicó, medio en broma medio alarmado.

Pero yo venia con el temario empollado. Si iba despacio, no habría problema.

Cogí un hielo y, elevando una de sus piernas ligeramente, lo deslicé por su cara interna, Kevin dejó caer la cabeza hacia atrás y alzó la pelvis. Reí por lo bajo.

Desesperación sería una buena definición. Al fin y al cabo, el también se había estado conteniendo por el calor.

Pasé el hielo por la otra pierna, por su bajo vientre, dejando que se acabara de derretir en el lugar donde debería de haber vello púbico. Las gotas se deslizaron pasando por la base de su erecto miembro cayendo en sus testículos.

Aquello no pareció hacerle gracia, demasiado frío para una zona tan delicada y caliente.

Para equilibrar el balance, lamí con mi caliente lengua ambas protuberancias.

-Ah… -gimió. Las calenté con cariño, pequeñas succiones en la unión entre ambos bultos, también entre estos y la base del pene.  Cogí un nuevo hielo, dejé que se calentara un poco entre mis manos mientras yo besuqueaba toda su erección. - ¿Cuánto va a durar esta lenta tortura, por favor? –demandó, colorado, realmente le estaba encendiendo este juego.

-No se, ¿Cuántos cubitos quedan? –me reí de su desgracia descaradamente.-  No te preocupes, no todos son para esto –y acompañé mi última palabra con un apretón de mi palma fría en la base. El hielo era sujetado por mi otra mano.

Un fuerte jadeo se escapó de esos finos labios.  Manteniendo la presión constante en la base, el hielo fue deslizado aleatoriamente por todo el tronco evitando la punta, manteniendo la erección gracias al calor de mi boca que también rondaba por allí y haciendo que aquel pedazo de carne se habituase al frío.

Al acabarse el hielo, y atendiendo a las suplicas de mi querido. Introduje toda la extensión que pude en mi cavidad y di una succión con decisión.

Un nuevo gemido.

-Joder –gruñó- Casi me corro, animal. –suspiró, dejé que se calmara un poco. A ver si iba a aguarse la fiesta por un descuido.

Y posteriormente comencé con un vaivén suave y firme. Con las mejillas ahuecadas creaba una caliente prisión y mi lengua rozaba aquellos puntos más sensibles.  Una de mis manos trataba de templar un nuevo hielo mientras la otra, todavía fría, acariciaba sus testículos.

Nuestras miradas se encontraron. Le miré, preguntándole si le gustaba con la mirada. “¿Y bien, cariño?” Decia mi expresión un tanto retadora.

-Perfecto –jadeaba Kevin.  Liberé su miembro unos instantes, solo para colocar el trozo de hielo en la punta de mi lengua, y cuando volví a engullir su miembro, la punta rosada de este y la punta helada de mi lengua se encontraron, el cuerpo entero del rubio se estremeció y sacudió ligeramente.  Otro sollozo placentero más.- Ah… va-vamos… basta de jueguecitos… -jadeaba- ¿Por qué no me… su-sueltas?

Me planteé la posibilidad, pero ello le daría un control completo asique separé mi boca de aquel exquisito y duro manjar, que ya tenia un regusto amargo por el preseminal y manteniéndolo bien sujeto con la mano, mientras le liberaba con la otra, di una clara orden.

-Tienes que obedecer… o te dejo atado y me voy al baño. –amenacé, él, sumiso, dejó que lo llevara hasta estar  de espaldas al armario, até solo una mano y le dejé una libre.

No tardó ni dos segundos en pegar mi trasero a su erección y agarrarme el paquete con lujuria, enterrando su cara en el espacio entre el cuello y el hombro, succionando. Solté un fuerte gemido. Mi domesticada bestia estaba en su límite.

Pero esa era la gracia, ¿no?

Me separé como buenamente pude y acerqué de nuevo la cubitera y el pañuelo, por si acaso. Kevin cogió un par de hielos y los puso entre su pecho y mi espalda, nos movimos uno contra el otro hasta que desaparecieron, dejando nuestros torsos fríos. Su mano libre masajeaba mis botones aleatoriamente, y una pierna, aunque estuviera de rodillas, se adentraba entre las mias para crear cierta presión.

Yo me restregaba gustoso sobre su extremidad. Pero aquello no acababa allí, yo todavía tenia puesta mi ropa interior. Me alcé, mi trasero quedó a la altura de su cara, y por poco no me pega un muerdo.  Chisté como si fuera una mala mascota, mi novio me miró travieso desde su posición con un brazo en alto, atado al armario por la muñeca.

Tomé varios hielos, que eran de menor tamaño y flotaban en el agua fría, producto de otros hielos deshechos,  y disfrutando de los escalofríos, dejando ir algún que otro gemido, los coloqué en mi ropa interior, rozaban contra mis nalgas y mi entrada. Calentándome.

-Quítame la prenda pero… solo con la boca –le reté, dejando mi culo a la altura de su cara.

Antes de obedecer, mordió suavemente sobre la tela, succionó como pudo la zona de mis testículos, intentó lamer mi entrada, pero estaba tapada por la tela y escondida entre mis protuberancias.

-Allá voy, cariño –sonrió, divertido. Enganchó el borde con los dientes y a tirones y con un poco de ayuda, finalmente liberó a mi necesidad.

-¡AH! –gemí, no había dudado en separar una nalga con su mano libre y adentrar su lengua en mi agujero, éste, frío, había reaccionado al repentino calor.

-Suéltame –me susurró, poniéndome de nuevo de rodillas de un tirón- para que pueda enterrarme en ti como dios manda –mordisqueó el lóbulo de mi oreja y casi me derrito,  sus yemas rozaban mi entrada.

Liberé sin dudar su mano restante.

Grave error.

En un visto y no visto, era yo el atado al armario por las esposas.

-¿Qué? –atiné a decir. Oí una risilla.

-Sabes que no soy dócil por mucho tiempo. –le oí decir en mi oído, su torso se pegó a mi espalda, yo, de cara al armario, le pude ver en el reflejo del cristal. Era una fiera hambrienta. – Te lo voy a hacer tan lento, –acarició con suavidad mi cintura, en un pausado descenso a mi trasero.- tan certero –su dedo corazón apretó mi entrada, causando contracciones- que me vas a suplicar por más. –finalizó, rozando su erección libre entre mis nalgas.

Solté un gemido, sumiso, ante lo anticipado.

Vi por el reojo como el rubio recogió el pañuelo de seda abandonado y lo mojó en el agua fría, con algún trozo restante de hielo flotando. Mis piernas se abrieron, expectantes.

La suave tela, fría, rodeando sus dedos corazón y anular, rozó contra el rosado orificio, que se contrajo. La tela  me estimulaba mientras que la otra mano, fresca por el agua, comenzó un rápido movimiento en mi miembro palpitante, que expulsaba preseminal.

-¡Por Dios, Kevin! –gemí, hasta yo se que necesito más allí atrás para disfrutar. Maldita venganza.

-“Te tengo muy consentido” –repitió mi frase anteriormente dicha, retiró la tela y con la mano ahora libre abrió uno de los cajones y sacó un lubricante.- Um… que pervertido que soy… teniendo esto en casa… -rio juguetón, sin detener el suave vaivén que presiona la punta de mi hombría.- “Efecto calor”, pone –me leyó.- ¿Será verdad? –se preguntaba en voz alta.

Me sacudí de expectación. Unas gotas de un liquido templado cayeron sobre la punta de mi erección, solo me parecía un lubricante normal hasta que, gracias a sus químicos casi notaba la sangre aglomerándose en el extremo, haciéndolo más sensible todavía.

Un dedo congelado cayó cual condena sobre mi frenillo. Un grito de placer retumbó en toda la casa, seguido de una sarta de insultos, aquel frio dedo “rascaba” mi punta sin descanso, pellizcándola y tirando suavemente.

Sentia los ojos vidriosos de placer. ¿Cómo lo había aguantado con tanta decencia Kevin? Yo apenas llevaba unos minutos bajo su control, y ya sentía que no podía más. Debía de tener algún problema de sensibilidad…

El rato que continuó a aquello fue una pelea entre el calor y el frio.

Kevin embadurnaba mis pezones, partes y entrada con lubricante, el calor me sacudía en un par de minutos y lujuriosas caricias, y rápidamente era contrastado por aquel paño congelado. Sentir esa textura en mis botones me hacia removerme desesperado, buscando con mi trasero la hombría de Kevin.

-¿Cómo se siente que te den tu propia medicina? –bromeaba el rubio.

-No… no más… -gimoteaba yo. ¿Cuánto rato llevábamos en ese tira y afloja? Demasiado.

-¿No quieres más de esto? –replicó, mordisqueando mi cuello.- ¿Qué quieres? –me retó, apretando con el pañuelo muy ligeramente mis testículos, gemí sonoramente, aquella era una parte ya de por si sensible.

-Yo… ah… te quiero….

-Ya, ya lo se, yo también te quiero mucho –se burló. Aguantándose la risa. Casi cojo una pataleta cual niño pequeño, pero un par de dedos, en ausencia de la tela y bañados en lubricante me rozaron –como si mi entrada no estuviera ya suficiente resbaladiza por el exceso de esa sustancia.

Con lentitud pero firmeza solo uno se introdujo en mi interior.

Solté un largo gemido, ruidoso. Arqueando mi espalda y tratando de hundirme más en ese dígito. Pero rápidamente esa sensación de “plenitud” se evaporó.

-Kevin… -gimoteé.

-Perdón… como no me has dicho que quieres… a lo mejor no es esto… -la punta de su erección pasó a descansar sobre mi anillo de musculos. No  hizo presión, pues me podría hacer daño dada la falta de preparación, pero bastó para que yo gimiera sin pudor.

-Quiero que me partas por la mitad, que me llenes, que te corras dentro, que me cojas como un animal salvaje, ¡que le follen al verano! ¡me gusta sudar! –grité del tirón, subiendo el tono de voz. Sin aviso, dos dedos bien lubricados se introdujeron en mi interior. Gemí a pleno pulmón.

-Admítelo, se te da mejor el papel de sumiso, mi amor –rió el rubio. Yo solo atiné a moverme torpemente sobre aquel par de dedos, que se movían serpenteantes buscando un pequeño bultito.- Hacía tiempo que no me pedias que fuera tan salvaje –hablaba el sólo, como si pudiese responderle.

-Oh, si, ahí… -gemí. Mi novio rió con malicia. Sacó los dedos de nuevo – No… ungh… -supliqué.

Kevin se colocó entre yo y el armario, y dejó varios besos en mis botones y en mi miembro, volviendo a despertarlo completamente. Mientras realizaba una felación con ganas, como si quisiera succionarme el alma. Noté sus dedos adentrarse de nuevo, pero esta vez llevaban un hielito sujeto.

Gemí, jadeé, suspiré, removiéndome inquieto, el frío trozo de agua congelada fue restregado contra mis paredes, incluyendo ese punto rico.

Pequeñas lágrimas de placer cayeron por mis mejillas. Kevin las borró a lametones.

Como dijo, preparó mi interior lentamente y con puntería. Podia contar los segundos cual cuenta atrás entre embestida y embestida. Cuando se le cansaba la mano, sencillamente sacaba los dedos, pasando de mis suplicas –pues llevaba rato preparado-, usaba su lengua.

Cambió e introdujo de nuevo los dedos mientras su boca me torturaba al lado contrario.

Sentí que estaba a punto de correrme,  mi rubio lo notó por el aumento ligero de tamaño de mi miembro,  su boca siguió consintiéndome, pero cuando estuve al borde de disfrutar un gran orgasmo, el primero en semanas, sus labios presionaron con fuerza mi bálano y su lengua tapó mi uretra. Su mano libre jugueteó con mis testículos manteniéndolos hacia abajo con un poco de fuerza, cuando estos intentaron subir para ayudar en la eyaculación. Sus dedos se volvieron en un movimiento repentinamente errático.

Casi vi las estrellas.

Lloriqueé desesperado, moviendo yo mismo mi pelvis, pero la presión me impedía acabar.

Miré suplicante a Kevin, la verdad es que ya estábamos sudando como cerdos, pero ¿acaso importaba a esas alturas?

Me besó con dulzura, la mejilla, la frente, los labios.

Dejó libre mi miembro y se colocó detrás de nuevo

-¿Listo, cariño?

-¿Tu que crees, tonto? –gemí  buscando su erección, lentamente Kevin se introdujo en mi, sin hacerme el mas mínimo daño, esperó un poco a que me acostumbrase y aprovechando que el se podía mover con libertad, se medio incorporó, poniéndose de rodillas, gracias a su altura básicamente quedé sentado sobre su regazo, con su miembro enterrado profundamente.

-Aquí voy, Iván –sonrió, travieso, colocó sus manos en la parte interna de mis rodillas y mientras que me levantaba saliendo casi por completo de mi, me dio una clara orden – pon tus pies en el mueble, cabálgame –me retó.

Acomodamos ambos ritmos, el subía y bajaba la pelvis mientras que yo saltaba salvajemente, enterrando su erección en mi entrada.  Apoyaba los pies en el mueble y las manos, unidas en alto pasando la cadena por el asa del armario, me ayudaban a alzarme.

Gemimos inumerables veces, su mano estimulaba mis pezones y la otra, con el pañuelo de seda en mano, me masturbaba.

Tardamos minutos en corrernos, sentí como me llenaba, rozándome allí donde más lo sentía, susurrándome obscenidades al oído,  mezclándolas con frases de amor y caricias mimosas.

Normalizamos nuestras respiraciones, aunque nos llevó un rato, soltó mis manos y acarició mis muñecas, preocupándose de que no tuviera ninguna marca,  nos dimos un casto beso, agotados.

Caí rendido sobre el, quedando ambos dormidos casi instantáneamente, mientras que de mi interior se desparramaba su esencia por la alfombra. Luego si que habría que darse una buena ducha.

El teléfono sonó mientras dormíamos y dejó un mensaje de voz; “Buenos días.  Su electrodoméstico ha sido arreglado. Recoja el aire acondicionado el día…”

La verdad es que le mentí a Kevin sobre el mensaje. Y con la tontería, nos pasamos una semanita  jugando con hielos, y el pobre sin saber que su amado aire acondicionado estaba en el trastero.

Bah, ¿Quién necesita el aire acondicionado…?

 

 

 

Notas finales:

En fin... un poco chapuzero xD Pero espero que haya valido la pena. 

Y como ya os he cometado, si teneis alguna pareja que os guste o serie, un reto o fantasia (XD) me lo decis, que yo estaré encantada de aceptar el desafío. 

Hasta pronto.

No os olvideis comentar y decirme como mejorar :3


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