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Snowdrop por Byakuran

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Notas del capitulo:

Aclaraciones del capitulo:

Autor Original: TwoFacedPierrot
ID: 2639199
Fanfic Original: https://www.fanfiction.net/s/9351062/1/Snowdrop
Cuenta de traducción de fanfics: https://www.fanfiction.net/~kirinenko

Notas de la traductora:


¡Aloha~! Bueno, con este oneshot pasa lo mismo que con el de White Lilac que subi anteriormente. De nuevo es una traducción y, como dije en el otro, la autora no quería que lo subiese a la página donde estaba el suyo pero siendo otra, si me lo permitió así que...a disfrutarlo~

Desde el primer momento que leí este fanfic me enamoré y, sinceramente, tuve que perdiselo a la autora original dos veces porque la primera se negó (y realmente creo que dijo que si de rebote, no creo que se acuerde xDDDDD).

Espero que os guste tanto como a mi~

A Kagami Taiga a menudo le habían dicho una y otra y otra vez que era, probablemente, uno de los idiotas más grandes del mundo del baloncesto.

Amaba el baloncesto; e incluso eso era considerado insuficiente. Había empezado a jugar a la edad de ocho años cuando estaba en Estados Unidos, y había sido cautivado por el deporte desde entonces. No podía dejar de jugar, sin importar lo mucho que lo intentara, sin importar lo mucho que se pusiese en medio de sus estudios. No importaba que sus amigos se riesen de él. No importaba que su madre le advirtiese con dejarle sin casa si sus notas seguían bajando. Nunca pararía, incluso cuando voló de vuelta a Japón continuó en la secundaria y, en un principio, consideraba el estándar del país demasiado bajo.

El baloncesto era prácticamente su vida, su completa existencia. Vivía para sentir la áspera e irregular superficie de la pelota; para escuchar el bote de esta o de sus zapatillas en el pulido suelo de madera. Su único propósito en la vida era ser retado; ya sea por personas más fuertes o más débiles que él. No importaba incluso si perdía. Disfrutaba jugando más que nada y siempre se esforzaba por mejorar, para convertirse en el mejor.

Con sus notas, Kagami sabía que nunca sería aceptado en ninguna universidad o colegio. Pero su baloncesto le salvaba. Después de todo su duro trabajo, su innumerable sudor y lágrimas para hacer que las personas le reconociesen como un jugador con innegable talento, le ofrecieron asistir a una universidad local a través de una beca de baloncesto. Era más de lo que podía siquiera pedir.

O, al menos, eso pensaba.

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Kagami instaló su bandeja con comida enla mesa de la cafetería antes de hundirse perezosamente sobre una de las sillas de plástico.

Las clases de ese día le estaban matando. No las entendía.

Estaba allí por una maldita beca de baloncesto. ¿Por qué diablos se le exigía estudiar Historia y todas esas cosas?

Suspiró con fuerza al maldecir su miserable vida antes de proceder a aceptar a regañadientes su destino y coger la hamburguesa que se había comprado.

No le llevó más de tres bocados antes de que alguien tomase asiento en el lado opuesto a él, sus movimientos eran aún más perezosos que los de Kagami. Kagami miró miró más allá de debajo de sus pestañas para ver la alta y bronceada piel del peliazul, que se dejaba caer en la silla como si estar de pie fuese la cosa más agotadora del mundo.

Aomine Daiki era compañero de Kagami quién era otro idiota con beca de baloncesto. Era uno de los pocos amigos que tenía el pelirrojo, teniendo mucho en común el uno con el otro. Se conocían desde la escuela secundaria - donde ambos cruzaron sus caminos en varios torneos. Aomine era miles de veces mejor que Kagami en el baloncesto - tanto como este odiaba admitirlo - pero sus notas casi competían con ser más bajas que las de él. Kagami siempre pensó que eso era el karma. El talento tenía un precio.

"No puedo echar un uno contra uno contigo después" dijo Aomine mientras que de manera casual cogía una hamburguesa de la bandeja del pelirrojo. Había un dejo de irritación en su voz; así como una pizca de cansancio.

Distraídamente le quitó el envoltorio de color amarillo apagado y le dio un mordisco, ignorando completamente la mirada que Kagami le lanzaba.

"¿Y eso por qué?" preguntó el pelirrojo, intentando resistirse al impulso de arrebatarle la hamburguesa. Mordió con fuerza la que se estaba comiendo actualmente y apoyó la barbilla n la mano libre mientras esperaba su respuesta.

La mirada de Aomine estaba clavada a un lado, con el ceño fruncido sin abandonar su rostro. Kagami parpadeó. Se dio cuenta de que había algo más detrás de esa cara poco impresionada. Algo como... ¿timidez? Inmediatamente decidió que, probablemente, era solo su imaginación. La vergüenza es algo de lo que probablemente carecía Aomine desde que nació.

"...Ihafadet" se quejó Aomine en voz baja después de cinco minutos de contemplación. Kagami le miró con las cejas levantadas.

"¿Ah?"

El peliazul de piel bronceada repitió lo que dijo en ese tono incoherente suyo, y Kagami tuvo la tentanción de tirarle su comida a medio comer hacia él para hacerle hablar con más claridad.

"¿Podrías hablar correctamente de una maldita vez?" exigió Kagami, sintiendo una vena palpitante en su sien izquierda. La presión de su sangre estaba seguramente incrementándose hasta niveles poco saludables. Los ojos azules finalmente se clavaron en él, y hervían de irritación.

"¡Tengo una cita, ¿vale?!" casi gritó Aomine con exasperación. Cuando todo el mundo en un radio de tres metros se giraro a mirarle como si fuese algún tipo de monstruo, se dio cuenta de su error y se dejó caer aún más en la silla. Se veía como si estuviese considerando el ser uno con los muebles. Exhaló con fuerza antes de pasarse la mano por la cara, deteniendose justo frente a sus ojos. Vió la reacción de Kagami a través de la rendija entre sus dedos.

Hacía las cosas mucho mejor.

Kagami estaba boqueando como un pez. Sus ojos estaba abiertos de par en par de pura incredulidad, y su hamburguesa casi estaba a punto de caerse de su mano.

Fue mágico.

"¿Hay alguien por ahí que realmente quiere salir contigo?" fue la primera cosa que preguntó Kagami cuando finalmente le salió la voz. Sonaba sobre todo incredulo.

Aomine estaba a la defensiva "Mira, Satsuki fue la que quería que-"

"¡¿Y es ella con la que vas a salir?!" Kagami se estaba volviendo terriblemente loco en ese momento. No, no, no - no era natural; ¡iba contra las reglas del universo! ¡Esto no era un manga shoujo! ¡Este tipo era tan atractivo como una patata con falda! Aomine no debía estar saliendo con alguien - especialmente con su amiga de la infancia.

"¿Qué? ¿Celoso?" Aomine apartó la mano de su casa, aún teniendo el descaro de verse y sonar petulante.

"¡C-Como si lo fuera a estar!" balbuceó Kagami, sintiendo su cara arder. Odiaba cuán fácilmente se sonrojaba. Aspiró, tratando de recuperar la compostura antes de intentar hablar de nuevo en un tono más serio "Es solo que es verdaderamente inesperado, ¿vale? Quiero decir - ¿quién hubiera pensado que de verdad fueses a salir con alguien? Y es Momoi, además"

"Lo sé, hombre" Aomine apoyó los brazos sobre la mesa y se inclinó "Francamente, ni siquiera yo puedo creer que esto esté pasando"

"Pero creo que también es genial, en cierto modo" dijo el pelirrojo con una leve sonrisa "Es la única chica en el mundo que ha podido soportar tu obsesión por el baloncesto desde la escuela primaria, después de todo. Estoy seguro de que va a funcionar" sonrió, de manera un poco torcida "Estoy feliz por ti, Ahomine"

Aomine levantó la mirada desde su posición, su expresión se suavizó durante una fracción de tiempo.

"¿Eso significa que no vas a matarme por escaparme de nuestro partido esta noche y coger tu comida?"

"Estoy seguro de que Momoi encontrará una forma más brutal de asesinarme si hiciese eso, así que no" Kagami se encogió de hombros "Pero todavía me debes una"

En ese momento, Aomine gimió en voz alta y volvió a su posición con la cabeza acunada entre sus brazos sobre la mesa. Kagami sonrió con diversión, pero había algo más en sus ojos. Se alegraba de que el peliazul no estuviese mirándole, o que estuviese viendo a través de él en ese momento.

Nostalgia. Kagami se sentía melancólico. En el fondo, en lo más profundo de su corazón, él siempre se preguntaba cómo se sentía el amar o ser amado.

Kagami había escuchado todo tipo de historias sobre el enamoramiento y todo eso. Lo había visto en libros,, películas y otras cosas acerca de cómo se podría sentir cuando uno se enamoraba; como sus corazón latiría más rápido y cómo no sería capaz de dejar de pensar sobre esa personas, etc,etc. Había visto a sus amigos y superiores ponerse todo nerviosos y molestos a causa de un flechazo.

Había presenciado al capitán y fundador de su equipo de baloncesto en la escuela secundaria competir por la atención de su entrenadora (quién estaba en el mismo año que ellos, claro está). Había pasado por incidentes de "¡S-S-Senpai, de verdad te quiero!" de vez en cuando, al caminar por los pasillos. Por favor, incluso se le habían confesado un par de vez a él mismo.

Y él lo había intentado. Había decidido darles a esa chica una oportunidad para ver como se sentía.

Pero nunca funcionaba. No había sentido las palpitaciones en el corazón como siempre había escuchado decir. No pensaba constantemente en la chica con la que estaba saliendo. Hubo momentos en los que se olvidaba completamente de que tenía una 'novia'. Nada estaba funcionando.

Y eso, gradualmente, le hacía el tercero, el que estaba fuera de lugar. Todos a su alrededor al final encontraban a sus propias parejas e iban por caminos separados, dejándole atrás. Dejándole como al resto.

Kagami estaba cansado de ello. Estaba cansado de quedarse siempre atrás.

Y estaba cansándose de esperar siempre a encontrar a la persona al otro lado de su hilo rojo del destino.

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Sucedió durante un partido importante.

El marcador estaba a solo seis puntos de diferencia. Solo un poco más, solo un poco más y su equipo podría avanzar a las semi-finales de la Liga Nacional.

Kagami estaba respirando con dificultad; inhalando y exhalando con pesados jadeos. Pero la sensación era más conocida que dolorosa. Se enderezó, levantando el cuello de su camiseta para limpiarse el sudor de la cara. Su mirada se dirigió hacia el jugador que estaba marcando. El chico era bueno, pero aún estaba por debajo de Aomine en términos de velocidad y poder. Podía hacer esto. Tenía que concentrarse. Tenía que cerrar la brecha.

Tenía que hacer su trabajo como el as.

Kagami podía sentir el constante zumbido de los aplausos desvaneciendose lentamente de sus oídos; algo que siempre ocurría cuando empezaba a concentrase. Era como entrar en la Zona, a excepción de que era sólo el paso previo. Pero eso era suficiente.

Eso debería ser suficiente.

Se había equivocado. Exceso de confianza. En el lote de jugadores de Kagami, un grupo conocido como la Generación de los Milagros habían sido los más fuertes y destacados jugadores de Japón. Aomine había sido uno de ellos. Kagami había jugado con ellos - incluso se las arregló para vencer a algunos durante sus días de escuela secundaria. Tenía fe absoluta en sus habilidades. Creía que podía dominar a cualquier persona, siempre y cuando lo intentase, incluso si eran jugadores internacionales.

Pero nunca había considerado el hecho de que hubiese otras personas con la misma mentalidad por ahí. No era el único que estaba interesado en ganar. No era el único que se negaba a rendirse antes del pitido final.

Y había olvidado lo grande que era el papel de la suerte en un partido.

Su oponente había pasado más allá de su defensa, cargando en línea recta hacia la canasta tras él. Fue instintivo. Kagami se movió para bloquearlo. No podía permitirse el lujo de sacrificar ningún punto más. No quedaba mucho tiempo. Todo dependía del bloqueo de ese disparo.

Hasta este día, Kagami no estaba seguro de lo que pasó. No sabía si se había resbalado por el sudor o tropezado con el pie de alguien. Ni siquiera sabía si todo estaba planeado o no. Podía recordar caer de bruces al suelo. Entonces, antes de que pudiera llegar a ponerse en posición vertical, alguien del equipo contrario saltó sobre él, usando su espalda como un trampolín.

Y, después de eso, todo lo que podía recordar era el dolor - el fuerte dolor que quemaba todos sus huesos y su visión se teñía de rojo. Ser pisado con fuerza por un hombre de plena madurez, que es de casi dos metros de altura con noventa kilos de nada menos que de músculo, era casi equivalente a ser golpeado por una motocicleta a gran velocidad. Fue todo lo que Kagami pudo hacer, a excepción de gritar, antes de ceder a la inconsciencia.

Cuando despertó de nuevo, estaba rodeado por sus compañeros de equipo. Le dijero que su columna vertebral todavía estaba de una pieza, el alivio estaba escrito en el rostro de todos. Le dijeron que solo fue mala suerte. Dijero que se pondría mejor después de unos meses de descanso y, probablemente, estaría de vuelta a los partidos mucho mejor que antes después de eso.

Pero solo estaban en lo cierto en una cosa: Kagami tuvo mala suerte.

Escuchó todo antes de que siquiera pudiese abrir sus ojos. El impacto causado en su espina dorsal baja era demasiado grande como para ser un daño insignificante. Era una pena. Era todavía demasiado joven, con tanto talento. Tenía un gran futuro por delante.

Y se llevaron ese futuro con solo un accidente.

Kagami estaba a partir de ahora paralizado de cintura para abajo.

El resto de su cuerpo estaba bien. No hay otros huesos rotos, ni ninguna articulación dislocada. Solamente tenía algunos arañazos por aquí y por allá, y un poco de tensión muscular en los brazos y piernas por su vigoroso entrenamiento. Pero, mentalmente, por otro lado, era otra historia. El impacto de la realidad de que ya no podía caminar fue abrumador; suficiente como para arrastrarle al abismo de la total desesperación. La cicatriz emocional que le había infligido era demasiado profunda, demasiado grande para curarse. Había sucedido demasiado pronto, y apenas llevó un minuto para que todo terminase.

Pero solo eso era más que suficiente para cambiar la vida de Kagami.

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"Yo...no jugaré más al baloncesto"

Aomine casi se ahogó con su propia saliva cuando le escuchó. Se quedó mirando al pelirrojo tumbado en la cama frente a él, con los ojos muy abiertos e incredulidad. Se levantó. ¿Bakagami acababa de decir que quería dejar el baloncesto? ¿Cómo en una parada total de jugar?

"¿Te golpeaste la maldita cabeza cuando te caíste, verdad?" Aomine resopló - porque no, era imposible. No había modo de que Kagami fuese a decir eso. El baloncesto era demasiado importante para él; demasiado valioso. El baloncesto lo era todo para él; Aomine entendía de primera mano como se sentía eso. No había manera de que Kagami dijese algo que le hacía parecer tan débil de carácter. Así que...roto. ¡Kagami no era así! ¡Aomine sabía que no lo era! Kagami no era alguien que se rendiría tan fácilmente con su pasión solo por una herida.

Los dedos de Kagami apretaron la sábana que estaba cubriendo sus piernas inmóviles, sus cejas se curvaron, su expresión llena de dolor mientras miraba a su compañero.

"No estoy bromeando, Aomine"

"Todavía hay una oportunidad de que te recuperes, ¿verdad?" Aomine se descubrió sintiendo una extraña sensación de enojo y persistencia. ¿Cómo podía Kagami rendirse tan fácilmente? ¡Ni siquiera había tratado de hacer nada aún! "Quiero dcir, no es como si no fueses capaz de andar de manera permanente o algo así, ¿verdad?"

"No es tan fácil como parece" Kagami desvió la mirada "Necesitaré que pasar mucho tiempo en rehabilitación. Tendré que aprender a usar una silla de ruedas. No habrá tiempo suficiente para todo"

"Pero aún puedes jugar" insistió Aomine, levantándose de su silla en un ataque agitado "No juegos profesionales, por supuesto - ¡pero todavía puedes jugar una vez que te hayas puesto mejor!"

"No tiene sentido ya" el tono de Kagami era tranquilo, una gran diferencia con su forma de ser bulliciosa de siempre. Mantenía los ojos fijos en el trozo de pared que estaba mirando "Incluso si aprendo a jugar usando una silla de ruedas, no tiene sentido si no puedo ir a por todas contra mi oponente"

"¿Pero no es eso lo que importa en el baloncesto? ¿Esforzarte todo lo posible sin importar cuales sean las circunstancias?" exigió Aomine "Nada va a detenerte de intentarlo, solo tu mismo. No puedes rendirte tan pronto. Me niego a que lo dejes"

"¿Y quién eres tu para decir eso?" fue casi inaudible la respuesta de Kagami y ahí fue cuando Aomine perdió finalmente el control de su temperamento. Su mano se cerró en un puño y, en un movimiento rápido, lo había arrojado hacia el lado derecho de la cara de Kagami, para nada preocupado por el hecho de que eso incrementaría las heridas en el pelirrojo y, probablemente, sería culpado por sus padres y otras cosas. ¡Kagami podía tirarse por la ventana, no le importaba ya!

Kagami lo hizo ver como si ni siquiera le hubiese hecho daño. Aomine dejó caer su mano de nuevo a su lado, temblando por el esfuerzo de recuperar el control de sí mismo.

"¿Por qué no dices nada?" preguntó con los dientes apretados después de lo que parecía ser una eternidad en silencio por parte del pelirrojo "¿Por qué no replicas por haberte golpeado e intentas devolverme el golpe?"

Más silencio. Ese era su límite. Aomine pensó que si se quedaba hablando con el maldito idiota un segundo más, empezaría a desarrollar el impulso de estrangularle hasta la muerte.

Así que soltó toda su frustración acumulada con un largo y fuerte suspiro. Maldición, estoy era un peñazo. ¿Cuando diablos empezó a importarme tanto el idiota, de todos modos? No necesitaba tanto estrés en su vida.

"¿Sabes qué? Bien. Haz lo que quieras" dijo al fin, girándose hacia la salida de la habitación. Miró hacia atrás a la mitad, por encima de su hombro después de una corta pausa "Solo asegúrate de no arrepentirte. No sentiré ni un poco de lástima si vienes llorándome por eso dentro de poco tiempo"

Y con eso, se fue, dejando atrás la imagen de Kagami mirando al vacío con la expresión más muerta que había tenido en toda su vida.

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"Mi nombre es Kuroko Tetsuya. Encantado de conocerte"

Kagami miró al joven ante él, con su desinterés totalmente escrito en su cara.

Kuroko era un hombre joven con unos grandes ojos azules y una indómita mata de pelo azul claro. Estaba muy delgado, incluso su uniforme parecía estarle grande. Kagami casi podía resoplar por lo ridículo. Le habían informado sobre esto antes, cuando sus padres vinieron a visitarle. Kagami no dijo nada sobre que él fuese su terapeuta, pero el chico se veía tan frágil y delgado, que Kagami dudaba que fuese capaz de hacer algo más que no fuese ser su asistente personal. Este chico, Kuroko, se suponía que probablemente le ayudaría, actuando como sus piernas, cada vez que necesitase bajarse de su silla de ruedas. No parecía que pudiese levantar a alguien más allá de la mitad de su peso, y mucho menos a alguien tan alto y músculado como Kagami.

"¿Estás seguro de que eres apto para esto?" Kagami no pudo evitar preguntar mientras que el más bajo se enderezaba de su inclinación "Quiero decir, estoy seguro de que soy bastante pesado y no será fácil ayudar a que me levante"

"Está bien" aseguró Kuroko. Su tono era tan monótono, que Kagami tuvo problemas para averiguar si accidentalmente le había ofendido o no.

"¿Estás seguro?"

"Este es mi trabajo, Kagami-kun" Kuroko caminó hasta detrás del pelirrojo y puso sus manos en las manillas de la silla de ruedas "Me las arreglaré"

Con eso, empezó a conducirle hacia la sala de rehabilitación; aunque con un poco más de esfuerzo del que Kagami pensaba que usaría. Decidió no pensar en ello.

En cambio, Kagami dejó vagar su mirada por los alrededores mientras se movía, teniendo a la vista las paredes blancas y las sillas de plástico de colores debidamente alineadas por aquí y por allá. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había salido de la cancha? Empezaba a preguntarselo. Probablemente no había sido demasiado - varios días, tal vez -pero sentía que habían pasado años desde que vio algo más que esas cuatro paredes blancas.

Y hablando de cuatro paredes blancas, el recuerdo iba surgiendo de nuevo en su mente otra vez.

El deprimente hecho de que había decidido dejar de jugar al baloncesto, lo cual estaba empezando a pesarle de nuevo.

Dejar el baloncesto era la decisión más dificil que Kagami había tomado en su miserable vida. Diablos, nunca había pensado en algo durante tantas horas con anterioridad. Se pasaba todo el tiempo que estaba despierto pensando; reflexionando y reflexionando, considerando una y otra vez sobre lo que debía hacer. ¿Debería dejarlo y empezar a vivir una vida tranquila? ¿Continuar jugando incluso si era dificil y, probablemente, no muy seguro? Algunas veces el corazón ganaba a la razón.

No podía decidirse. No podía hacerlo.

Pero cuando le dijo a Aomine que estaba dejandolo - cuando las palabras escaparon de entre sus labios, de repente, todo se sentió muy real. Realmente iba a dejarlo.

No podía jugar más. No había manera de que pudiese jugar de nuevo. Incluso si no era en juegos profesionales,

Kagami no sería capaz de aceptarlo.

No sería capaz de aceptar el hecho de que sus oponentes se lo pondrían fácil por su propia desventaja.

No tenía elección. No quería pero no tenía otra opción.
Era doloroso.

Kagami salió de su ensoñación cuando sintió que habían parado. Parpadeó, su mente volvió a la realidad.
Estaba en una habitación que era al menos tres veces del tamaño de su propia habitación, llena con varios tipos de equipos. El suelo estaba cubierto con alfombras de goma; probablemente porque los pacientes que usaban el lugar normalmente se caían bastante. Además de él, Kagami se dio cuenta de que había solo un paciente más ahí. Inclinó la cabeza en un silencioso saludo cuando sus ojos se encontraron con los del hombre mayor.

"Empezaremos con el uso básico de una silla de ruedas" la atención de Kagami se dirigió hacia su terapeuta mientras este se sentaba en una silla de ruedas que Kagami juraría no estaba allí hasta hace un segundo. ¿Cuando diablos hacia ido a cogerla?

Se esforzó para mantener una cara seria mientras escuchaba a Kuroko explicar brevemente sobre el mecanismo de la silla.

"...para dar la vuelta, tienes que mantener la rueda sujeta" estaba diciendo Kuroko "Para girar a la derecha, tendrás que mover la rueda izquierda y no la derecha - así" sus dedos agarraron la rueda derecha de la silla y la otra mano se trasladó a la izquierda. Todo lo que hizo fue empujar con su mano izquierda ligeramente hacia adelante, y la silla se movió en la dirección que deseaba "Es lo mismo para girar al lado contrario. También puedes usar este método para girar cuando te estés moviendo hacia atrás" hizo otra demostración, entonces miró hacia arriba y dijo "Ahora intentalo, Kagami-kun"

Kagami hizo su primer intento de imitar lo que le acababa de mostrar y casi lo hizo a la primera. Sentía el familiar y vergonzoso rubor que estaba apareciendo en su rostro, y se preparó para las burlas que estaba seguro que iba a conseguir. Pero Kuroko no se estaba riendo. En todo caso, estaba aún más inexpresivo que nunca.

"Trata de ajustar tu fuerza" aconsejó, mostrándole una vez más como hacerlo "Cuando no está en movimiento, solo un poco de fuerza es suficiente"

Kagami se mordió el labio y lo intentó de nuevo, esta vez logrando hacer un giro decente hacia la izquierda. Cambió de manos, esta vez moviendose hacia la derecha, de vuelta a su posición inicial. Se sentía más fácil esta vez.

Una sonrisa se asomó a sus labios. No fue tan malo.

Estaba empezando a cogerle el truco ya.

Así que Kagami pasó la siguiente hora o así aprendiendo todas las habilidades que necesitaba saber sobre las sillas de ruedas. Kagami estaba agradecido por todos eso años jugando al baloncesto. Sus brazos eran lo suficientemente fuertes para moverse con la silla de ruedas sin demasiados problemas. Incluso Kuroko estaba un poco impresionado por el progreso que hizo Kagami en solo una hora; aunque no lo demostró en su cara. En el momento en que la sesión de terapia había terminado, Kagami prácticamente había dominado todo lo que necesitaba saber para maniobrar una silla de ruedas.

"Hemos terminado por hoy" anunció Kuroko después de un rápido vistazo al reloj de la pared. Kagami se echó hacia atrás en el respaldo de la silla y vio como el más bajo se ponía en pie y comenzaba a recoger las cosas que habían usado. Eh. Nunca se dio cuenta antes pero Kuroko era sorprendentemente pálido. Su tono de piel lo hace parecer como si nunca hubiese estado antes bajo la luz del sol.

Kagami se preguntaba como podía haber alguien en el mundo que pudiese mantener una piel como esa. Todo lo que Kagami necesitaba era una hora bajo el sol de la tarde y tendría dos tonos más oscuros de piel.

"Haremos esto todo el tiempo durante el resto de tu estancia aquí" continuó Kuroko después de devolver la silla de ruedas a su lugar original "Pensaremos en los horarios para las futuras sesiones después de que seas dado de alta cuando llegue el momento"

"Uh, de acuerdo" dijo Kagami torpemente. ¿Cómo se suponía que iba a responder? Subconscientemente movió las ruedas de la silla hacia adelante y hacia atrás por si mismo "Así que...¿vuelvo a mi habitación ahora?"

Kuroko asintió.

"¿Me necesitas para que te lleve?"

"Creo que sobreviviré" se encogió de hombros Kagami. Una sonrisa torcida apareció en sus labios, como si no pudiera creer realmente que estuviera a punto de decir eso "Necesito practicar lo que acabo de aprender, ¿verdad?"

Lo que Kagami vio después de eso era algo que no podría olvidar nunca. Marcó el inicio de algo que jugó un papel muy importante en su vida; algo de lo cual giraría seguramente todo su futuro.

Kuroko sonrió.

No era una sonrisa del tipo que enseñaba todos los dientes - sólo una pequeña subida hacia arriba de sus labios. Pero eso era suficiente. el modo en que la mirada de sus ojos azules parecía suavizarse de alguna manera compensaba todo eso. Había algo más ahí también que Kagami no podía identificar (no, no estaba mirando, por supuesto). ¿Era respeto? ¿Algo así?

No lo sabía. No le importaba. Kagami estaba demasiado ocupado intentando forzarse a si mismo a no pensar en el hecho de que Kuroko Tetsuya se veía realmente adorable hace cinco segundos.

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"Ahora que lo pienso...¿quién te contrató para ser mi asistente personal, de todos modos?"

Kuroko ni siquiera se giró para mirar a Kagami mientras doblaba una camiseta y la colocaba cuidadosamente en la bolsa abierta frente a él "Tus padres" dijo, entonces, después de una pausa "Y Momoi-san"

"Oh" Kagami detuvo abruptamente todo movimiento mientras su mente rebobinaba. Espera. ¿Qué? "¿Ella te contrató?"

"Ella le recomendó a tus padres el contratar a un terapeuta para ti" corregió Kuroko, comprimiendo la bolsa antes de cerrarla. Se enderezó, se estiró y, entonces, al fin, miró al pelirrojo "Pero supongo que ella dio pistas sobre el terapeuta que escoger de entre nuestro personal aquí" se encogió de hombros.

"¿Ustedes os conocéis o algo?" preguntó Kagami, echando la toalla a la bolsa abierta. ¿Por qué diablos sus padres le traían tantas malditas cosas para solo estar una semana? El solo hecho de empaquetarlas era un dolor en el trasero "Momoi y tu, quiero decir"

Kuroko pareció dudar antes de responder a la pregunta.

"Es...una larga historia" decidió, desviando su mirada a un lado. Procedió a ocuparse de recoger por si mismo un par de calcetines que habían aterrizado en el suelo, en todo el caos "Solía ser mi compañera de clase"

"Ehhh" Kagami pensó que había algo más en todo eso pero no preguntó. Resopló, recostándose contra las almohadas apiladas detrás de él como apoyo, sus dedos tamborileaban un ritmo sin melodía en las sábanas.

Kagami había conocido al joven llamado Kuroko Tetsuya durante un total de cuatro días hasta ahora y todavía sigue siendo un misterio para él. Kuroko nunca dice nada sobre él mismo, a pesar de los esfuerzos de Kagami por entablar una conversación en muchas ocasiones. He, no juzgues.

Con excepción de algunas breves visitas de sus compañeros y amigos, Kagami no tuvo a nadie más con quien interactuar en las últimas dos semanas o así. Sus padres eran personas muy ocupadas, y la única vez que habían ido a verle fue después del accidente para llevarle ropa y ver que todavía estaba vivo. Incluso si Kagami no era una persona social, para empezar, se sentía como si se fuese a volver loco si se quedaba en silencio más tiempo.

Así que intentó hablar con Kuroko; durante las sesiones de terapia; las sesiones de limpieza, etc. La única cosa que Kagami había logrado descubrir sobre el pálido hombre es que tenían la misma edad y que Kuroko tenía un amor poco natural por los batidos de vainilla. Eso era todo. Todos esos intercambios verbales y demás fue todo lo que pudo extraer. Kagami se sintió molesto consigo mismo, por alguna razón.

Y lo que es peor, el silencio de Kuroko sobre si mismo solamente provocaba la curiosidad de querer saber más. Porque - vamos. Iban a vivir juntos durante Dios sabe cuanto tiempo a partir de hoy. ¿Tiene acaso alguna idea de lo incómodo que sería vivir con una persona que por alguna razón sabe todo lo malditamente posible de ti pero, a cambio, no sabes ni una mierda de él?

Mucho.

"Hecho" Kuroko exhaló con satisfacción, cerrando la maleta en la que estaba trabajando con un chasquido. Su rostro seguía siendo una máscara estóica, pero sus ojos tenían ese brillo especial en ellos. Kagami intentó distraerse de mirar esas dos piscinas azules gemelas al mirar alrededor de la habitación una última vez para asegurarse de que no se dejaba nada atrás. No lo hacía.

Casi habitualmente, su mirada se posaba en el joven más bajo una vez más. Kuroko era, por lo general, realmente dificil de notar en una base diaria, Kagami se dio cuenta pero una vez que sabías que estaba ahí, era bastante dificil perderlo de vista. Quizás era porque Kagami se sentía como si le hubiese separado de la raza humana durante demasiado tiempo, y Kuroko había sido de las únicas personas que se encontraban constantemente a su lado - Kagami no lo sabía. Lo que sabía era que la atención que estaba dandole al más bajo era, seguramente, muy poco natural. O saludable, para el caso.

Todo sobre Kuroko apenas parecía atraer su atención; su manera de moverse, su forma de hablar excesivamente educada; su siempre indómito pelo azul. Más a menudo que no, Kagami se había pillado a si mismo mirando a pesar de que sabía que no había nada especial que ver. Era automático. Siempre que Kuroko no estaba mirando, la mirada de Kagami acaba clavada en él y permanecía allí.
Kagami miraba hacia otro lado tan pronto como Kuroko mostraba signos de volver la mirada, esquivando el parecer sospechoso. Ni un segundo más tarde. El más bajo regresó al lado del pelirrojo tan pronto como confirmó que todo estaba en orden, yendo a buscar la silla de ruedas plegada, apoyada contra la pared mientras hacía todo eso.

Mientras que Kuroko se encargaba de desplegar el equipo, Kagami hizo su parte apartando la sábana y moviendo sus aún paralizadas piernas hacia el borde de la cama. Mover toda su parte inferior del cuerpo con solo un brazo y potencia abdominal no era tarea fácil, pero Kagami lo logró. Irónicamente, su vida con el baloncesto le ayudaba incluso ahora. Todo ese entrenamiento muscular había había sido desperdiciado.

Kagami se preparó una vez que Kuroko había pasado su brazo por encima de sus gombras y se puso en posición para ayudarle a levantarse. Subirse en la silla de ruedas era siempre la parte dificil. Kuroko se esforzaba para soportarlo y su control sobre él era firme, pero Kagami todavía no lograba alejar el miedo de que se caería de culo en cualquier momento. Estaba seguro de que no sería exactamente bueno para su salud.

Así que debido a esa preocupación, Kagami siempre había intentado que la fuerza regresase a sus piernas de modo que pudiese al menos sostenerse a si mismo un poco cuando se movía fuera o dentro de la silla de ruedas.

Después de un tiempo, Kagami tenía la insistente sospecha de que quizás Momoi había elegido a Kuroko para ser su asistente sobre todo porque, probablemente, no era tan fuerte como un chico normal de su edad.

Kagami tenía esta sensación de que todo el tema de contratar a Kuroko era para hacer que se esforzarse más para recuperarse.

Aunque nada había sucedido todavía.

Kagami intentó no dar un suspiro de alivio cuando, con éxito, fue trasladado a su silla de ruedas sin sufrir ninguna lesión más. Sus manos se movieron a los lados y se giraron hacia delante, hacia la pila de equipaje. Tan innecesariamente grandes como eran las bolsas, Kagami se alegrabad de que fueran solo dos. No tenía ni idea de como iba a arrastrarlo todo si había más.

"Llevaré esto" dino, cogiendo la maleta más grande y deshaciendose de ella en su regazo. Cuando Kuroko le lanzó una mirada de desaprobación, añadió "¿Qué? No es como si pudiese sentir algo ahí abajo" agitó su mano con desdén "Al menos puedo encargarme de llevar mis propias cosas. Tu puedes llevar la otra"

No parecía demasiado feliz sobre eso pero Kuroko fue obligado. Rapidamente dobló la manta que Kagami había utilizado antes de unirse al pelirrojo - quien estaba ya moviendose por si solo por el pasillo. Juntos se dirigieron hacia la recepción, y después de que Kuroko hubiese terminado de declarar el proceder con su trabajo fuera del hospital, se dirigieron hacia la salida.

Una vez que las puertas de cristal se abrieron, Kagami respiró profundamente, disfrutando del aire fresco de otoño. Ya está, pensó. Al fin voy a casa.

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Su apartamento estaba extrañamente sin cambios.

Todo era igual que estaba antes de que Kagami se hiriese y pasase dos semanas en el hospital. Sus revistas de baloncesto estaba todavía esparcidas por encima de la mesa de cristal, en el centro de la habitación. Los cojines estaban todavía desigualmente colocados en el sofá. Su cama estaba probablemente aún sin hacer demasiado, ya que había salido a toda prisa después de quedarse dormido la última vez. La única diferencia notable es que había un gran bolso negro extra colocado en una esquina.

"Tus padres me dieron las llaves antes" explicó Kuroko antes de que Kagami pudiera preguntar, cerrando la puerta tras él "Así que traje mis cosas aquí en primer lugar la pasada noche. Espero que no te importa Kagami-kun"

Kagami se encogió de hombros. No le importaba demasiado ya que las cosas estaban evidentemente sin tocar. Supuso que todo cuanto el menor hizo la noche anterior fue dejar su equipaje ahí e irse.

Kagami rodó por si mismo, yendo en dirección a su dormitorio, con la intención de dejar su equipaje. Después de todo lo que había pasado, el olor familiar de su casa era reconfortante. Le hacía sentir como que todo lo demás seguía siendo normal, a pesar de los acontecimientos que habían estado yendo y viniendo. La vida aún seguía, incluso si no podía andar más.

Kuroko encontró a Kagami mirando una colección de medallas y fotografías enmarcadas del pelirrojo encima de la cómoda cuando fue a buscarle después. Dejó la bolsa de ropa a un lado y se quedó en el lugar. No le hacía falta acercarse un solo paso más para saber lo que eran esos premios.

"¿Te gusta jugar al baloncesto, Kagami-kun?" preguntó en voz baja y suave, siendo apenas un susurro. Kagami no dirigió su atención hacia él, pero Kuroko podía verlo ahí. Podría ver el dolor de perder algo en los ojos del pelirrojo.

"Incluso si es así, no hay manera de que pueda volver a jugar otra vez, ¿cierto?" habló Kagami después de un corto silencio, la amargura en su tono le sorprendió a él mismo.

Esto es malo. Estaba empezando a tener dificultades para respirar. Un nudo se formaba en su pecho.

"Me aseguraré de que seas capaz de jugar al baloncesto otra vez" prometió Kuroko, de repente. La determinación en su tono hizo que Kagami le mirase - en realidad mirarle y no pasar de él com lo hacía algunas veces.

"¿Qué?"

"No te dejaré hacer algo de lo que te arrepentirás por el resto de tu vida" las manos de Kuroko estaban con los puños apretados, sus ojos brillando con resolución "No te dejaré rendirte"

Eh. Se burló Kagami, con los ojos parpadeando de nuevo.

"¿Sabes? Alguien me dijo casi lo mismo una vez"

Fue recibido por el silencio. Kagami se mordió el labio, apretando las manos con más fuerza a los brazos de la silla de ruedas. La presión en su pecho parecía estar llegando al punto en que empezaba a sentirse insoportable.

¿Estaba realmente dispuesto a hacerlo? ¿Estaba realmente dispuesto a tirar por la borde su pasado, su pasión? ¿Estaba dispuesto a renunciar a la emoción de jugar un partido; al sonido de los zapatos chirriando y las pelotas botando en el suelo de madera u hormigón pulido?
¿Estaba realmente dispuesto a abandonar lo único que amaba en la vida?

"...Hey, ¿Kuroko?"

Kuroko miró al pelirrojo, dandose cuenta del temblor en su voz.

"¿Si?"

Kagami estaba mirando hacia otro lado, así que su rostro estaba escondido.

"¿Podrías...venir aquí un segundo?"

Kuroko alzó las cejas levemente confundido antes de acercarse al pelirrojo. Se detuvo al lado de Kagami. Podía ver las imagenes y medallas con más claridad ahora. En la única foto enmarcada se mostraba al equipo del instituto sonriendo con alegría a la cámara. Varios de los miembros del equipo estaban llorando, pero la mayoría de ellos parecía como si hubieran estado riendo de triunfo; como si al fin hubiesen hecho algo que siempre habían querido hacer. Había un gran trofeo de oro en el suelo, en el centro del grupo.

Kuroko centró su atención de nuevo en Kagami cuando sintió el calor envolviendo su mano. Desde su punto de vista, el flequillo de Kagami cubría sus ojos y la mayor parte de su rostro, por lo que Kuroko no podía distinguir su expresión. Pero eso no importaba. Tenía una buena idea de lo que estaba pasando sin necesidad de verlo.

La mano de Kagami estaba temblando.

"Lo siento...¿pero podrías prestarme tu hombro un momento?"

Su voz se quebró en las últimas palabras. Kuroko sintió un ligero tirón en su propio corazón. Entendía el dolor de tener que dejar atrás algo que de verdad amas tanto.

Sin decir una sola palabra, se inclinó y envolvió con sus brazos el cuello de Kagami, atrayéndolo en un tierno abrazo.

"Si"

Al principio, Kagami parecía sorprendido por la buena voluntad de Kuroko, pero eso no duró mucho tiempo.

Enterró la cara en el hombro del más bajo y dejó escapar el primer sollozo de entre sus labios.

Y, por primera vez desde que perdió su capacidad de caminar, Kagami lloró.

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"Ow, ow, ow"

"El dolor es una buena señal, Kagami-kun. Esto significa que tus piernas están empezando a sentir algo de nuevo"

"¡No son mis piernas lo que me duele, idiota! Creo que me destrocé la espalda o algo"

Todos los muebles de Kagami habían sido apartados a un lado de la sala de su casa, dejando un espacio lo suficientemente amplio como para adaptarse a una esterilla de yoga y dos hombres jóvenes y adultos discutiendo. Kagami dejó escapar un gemido cuando Kuroko le ayudó con un ejercicio que odiaba particularmente pero que mantendrían sus músculos fortalecidos y, seguramente, aumentaría las posibilidades de volver a conectar los nervios que llevaban a su parte inferior del cuerpo, o algo así.

Kagami estaba totalmente tumbado en la lona, Kuroko a su lado. Tomó una bocanada de aire y se preparó mientras el peliazul cogía su pierna derecha y la movía hacia afuera todo lo que podía. Kagami lo odiaba; principalmente porque sentía esa preocupación irracional de que su pierna se desconectaría de la base si continuaba separándola. Solamente volvía a respirar cuando Kuroko dejaba de empujarla y pasaba a cruzar la pierna derecha sobre la izquierda.

Cuando Kuroko cambió su posición, Kagami olió el champú perfumado con flor de cerezo y menta. El olor era bastante agradable y Kagami estaba en peligro de sonrojarse furiosamente, porque, ¿qué diablos estaba haciendo olisqueando a la gente? Trató de no retorcerse demasiado para descubrir su malestar. ¿Por qué estaba prestándole todavía tanta atención de más a Kuroko después de todo este tiempo?

La respuesta era sencilla. No podía evitarlo. No podía evitar el notar las pequeñas cosas del pálido chico.

Kuroko había sido compañero de habitación de Kagami y su cuidador no oficial durante tres meses hasta ahora. Era como la sombra del pelirrojo; donde quiera que estuviese Kagami, allí estaba también. Kuroko estaba constantemente al lado de Kagami; ya fuese durante las sesiones terapéutica, los momentos de cocina o cuando se estaba bañando. Le había visto caer y llorar. Le había visto no semidesnudo, sino al completo. Siempre había estado ahí cuando Kagami estaba en su momento más débil.

Kagami sabía que no era sencillo ser asistente personal. Cualquier cosa que Kagami no pudiese hacer, Kuroko tenía que hacerla por él. Tenía que subirse en taburetes y sillas para alcanzar los armarios más altos que estaban específicamente hechos para que las personas altas pudiesen almacenar ciertas cosas. Tenía que ayudar a Kagami con sus ejercicios. Tenía que hacer muchas cosas y siempre se había esforzado en lo que estaba haciendo.

Pero nunca se quejó. Ni una sola vez.

Lo cuál solamente hacía sentir a Kagami mucho más culpable. E indefenso. ¿Era depender de otros la única cosa que podía hacer ahora? Había muchos momentos en los que solo se sentaba ahí solo y miraba sus piernas, su corazón gritándoles que se diesen prisa y se moviesen de nuevo. No podía soportarlo; tenía que depender mucho de otra persona que algunas veces parecía que estaba a punto del colapso. No quería ver a alguien trabajando tanto solo por su bienestar.

Le hacía sentirse muy débil.

"Deberíamos tomar un descanso" dijo Kagami cuando Kuroko se echó hacia atrás para limpiarse el sudor el sudor de la frente con el dorso de la muñeca. Kagami no era capaz de darle un empujoncito a su compañero cuando sabía la poca estamina que tenía este último. Kagami descubrió hace un tiempo que Kuroko se cansaba fácilmente. Quizás eso era por lo que se veían tan pálido, frágil y todo eso.

"¿Está Kagami-kun cansado?" preugntó Kuroko, mirándole realmente preocupado. Kagami se resistió al impulso de darse un guantazo en la cara.

"No lo estoy" dijo, usando los codos para sostener la parte superior del cuerpo mientras se alzaba para quedar en posición vertical "Pero parece que tu si lo estás"

"Estoy bien"

"Solo escúchame por una vez y descansa un rato, ahhh" suspiró Kagami, golpeandole la frente al más bajo con el dedo. Kuroko se estremeció, sus manos moviendose hacia arriba para frotarse el lugar abusado. Clavó sus ojos azules en el pelirrojo, la boca con un ligero mohín como preguntando: "¿Y eso por qué?"

Kagami rezaba que su rostro no tuviese el mismo color que su pelo porque, maldición - ¿cómo podía un chico ser tan condenadamente adorable? Kagami juraba que eso no era normal. Ningún hombre podía verse tan adorable.

Y esa fue una de las cosas que le molestaban mucho.

Kagami estaba comenzando a pensar de manera creciente que Kuroko era muy lindo. Sabía que 'adorable' no era exactamente la palabra a usarse para que un hombre describiese a otro hombre, pero ahí estaba. Kagami probablemente nunca diría esto incluso si su virilidad estaba en peligro, pero con su esbelta figura y corta estatura, Kuroko era igual que una chica. En secreto, veía esos enormes ojos azules y piel pálida, de alabastro...¿atractivo? No estaba seguro de si era la palabra correcta. Incluso estaba empezando a tener sentimientos extraños por la forma excesivamente amable de hablar del más bajo.

Algo andaba muy mal.

Kagami apartó la mirada, decidiendo en cambio mirar a una parte del suelo. No era bueno. Conocía esos síntomas. Diablos, había estado intentando experimentarlos desde que salió de la escuela secundaria. Pero no así. Kagami era un joven saludable. Ocasionalmente prestaba atención a las chicas y eso. Incluso se había obligado a sí mismo a echar un vistazo a escondidas a las revistas porno de Aomine de vez en cuado.

Esto no podía ser amor. Kagami se lo había estado repitiendo una y otra vez. No era gay. Esto no podía ser amor.

Pero, lentamente, sus ojos recuperaron su valentía para poder volver a mirar al más bajo. Kuroko le miraba, sus cejas estaba ligeramente alzadas, interrogante. Ugh. Ahí estaba de nuevo. Esa maldita mirada que siempre hacía que el ritmo cardíaco de Kagami aumentase de velocidad.

La mirada que le hacía sentirse totalmente acalorado, sudoroso y resistiendo la tentación de pellizcarle las pálidas mejillas.

Eso no era amor.

...¿O lo era?

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Kagami comprobó su reflejo en el espejo, esperando que su pelo no estuviese tan despeinado y sucio como pensaba que lo estaba.

Había encontrado un trabajo a tiempo parcial. Kagami estaba enfermo y cansado de sentarse en casa todo el día sin nada que hacer además que sus ejercicios terapéuticos y pudrirse frente a la televisión. Estaba empezando a sentir claustrofobia. Quería dar una vuelta, respirar algo de aire fresco. Necesitaba comunicarse con la civilización humana o seguramente acabaría olvidándose de como hablar completamente.

Kuroko le permitió tener un trabajo con la condición de que le acompañaría hasta allí, del mismo modo que iré a buscarle para traerle de vuelta. Confiaba en que el pelirrojo era lo suficientemente inteligente para encontrar uno que se pudiese adaptar fácilmente. Así que Kagami buscó un poco y todo eso, y finalmente encontró el trabajo que pensó que sería más adecuado para él en su condición.

Iba a trabajar en una librería dos estaciones más allá de su casa.

Era un trato muy bueno. No estaba demasiado lejos y le estaban pagando un extra porque podía hablar inglés. Ni siquiera necesitaba hacer demasiado; solo sentarse allí en el mostrador y esperar a que los clientes viniesen.

Y podía salir de la casa.

Se preguntaba porque nunca había pensado en trabajar en una librería antes.

Kuroko estaba ya esperándole cuando Kagami apareción con la silla de ruedas por el salón. Estaba vestido con una simple camisa blanca de manga corta y unos vaqueros. Se puso en pie cuando el pelirrojo se acercó.

"¿Listo?" preguntó. Kagami asintió,guardandose su móvil, la cartera y las llaves después de cogerlos de la mesilla. Murmuró un agradecimiento cuando su compañero se acercó y le pasó los calcetines.

"Estaré trabajando hasta las tres" dijo Kagami, inclinándose hacia abajo y pasando la pregunta con facilidad, como había practicado. Kuroko suspiró con entendimiento mientras le pasaba los zapatos.

"Ten cuidado de no hacerte daño" dijo, inclinándose para depositar un suave beso en la mejilla del más alto "Pide ayuda si lo necesitas"

"Si, si" Kagami alzó la cabeza para devolverlo mientras sus dedos se encargaban de sus cordones "Hemos pasado por esto un millón de veces. Ya lo entendí"

Oh, ¿y mencionó que ahora eran pareja oficial?

Después de mucho, mucho tiempo pensándolo y forzándose a dejar de lado sus auto negaciones, Kagami finalmente decidió que realmente querá a Kuroko de manera no tan normal. Después de seis meses de confusión y frustración (por no hablar de estar constantemente hablandose así mismo), Kagami decidió ser fiel a sus sentimientos. Había reunido todo su valor y, preparándose para lo peor, se había confesado al más bajo.

Kagami no iba a negarlo: se sintió como una maldita niña de secundaria, de esas de los cursis animes de romance. Apenas podía hablar sobre sus tartamudeos y balbuceos. Siguió tropezándose con sus palabras. Ni siquiera entendía porqué estaba tan condenamente nervioso. Ya se había preparado para morir de la vergüenza, de todos modos.
Pero para su total sorpresa, Kuroko tenía - por primera vez desde que Kagami le había conocido - un sonrojo. El color rosa se extendía todo el camino hasta la punta de sus orejas, haciendo que su pálida piel se viese, de algún modo, mucho más cálida. Sus ojos se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de lo que Kagami había dicho, como si un sucio secreto acabase de ser revelado.

Espera. No puede ser. Ahora que Kagami pensaba en ello, algunas cosas de repente parecían más claras. ¿Era eso por lo que Kuroko siempre le había tratado con tanto cuidado? ¿Era eso por lo que siempre le trataba innecesariamente bien? ¿Era eso por lo que siempre estaba dispuesto a pasar por tanto solo para ayudarle?

¿Kuroko le quería durante todo este tiempo?

Maldición, Kagami se sintió lento. Quería darse un guantazo en la cara por su propio espesor. No podía evitar el pensar que las cosas habrían sido más sencillas si lo hubiese sabido antes.

No es que eso importara más. Estaban juntos ahora, y eso era todo.

Kagami se estremeció cuando salió fuera de su apartamento. El invierno había terminado, pero la brisa de la primavera todavía era fría. Se sentía bien en su piel. Kagami se sentía refrescado; como si pudiese respirar al fin de nuevo.

El viaje hacia su lugar de trabajo fue corto y en silencio. Esa era la única cosa sobre su relación que todavía le preocupaba a Kagami. A pesar de estar juntos y todo eso, todavía había momentos en los que ambos simplemente entraban en lapsos silenciosos. Era cómodo la mayor parte del tiempo pero, de vez en cuando, también era muy incómodo.

Kagami no podía evitar el sentir que el lazo entre los dos era aún frágil como un fino cristal. Se sentía como si fuesen a separarse por la cosa más leve.

No quería eso. No quería eso para nada.

Kagami se imaginaba que su dilema debía ser bastante obvio en su cara porque Kuroko, de repente, deslizó su mano sobre la suya y se arrodilló, con el ceño ligeramente fruncido.

Y entonces, ahí solo había unas cuantas veces cuando las preocupaciones de Kagami probaban estar mal. Quizás tenían falta de comunicación, pero Kagami suponía que era porque ambos eran solo socialmente torpes. Hablar no era exactamente lo suyo. Después de un tiempo, Kagami había reunido el coraje para mirar a los ojos a Kuroko cuando hablaban. Más bien, había aprendido que la única forma en que podía entender al más bajo incluso un poco era estudiando sus ojos. Kuroko constantemente era estoico e inexpresivo, pero sus ojos azules, por lo general, no lo eran. En todo caso, Kagami descubrió que notaba que había muchas cosas que Kuroko no decía en voz alta.

Como ahora. Mirando ahora los ojos de Kuroko, Kagami casi podía oír esas preocupaciones no dichas. ¿Estaba bien? ¿Estaba incómodo? ¿Tenía hambre? ¿Necesitaba beber algo? ¿Necesitaba ir al baño? ¿Había olvidado algo?

Daba miedo como Kagami había aprendido a leer esos ojos tan bien. Pero estaba bastante orgulloso de sí mismo también. Al menos había una cosa que podía lograr después de pasar todos esos meses con el más bajo.

"Nah. Estoy bien" sonrió Kagami, girando su mano para enlazar sus dedos con los de su compañero. Era extraño como algo tan simple como una mirada de preocupación de Kuroko, esta capaz de tranquilizarlo y alejar sus dudas.

Cuando Kuroko se le quedó mirando un poco más, Kagami agitó la mano libre con desdén y trató de cambiar de tema.

"De todos modos, deberías tomar la oportunidad de descansar más tarde, mientras estoy trabajando. Parece como si realmente necesitases un respiro"

Kuroko asintió, sin soltar su mano. A Kagami le gustaba el hecho de que, o bien no se daba cuenta de que la gente les estaba mirando, o bien no le importaba.

Probablemente era lo último.

"Lo intentaré"

"Nada de 'intentar', idiota" dijo Kagami, casi con cansancio. Habían pasado por esto muchas veces "Necesitas descansar antes de caer enfermo o algo así. Cuida más de ti mismo por una vez"

"¿De verdad me veo tan agotado?" murmuró Kuroko casi para sí mismo, sonando genuinamente curioso. Kagami contempló la posibilidad de palmearse el rostro o , traer mágicamente un espejo, para hacer que Kuroko se mirase y señalar los signos que demostraban su cansancio, uno por uno. ¿En serio? ¿Cómo podía este chico mirar su propio reflejo todos los días sin darse cuenta de esas grandes ojeras?

"Te ves como si estuvieses a punto de desmayarte aquí mismo" dijo Kagami. Él frunció el ceño "Solo tomate un descanso, ¿vale' No es tan difícil"

Kuroko frunció los labios, aún viendose reacio sobre el asunto.

"Es muy cómodo estar debajo de una manta con este tiempo" le engatusó Kagami "Imagina pasar toa la tarde solamente acurrucado bajo las cálidas sábanas mientras estás tumbado sin hacer nada excepto, quizás, leer un buen libro y-"

"De acuerdo, está bien" Una tenue sonrisa apareció en los labios del más bajo, cediendo a la tentación. El razonamiento de Kagami parecía haber funcionado "Me aseguraré de descansar largo y tendido el resto del día"

"Más te vale" resopló Kagami "Si veo que todavía pareces tan cansado cuando vuelva, juroko que te voy a meter personalmente en la cama"

En ese momento, Kuroko dejó escapar una suave risa.

"Por supuesto"

Kagami sonrió torcidamente y extendió la mano para jugar con el pelo de su compañero. Podría haber hecho un buen trabajo manteniendo una apariencia genial, pero tenía esos extraños y cálidos sentimientos revoloteando en su interior.

No era la primera vez. Pequeños momentos como este en donde podían sentarse juntos y tener algunas conversaciones ligeras (algunas veces incluso sin sentido) le hacían sentirse extraña y abrumadoramente feliz.

Sonaba cursi pero Kagami sentía que se enamoraba una y otra vez.

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Kagami finalmente descubrió porque Kuroko estaba tan concentrado en ayudar a que se recuperase.

Fue por pura casualidad. Kagami había ido por si mismo hacia la cocina a por un vaso de agua cuando se dio cuenta de que la cartera de Kuroko estaba tirada en el suelo.

Inicialmente estaba sorprendido ya que Kuroko nunca era descuidado con sus cosas. entonces pensó que tal vez lo último era que tenía prisa o algo y accidentalmente su cartera acabó tira ahí. En cualquier caso, Kuroko estaba bañandose en ese momento, así que Kagami se inclinó para recogerla.

Y fue entonces cuando la vio. La foto. Kagami no quería mirar dentro de la cartera pero cayó abierta y la parte interior se hizo (convenientemente) visible.

La foto mostraba a un grupo de estudiantes de escuela media: seis chicos y una chica. Los chicos llevaban camisetas de baloncesto, los caracteres en kanji del nombre de la escuela era desconocido para Kagami. Pero no necesitaba conocer esos kanjis para saber a qué escuela pertenecían los muchachos después de darse cuenta de quienes eran. Nadie de su edad que estuviese involucrado en el baloncesto moderno japonés desconocería quienes eran los de la Generación de los Milagros.

Se veían mucho más jóvenes entonces, pero Kagami podía reconocerles sin problemas. Ahí estaba el temible capitán de mirada heterocromática del Rakuzan, Akashi Seijuuro. El central más alto de todos los equipos de instituto que estaba en Yosen cuando Kagami le conoció, Murasakibara Atsushi. El tirador tsundere de Shuutoku, Midorima Shintaro. El "copión" de Kaijou, Kise Ryouta. Y, por supuesto, el compañero de baloncesto increíblemente talentoso y cabeza hueca de Kagami de por la universidad, Aomine Daiki. Así como la amiga de la infancia y actual novia del chico de piel morena, Momoi Satsuki.

Y de pie en el centro de todos ellos, envuelto con los brazos de Kise y Momou y con Aomine revolviéndole el pelo desde atrás, con la expresión más feliz que Kagami nunca había visto, estaba Kuroko Tetsuya.

Así que resultaba que Momoi era más que solo una 'compañera de clase' de Kuroko. Había estado en su escuela secundaria como manager del club de baloncesto.

Y a juzgar por la foto, estaba mucho más cerca de él de lo que el dijo que lo estaba en ese entonces. Y Kuroko incluso conocía a Aomine por quel entonces. Al parecer, también eran realmente cercanos.

Y, entonces, la extrañeza le golpeó. Los Milagros eran famosos y, aún así, Kagami nunca había escuchado hablar de Kuroko antes de conocerle. Ni una sola vez. No había ninguna mención en absoluto de un sexto hombre con el nombre de Kuroko Tetsuya. Kagami había ido contra casi todos los equipos famosos de instituto que hay en Japón, y nunca, ni una sola vez, escuchó de esa persona.

Kagami solamente alzó la mirada hacia el chico en cuestión cuando este por si mismo salió del baño, con una toalla envolviendo sus hombros. Hubo un corto momento de silencio mientras Kuroko procesaba la visión de Kagami sosteniendo su cartera y mirandole con una expresión de sorpresa e incredulidad.

"¿Juegas al baloncesto?" fue todo lo que dijo el pelirrojo para romper el silencio. Hubo una corta pausa mientras los dos se miraban a los ojos, como si intentasen de realizar una conversación silenciosa. entonces, aún sin decir una palabra, Kuroko se acercó y se inclinó para recoger sus pertenencias de las manos de Kagami.

"Antes" corrigió suavemente, colocando el objeto dentro de la cartera, donde debería estar. Dejó caer su mano a su lado, con la mirada clavada en el suelo "Pero ya no más"

Kagami aún sonaba un poco aturdido.

"Eras uno de los Milagros"

Era una afirmación, no una pregunta.

"Si"

"Conocías a Aomine y a los otros"

"Si"

"Ellos eran tus compañeros de equipo en la escuela media"

"...Si"

Hubo una breve pausa. Entonces vino la pregunta que Kuroko había estado temiendo toda su vida.

"¿Por qué lo dejaste?"

Kuroko se esforzó para no encogerse. Siempre había odiado responder a esa pregunta. La hacía sentir como si le estuvieran tratando con lástima. Le hacía sentirse vulnerable; despojándolo de los muros invisibles que había construido alrededor de sí mismo para mantener sus emociones encerradas en él. Le traía dolorosos y a la vez maravillosos recuerdos de esos días, así como la sensación de arrepentimiento por no valorar lo que tenía antes de perderlo.

Y también hacía le que doliese el corazón. Era algo insoportable.

Porque no importaba lo que hiciese, no importaba cuanto lo lamentase, esos preciados momentos no volverían. O podría volver atrás y regresar.

Kagami lentamente se dio cuenta de que quizás esa pregunta no era la mejor sobre la que cuestionar, y que la razón de Kuroko era, seguramente, más o menos la misma que la suya. Kuroko se veía muy feliz en la foto. El baloncesto seguramente era una de las cosas que más amaba en el mundo también. No había manera de que lo dejase, a no ser que las circunstancias fueran demasiado terribles.

"Lo siento" se disculpó Kagami cuando cinco minutos habían pasado sin que Kuroko respondiese "No debería haber preguntado"

Estaba dándose la vuelta con la silla de ruedas cuando el más bajo habló.

"Cuando estaba en mi tercer año" empezó Kuroko, pero se detuvo abruptamente. Se mordió el labio inferior, dudando de seguir. Kagami se giró para mirarle, diciendole silenciosamente que estaba bien no decir nada. Estaba bien. Pero Kuroko inhaló una vez, y como si reuniese todo su valor, apretó sus manos y continuó "Fui hospitalizado"

Kagami le miró fijamente, con los ojos muy abiertos y la boca igual.

"¿Por?"

"Sobreesforcé mis piernas" Kuroko hizo una leve mueca ante el recuerdo. Sus ojos estaban apartados a un lado, mirando con nostalgia el espacio vacío. Su tono de voz era tenso, como si nunca, ni una sola vez, se hubiese parado a dejar salir lo que ocurrió "Era realmente débil comparado con los otros en la primera vuelta de Teikou. Tenía que trabajar muy duro para ponerme al día con el entrenamiento. Como resultado de esforzarme demasiao, me dañé los músculos de las piernas" Se detuvo para tomar aliento "Mis piernas se sentían como si estuviesen ardiendo. Cada paso que daba dolía. Me llevó una semana antes de poder andar de nuevo" Su voz entonces se volvió increíblemente suave "El doctor, después de eso, me dijo que no jugase más, o podría correr el riesgo de dañar más aún mis piernas y, finalmente, perder la capacidad de caminar para siempre" Lentamente, se giró para mirar al pelirrojo "Así que tuve que dejarlo"

El dolor en sus ojos cuando dijo las últimas pocas palabras era profundo y crudo. Los años quizás había pasado pero Kuroko aún estaba emocionalmente herido por lo ocurrido. Kagami sentía que se corazón se contraía involuntariamente. No podía evitar el preguntarse cual era más tortuoso: ser completamente incapaz de usar sus piernas con solamente una pequeña esperanza de recuperarse, o ser capaz de andar con el sufrimiento de no ser capaz de hacer algo que amaba tanto, con la constante carga sobre sus hombros.

Ugh. Eso era estúpido. Por supuesto, la segunda era peor.

Mientras que se esforzase lo suficiente, aún había esperanza para él. Incluso si estaba cerca de nada, todavía había una oportunidad de recuperarse. De andar de nuevo.

Para hacer lo que amaba una vez más.

O al menos estaría tentado de jugar de nuevo.

Kagami sabía cuán difícil era darse por vencido. Entendía lo desgarrador que era, especialmente si esa cosa era importante para ti.

"¿Es por eso que te convertiste en terapeuta?" preguntó el pelirrojo después de lo que pareció un silencio eterno "¿Porque no querías que nadie más experimentase lo mismo?"

"¿Quién sabe?" Kuroko se encogió de hombros, su tono ligeramente amargo. Respiró profundamente, como si estuviese obligándose a reunirse a sí mismo de nuevo. Cuando alzó la mirada de nuevo, estaba del mismo modo en que siempre lo estaba delante de las personas: estoico, ilegible "De todos modos, supongo que deberíamos empezar a preparar la cena. Está haciendose tarde"

Con eso, se alejó, desapareciendo detrás de Kagami. Kagami se quedó donde estaba solo un poco más antes de moverse para unirse a su compañero en su cocina.

Fue en ese día en el que Kagami descubrió su nueva determinación. Decidió que iba a trabajar más duro. Trabajaría más duro de modo que pudiese recuperarse. Desechó la decisión que había hecho con anterioridad. Jugaría al baloncesto de nuevo.

Y no era solo por su propio bien. No estaba seguro de que funcionase pero era también por el bien de Kuroko.

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La primera vez que movió sus piernas con éxito de nuevo, le besó.

Kagami era consciente de que estaba en un espacio público. Sabía que incluso si hubiesen estado solos, alguien podría haber aparecido en cualquier momento. Pero no le importaba. Todo había sucedido tan de repente, que ni siquiera él era consciente de que hubiese pasado hasta un poco después.

Kuroko había estado ayudándole con sus sesiones de terápia en el hospital como siempre hacía en días alternos desde que fue dado de alta. Tenían que hacerlo porque régimen para las condiciones de Kagami requería el uso de instalaciones especiales. Los ejercicios normales que hacía Kagami en casa no eran suficientes.

Así que Kagami había estado usando las barras dobles en su millonésimo intento de mantenerse en pie con sus propias piernas. Nada era diferente al principio, Kagami aún dependía totalmente de la fuerza de sus brazos para mantenerse en posición vertical mientras deseaba, silenciosamente, que sus piernas se moviesen. Estaba empapado de sudor y juraría que debía tener una expresión de completo estreñido. Sus brazos se sentían como si estuviesen ardiendo.

Después de un tiempo, Kuroko tuvo que pedirle con gentileza que se tomase un descanso. Tenía miedo de que el pelirrojo se sobrepasase y dañase sus brazos en el proceso de curar sus piernas. Kagami se mostró reacio. Continuaba diciendole a Kuroko que estaba bien y que podía seguir aún, pero el más bajo era insistente.

Finalmente, después de mucho balbuceo incoherente y murmullos, Kagami decidió dejarlo.

Kuroko había estado ayudandole a sentarse en el suelo cuando sucedió. Cuando estaba bajando lentamente hacia la esterilla de goma bajo él, Kagami sintió una extraña sensación en su pierna derecha; como si hubiese desaparecido el tapón, conectando finalmente la base con el resto. Frunció el ceño, intentando averiguar que era exactamente lo que había sentido.

Y, entonces, se dio cuenta de que podía sentir el suelo bajo él. Su corazón dio un vuelco. Espera. ¿Podía sentirlo? Kagami no se atrevía a esperar demasiado por el momento. Deseó que su pierna se moviese de nuevo.
No hubo respuesta.

Lo intentó de nuevo, diciendoselo a sí mismo, su ritmo cardíaco se aceleró por un segundo. Intentó hacer algo más pequeño.

Visualizó lo que quería que sucediera; un truco que le habían enseñado tiempo atrás como intento para superar su parálisis. Imaginó que su cerebro enviaba las señalas a las partes correspondientes del cuerpo, ordenando que se moviesen.

Los dedos de su pie derecho se cerraron. Kagami miró su pie. Trató de mover los dedos de sus pies.

Se movieron.

Kagami se emocionó tanto que perdió el equilibrio y acabó cayendo con fuerza al suelo, arrastrando a Kuroko sobre él. Kuroko se apresuro a quitarse de encima, sus preocupaciones quedaron en la punta de la lengua cuando Kagami le agarró por el cuello de su camiseta, tirando de él y besándole.

Kuroko estaba tan sorprendido que solo podía quedarse quieto hasta que sus labios se separaron. Observó en silencio como Kagami se echaba hacia atrás y soltaba una carcajada; una risa alegre y triunfal. El pelirrojo parecía no haberse dado cuenta de lo que había hecho, a pesar del prominente rubor que crecía en las mejillas de Kuroko. El más bajo solamente pudo esperar a que el pelirrojo le explicase mientras trataba de calmar el imparable latido de su corazón.

"¡Mis dedos se movieron!" Kagami exclamó a la vez que su risa había disminuido, su tono se asemejaba al de un niño emocionado "¡Hice que se moviesen!"

"¿Eh?" pronto Kuroko olvidó su vergüenza, ya que el también se quedó atrapado en la emoción. Rápidamente se bajó de encima de su compañero, colocándose a un lado "¿Puedes sentir las piernas?"

"¡Solamente un poco, pero sí!" Kuroko observó con asombro como Kagami de nuevo curvaba y estiraba los dedos de su pie derecho "¡De hecho, me las he arreglado para hacer que se muevan de nuevo!"

Y entonces, como si su mente estuviese rebobinando de manera abrupta (muy abruptamente, por cierto), Kagami finalmente - por fin - se dio cuenta de lo que había hecho hace un momento.

Acababa de besar a Kuroko.

Besó a Kuroko.

El color inundó rápidamente su rostro. ¿Qué diablos estaba pensando? Inmediatamente se esforzó por darle una disculpa porque a pesar de que estaban saliendo y que todo lo estaba tomando con demasiada prisa y Kuroko podía malinterpretarlo y-

Kagami estaba a punto de comenzar a disculparse cuando Kuroko lo derribó con un abrazo, empujandolos a los dos de nuevo hacia el suelo. ¿Qué, qué, qué? La mente de Kagami le impedía procesar la situación. ¿No se suponía que Kuroko le golpearía como un chico normal debería hacer si le besabam de la nada? ¿Por qué no estaba golpeandole y llamandole oportunista o algo así?

"Estoy feliz por ti, Kagami-kun" el tono de Kuroko era totalmente sincero, sin indicios de descontento en absoluto. Enterró la cara en el hombro de Kagami, apretando su abrazo por una fracción "Lo has hecho"

Quizás fue su tono. Quizás fue porque había tanta ternura en su voz que Kagami decidió que quizás a Kuroko no le importaba del todo. La disculpa del pelirrojo se quedó sin pronunciar mientras acariciaba el suave pelo del más bajo, una sonrisa expandiendose por sus labios mientras lo hacía.

"Si. Lo hice, Kuroko"

Y todo fue gracias a ti.

No era mucho, pero Kagami sentía que, finalmente, había dado un gran paso hacia adelante en pos de la recuperación.

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Antes de darse cuenta, tres años habían pasado.

Kagami había hecho un increíble progreso. No necesitaba que un médico le dijese eso. Su velocidad de recuperación incluso le sorprendió a él mismo. Hbaía sufrido una parálisis completa de cintura para abajo. Incluso con el mayor optimismo que pudo reunir, había esperado que le llevase al menos cinco años el sentir las piernas de nuevo.

Pero tres fue todo lo que necesito.

En tres años, Kagami casi podía caminar con normalidad de nuevo. Ni siquiera necesitaba una silla de ruedas ya, las muletas solo eran suficientes. Había muchas teorías con respecto a la velocidad de su recuperación. Algunos médicos decían que quizás su herida en ese momento no era realmente tan mala como parecía inicialmente. Otros decían que quizás Kagami solo tenía una loca tasa de regeneración. Y otros decías que era porque se había esforzado más que nadie en su rehabilitación.

Pero, personalmente, Kagami pensó que fue su fuerza de voluntad y determinación lo que hicieron que todo pasase.

Y por primera vez en tres años, Kagami se encontró a sí mismo de pie en la cancha pública de baloncesto donde siempre había idio para prácticar por si mismo desde que regreso a Japón.

Todo era totalmente contradictorio con lo que dijo cuando estaba hospitalizado. Claro, había habido un momento en el que Kagami estuvo absolutamente interesado en la recuperación, pero aún así todo era inesperado. Kagami había pensado en ir a la cancha a jugar al baloncesto otra vez. Sólo que no tan pronto. Nunca había esperado que volvería tan pronto.

Kagami sostuvo la pelota de baloncesto en su mano derecha, usando la izquierda para sostenerse sobre la muleta. Su pierna derecha se había curado un poco más rápido que la izquierda, y Kagami podía sostenerse en pie ya, aunque esa hazaña normalmente le cansaba con facilidad. Con un movimiento hábil de sus dedos, Kagami dejó rotar la pelota en la punta de su dedo índice. Estaba sorprendido de que pudiese hacerlo aún después de tanto tiempo. Supuso que algunas cosas simplemente se quedan en uno a pesar del tiempo que pase.

Se detuvo, dejando que la pelota cayese sobre su palma abierta. Echaba de menos la sensación de la textura de ese material. Era familiar y tranquilizador. El repentino pinchazo en el pecho le hizo darse cuenta de lo mucho que había echado de menos el baloncesto. Kagami se sintió como un idiota ahora. ¿Qué diablos estaba pensando al querer parar? No había modo de que lo hiciese.

Ahora que lo pensaba, Kagami se imaginaba que Aomine sonreiría con aire de suficiencia si lo veía allí en la cancha en ese momento. Ya podía imaginarse su voz molesta diciendo "¿Qué te dije?" cuando le llegase la noticia. Odiaba admitirlo pero Aomine había estado en lo cierto esa vez. No había nadie que le parase de intentar jugar de nuevo, solo él mismo.

Aomine se lo iba a restregar bien la siguiente vez que Kagami se encontrase de nuevo con él.

Kagami giró la mano distraídamente, botando la pelota de naranja oscuro contra el cemento del suelo varias veces. Incluso había extrañado escuchar ese sonido. La ausencia había hecho que creciese más profundamente en su corazón, al parecer. Y, aparentemente, no solamente se aplicaba a cosas vivas. Kagami se detuvo, cogiendo el balón y sujetándola con una sola mano. La levantó por encima de su hombro, inclinando la cabeza hacia arriba en el aro. Apuntó y, con total confianza de que de que no encestaría, tiró el balón hacia la canasta.

Entró dentro maravillosamente; justo en el centro. Kagami parpadeó. ¿Como diablos hizo eso? Seriamente no esperaba que fuese capaz de lograrlo, incluso si estaba prácticamente de pie debajo del aro. Kagami realmente ansiaba hacer un tiro directo en este instante.

Flexionó la muñeca mientras veía a su compañero correr en busca de la pelota, en donde había rebotado. Kagami no había querido visitar la cancha tan pronto, especialmente no con Kuroko. Aunque Kuroko había sido el que le había sugerido de ir en primer lugar, Kagami se mostró reacio. Si lo hacía, podría reabrir viejas heridas que apenas se habían curado.

Pero Kuroko había insistido y prácticamente le había arrastrado fuera de casa. Hasta este día, Kagami no tenía ni idea de porqué el más bajo estaba siendo tan agresivo sobre que jugase, de repente. No es que alguna vez se hubiese detenido a reflexionar sobre eso.

Kagami alzó la mano para recibir el pase que Kuroko le hizo. Y había otra cosa. Kagami se lo había estado preguntando durante algún tiempo después de descubrir que Kuroko había sido parte de la Generación de los Milagros. El chico se veía tan débil, que no había manera de que pudiese estar a la par de un grupo de genios como ellos durante los partidos. Pero Kagami también descubrió que Kuroko no había estado en la Generación de los Milagros por sus capacidades físicas. Había sido parte de ellos únicamente por su débil presencia y su habilidad para los pases.

Kagami sabía que Kuroko había sobresalido en los pases solo por recibir varios de estos. Los pases de Kuroko eran fuertes y firmes; cuidadosa y hábilmente dirigidos a la persona a la que deseaba hacer el pase. Una parte de Kagami no podía evitar preguntarse que si Kuroko era todavía tan bueno incluso después de tantos años, entonces, ¿no habría sido mucho mejor si hubiera seguido adelante? Podría haber aprendido incluso a hacer algo más que pasar.

Y otra parte de él quería abofetearse así mismo por ser tan insensible. Si Kuroko no había pensado más en el tema, Kagami no tenía ningún derecho a hacerlo. No, tenía que dejar de pensar en eso.

"¿Por qué no lo intentas?" preguntó Kagami, lanzando la pelota por el aire en dirección al más bajo. Kuroko la cogió con facilidad, y parpadeó mirando al pelirrojo, confundido.

"¿Eh?"

"Tirar a canasta" dijo Kagami, inclinando la barbilla hacia el aro "¿Por qué no intentas tirar?"

"No soy muy bueno" dijo Kuroko simplemente, viéndose como si no tuviera ninguna intención de hacer lo que Kagami sugería "Más bien, no creo que pueda tirar a canasta en absoluto"

"¿Ni siquiera cuando estás justamente debajo de la canasta'" el tono de Kagami implicaba un desafío. Sabía que Kuroko no era de los que aceptaban desafíos sin sentido. Pero, tal vez, podría provocarle con éxito, después de todo.

Kuroko frunció el ceño ligeramnete, como si estuviera pensando en qué hacer antes de acercarse hacia el pelirrojo. Se detuvo junto a Kagami, echando un vistazo a la derecha, al aro por encima de él. Sin decir nada, levantó la pelota por encima de su cabeza y la arrojó hacia arriba.

Kagami, sinceramente, no estaba seguro de lo que estaba esperando, pero estaba decepcionado de todos modos. Ya podía darse cuenta de que Kuroko era un desastre en cualquier otra cosa que no fuese pasar. Su forma no estaba del todo mal pero su aplomo era tan de aficionado que Kagami se resistió a la tentación de negar con la cabeza.

"Te lo dije" dijo Kuroko una vez que había regresado con la pelota. Una sonrisa se abrió camino en los labios de Kagami cuando se dio cuenta de que el más bajo estaba haciendo un puchero. Incluso las personas como Kuroko tenía sus momentos de ponerse de mal humor, al parecer.

"Hey, no te preocupes" dijo Kagami "Solo estás fuera de práctica"

"Pero Kagami-kun está también fuera de práctica" replicó Kuroko "Y todavía puedes hacer que entre"

"Solamente estuve fuera..¿qué? ¿Un pocos de años?" Kagami se encogió de hombros "Tu estuviste lejos de todo esto mucho más tiempo. Estás más fuera de práctica que yo"

El ligero mohín no abandonó el rostro de Kuroko.

"No estoy seguro de si debo tomar eso como un insulto o no"

"Sería genial que no lo hicieses" dijo Kagami, una sonrisa escapandose de sus labios. Su expresión se suavizó y extendió la mano para enredar los dedos en el pelo revuelto del más bajo como él había hecho tantas veces con anterioridad. Kagami recordaba cuánto odiaba Kuroko inicialmente este gesto, pero poco a poco se convirtió en su signo personal de afecto. Kagami había llegado a amar lo suave que se sentía el pelo de Kuroko entre sus dedos, y Kuroko había llegado a amar la sensación de tener los dedos de Kagami jugando con su pelo.

"Ha crecido más" comentó Kuroko, alzando sus dedos hacia el flequillo. Kagami suspiró de manera ausente, de acuerdo.

"Hey, ¿Kuroko?" empezó Kagami después de un rato de jugar con el pelo de su compañero en silencio. Movió su mano y arrastró los dedos por el contorno de la cara de Kuroko "Hay algo...He estado pensando en algo desde hace tiempo hasta ahora"

La mirada de Kuroko se encontró con la suya, instándolo a continuar de esa manera silenciosa.

"S-Sé que es repentino y todo eso pero hay algo que he decidido" Kagami se aclaró la garganta, obligándose a no ponerse nervioso y apartar la mirada. Deslizó la mano más abajo, agarrando la mano de Kuroko que estaba posada en su pecho. "Han pasado solo unos pocos años desde que nos conocimos, pero muchas cosas han sucedido en esos años que pasamos juntos. Siempre has estado ahí para mí y no puedo negar eso" perdió la fuerza de voluntad para mantener el contacto visual. La mirada de Kagami se desvió a un lado "He estado pensando un poco y me he dado cuenta de que una vez que todo esté acabado, no necesitarás más estar constantemente a mi lado. Podría volver a ser independiente. No necesitaré tu ayuda para todas las pequeñas cosas. Pero, entonces" hizo una pausa, como si intentase elegir las palabras adecuadas "Pero entonces me di cuenta de que me dejarás una vez que esté lo suficientemente recuperado. Al principio, pensaba que estaba bien con eso. Al fin serías capaz de tomar un descanso de tu trabajo. Al fin podrías relajarte y yo volver a mi solitario estilo de vida. Y duele" Kagami inhaló, apretando el agarre en la mano de Kuroko durante unos instantes "A pesar de que podremos vernos, la idea de que te vayas duele. Ya no es sobre mi condición. Así que, por eso" giró la mirada, mirando directamente las piscinas azules gemelas "¿Escucharás mi petición egoísta? ¿Solo esta vez?"

Hubo una corta pausa en la cual Kuroko solamente miró al pelirrojo, su expresión ilegible. Kagami estaba a punto de empezar a sentir el rechazo cuando la expresión del más bajo se suavizó, y Kuroko bajó la mano de Kagami para estrecharla entre las propias. Un tímido amago de sonrisa estaba plasmado en su rostro.

"¿Cuando no he escuchado tus peticiones egoístas?" respondió con una pregunta, con voz suave. Kagami dejó que su sonrojo se profundizase. Realmente amaba cuando Kuroko sonreía. Respiró profundamente para reunir valor.

"Cuando todo esto acabe" dijo, intentando con todas sus fuerzas contener el tartamudeo que amenazaba con hacer acto de presencia "¿Continuarás estando a mi lado?"

Kuroko no dudó en su respuesta.

"Si"

Y ahí iba lo siguiente.

"Y s-sé que es un poco pronto aún, pero casi tengo lo suficiente ahorrado ya y-"Kagami abruptamente cambió lo que inicialmente quería decir, decidiendo ir directamente al grano.

"¿M-Me harías el honor de casarte conmigo, Tetsuya?"
Kagami no se atrevía a tener esperanzas demasiado altas mientras esperaba la respuesta de Kuroko. Dirigió la mirada al suelo, y esperó. Intentó contar los segundos que pasaban: diez, quinces, veinte,...

Su atención se centró de nuevo cuando escuchó los sollozos. Los ojos de Kagami se abrieron de par en par mientras veía como las lágrimas se abrían camino por las mejillas sonrojadas de Kuroko. Por un segundo, estuvo asustado de que hubiese ido demasiado lejos. Estaba asustado de que, quizás, el momento no era el mejor y Kuroko tuviese otros planes y-

"...Si"

Kagami parpadeó.

"¿E-Eh?"

"Me casaré contigo, Kagami-kun" dijo Kuroko, sin molestarse en limpiar sus lágrimas "Seguiré estando a tu lado"

Una parte de Kagami aún no podía creer lo que estaba pasando.

"C-Cuidaré de ti" se escuchó decir a sí mismo "¡Me aseguraré de devolverte el favor y cuidar realmente bien de ti!"

Kuroko sonrió ampliamente por un momento y asintió.

"Contaré contigo, entonces"

Y en ese punto, nada más importaba ya. Kagami estaba consciente de los obstáculos a los que tendrían que enfrentarse en el futuro. Sabía que llegarían muchas quejas debido a su relación. La homosexualidad no era popular en Japón. Las personas les mirarían y les señalarían por las calles. Algunos les mirarían con disgusto. Los insultos aparecerían de vez en cuando en sus caminos. Las miradas juiciosas que recibirían.

Pero estaba bien. Kagami sabía que todo estaría bien.

Porque estaban juntos y siempre lo estarían.

Y eso era todo lo que importaba.


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