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Doce Veces Después de Hades por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

¿Quién amaba? ¿Mortal o Diosa?

¿Quién amaba? ¿Quién besaba? ¿Quién sentía? ¿La mortal o la Diosa?... ¿Quién estaba a punto de desarmar el mito?

 

Demasiadas preguntas, que ella no se hacía. Tal vez el resto del universo, sí.

 

Kanon había profanado algo que era sagrado desde la concepción de su Diosa mitológica: su castidad.

La había profanado en demasiados aspectos, porque tocó esa piel con adoración, porque besó esos labios con devoción, porque arremetió contra esa alma sin miramientos, llenando de un amor ardiente cada parte del pequeño cuerpo de alma inmortal… Entonces, sólo faltaba el último paso, ese que era el pecado más grande entre el cielo y la Tierra, incluso en el Infierno, pecar contra la pureza de una Diosa virgen… Athena era sin dudas, la gran conmoción entre los Dioses.

 

Dejaría de ser virgen, ante los ojos del mundo, de los Dioses y del gran Zeus ¿Su alma también dejaría de serlo?

 

Pues aquello derivaba a la inicial pregunta, ¿Quién amaba a Kanon de Géminis? Estaba claro, Athena y Saori, Diosa y mortal, eran una sola persona. Su cuerpo mortal e inocente se entregaría al hombre que amaba, pero el alma divina también lo haría y ahí radicaba el problema o la conmoción.

Porque aceptar que ese cuerpo mortal se manchase, aceptar que su sello se rompiese, era un consuelo efímero para el padre Dios, porque luego, ese cuerpo sucumbiría como cualquier mortal, y el alma regresaría a su lugar, purificándose para descender doscientos años después y luchar contra las huestes del mal…

 

Pero Athena se había enamorado.

 

Y… ¿A quién amaba Kanon?

 

Claro que a ambas, porque eran parte de una sola. Kanon se sentía orgulloso de la Diosa a quien veneraban. Era de entre todos los Olímpicos, la que se llevaba toda su admiración, recordando aquella Athena mitológica, esa aguerrida, feroz e imbatible guerrera, que poco tenía que ver con la jovencita que estaba en sus brazos, y sin embargo, eran idénticas…

Su cuerpo divino había dejado de existir hacía siglos, milenios tal vez, por lo que se veía obligada a tomar forma humana, es por ello que volvía a la Tierra como una bebé indefensa, teniendo que crecer para despertar su cosmos divino. Y desde ese momento siempre tomó la misma apariencia, algunas veces sus ojos oscilaban entre negros, verdes, o azules oscuros. Su cabello se mantenía en un lila perenne y su figura de una niña convirtiéndose en mujer.

 

Su nombre siempre se mantuvo como Athena, sin embargo en sus dos últimas rencarnaciones, las situaciones fueron distintas, adoptando una crianza y un nombre mortal… Es tal vez, la gran razón de que Athena ya no se mostrara como lo fue en la era del mito: cruel y violenta.

 

Porque a eso, también lo recordaban…

 

Y es así que, Saori Kido no le había entregado un simple y vacío cuerpo a ese hombre, Saori le entregó el alma de Athena, para que hiciese con ella, lo que quisiera.

Y Kanon la aceptó, para adorar íntimamente ese amor, para entregarle su simple y vana alma en ese intercambio divino… ¿No era él acaso, descendiente del inmortal Pólux? ¿No llevaba consigo sangre divina?

 

No entrarían en ese detalle de que los gemelos eran hijos del mismísimo Zeus…

 

Demasiadas cuestiones que para ellos le eran indiferentes. Sólo tenían en claro que se amaban. Y que pronto, terminarían por consumar ese amor, y así terminar con el fin de una era…

 

Saori se encontraba en su recamara, sentada en el sillón, en la pequeña mesa a su lado se encontraba la taza con té, desde el ventanal se podía apreciar el torrencial aguacero que había comenzado en la mañana. Tuvo que sonreír… Era muy probable que de todos, Julián fuera el más embravecido…

 

Aunque él ya tuviera a su flautista para consolarlo.

 

**

 

Cinco años atrás, Saori conoció a Kanon en el fondo del mar, el por aquel entonces, General Marina, había llegado a la habitación que dispuso el Emperador para la Diosa. Sentía una enorme curiosidad de verla, esta vez de cerca, comprobar porque sus tripas se habían removido al contemplarla inconsciente en brazos de otro… ¿Por qué no concebía verla cerca de otro?

Entonces entró en la habitación, la contempló desquiciado, observando su divinidad, la magnánima belleza que era Saori, la niña que intentaría asesinar a través de Poseidón…

Aquel pensamiento lo asustó y retorció en un dolor visceral que le carcomía el corazón. Y todo ese dolor se intensificó hasta lo indecible cuando esos ojos oscuros lo observaron directamente al alma.

 

Y ella no se alarmó al verlo, porque ese rostro le era ya familiar, mas sabía que no era Saga. Porque esa mirada dura y hasta gélida no le pertenecía al mayor, esa mirada insolente, briosa y hasta cínica no se amedrentaba con su presencia, ni el perverso Saga llegó a mirarla tan osadamente. El vientre de la Diosa se estremeció con esos ojos verdes que parecían desnudarle el alma, para comprobar que la tenía a su merced.

 

 —Athena…—Su voz logró sacudirla.

 

 —Tú eres Kanon, eres el hermano de Saga…

 

 —No Athena, yo sólo soy tu verdugo…

 

Kanon en efecto, sería el verdugo que acabaría con su pureza.

 

Saori se incorporó del lecho, y el gemelo inconscientemente dio un paso hacia atrás, un tanto intimidado por la presencia de la joven mujer. Cuando quedó enfrente comprobó lo maravilloso que era ese hombre, alto, gallardo, imponente, Kanon era la descripción de lo divino. Levantó su mano para estirarla hacia el rostro del petrificado hombre, y sus suaves dedos acariciaron ese rostro aguerrido, que se empecinaba en mantenerse serio, luchando por largar las tensiones y relajarse al punto de suspirar y cerrar los ojos.

Porque eso quiso hacer, su sangre hervía, y su cuerpo sin voluntad de obedecerlo, tembló. Se apartó, caminó hacia la puerta y la observó cuando ella volvió a hablar.

 

 —Eres una buena persona Kanon, yo no tengo dudas de ello…—Aquellas palabras lograron desbaratarlo.

 

 —No me conoces.

 

 —No necesité más que tus ojos…—la Diosa se tocó el pecho—aquí estás, aquí te clavaste y sí estás dispuesto, aquí regresarás.

 

Se estremeció de pies a cabeza, balbuceó sólo palabras mudas y empuñó sus manos… Se marchó, incapaz de darle una respuesta, que a fin de cuentas, ambos sabían… él regresaría a su lado.

 

                                                                                  **

 

Ya no había mucho por cuestionar, el tiempo había pasado y el día había llegado, por fin sería la mujer de Kanon, aquella aseveración la hizo vibrar de emoción.

 

La Tierra temblaba ante la inminente llegada del Dios de Dioses, quien había tomado todo con increíble pasibilidad, aceptando entregar a su hija prodiga, en manos de un mortal…

Muchas Deidades descenderían al Santuario para presenciar el comienzo de una nueva era mitológica.

 

El Santuario había sido pulido en su totalidad para recibir a los Dioses. La primera en arribar fue Artemisa, lo había hecho en otras ocasiones para intentar persuadir a su hermana de que desista en la locura de emparejarse a un mortal, pero cuando sus suplicas fueron rechazadas, optó por apoyarla, a final de cuentas, su padre y demás Olímpicos también habían sucumbido a mortales, entonces quien era ella para contradecir los sentimientos de la pura Athena.

 

 —¡Estoy tan emocionada! ¡Hermana mía ha llegado el gran día!—dijo genuinamente emocionada la Diosa de la luna.

 

Saori suspiró, su interior se revolvía de ansiedad, pronto daría el sí ante su padre, y luego… ¡Oh Dioses! Los colores se le subieron al rostro, y lo tapó con sus manos, apenada, Artemisa sonreía enternecida con la inocencia de esa niña mortal, que era su hermana en esos momentos.

 

 —Estoy aterrada…

 

 —Todo saldrá bien, ¿no lo amas acaso?

 

 —Con toda mi alma…

 

Sobre un gran atril se suspendía el vestido de novia.

 

**

 

Kanon se fregaba los ojos, hecho un ovillo sobre el sillón de su Templo, parecía un niño asustado, un niño que ya contaba con treinta y tres años.

A Saga le divertía su estado, Aioria quería reírse a carcajadas, y Camus le palmeaba la espalda para que se tranquilizara.

La mayoría de los Dorados estaban allí con él, para darle ánimos y ayudarlo.

 

Kanon aún pensaba que la treta de Zeus era esperar el momento justo para pulverizarlo con su rayo.

 

El gemelo menor llevaría su Armadura y su impoluta capa, y además, por primera vez, usaría el casco de Géminis.

 

 —¿Alguien ha visto a Milo? Desapareció en la mañana y no le he vuelto a ver—dijo preocupado su esposo.

 

 —Yo lo vi salir del Santuario rumbo a Rodorio—Le respondió Aldebarán.

 

El ruido de la puerta abriéndose llamó la atención de todos, Milo ingresaba con una gran bolsa en la mano.

 

 —¡Milo! ¿Dónde estabas? ¿Y qué es eso?—cuestionó Camus.

 

El rubio griego tiró el contenido de la bolsa al suelo, de ella cayeron pelucas, sombreros y hasta algo que parecían bigotes falsos, todos incrédulos observaba como Milo examinaba las mejores combinaciones, una vez satisfecho se dirigió a su esposo.

 

 —Camus, debes usar ésto, creo que el turquesa te irá bien, los bigotes son algo feos, pero así pasarás desapercibido—le dijo serio, como si realmente pretendía que Camus usara aquellas ridículas cosas, porque era broma ¿No?

 

 —Ya decía yo que algún día enloquecerías del todo—Se le burló Aioria.

 

 —Milo… no usaré esas ridículas pelucas… ¿Te golpeaste en la cabeza?—dijo alarmado Camus, y la mayoría de los presentes también.

 

 —¡Pero Camus! Debes ocultarte ¡Mira si en venganza de la insensatez de Kanon, debo pagar yo!—gritó compungido el Escorpión.

 

 —¡Oye!—Se molestó el gemelo.

 

 —A ver mi estimado esposo—nótese el sarcasmo—¿Por qué la pagarías tú?

 

 —¡Camus! Es Zeus quien celebrará la boda… ¡No puedo arriesgarme a que te secuestre y te lleve de nuevo al Olimpo!

 

Las risas se sintieron, a todos les parecía graciosa las ocurrencias de Milo.

 

 —Milo… Yo no soy Ganimedes—dijo Camus en un suspiro pidiendo paciencia.

 

 —¡Claro que no! Eres mucho más hermoso que ese troyano ¡No pienso arriesgarme! No se puede ir contra la voluntad de los Dioses Camus, sino mira a Kanon—dijo señalando a éste último, que rodó los ojos con hastío.

 

 —No usaré esa ridícula peluca y no seré secuestrado por Zeus, ni su águila.

 

 —No, el águila ya secuestró a Aioria—se burló Ángelo, ingresando al tercer Templo, ganándose la fiera mirada del León—creo que ya no hay mucho tiempo, Zeus acaba de llegar.

 

La tierra se estremeció, sus cosmos vibraron, y sus pieles se erizaron, aquella presencia era realmente omnipotente, magnánima, y temible.

 

 —¿Estás listo?—Le habló Saga a Kanon.

 

 —Sí, siempre lo estuve—respondió con una nueva y renovada confianza.

 

Aquel cosmos no lo amedrentaba, era sabido que para Kanon, los Dioses no representaban ningún tipo de intimidación.

 

**

 

Creo que todos seguramente se habrán hecho la pregunta, si hasta ahora nadie había sacado el tema a relucir, o ya había pasado el tiempo como para replantearse la opinión de esos cinco muchachitos que acompañaron a Athena a lo largo de sus victorias.

 

En primera instancia, la conmoción había sido exactamente la misma que vivieron sus compañeros Dorados, pero siendo ellos los que tal vez, conocían más a su Diosa, no tardaron en aceptar y felicitarla, estando genuinamente felices por ella, aunque algunos (como Ikki) no lo demostraran.

 

¿Y Seiya?

 

Seiya fue el primero en saber que el amor de esa mujer nunca le perteneció de la manera en que le hubiera gustado. Y aunque Kanon todavía lo vigilaba con una enfermiza manía, él estaba feliz por Saori, nunca fue un muchacho egoísta, y ahora que en realidad su felicidad era junto a su hermana, ver a Athena feliz, le bastaba. Su Diosa estaba protegida y a salvo, y eso era lo único que valía la pena…

 

La Fila de Santos formaba el sendero hasta la Estatua de Athena, y luego como formando una cruz, se abrían paso a los Dioses, Apolo y Artemisa, junto a Julián, siendo ya el contenedor del alma de Poseidón, la siempre amargada Hera, celosa de la belleza de los hijos de su esposo (Ella sólo tenía al feo y cojo Hefesto) y Deméter, conformaban el séquito de Deidades que habían arribado al Santuario.

 

Saga estaba vestido de sus ropajes Patriarcales, llevaba el casco también, y estaba  parado estoicamente a la derecha de Zeus, quien estaba bajo la obstinada vigilancia de Milo. Ciertamente Zeus había observado al descendiente de su amado copero, pero no pensaba armar un alboroto, demasiado ya era el escandalo que estaba a punto de presenciar. Y el Escorpión tan enfrascado en su misión estaba, que no notaba las miradas cargadas de lujuria que le lanzaba el Dios Sol.

 

Apolo dio un paso, tomando su arpa, para dar comienzo a la música nupcial, y Kanon caminó con estoicismo convencido y feliz de lo que hacía… era el día más importante en su vida, ningún Dios celoso se lo arruinaría. Caminó por el sendero conformado por sus compañeros, y se ubicó a la izquierda del imponente Dios, se sostuvieron la mirada, hasta que la perdieron en la persona que avanzaba a ellos…

 

Athena caminaba con su radiante sonrisa, quien la escoltaba era Aioros.

 

Kanon quedó petrificado, sus entrañas se retorcieron y su corazón palpitó desbocado.

 

Saori llevaba un vestido color marfil y blanco satinado con escote corazón sobre el que llevaba un cuerpo de encaje de manga larga. Era estrecho en la cintura y acolchado en las caderas, la falda, con mucho volumen y una cola de tres metros de largo, que también llevaba apliques de encaje y algunas flores de seda color marfil.  Y su cabello era adornado con una tiara de diamantes y oro blanco.

 

Ella se casaría como una mortal, por lo que optó por no llevar su Armadura.

 

Era la mujer más hermosa sobre la faz de la Tierra, a los ojos de Kanon, y a los ojos de todos los presentes, Saori, irradiaba felicidad. Llegó junto a su amado Santo y se tomaron de las manos.

 

 —Athena…—la voz del padre Dios estremeció a los presentes—hoy se terminará con una era, es muy a mi pesar que celebro esta boda, pero, siendo tú mi hija prodiga, y quien defendió todos estos siglos con sabiduría y triunfo ésta Tierra que tanto amas, daré mi consentimiento a tu unión con este mortal—luego hizo un estremecedor silencio antes de proseguir—Kanon de Géminis, no pienses que las cosas quedaran así, me encargaré de que tu alma sufra eternamente por el pecado que cometiste al enamorar a mi hija—los ojos del Dios eran fuego.

 

Kanon sonrió despreocupado y algo cínico. Era un pequeño precio a pagar, si su vida podía compartirla con esa mujer que tanto amaba. No le prestó atención a las amenazas, para él sólo existía ella.

 

Para Athena era lo mismo, sólo existía ese hombre, ese adonis que las estrellas le regalaron, para convertirlo en su Santo, en su protector y amado. El hombre que pasaría a la historia por ser el único capaz de traspasar el corazón de la Diosa de la Guerra.

El único hombre que Athena había amado y admirado, era su padre, pero éste amor era distinto, era el de mujer, no el de hija. El cosmos de Athena vibraba, su removía de jubilo dentro de Saori ante la ansiedad de experimentar el placer con su esposo.

 

Athena se estaba casando…

 

Athena dio el … Athena ya no sería nunca más la Diosa Virgen… Y no le importaba en lo absoluto. Ella elevaría el alma de su esposo cuando sus cuerpos sucumbieran, ya se reveló contra su padre una vez, podía convencer la voluntad de su padre una vez más…

 

**

 

El ambiente olía a rosas y jazmines, el lecho era suave y mullido, el calor de su vientre la consumía, el ardor en su rostro, le daba un aspecto por demás adorable y Kanon a su lado temblaba, se estremecía, quería llorar y gritar, quería arrancarse el corazón y dárselo a su esposa como una ofrenda más…

 

Eran dos cuerpos que experimentaban por primera vez algo tan increíble. El regocijo del Santo era enorme, pensar que tal sólo él conocería el cuerpo desnudo de la Diosa, que ella se entregaba a sus brazos, lo conmovía, lo sacudía, lo asustaba y llenaba de escalofríos…

 

 —Kanon…

 

 —Eres hermosa Saori… me siento atrapado en cuerpo y alma por ti, quiero llenarte de felicidad… Como tú me la has regalado a mí…

 

Athena lloró, era inevitable, era lógico… Su vestido cayó al suelo debajo no llevaba nada, mostrándose por primera vez desnuda ante su esposo, Kanon se removió impactado por la exuberante belleza.

 

Athena lloró, porque ése dolor que le invadía no se comparaba con la emoción que sentía.

 

Athena lloró porque, por primera vez en milenios, era completamente feliz.

 

Y Saori lloró porque era tan mortal como cualquiera, porque el dolor la conmovía y el amor la invadía, Saori lloró porque era feliz con ese hombre que le regalaba caricias y besos de un sosegado bálsamo.

 

Kanon lloró también, porque de felicidad también se llora… porque ambos sentimientos son tan fuertes que lo único que su cuerpo manda es llorar, llorar como nunca, como un niño, como una niña, como dos personas ajenas a cualquier posición, tan sólo dos almas que lloran por la extrema felicidad.

 

Lloraron porque era el comienzo de una nueva era, donde ellos llevarían su amor hacia la eternidad...

Notas finales:

¡Y llegó a su fin!

Salió más largo de lo que pensaba, pero bueno, mientras escribía, no me di cuenta. Tampoco me detuve mucho en el hecho de relatar su primera vez, cosa que estoy segura tampoco llamaría mucho la atención.

Me siento bien con el resultado, es lo que esperaba llegar a expresar de la relación, de los sentimientos de Saori como mortal y como Diosa.

Por eso le di mi punto de vista al tema de sus rencarnaciones.

Cuando escribía me acorde del titulo del Ova de Hades “La redención del Semi Dios” Kanon sin dudas es una especie de Dios… Claro que el titulo jugaba con el tema de la inmortalidad de los gemelos.

Se supone que Cástor es el mortal hijo de Tíndaro, y Pólux es el inmortal hijo de Zeus. Pero también los nombran a ambos como hijos del Dios.

 

Bueno, sin más espero les haya gustado a pesar de ser una pareja heterosexual, tampoco pude evitar la relación Zeus/Ganimedes XD Ese Milo es muy celoso de su Camus.

 

Extrañaré escribir sobre este fic, pero también me siento felizmente satisfecha de haberlo terminado.

Gracias por sus lindos comentarios a lo largo de la historia, y las tantas visitas, es un halago y un enorme placer.

 

Sin más, nos leeremos en los otros fic (Que de mí no se libran XD)

 

Gracias por leer.


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