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Doce Veces Después de Hades por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Nunca es tarde para la redención.

La mansión había sido irrumpida por centenares de hombres todos armados, la matrona lo llevó al jardín trasero. Un hombre esquelético, de cabellos largos y blancos, más muerto que vivo, aguardaba allí, tuvo suerte, nadie en esa casa logró sobrevivir.

Hijo de uno de los magnates de la mafia siciliana, el pequeño Ángelo, no conocía otra vida que no fuera la muerte del débil. Su padre duro como el hierro, carente de afecto alguno, le inculcó la sabiduría de "La ley del más fuerte". Quien tenga el poder, debe gobernar, quien no sea digno y débil, debe perecer.

Aquel anciano resultó ser su maestro en la hazaña para convertirse en Santo de Athena ¿Quién era esa? Poco le importaba al pequeño italiano, que a sus siete años aspiraba al poder como legado de su difunto y odiado padre… Le demostraría que él era mejor.

El viejo no era mejor que aquel que lo engendró. Áspero y sin un ápice de sentimiento, lo entrenó como una máquina. Ángelo lloraba por las noches cuando sus heridas escocían como ácido.

 

—¡Miserabile!

 

—Habla bien pequeño infeliz ¡Cuando entenderás que el griego es tu idioma ahora! No eres más que una escoria, indigno de ser considerado Santo, las estrellas se equivocaron contigo.

 

El pequeño sonrió siniestramente, ese desgraciado viejo sería el primero.

 

—Nunca le temas a la muerte, si así lo haces sucumbirás ante ella, recuerda que la muerte es solo una cobarde que se esconde tras una mascara de superioridad, se mejor que ella.

 

Últimas palabras del viejo antes de perecer a manos del joven. Ángelo terminaba de colocarse la mascara-yelmo de Cáncer.

 

—Mascara de Muerte…—Se dijo. Observó el rostro del viejo—Te dije que serías el primero…

 

El Santuario era un lugar aburrido, lleno de mocosos portando Armaduras que le quedaban enormes, él a sus diez años se creía superior a todos. Tendría que llegar ante ese tal Patriarca, para reportarse como el nuevo Santo Dorado de Cáncer— ¡Que fastidio! —Pensó.

 

Pasó por todos los Templos sin siquiera pedir permiso, en el último algo llamó su atención, una niña se encontraba sentada en un jardín de rosas, lo curioso era que portaba una Armadura Dorada. Vaya sorpresa se llevó cuando se dio cuenta que esa tal niña, en realidad, era un niño.

 

—No sabía que aceptaban raritos en este lugar—Le dijo, sobresaltando al otro niño.

 

—¡Lárgate si no quieres morir! —Mascara de Muerte se echó a reír con ganas.

 

—¿Morir? Y con que me atacaras ¿Con tus rosas? Afeminado—dijo una vez se encaminó rumbo a la salida, no perdería el tiempo con ese niño raro.

 

Mas no pudo moverse, de pronto sus piernas se entumecieron y su cuerpo se hizo pesado. Cayó de rodillas casi asfixiándose, el otro niño se le acercó hasta casi pegar su rostro con el suyo.

 

—Mi nombre no es afeminado, soy Aphrodite de Piscis y tú no tendrías oportunidad ante mis rosas, remedo de Santo—La voz lejos de su apariencia era profunda y varonil, Mascara de Muerte lo respetó de ahí en adelante.

 

Los años que le siguieron a su llegada al Santuario, el cangrejo se dedicó pura y exclusivamente a cumplir con su voluntad, dominar al más débil, sirviendo al más fuerte, el Patriarca le había demostrado que era el indicado para gobernar este mundo corrupto. Aphrodite lo seguía, extraño fue verse en una amistad con el niño raro, cierto era que no le desagradaba en lo absoluto…

Cuando lo hizo suyo, llevaba en sus venas gran cantidad de alcohol y otras sustancias, Piscis no pudo rehusarse, lo amaba, comenzando así, con una enfermiza relación. Mascara de Muerte no era hombre de fiar, mucho menos fiel, disfrutaba entregarse al vicio de la lujuria, en tabernas de mala muerte perdía los estribos con drogas y alcohol, copulaba con jóvenes mujeres, destrozaba algún que otro hombre, pero cuando la noche terminaba, él siempre regresaba a su cama… y allí Aphrodite lo aguardaba, dormido, triste, pero lo esperaba.

El dolor y la culpa hacían mella en él cuando lo veía, pero lejos estaba de demostrárselo. Se metía a la cama y lo abrazaba, el Pez Dorado trataba de no llorar y mostrarse más débil ante ese esperpento de hombre, el olor a alcohol, sexo y humo lo asqueaba.

Aquella noche llegó hecho una furia, maldecía a los cuatro vientos y lloraba, él, Mascara de Muerte lloraba ¡Que idiotez!

 

—Hijo de perra… No servirías ni para decorar mi Templo…

 

La noche había empezado como cualquier otra, la masacre se dio después de que la orgía llegara a su punto de ebullición. Entre drogas y alcohol, varias piernas y brazos se perdían entre la madeja de cuerpos, él estaba entre dos rubias cuando lo sintió, alguien lo había rozado, giró bruscamente cuando encontró a un hombre, la furia fue terrible. Explotó su cosmos y mando a todos al demonio ¡Que se pudrieran en el averno!

A él nadie le hacía eso ¡Nadie!

Pasó por todos los Templos como alma que lleva el diablo, entró a Piscis y lo vio, con cara consternada y afligida. Se había dado cuenta.

 

—¡Deja de mirarme así! Iré a bañarme…—Cuando salió de la ducha, después de fregar con demencia su cuerpo, Aphrodite dormía, se metió a la cama, y lo abrazó como nunca, se fundió en él, lo sintió estremecerse, el pisciano estaba llorando— ¿Por qué?

 

—Eres un monstruo Ángelo… Que condena me impuse al amarte…—Aquello fue la muerte de su alma.

 

Terminó por hundirse en ese fango de enajenación… Su cuerpo sucumbiría una semana después.

 

**

 

 

Tomó su mano frente al Muro de los Lamentos, Aphrodite la apretó con fuerza, se irían juntos.

En aquella sala Patriarcal, las sorpresas no dejaban de aparecer, esta vez Mascara de Muerte dio la nota al revelar su verdadero nombre, el cual por supuesto, sólo Piscis conocía.

 

—Me alegra tanto escuchar eso Ángelo, eres un Santo poderoso y valioso para el Santuario, sé que de ahora en adelante serás un Santo honrado, defendiendo al mundo. Bienvenido seas Ángelo, Santo Dorado de Cáncer—dijo Athena con felicidad.

 

Había algo que no cambio en la mentalidad del cangrejo, y eso era, que el fuerte debe gobernar. Nadie era más digna y fuerte que su Diosa.

 

—Que irónico que Mascara de Muerte se llamara Ángelo…—Se escuchó. Había sido Milo. Camus le dio un codazo a modo de regaño, para que callara y se comportara.

 

—Hay algo más que quiero agregar si me lo permite—habló Cáncer.

 

—Adelante—Se incorporó, caminó los pasos que lo separaban del Santo de Piscis, y volvió a arrodillarse ante él.

 

—Sé que he sido un miserable contigo, que sufriste a mi lado, y que no merecí nunca lo que me diste, pero creo que, el que me encuentre hoy ante ti, arrodillado, significa que tú vales mucho más que mi orgullo… Aphrodite, te pido una oportunidad para redimirme ante ti, y amarte como corresponde, no se hasta donde llegan los permisos en las leyes de los Santos… Pero si Athena nos autoriza… Desearía que te convirtieras en mi compañero, mi esposo… ¿Qué dices?

 

Definitivamente, los Santos no ganaban para susto, lo que oyeron fue los más impensable del mundo, no tanto por la declaración de amor, sino por quien la efectuaba ¡Y es que esto ya se estaba convirtiendo en el mundo del revés! ¿Cáncer casándose? Eso habría que verlo… Aphrodite le sonrió y lo abrazó.

 

—Por supuesto cangrejo del demonio, me casaré contigo—La algarabía fue total.

 

Al año siguiente ambos Santos con sus Armaduras puestas juraron ante Saga, su Patriarca y quien celebró la ceremonia y ante Athena, amor eterno.

Ángelo de Cáncer dejó de perseguirse ante las mascaras del pasado, y el fantasma de su padre, a final de cuentas, le había demostrado que fue mejor que él. Jamás temió a la muerte, porque siempre tuvo una razón importante por que vivir… El niño raro de las rosas.

Dejando atrás la Casa de Cáncer, las escaleras continúan. Leo nos espera.

Notas finales:

Muchas gracias por leer. Aioria ¡hacia ti vamos! :D


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