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Doce Veces Después de Hades por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Mil disculpas por la tardanza en actualizar. La verdad habia perdido todo el archivo con varios capitulos adelantados, y eso me desalento mucho.

Ahora me hice un tiempo y los reescribi.

 

**

 

...Dicen qué el primer amor, nunca se olvida...

 

 

El imponente Templo del León… Aioria disfrutaba esa tarde de una de las actividades que más amaba; pasar tiempo con su hermano. Recuperar lo perdido, monopolizarlo, aun cuando tuviera que compartirlo con el Patriarca Saga – raro era llamarlo así –  Gozar del cariño que tanto le hizo falta, años atrás…

 

Unos pasos interrumpieron la conversación, Aioria sonrió y extendió la mano para tomar la de quien se presentaba, Marín, su compañera, su mujer, y a quien había aprendido a amar…

 

La amazona de Águila, saludó con un beso en la mejilla a su novio, e inclinó su cabeza respetuosamente a Aioros, en modo de saludo.

 

 —Disculpa la interrupción, venía a avisarte que bajaré a Rodorio, ¿necesitas algo? —Marín siempre atenta a las necesidades de su hombre.

 

 —Muchas gracias Marín, pero de inmediato, no necesito nada—La joven asintió y salió por donde vino.

 

Aioria la quedó observando un momento, cuando volvió la mirada a su hermano, éste sonreía.

 

 —Es una buena compañera hermano, me alegra que por fin todo este en calma en tu interior.

 

 —Si, Marín es una mujer hermosa y fuerte, y de un carácter de los mil demonios… Tal y como me gustan…—La sonrisa añorada no tardó en aparecer.

 

Aioros tomó una postura entre enternecido y abrumado, sabía a quién se refería con esa aclaración.

 

 —¿Sigues amándolo? —Preguntó sin tapujos.

 

Desde su resucitar, el arquero se había transformado en el diario de su hermano menor, Aioria le había confesado todo, absolutamente todo lo que vivió durante su “ausencia”.

 

 —Dicen que el primer amor nunca se olvida… Mis sentimientos hacia él siguen siendo los mismos—Aioros abrió enormes sus ojos—Pero los he transformado en una sincera amistad, tal y como cuando éramos niños… Además esta Milo… No me mires de esa forma hermano, estoy en paz conmigo y con mi sentir, Marín es la mujer de mi vida, y con la que compartiré el resto de ella.

 

 —Viéndolo de ese modo, podemos decir entonces qué, Camus será siempre el hombre de tu vida—Aioria sonrió.

 

 —No, Aioros, ese eres tú…

 

Para Aioria conseguir esa paz fue una tarea titánica, muchas lágrimas derramó, mucho sufrió, y aunque hoy sabía a quién pertenecía su amor, en el fondo de su corazón había un cajón sellado que llevaba el nombre del aguador…

 

“El hermano del traidor”

 

Esa fue la mochila con la que cargó el joven Aioria durante los trece años de tiranía ¡Y cuán pesada era!

Nadie en el Santuario lo veía con buenos ojos, las personas que consideró sus amigos durante la niñez, le dieron la espalda… Cuánto le había dolido ver a Milo lanzarle tan pérfida mirada, escupir el suelo y decir que no merecía la Armadura ni pisar el suelo sagrado de las Doce Casas. Mu se había exiliado en Jamir, Aldebarán siempre estaba de misión en misión, y Shura prefería verlo muerto… Sólo quedaba Camus…

Era el único que nunca lo trató diferente, entrenaban juntos y Camus de vez en cuando pasaba la tarde con él haciéndole compañía, conversando, o sólo estando ahí, Aioria le agradecía mucho más de lo que podía llegar a expresarle. Sobre todo sabiendo lo que arriesgaba el francés al estar con él, podrían catalogarlo de conspirador, incluso mucho peor, y llamarlo también traidor.

Sabía que Camus hacía las cosas a escondidas de los demás, principalmente de Milo, quien celaba y resguardaba al galo como su tesoro.

 

 —Milo es muy sobreprotector, pero yo tengo decisión propia Aioria, además, Milo también sufre por ti, no lo dirá nunca, pero perder tu mistad le dolió muchísimo—Le había dicho en una ocasión.

 

 —No perdió mi amistad, él simplemente decidió alejarse—había contestado. Nada más dijeron esa tarde.

 

Tenían tan sólo ocho años en ese entonces, pero Aioria conocía muy bien los sentimientos que compartían Camus y Milo, y los que él mismo sentía por el aguador ¡Vaya lio! Esa noche lloró como nunca, enfermo de todo lo que tenía que sufrir en ese maldito lugar, sintiéndose extremadamente solo, sin su hermano, y un Camus del que recibía migajas… que él consumía con vehemencia. Lo quería, lo quería a él, a Milo y a su hermano, deseaba con locura retroceder el tiempo y vivir los momentos de felicidad, los entrenamientos, las clases, la voz de Aioros pronunciando su nombre con amor incondicional. Nadar en el río junto a Milo y Camus, los tres inseparables ¡Pero no! El destino jodido hizo de las suyas y envió al aprendiz de Escorpio a la Isla Milos a terminar su entrenamiento, mandó lejos, muy lejos a Camus, ni siquiera sabía donde quedaba Siberia…. Y un buen – o maldito – día, le quitó a su hermano….

 

Era mucho martirio para un niño de tan sólo ocho años, como Santo debía soportarlo, como hombre, estaba más muerto que vivo. Los años harían estragos con sus sentimientos…

 

Celos, tardo en reconocerlos, mucho más en asimilarlos, pero lo que sentía eran celos, el maldito Escorpión llevaba las de ganar en las atenciones del francés, y Aioria las quería todas para él… Maldijo con furia su suerte… Se había enamorado de Camus… La noticia le cayó como daga caliente en el pecho.

 

 —Aioria… ¿Está bien sentir amor por un igual? —Camus hablaba casi susurrando, con el rostro rojísimo.

 

Aioria se ilusionó.

 

 —Claro… ¿Por qué tendría que ser malo? Es amor al fin y al cabo, cuando se siente de verdad, lo demás es superfluo—Camus lo observó ¿Ese era el inocentón del León? ¿Desde cuando se le daba de reflexivo?

 

 —Milo… él… es él…—Y la daga se enterró sin compasión.

 

 Camus reflejaba en su rostro la turbación que sentía, nada de quien revela algo obvio, Aioria lo sabía, al francés le costaba horrores reconocer que amaba a un hombre. ¿Qué tenía que hacer? ¿Convencerlo de que Milo no era buen partido? No… él no era así, tendría que reconocer la derrota.

 

 —Milo estuvo prendido de ti desde que éramos niños, la noticia lo hará muy feliz… Tengo que irme—Camus sostuvo su brazo.

 

 —Aioria…

 

 —No digas nada Camus… por favor.

 

 —Lo siento mucho…—Aioria ya se había ido.

 

Dos días antes el joven León de trece años, se había jugado el todo por el todo; pero como en este momento, la derrota era inminente…

 

Meses después Camus partía a Siberia esta vez en rol de maestro, no regresaría en mucho tiempo.

Mismo tiempo en el que un oriental bastante particular arribó al Santuario para ser entrenado como aprendiz a la Armadura de Pegaso. Aioria conocía a su instructora, la joven Marín también era del oriente, había tenido un par de encuentros con ella, incluso había presenciado hacía unos años cuando se convirtió en la Amazona de Plata. Le gustaba, tenía una fortaleza envidiable y superior hasta incluso, de algunos Santos. Altruista, dedicada, y de carácter fuerte e imperturbable, muchas veces hasta frío… Le gustaba, pero había una realidad innegable; su carácter se parecía mucho al del francés… comenzó una amistad con la Amazona, quién lo veía y lo trataba con respeto. Intervino en varias oportunidades sobre el entrenamiento de Seiya y la defendió en varias ocasiones… Se reprochaba el sentir que la utilizaba para borrar a Camus de su corazón, pero algo debía hacer o se volvería loco y lo iría a buscar a Siberia, tan sólo para encontrarse con Milo allí, porque sabía bien que el Escorpión se escapaba, desobedeciendo muchas veces al Patriarca.

 

Aun así, sus sueños le pertenecían completamente, siempre el mismo, siempre él. Nieve etérea sobre su cuerpo sudado, látigos de fuego que de castigo, acariciaban. Dos océanos profundos, tan infinitos, allí donde no llegaba la luz del sol, porque ellos tenían luz propia, y la fuente de elixir divino: sus labios… 

 

Entre tanto desorden emocional, había algo de sosiego, al no estar Camus, Milo se fue acercando más a él, primero con burlas y bromas como acostumbraba. El cambio fue gradual, imperceptible para los demás, mas no para él, que aquella noche mientras contemplaban el firmamento hermoso sobre Cabo Sunion, supo al fin que habían vuelto a la otrora amistad.

 

 —Lo extraño—dijo después de horas de silencio el Escorpión.

 

 —Yo también—Milo giró su rostro y lo contempló, Aioria seguía con la vista fija en el azul nocturno—Es como el color de sus ojos—Se permitió decir, Milo no lo tomó a mal, sonrió y asintió.

 

 —Si, y misterioso, como él…—hizo una pausa—Aioria…

 

 —¿Qué? —Por primera vez apartó sus ojos del cielo y lo observó, Milo fruncía sus labios y dejaba entrever el brillo cristalino en sus ojos que parecían escampar.

 

 —Perdón—El León se permitió curvar sus labios ensanchando la sonrisa hasta más no poder.

 

No respondió pero esa sonrisa y el sutil afirmamiento de su cabeza le bastaron a Milo. Volvieron sus vistas al azul nocturno, que desde ese día sería azul Camus…

 

Los años hicieron que la relación en el Santuario y con sus compañeros Dorados se restableciera, también que tomara una decisión importante, olvidar al pelirrojo, su establecida relación con Milo no daba lugar a más posibilidades, se amaban y todos lo sabían, incluso él.

 

La decisión vino acompañada de un bello rostro, de mirada dulce en sus ojos cafés ¿Quién pudiera decir que detrás de esa mascara, se encontraría una dulce muchacha? Aioria ahora lo sabía, y fue Marín la causante, ella se quitó la mascara enfrente de su amado, y así sin palabras le dijo absolutamente todo, ella lo amaba, y él se juró luchar por merecer ese amor cada día.

Lo acompañó en todo momento, no se apartó de él, incluso fue su soporte ese día en el que parte de su corazón de adolescente moría junto al alma de Camus. Se mantuvo distante, respetando el dolor de su compañero, Milo parecía morir día a día, la partida del aguador lo había afectado demasiado.

Aioria sufría, si, pero nada comparado con el de Escorpio, él tenía a Marín para sostenerlo, y se convirtió en el soporte de Milo. Ambos sobrellevaban el dolor juntos, porque lo amaban y eso jamás cambiaría, uno era correspondido, el otro era admirado, pero ambos importantes en la vida de aquel quien los marcara a fuego.

 

Verlo traidor fue un golpe bajo, cuando supo la verdad, le tomó el brazo, expresó un “lo siento”, Camus sólo asintió y partió con los demás renegados, él fue con Milo y Mu y la Guerra Santa daba inicio.

 

El cálido cosmos del León envolvió a Marín segundos antes de que el Muro cediera, ella lloró, entendiendo que aquello era una despedida.

Pero los Dioses fueron benevolentes, y le regresaron la oportunidad de vivir, y Aioria ahora si la disfrutaría al máximo, junto a su aguerrida mujer.

Juró lealtad a Athena, al Santuario, y jurando seguir protegiendo la Casa de Leo. Luego de eso no esperó en buscar a Marín, en cuanto la vio, la tomó en sus brazos alzándola y dando unas vueltas. Se sentía feliz, ella lo abrazaba por el cuello, radiante al tenerlo de vuelta. Aioria quitó la mascara y la arrojó al suelo, al tiempo que la besaba con pasión, el primer beso de muchos, la estrechó aún más en sus brazos y fundió su alma con la suya para siempre.

 

 —Te amo Marín.

 

 —Te amo Aioria, gracias por regresar a mí.

 

 —Gracias por esperarme…

 

Si bien el primer amor nunca se olvida, tampoco se asegura que el primer amor es el mejor. Aioria lo sabía, amaría a Camus con esos sentimientos de antaño, el adolescente confundido por aquel que le tendió la mano, pero amaría a Marín por el resto de su vida, como hombre, con sinceridad y fidelidad.

Habían pasado dos años de la Guerra Santa y ellos en pocos meses más, se encaminarían al altar, para unir sus vidas definitivamente en el lecho matrimonial.

Notas finales:

Esepro les haya gustado. Nos leemos.

 


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