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Errores imperdonables por Jerrow

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CAPITULO 2

 

 

 

 

Se encontraban en el Centro de Salud del barrio, aguardando la llegada del doctor para dar el diagnóstico sobre su padre. En centro era pequeño no pasaba de 4 piezas, era un lugar con pocos medicamentos, pero por lo menos siempre que uno necesitaba encontraba a un doctor que lo atendía.

-El Señor Carlos Morales se encuentra bien -Dijo un hombre de 47 años, tanto Alexia como Efraín lo observaron.

-Gracias Doctor -Le agradeció Alexia.

-No es nada, es mi trabajo -Le dijo -Pero quiero que tengan mucho cuidado con él, un susto fuerte, o una mala noticia puede afectar fuertemente a su corazón, acto que podía terminar en desgracia -Les advirtió el Doctor.

Efraín y Alexia asintieron, ahora más que nunca debían cuidar mucho a Carlos; luego de hablar con el doctor fueron a verlo quién se encontraba recostado en una de las pocas camillas que había, se encontraba despierto observando otra vez la bendita pieza del Centro de Salud, no hacia ni 3 meses desde que le volvió a dar un ataque y él ya estaba de nuevo allí. Carlos vio a su esposa e hijo entrar, acercándose junto a él.

-Gracias por estar esperándome, no aguanto este lugar, menos si estoy solo.

-El doctor dice que debes de cuidarte mucho amor -Le comentó su esposa llevando una mano sobre la de su marido.

-Estaré bien, no se preocupen, lo único que me interesa en éste momento es ir a la entrega de mención de mi hijo.

-Pues si quieres ir debes de cuidarte mucho papá -Le sonrió Efraín.

-Así será, ya verán.

Al caer la tarde el doctor le dio permiso a Calos de irse para su casa con la recomendación de cuidarse y de tomar un medicamento que le receto. Pidieron un taxi que les llevo para su hogar y en un segundo ya habían llegado. Alexia y Carlos entraron en la casa no así Efraín, ya que este vio entre un par de árboles a Héctor quién lo llamaba. Fue junto a él y le dio un tierno beso.

-¿Cómo está tú papá?

-Bien, gracias por preocuparte por él.

-Obvio que tengo que preocuparme por mi suegro ¿no crees? -Ese comentario provocó que Efraín se riera "Mi suegro" -¿Qué? -Pregunto Héctor a causa de la risa de su compañero.

-Nada...nada, bueno el tema es que nos dijo el doctor que debíamos atender más a mi padre porque podría ser fatal otro ataque.

-Entiendo... -Se escuchó la voz de Alexia llamando a su hijo -Tú madre te llama ve rápido y no olvides que te amo.

-Lo sé, tú también nunca lo olvides -Le dio un beso lento y pausado, importándole poco si su madre lo llamara -Nos veremos pronto.

-¿Te parece bien en la colina? -Efraín asintió -Pues entonces allí nos vemos, hasta mañana amor.

-Hasta mañana.

Héctor se dirigió para su hogar, que se situaba no muy lejos de la de su novio. Caminó feliz para su casa tarareando y pensando donde besaría y acariciaría a Efraín, sabía que este le correspondía donde fuese pero de todas formas se puso a pensar en el mejor lugar; se le vino varios lugares el cuello, la espalda, el pecho, las mejillas y el ombligo.

Pero a pesar de todo ninguno lo convenció, debía de haber un lugar donde nunca sus labios hayan hecho contacto ¿Pero cuál?, cruzó varios árboles y ya pudo ver su casa, aunque todavía no conseguía encontrar la respuesta a su pregunta. Pero algo lo detuvo. Un pensamiento se le cruzo por la mente, claro es obvio que ya no hallaría un solo lugar que este neutro porque él ya ha explorado todo su cuerpo.

Efraín era un muchacho no muy alto, piel blanca, cabellos de un color castaño claro y ojos de color marrón. En cambio Héctor era todo lo opuesto a Efraín ya que era más alto, de piel morena, aunque no demasiado, cabello de color negro y ojos grises, su cuerpo era ligeramente atlético, no demasiado además que era un año mayor que su compañero.

Ya hace 4 meses en un día soleado cuando Efraín cumplió los 15 años, él fue a buscarlo a escondidas y lo llevó a un campo donde crecían las más variadas y bellas flores de todo el pueblo, era un poco distante del mismo, en él no frecuentaban con regularidad las personas; al estar allí comenzó a juntar flores de todos los tamaños y colores, junto con una canción de cumpleaños interpretada por él, a pesar de que su voz no era la más fluida, pudo ver la cara de felicidad de su amado cumpleañero. Fue allí en ese lugar donde recorrió centímetro por centímetro el cuerpo de su novio. El día que le hizo el amor.

Llego con una sonrisa en los labios, cruzo la puerta y saludo a su madre quien se encontraba barriendo la casa, la señora se llamaba Virginia rondaba los 46 años, baja con cabello y ojos negros, su padre se encontraba trabajando, hasta muy tarde, ambos eran muy trabajadores, pero igual el dinero que juntaban no era demasiado. Él estaba pensando en ir a buscar trabajo, pues ya tenía 16 años lo suficiente para comenzar a trabajar.

-Hijo recuerda debes de llevarle las verduras a Don Bernardo -Le recordó Virginia.

-De acuerdo enseguida voy -Sí, ellos tenían un puesto de verduras, y no les iban tan mal, pues este pueblo era pequeño y todos tenían puestos diferentes así se mantenían las personas de este lugar, una familia tenía ventas de carnes y otras de frutas jamás había dos que vendían lo mismo.

 

 

 

 

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-Gracias hijo, ya necesitaba preparar mi caldo de verduras -Rio.

-De nada Don Bernardo -Dijo Héctor.

-Espérame un momento voy por el dinero y vuelvo muchacho -Héctor asintió.

Vio ingresar al anciano a la casa, que tenía los 57 años, el señor es el dueño de todos los terrenos que conforman el pueblo de Petrón, pero por ser tan amable nunca fue capaz de venderlo, sino que dejo que familias sin hogar ocuparan sus tierras, y de allí nació el pueblo. Don Bernardo era un viejo con cabello, barba y bigote blanco, no tiene descendencia pues su mujer murió joven junto con el niño que llevaba en sus entrañas. Su historia fue triste pero poco a poco con ayuda de todas las personas a podido superarlo. Efraín es lo más cercano a un nieto, desde pequeño se llevaban bien entre ellos, y Héctor los observaba a ambos a lo lejos, o mejor dicho observaba a Efraín, le había llamado la atención desde pequeño sin saber el porqué, no entendía lo que sentía hasta ahora.

-Bien aquí esta, muchas gracias Héctor -Le pasó el dinero.

-Gracias, y hasta pronto -Antes de irse el anciano tocio y tocio -Don Bernardo ¿Está usted bien?

-Oh si...-Continuo tosiendo -Es solo un pequeño dolor de garganta, ya se me pasara -Héctor asintió, parecía ser solo eso. Se despidió y se fue rumbo a su hogar.

La noche cayo acompañado de una tormenta a gran escala, litros y litros el agua caía con una fuerza abrumadora. Virginia comenzó a ponerse tensa, temía que la casa no resistiera puesto que con cada lluvia aumentaban las goteras y las paredes cada vez comenzaban a tener pequeñas aberturas por donde se filtraba el agua. Si su marido estuviera arreglaría todo eso pero no estaba, siempre llegaba tarde, agotado después de tanto laburo; su hijo reparaba lo que podía pero no era un albañil profesional.

 

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Las bellas plantas que crecían en el pueblo eran hermosas, más vivas después de la lluvia, todas aun cargadas con gotas de agua en sus hojas, sobre el suelo húmedo donde estaban plantadas Efraín se encontraba disfrutando de los cálidos y dulces besos que Héctor le estaba dando, sintiéndose tocar el cielo con cada una de las caricias que recibía.

-Alguna vez te había dicho que te amo.

-Pues... -Pensó Efraín, para luego sonreír -Miles de veces.

-Pues te lo vuelvo a repetir, te amo y estaré junto a ti siempre.

-Nunca me dejaras ¿verdad? -Héctor negó con la cabeza -Jamás me traicionaras.

-Jamás, aun nos descubrieran siempre estaré a tu lado, amándote y dándote besitos por todo tu pedestal cuerpo.

-¿Aun en los peores momentos?

-Aun en esos terribles momentos amor.

-Gracias, oírte decir esto me colma de alegría, me dan fuerzas. Pero lo que más me da son ganas de querer decirle al mundo lo que somos, puesto que ambos sentimos amor y el amor nunca es impuro sino todo lo contrario -Le abrazo más fuerte a su compañero.

-A mí me pasa igual, pero como una vez te prometí cuando seamos mayores le diré a mis padres la verdad, la verdad de que nos amamos.

-Y yo a mis padres aunque temo por la salud de mi papá, pero de todas formas hallare como decírselo, una manera tranquila pues a pesar de todo él y yo somos como amigos.

Se abrazaron fuerte para luego recostarse sobre la húmeda hierba rozando sus labios cada tanto sintiendo la respiración del otro, Efraín se sentía seguro ante tal confesión, ahora más que nunca no dudaría en querer terminar el colegio, y luego seguir una carrera corta que le diera rápida salida laboral, así ya no dependería de sus padres sería totalmente independiente, bueno no tan independiente porque de algo si era dependiente. De los besos de Héctor.

Se quedaron dormidos un buen rato cuando escucharon unos pasos que los despertaron, ambos se levantaron y se ocultaron en un campo de hierbas altas, y esperaron a ver quién o quiénes eran los dueños de aquellos pasos. Al rato vieron sobre la colina a Saúl junto con una chica a la que no pudieron ver bien quién era, porque se encontraba detrás de su amigo besándose apasionadamente como ellos lo habían hecho; decidieron irse pronto de allí pero sigilosos para no ser escuchados y menos para ser interrogados, porque que le dirían si llegase a verlos juntos escondidos como delincuentes.

Llegaron a un lugar donde nadie podía verlos, estaban un poco agotados por andar agachados y encima en cuclillas, se miraron y luego comenzaron a reírse pues jamás Saúl les había mencionado que ya estaba con alguien y encima a escondidas como si fueran como ellos. Ambos se preguntaban quien seria, acaso una de las amigas de Mariela. No tenían forma de averiguarlo a menos de que se vayan sorpresivamente a la colina y los sorprendieran, pero descartaron esa opción, era mejor que los dejaran solos, además tal vez pronto Saúl les cuente algo.


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