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Errores imperdonables por Jerrow

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CAPITULO 3

 

 

 

 

Caminaban por los pequeños caminos que habían en el pueblo, sintiendo los rayos del sol quemándoles  piel, por ello decidieron ir por donde se encontraban los árboles para avanzar bajo sus sombras, caminaron con total silencio durante todo el trayecto, pero uno de ellos rompió el hielo sonoro.

-¿Sera que Héctor olvido del partido que teníamos el día de hoy?

-Ni idea Francisco, hace 3 días que yo no he vuelto a hablar con él -Le respondió Efraín.

-Más le vale que no se haya olvidado porque o si no va a ver lo que le espera -Dijo sonriendo de medio lado.

Fueron por el camino arenoso, pues el pueblo aun no contaba con empedrado ni asfaltado, ese pueblo era nuevo casi inexistente, pocas veces llegaban forasteros por allí. Pero gracias a ello Petrón es un lugar seguro, todos se conocen, todos son trabajadores, y ninguno de los pueblanos se atrevería a robar algún objeto del otro.

Llegaron a la casa de Héctor, estaba toda cerrada, eso les extraño a los chicos, parecía estar inhabitada, sombría, se acercaron más hasta estar frente a la puerta, dudaban si tocaban o no, pero finalmente se decidieron, Francisco aplaudió y espero. No salía nadie, volvieron a aplaudir por segunda vez pero nada. Pensaron que salieron para el otro pueblo a comprar algún producto, pero luego lo descartaron, pues en el pueblo había una despensa bien surtida, nunca faltaba nada.

Después de insistir tanto decidieron irse, pero un ruido perteneciente a la de una puerta que se está abriendo los detuvo, se volvieron hacia la casa y vieron a Héctor con un aspecto no muy agradable, estaba despeinado con los ojos rojos, como si hubiera estado llorando; corrieron junto a él, necesitaban que les aclare sus dudas.

-Héctor ¿Qué te sucede? -Pregunto Efraín muy preocupado, pero no recibió respuesta.

-Vamos viejo, dinos que te pasa -Esta vez fue Francisco.

-Mi papá... mi papá -Una lagrima amarga resbalo por su mejilla -Se fue con otra mujer.

Francisco y Efraín se miraron, no sabían que decir, bueno este último sí, pero no lo haría frente a su amigo.

-Pero ¿Cómo? -Pregunto Francisco.

-No lo sé...solo dijo que ya no nos quería -Volvió a escaparse 3 gruesas lagrimas -Que desea una vida diferente, una mejor vida y no una miseria como esta.

-Héctor -Le abrazo Efraín de una forma totalmente amigable para que Francisco no sospechara nada -Lo siento, pero no te preocupes, todo va a estar bien, ya verás.

Rayos, se moría por besar a su novio, decirle que lo amaba mucho, que estaría con él, que no lo abandonaría. Pero no podía. Mierda se decía a sí mismo, quería consolarlo en sus brazos, quería aliviar el dolor de su amado, sentía ganas de acariciarlo para hacerle sentir mejor.

Los 2 chicos se quedaron al lado de Héctor, pues este les necesitaba y no lo abandonarían mucho menos Efraín. Estuvieron como una hora, cuando salió Virginia de la casa, se veía peor que su hijo, toda descuidada con los cabellos despeinados, la ropa semi sucia y los ojos y mejillas llenos de lágrimas. Esta les dedico la mejor sonrisa que podía, pero a los chicos no les importo, sabían que no podía darles una mejor, menos en estos momentos.

Héctor se acercó a su madre y se despidió de sus amigos, sin antes mirar a su novio, y poniendo una seña de "quiero verte a solas" a lo cual Efraín asintió con una seña de "esta tarde". Se despidieron de Virginia y Héctor, ambos chicos de marcharon pensando que debían apoyarlo en todo momento, ya que tanto Héctor como su madre se encontraban muy mal.

 

 

 

 

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Corrió hacia el lago, necesitaba ver a su amado, para que lo consolara y lo reconfortara, estaba muerto en el dolor después de que su miserable padre los abandonara sin más, dejo a su madre por una mujer que tenía un buen nivel económico, que le ayudaría a salir de esta vida o como su padre llamó “miseria de vida”, ese acto era de perros malditos, pero juraba que algún día él lo pagaría, no por haberlo abandonado a él sino a su madre, por dejarla por otra mujer que conoció en una de sus andanzas, ahora entendía porque llegaba tarde, y por sobre todo porque trabaja los domingos, ni siquiera tenía el consuelo de que trajera más dinero a su hogar. No. Cada vez que volvía traía un dinero miserable que no les servía en lo absoluto.

-Maldito y mil veces maldito -Se repetía en su cabeza -Algún día volverás a suplicar y cuando eso pase yo te escupiré en la cara como a un perro que eres, ya verás.

Se encontraba en un estado de cólera total, quería romperle la cara y lo hubiera hecho de no ser que su madre se interpusiera, le defendió a Roberto a un después de lo que le hizo. Llegó al lago pero no vio en ningún lado a su novio, pensó que aun debía de ser temprano, cuando unos brazos le rodearon la cintura con tanto afecto, supo de inmediato que era él.

-Amor, viniste.

-Claro amor mío, nunca te abandonaría, menos en estos momentos -Le dijo para luego darle un tierno beso que el otro correspondió.

Se acostaron en la arena húmeda y se siguieron besando lento y apasionadamente, el mayor le comenzó a dejar pequeños besitos en el cuello del menor, seguidas de pequeñas mordidas tiernas y dulces. Héctor se deleitaba sintiendo la piel de su compañero, era tan dulce, suave, deliciosa. El dolor se esfumo en el momento en que sus labios rozaron con los labios de Efraín, era tan maravilloso e indescriptible, lo único que sabía con total seguridad era que amaba a su quinceañero.

Comenzó a quitar la remera del menor al igual que la suya, sin parar de besarlo ni de acariciarlo, se estaba volviendo completamente loco por él, le parecía una droga que quería consumir en exceso sin importarle las consecuencias. Siguió dándole besos por todo su pecho, mordiendo de vez en cuando alguna tetilla de su compañero, acto que producía un gemido de placer de parte del otro. Escuchar cada gemido lo mataba de placer, pues ya sentía su miembro bien excitado, miro a Efraín y vio en su rostro un estado de excitación total, con una expresión de "Hazlo ya por favor".

Se acercó y le planto un beso, metiendo su lengua que ansiosamente buscaba la de Efraín, al encontrarla, comenzó a jugar con él, era tan apetitosa. Carajo todo lo que tiene que ver con su Efraín lo es. Pensó. Sintió como la mano de su novio comenzaba a desprender el botón de su pantalón para luego tocar su miembro quien ya se encontraba bien preparado.

Bajo su bóxer no sin antes también desnudar por completo a su compañero quien estaba rendido de placer. Este se dio vuelta para dejar ver su dulce y carnosa espalda que tanto quería, no perdió tiempo y enseguida se encontraba mordiendo cada centímetro mientras sus manos estaban apretando bien fuerte los glúteos de Efraín. Se acercó al oído de su novio diciéndole.

-Te preparare como la otra vez.

Efraín solo asintió, sintiendo como un dedo iba entrando en su ser, seguida de otra con movimientos circulares, abriéndose en forma de tijera. Al terminar Héctor comenzó a penetrar lentamente a su amado, no de golpe, puesto que no quería lastimarlo, luego comenzó a embestir con mayor fuerza masturbándolo  también al ritmo de sus embestidas.

No pudo evitar más pues sintió como se venía dentro de su novio y este en su mano. Cansados se abrazaron mirándose fijamente a los ojos.

-Te amo con todas mis fuerzas Héctor -Le dijo el menor.

-Yo igual y quiero hacer esto contigo siempre -Le dijo llevando su mano hacia su mejilla acariciándola, su mejilla era suave, demasiado. Decidieron vestirse, no podían estar así por mucho tiempo, exponiéndose a que alguien los viera. Sería un caos.

Efraín no se sentía con ánimos de preguntar pero debía hacerlo, de alguna manera debía averiguar sobre lo ocurrido con su padre. Se acercó dispuesto a indagar pero Héctor lo detuvo y fue más rápido en hablar.

-Sé que quieres saber sobre mi padre y te lo contaré -El menor se quedó sorprendido, puesto que no se imaginó que le leyera los pensamientos.

Permaneció atentó para escuchar cada palabra proveniente de su amado, pues todas salían con total amargura y rencor.

-Mi padre o si es que se le puede llamar padre desde hacía más de medio año que llegaba tarde del trabajo, siempre con la excusa de que tenía que laburar mucho pues la crisis era grave. Hasta los domingos se ha puesto a laburar y mi mamá y yo somos unos pares de crédulos que le creíamos cada palabra de lo que decía.

Suspiro, estaba cansado y sentía que estaba al borde de romperse en lágrimas de nuevo pero no lo haría, le prometió a su madre que no volvería a llorar por culpa de su padre Roberto, inhalo el aire dispuesto a continuar, pues necesitaba desahogarse, y quien mejor que con su novio para hacerlo.

-Hace como tres meses, la situación en mi hogar cambio, casi todos los días mis padres se terminaban peleando, gritándose uno contra otro y siempre por el mismo motivo "Su llegada tardía, su carga horaria". Y todos siempre con el final de que no tenía dinero - Se puso de pie, se sentía cansado, muy cansado.

-Déjalo amor, hoy no te encuentras en condiciones -Le dijo Efraín sonriente -Tal vez me lo cuentes otro di...

-¡No! -Exclamo Héctor -Necesito quitarme este peso me entiendes -Le dijo en tono suave.

Efraín asintió, y decidió no insistir más, lo que decidió fue volver a ponerse en total posición de escucha.

-Luego de eso, mi madre le pregunto seriamente que es lo que sucedía, que esto ya no podía seguir así y allí fue que Roberto nos confesó que tenía a otra mujer y que con ella quería formar una nueva familia -Esto último elevo la ira de Héctor provocando que maldijera a su padre -Ojala sufras, y algún día vuelvas de rodillas a pedir perdón maldito imbécil, y allí yo mismo me burlare de ti, riéndome en tu cara.

-No vuelvas a decir eso Héctor -Le ordeno Efraín, acto que hizo volverse hacia él -Lo que haya hecho o hará mal, no cambia el hecho de que sea tú padre, y por ello merece que lo respetes.

-¿Respete? -Repitió Héctor levantando una ceja -Acaso él nos respectó a mi madre y a mí cuando se metió con esa tipa. No. Pues él no conoce el significado respeto y por tal no lo merece.

Efraín abrazo a su novio con ternura, se acercó a su oído y le susurro "Todos algún día nos equivocamos, cometemos errores que nos cuestan caro, pero de todas formas merecemos perdón, porque somos humanos". Al terminar de decir esto le beso en la oreja y luego siguió por su mejilla hasta llegar a sus labios.

Héctor correspondió a cada caricia, pues amaba a ese pequeño que tenía delante de él. Decidieron que ya había pasado demasiado tiempo, que ya había llegado la hora, Efraín acompaño a su novio, hoy no lo dejaría ni un solo momento.

Al llegar a su casa, Virginia estaba un poco más calmada, se había arreglado el pelo, se lavó la cara y se cambió de ropa. Esta lo estaba esperando con una bolsa de verduras para llevárselas al dueño de todas estas tierras, al ver a Efraín no dudo en saludarlo con una sonrisa, no tan diferente a la que le dio esta mañana. Héctor asintió y junto a Efraín fueron directo para la casa de Don Bernardo. En el camino Efraín observó la bolsa que contenía las verduras, había de todo un poco, tomates, cebollas, papas y "zanahorias".

-¿Seguro que le gusta las zanahorias a Don Bernardo?

-Sí, estoy seguro -Le respondió.

-Qué raro, yo escuche que una vez vomito toda la comida, en la casa de  Jessica, porque tenía esta verdura -Rio, contagiando a su novio quien también se puso a reír.

Le gustaba mucho la sonrisa que Héctor tenía, era uno de los principales motivos que lo enamoraron. Y ahora, a pesar de lo que estaba afrontando igual su sonrisa era igual de hermosa.

Al estar frente a la casa del señor, ambos chicos aplaudieron, sin tener resultado alguno. Efraín se percató de que la puerta se encontraba abierta, entonces se decidieron a entrar. Ambos jóvenes ya conocían el lugar, en especial Efraín que desde pequeño venía a esta casa a jugar con el dueño a quien con cariño llama abuelo, la casa era una de las casas más lujosas del pueblo, las paredes pintadas en color durazno, junto con los muebles de un tono marrón claro, la casa tenía un segundo piso y era eso lo que lo diferenciaba (aparte de los muebles) de las otras viviendas del pueblo.

Se adentraron más hasta llegar al comedor, llamando sin cesar al dueño, quien no daba señales de vida, fueron para la cocina que estaba al lado del comedor. Al entrar allí se dieron un susto de muerte al ver al señor tirado en piso, totalmente inconsciente. Los chicos fueron de inmediato a ayudar al anciano, lo levantaron del piso y sentándolo a una silla que estaba cerca de allí.

Efraín totalmente desesperado fue de inmediato junto al doctor mientras Héctor se quedó junto a Don Bernardo, por si despertaba. El tiempo pasó y su novio aun no regresaba ¿Por dónde estará? Se preguntó, comenzado a alarmarse, al oír la dificultad con que el anciano respiraba.

-Vamos Efraín, ven rápido -Comenzó a decir para sí, pues esta situación ya no le estaba agradando.

Luego de unos minutos apareció por fin su novio con el bendito doctor, pero no vinieron solos, gentes del barrio entraban, no sabían si era por preocupación o por curiosidad. Llevaron a Don Bernardo a su recamara, junto con el doctor que lo chequeaba a solas, no quería estar rodeado de gente mientras él hacia su trabajo.

-Ya es un señor de edad -Le dijo Héctor a su novio, quien se encontraba muy preocupado y con los ojos a punto de estallar en lágrimas.

-Sí, pero de él dependemos de que este pueblo siga, o acaso piensas que dejara sus terrenos a todos nosotros para que Petrón continúe existiendo –Dijo Saúl apareciendo, lo que produjo que los dos se volvieran hacia él.

-Eso no es lo más importante sabes –Efraín se puso nervioso “Acaso lo que le importaba eran las estúpidas tierras” pensó –Su salud es lo más importante.

-Lo sé amigo, tranquilo, y claro que me preocupa su salud, ya que gracias a él estamos aquí pero también debes pensar en la gente del pueblo, ¿acaso sabes que va a pasar con ellos? ¿Crees que nos dejará este lugar para que sigamos viviendo aquí?

-Yo creo que sí, o a quien más le dejara, él ya no tiene herederos ni parientes cercanos, pues era hijo único ¿Recuerdas? –Dijo Héctor.

Efraín asintió, Saúl tenía razón en parte, que pasará con todos los que viven en el pueblo si a Don Bernardo llegase a pasarle algo, ¿Sera que todos los terrenos se quedaran para el pueblo?, esa era una pregunta que puede que conozca su respuesta muy pronto, pero no, se negaba a la sola idea de que algo le sucediese a su abuelo aunque Don Bernardo ya contaba los cincuenta y tantos, ya era un anciano, y como se dice "la vejez no viene sola", le comenzaban a agarrar muchas enfermedades, como paso hace un año cuando le tuvieron que llevar de urgencias al hospital, por suerte salió todo bien, y esperaba que esta vez también salga igual.

El doctor salió del cuarto del enfermo y les explico lo que sucedía, Don Bernardo tenia neumonía, lo que le dificulto la respiración que lo llevo a perder el conocimiento.

-Debemos internarlo de nuevo, no hay de otra -Los chicos junto a los demás que llegaron asintieron, debían de nuevo internar al dueño.

 

 

 

 

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Habían pasado como dos semanas desde que Bernardo se quedó internado, su condición ha mejorado pero aún estaba en estado crítico, fue trasladado al hospital del pueblo vecino, pues en Petrón el centro  no contaba con los recursos necesarios para una internación de ese estado, de cómo estaba no podía ser atendido en el pueblo.

Todos los habitantes se encontraban preocupados, por dos razones:

La primera por la salud de Bernardo y la segunda por sus hogares.

Todos sabían de sobra que si Don Bernardo moría, era probable que Petrón dejara de existir, pero todos trataban de ser positivos y con esperanza en manos aguardaban la pronta recuperación del dueño. No querían dejar estas tierras en donde sus hijos crecieron, felices y alejados del peligro de las zonas urbanas.

Efraín caminaba, triste y feliz, la primera a causa de la enfermedad de Don Bernardo, y la segunda porque ya solo faltaba 4 días para la graduación, el día en que recibiría una medalla gracias a su esfuerzo y dedicación. Aun no le había dicho nada a su novio, esperaría hasta pasado mañana, sería una sorpresa o tal vez no. Héctor sabía la aplicación que Efraín ponía en sus estudios.

-Hijo, ¿ya sabes a cuantas personas piensas invitar a tú colación? -Le pregunto Alexia que estaba recostada por el marco de la puerta. El nombrado al oírla se volvió para responderle.

-Sí. Serán 3 personas, a Saúl, a Francisco y Héctor. Aparte de ustedes claro.

Su madre asintió y se metió para la cocina, dejando a su hijo que continuase con sus pensamientos.


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